domingo, 18 de septiembre de 2011

Ideas platónicas y Arquetipos junguianos (Parte 1/2)


¿Habitantes de un Mundo Ideal o de un Inconsciente Colectivo?

Arquetipos son Forma; Ideas son Contenido[1]
ML Paula Durán Hurtado [2]
Artículo publicado en Revista Encuentros Nº3, Fundación Chilena de Psicología Analítica. Agosto 2011

El artículo es análisis descriptivo de los conceptos Arquetipos e Ideas, de Jung y Platón, respectivamente, que luego se comparan en el contexto de sus teorías –Psicología Analítica y Filosofía Platónica-. Las reflexiones se basan esencialmente en textos originales de los pensadores involucrados, buscando establecer semejanzas y diferencias entre ambos conceptos. Una contextualización más amplia podrá consultarse en el texto original desde el cual se ha extraído lo central de este capítulo.
Palabras claves: Arquetipo, Idea
Introducción
Jung, estudioso de la psicología profunda, pensó que el estudio del alma era fundamental, porque el futuro del hombre dependía de la psique (Jung, 2001). Fue discípulo de Freud, descubridor del inconsciente personal; develó un espacio psíquico, que estaba más allá de esa zona individual, al que llamó Inconsciente Colectivo. Dijo que ese espacio estaba poblado por entidades colectivas, entre las que se encontraban los Arquetipos. Este descubrimiento es un gran aporte a la Psicología Analítica.
Platón, filósofo griego del siglo V a.C, es un hito singular en la historia del pensamiento occidental; culmina a los presocráticos y los supera todos. Su aspiración a la unidad le llevó a desarrollar un concepto que le valió el reconocimiento de la Filosofía. Postuló la existencia de dos mundos: uno sensible y otro inteligible. El primero, propio del cuerpo y de la materia; el segundo, propio del Alma. El Mundo de las Ideas, mundo del Alma, es un espacio poblado por entidades absolutas, universales, independientes y eternas, a las que llamó Ideas.
Analistas Junguianos y comentaristas de su psicología[3] comparan –y asimilan, muchas veces- el término Arquetipo, con el que Platón describió como Ideas, sin que parezca haber un acuerdo definitivo, respecto de la identidad o desigualdad de sus significados. Incluso Jung (2002, 73), cuando se refiere al arquetipo de la madre dice “arquetipo no es otra cosa que una expresión que ya existió en la Antigüedad clásica y que es sinónimo de idea en el sentido Platónico”.
Estos antecedentes ameritan un análisis más exhaustivo de los términos Arquetipo e Ideas, a fin de definir si estas comparaciones son o no acertadas y por qué.
El hecho que se trate de conceptos nacidos en diferentes disciplinas, que buscaron responder a fenómenos distintos, desde desiguales paradigmas, hará que el ejercicio intelectual adquiera características especiales. Muchas veces, podrá ser necesario interpretar el sentido de un término, a fin de llevarlo desde el significado que tiene en una disciplina hacia el que podría adquirir en una segunda; una forma de acercarse al conocimiento que implica suspender la aplicación de estructuras cognitivas automatizadas para dar paso a estilos cognitivos menos familiares. Otras veces, la perspectiva que pueda entregar un determinado concepto en una disciplina podrá no encontrase suficientemente desarrollada en la otra, pero hacerse necesaria y posible de precisarse, a la luz de las reflexiones.
El trabajo es una exploración teórica basada en los textos originales de los autores. El artículo debió centrarse en la comparación de conceptos, omitiendo antecedentes que pudieran ser importantes para quien no esté familiarizado con las teorías de uno o de ambos pensadores. El aporte central, está dado por la recopilación de citas en las cuales Platón y Jung hacen referencia a sus conceptos Idea y Arquetipo, las cuales sirven para elaborar una comparación de los conceptos. Este examen se acotó a la respuesta de tres preguntas: qué son los arquetipos e ideas para cada uno de los autores; cuál es el sentido que tienen, dentro de sus respectivos pensamientos; cómo se produce su relación con el hombre y en qué circunstancias. A través de estas reflexiones el lector podrá evaluar si las identificaciones y analogías que se han hecho son o no adecuadas y por qué.
I. Carl Gustav Jung. Conceptos de su Psicología Relacionados con los Arquetipos.
I.A.    Factores Generales en la Psicología de Jung
El psicoanálisis se debe al menos a dos prestigiosos médicos: Freud y Jung. El primero, descubridor del inconsciente personal; el segundo, del Inconsciente Colectivo. Su objetivo, hacer concientes los contenidos inconscientes de la psique (Jung, 2004); un proceso de maduración personal que Jung llamó individuación.
I.A.1)  Estructura de la psique. Jung (2007, 334) distingue dos tipos de contenidos dentro del material psicológico, los concientes y los inconscientes; éstos podrán ser personales o colectivos. Son personales, cuando su universalidad no les está reconocida y, colectivos, en caso contrario. Igualmente podrá suceder con los contenidos inconscientes: serán personales, si alguna vez estuvieron relativamente concientes y su universalidad, no reconocida; y serán impersonales, cuando sean materiales que no puede demostrarse que alguna vez hayan sido concientes ni siquiera relativamente- (Jung, 2007, 335).
Una parte del proceso de individuación se relaciona con el inconsciente personal; es decir, aquella parte de la psique que contiene experiencias que no pueden ser aceptadas por el Yo en su rol de enfrentar al mundo exterior y sus propias necesidades internas (De Castro, 2006). Esos contenidos, a los que se llama complejos, deben su existencia a la experiencia personal de cada individuo y se van conformando de material psíquico reprimido; son una forma necesaria de organización de la personalidad; una forma de reunir los recuerdos y redirigir la conducta (Young – Eisendrath, 1998). Su calidad es ontogenética.
Según dice Jung (2004, 41) una segunda parte del proceso de individuación, se relaciona con el Inconsciente Colectivo; un estrato más profundo que contiene patrones conductuales que nunca han estado en la conciencia personal ni han sido adquiridos por el individuo. Estos contenidos, que Jung (1986, 41) denomina arquetipos, son imágenes generales existentes desde todos los tiempos; descansan en lo común para todos los hombres, son difundidos universalmente. Su calidad es filogenética, heredada y común a la humanidad.
Jung (2007, 200) dirá que los procesos inconscientes contienen los elementos necesarios para la autorregulación de la psique global. A nivel personal, esos elementos –representados por motivos personales- son los responsables del grado de participación conciente individual en el universo objetivo (Jung, 2007, 200). A nivel impersonal, esos contenidos[4] están representados por motivos preinfantiles, restos de vida de los antepasados (Jung, 2007, 87). Y así como las imágenes mnémicas del estrato personal están “llenas” por tratarse de imágenes vividas; los arquetipos del estrato colectivo, por no haber sido vividos por el individuo, están “vacíos” (2007, 89).
Jung pensaba que, la razón por la cual los pacientes solicitaban su ayuda profesional era porque sus recursos concientes eran inadecuados; incluso, reflejaban que los intentos de resolución a esos problemas provenían del inconsciente. Esto quedó expresado en una de sus conferencias:
 [Freud] deduce el inconsciente del conciente… Yo lo expresaría al revés: yo diría que lo que primero aparece es evidentemente el inconsciente;… en la primera infancia somos inconscientes, las funciones más importantes de la naturaleza instintiva son inconscientes, y la conciencia es más bien producto del inconsciente (Jung, 1968, 8)
En el trasfondo de su psicología está la idea que “todo inconsciente busca manifestarse, y la personalidad también desea evolucionar de sus condiciones inconscientes y experimentarse a sí misma como una totalidad” (Jung, 1965, 34).  Von Franz (1975, 32) dice que, él pensaba que “los hechos de la naturaleza eran la base de todo conocimiento…. y que la naturaleza no estaba solamente en el exterior, sino también en el interior”.
I.A.2) proceso de Individuación. La individuación es un proceso de diferenciación que tiene por meta el desarrollo de la personalidad individual; lleva al individuo a establecer una relación colectiva más intensa y universal (Jung, 2007, 175). Individuarse, continuará, es una exigencia psicológica absolutamente indispensable, no sólo para que el sujeto exprese su singularidad, sino para que pueda aportar al desarrollo de la sociedad (2007, 336). Se trata de un proceso de autoconocimiento ética y moralmente necesario (Jung, 2007, 155), basado en el supuesto que el hombre es sanable y capaz de individuarse (2007, 128); es decir, de fusionar su personalidad conciente e inconsciente (2002, 163) y alcanzar la totalidad de la psique.
En este proceso, participan los dos estratos psíquicos: el conciente, que nos es conocido, y el inconsciente, que nos es desconocido. Participan, en consecuencia, los centros que conectan al individuo con lo colectivo: el yo, que conecta con lo colectivo conciente y, el si mismo, que conecta con lo colectivo inconsciente. El primero, un complejo; el segundo, un arquetipo.
El alma[5] -psique- para Jung (2004, 141) es un reflejo del mundo y del hombre. Su diversidad es tan amplia, que se la puede mirar y juzgar desde diferentes puntos de vista. Es la imagen que uno se hace del mundo y, el mundo personal, la imagen de la propia alma; porque, cada cual hace su propia imagen del mundo y construye para ese mundo particular un sistema privado. Esto significa que, “la realidad del mundo tiene la dimensión de la conciencia” (Jung, 2004, 344); piensa que “posiblemente hay, en el mundo de la realidad objetiva, tanto desconocimiento como contenidos inconscientes hay en la psique” (2004, 344). “El alma, es la única manifestación directa del mundo...[…]…la condición indispensable para la experiencia… [porque]… lo único directamente experimentable del mundo, son los contenidos de la conciencia…” (Jung, 2004, 141). La forma cómo se organizan esos contenidos del mundo, también, se vincula a las condiciones del entorno personal (Jung, 2004, 154).
Describe la conciencia, como la relación que se da entre un contenido psíquico y el Yo (Jung, 2007, 265) y también, aquella porción de la psique en la que se encuentran los pensamientos, recuerdos y sentimientos (Stein, 2007, 287); “la parte del alma…[…]…limitada a los acontecimientos momentáneos” (Jung, 2004, 154). Su función, es registrar y reconocer el mundo exterior a través de los sentidos e interpretar creativamente el mundo interior para verterlo al exterior[6] (Jung, 2004, 160). Robertson (1998, 184) dirá que todo lo que llega al conciente ha estado antes en el inconsciente, descargado de la energía psíquica suficiente para salir. Contiene todo aquello que es conocido.
La conciencia[7] tiene un punto focal, que es el yo, que porta el autoconocimiento y el sentimiento de identidad personal; “organiza pensamientos, intuiciones, sentimientos y sensaciones” [concientes] (Stevens, 1999, 41). Surge del si mismo en las primeras fases del desarrollo; “percibe significados y evalúa valores” (Stevens, 1999, 42).
La inconsciencia contiene lo desconocido psíquico; todo aquello que se supone que, si llegara a la conciencia, no se diferenciaría en nada de los contenidos psíquicos ya conocidos”; “… […]…lo que se sabe, pero momentáneamente no se piensa;...[…]…lo que en otro tiempo fue conciente, pero se ha olvidado;...[…]…lo que es percibido por los sentidos pero no reparado por la conciencia; ...[…]… lo que se siente, piensa y recuerda, sin saber...[…]…lo que se quiere y se hace sin intención y sin atender…; ...[…]…todo lo futuro que se va preparando dentro de uno y que no llegará a la conciencia hasta más tarde” (Jung, 2004, 186-188).
Algunos contenidos inconscientes se relacionan con la historia personal y otros, con la historia de la humanidad; los últimos, son colectivos (Jung, 2002, 133).
El Inconsciente Colectivo tiene un arquetipo central que se llama si mismo (Jung, 2002, 133), desde el cual  “nacen todas las estructuras psíquicas: la sombra, el yo, la persona, el animus, el anima” (Stevens, 1999, 53). Se trata de una totalidad anímica -y al mismo tiempo un centro que incluye al yo (Jung, 2002, 133)- de orden superior al yo en la que se complementa la psique conciente e inconsciente; una personalidad, que también somos -pero de la que nunca podremos ser enteramente conciente- (Jung, 2007, 200). El sí mismo es el arquetipo de la orientación y el sentido (Stevens, 1999, 53), que se va diferenciando a medida de la individuación (Jung, 2007, 196). Para Jung (1965, 206), es el “hombre interior”, manifestado como sabio y respetable; una imagen de Dios, que posee carácter de resultado y meta conquistada; la meta de la vida (Jung, 2007, 265); un elevado ideal (2007, 250); lo mejor que uno puede hacer (Jung, 2007, 250), convertirse en lo que uno siempre ha sido (Jung, 2002, 39).
I.B.    Factores específicos en la psicología de Jung.
Él observó que había contenidos inconscientes que se presentaban con mucha frecuencia en sus pacientes; contenidos que también había notado, aunque proyectados en un objeto conciente, en los sueños y mitologías de todos los pueblos y religiones (Jung, 2007, 336). A partir de este descubrimiento, constató que la psique era subjetiva y personal en parte; pero, mayormente, objetiva y común (Jung, 2004, 292). Encontró “patrones conductuales que nunca habían estado en la conciencia personal y nunca habían sido adquiridos [ni desarrollados] por el individuo” (Jung, 2004, 41); eran aspectos que el hombre compartía con su especie[8]. Denominó como arquetipos a la fuente de las fuerzas anímicas impulsoras y formas o categorías que regulaban esas fuerzas (2004, 160), a los que se remontan las ideas y representaciones más poderosas de la humanidad.
