martes, 27 de diciembre de 2011

Un encuentro con la Alquimia


Mercurio, azufre, sal, ciclos lunar y solar. Un crisol encendido en el cual se fragua la esencia en el camino de la evolución. La piedra como resultado final.
Diego Cerrato
Mucho se ha escrito sobre el Arte Alquímico desde que en la Edad Media resurgiera con fuerza en Europa. Desde entonces, no pocos buscadores de oro malgastaron su vida en las penumbras de sus viejos laboratorios, entre legajos, alambiques y crisoles calentándose a fuego lento, dando lugar, eso sí, a variados mitos y leyendas fantásticas. Los más diversos buscadores del Arte devoraron febrilmente manuscritos y libros complicados, recorrieron grandes distancias, malgastaron sustanciosas cantidades de dinero y sufrieron las más diversas y viles ilusiones aun a sabiendas de que cualquier niño podía comprender la clave. Buscaban una doctrina donde no existe doctrina, pues, la Alquimia es una realización íntima, subjetiva. Para encontrarla sólo hay que estar vivo, despierto. Por lo tanto, no se puede considerar la Obra como un objeto, sino como un sujeto. Es un movimiento que se ocmprende andando, un baño en el que hay que zambullirse.
Cuando la obra se ha realizado, los conceptos e imágenes vienen para traducirla, si ella place a la Piedra, pero siempre se expresará de forma absolutamente personal. El concierto que nos ofrecen los auténticos filósofos herméticos es una sinfonía en la que no entran dos instrumentos idénticos. Y para ello, cada instrumento debe ser confeccionado primero por la Piedra, cada instrumento es en realidad la Piedra misma en una forma individuada, única. Todo verdadero filósofo es un Epimeteo: el pensamiento viene después de la experiencia.
Para comprender la Alquimia en sus variados aspectos, sólo se requiere un acto: entrar en el vaso, o sea, acepta la perspectiva de una transformación con sus imprevisibles y dolorosas experiencias. Esta adhesión a la voluntad de la naturaleza, a la voluntad divina, nos convierte en fieles adeptos al Evangelio Eterno, único credo al que se adhieren todos los miembros de la Iglesia Interior Universal.
Esta adhesión tiene como efecto inmediato el cambiar en Athanor la vida y el mundo de nuestro entorno y el hacernos ver todo lo que nos converge hacia la realización de la Flor de la Inmortalidad. Nuestro hornillo transformador es así la totalidad de la vida con sus pruebas. El fuego que ha de encender y alimentar nuestro Athanor, no es el fuego profano que alimenta los deseos del Yo manteniendo y ampliando sus dominios ("Nada arde ene l infierno excepto el Yo"). Nuestro fuego es el fuego cuyo aguijón ha suscitado nuestra búsqueda y que, sin duda, ya poseemos en cierta medida. Por ello, nos dice Pascal al hablar a Aquel que bautiza por medio del Fuego y del Espíritu Santo, "no me buscarías si no me hubieras encontrado ya".
Lo semejante atrae a lo semejante. En lo más hondo de mostros existe una chispa inmortal, un fuego divino prisionero de las tinieblas de la inconsciencia que aspira dolorosamente a liberarse, a subir hasta nuestros corazones y mentes, a iluminar y transfigurar todo nuestro cuerpo. Para ello reclama la ayuda de nuestro ser consciente, esa fracción de nosotros mismos capaz de enfrentar nuestra alma profunda con los intereses de nuestro Yo, de favorecer lo remoto en nosotros en perjuicio de lo inmediato, lo eterno contra lo efímero.
Los ciclos de la obra
La obra alquímica tiene dos ciclos fundamentales. El primero es el Ciclo Lunar, correspondiente a la llamada Obra menor y representado por la fecundación de la Virgen y el origen del movimiento del Inconsciente. Este ciclo se expresa con un triángulo con su base en la Tierra para representar la materia elevándose hacia el Cielo a través del desarrollo y expansión de la sensibilidad orgánica y emotiva.
La luz de la conciencia, la luz del Sí, penetra en el inconsciente rompiendo el muro que limitaba el campo de la conciencia. La interrupción de la luz en el fondo oscuro excita el Fuego central sulfuroso y mercurial, o sea, que provoca la aparición del inconsciente y su energía manifestada a través de los Arquetipos en su doble aspecto, bipolar macho y hembra, positivo y negativo. De esta forma se pone en movimiento el Inconsciente. El ciclo lunar termina con la Piedra al blanco: virgen Blanca, Mirlo Blanco, Luna de los Sabios.
La teología cristiana lo representa como el Espíritu de Luz bajando del cielo que fecunda nuestros corazones (ya directamente, ya por medio de un Ángel), como fecundó el seno de María, y allí prepara el nacimiento del Hijo de Dios, del hombre nuevo, del niño inmortal. Una génesis así no se opera sin dolor.
El segundo ciclo es el Solar, también llamado Obra Mayor, y representado por la fijación de la Piedra y la integración de los contenidos del inconsciente. Se expresa con un triángulo con la base en el cielo, para simbolizar el descenso del Espíritu Santo sobre la materia, inspirando los más sublimes pensamientos.
Una vez que la luz superior introducida en la profundidad ha puesto en marcha la rueda mercurial y extirpado la energía vital que suelen transmitir los Arquetipos, debe completar su obra coagulando dicha energía, impidiéndole así esparcirse o arrastrar consigo al ser que la ha liberado en uno de los accidentes que los alquimista llaman explosión de horno, término más evocador que el de psicosis.
La luz de la consciencia despertó el Fuego central, el inconsciente dormido. Por medio de una acción diametralmente opuesta ahora va a retener esa energía para evitar que el individuo, sede de dicha energía, se funda en el macrocosmos invisible (el inconsciente) y se pierda en él. Esta luz fijará así la Piedra, haciendo que permanezca en los límites del vaso, de un cuerpo de hombre, a pesar de contener virtualmente todo el universo. Siendo la réplica del macrocosmos, del que se reproducen fielmente las formas y movimientos, es, sin embargo, distinto de él, como el hijo lo es de su padre. Así se haya realizado el microcosmos, estrella para multiplicarse, es decir, para transmutar a su vez siguiendo el mismo proceso sencillo y natural, a los seres oscuros colocados en el campo de su irradiación.
Al igual que en el ciclo anterior, la tecnología cristiana representa la obra mayor con el suplicio que acaba repentinamente en la mañana de Pascuas. Viene el ángel a empujar la piedra que cerraba la tumba y la transforma en Piedra milagrosa: la masa viscosa y oscura del inconsciente se revela repentinamente del Sí. El ciclo culmina con la Piedra al Rojo.
La rotación de los ciclos
Los alquimistas siempre han concedido y conceden mucha importancia a los ciclos naturales de la Luna y el del Sol, que determinan la sucesión de los días y las noches por un lado, y las de las estaciones por otro. Pero la contemplación de los ciclos exteriores sirve de introducción a la de los ciclos interiores, ya que ambos están relacionados.
Evidentemente no somos iguales en invierno que en verano, como tampoco somos iguales por la mañana y por la noche. La consciencia sale con el Sol y con él declina. El inconsciente sube por la noche y sus estrellas palidecen con la aparición del astro –rey. Michael Maier escribe con claridad a esre respecto en su obra Atlanta fugiens que "en este Arte hay dos piedras principales, una blanca y otra roja, de naturaleza admirable. LA blanca (el inconsciente) comienza a mostrarse en la superficie de las agua (umbral de la consciencia) a la puesta de Sol, permaneciendo ahí hasta media noche, tendiendo luego hasta la profundidad. La roja (el consciente) opera de manera inversa: empieza a subir sobre las aguas al amanecer hasta mediodía y después desciende al fondo".