I.B.1.) Los arquetipos son los contenidos de lo Inconsciente Colectivo. Se trata de un concepto que va evolucionando en Jung junto con su teoría, por lo que se hace recomendable indicar que las diferentes descripciones que Jung hizo del concepto, no son contradictorias, sino más bien complementarias ya que, a medida que va profundizando en su significado, también va enriqueciendo y ampliando su alcance y contenido. En los textos, el término adquiere los siguientes significados, características y acepciones[9]:
I.B.1.1) Los arquetipos son las formas en que se manifiestan los instintos. Dice Junq (2004, 206) que “los arquetipos se comportan como instintos cuando intervienen en la configuración de los contenidos concientes regulándolos, modificándolos y motivándolos”. También dice que todo emana de lo inconsciente, por lo que este estrato psíquico no sólo es un apriori gigantesco, sino también, fuente de los instintos y de todo lo creativo (Jung, 2004, 159). Los arquetipos contienen la experiencia humana desde la eternidad, constituyéndose en sistemas vivos de reacción y disposición que, por medios invisibles y por tanto más eficaces, determinan la vida individual (2004, 159). El hombre tiene a priori tipos de instintos que constituyen causa y modelo de sus actividades, por lo que instinto y modo arcaico coinciden en la noción biológica de patrón de conducta (2004, 202).
Jung (2004, 202) dice que, la dinámica del arquetipo se manifiesta principalmente en su determinación de forma inconsciente del comportamiento del ser humano por medio de instintos que operan como patrones de conducta -representando así un caso psíquico especializado del pattern of behaviour. El individuo se ve constreñido en su accionar, sensación, que se acompaña de un fuerte componente emocional (Jung, 2004, 202)
I.B.1.2) “La aparición de los arquetipos tiene un marcado carácter numinoso que no puede sino calificarse como espiritual”; entregan un sentido verdadero y profundo a la vivencia humana; y cuando se presentan en la vida individual, el alma se conmueve (Jung, 2004, 206).
 El arquetipo se empeña de tal forma en lograr su objetivo y con tal pasión y coherencia implacable, que consigue que el sujeto sucumba a su hechizo del que, pese a poner una desesperada resistencia, no puede desprenderse. Hasta que finalmente, ya… [tampoco]… quiere desprenderse de él, porque esa vivencia le ha deparado una plenitud de sentido hasta entonces inimaginable (Jung, 2004, 207).
I.B.1.3) El arquetipo es un espíritu rector del intelecto. El arquetipo viene a ser la presencia del espíritu, el soplo divino en la vida humana, la herencia más hermosa que va dejando el hombre en su historia evolutiva al hombre del mañana, porque “el arquetipo representa el verdadero elemento del espíritu, un espíritu que no es idéntico al intelecto…[…]…, sino que mas bien constituye un espíritu rector[10]…” (Jung, 2004, 207). “El arquetipo es y no es espíritu”, dirá Jung (2004, 207), y lo que acabe resultando depende casi siempre del nivel de conciencia, de quien lo percibe. Podrá presentarse en la encrucijada –apareciendo como sincronía-, cuando debe tomarse una decisión vital (Jung, 2007, 117). “Se presenta en la psique individual como constelación que orienta la libido, por su numinosidad…[…]…es la autorrepresentación del instinto y se manifiesta como símbolo y mito en un proceso de psiquificación” (Jung, 2004, XVII).
I.B.1.4) El arquetipo tiene propiedades paradojales. “Una particularidad esencial de las figuras psíquicas, es el hecho de que sean dobles y oscilen entre un significado positivo y negativo; son paradójicos, como sucede con el espíritu” (Jung, 2002, 38). Dirá, que “el arquetipo y el instinto constituyen los mayores opuestos que se pueda imaginar[11]…” (2004, 207) Al respecto, nos dice:
Los opuestos son propiedades extremas de un estado, en virtud de las cuales éste puede ser percibido como real al formar un potencial. El opuesto espíritu/instinto[12] representa sólo una de las formulaciones más generales, con ventaja de reducir a un común denominador el  mayor número posible de los procesos psíquicos mas importantes y más complicados.…[…]…. Desde este punto de vista los procesos psíquicos aparecen como compensaciones energéticas entre el espíritu y el instinto” (Jung, 2004, 208).
I.B.1.5) El arquetipo es de naturaleza pura y no falsificada (Jung, 2004, 211)… y es la naturaleza, la que hace que el hombre –sin pensarlo- diga palabras y realice acciones de cuyo sentido es inconsciente. Probablemente, dice “se trate de restos de una Edad de Oro en la que unos iniciados[13] enseñaron su sabiduría a los pueblos… […] …después se habrían olvidado y quedarían ahora sólo imitaciones mecánicas…” (2004, 211). Si así fuera, continúa, “no cabría duda de que existen arquetipos preconscientes que nunca han sido concientes y que sólo pueden ser [conocidos] a través de sus repercusiones en los contenidos concientes” (2004, 211). Ejemplifica con las funciones psíquicas -hoy concientes- que pudieron haber estado alguna vez inconscientes, produciendo entonces los mismos efectos que hoy; más, en su actuar inconscientes, haber quedado anónimas (2004, 211).
I.B.1.6) El arquetipo llama a la individuación, a la ética personal. Para efectos del proceso de individuación –nos dice Jung (2004, 210)- “la confrontación con el arquetipo o con el instinto supone un problema ético…[…]… cuya urgencia percibe quien debe decidirse a favor de la integración de su personalidad[14].
En este sentido, el arquetipo tiene un valor sentimental, porque determina el modo y el desarrollo de la creación con una aparente presciencia o mediante la posesión a priori del fin, circunscrito por el proceso de centrado” (Jung, 2004, 210).
El “arquetipo, visto como imagen del instinto, es psicológicamente un objetivo espiritual hacia el que se siente impulsada la naturaleza del hombre …[…]… el premio que obtiene el héroe por su lucha con el dragón” (Jung, 2004, 214); es decir, se presenta como la actualización de la potencialidad intrínseca contenida en el instinto.
I.B.1.7) El arquetipo es trascendente. Jung (2004, 214) explica que “el arquetipo como un factor psicoide[15] –trascendente- (que, por decir así, pertenece a la parte invisible del espectro psíquico) no está capacitado para acceder a la conciencia”. Este arquetipo no debe confundirse con las representaciones arquetípicas –fenoménicas- que entrega el inconsciente –y que pueden hacerse concientes a través de los mitologemas- (Jung, 2004, 215); ”…el arquetipo es una forma básica en sí misma irrepresentable –inconsciente y desconocida-[16]” (2004, 214)
La explicación del aspecto psicoide del arquetipo probablemente surgiera en Jung cuando ya había establecido comunicaciones con el físico Pauli, porque dice que:
la psicología sólo puede insinuar una relación de la psique con la materia, pero sin declarar lo más mínimo acerca de su naturaleza…[sin embargo]… existe alguna probabilidad de que materia y psique sean dos aspectos diferentes de una misma cosa….”[17](Jung, 2004, 216).
Luego, agrega que, de ser así, la naturaleza psicoide de los arquetipos, sería el puente entre la psique y la materia (Jung, 2004, 217)
I.B.1.8) Hay tantos arquetipos como situaciones típicas de vida (Jung, 2004, 7). Jung no estableció la existencia de un número determinado de arquetipos al interior del Inconsciente Colectivo. Dice que “…una repetición interminable graba esas experiencias en nuestra constitución psíquica, no en forma de imágenes llenas de contenido, sino al principio casi únicamente como formas sin contenido, que representan una posibilidad de cierto tipo de percepción y de acción” [18] (2004, 7)
I.B.1.9) Algunos arquetipos se presentan más frecuentemente. Jung (2002, 174) observó que había imágenes que se presentaban con mayor frecuencia e intensidad sobre su Yo y sobre la identidad de pacientes. Estos eran la Sombra, el Anima –para el hombre-, el Animus –para la mujer- y el Sí mismo. Denominó como motivos a aquellos tipos de situaciones y figuras que se repiten con un sentido análogo. Ejemplificó al viejo, al niño, a la madre, como figuras humanas; algunos motivos, el nacimiento/muerte, unión/separación; algunas relaciones, madre/hijo, suegra/nuera, alumno/maestro (Jung, 2002, 170).
I.B.10) “El arquetipo tiende un puente entre la conciencia del presente, que corre peligro de desarraigo, y la totalidad natural, inconsciente-instintiva, de los tiempos primitivos” (Jung, 2002, 162). Más adelante, dirá que:
 el progreso y la evolución son ideales innegables; pero pierden su sentido si el hombre llega al nuevo estado sólo como fragmento de sí mismo…[…]… y una conciencia disociada de sus fundamentos…[…]… recae fácilmente en una situación peor de la que esa innovación quería eliminar….” (Jung, 2002, 162)
Su predicado, respecto de lo particular, se aplica también respecto de lo universal o colectivo, ya que dice que:
todo lo que ha superado y dejado atrás el progreso va hundiéndose más y más en lo inconsciente, de lo que a la postre vuelve a surgir en estado primitivo de identificación con la masa (Jung, 2002, 163).
La autonomía es una propiedad bastante general de lo inconsciente; una tendencia que “se hace evidente sobre todo en los estados afectivos…[…]…cuando el yo queda substituido por lo inconsciente” (Jung, 2002, 260). La autonomía del inconsciente, dirá, empieza ahí donde surgen emociones (Jung 2002, 260).
I.B.1.11) El arquetipo describe cómo vive el alma el hecho físico. Jung reconocía que el inconsciente no estaba disponible para la conciencia y que sólo podía observársele a través de sus productos secundarios, las proyecciones (Robertson, 1998, 173). Decía, que los arquetipos aparecen “en el individuo como manifestaciones involuntarias de procesos inconscientes…[y que]…lo que habla desde su inconsciente no es el mundo tal como lo conocemos, sino el mundo desconocido de la psique” (Jung, 2002, 141), que reproduce parcialmente el mundo empírico y lo configura, conforme al condicionamiento psíquico. Esto indica, que el arquetipo no resulta de hechos físicos; describe cómo vive el alma el hecho físico (Jung, 2002, 142)
I.B.1.12) La representación arquetípica básica es el símbolo. El plano de las imágenes en el que el arquetipo se torna visible para la conciencia es el símbolo, en el cual se manifiesta la actividad de lo inconsciente susceptible de tornarse conciente. Por lo que el pensamiento simbólico -vivir en la imagen y de la imagen- y el estudio de los símbolos se vuelve indispensable para quien desee comprender los fenómenos inconscientes[19] (Jung, 2002, 23).
I.B.1.13) Los arquetipos surgen por el empobrecimiento de los símbolos. Dice Jung (2002, 23) que “el simbolismo sufrió tal empobrecimiento, que los dioses debieron ser redescubiertos como factores psíquicos, como arquetipos de lo inconsciente”; lo cual habría vuelto necesario el nacimiento de la psicología y la búsqueda de formas de relacionarse con el inconsciente. “Nuestro inconsciente esconde agua viva –espíritu convertido en naturaleza- un espíritu por cuya causa está agitado lo inconsciente”, por lo que ocuparnos de él es para nosotros una cuestión vital. Se trata de ser o no ser espiritualmente (Jung, 2002, 23)
II.  Platón. Conceptos de su Filosofía relacionados con el Mundo de las Ideas.
II.A.   Factores generales en la Filosofía de Platón
En filosofía, lo más importante es la búsqueda de la verdad y, en Platón, esa verdad se encuentra en el interior del hombre, en su alma, que es de naturaleza divina. El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, circulaba por los cielos, llegando cada cierto tiempo a los confines del Universo, desde donde podía contemplar las Ideas. El cuerpo es su vehículo, con el que mantiene una perfecta armonía y equilibrio.
Platón elabora su pensamiento en torno a un eje compuesto de tres elementos: el ser, el saber y el obrar. Se trata de “saber” respecto del “ser” para saber “obrar”. En su filosofía estas tres áreas van desarrollándose casi paralelamente, dependiendo una de la otra y afectándose también mutuamente. 
II.A.1) Respecto del Ser.  En Platón, el Ser es una entidad con realidad ontológica. Vive en un mundo propio que es el Mundo del Ser (Platón, 1991, 617), el Mundo de las Ideas. En Fedón, el diálogo en el cual Platón interactúa respecto de lo que es el alma, afirma que hay dos mundos, uno visible y uno invisible; a cada uno de estos dos mundos pertenecen distintas clases de seres, con caracteres opuestos (Platón, 1991, 626). Las entidades del mundo invisible son eternas, divinas, inmutables, inteligibles, simples, uniformes, indisolubles e inopinables (Platón, 1991, 629); son la verdadera causa de todas las cosas (Platón, 1991, 641). Las esencias pertenecen al Mundo del Ser y tienen toda cuanta realidad es posible tener (Platón, 1991, 625); es decir, contienen todo el Ser. Lo que se define como “el ser” o “lo existente” son las esencias mismas (Platón, 1991, 635). En Platón, “ser”, “existir” y “esencia”, son equivalentes. Si el alma conoce esas realidades –dirá en ese mismo diálogo- entonces, conoce verdaderamente el ser (Platón, 1991, 617). Su filosofía no hace referencia a un sólo ser, sino a una gran cantidad de seres, que se encuentran jerarquizados y viven en el Mundo de las Ideas-. Al grado supremo del Ser se corresponde el grado supremo de las Ideas, el Bien.
A diferencia del Mundo Ideal, existe otra realidad que es el Mundo visible, mudable; un Mundo que pertenece, no a la verdad sino, a la opinión (Platón, 1991, 640). En él, el hombre se encuentra como en tinieblas (Platón, 1991, 640). Todo cuanto tiene de “ser” este Mundo Sensible, lo recibe por participación de las realidades del mundo superior (Platón, 1991, 641), a las cuales es semejante (Platón, 1991, 623).  En Fedro, dirá que el mundo material es un mundo cósmico, en movimiento y en continuo hacerse; es el Mundo del “Hacer Ser” (Platón, 1991, 865). En el mismo diálogo, dirá que la relación entre el Mundo de las Ideas y el Mundo Sensible se expresa en términos de imitación. Las cosas del mundo físico son semejantes, imágenes, imitaciones de las realidades verdaderas del mundo superior (Platón, 1991, 866-867).