Esta movilidad es un aspecto de la "circulación" alquímica o rotación. La contemplación de estos ritmos nos liga con las leyes que gobiernan la existencia del hombre.
Arquetipo de bodas alquímicas
La obra interior, con sus pruebas y tribulaciones, tiene como meta la de abrir en nosotros el libro que es nuestro libro y que contiene toda la consciencia. Este libro se abre a medida que se enlaza el ciclo Lunar con el Solar, conduciendo así el proceso al equilibrio perfecto donde se producen las bodas alquímicas del Rey y la Reina. Obtendremos así la Piedra Filosofal como fruto de estos esponsales sagrados del Cielo y la Tierra del Espíritu de Dios (el consciente) y las aguas primordiales que el Eterno, según la vulgata latina, llamó María, los mares, el inconsciente. La joya hermética, en su acepción más plena es aquella que ha de servirnos como estrella conductora, es el Dios nacido del hombre, el Cristo interior de cuya imagen la Piedra logra la inmortalidad después de haber liberado su esencia divina de la prisión material de los elementos, a través de la pasión, la muerte y la silenciosa noche en la tumba.
El mercurio se sitúa en el centro indicando que está en todas partes. Es el mercurio fluido, nuestra energía vital que determina el curso de la vida. Basta que reconozcamos en el curso de la vida. Basta que reconozcamos en él su cualidad divina con un mínimo acto de atención y amor para que la materia bruta de nuestros experimentos se transmute en elixir de la vida.
No olvidemos que en alquimia se habla también del Mercurio doble. Podemos distinguir el primer Mercurio similar a un mar salado, estéril, como el inconsciente en su estado bruto, inutilizable y peligroso; y el segundo Mercurio como agua dulce, o sea, la energía del inconsciente transformada en consciente. Se llama dispensador de viene y se le dedica este verso: <>. Ser dóciles al inconsciente, a la voz de los sueños correctamente comprendida, es aceptar que éstos conocen la dirección mejor que ego. No obstante, éstos suelen ofrecer las más preciosas joyas en el estuche más burdo.
El uso de los fermentos
Los alquimistas distinguen dos fermentos: el rojo y el blanco, equivalentes al oro y la plata, al Sol y la Luna. Estos dos fermentos corresponden a dos grandes principios del universo, productos de la primera diferenciación del Uno. Son el hombre y la mujer, el Esposo y la Esposa primordiales. Para los cristianos son el Cristo y su Madre. Al contemplarlos y al invocarlos, reunimos en nosotros al hombre divino de rostro resplandeciente como el Sol (Apoc., XII,I)
Siguiendo las exigencias del momento, el estimulante interior que es el soplo de Viento, la voz del Espíritu, la voz de Piedra que se forma y estremece ya en nosotros, sabremos alternar el uso de esos brebajes, el rojo y el blanco, ambrosía al alcance nuestro, licor de la inmortalidad que nos hace dioses. Los autores dicen que no hay que mezclarlos, sino emplearlos a su debido tiempo: el fermento blanco para hacer la Piedra en su punto blanco, y el fermento rojo para hacer la Piedra al rojo. Lo sabemos ya: toda la obra consiste en mojar y secar después, hacernos yin y luego yang, unirnos al inconsciente convirtiéndolo en consciente gracias al Sol del Sí. Las dos operaciones pueden, de hecho ser conducidas ya separadamente según nos encontremos en período de sequía o de inundación, o alternándolas rápidamente, utilizando por ejemplo los símbolos de los fermentos juntos.
A través de estas operaciones madurará el fruto y crecerá el árbol filosófico, estableciendo el vínculo entre el Cielo y la Tierra.
La multiplicación de la Piedra
El curso de la vida en infatigable y para perpetuarse sin cesar nuevas rupturas de equilibrio. La manifestación no conoce descanso. No vive el hombre de su experiencia ya que para merecer la conservación de esta experiencia vivida, necesita producir nuevos recursos, preparar otras cosechas. Y lo nuevo se obtendrá sin abandonar lo antiguo. Habrá que sacrificar una parte, la mejor de los frutos recogidos para que comience un nuevo ciclo que lleve la muerte a la vida renovada y centuplicada.
Pero con la Piedra en el corazón, liberado de las fluctuaciones del mundo efímero, apoyándose no ya en el exterior, sino en el interior, un hombre de este temple, fundado en el inconsciente, abismo vacío y a la vez denso y lleno como una roca, ha entrado en la paz intemporal. No es que las pasiones humanas dejen de afectarlo ya, sino que dichas emociones no pueden alcanzar una zona que se ha creado en él, el Castillo Interior, la inexpugnable fortaleza. Podrán estas emociones alcanzar losmuros del Castillo e incluso golpearlos, pero no penetraran hasta el interior, dominio de la gloria y el honor de Dios.
Afirman los Alquimistas que hay que deshacer la piedra constantemente para multiplicarla, que para multiplicarla en calidad y cantidad tenemos de nuevo que hacerla pasar por todos los colores de la Obra empezando por el negro, arcano mayor donde se encuentra Saturno, antepasado de los Dioses. Digamos que para renovar nuestra adhesión al centro, donde brota la fuente de la vida (multiplicación en calidad), tenemos que renunciar constantemente a toda instalación en posiciones adquiridas y morir como el sol por la tarde para aparecer de nuevo en la mañana naciente, en la purpura triunfal de la aurora.
Aunque ya todo no será igual que al principio, la experiencia nuestra que si un ser está llamado a recorrer varias veces el mismo ciclo de pruebas y a vivir de nuevo con toda violencia estados dolorosos que creía haber dejado atrás definitivamente, la rotación de la rueda se hace más rápida con el tiempo, de tal manera que en pocos días verá todo un proceso que habría durado años en otro momento. Este hombre se dará cuenta, al salir del fuego, de que esta muerte breve ha acrecentado la fuerza de la Piedra en él.
Tengamos presente, pues que en una exploración alquímica, volverse a encontrar cerca de la base después de un largo trayecto es la mejor garantía de éxito, puesto que se ha unido el principio y el fin.
El hilo de Adriana
"El principio de la Obra, es la muy verídica naturaleza que no nos induce nunca a error" (Aurora Consurgens). La naturaleza dispone de mil medios para comunicarnos su voluntad, desde los sueños (se dice del secreto hermético que suelo ser revelado por un sueño), sus mensajeros más frecuentes y amistosos, hasta los encuentros y circunstancias exteriores menos esperados, ya que, incluso la realidad toma también a veces el aspecto de un sueño. No en vano decía Shakespeare "estamos hecho del mismo tejido que los sueños".
La Alquimia hace brillar para nosotros la estrella de los Magos; cumple la promesa transmitida hace más de dos mil años por boca de un viejo auror sagrado que dijo: "su sabiduría protege a aquellos que la aman, se los aparece, risueña, por todos los caminos" (Sabiduría VI, 13. Aurora consurgens). Para acogerla, el buscador no tiene más que mantener los ojos bien abiertos y el corazón disponible. Pero recuerda que la miel segregada por la piedra tiene un sabor agridulce. Así, si aceptas la invitación al castillo de las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz en la entrada la siguiente transcripción Congratulator et Condoleo, "felicitaciones y pésame".


miércoles, 21 de diciembre de 2011

Hilar Los Sueños ...


Una propuesta de trabajo con sueños desde una perspectiva junguiana.
Nancy Sarquis
La oscura noche se nos presenta con imágenes misteriosas y absurdas que se entretienen con nosotros mientras plácidamente nos entregamos a un descanso reparador. Los sueños nos llevan a un lugar donde todo es posible, lo que nos llena de cierta fascinación y muchas veces exacerba nuestros temores y angustias; ellos nos dejan la sensación de que hay algo más allá por encima de la razón y de la percepción consciente del mundo concreto. A veces creemos aprehender el sueño y entender su mensaje, lo hacemos nuestro, pero luego se nos escapa y se diluye en el caos para reaparecer de nuevo disfrazado con un ropaje diferente pero girando sobre el mismo tema, a esto lo llamamos sueños recurrentes.
Existen muchas maneras de aproximarse a los sueños: Muchos de nosotros pensamos que se trata de jugadas inconscientes que conectan nuestra locura, imágenes incomprensibles que quisiéramos descifrar para darle sentido a los contenidos que se manifiestan. Otros, tratamos de abordar su significado en relación a nuestros anhelos y deseos, pretendiendo que un hada madrina nos premie con su varita mágica haciendo realidad nuestras ilusiones. También les otorgamos poderes oraculares y premonitorios pretendiendo sintonizarnos con una sabiduría que nos relaciona con otras realidades, y… ¡cuantas veces creemos que tenemos descifrado el misterio y surgen otras interrogantes! Se trata entonces, de hilar estas realidades para una mejor comprensión de nuestro camino, para entrar en el misterio y tratar de deshilvanar los hilos que han marcando nuestra historia.
Los sueños son en sí mismos una fuente inagotable de creatividad, y la historia carga con una serie de inventos cuyas ideas surgieron a partir de un sueño, así mismo, obras musicales, literarias y plásticas han nacido después de un sueño. Stevenson, creador de la novela Dr. Jeckyl y Mr. Hyde, señalaba que su trabajo creativo emergía de los pequeños habitantes de sus sueños.
Algunas culturas primitivas le prestaban gran atención a los sueños e incluso hablaban de grandes y pequeños sueños, los primeros eran trabajados para descifrar los mensajes que nos conectaban con lo divino, los segundos estaban relacionados con los restos diurnos y al interpretarlos aportaban soluciones a los conflictos cotidianos. En psicología junguiana esto tiene relación con los sueños arquetipales y los sueños personales.
Hace unos años conocimos los “atrapasueños” como una artesanía mágica que conseguíamos en los mercados y muchos de nosotros lo incorporábamos a nuestros hogares dándole una connotación protectora a nuestra vida. La historia de los atrapasueños viene de la tribu de los Lakota y es interesante conocerla para su análisis.
“Hace mucho tiempo cuando el mundo era joven, un anciano chamán de los Lakota tuvo una visión mientras se encontraba en la cima de una gran montaña. En su visión, Iktomi, el Gran bromista y Maestro del Conocimiento, se le apareció bajo la forma de una araña y le hablo en la lengua sagrada. Mientras le hablaba, la araña cogió del sauce más viejo un aro que tenía plumas, pelo de caballo, cuentas y ofrendas y empezó a tejer una telaraña en su interior.
Iktomi le habló de los ciclos de la vida, de cómo iniciamos la vida como bebés, caminamos a través de la infancia hasta ser adultos y, después, ancianos momento en el que de nuevo debemos ser tratados como bebés, completando el círculo. “pero en cada etapa de la vida” continuó diciendo Iktomi mientras tejía la telaraña, “existen muchas fuerzas” algunas buenas y otra malas” Si escuchas las buenas, te guiarán hacia la dirección correcta, pero si escuchas las fuerzas malignas te guiarán hacia la dirección equivocada. De esta manera las fuerzas pueden ayudar o interferir en la armonía de la naturaleza. Mientras la araña hablaba continuaba tejiendo la red hacia el centro del aro.
Cuando Iktomi terminó de hablar, entregó al anciano chamán de los Lokota la telaraña que había tejido y le dijo: Esta red es un círculo perfecto con un agujero en su centro. Empléala para ayudar a tu pueblo a conseguir sus metas haciendo buen uso de sus ideas, sueños y visiones. Si tienes confianza en el Gran Espíritu, la red atrapará las buenas ideas mientras que las negativas se colarán por el agujero.
El anciano chamán comunicó la visión a su pueblo y aún hoy, muchas tribus indias cuelgan un atrapasueños sobre su cama para que proteja sus sueños y visiones.
Es interesante señalar que el primer encuentro se realiza con el hombre sabio y primitivo: el chamán, representado en forma de araña Esta imagen parece hablarnos de la necesidad de tejer nuestra propia historia donde cada etapa implica un reto que debe ser asumido para el crecimiento individual, allí nos encontraremos fuerzas con categorías opuestas, las benignas y las malignas y pareciera que la connotación simbólica a esta categorización tiene que ver con el sentido de asumir el camino de la vida. Si bien es cierto que Bien y Mal son conceptos relativos, pienso que esto dependerá de las escogencias que favorezcan o dificulten el proceso de individuación, concepto junguiano que tiene que ver con, deslastrar al Si Mismo de los falsos atuendos de la “persona máscara” para realizar un proceso de integración de nuestra esencia; esto implica reconocer los aspectos unilaterales de nuestra psique a fin de conseguir el equilibrio necesario que nos permita   ampliar nuestros horizontes y nos abra caminos que permitan descubrir una orientación más cónsona con nosotros mismos. Por tanto, la dirección correcta o equivocada tendría que ver con la escogencia de caminos adecuados para el desarrollo de la personalidad individual. La meta: conseguir la unicidad sin fusionarse con lo colectivo.
Cuando se trabaja con sueños, buscamos la integración de los contenidos inconscientes para sanar la escisión psíquica entre lo reprimido y la consciencia. Sabemos también de la existencia del inconsciente arquetípico cuyos contenidos nos brindan las fuerzas creadoras y curativas que dan sentido a nuestra vida. Jung dedujo que hay un proceso subyacente que de manera continua genera sueños y fantasías, de los cuales solo una pequeña proporción llega a la consciencia cognitiva; de allí que el inconsciente contenga algo más que material reprimido. El inconsciente colectivo produce material sin cesar, por tanto es una fuente de creatividad permanente y si logramos conectarnos con sus contenidos podemos desarrollar mejor nuestras potencialidades.
El inconsciente nos habla a través de los sueños y nos trasmite contenidos de manera gradual y perfectamente selectiva. El proceso de tejido del sueño se realiza a través de: a) las asociaciones que hace el individuo sobre sus propios sueños, b)las amplificaciones arquetípicas de los mismos, c) la imaginación activa que permite conectarnos creativamente y descubrir el significado del sueño invitándonos a inventar nuestra propia realidad.
El lenguaje de los sueños puede presentarse como una la metáfora, ejemplos de ello serían: cruzar un puente, en un momento que quizás se está viviendo un período de transición. Los sueños de vuelo pueden hablarnos de una psique muy púber que es necesario aterrizar o por el contrario, por compensación, pudiera tratarse de una psique muy concreta y el sueño la está invitando a volar y a pedir su liberación.
Si tomamos el principio de María Profetisa de los alquimistas, que nos dice “lo que es adentro también es afuera y lo que es arriba también esta abajo” nos damos cuenta que cualquier situación significativa que hayamos experimentado “en el afuera” también pudiera leerse como un sueño. Muchas veces soñamos despiertos tratando de llenar los vacíos de una vida plana que quizás de alguna manera nos está invitando a correr ciertos riesgos.
Recuerdo el caso de una paciente que había tenido choques recurrentes y por ultimo tuvo una fractura de la pierna a consecuencia de una caída, se me ocurrió preguntarle que si ella leyera eso como un sueño ¿que le estaría diciendo el mismo? tras varias asociaciones con su vida cotidiana descubrió que el sueño la estaba mandando a parar, a reflexionar, ella tenía dificultades para poner límites y asumía cargas que no le correspondían. Tomar consciencia de ello la ayudó a redimensionar su vida
Tenemos muchas maneras de hilar los sueños. Podemos hacerlo a través de una secuencia de sueños y buscar la relación que tienen unos con otros. En una ocasión tuve una paciente con cáncer que vivía en “persona” es decir siempre buscaba complacer a todo el mundo y mostrarse como la mujer que vivía para atender a las expectativas de su entorno, empezó a tener sueños recurrentes con perros con los cuales ella luchaba, vencía, la perseguían, y después de analizarlos individualmente lo tomamos como una serie de sueños y concluimos que ella no estaba conectada con sus instintos agresivos, que tenía que incorporarlos y luchar por defender su espacio psíquico y poner límites a lo invasivo tanto de ella misma como de los demás..
Como la araña con su tejido nosotros podemos vivenciar los sueños conectando diversas realidades y contenidos, los sueños son una especie de drama que se desarrollan en el propio escenario individual y que poseen argumentos donde participan diversos personajes y objetos que representan diferentes aspectos de nuestra psique
El primer hilo que tomamos tiene que ver con el inicio del sueño, muchas veces le pido a mis analizados que se imaginen el sueño como un cuento y les pregunto que título le pondrían, eso me da un indicio de la trama central del sueño. Por otra parte, cada personaje es otro hilo que tenemos que conectar para la mayor comprensión del tema, les pido entonces, que me describan a cada uno de ellos y les invito a entablar diálogos y preguntas para develar que hacen estas personas u objetos en sus sueños. En otras ocasiones se realizan dramatizaciones; todo esto nos permite comprender mejor la imagen y mensaje central del sueño. Posteriormente cuando empezamos a tejer el argumento, nos adentramos en las peripecias, relacionamos esto tanto con la vida personal como con las imágenes arquetípicas. Se leen mitos, poesías, cuentos de hadas para amplificar los símbolos, Vemos como en la peripecia del sueño se producen situaciones inesperadas en donde sucede algo decisivo o tiene lugar un cambio rotundo sea para bien o para mal. Ya hay indicios hacia donde nos quiere conducir el inconsciente.
La última etapa es llamada la lysis del sueño e implica un mensaje para la psique, donde se invita al soñante a una reflexión sobre diversos aspectos de la situación. Para Jung los sueños eran finalistas, es decir, siempre existía un para qué. Este es un enfoque prospectivo. ¿Que hay que modificar de nosotros mismos? ¿Para qué se presenta este sueño en este momento?¿ Qué quiere de mi este sueño? Respondiendo estas y otras preguntas podemos acercarnos mejor al mensaje que nos quiere trasmitir la psique
Sin embargo, esto no se da siempre de esta manera, a veces tenemos sueños de una sola imagen, a veces la persona solo recuerda “flashes” y con eso se trabaja haciendo las amplificaciones necesarias.
Citaré un sueño de un paciente que fue trabajado con imaginación activa:
“Voy caminando por una calle, a lo lejos diviso una mujer joven, morena, recatada, la veo caminando apurada, contacto su mirada y ella también me vé, apuro el paso hacia donde ella se dirige pero por más que camino rápido ella siempre me saca ventaja, la pierdo de vista mientras unos carros me interceptan, la vuelvo a encontrar una cuadra más allá, hay un promontorio de tierra, no la logro alcanzar, luego veo un paisaje de gran verdor, hojas verdes que tapizan el camino, me agacho para tocarlas y siento la temperatura de rocío”
En sus asociaciones lo primero que emerge es una situación vivida recientemente con una mujer a quien idealiza. En su historia personal existe una conexión negativa con lo femenino tanto en su familia de origen como en su casa, lo femenino detenta el poder. Se analiza su complejo materno y su conexión con el ánima. Le invito a escribir sobre lo que le produce el sueño y surge el siguiente poema:
Ir tras de ti 
aunque apresures tu paso 
te busco y te siento 
detrás de la colina 
donde abundan los crótalos 
como siempre te me escapas 
te sales con las tuyas 
esfumándote 
te incorporé en mi sueño 
para transformarte 
en crótalo y te tocaré húmeda y espléndida. 
Por cada rastro tuyo 
encuentro tesoros y abono.
La riqueza creativa del trabajo con las imágenes del inconsciente es infinita, en este caso surge este poema, pero también se puede utilizar el cuerpo, la danza, el dibujo, el modelado etc. . Luego utilizando la técnica de amplificación le narro la historia de Apolo y Dafne y leo el mito con el objetivo de que buscar los mensajes que éste trasmite, en este momento hice una amplificación arquetípica la cual fue trabajada en detalle
Los sueños que tienen un contenido arquetípico casi siempre también tienen contenidos personales, los sueños arquetípicos parecen surgir de un nivel diferente del inconsciente y aunque no se entienda dicho sueño enriquecen la experiencia del individuo, usualmente las imágenes arquetípicas impactan de tal manera que producen emociones intensas, estas afloran para ser hiladas y buscar sentido a las mismas pero, muchas veces, sólo nos quedamos con la imagen y la emoción que esta nos produce esperando que un día se devele para poder entender lo que quiso trasmitirnos….