II.A.2) Respecto del Saber. Así como plantea la existencia de dos Mundos, uno subordinado al otro, plantea también dos tipos de conocimientos, uno sobre verdades eternas y otro sobre apariencias. El primero, conduce al saber; el otro, a la opinión. Sobre el primero se ocupará la Dialéctica; sobre el segundo, la Retórica. La ciencia –tal como la entenderíamos hoy- podría hacerse respecto de los seres del mundo físico -percibidos por los sentidos-, caracterizados por su relatividad, contingencia, materialidad y mutabilidad; pero, según dice en Filebo, los objetos sensibles dan origen a un saber inestable, a “un saber que se aplica a lo que está llegando y nunca llega a ser”; es decir, se trata de una ciencia de grado inferior que conduce a un saber también inferior (Platón, 1991, 1257). Hay otra ciencia, dice en La República, cuyo conocimiento es más apetecible al alma, una ciencia cuyo objeto de estudio es el ser y que alcanza el último límite de lo inteligible -el Ser puro de las Ideas-: la Dialéctica, una ciencia que aspira a la verdad[20] (Platón, 1991, 789). Habría aún otros conocimientos –dice en Fedón y Filebo- a los cuales no podría accederse tampoco por esta vía, porque sus objetos de estudio, están en un mundo inteligible, inmanente e ideal (Platón, 1991, 1256).
Para Platón, el más alto grado del saber está constituido por el conocimiento del ser, de la realidad verdadera y perpetuamente idéntica por naturaleza. Este ser, objeto del conocimiento superior, no corresponde a una realidad terrenal, sino a seres abstractos, inmateriales, inmutables, permanentes, necesarios y fijos, que conducen a un conocimiento igualmente trascendente. Su filosofía es ontológica.
El conocimiento sólo puede hacerse sobre “el ser”. Sobre el “no ser”, no puede haberlo, ya que nada puede decirse acerca de lo que no existe. El objeto del conocimiento es el SER, que puede ser de dos tipos, el que “ya es” y el que está “camino a ser”. A su vez, el conocimiento podrá adquirirse respecto de lo concreto o de lo abstracto. Al grado supremo del Ser -las Ideas- le corresponde el grado supremo del conocimiento –la Dialéctica-. Todas las ciencias y artes se subordinan a ésta, propia de los filósofos.
En términos Platónicos, sólo se hablará de entendimiento y sabiduría si el conocimiento se aplica al verdadero ser[21], así lo dice en La República (Platón, 1991, 1258). Y sólo podrá darse verdadera ciencia, según dice en Filebo, acerca de las realidades puras y sin mezcla -las esencias-, siempre firmes e idénticas (1991, 790).
II.A.3) Respecto del Obrar. Según nos dice en la República, la Dialéctica es la actividad más noble; con ella, la inteligencia se remonta hasta los últimos límites de lo inteligible y alcanza la cumbre más alta a que puede aspirar el conocimiento humano en esta vida. A través de ella, la inteligencia puede ir ascendiendo de lo múltiple y mundano a lo uno y celestial, de lo contingente a lo necesario, de lo particular a lo general, de lo móvil a lo inmutable, de las imágenes a la verdad, de lo aparente a la realidad (Platón, 1991, 782; 789; 791). Este “ascenso” no sólo se hace desde el punto de vista lógico, sino también desde el punto de vista ontológico[22].
Platón piensa que, además del conocimiento, el amor[23] y la virtud son medios que -siguen ese mismo proceso ascensional y- constituyen otro camino para trascender la relatividad de lo sensible y llegar a lo absoluto (Fraile, 1971, 317). Su filosofía adquiere un profundo sentido moral, con la cual va orientando el sentido práctico de la vida humana, cuyo fin es el mismo que el de la de la virtud.
Él no aspira sólo al conocimiento racional, sino volver a ese estado en que el alma se encontraba libre del cuerpo, llegar a la contemplación del mundo superior -estado en el cual concibe la felicidad[24] suprema del hombre-. Piensa que eso no es posible en el Mundo Sensible, por lo que, la mayor felicidad será recordar lo contemplado antes: despertar al alma, con la reminiscencia[25], y librarla del indefinido ciclo de transmigraciones. Lo expresa en Fedón del siguiente modo:
Es preciso liberar el alma, desprendiéndola de las adherencias materiales que la ligan al cuerpo y a las entidades ficticias del mundo físico, las cuales le impiden elevarse a la contemplación de las verdaderas realidades del mundo superior (Platón, 1991, 626).
Y continúa:
purificarse es separar lo más posible el alma del cuerpo, acostumbrar al alma a dejar esa envoltura, para concentrarse en sí misma, a solas consigo;…[…]…¿no se razona mejor cuando no la perturban ni el oído ni la vista ni el dolor ni el placer, sino que encerrándose en sí misma….[…] tiende a lo que es en sí? (Platón, 1991, 618)
II.A.4) Del camino a la Verdad. En el Libro Séptimo de La República, Platón (1991, 778-795) expone, a través de la alegoría de la caverna, cómo se hace el camino al alma. La caverna representa el mundo físico visible e intermedio entre el ser y el  no-ser; una cavidad que consta de cuatro espacios[26] a ser transitados –por el conocimiento, el amor y la virtud-, para des-encubrir –del cuerpo o la materia- el conocimiento –que tiene el alma-; proceso que él llama reminiscencia. El conocimiento va surgiendo poco a poco de la iluminación exterior -el Bien- porque la liberación –de la ignorancia- no se sigue del mero desprenderse de las ligaduras –opiniones y creencias- y del caminar fuera de las sombras –conjeturas-, tampoco del desenfreno –la pasión-, sino del dominar lo verdadero –las ideas-, lo cual sólo puede hacerse en la madurez, cuando se han superado todas las pruebas –que duran 15 años-, porque:
a los cincuenta años, quienes hayan superado todos los obstáculos y descollado extraordinariamente tanto en la ciencia como en la práctica, habrá que inclinarlos a que dirijan la mirada de su alma al ser que proporciona la luz a todos, pues así, viendo el bien mismo, se servirán de él como modelo (Platón, 1991, 794).
El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, contempló las Ideas. El Mito del Carro descrito en Fedro, dice que el alma va en su carro alado, gobernado por un cochero –la razón-, y tirado por dos caballos: uno blanco, bueno y noble –los afectos-; otro negro e indómito –los apetitos-; este último la hace caer de su estado feliz y ser castigada a encarnarse en un cuerpo material (Platón, 1991, 864). El alma tendría así tres funciones, según nos dice en Timeo: racional –con la cual el hombre se pone en comunicación con el Mundo Ideal-, irascible –fuente de pasiones nobles y generosas- y concupiscible –de ella provienen los apetitos groseros- (Platón, 1991, 1141-1142; 1161). En Fedro dirá que esta doble composición del alma –racional e irracional- es lo que hace difícil su conducción (Platón, 1991, 864)
El alma Platónica es inmaterial, invisible, intangible; imperceptible a los sentidos pero visible a la inteligencia (Platón, 1991, 865); inmortal[27], según dice en Fedro, argumentando que todo lo que se mueve a sí mismo –sin necesidad de ser movido por otro- es inmortal, y en eso consiste la esencia del alma (1991, 864); porque el alma es el principio del movimiento, un principio que no ha tenido ni principio ni fin (1991, 864). Las almas, que son la fuente y el origen del movimiento, existen bajo el Mundo de las Ideas y dentro del mundo cósmico (Platón, 1991, 1122). En Timeo, nos dice que las hay de varias clases (1991, 1123).
El alma para Platón no es la tabula rasa de Aristóteles, por lo que aprender –dirá en Menón- no es adquirir nuevos conocimientos, sino tan sólo recordar lo que el alma ya conoció en su existencia anterior (Platón, 1991, 446). Eso es lo que hace la Dialéctica -el arte de despertar en el alma el recuerdo de la ciencia poseída con anterioridad a su unión con el cuerpo- y también las impresiones que los sentidos reciben de los objetos del mundo corpóreo, los cuales son copias o imitaciones de las realidades del mundo superior invisible[28] (Platón, 1991, 439-441). En el mismo Diálogo dirá que:
el alma, inmortal y diversas veces renacida, al haber contemplado todas las cosas, tanto en la tierra como en el Hades, no puede menos que haberlo aprendido todo. No es sorprendente que de la virtud y de todo lo demás tenga recuerdos… […]… Nada impide que un solo recuerdo, que los hombres llaman saber, le haga encontrar de nuevo todos los demás… […]… la investigación y el saber no son … sino reminiscencias (Platón, 1991, 446)
Para Platón la reminiscencia es la prueba fundamental de la inmortalidad del alma y de la existencia de las Ideas, así lo expresa en Fedro y en Fedón, cuando dice a Cebes que si aprender no es sino recordar, es necesario haber aprendido en un tiempo anterior lo que se recuerda hoy, lo cual sería imposible, si no fuera porque nuestra alma existió en alguna parte antes de llegar a nosotros (Platón, 1991, 621). Tanto el alma como las Ideas existen a priori, porque ¿si no, cómo pudo conocerlas el alma?
Lo propio de las almas, dirá en Fedro, es permanecer en contacto con las realidades superiores –a través del pensamiento, con el cual se pone en relación con las realidades inteligibles, las ideas- y no preocuparse de las necesidades vulgares de la vida (Platón, 1991, 872). El filósofo, continúa, se aparta de los objetos a que tiende el interés de los hombres y se adhiere a lo divino; en realidad están poseídos del dios[29];
sólo ellos tienen alas en su pensamiento y esto les hace despreciar las cosas de aquí abajo y mirar hacia arriba, a la manera de los pájaros (Platón, 1991, 866).
El alma impulsada por la fuerza del dios-amor, y mediante la reminiscencia[30] despertada por la Dialéctica [que distingue y separa las Ideas entre sí, según dice en Sofista (Platón, 1991, 1037)], tiende a recuperar sus alas y retornar a su estado celeste, cuando en una vida anterior contemplaba el Mundo de las Ideas (Platón, 1991, 870).
El concepto de alma, en cuanto a su origen, su naturaleza, su simplicidad, el motivo de su unión con el cuerpo y su inmortalidad, tiene una evolución notable en Platón, nos dice Fraile (1972, 371) apoyándose en los diálogos Fedón, República, Fedro y Timeo; incluso, Platón dice en Alcibíades (1991, 257) que el hombre es su alma. La causa de su encarnación parece ser un pecado, aunque no dice cuál podría haber sido esa falta, continúa Fraile (1972, 371) y no volvería a su estado de entelequia –porque pertenece al mundo celeste y no al terrestre- sino hasta haber expiado esas culpas, dice en La Republica (Platón, 1991, 764)
El número de almas no aumenta ni disminuye, según dice  en La República:
no creo que haya duda para ti respecto de la existencia inalterable de las mismas almas. Su número no podrá disminuir por la sencilla razón de que ninguna perece, y tampoco podrá aumentar, porque si algo más se añadiese a los seres inmortales, está claro que procedería de lo que es mortal, con lo que todo terminaría siendo inmortal  (Platón, 1991, 837)
II.B.   Factores específicos en la Filosofía de Platón.
Con la teoría de las ideas Platón busca dar respuesta a los grandes problemas del ser, de la ciencia y la verdad, salvando la multiplicidad real de las cosas y la realidad del movimiento; pero, buscando a la vez el fundamento del ser, de la verdad y de la ciencia en objetos fijos, estables y absolutos por encima de la impermanencia y la contingencia de las cosas del mundo que perciban los sentidos (Fraile, 1971, 324); aunque también es una forma de orientar el sentido práctico de la vida humana.
Platón vio que la existencia de seres múltiples, contingentes, mudables y relativos, postula necesariamente la de una realidad fija, estable y absoluta. En Parménides puede observarse cómo él cree hallar la solución del problema atribuyendo a esos conceptos, no sólo el valor mental, lógico, abstracto, basado en la realidad, sino también, valor ontológico, considerándolos como entidades reales, subsistentes, situadas en un mundo superior al físico que perciben los sentidos (Platón, 1991, 957-990). De esta manera, la realidad quedará dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo superior, invisible, eterno e inmutable de las Ideas subsistentes, y por otra, el universo físico, visible, material, sujeto al cambio y a la mutación. Estos mundos se contraponen –no como abstracto y concreto- sino como perfecto e imperfecto en el orden ontológico. El Mundo Ideal es el reino de lo concreto y lo definido, de la realidad fija y estable; el mundo físico es el de lo indefinido, la génesis y la mutación. La idea de Hombre, es un ser particular y más real que los individuos que de ella participan (Platón, 1991, 961)
III.B.1) Las Ideas. La palabra Platónica “ideas” viene del griego “eidos” que significa “especie”; el plural, es “eide”. Se refiere al aspecto o figura que ofrece algo al verlo. “La idea es lo que se ve de una cosa cuando se contempla cierto aspecto de ella”, dice la Enciclopedia Libre Universal:
Eidos es la noción de "aspecto" (species) que ofrece una realidad cuando se la ve en lo que la constituye como tal realidad. El eidos es el tipo de realidad a que pertenece, o que es, una cosa dada. Ese tipo de realidad es "visible", o conceptualmente aprehensible mediante alguna operación intelectual. Es pues, un aspecto esencial de la realidad” (http://enciclopedia.us.es/)
La acepción que le dio Platón a “idea” alude a las “formas específicas que se refieren a las cosas singulares sensibles, tales como "belleza", "justicia", línea recta", "círculo"... Tales ideas "son", mas no existen (como tal, en el sentido de realidad material; no es posible “verlas”); son independientes y separadas con respecto a las cosas sensibles individuales: estas sí existen -las cosas- y de ellas participan. Por ejemplo, la justicia, se encuentra separada de los actos justos. Las cosas del Mundo Sensible, son además de captables sensorialmente, individuales. Las ideas, son formas, que se caracterizan por ser puras, eternas, y universales. Las cosas del Mundo Sensible, son imitaciones o copias de esas ideas o arquetipos”. Siguiendo a Fraile (1972, 347), diremos que al igual que el término arquetipo de Jung, el concepto de Idea habría evolucionado en Platón; además, se le han dado múltiples interpretaciones, lo cual se hace más difícil rescatar su concepción original. Aristóteles, su discípulo, las interpretó como entidades ontológicas, reales subsistentes, distintas y separadas de las cosas sensibles; así nos lo platea en su Metafísica. Plotino y neo-Platónicos las consideran existentes en la Inteligencia –nous- procedente del Uno. San Agustín, las entiende como arquetipos ejemplares de las cosas existentes en la mente divina. Hegel, en sentido idealista. Hartmann le niega todo sentido ontológico y las considera –como Kant- como formas a priori de la mente. Otros[31], les dan un sentido dinámico de fuerzas o causas eficientes. Igualmente, Lutoslawksi, en su libro “El origen y desarrollo de la Lógica Platónica”, dice que el concepto habría evolucionado desde “formas inmanentes en seres sensibles, a formas trascendentes; luego modelo de las cosas y, finalmente, conceptos inherentes en la mente humana, correspondientes a los arquetipos existentes en el pensamiento divino” (Fraile, 1972, 348). También hay quien –Rodier, citado por Fraile (1972, 348)- indica que esto no sería efectivo y que el término nunca sufrió modificación alguna en Platón. Al respecto, rescatamos lo siguiente:
II.B.1.1) En El Banquete, dice que las ideas son realidades permanentes, inmutables y siempre idénticas, ontológicamente contenidas en este Mundo Invisible (Platón, 1991, 595); fuente del Ser y de la esencia de las cosas –complementará en Fedón- (Platón, 1991, 645). 
II.B.1.2) Las ideas son realidades suprasensibles, y su contemplación directa es imposible mientras el alma se mantenga unida al cuerpo material; pero, al hombre le es posible accederlas por: reminiscencia, es decir, la acción de despertar el conocimiento que el alma poseía antes de encarnar, fruto de su contemplación del Mundo Superior de las Ideas, según nos dice Menón (Platón, 1991, 450); y por purificación que -dice en Fedón- es el acto de desprender las adherencias materiales del alma que la ligan al mundo corpóreo y le impiden liberarse de él (Platón, 1991, 638).
II.B.1.3) En Fedro, volverá sobre esta idea diciendo que el Ser no es uno, sino múltiple y está representado principalmente por las Ideas, que son entidades estables, simplísimas, sin color ni figura, intangibles y puramente inteligibles. Son ser realísimo, causa y fuente del ser de todas las cosas (Platón, 1991, 865).
II.B.1.4) En El Sofista, dirá que las Ideas son muchas y distintas. Todas participan del Ser, pero no se identifican con el Ser…. […]… en cada una de las Ideas hay mucho ser e infinita cantidad de no-ser. Cada una de ellas tiene su propia naturaleza individual: teniendo identidad e inmutabilidad, tienen vida, pensamiento y movimiento (Platón, 1991, pgs.1029 y 1033-1035)
II.B.1.5) Las ideas son entidades reales, subsistentes, perfectísimas, puras, inmateriales, eternas e inmutables, inmóviles, invisibles a los ojos del cuerpo y solamente perceptibles por la inteligencia, dirá en La República (Platón, 1991, 784-790). No son simples conceptos abstractos, sino entidades reales. En Timeo, dirá que son las razones objetivas y los modelos de todas las cosas, el fundamento de toda verdad y de la certeza absoluta (Platón, 1991, 1146).
II.B.1.6) El número de Ideas debería ser igual al de especies de cosas existentes en el Mundo Sensible y a cada cosa debería corresponder una Idea determinada, dice en Parménides (Platón, 1991, 962). Sin embargo, las ideas serían incognoscibles para los hombres del Mundo Sensible (Platón, 1991, 963) e incomunicables, ya que “todo el que admita que a cada cosa corresponde una esencia en sí debe admitir que ninguna de esas esencia existe en nosotros” (Platón, 1991, 976). Ejemplifica diciendo que “puede conocerse algo pequeño, pero no la pequeñez”. En este mismo diálogo, se resiste a admitir que haya ideas de objetos tan groseros como “pelo”, “suciedad” y otras, no obstante, extiende el número de Ideas a toda clase de cosas, de forma que a cada cosa distinta corresponde una idea determinada (1991, 962). Otras Ideas son: Uno y Múltiple, Movimiento y Quietud, Semejanza y Desemejanza, Generación y Corrupción, Ser y No-Ser (Platón, 1991, 958). En Teeteto, habla de los “comunes” y agrega Bien y Mal, Identidad y Diversidad, Par e Impar, Belleza y Fealdad; indicando que el alma se aplica sólo y directamente al estudio de los seres (Platón, 1991, 923). En Timeo añade las Ideas de Sustancia eterna y las Figuras Geométricas elementales (Platón, 1991, 1135-1145). Filebo, distingue la Mónada y la Díada, la Relación, el Dónde, Cómo, Cuándo, Ser, Acción y Pasión (Platón, 1991, 1222-1239-1251).
II.B.1.7) En Fedón, aumenta el número de Ideas y precisa más sus caracteres. Aparece la Justicia, Santidad[32], Grande y Pequeña, Igual y Desigual, Díada y algunos números (Platón, 1991, 642); aparece ya algún tipo de orden jerárquico, destacándose la idea del Bien y luego la Justicia y la Belleza (Platón, 1991, 641). Del Bien[33] y la Belleza[34], como ideas subsistentes, se refiere en Cratilo (Platón, 1991, 430). Sin embargo, no determinó con precisión el número de entidades que componen su Mundo Ideal.
II.B.1.8) Platón también asigna a cada Idea un contenido: se trata de la Idea de belleza o de igualdad y así sucesivamente. Hay un contenido primario y fundamental de la Idea Platónica (Vial, 2009, 21). Platón dice que la Idea apunta a lo real; a la realidad e todas las cosas; a lo que cada una realmente es; a eso llama ousía.
II.B.1.9) El Bien –como idea- se consolida en Fedón; pero, ya en La República dice que es la idea de las ideas, la causa, el fin y la razón última del ser, de la verdad y la fuente del conocimiento de todas las cosas (Platón, 1991, 776). Es el más excelente de todos los seres (Platón, 1991, 789), la cumbre del ser y de la inteligibilidad, el término último de todo proceso intelectivo (Platón, 1991, 780); la parte más brillante del ser (Platón, 1991, 780). Lo más feliz de cuanto existe (Platón, 1991, 785). No tiene esencia, pues está más allá de la esencia (Platón, 1991, 776). Es el objeto más sublime de conocimiento… asociado a la Justicia y demás virtudes. Es el sol del Mundo de las Ideas, que está presente en todos los inteligibles, pero que los trasciende a todos, permaneciendo distinto y separado de ellos. Lo que proporciona la verdad a los objetos del conocimiento y la facultad de conocer al cognoscente es la Idea de Bien, a la cual se debe concebir como objeto de conocimiento y la verdad (1991, 776)
II.B.1.10) En El Banquete, dice que lo bello en sí es la Idea (Platón, 1991, 580). En ese diálogo, se refiere al Amor, diciendo “…la posesión perpetua del Bien y el deseo de inmortalidad se enlazan necesariamente, por lo que el objeto del amor es también la Inmortalidad…[…]… para llegar a lo Bello mismo el camino es la iniciación…”, pues las cosas superiores del amor son un misterio: 1ero el amor al cuerpo bello; 2ndo el amor a la belleza de otras almas; 3ero amor a los conocimientos (se desprende del ser humano concreto); 4to amor a lo bello en si, la Idea (1991, 588). 
II.B.1.11) En Timeo, dice que el Demiurgo –causa eficiente- es quien enlaza los mundos opuestos, porque en él existe el orden[35] del Mundo; pero, lo piensa, porque contempla las Ideas (Platón, 1991, 1121). Así, las ideas son inteligibles, pero no inteligentes; inmóviles y trascendentes, pero no personales y agentes directas del mundo natural. Demiurgo e Ideas son inseparables y necesarios; pero distintos: ni las ideas son pensamientos del Demiurgo ni el Demiurgo se identifica con las Ideas concebidas como inteligencias; existe lo Inteligible y existe la Inteligencia Divina, las Ideas y Dios. Es la Bondad del Demiurgo lo que hace que esa Idea de Mundo que él tiene, pase desde ser mera posibilidad a ser realidad, con lo cual la Idea –que era perfecta- al hacerse realidad en la existencia y contingencia, se imperfecciona[36]. Es Dios en su infinita Bondad quien hace realidad la Idea.
II.B.1.12) En Fedón, dirá que las ideas son eternas, divinas, inteligibles, simples, uniformes, indisolubles, inopinables (Platón, 1991, 642); la verdadera causa de todas las demás cosas; es el mundo del ser purísimo (1991, 616) las esencias que a él pertenecen tienen toda la realidad que es posible tener (1991, 625); son lo que son; son las esencias mismas que definimos como existentes (1991, 625); conociendo esas realidades, el alma conoce verdaderamente el ser (1991, 617)
II.B.1.13) En Timeo, dirá que las entidades eternas que integran el Mundo Ideal, subsistentes, perfectísimas, hermosísimas, sirven de prototipo para la obra del Demiurgo, el cual modela los seres del Mundo Sensible a imagen y semejanza de las Ideas (Platón, 1991, 1134). En La República, habla de la existencia de dos seres, uno eterno que no ha nacido ni ha sido engendrado y otro, que siempre nace, cambia y  muere y nunca permanece ni llega a existir perfectamente (1991, 775).
En Timeo, dirá que el primero es percibido por la intelección y el raciocinio; el segundo, por la opinión unida a la sensación no razonada (Platón, 1991, 1133). Las ideas no están en ningún lugar, porque el lugar en sentido Platónico, implica limitación y no-ser. Tampoco están en la mente divina, porque en él, las Ideas son superiores al Demiurgo y a los dioses; entidades que pertenecen a un orden inferior (Fraile, 1972, 348)
II.B.1.14) En El Fedón, dice que el alma aprehende las ideas en el acto en el que sabe de sí (Platón, 1991, 616).  Este acto, es el ejercicio del logos, por el cual el “alma busca estar a solas en ella misma” y encontrarse “al máximo en sí misma” (Platón, 1991, 616). Este es el proceso de “adquisición de la sabiduría –filosofía-, en el que “el alma discierne las Ideas que son en sí -justo en el ser que el alma es en sí- mediante el discurso de la filosofía” (Vial, 2009, 21). 
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sábado, 17 de septiembre de 2011

Ideas platónicas y Arquetipos junguianos (Parte 2/2)




III.B). Comparación entre conceptos: Arquetipo e Ideas
III.B.1)   Arquetipos e Ideas. ¿Qué son?
De acuerdo a lo que indican los respectivos autores, los Arquetipos son contenidos del Inconsciente Colectivo (Jung, 2007, 336), así como las Ideas, lo son del Mundo de las Ideas (Platón, 1991, 595). Otras afirmaciones de uno y otro concepto son:
III.B.1.1) De su origen. Las Ideas platónicas existen desde siempre ya que son una realidad fija, estable y absoluta, que vive en un mundo eterno, anterior al hombre y al demiurgo. En ese sentido, a diferencia de los Arquetipos Junguianos, no son resultado de experiencia alguna, ya que son anteriores a toda realidad sensible; incluso, las cosas y los objetos son meros reflejos o apariencias de la esencia.
Los Arquetipos Junguianos constituyen un compendio de las experiencias humanas de todos los tiempos y los hombres heredan el aspecto psíquico de éstos en su estructura cerebral  (Jung, OC 6, 684); reúnen la experiencia humana de millones de años. Emergen de la base arquetípica de la personalidad, del Inconsciente Colectivo. Esto queda expresado, por sus respectivos autores, del modo siguiente: 
Los Arquetipos junguianos “son el resultado del funcionamiento psíquico de la línea genealógica; en su conjunto son una imagen natural del mundo, compuesta por la fusión y la concentración de una experiencia de millones de años” (Jung, 2004, 738)
   Las Ideas platónicas existen a priori (1991, 621), en contacto con las realidades superiores.
   A través del pensamiento, es posible establecer relación con esas realidades inteligibles y poder distinguir su esencia en las cosas sensibles (Platón, 1991, 872).
III.B.1.2) De su dinámica. El Arquetipo tiene una dinámica y una de sus manifestaciones es determinar en forma inconsciente –de acuerdo a leyes y en forma independiente al individuo- el comportamiento del ser humano; es decir, representa un patrón de conducta psíquico especializado[37] (Neumann, 2009, 20). 
El Arquetipo junguiano es un esqueleto que precisa de la experiencia personal para encarnarse; es una forma sin contenido, representa una posibilidad de cierto tipo de percepción y acción (Jung, 2004, 214) Se ejemplifica, como un agujero negro en el espacio, del que sólo se sabe por cómo atrae materia y luz hacia sí mismo. El significado que asigna Jung a los arquetipos es psicológico, dinámico y activo; continentes a ser ocupados por contenidos personales.
La Idea platónica es intelectual, inmanente, estática, opera como modelo de las cosas del mundo terrenal; no ejerce el tipo de poder, que ejerce el arquetipo, sobre la conducta del hombre y en ese sentido es un “ideal” hacia el cual debe tender el alma. El alma va hacia la Idea y el hombre tiende al ideal platónico; el Arquetipo, se hace presente en la vida del hombre para guiarla.