Bibliografía:

Hillman, J 2004. Los sueños y el inframundo. Paidos. Buenos Aires. 
Jung CG, 2006. La práctica de la Psicoterapia. CW. Vol 16. Edit Trotta. 
Jung CG, 2004. La dinámica de lo inconsciente. CW. Vol 8. Edit Trotta. 
Mattoon, Mary A. El Análisis junguiano de los sueños” Edit. Paidos.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Aurora Consurgens o El nacimiento de la Aurora Una lectura junguiana




Aurora Consurgens o El nacimiento de la Aurora
por Bernardo Nante
Artículo publicado en la revista “El Hilo de Ariadna” Nº 2, Bs. As, 2007.

La aurora despierta todas las cosas, anuncia un himno védico. El nacimiento de la aurora es una imagen universal para referirse al surgimiento sutil, vacilante y matizado de la luz oculta en la densa oscuridad de la noche. No se trata de una mera imagen literaria sino de un símbolo, es decir, de la epifanía de un misterio. Por ello, esa oscuridad y esa luz naciente acompaña el despertar del alma. Para decirlo en otras palabras: con esta imagen no se pretende ilustrar literariamente un fenómeno espiritual, sino limpiar la mirada para ver, en y a través de esa imagen el misterio de ese despertar.
Según un relato jasídico más o menos reciente, un discípulo pregunta a su Maestro porqué Dios ya no le habla al hombre. El Maestro responde “Porque nadie quiere humillarse tanto”. Humillarse no significa golpearse el pecho reconociéndose un vil pecador, sino acallar al yo, generar un silencio tan profundo, tan intenso, como para empezar a ver. ¿Y qué empezamos a ver? Nuestro abismo que es el Abismo del mundo, nuestra luz que es la Luz del mundo. Pero el hombre contemporáneo es vocinglero y ha decidido condenarse a vivir en una “tierra baldía”. Cree saber que no puede saber y cierra sus ojos aunque la ventana pueda abrirse.
La lectura del texto del Aurora Consurgens que aquí presentamos parcialmente requiere un poco de ese silencio interior pero también exige de cierta apoyatura erudita, pues nos separa de él no sólo una actitud espiritual sino también un universo cultural. Lamentablemente el espacio sólo nos permite presentar algunos extractos y exige reducir los paralelismos bíblicos y alquímicos del texto al máximo. Intentamos facilitar la lectura con algunas referencias muy generales a la alquimia. Si hemos elegido apoyarnos en una aproximación junguiana, es porque hoy es el mejor recurso que tenemos para lograr que un texto medieval esotérico, tan lejano, pueda susurrarnos al oído.[i]

 

Qué es la alquimia


El término alchemia, de etimología discutida, aparece en Occidente hacia el siglo xii pero recoge una tradición más antigua surgida en el Egipto helenístico bajo la denominación de "arte" (tékhne) o identificada por su fin, la transmutación, a saber, un cambio radical, benéfico e integral.Como tal, es un saber que, con variantes y de modo paralelo, se desarrolla en China, India y la Antigüedad tardía, aunque siempre íntimamente asociado con tradiciones esotéricas y místicas, tal es el caso del taoísmo en China, el yoga en la India, la gnosis en el Egipto helenístico, el hermetismo en el islam y el Occidente medieval y renacentista, época en la cual converge con la cristianización de la cábala. Es evidente que el término “alquimia” fue utilizado ambiguamente y también se aplicó a una serie de prácticas y de textos “protoquímicos”, es decir, interesados en el estudio científico y en el dominio técnico de la naturaleza material. La búsqueda del alquimista (o del alquimista que aquí interesa) es espiritual, no material, y supone una tradición iniciática, a saber, una transmisión transhistórica de Maestro a discípulo. Por ello mismo, la sabiduría alquímica excede al lenguaje discursivo y sólo puede ser transmitido “místicamente”. El Rosarium Philosophorum sostiene: “...esas cuestiones deben ser transmitidas místicamente, lo mismo que la poesía  que emplea fábulas y parábolas.” Sin duda, el secreto y la oscuridad del lenguaje intentan proteger al alquimista de persecuciones y al curioso de riesgos innecesarios, pero la enseñanza que se transmite oscuramente (obscurum per obscurius) tiene como principal propósito invitar a que el alma se sumerja en el abismo de una realidad que excede la tenue luz de la razón. Tal idea la resumen las palabras del emblema consignado en la obra Azoth de Basilio Valentín: visita interiora terrae rectificando invenies occultum lapidem (“Explora el interior de la tierra. Rectificando descubrirás la piedra oculta”) que constituyen el acróstico “vitriol” citado en numerosos textos de alquimia. Sin duda, una de las imágenes más usuales de la transmutación es la transformación de los metales ordinarios en oro, aunque la tradición siempre aclara que su oro no es vulgar (aurum non vulgi). Por otra parte, en sus orígenes convergen antiguas creencias y prácticas mineras y metalúrgicas, así como misterios referidos a la muerte y resurrección, tal es el caso de la osirificación y su relación con el proceso de embalsamamiento en el antiguo Egipto. El alquimista salva y perfecciona la Naturaleza y así él se perfecciona y salva. Se ha discutido largamente respecto del lugar del laboratorio en la alquimia espiritual; mientras que en China se distingue claramente (en sus propios términos) entre alquimia exterior y alquimia interior, esto no es tan evidente en Occidente. Por cierto, si el proceso es sólo material, ya no se trata de alquimia espiritual, si bien algunos autores - como es el caso del propio Jung - suponen que muchos alquimistas no eran del todo conscientes de que el laboratorio era una proyección de sus procesos interiores. Por otra parte, no hay duda de que hubo alquimistas que prescindieron del laboratorio; tal es el caso del autor del Aurora que describe alquímicamente un proceso interior. Con el surgimiento de la química científica en el siglo xviii, fue dejándose –en parte- el laboratorio, pero ello no acompañó una espiritualización de la alquimia, sino su ocaso, más relacionado con el proceso de desacralización de Occidente. Resulta imposible resumir a la alquimia sin desvirtuarla, fundamentalmente porque muestra numerosas variantes de texto en texto. Me limito, sin embargo, a señalar que en el punto de partida, la materia prima, se halla contenida la meta, la piedra filosofal, y que las etapas, aunque varían de autor en autor se desarrollan en un curso espiralado y suelen ajustarse a cuatro fases denominadas melanosis o nigredo (ennegrecimiento), leucosis o albedo (emblanquecimiento), xantosis o citrinitas (amarilleamiento) y rubedo o iosis (enrojecimiento).