Platón da a sus modelos un valor de Ideas metafísicas, paradigmas que habitan en un mundo ontológico y trascendente, siendo las cosas del mundo sensible sólo copias mal logradas de esas abstracciones eternas. Las Ideas de Platón tienen un significado de representación mental en los individuos y se ubican en un mundo externo al sensible; no son definiciones, sino esencias que habitan en un lugar diferente del objeto. Las Ideas son formas específicas que se refieren a las cosas singulares sensibles, tales como “belleza”; no existen como tal, (Platón, 1991, 865), pero sí existen ontológicamente. Las cosas particulares se hacen inteligibles porque conocemos su concepto, la Idea. Los autores involucrados lo expresan así:
Los Arquetipos son sistemas de aptitud para la acción y, al mismo tiempo, imágenes y emociones; sistemas vivos de reacción y disposición que determinan la vida individual (Jung, 2004, 159). Cada uno tiene tipos de instintos que son causa y modelo de las actividades (2004, 202).
Las Ideas de Platón son las esencias mismas (1991, 625), al conocerlas, se conoce el ser (1991, 617). Son, el modelo de todas las cosas, fundamento de toda verdad (1991, 1146); el verdadero ser, que sirve de modelo al Demiurgo para crear el Mundo Sensible (Platón, 1991, 1121).
Las ideas platónicas -que pueden ser imágenes, ideas o conceptos- no interesan a Jung, en virtud de que comprometen a una de las cuatro funciones psíquicas, lo que resulta insuficiente para acceder a la totalidad, objetivo del proceso de individuación. Dice Jung (2007, 137) que “una psicología que se limite a ser satisfactoria para el intelecto nunca podrá ser práctica, porque la totalidad del alma no puede ser abarcada por el intelecto por sí solo.” Se vuelve sobre esta idea más adelante.
III.B.1.3) De su calidad.
III.B.1.3.1) Aunque de naturaleza diferente, los conceptos Arquetipo e Idea, son puros y originales, no contaminados ni corrompidos en forma alguna. En ese sentido son, como dice Jung (2004, 211), restos de una edad de oro, de naturaleza pura y no falsificada. Pero ¿qué se entiende por edad de oro? ¿no es ésa, a la que se refiere Hesíodo, anterior a la humanidad; un estado ideal y utópico, en el que el hombre es inmortal y puro? ¿no es aquélla que antecede al pecado y a la caída?
Siendo así, se trata de un hecho análogo al que habló Platón, quien consideró sus prototipos como Ideas divinas, puras, eternas, universales; permanentes, indisolubles (Platón, 1991,642). Su Idea no está referida a lo sensible; por el contrario, las cosas del Mundo Material deben su existencia a ese otro Mundo, en el cual habitan estos seres a los que él llamó Ideas. Estos seres inmutables y no corrompibles; estos seres que dan su nombre a lo sensible, cuando esas otras cosas aparentes, participan de ese ser eterno y fijo.
Hay semejanza, en consecuencia, cuando los autores dicen:
Respecto de los Arquetipos: “Tal vez se trate de restos de una edad de oro en la que unos iniciados enseñaron su sabiduría a los pueblos…[…] después se habrían olvidado y quedarían ahora sólo imitaciones mecánicas  (Jung, 2004, 211)
Respecto de las Ideas. Cada una de ellas tiene su propia naturaleza individual: siempre idéntica (Platón, 1991, 595), e inmutable. Cada una de ellas tiene vida, pensamiento y movimiento (Platón, 1991, pgs. 1029 y 1033-1035);
Esta originalidad del Arquetipo y la Idea permite reconocer a la base de la experiencia cognitiva, algunos fundamentos originales, existentes con anterioridad al conocimiento mismo. Jung querría asentar sus Arquetipos en un unus mundus; y, en ese sentido, lo mismo quiso hacer Platón con sus Ideas, habitarlas en un espacio real –en contraposición al Mundo Aparente en el cual se encuentra el hombre-
III.B.1.3.2) La Idea Platónica está a la base de todo lo percibido, de forma que el intelecto puede des-cubrir el objeto observado, de sus apariencias, para encontrar la verdad del ser. La Idea platónica tiene sustancia. Puede presentarse sola, independiente y abstraída de toda materialidad. Es decir, se puede tener una idea respecto de algo abstracto, como por ejemplo la Justicia, y calificar diferentes hechos como justos o no justos en la medida en que participen o no de esa idea abstracta que se ha denominado Justicia. También puede tenerse una idea respecto de algo concreto, una mesa, por ejemplo, de tal forma de reconocer a un objeto como mesa en la medida en que participa de la Idea de mesa. Este es uno de los argumentos que da Platón para probar que la Idea es innata; es decir, que no proviene del mundo sensible intervenido por el intelecto, sino que existe a priori. Pero, la Idea, es también el concepto que contiene un significado y que opera como vehículo de la información que contiene -el objeto específico al que se refiere-; la Idea se refiere a algo específico, que no requiere de nuestra interpretación ni de nuestra intervención. Se retoma esta idea más adelante.
El Arquetipo, en su dimensión simbólica, sólo puede ser aproximado por analogía -nunca en la verdad de su ser, como sí lo es la Idea-. Una expresión de esto, hecha por los autores es:
Los Arquetipos son imágenes míticas y por ello simbólicas, pues expresan la concordancia entre sujeto experimentador con el objeto experimentado (Jung, 2004, 738)
Las Ideas son seres abstractos, inmateriales, inmutables, necesarios y fijos, que conducen a un conocimiento también trascendente (Platón, 1991, 1256)
El Arquetipo, debe hacerse presente la situación específica en la cual se desencadena la actividad; necesita encarnarse. El Arquetipo no nace del esfuerzo ni del intento del yo, sino que aparece espontáneamente desde el inconsciente, cuando más se lo requiere; es un organizador de la libido.
El símbolo es la mejor designación o expresión posible de algo que resulta o esencialmente incognoscible o aún no cognoscible. Las interpretaciones de símbolos son intentos de traducir el significado o sentido del símbolo a un vocabulario más comprensible; pero, el símbolo sigue siendo la mejor expresión del significado que este comunica. Los símbolos introducen a la razón en un mundo que para la razón es aún inalcanzable; hablan el idioma arquetípico por excelencia. Se originan en el estrato arcaico de la psique, donde pueden ser, en potencia, curativos o destructivos.
III.B.1.3.3) Neumann (2009, 20) indica que, no el arquetipo sino la imagen arquetípica, sí tiene un componente material, que es el contenido semántico que la conciencia ha de aprehender en el mismo. Por tanto, en este concepto hay también una distinción:
El Arquetipo no es un hecho físico, describe cómo vive el alma ese hecho (Jung, 2002, 142)
Las Ideas son las esencias mismas; al conocerlas, se conoce el ser (Platón, 1991, 1256)
Es importante hacer la distinción entre el arquetipo y la imagen que éste adopta para presentarse y hacérsenos conciente. Los arquetipos son principios eternos que residen en la psique humana (Robertson, 1998, 225) e integran nuestras experiencias y memorias personales alrededor de él. Un ejemplo de ello puede graficarse con la sombra. La sombra es un Arquetipo; pero sus contenidos no existen mientras no aglutine a su alrededor nuestros propios contenidos psíquicos inconscientes. Una vez hecho eso, aquellos elementos rechazados por nuestro yo podrán sernos más perceptibles y así trasladados a nuestra conciencia (Robertson, 1998, 225).
Tampoco la Idea platónica es un hecho físico, sino la sustancia que contiene en sí lo propio de aquello a lo que se refiere. No es descriptible en sí misma, por ser eterna -la razón limita al objeto que define-. Se la reconoce sí, cuando está presente en las cosas del Mundo Sensible, porque todo lo existente participa más o menos del ser. Platón ejemplifica con la belleza, diciendo que no es posible definir qué es bello, pero sí es posible decir que algo es o no bello, en la medida en que participa más o menos de la Idea de belleza. También los conceptos matemáticos son esencias, Ideas; y no es posible, conocer la Unidad sino al estar representada en un objeto, ya sea concreto o abstracto. Cualquier otro objeto constituye un ejemplo: la Idea mesa no es la mesa física, así como la mesa física no es la idea de mesa, pero sí la representa y es posible para el individuo reconocer en ese objeto, esa idea.
III.B.1.4) De su cantidad. Ambos autores, Jung y Platón, expresaron su pensamiento indicando que el número de Arquetipos e Ideas, respectivamente, eran muchas, pero limitadas. Esto se expresa del modo siguiente:
Hay tantos, como situaciones típicas de la vida (Jung, 2004, 7).
Su número debería ser igual al de especie de cosas existentes en el Mundo Sensible (Platón, 1991, 963)
Sin embargo, Jung estableció una clara distinción teórica entre el arquetipo como tal, profundamente inconsciente, y las imágenes, ideas y comportamientos arquetípicos, a las que el arquetipo da origen. Se hereda el arquetipo como tal, es decir la predisposición a tener una determinada experiencia, no la experiencia. Los arquetipos predisponen a enfocar la vida y a vivirla de determinadas maneras, de acuerdo a pautas previamente dispuestas en la psique. También, organizan las percepciones y las experiencias para ajustarlas a la pauta. A esto se refiere, al decir que hay tantos arquetipos como situaciones típicas en la vida.
Podría decirse que existe algún tipo de jerarquía entre los Arquetipos, determinada por su grado de numinosidad. Sainz (1983) dice que la intensidad de esos grados estaría en función de la “distancia” entre conciente e inconsciente. De tal forma que a mayor distancia, mayor intensidad y mayor autonomía del poder energético del inconsciente arquetípico. En principio, Jung (2002, 174), dice que algunos Arquetipos se presentan e influyen más frecuentemente que otros, por ejemplo, el anima/animus, la sombra el sí mismo. Esto último les daría también algún tipo de jerarquía, ya sea por el orden que asumen en el proceso de individuación, ya sea por la frecuencia con que se presentan.
Por otra parte, Platón (1991, 430), dijo que las ideas son múltiples y distintas, destacando entre ellas, el Bien, la Justicia y la Belleza. Las hay de diversas clases, de lo abstracto y lo concreto, simples y compuestas, de lo valórico y lo mundano. Todas participan del Ser, pero no se identifican con él, ya que en cada una de ellas hay mucho ser e infinita cantidad de no-ser (Platón, 1991,1029) Platón jerarquiza sus Ideas (Platón, 1991, pgs. 1029 y 1033-1035) según la cantidad de Ser que ellas tengan.
III.B.2)   Arquetipos e Ideas. ¿Para qué son?
A continuación se dan algunos argumentos que harían importante el estudio de los Arquetipos e Ideas en el contexto de las teorías de Jung y Platón, respectivamente:
III.B.2.1) De la forma. En el pensamiento Junguiano, la existencia del hombre estará más o menos lograda en la medida en que éste haga concientes los contenidos inconscientes de la psique. El inconsciente colectivo es para Jung la fuente de las pulsiones e instintos; pero, también el origen de las formas básicas del pensar y sentir humanos: impulso creador y Arquetipos colectivos, que contienen la materia prima y la herencia humanitaria de aquellas situaciones típicamente humanas.
En el pensamiento platónico, las Ideas son la realidad misma, contienen todo el ser que es posible tener. El alma es la instancia que puede acceder a esa verdad, el Ser. Platón decía que las Ideas eran justamente el objetivo del saber y vivir del filósofo, ya que al conocer las formas eternas podía instruir a los demás en ese conocimiento. Es importante recordar que en Platón, el conocimiento sólo es posible de las formas inmutables y universales, que poseen entidad propia y eterna; lo otro es especulación, opinión o creencia.
Por tanto, los Arquetipos e Ideas, son conceptos fundamentales en ambos pensadores.
Los Arquetipos son las formas en las que se manifiestan los instintos (Jung, 2004, 206) y lo creativo (Jung, 2004, 159)
Las Ideas son ser realísimo, causa y fuente del ser de todas las cosas (Platón, 1991, 865). La idea es la existencia.
Los arquetipos se comportan como instintos cuando intervienen en la configuración de los contenidos concientes, para regularlos, modificarlos y motivarlos (Jung, 2004, 206). Dotados de autonomía, influyen en nuestro pensamientos, afectos y acciones.
Dice Jung (2004, 211) que también las esencias deben presentarse cubiertas de forma –refiriéndose a los Arquetipos- e incluso podría haber Arquetipos pre-concientes que nunca han sido conocidos y que pueden serlo a través de sus repercusiones en los contenidos concientes.
Ahora bien, si a través de la observación de lo que sucede a los individuos, pudiera eventualmente, distinguirse nuevos Arquetipos que, aunque existentes desde antes, no hubiesen sido suficientemente observados, bien puede aplicarse el mismo raciocinio a las Ideas de Platón, en el sentido, que uno pudiera ir descubriendo o develando Ideas que, aunque existentes a priori, no hubieren sido resaltadas adecuadamente.
Sainz (1983, 340) busca explicar las raíces del Arquetipo en el instinto, diciendo que a lo que se refiere –Jung- es a la existencia de pautas que representan -por ejemplo- las diferentes edades del hombre, nacimiento, muerte y otros. Dice que, diferentes tipos de situaciones que son típicas, se representan por algún tipo de forma innata al individuo, que lo fuerza a conducirse de un modo específicamente humano. El instinto, en ese caso, toma una forma específica y esa forma es el Arquetipo. El Arquetipo, específicamente, es un proceso interno y no imágenes de objetos –que serían imágenes arquetípicas- De acuerdo a lo expresado por Sainz (1983, 345) Jung dijo que eran centros de energía, campos magnéticos que subyacen a la transformación de los procesos psíquicos en imágenes.