Jung y la alquimia


La alquimia constituye la orientación hermeneútica fundamental de la obra junguiana a partir de la década del treinta[ii]. La literatura crítica contemporánea ha abordado y evaluado de modo bien diverso a la alquimia[iii] ya sea desde la historia de la ciencia, ya desde los estudios de la religión o bien desde la aproximación tradicionalista que pretende ser vocera del mismo saber alquímico o de sus fuentes metafísicas[iv]. La aproximación psicológica de Jung a la alquimia, puede concebirse como una cuarta modalidad que se vale de un método fenomenológico -hermeneútico sui generis, aunque afin a un abordaje fenomenológico de la religión[v]. Para Jung el alquimista - desde el punto de vista del proceso psíquico- es un hombre que busca el misterio divino, el misterio de lo inconsciente proyectado en la materia y, en este sentido, es un alquimista quien tiende hacia una realización individual, directa, de una experiencia de lo inconsciente.
El lugar y el alcance de la alquimia en la obra de Jung es una cuestión mayor que no puede resolverse en este breve espacio. Sin embargo, con el propósito de encuadrar el presente trabajo, pueden enunciarse los siguientes motivos:
1) La alquimia posee un carácter compensatorio y orientador para la historia espiritual de Occidente: la materia, el mal y lo femenino, se integran en un proceso espiritual, pues como una suerte de sueño de Occidente, algunas de sus connotaciones excluidas o sesgadas en la espiritualidad ortodoxa y vigente se presentan bajo el modo de formas simbólicas que aspiran a ser integradas en un modelo más completo de totalidad psíquica.
2) La alquimia describe procesos psíquicos y aunque los encuadre dentro de categorías determinadas, en buena medida respeta el carácter individual de los mismos. Ello es altamente relevante para el psicólogo pero asimismo constituye un aporte al pensamiento antropológico de Occidente en razón de la valorización no individualista del individuo.
3) Quizás por tratarse de procesos individuales o procesos arquetípicos que se dan en individuos, los símbolos que presentan las obras de los alquimistas no manifiestan el orden que necesariamente aparece en otras tradiciones espirituales, en donde las obras expresan la decantación colectiva. Esto sirvió a Jung para arrojar luz sobre la propia casuística clínica[vi]. Con diversas modalidades los procesos alquímicos ponen de manifiesto procesos imaginativos que dan cuenta del curso de la energía psíquica que tiende a su totalización. 

Aurora Consurgens. Introducción

Aurora Consurgens[vii] es un texto peculiar dentro de la de por sí heterogénea literatura alquímica. Escrito con toda probabilidad en el siglo xiii (por lo pronto en ningún caso puede ser anterior al 1230 ni posterior a mediados del siglo xv), ha sido atribuido a Santo Tomás de Aquino. Prescindiremos de esta cuestión propuesta con seriedad por primera vez por Marie Louise von Franz -y cuya discusión ha sido renovada recientemente- por no ser relevante para nuestros propósitos actuales. 
La misma obra justifica su título en el capítulo 4; sin duda, el simbolismo alquímico de los colores contenidos en la aurora (entre el negro y el blanco de la luz plena se encuentran el rojo y el amarillo, más sutiles) preanuncia un proceso imaginativo, que da cuenta de todos sus tornasoles, pero que contiene la luz máxima oculta en la oscuridad : “La noche indica la ciencia a la noche, el día profiere la palabra al día y la noche se iluminará como el día en sus delicias”.[viii]
El Aurora Consurgens es uno de los primeros tratados alquimistas medievales con las siguientes características:
1) La obra alquímica se presenta explícitamente como una obra interior, como una experiencia interior.
2) La Sapientia Dei es el secreto buscado en la materia por el adepto [ix] .Jung señalaba que la tendencia de los alquimistas consistía no solamente en “...ver el misterio de transformación psíquica en la materia, sino de utilizarla como regla teórica para realizar las transformaciones químicas.” [x] Por ello la Sabiduría aparece guiando los pasos del alquimista (‘ducet gressus tuos’ = guiará tus pasos). Pero ella es la que salva y la que debe ser salvada de su indigencia en la oscuridad, razón por la cual deben darse cuenta de las imaginaciones “oscuras”.
3) El tratado está compuesto casi en su totalidad por citas bíblicas a las cuales se les atribuye un sentido alquímico a partir de sentencias extraídas de textos alquímicos clásicos que se entremezclan sin solución de continuidad.[xi]
El texto es un flujo ininterrumpido de citas bíblicas y alquímicas y, sin duda, su interpretación requiere una permanente referencia a los mismos. De hecho, desde el punto de vista junguiano, la amplificación se realiza a partir de esas referencias. En la presente exposición limitaremos tales referencias a un mínimo, pues nuestro actual propósito es más general y más modesto. El Aurora pretende ser un comentario al Cantar de los Cantares, pero esto recién se lleva a cabo en el último capítulo. Téngase en cuenta que, más allá de cuál es el sentido que el autor le otorga a la alquimia, se trata de una experiencia religiosa que, de modo vacilante, se expresa emocionalmente y se elabora conceptualmente.
Consignamos algunos pasajes del texto, traducido por nosotros, basándonos en la edición crítica de Marie Louise von Franz.[xii] También nos apoyamos en buena medida en su interpretación junguiana.

Aurora Consurgens . Texto (extractos) y comentario


El texto comienza:

“Me llegaron todos los bienes con ella, sabiduría del Mediodía que predica afuera, en las calles hace oir su voz, clama por encima de las multitudes, publica sus palabras a la entrada de las puertas de la ciudad, diciendo : Aproximáos a mí y sed iluminados y vuestras operaciones no se tornarán confusas; todos vosotros que me deseáis, sed colmados de mis riquezas. Venid pues, hijos, escuchadme, os enseñaré la ciencia de Dios. Aquel que es sabio que entienda, la sabiduría por la cual dice Alphidius que los hombres y los niños pasan a su lado por los caminos y por las calles y es pisoteada por los pies todos los días por las bestias de carga y el ganado en el estercolero...” I, ab initio.

La Sabiduría, Sophía, Sapientia Dei o Scientia Dei irrumpe personificada manifestándose por medio de numerosas amplificaciones bíblicas. El lector podrá advertir las paráfrasis de Proverbios, Libro de la Sabiduría, Eclesiástico, etc. en donde aparece esta personificación de la Sabiduría de Dios. Por cierto, como ocurre con los textos alquímicos, en cierta medida la situación de esta Sabiduría se asemeja más a la Sophía gnóstica que salva cuando es salvada. Hundida en la materia, el alquimista recibe su pedido de auxilio y al acudir a su llamado cumple con su propia vocación salvífica. Es claro, entonces, que no se trata de una personificación del alma individual, y menos aún, de un contenido asimilable, por ejemplo, a un complejo. Ella da impulso a todo ser y a todo conocimiento, bajo formas de una diversidad infinita y es capaz de una acción ilimitada en tanto inextinguible principio dador de fuerza: 

“Ella es el árbol de vida para aquellos que la aprehenden y una luz indefectible (lumen indeficiens), y aquellos que la poseerán serán bienaventurados. Pues la ciencia de Dios no perecerá jamás, como lo afirma Alphidius”. I, 25-26.

Ella es, en principio, el sujeto mismo de la imaginación, la fuerza arquetípica que se expresa ilimitadamente y que, en primer lugar, ordena y vivifica los contenidos caóticos de la imaginación pasiva. Pero este proceso no es pasivo desde el punto de vista del yo:

“Piensa en ella en todos tus caminos y ella misma guiará tus pasos”. I, 36-37

Por otra parte, ella es invisible a los ojos profanos; más aún, es vista por esos ojos como lo más vil:

“...los hombres y los niños pasan a su lado por los caminos y por las calles y es pisoteada por los pies todos los días por las bestias de carga y el ganado en el estercolero...” I, 11-12.

Por ello, sólo la gnosis que ella misma procura permite conocerla y, siendo de aspecto vil es lo más precioso que se tiene: “Ella es el árbol de vida. para aquellos que la aprehenden y una luz indefectible , y aquellos que la poseerán serán bienventurados.” I, 25-26. Se trata, sin duda, del autodespliegue del árbol filosófico, de la prima materia que se basta a sí misma, del proceso de individuación comprendido como gnosis [xiii] ; en definitiva, del flujo que surge del lumen naturae hacia el adepto como ‘iluminación divina’.
Un examen profundo muestra que los contenidos de lo inconsciente no están, en realidad, sumergidos en una total obscuridad sino de modo relativo; y ello no sólo porque inevitablemente requieren de una consciencia que los capte y que los recuerde sino porque (a diferencia de Freud) a través de ellos se revela una unidad desplegada en una multiplicidad plástica que tiende a un fin del cual sabe. “Se ve cuán relativo es el estado inconsciente - afirmó Jung- ,tan relativo,en efecto,que uno se siente tentado a hacer uso de un concepto como el de `subconsciente' para definir la parte más oscura de la psique.Pero la conciencia es igualmente relativa,pues abarca no solamente la conciencia como tal,sino todo un rango de intensidades de conciencia.Entre el `yo hago esto' y `yo soy conciente de hacer esto' hay un mundo de diferencia,que a veces alcanza la franca contradicción. Consecuentemente,hay una conciencia en la cual el inconsciente predomina,así como una conciencia en la cual predomina la autoconciencia.Esta paradoja se torna inmediatamente inteligible cuando advertimos que no hay contenido consciente que con absoluta certeza pueda ser considerado totalmente consciente,pues esto exigiría una inimaginable conciencia de la totalidad,que asimismo presupondría una equivalente totalidad y perfección de la mente humana. Así llegamos a la paradójica conclusión según la cual no hay contenido consciente que no sea en otro sentido inconsciente”. [xiv]
El mismo simbolismo onírico y visionario de nuestro texto lo refleja por medio de visiones de un cielo estrellado, un mar de luz, una multitud de ojos brillantes sobre un fondo obscuro. En el simbolismo alquímico aparece como las scintillae, oculi piscium o, en Paracelso y Dorn, el "cielo estrellado interior".[xv]
Ahora bien, este proceso es extrapsíquico o, si se quiere, "transpsíquico". Pero ello no solamente porque acontezca como un proceso espiritual entendido como una esfera interior, ajena al mundo, sino como un proceso eficaz, capaz de transformar la materia:

“Como lo dice Senior: ella es comprendida por quien es sabio, sutil e ingeniosa en sus juicios, cuando su espíritu ha sido esclarecido por el Liber Aggregationis. Entonces todo espíritu que fluye (fluens = que liquifica)  sigue su deseo: feliz aquel que reflexiona en mis palabras”. I, 37-41.

Aunque, como señala von Franz, la utilización del término "deseo" (concupiscentiam suam) pueda derivar de una lectura errónea que su fuente, el libro de Alberto el Grande, hace del texto de Senior[xvi]; trátase de seguir la inclinación natural de la energía psíquica, que aquí se muestra de modo fascinante, pues establece una relación significativa y potente, es decir, en términos junguianos "sincronística" entre las esferas subjetiva y objetiva.
Y este primer capítulo cierra con una confirmación de la circularidad del proceso, como ya se indicó antes:

 “Pues pensar en ella es un sentido muy natural y muy sutil que la conduce a la culminación...” I, 43-44.

Pero previamente nos ha sugerido que el proceso es circular porque hay una identidad (o al menos identificación) de base que se simboliza con una referencia incestuosa:

“Di a la sabiduría: Tu eres mi hermana, y llama a la prudencia, tu amiga”. I, 42-43.

Todo lo anterior se encuentra en un breve texto de apenas 48 líneas que forma parte del primer capítulo. Los primeros cinco brevísimos capítulos aclaran el sentido del texto pero a la vez muestran las variantes propias de una obra que está expresando un proceso alquímico. Así, en el segundo capítulo, de sólo 22 líneas, titulado “Acerca de qué es la sabiduría”, el autor se identifica con el sabio que revela los misterios simbólicos al elegido:

“Qué es la ciencia y cómo ha sido creada, yo lo anunciaré y no os lo ocultaré”. II, 7-8.

Ahora bien, el texto anuncia su propio procedimiento alquímico, que se apoya más en textos que en materias naturales, si bien unas suponen las otras. El procedimiento alquímico requiere el examen de las letras de la naturaleza y asimismo la indagación de los textos de los sabios antiguos, penetrándose así en los arcanos de las parábolas. Puede verse insinuado aquí su propio procedimiento que consiste en la elucidación de los símbolos de la tradición tal como aparecen espontáneramente en el alma del alquimista y que merced al ejercicio de la imaginación creadora, meditatio o imaginatio, encuentran su orden y su sentido. Queda claro así el carácter salvífico de esta obra; ella procura la verdadera curación, que hace huir todos los males, junto con o debido a un saber inconmutable, una gnosis:

“Y Senior dijo también: pues es una piedra tal que el hombre que la conoce la coloca sobre sus ojos, mientras que aquel que no la conoce la arroja al estiércol, es un remedio que pone en fuga la indigencia, y después de Dios el hombre no posee ninguna mejor”. II, 20-22 (in fine).

El discernimiento es la medicina; ‘aquel que la conoce la pone sobre los ojos’, alude sin duda al collyrium philosophorum, uno de los múltiples sinónimos del agua divina. Gracias a ella pueden contemplarse los misterios de los filósofos pero ella es el phármakon athanasías, la medicina de la inmortalidad. Trátase de la atención que se presta a los contenidos internos, a lo inconsciente, que hace surgir el discernimiento, un flujo de contenidos creadores y un sentimiento de estar en contacto con un sentido eterno suprapersonal. Podemos recordar a Khunrath: “Estudia, por lo tanto, medita, transpira, cuece, ...entonces se abrirá para ti un flujo salutífero del corazón del Hijo del Gran Universo”.[xvii] Sin duda es un proceso que consiste o que incluye un flujo de imágenes que no sólo develan sino que también transforman en la medida en que el sujeto mantenga una actitud vigilante adecuada. Así, bajo la apariencia desordenada, desbordante de imágenes, el Aurora presenta una sucesión de figuras que conducen al hombre desde su situación inicial de desorden y sinsentido a la Sabiduría de Dios.
Nos referiremos brevemente a los capítulos siguientes. El capítulo tercero, “Acerca de los ignorantes y negadores de esta ciencia” alude al conocido pasaje de Mateo 7,6 que exhorta a no arrojar perlas a los cerdos y demuestra desde el punto de vista psicológico un estado de inflación. Como señala von Franz, luego de la experiencia de la Sabiduría de Dios, es difícil que el sujeto no caiga en una cierta arrogancia, resultado de algún grado de identificación con lo divino. Por cierto, es deseable que la situación sea provisoria y, en todo caso, que esa arrogancia comience por ejercerse con uno mismo, como si fuera posible ver a distancia al propio yo.
De hecho, el capítulo cuarto, “Acerca del nombre y del título de este libro”, ya mencionado, da cuatro explicaciones para el título de la obra y ello sin duda, le proporciona un tono algo prosaico al texto. La estructura cuádruple, propia de la alquimia, parece querer darle un orden a esta experiencia algo caótica y, de hecho, las cuatro razones no son excluyentes. La primera alude con un juego de palabras al buen momento (aurea hora, lit. hora áurea) para alcanzar la meta. La segunda, a que la aurora está entre la noche y el día y, por ende, tiene dos colores: amarillo y rojo, en clara referencia a las cuatro etapas de la alquimia: nigredo (negrura) , albedo (blancura), citrinitas (amarillez), rubedo (rojez). Obsérvese que amarillo y rojo en términos alquímicos son posteriores a la albedo; pero ontológicamente constituyen el núcleo del proceso alquímico. La aurora, el paso hacia la luz, guarda en su sutil intimidad la meta última. La tercera razón alude a que los enfermos cuando amanecen suelen sentirse mejor. La cuarta, una paráfrasis de Salmos 138, 11-12: “...y la noche es mi luz en medio de mis delicias...y la noche será iluminada como el día ...”:

“...y la noche se iluminará como el día en sus delicias”. IV, 15 (in fine).

recuerda el Exultet de la víspera pascual del Misal romano, que celebra esa noche bienventurada, que tiene el honor de conocer el tiempo y la hora de la resurrección de Cristo de los infiernos.
El capítulo quinto, “La estimulación de los insensatos”, exhorta a comprender que los textos, bíblicos y alquímicos, que buscan la misma experiencia transformadora, fueron escritos por los sabios en clave simbólica:

“Comprended, insensatos, aprehended la parábola y la interpretación, las palabras de los sabios y sus enigmas. Pues los sabios se han servido de diversas maneras de hablar, tomando comparaciones de todas las cosas que existen sobre la tierra y han multiplicado, bajo el globo de la luna, las parábolas que conciernen a esta ciencia. Oyendo, el sabio se tornará más sabio y comprenderá: aprehendiendo esta sabiduría, la poseerá”.  V, 4-9.

Y a continuación, el texto sugiere una identificación entre la Sabiduría, que es Reina del Mediodía, y la Reina de Saba en clara alusión al misterio de la conjunción entre lo masculino y lo femenino, que será retomado en el último capítulo (capítulo doce y séptima parábola), a partir del simbolismo del Cantar de los Cantares:

“He aquí la Sabiduría, la Reina del Mediodía, venida, se dice, del Oriente, como la aurora naciente, para escuchar, comprender y ver la sabiduría de Salomón...”. V, 9—11.

A partir del sexto capítulo y hasta el último, el doce, el texto presenta siete parábolas que describen el mismo proceso desde diversos ángulos. Para comprender un poco más la “lógica” de los textos de alquimia, es conveniente tener en cuenta que el proceso es espiralado. Esto significa que se avanza, horadando una y otra vez la misma cuestión. Por ello, si bien hay una sucesión desde la nigredo a la albedo, de alguna manera siempre se recomienza.
La parábola, no es una mera "parabolé", discurso alegórico o lo es secundariamente; trátanse de verdaderos símbolos o, si se prefiere, de mitologemas que despliegan en un proceso circunvalante los símbolos que dan cuenta del recorrido de la imaginación creadora que intenta una integración del sujeto.
Nos limitaremos a realizar un brevísimo recorrido por las mismas.
En la Primera Parábola titulada “De la Tierra Negra en la cual radican los siete planetas” leemos:

 “Mirando de lejos vi una gran nube que ennegrecería toda la tierra. Ella había recubierto y agotado mi alma, pues las aguas entraron en ella...” VI, 1-2.