En este punto de la exposición, el método con el cual se ha llevado a cabo la comparación entre Arquetipo e Idea, se vuelve definitivamente poco práctico. Ello, en virtud de que la forma de la Idea, es fondo. Es menester, para continuar, profundizar en el concepto al que se estaba refiriendo Platón cuando habló de Idea. Una primera aproximación se hace en la comparación siguiente:


Los arquetipos son factores y motivos que ordenan los elementos psíquicos en ciertas imágenes, caracterizadas como arquetípicas, pero de tal forma que sólo se pueden reconocer por los efectos que producen, en los sueños, mitos, cuentos de hadas, folklore, delirios, fantasías, comportamientos y demás manifestacio-nes del ser humano (Jung, OC 11, 222)
La Idea es la ousía, la realidad de todas las cosas, lo que cada una de las cosas es. A través de la Idea se llega a saber lo que la cosa es o puede ser en sí misma. Las Ideas, como formas del alma, tienen cifradas en sí la realidad de las cosas. La existencia verdadera, la realidad misma, se descubre, a la par de la existencia real del alma y en ella misma, en su vida, no en otro lugar u otra forma (Vial, 2009, 18)

Vial (2009, 18) dice que “el de Sócrates y Platón es un idealismo absolutamente realista” y lo explica diciendo que las cosas son en sí. Es decir, las cosas son lo que son y no son una cosa distinta; es decir, la Idea, es en sí y por sí misma lo que es. La Idea es ella y su sustancia, una sola y misma cosa[38]. Volviendo al ejemplo de la mesa dado antes, podrá decirse que: cuando uno dice “mesa”, no se refiere a esta ni a esa mesa –a no ser que diga “esta mesa”-, se refiere a “otra mesa” a una “única mesa” que constituye la esencia de lo que es una mesa; cuando uno dice “mesa”, nada hay en el mundo sensible que sea equivalente a esa expresión; todo lo que pueda encontrarse en el mundo sensible que responda a esa Idea, será porque tiene en sí características que le hacen participar de la Idea de “mesa” –de ahí, entonces, que Platón hable del mundo sensible como el mundo de “la apariencia”-. La “mesa” en sí, a la cual aludimos al expresar el vocablo, existe y es a priori; está en el Mundo ontológico, en el trascendente. Ese mundo trascendente es justamente el que estudia la Metafísica, una ciencia cuyo objeto de estudio es el SER. La Metafísica es la Ciencia del Ser; Filosofía primera, la llamó Aristóteles. El pensamiento platónico dice que cuando se está en el conocimiento del SER, se está en el conocimiento de la VERDAD, se está en SABIDURÍA, en el conocimiento del Alma (Vial, 2009, 18-19). A lo que se está refiriendo Platón a través de Vial, en este última expresión, es el mismo estado al que Jung denominó totalidad.
III.B.2.2) De la dinámica. Dice Jung (OC 11, 222) que los Arquetipos serían motivos o imágenes primordiales en conexión con disposiciones, que comienzan a funcionar en un momento del desarrollo de la mente humana y ordena el material de la conciencia hacia pautas definidas. En rigor, los Arquetipos designarían solamente los contenidos psíquicos que aún no han sido sometidos a elaboración conciente. Es esencialmente un contenido inconsciente que es alterado al hacerse conciente y ser percibido y que adquiere sus características propias de la conciencia individual en la que aparece. La dinámica del Arquetipo determina en forma inconsciente el comportamiento del ser humano –y lo dirige como campo magnético de fuerza, dice Neumann (2009, 20)- por medio de instintos que operan como patrones de conducta (Jung, 2004, 202).
El Arquetipo tiene una dinámica extraordinariamente útil para la vida del hombre; dinámica que no pareciera tener la Idea platónica, según estas citas clarificadoras:
Entregan un sentido verdadero y profundo a la vivencia humana (Jung, 2004, 206) Espíritu rector del intelecto (Jung, 2004, 207)
Las razones objetivas y los modelos de todas las cosas, el fundamento de toda verdad y de la certeza absoluta (Platón, 1991, 1146)
“El componente dinámico de lo inconsciente -dirá Neumann (2009, 20)- posee para el individuo que se ve dirigido por él un carácter constrictivo y está acompañado en todos los casos por un intenso componente emocional”. La constelación del arquetipo está irremisiblemente vinculada con una profunda conmoción bíopsíquica, que puede manifestarse en cualquiera de sus niveles. Es decir, puede expresarse por la alteración en los instintos, la pasión, la afectividad o en un tono afectivo más elevado. Cuando el contenido que opera sobre ese influjo inconsciente, es percibido, sale al paso de la conciencia en la figura simbólica de una imagen (Neumann, 2009, 21)
En los Arquetipos confluyen elementos del espíritu y del instinto, de la imagen y del impulso. La experiencia del símbolo une al cuerpo y la mente con un poderoso y persuasivo sentimiento de totalidad. El símbolo tiene esta importancia por su capacidad para transformar la energía natural en formas culturales y espirituales (Jung, 2004)
Cuando la libido encuentra una analogía espiritual, una idea o una imagen, se dirige hacia allá porque esa es su meta, no porque sea un sustituto para la satisfacción sexual. Para Jung esta es una transformación de la libido y la cultura es lo que emerge de semejantes transformaciones. La cultura es la satisfacción de un deseo, no la obstrucción del mismo. Jung está convencido de que la naturaleza del ser humano conduce hacia la formación de cultura, hacia la creación de símbolos, hacia la contención de la energía de forma tal que pueda influir hacia esos contenidos mentales y espirituales (Jung, 2004) Es la razón por la cual se califica la aparición de los arquetipos como espiritual, porque dan un sentido a la vivencia humana (Jung, 2004, 207)
Estas características del Arquetipo, no las tendría la Idea, de acuerdo a Jung (2002, 73) ya que la idea sería meramente intelectual. Sin embargo, debe recordarse que la idea es indicadora de conocimiento y el conocimiento no es un mero reflejo ni una copia de la realidad; el conocimiento es una síntesis creativa de una forma, que construye un mundo realizado en el lenguaje y en el arte. Es decir, si pueden tenerse imágenes espirituales del universo en nuestro conocimiento es porque son espejos vivientes del universo, según la expresión de Leibniz; son actos del espíritu más que recepciones pasivas. Dichas imágenes no proceden del objeto, sino por el contrario, llevan hacia él, porque lo constituyen como una posibilidad. Humbold dice que “la diferencia de lenguas no proviene de la diferencia de sonidos y de signos, sino de las concepciones del mundo” (Cassirer, 1972, 21), por lo que el uso de determinadas palabras y de un lenguaje específico no nace sino de la imagen que un objeto engendra en el alma. Cassirer (1972, 22) dice que comprender un lenguaje, una idea, una palabra, es buscar su ley interna y eso es un trabajo del espíritu y no del intelecto. Se trata de caminar desde el producto verbal al proceso verbal.[39] En el verbo hay un simbolismo y no sólo un signo. Es el nombre el que representa a un objeto, el que lo consolida; es el signo hecho vocablo el que se apropia de la idea y es de ahí que el hombre deriva su simbolismo. Kant dice que, uno conoce al objeto, cuando ha realizado una unidad sintética de la diversidad de la intuición (Cassirer, 1972, 28). Es decir, el conocimiento –que es la apropiación de la idea- abarcaría a la intuición. Mas aún, el lenguaje expresa con una palabra una multiplicidad de impresiones y representaciones, proceso en el cual la individualidad del objeto queda extraviada. A través de ese proceso, el lenguaje hace la sinopsis intelectual de lo múltiple y alcanza la esencia, condición de la contemplación de las Ideas de Platón (Cassirer, 1972, 28). La unidad del nombre –que da un signo común a una multiplicidad de impresiones- cristaliza diferentes representaciones en un sólo fenómeno que se vuelve homogéneo y semejante por su relación con un centro común (Cassirer, 1972, 28).
En Platón, el lenguaje es importante por esta síntesis que se cristaliza en el signo; pero va más allá del lenguaje escrito, a través del cual se logra ya expresar ese proceso sinóptico, va hacia toda forma de lenguaje. Platón, como seguidor de Sócrates, postula la importancia de que se produzca interrelación entre quienes establecen una comunicación, desde la cual se extraerán verdades. Dirá que “el lenguaje se eleva a su más alta forma intelectual, cuando pasa del estadio de la simple “comunicación” al de la “proposición”, de la “representación” propiamente dicha” (Cassirer, 1972, 34), lo cual se produce cuando “la actividad de los sentidos se une sintéticamente al acto interno del espíritu”. La razón debe ser incorporada al lenguaje, porque si la pasión se expresa, entonces se somete. Este es el motivo por el cual la conversación oral y la mayéutica son tan importantes: es el método a través del cual se hace hablar a la conciencia. Porque, es a través del lenguaje[40] que el hombre se empodera no sólo de las cosas y de los otros, sino también de sí, ya que ejerce, a través de la palabra, una toma de conciencia con lo cual adquiere un poder nuevo sobre sí mismo (Cassirer, 1972, 34). La conciencia va aprehendiendo al ser a través de un proceso dialéctico, en el cual va separándose del objeto o del sujeto, para tomar una nueva perspectiva y no logra dominarlos sino hasta que los designa simbólicamente, lo que sólo puede hacerse por un acto puro de mediación espiritual (Cassirer, 1972, 35). Cassirer explica la necesaria intervención del símbolo, es decir, del espíritu, del siguiente modo:
El lenguaje opone invariablemente otra dirección, afectada de signo contrario, a la tendencia, al apetito, a la pasión que van derecho a las cosas. En él coexisten siempre atracción y rechazo, que permanecen en una suerte de equilibrio ideal, pues a la necesidad de atraer inmediatamente las cosas a sí e incorporarlas simplemente a la esfera del yo, opónese aquí otra necesidad, la de alejarlas del yo, ponerlas fuera de él, al sólo fin de hacérselas representables y de convertirlas en objetos, por el acto mismo que las pone fuera de él. La fuerza de atracción es equilibrada por la fuerza de la abstracción. La convergencia hacia las cosas que tiene lugar en el lenguaje es al mismo tiempo una manera de desviarse de ellas. (Cassirer, 1972, 35)
Tal vez debiera decirse con mayor justicia que así como el Arquetipo junguiano entrega un sentido verdadero y profundo a la vivencia humana (Jung, 2004, 206), así también, la Idea platónica despierta en el hombre la necesidad de buscar en su interior su propio sentido, uno que no viene “del dentro hacia el fuera” como el que expresa Jung, sino uno que viene “del fuera hacia el dentro” -como presionamos[41] las palabras de Platón- para que ingresen al sistema y al vocabulario conciliatorio que vamos descubriendo.
Lo dicho implica que, tanto el Arquetipo junguiano como la Idea platónica tienen un rol importante a favor del desarrollo de una vida humana con sentido. Así puede también deducirse de las citas siguientes:
El Arquetipo llama a la individuación y a la ética personal. “La confrontación con el arquetipo o con el instinto supone un problema ético…[…]cuya urgencia percibe quien debe decidirse a favor de la integración de su personalidad” (Jung, 2004, 214)
Para orientar el sentido práctico de la vida humana (Fraile, 1971, 324)
Contemplación del mundo superior –las ideas- es el estado de felicidad suprema del hombre y como ello no es posible, la mayor felicidad será recordar lo contemplado antes. (Platón, 1991, 626)
III.B.2.3) De su función unitiva.
III.B.2.3.1) En el período en que Jung desarrollaba la idea del número como arquetipo del orden y la estructura, mantenía correspondencia con Pauli, un físico que, a su vez, buscaba un lenguaje neutral que pudiera fundamentar los mundos físico y psicológico (Robertson, 1998, 316). Jung y Pauli concluyeron que existían dos clases de principios de conexión en la naturaleza. El primero era la causalidad lineal y el segundo, la conexión acausal; a esta última la llamaron sincronicidad: puente entre un hecho físico externo y un hecho psicológico interno. Jung pudo verificar que tanto los Arquetipos como los instintos eran factores psicoides, vale decir, contenían un aspecto que no puede ser descrito como meramente psíquico. El físico en el intertanto, comprobaba que materia y espíritu podrían ser dos aspectos de lo mismo. En tal caso, la naturaleza psicoide de los arquetipos sería el puente entre la psique y la materia (Jung, 2004, 217).
El argumento del Mundo de las ideas de Platón sería, de acuerdo a Robertson, un buen intento, pero incompleto, respecto de lo que Jung estaba proponiendo, en relación a este aspecto, para el arquetipo.
Todo lo que vemos, oímos y tocamos en el mundo que nos rodea es sólo la sombra de un objeto ideal existente en un mudo ideal. Aunque se trata sin duda de un intento temprano de describir la naturaleza arquetípica de la realidad, es aún muy incompleto. El mundo ideal de Platón, queda, como las visiones primitivas de Dios y del cielo, totalmente alejado de nosotros y de nuestra experiencia (Robertson, 1998, 323)
Sin embargo, Robertson podría no haber hecho una buena interpretación de las palabras de Platón, ya que Vial indica que la Idea platónica no es vacía, ni incomunicada ni abstracta; la Idea platónica es una intuición entre la relación existente entre la sensibilidad y el intelecto. Es decir, la Idea platónica es la instancia que vincula al cuerpo con el alma.
Vial[42] nos sugiere que, la Idea forja la unión entre el alma y la materia, ya que ni la idea es un ente abstracto, incomunicado y vacía, ni la percepción sensible un dato ajeno que deja una huella en el cuerpo.       
La percepción sensible no es sólo aprehensión de un dato externo que imprime su presencia en los sentidos del cuerpo. El dato que el ojo, la mano, el oído captan no sólo lleva consigo color, sonido o resistencia. Si digo ver dos maderos semejantes, en los que hay color, sonido, resistencia, hay también dos y hay semejanza. Pero en la semejanza hay la Idea de igualdad y lo que es más inmediato: una carencia de lo que es en sí la igualdad; hay sólo una semejanza. Así la intuición del logos forja el complejo del conocimiento. (Vial, 2009, 31)
Tampoco en la Idea hay una paloma que pretenda volar sin aire, un ente abstracto, una contemplación vacía. Por el contrario, hay la más íntima fuerza del alma que concurre en esa forja. Esta experiencia esencial del alma se proyecta, más allá de los cuerpos de la naturaleza, más allá de los puros conceptos abstractos de la razón, más allá del mito. Se proyecta como un saber universal ligado a la esencia del alma, que se abre como vía de la verdad (Vial, 2009, 31)
Por lo tanto,
lo que ha hecho Platón en el Fedón es proponer una lógica de la intuición fruto de una viva relación entre sensibilidad e inteligencia; es decir, entre cuerpo y el alma. Ni la sensibilidad en el cuerpo es ciega, ni la inteligencia del alma está vacía (Vial, 2009, 31)
De estas expresiones –Cassirer y Vial; Jung y Robertson- podemos colegir que el Arquetipo junguiano y la Idea platónica tienen un aspecto fundamental en común. El más relevante, a mi juicio, parece ser este recién descrito: el rol que ambos ejercen, en cuanto relacionar al espíritu con la materia, establecer un puente entre el alma y el cuerpo.
Esto lo expresan Jung y Platón, éste último a través de Vial, de la siguiente forma:
Tienden un puente entre la conciencia del presente que corre peligro de desarraigo y la totalidad natural inconsciente-instintiva de los tiempos primitivos (Jung, 2002, 162)
La Idea forja la unión entre el alma y la materia; la idea no es un ente abstracto, incomunicado y vacía, ni la percepción sensible un dato ajeno que deja una huella en el cuerpo (Vial, 2009, 31)
III.B.2.3.2) Withmont (1982) dice que la falta de conexión con la dimensión arquetípica genera un empobrecimiento espiritual y la sensación vital de falta de sentido.[43] Jung y Wilhelm (s/a, 30), se refieren a lo mismo cuando dicen que cuando una conciencia amplia surge sólo de lo foráneo y se inclina a la autonomía, se rebela contra los viejos dioses, de tal forma que no tiene más que ser castigada en el Cáucaso por lo inconsciente. Lo cual indica que la identidad personal se va desarrollando de la mano de un prototipo colectivo.
Un lenguaje diferente utilizará Platón para referirse a las consecuencias, que tendría para el individuo, el no ocuparse de los prototipos originales. La reminiscencia es el acto que descubre al alma de su oscuridad, mediante el cual puede ésta recobrar su estado original de felicidad y liberarse de estar atada a la cárcel del cuerpo, en el cual sólo accede a la apariencia.
En este aspecto, también los conceptos Junguiano y Platónico comparten algún grado de semejanza, ya que para ambos autores, este proceso el es que posibilita Ser en su mejor y mayor dimensión. Así queda expresado en las siguientes citas:
Ocuparnos de él es para nosotros una cosa vital. Se trata de ser o no ser espiritualmente (Jung, 2002, 23).
Despertar al alma con la reminiscencia y librarla del indefinido ciclo de transmigraciones (Platón, 1991, 626)
Aún más, recordemos que Robertson (1998, 219) se refiere algunos Arquetipos –la sombra, el anima / animus, el self- como Arquetipos de desarrollo. Y es que los Arquetipos, especialmente estos, contienen en sí las herramientas que harán posible que el individuo se avenga consigo mismo, a través del reconocimiento y la vinculación con el mundo humano original.
Como se dijo antes, el sentido que Platón da a las Ideas y al alma es diferente, inicialmente, porque piensa que el hombre es su alma y ésta, siendo originalmente libre en contemplación de las Ideas, comete algún tipo de desequilibrio –que Platón nunca define- por el cual es castigada a encarnarse en un cuerpo; es decir, a hacerse prisionera de él. En ese estado, el alma pierde su sabiduría, la cual sólo puede ir siendo recuperada a través de la reminiscencia. El alma platónica mantendrá su estado de oscuridad hasta que le sea posible volver a contemplar el Mundo Ideal, las esencias, las ousías. Es decir, origen y realidad de todas las cosas. Por eso dice que “al grado supremo del ser –Ideas- le corresponde el grado supremo del conocimiento –Dialéctica-“ (Platón, 1991, 789) Y luego, que sólo podrá darse ciencia acerca de realidades puras y sin mezcla (1991, 790).
En ambos autores, Jung y Platón, hacer el camino del alma es lo deseado. En Platón, será recuperar, a través del conocimiento, lo que ya se tenía, descubrir lo que la cosa es, la verdad, la ousía; en Jung, permitir la realización, manifestación y participación del self en el mundo conciente. Porque, en Jung, los Arquetipos “contienen la experiencia humana desde la eternidad, constituyéndose en sistemas vivos de reacción y disposición que, por medios invisibles, determinan la vida individual” (Jung, 2004, 159); bosquejan nuestra relación con el mundo y, al ser elementos impersonales, colectivos y objetivos presentes en la psique, reflejan temas universales, que sirven para salvar la brecha sujeto/objeto.
III.C) Arquetipos e Ideas. ¿Cómo se accede a ellos?
III.C.1) De su trascendencia. Tanto los Arquetipos como las Ideas están más allá de lo sensible y de lo meramente perceptible, por lo tanto, en principio, no son accesibles. Así lo indican los respectivos autores.
El Arquetipo es trascendente. No puede acceder a la conciencia. Una forma básica en sí misma irrepresentable (Jung, 2004, 21).
Mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos; es decir la verdad. (Platón, 1991, 616)
Sin embargo, Platón, a través del relato que hace del Mito de la Caverna, dice el mundo inteligible sólo puede ser accedido en la última instancia del conocimiento, cuando el alma ha ascendido a ese mundo y está contemplando las cosas que en él hay, las Ideas. (Platón, 1991, 778). La idea de Bien es la última percibida, la causa de todo lo recto y hermoso que existe en todas las cosas. (Platón, 1991, 780)
Jung, en relación análoga a este punto, distingue entre imagen arquetípica y arquetipo, indicando que el arquetipo es per se; es decir, tiene una forma básica irrepresentable. Ese arquetipo per se no parece ser posible que acceda a la conciencia, es trascendente. Jung lo calificó de psicoide, indicando que cuando se habla de arquetipos, lo que se hace es referirse a sus visualizaciones a sus concretizaciones propias del área conciente. Pre-existen a la experiencia primera, son dominantes preformados anteriores a toda experiencia. El mito circunscribe e interpreta un núcleo de significado que será el arquetipo. El significado último de ese núcleo no es ni será conciente. El Arquetipo, al igual que la Idea, es una entidad metafísica porque trasciende a la conciencia.
III.C.2) De cómo contactarlos. No obstante ser trascendentes, sus efectos los hacen de existencia indudable. Una de las diferencias más evidentes, en relación a este punto, es el hecho de que el Arquetipo se presenta ante nosotros en determinadas circunstancias, a diferencia de la Idea, que está quieta e inmóvil a la espera de ser conquistada por el conocimiento. La veracidad del Arquetipo está en su propia numinosidad; es decir, en la emocionalidad que nos provoque su fuerza atrapante e invasora. Esto queda expresado en los siguientes textos:
Se presenta en la psique individual como constelación que orienta la libido …[…]… es la autorepresentación del instinto y se manifiesta como símbolo y mito en un proceso de psiquificación (Jung, 2004, XVII)
Reminiscencia que hace surgir poco a poco la iluminación exterior –el Bien-; del dominio de lo verdadero –las ideas-, lo cual sólo puede hacerse una vez que se ha llegado a la madurez -50 años- (Platón, 1991, 794). A través del alma, que las contempló antes de encarnar (Platón, 1991, 864)
Neumann (2009, 22) se refiere a este punto diciendo que “el individuo se ve constreñido en su accionar, porque el Arquetipo se manifiesta en la conciencia como un pattern of vision que ordena el material psíquico en imágenes simbólicas”. Sensación –dirá Jung (2004, 202)-, que se acompaña de un fuerte componente emocional.
Por otra parte, el alma platónica aprehende -las Ideas- en el acto en el que sabe de sí, el ejercicio del logos, por el cual el alma busca estar a solas en ella misma y encontrarse al máximo en sí misma. Se trata del proceso de adquisición de sabiduría; es decir, la filosofía- (Platón, 1991, 616); un proceso introvertido y lento.
III.C.3) De cómo percibirlos. Tanto los Arquetipos como las Ideas pueden ser percibidas en un estado especial del ser, ya que en ambos casos se trata de elementos que están disponibles para el alma en el momento en que ésta lo ansía. En Jung, esta necesidad es inconsciente y no se busca, sino que se “encuentra”, porque el desarrollo vital del individuo lo demanda. En Platón, este encuentro es largamente buscado y ansiado. Los autores lo expresan así:
Su representación básica es el símbolo (Jung, 2002, 23); y surgen por el empobrecimiento de éstos (Jung, 2002, 23).
El alma, concibe las ideas, en su plenitud, en su perfección, en el máximo de sí (Platón, 1991, 616); es decir, liberada de todo estímulo proveniente de la materia.
Es curioso cómo los autores plantean esta necesidad. Platón lo concibe en el escalón más alto del ejercicio del pensamiento, cuando éste, liberado de toda necesidad material, accede a la contemplación. El hombre Platónico llega a su meta, después de un arduo camino, a la contemplación de las Ideas, del Ser. El Arquetipo junguiano, de alguna forma, está más atento y más presente en el desarrollo evolutivo y de conciencia personal. El Arquetipo junguiano acompaña al hombre en su desarrollo, mostrándole su camino de verdad –expresado en términos platónicos- cuando este hombre está empobrecido de espiritualidad o de signos espirituales.
La aparición del Arquetipo junguiano y el encuentro con la Idea Platónica, en los respectivos esquemas de pensamiento, son entonces un signo -para el hombre-: el Arquetipo le indica cómo encaminarse en la ruta correcta de evolución y desarrollo personal y espiritual; la Idea, le certifica que su alma está contactada con su mundo real. En ambos casos, aunque la expresión sea junguiana, su aparición /contemplación tiene un carácter numinoso que debe calificarse de espiritual
Jung (2004, 435) dirá que se presentan como ideas e imágenes, al igual que todo lo que se convierte en contenido consciente. Neumann (2009, 22) complementa, que el contenido consciente de un arquetipo se manifiesta en la figura simbólica de una imagen dinámica que actúa como un espíritu guía que orienta al yo y sus funciones. Reconocerlos, incluyendo la personalización por parte de la psique de motivos arquetípicos simbólicos, es una parte vital del proceso junguiano.
Conclusiones
El Informe ha resultado tener consecuencias inusitadas y no previstas, entre ellas, verse en la necesidad de entrar en materias que pudieran parecer tangenciales y que, sin embargo, resultaron ser indispensables al momento de querer comparar términos que provienen de disciplinas diferentes. También influyó el que el término “arquetipo” haya sido analizado por diferentes pensadores de distintas disciplinas, como también sucede con el concepto “idea”, cuya acepción Platónica no es exactamente lo que parte de filólogos o filósofos del lenguaje han enunciado. Probablemente esta aparente inexactitud ha llevado a que ambos términos pudieran ser continuamente comparados o evocados al referirse a uno de ambos. 
Finalmente, se opta por tender un puente entre ambos conceptos, dado que a medida que avanzó la reflexión, tomaba conciencia de que lo que animaba a uno y otro pensador era en definitiva lo mismo. Tanto Platón como Jung eran dos idealistas que aspiraban alcanzar la perfección: Platón la obtendría en el conocimiento puro de las ideas, abstracción pura y propia del espíritu; Jung la obtendría en la totalidad de la psique, también una abstracción pura de un alma realizada completamente. En ambos casos se trata de un ideal a alcanzar. Un ideal que, en el caso de Platón, se obtendría retirándose de la vida ordinaria para volverse hacia el espíritu, dominando las funciones irracionales del alma, recordando lo que ella ya conocía: la verdad. En el caso de Jung dicho ideal se lograría a través del espíritu, recorriendo el camino que permite realizar la totalidad del alma: la conciencia, a través de la integración –o el equilibrio- de las funciones psíquicas. Platón, con una intuición sorprendente, llega a la misma conclusión que llega Jung miles de años después. 
Hay dos conceptos que, a mi juicio, son vitales para comprender los parecidos y las diferencias entre las teorías: el concepto de alma y el concepto de espíritu. Platón pensaba que el tránsito entre el Mundo de las Ideas y el Mundo Sensible se hacia a través del Logos/conocimiento y el Eros/amor. Los textos iniciales de Jung hablaban de Eros y Logos, en lugar de sentimiento y pensamiento (Robertson, 1998, 239). Posteriormente, habría pensado que dichos términos no reflejaban la experiencia arquetípica, porque lo que en rigor sucedía, según su experiencia, era que el hombre tenía gran dificultad para reconocer sus sentimientos; la mujer, por el contrario, requería integrar el pensamiento lógico y la iluminación espiritual (Robertson, 1998, 240). Fue el conocimiento de la alquimia y sus símbolos lo que a Jung le hizo tomar conciencia de que, para acceder a la totalidad, el hombre debía hacer un camino interno; la mujer, uno hacia el exterior (Robertson, 1998, 230-241). Esas funciones, análogas pero diferentes para el hombre y la mujer, fueron las que Jung distinguió como anima/alma –para lo femenino en el hombre- y animus/espíritu –para lo masculino en la mujer-; esa pareja sagrada, que en Jung, están custodiando la puerta de la individuación. El alma y el espíritu cumplen esa misma función: conectan con lo transpersonal. En el caso de Platón, con el Mundo Ideal; en el caso de Jung, con el Inconsciente Colectivo. 