El texto alude a la aparición repentina de la sabiduría a partir de lo bajo y su llamada a la ayuda, al trabajo y esfuerzo humanos. Se produce una mayor diferenciación autor / Sabiduría y el texto muestra un paso de la segunda al primero, avizorándose asimismo el advenimiento de la nigredo. Es interesante observar que el sujeto primero es el autor y luego es la misma Sabiduría, lo cual es característico de un proceso de divinización. Pero el texto presenta un notable giro cuando, parafraseando a Hebreos 1,5 dice:

“…yo seré un padre y él será mi hijo...” VI, 23.

porque estas palabras del Padre a Cristo parecen destinadas a quien asume la obra alquímica, si bien aquí la imitación de Cristo –a diferencia del cristianismo eclesial- significa ser Cristo. Pero el proceso que libera a la Sabiduría de la oscuridad supone, como ya se dijo, un reiterado proceso de purificación. Los siete metales, asimilados a las siete estrellas del Apocalipsis y a los siete planetas deben ser purificados nueve veces.
En la Segunda Parábola titulada “Sobre el diluvio de las aguas y la muerte que la mujer ha introducido y expulsado” se torna evidente el carácter femenino de la nigredo pues allí se advierte que la sabiduría misma equivale a la mujer portadora de muerte. Se trata de una asimilación entre lo femenino más alto (ej Virgen María) y lo más bajo (Eva). Es, en definitiva, la misma la mujer que trae y que ahuyenta a la muerte. Esto equivale simbólicamente, a la Sophía Proúnikos, la Sabiduría Impetuosa y hasta Prostituta, perdida en lo más abyecto de la materia, para ser salvada y así salvar.
En la Tercera Parábola: “Sobre la puerta de bronce y el cerrojo de hierro del cautiverio de Babilonia”, se confirma lo anterior; la Sabiduría de Dios es la ‘humedad corruptora’ o la mujer portadora de muerte. Pero ella permanece atrapada en la materia y aún no se salva, pues no se advierte que está siendo “proyectada” sobre la misma. Es claro que la imaginación creadora pone en movimiento las imágenes viles; aquellas que en razón de su oscuridad ocultan la meta. Por ello mismo, aquí se registra el paso de lo psíquico a lo espiritual.
La Cuarta Parábola titulada “De la fe filosófica que reposa sobre el número tres”, se trata de un texto más convencional, aunque con intercalaciones poéticas. Hay un intento de volver a la conciencia, a un cristianismo convencional; de hecho hay alusiones a alguna versión del Credo. Predomina aquí la idea de la necesidad de una purificación, que en términos junguianos supone una confrontación espiritual con los contenidos de lo inconsciente.
En la Quinta Parábola titulada “De la casa de los tesoros que la sabiduría construyó sobre la piedra”, frente a la tensión propia del comienzo de la obra (de un gozo extático a una desesperación profunda) la influencia recíproca (eficazmente presente en un movimiento de imágenes) hallamos una tendencia a una conciliación. En definitiva, la añorada Sabiduría se devela como una verdadera imagen de Dios, pero el capítulo se mantiene en el plano de una mera intuición y falta el contacto vivo de la experiencia humana. El tono moral, sentencioso, alegórico así lo muestra. Sin embargo vale la pena destacar la imagen inicial:

“La Sabiduría construyó su casa y aquel que entre será salvado y hallará alimentos...” X,1.

Sin duda, la casa y la piedra aluden al fundamento sólido propio de quien alcanzó un grado de realización. Ello no significa que terminó el proceso, sino que se logró un núcleo inconmovible. Desde el punto de vista psicológico – espiritual, se trata de una capacidad para mantenerse firme (no rígido), más allá de las inevitables vicisitudes externas e internas. Pero esta casa está construida sobre catorce pilares, catorce cualidades o virtudes no meramente éticas, sino fundamentalmente espirituales si bien abarcan todas las dimensiones humanas. Se trata de potencias que deben ser desarrolladas para que la casa pueda sostenerse. Nos limitamos a mencionarlas: salud, humildad, santidad, fuerza (“virtus”), victoria, fe, esperanza, amor, bondad, paciencia, templanza, disciplina espiritual o inteligencia, obediencia. Esta última de algún modo supone las anteriores y significa la entrega a Dios, lo cual equivale, psicológicamente a una renuncia por parte del yo ante el sí - mismo.
En la Sexta Parábola titulada Del cielo y del mundo y del orden de los elementos”, el proceso alquímico imita la creación del mundo. Ello no debe extrañarnos pues la ‘psicología’ alquimista, como toda psicología tradicional es, a la vez, una ‘cosmología’. En el centro se halla la imagen de una ‘tierra’ que parece constituir un símbolo divino femenino. Se trata de una suerte de apocatástasis; el anima sapientia aparece sublimada y ‘se produce’ o se ‘devela’ el unus mundus.
La Séptima Parábola, “Conversación del bienamado y de la bienamada”, la más ligada al Cantar de los Cantares, se trata de su propia gloriosa conjunción. Pero las voces del esposo y la esposa se alternan y en algunos momentos se confunden, al punto de que por momentos resulta imposible diferenciarlos. Por otra parte, como es propio de un proceso alquímico, de algún modo el mismo  recomienza. La amada, negra y lúgubre, pide no ser repudiada y, a su vez, el mismo amado ruega a su amada la revelación, pide ser penetrado por su sabiduría para ser salvado.
Aquí la conjunción se realiza o, mejor, se sugiere; pero esa conjunción se despliega en una multiplicidad que recorre todos los pronombres. El yo y el tú se intercambian entre esposa y esposo, luego de que la Sabiduría fuera sucesivamente mencionada en tercera y en primera persona. La esposa, en respuesta al esposo expresa exaltada de amor sus múltiples identidades; mediadora de los elementos es todos los opuestos y su conciliación, por ello es también la obra y la dadora de muerte y vida:

“El y yo somos uno: ¿quién nos separará del amor?” XII, 76.

Pero de esa unión, de esos dos que son uno, surge el tercero que alude a la encarnación de lo divino en el hombre. El texto finaliza con estas inflamadas palabras del amado:

“...dejemos por todas partes signos de nuestro júbilo, pues él es parte nuestra y vivamos en la cópula de nuestro amor, con el gozo y la danza, diciendo: ‘Ved qué bueno y qué grato es para dos habitar en uno’. Levantemos pues tres tiendas para nosotros, la primera para ti, la segunda para mí, la tercera para nuestros hijos, pues difícilmente se rompe una triple cuerda. Quien tenga oídos para oir oiga lo que el espíritu de la doctrina dijo a los hijos de la disciplina sobre los desposorios del amado y de la amada. Pues él sembró su simiente para que madure para ellos un triple fruto, sobre el cual el autor de las Tres Palabras [Calid]  dice que son las tres palabras preciosas en las cuales se oculta toda la ciencia que debe ser dada a los píos, es decir, a los pobres desde el primer hombre hasta el último”. XII, 96-106.

Las palabras referidas a la cohabitación, tomadas de Salmos 133,1 deben ser leídas en clave alquímica como una referencia al misterio de la conjunción. Como señala von Franz, el ternario que une aparece a menudo como el Mercuris senex, anciano juvenil que está al principio y al final. El simbolismo de la cuerda, que en numerosas culturas alude a la unión con el más allá, refuerza el sugestivo tono liminar de este texto. El autor evoca las tres tiendas de la transfiguración de Cristo en el monte Tabor (Mateo 17,4) lo que permite asimilar el resultado del opus, la Piedra, a Cristo. Pero, siguiendo nuevamente a von Franz, debe pensarse también en Apocalipsis 21, 2-3, donde la “nueva Jerusalén” es descripta como el tabernáculo de Dios entre los hombres: “Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios.” Pero estos hijos (filii) son los mismos alquimistas, los hombres que realizan el proceso de individuación. Así, el Mercurio mediador se revela en los seres individuales, en ellos se encarna lo divino. Y la alusión a Calid, parece referirse a esa Ecclesia Spiritualis, constituida por la dichosa comunidad de píos y pobres que toman parte en el misterio de la conjunción.
A diferencia de lo que ocurre en otras obras místicas (particularmente cristianas ortodoxas), aquí el yo del autor no permanece diferenciado. Mientras que en otros pasajes parece identificarse con el esposo, aquí sólo aparece como unos de los "pobres" o los "hijos" de la pareja divina. De acuerdo con von Franz, tal estado equivale a una extinción parcial de la conciencia individual y a su disolución en el inconsciente colectivo. Esto podría muy bien ser un estado psíquico anormal, pero la acumulación de temas que, en otros contextos, son imágenes ligadas a la muerte, sugieren mejor un estado extático (o delirante) vivido en conspectu mortis.[xviii]         
Etienne Perrot, en su comentario al Aurora señala al respecto: "Si la vía mística pone el acento en el despojo, la desnudez y el abandono, el espíritu de la época - que, a través de tantas convulsiones, parece querer establecer en más de un punto el reino del hombre total y multiplicar las realizaciones -, condujo a Jung a subrrayar que el despojamiento es también una integración por parte del hombre de aquello que lo supera".[xix] Y esto lo ilustra con la realización del filius philosophorum del cual estamos grávidos, como nuestro hijo. Pero el dios que lo ilustra, el andrógino, no es satisfactorio al menos en la versión que este texto propone, a juzgar por el criterio aportado por von Franz.
Como ya anticipamos, el propio Jung destaca el carácter peculiarmente individual de la alquimia: “...una empresa individual a la que alguien se entrega completamente para alcanzar el fin trascendental de la producción de la unidad”. [xx] Pero, por otra parte, “...ningún individuo alcanzará jamás la riqueza y amplitud del simbolismo alquímico”. [xxi]
La conjunción se presenta como un proceso que involucra al individuo pero que lo excede. Ahora bien, en ese proceso: ¿qué lugar tiene el individuo, representado intrapsíquicamente por el 'yo'?  Para el alquimista medieval el episodio de la coniunctio de Sol y Luna se produce en la retorta y, de alguna manera el alquimista (su yo) interviene en la operatoria ( ex opere operantis, si bien por mediación de la gracia), pero él no interviene conscientemente. El extremo opuesto es el de Fausto que toma el lugar de Paris y se une a Helena o la Luna, su contraparte femenina: “El proceso objetivo de la unión se torna en la experiencia subjetiva del artifex: en vez de observar el drama, se tornó en uno de los actores”.[xxii] Se relata aquí del drama el hombre moderno y de los límites de las ciencias humanas que ponen en el centro la psique individual. El yo toma el lugar de la totalidad y el proceso imaginativo creador hasta aquí conquistado se pone a su servicio. La imaginación cederá inexorablemente en imaginación pasiva (mera subsidiaria de la senso - percepción o de la razón) dominada por un yo o, por el contrario, actuará de modo desbordante y consumirá todo discernimiento de acuerdo con lo ya previsto por los alquimistas, la fantasía que desencamina: "piedra angular de los locos".
Como todo texto de alquimia, el Aurora desafía la limitada capacidad interpretativa del hombre contemporáneo, poseído por una sagacidad que lo condena al escepticismo. Como todo texto de alquimia, el Aurora Consurgens pone en evidencia el fondo numinoso, fascinante y tremendo, sobre el cual se asienta el frágil y vano mundo que hemos construido. Y su secreto llama a la puerta de nuestro secreto.


[i] El presente trabajo se basa en parte en Nante, Bernardo, “La imaginación en la alquimia occidental: una lectura junguiana el Aurora Consurgens”, Epiméleia. Revista de Estudios sobre la Tradición. Buenos, Aires, Año XI, nrs. 21-22, 2002, págs. 169-185.
[ii] El lector puede consultar los principales estudios de Jung sobre alquimia en Die Gesammelten Werke von C.G.Jung. Herausgegeben von Marianne Niehus-Jung, Lena Hurwitz Eisner, Franz Riklin, Lilly Jung-Merker und Elisabeth Rüf. Düsseldorf: Walter, 1995, vols. 12, 13, 14. En castellano ya se editaron los vols. 12 (Psicología y alquimia) y 14 (Mysterium coniunctionis, partes I y II) en Obras Completas, Madrid, Trotta, 2005 y 2002, respectivamente. Los trabajos que contiene el vol 13 (Estudios sobre representaciones alquímicas) ya fueron publicados separadamente en español en versiones de valor desigual, pero próximamente Trotta publicará una nueva versión de ese volumen. Por cierto, también merecen destacarse “La psicología de la trasnferencia” vol 16, 12 y algunos trabajos del vol. 18. Lamentablemente, a la fecha la editorial Trotta no prevé la publicación del vol. 14/3 que consiste en la edición y comentario del Aurora Consurgens a cargo de M.L. von Franz y que Jung consideraba que debía incluirse como parte final de Mysterium coniunctionis.
[iii] No podemos siquiera detenernos en exponer un panorama general de la bibliografía alquímista fundamental. El lector de lengua española puede recurrir cómodamente a la bibliografía general que consigna Micea Eliade en su conocida obra Herreros y alquimistas, Madrid, 1974, págs. 174 - 177. 
[iv]           Cfr. García Bazán, F. & Nante, Bernardo “Introducción a la edición española” en C. G. Jung, Psicología y alquimia, Obras Completas, Madrid, Trotta, 2005, vol 12, págs. IX a XLIV.
[v] Antecede a Jung en más de una década Herbert Silberer, Probleme der Mystik und ihrer Symbolik, Wien & Leipzig, 1914 pero el abordaje de este autor es psicoanalítico y se basa fundamentalmente (aunque no exclusivamente) en obras muy tardías, alegorizantes y por ende artificiosas. Tal el caso de la obra anónima Figuren del Rosenkreuzer. Geheime aus dem 16-ten und 17-ten Jahrhundert , Altona, 1787. Para Jung este último tipo de texto alquímico constituye "un ejemplo alarmante de este tipo de alquimia" que al perder su fundamento empírico hacia el siglo XVIII degeneró en alegorías bombásticas e insanas especulaciones. Cfr.  C. G. Jung, Psicología y alquimia en Obras Completas, vol 12, # 332 y nota 1.
[vi]  Tal es el caso de la serie de sueños que analiza Jung en Psicología y alquimia. No debe olvidarse, sin embargo, que fue un texto de alquimia chino, El Secreto de la flor de oro, (cfr. Gesammelte Werke, vol 13,1 , passim) el que sacó a Jung de su aislamiento cuando se hallaba perdido en la literatura alquímica occidental y le dio la clave respecto del significado último de esta última. Así lo manifiesta Jung en sus memorias, Erinnerungen, Träume, Gedanken, Zürich und Stuttgart, 1962, pág. 208: " Erst durch den Text der 'Goldenen Blüte', der zur Chinesichen Alchemie gehört, und den ich 1928 von Richard Wilhelm erhalten hatte, ist mir das Wesen der Alchemie näher gekommen." La razón es que - a diferencia del "idiotismo" alquímico occidental - los procesos imaginativos aparecen en el texto chino ordenados según proceso, por así decirlo, "standarizado".
[vii] Aurora Consurgens en M. L. von Franz en C. G. Jung, Mysterium Coniunctionis en Gesammelte Werke,  vol 14 / III. Nos basamos en la edición crítica latina y traducción al alemán del texto completo consignado en ese volumen y bajo el cuidado de von Franz. En todos los casos la traducción del latín que consignamos es nuestra, si bien existe una traducción del texto del Aurora al castellano, sin comentarios: Tomás de Aquino, Aurora Consurgens, trad. Núria Garcia i Amat, Barcelona, Indigo,1997
[viii]            Así finaliza el Aurora , cap IV, 14-15, con una clara paráfrasis de los Salmos, 138, 11-12.
[ix]             Cfr. M. L. von Franz en C. G. Jung, Mysterium Coniunctionis, GW,  vol 14 / III # 105
[x]              C.G. Jung, Psicología y AlquimiaObras Completas, vol 12, # 406.
[xi]   Citas de Senior, Alphidius, Turba, De perfecto magisterio, Secreta secretorum del Pseudo Aristóteles y de Gregorio el Grande son transcriptas correctamente.La única excepción es una referencia general de un tal Alphonsus, un tratado mencionado como Liber quintae essentiae, así como algunas citas de Morienus y de Calid, pero dada la precisión con la cual son citados el resto de los textos, no es descartable que el autor tuviera a la vista otras lecciones. Cfr. M.L.von Franz, Op. cit.,  # 6 - 29, passim.
[xii]             Cfr. supra nota vi.
[xiii] Por ello la misma M. L. von  Franz, Op. cit., # 141 nota 38 recuerda la afirmación de Gilles Quispel , Gnosis als Weltreligion, Zürich, 1951, pág. 17 : “Gnosis es la proyección mítica de la experiencia de sí mismo.”
[xiv]             C. G. Jung, Gesammelte Werke, vol 8, # 385.
[xv]             Cfr. M. L. von Franz, Op. cit., # 80
[xvi]             M. L. von Franz, Op. cit,  # 94
[xvii]             Jung cita el texto de H. Khunrath, Von hylealischen Chaos, p. 274  en Psicología y Alquimia,  # 390. Von Franz retoma la cuestión en Op. cit, # 131.
[xviii]  Cfr. von Franz, M.L., Op. cit., # 588.
[xix]             Etienne Perrot, L ' Aurore Occidentale, Paris, 1982, pág. 186.
[xx]             C. G. Jung, Mysterium Coniunctionis en  Gesammelte Werke, vol 14/ II # 445
[xxi]             C. G. Jung , Op. cit, # 447
[xxii]             C. G. Jung, Psicología y alquimia, # 558