Tanto Jung como Platón, entienden la necesidad de volver a conectarse con la trascendencia y recrear los lazos del hombre con su origen. El camino recorrido por uno y otro resuenan ser parecidos. Esto se va haciendo muy patente al profundizar en sus teorías. ¿Qué son si no la reminiscencia Platónica -a través de la mayéutica socrática-, respecto de hacer concientes contenidos inconscientes -a través del análisis Junguiano-? ¿Cuál es la diferencia final entre totalidad psíquica Junguiana e iluminación Platónica, encontrada en las afueras de su Caverna mitológica? ¿No son ambas teorías una búsqueda de caminos que conduzcan hacia la trascendencia, donde el hombre pueda encontrar su verdadera felicidad? ¿No está, la verdad, en ambos pensadores, de alguna forma “cubierta” por una realidad engañosa? ¿No son las ideas anteriores a los hombres y completamente independiente de ellos; y los arquetipos, un repertorio pregrabado en nuestros genes; y en tal sentido, ambos, innatos? ¿no tienen arquetipo e idea una naturaleza pura y no falsificada; inaprensibles para la mente humana si no fuese por la imagen –símbolo, en términos Junguianos-? ¿no se comportan ambos de tal forma que su significado sólo es aprehensible por la mente del hombre en su calidad sintética; y de ahí su “parecido” con el concepto de infinito de Cantor? La idea Platónica, sin embargo, es un concepto mucho más idealizado que el término Junguiano de arquetipo, al que hay que “ir a buscar” a diferencia del arquetipo, que nos posee y se “adueña” de nuestras conductas y ¿de nuestra vida?
Idea Platónica y Arquetipo Junguiano, términos que siguen emulando ser “parecidos”, porque ambos tienen la función de conectar al hombre con otras dimensiones: el Arquetipo, que es vacío, conecta con el Inconsciente Colectivo; la Idea, que está llena, contacta con el Mundo de las Ideas.
El término “arquetipo” no era –como debió suponerse- una palabra surgida de un universo no nacido; estaba ahí, alimentado por las reflexiones de todos los tiempos, madurando, haciéndose ser en el Inconsciente Colectivo, que lo cobijaba en su silencio desde hacía muchos siglos, al menos 2500 años, desde la intuición Platónica.



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Citas y referencias
1. Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón. Un Diálogo entre Psicología Analítica y Filosofía”, ML Paula Durán Hurtado. Tesina para optar al grado Mg Psicología Clínica, Facultad de Psicología, Biblioteca Postgrado, Universidad Adolfo Ibáñez. El trabajo original incluye antecedentes que justifican el planteamiento de este problema como uno que atañe a la Psicología junguiana; incluye factores biográficos de Jung y de Platón; analiza las ideas generales y específicas de ambas teorías. La comparación de conceptos se hace en dos capítulos: uno relativo al Mundo Ideal -de la filosofía platónica- comparado con el Inconsciente Colectivo -de la psicología jungiana-; otra, relativa a sus contenidos, Ideas y Arquetipos, de Platón y Jung, respectivamente.
2. Profesora de Filosofía, Licenciada en Educación, Mg en Educación con mención en Administración, Mg en Psicología Clínica Analítica.
3. Una exposición mas detallada podrá encontrarse en la Tesina aludida.
4. Siguiendo el mismo raciocinio hecho para el inconsciente personal, a nivel colectivo esos contenidos debieran compensar a la conciencia colectiva. Esto parece ser importante, ya que Jung decía que la evolución de la humanidad dependía de la posibilidad de acceder a los contenidos inconscientes; contenidos que se han alejado de la conciencia colectiva, porque se han privilegiado las formas y las estructuras, distanciándolas del sentido profundo que les dieran origen.
5. Para la psicología puede resultar obvio que alma y psique son lo mismo; para la filosofía, no es así. En Platón, el alma es una instancia ontológicamente diferente, proviene de otra realidad y se encuentra, provisoriamente, encarcelada en el cuerpo.
6. También es la conciencia la que vuelve concientes las dificultades de ambos mundos (Jung, 2004, 159)
7. La persona es otro complejo funcional, dirá Jung (1943, 555); la parte de la personalidad que permite al individuo adaptarse a la sociedad (1943, 555); la cara con que el hombre se relaciona con los demás, nacida de la necesidad de ajustarse a las expectativas de los padres, profesores y sociedad y constituida de aquellas características que se consideró mejores (Stevens, 1999, 54). Las otras, quedaron en el inconsciente.
8. La individualidad descansa en una estructura colectiva –filogenética-.
9. La enumeración responde básicamente a una metodología a la que se recurre a fin de facilitar la ubicación del texto al momento de iniciar las comparaciones entre teorías Junguianas y Platónicas. Por lo tanto, no necesariamente implica el desarrollo de una idea completamente diferente de la anterior. Tampoco implica jerarquía.
10. Jung irá que “el contenido esencial de las mitologías y de todas las religiones es de naturaleza arquetípica” (2004, 207).
11. En lenguaje personal, podría decirse que el arquetipo es la espiritualización del instinto; es el mismo instinto, pero humanizado en su nivel más sublime; la máxima subjetivización de lo objetivo.
12. El plano instintivo del impulso y el plano de las imágenes de la conciencia son así uno y el mismo pese a su aparente oposición, porque “la persona se encuentra como mínimo consigo misma como algo que siente impulsos y a la vez como algo que se representa cosas” y el arquetipo “en efecto, lejos de ser simple imagen, es también y simultáneamente dinámica” (Jung, 2004)
13. Se entiende por iniciado aquel que ha nacido dos veces. En términos Junguianos, se dirá que está en totalidad; accede al conocimiento universal.
14. La sombra es un arquetipo y Jung dice que “la unilateralidad condicionada -de la conciencia- puede ser eliminada mediante la realización de la sombra, es decir la interiorización de la parte inferior de la personalidad” (2004, 209)
15. Stein (2004, 133) dice que para Jung “psicoide es el término que describe los procesos que son como psíquicos o cuasi psíquicos pero no propiamente psíquicos. Lo utiliza para distinguir las funciones psíquicas de aquellas que son vitales. Los procesos psicoides se encuentran entre la energía vital somática y los procesos corporales por un lado y los procesos propiamente psíquicos, por otro”
16. Alude Jung en este caso a lo que Neumann (2009, 23) distinguirá como “arquetipo originario” y “arquetipo en si”; se vuelve sobre esta clasificación en el punto b.8) y b.12) de este capítulo.
17. De alguna forma esta afirmación se avalaba inicialmente con las conversaciones que sostenía con Pauli a fines de su vida.
18. Neumann (2009, 23) entregaría mayor claridad a esta idea, cuando distingue entre lo que denomina “arquetipo originario” y “arquetipo en si”. Dice que el arquetipo originario es un fenómeno nuclear, trascendente a la conciencia, cuya presencia eterna es inintuible, una disposición que empieza a operar en un determinado momento del desarrollo del espíritu humano, ordenando el material inconsciente en figuras concretas; el arquetipo en si aparece después, con la evolución de la conciencia, atravesando su carácter paradójico, modelando la manifestación inconsciente, desembocando en arquetipos distinguibles unos de otros. Dice, que en la historia de la conciencia, pudiera producirse una disociación de los arquetipos y entonces darse origen a grupos arquetípicos homogéneos.
19. Los símbolos –complementará Neumann (2009, 23)- poseen un componente semántico y uno dinámico y, al igual que el arquetipo, se apoderan de la totalidad de la personalidad que es por ellos estimulada y fascinada y atraen hacia sí la conciencia, que trata de interpretarlos.
20. Lo en contraposición a la retórica, utilizada por los sofistas, que es el arte de persuadir y de la sugestión.
21.  Platón y Sócrates no son sofistas –que practican el arte de la persuasión- por lo que Platón lo que está haciendo aquí es aclarar la diferencia entre el sofista y el filósofo: el primero se ocupa del no-ser; el segundo se esfuerza por conocer el ser (Platón, 1991, 1032-1033)
22. Es interesante hacer notar que este concepto Platónico es análogo al concepto Junguiano del análisis, que permite hacer concientes contenidos inconscientes; es también el camino de la individuación, realización del ser. 
23. En El Banquete (Platón 1991, 584) dice que el amor es un intermediario entre los dos mundos –ideal y sensible-, entre los dioses y los mortales; un daimon (demonio). La condición de los daimones es servir de enlace y comunicación entre los dioses y los hombres, llenando así el vacío que, en su defecto, habría entre ellos, contribuyendo de este modo a la unidad del todo de la realidad.
24. De la alegría, Platón dice que es un placer vinculado a las acciones del sabio. Aristóteles sintetizó lo que Platón entendía por felicidad, en la Etica Nicomaquea (I, 4 y 8) y dice que es, un bien compuesto de todos los bienes; recursos plenamente suficientes  para vivir bien; perfección en la virtud; para un ser vivo, tener lo que le es preciso para bastarse a sí mismo.
25. La reminiscencia Platónica es análoga a la anamnesis Junguiana.
26. Los cuatro espacios que va citando Platón constituyen los hitos en el camino a la sabiduría, que también son los estadios de maduración humana. A los cincuenta años podrá dirigir su mirada al alma, con serenidad y humildad. (Platón, 1991, 793-794)
27. En el mismo párrafo, Platón dice que el alma es “ingénita”; es decir, innata. Sin embargo, en Timeo (Platón, 1991, 1122) –diálogo posterior- dirá que el Alma no es eterna aunque sí inmortal. Esa aseveración indica que el alma no es “ingénita” sino generada: tiene principio aunque no tiene fin.
28. Los fragmentos dispersos del conocimiento anterior –traídos al presente por la reminiscencia- constituyen las opiniones verdaderas y rectas y la ciencia consiste en ordenarlos, reconstruyendo la visión completa de la realidad tal como el alma la contemplaba en su existencia anterior.
29. Se refiere a Dios como viviente inmortal, que se basta a sí mismo para ser feliz; causa del Bien.
30 En Teeteto, dice que la reminiscencia se distingue de la memoria en que ésta consiste en la conservación de las sensaciones que quedan impresas en los sentidos, mientras que aquélla es el despertar del conocimiento que el alma poseía antes de venir a este mundo por haber disfrutado de la contemplación del  mundo superior de las Ideas (Platón, 1991, 927)
31. Se nombran genéricamente; pero, se refiere a Zeller, Gomperz, Windelband, Ueberwerg, Stallbaum, Peipes, Ritter y Bury. (Fraile, 1972, 348)
32. Por Santidad entiende Platón el estado vigilante en evitar las faltas contra los dioses; culto conforme a la naturaleza en honor de los dioses.
33. El Bien, dirá Platón, es lo que no tiene otro fin que sí mismo. Lo Bueno, la causa de conservación de los seres; el fin hacia que tiende todo, de donde deriva lo que hay que escoger. Benevolencia, realización voluntaria de beneficios; acción de dar el bien. Es Honesto, quien es perfectamente Bueno; quien posee la virtud que le es propia (Jung diría “el que es lo que es; el individuado”)
34. Lo Bello es Bueno, dirá Platón
35. El orden, armonía y proporciones del Mundo, Platón, las expresa en términos matemáticos.
36. En Parménides, Platón había superado el movilismo de Heráclito diciendo que “el ser existe y el no ser no existe” (Platón, 1991, 957); pero en Sofista busca darle alguna realidad al Mundo Sensible y no dejarlo en pura ilusión. Concluirá que el Mundo Sensible es el hacerse, la multiplicidad y el movimiento, a diferencia del ideal, invisible, el Ser, la unidad y la quietud; en Sofista (Platón, 1991, 1027) dirá que “el no-ser no es lo contrario del ser, sino sólo lo diverso del ser”.
37. En el capítulo denominado “cuál es la utilidad del Arquetipo” se volverá sobre su calidad de patrón de conducta y la forma cómo opera en el individuo.
38. El argumento de Robertson –psicólogo, mago y escritor- en el capítulo anterior, para demostrar que la Idea no tenía materia. Vial –abogado, filósofo y profesor- utiliza palabras muy parecidas para demostrar lo contrario, que la Idea sí tiene materia.
       Vial es especialista en el pensamiento de Platón, Aristóteles y Kant y se le reconocer ser "el filósofo chileno contemporáneo más reconocido en el extranjero”.
39. Es lo que sucede, también, de alguna forma cuando se está frente a un trabajo escrito desde un lenguaje no científico -o desde un lenguaje proveniente de otra ciencia- mediante el cual se desea transmitir esa ley interna. Esta intención que da la ley interna también hace posible que transmita o no su mensaje que, aunque utilice las mismas palabras, sea diferente. Ej.: Sísifo empuja una piedra por toda la eternidad es también decir que Sísifo empuja una piedra interminable. En ambos casos hay una descripción; pero, la primera expresión es intelectual; la segunda, tiene una carga afectiva y espiritual.
40. Recordar la importancia de la Dialéctica, en Platón.
41. Y también digo “presionamos”, porque la postura platónica al respecto no es como se está forzando en el argumento, ya que el “hombre es su alma” y el alma es una idea apresada en esta cárcel material, de la que hay que ir liberándose para acceder a la verdad. Decimos del “fuera hacia el dentro” dado que el Mundo de las Ideas es uno diferente del Mundo Sensible, en el cual se encuentra este hombre que busca.
42. Especialista en el pensamiento de Platón, Aristóteles, Descartes y Kant. Se le reconoce ser "el filósofo chileno contemporáneo más reconocido en el extranjero", según el Ranking: Los intelectuales públicos más influyentes en Revista Qué Pasa. Miembro de la Academia de Ciencias. (Wikipedia)
43. Lo arquetípico, para ser sanador y conectar al sujeto con su inconsciente, debe estar anclado y encarnado en el terreno personal, es decir, debe descubrirse su significado en la experiencia concreta de las dificultades cotidianas y no tratar de comprenderse su significado a través de especulaciones teóricas.