domingo, 5 de octubre de 2014

El «Omphalos» y los Bétulos


El «Omphalos» y los Bétulos
René Guenón
Según lo que cuenta M. Ossendowski, el «Rey del Mundo» apareció  antaño varias veces, en la India y en Siam, «bendiciendo al pueblo con una manzana de oro coronada de un cordero»; y este detalle toma toda su importancia cuando se le aproxima a lo que Saint-Yves dice del «Ciclo del Cordero y del Carnero»[i]. Por otro lado, y esto es todavía más destacable, existen en la simbólica cristiana innumerables representaciones del Cordero sobre una montaña de donde descienden cuatro ríos, que son evidentemente idénticos a los cuatro ríos del Paraíso terrestre[ii]. Ahora bien, hemos dicho que el Agarttha, anteriormente al comienzo del Kali-Yuga, llevaba otro nombre, y este nombre era el de Paradêsha, que, en sánscrito, significa «región suprema», lo que se aplica perfectamente al centro espiritual por excelencia, designado también como el «Corazón del Mundo»; es de esta palabra de donde los Caldeos han hecho Pardes y los occidentales Paraíso. Tal es el sentido original de esta última palabra, y esto debe acaba de hacer comprender por qué hemos dicho precedentemente que lo que se trata es siempre, bajo una forma o bajo otra, la misma cosa que el Pardes de la Kabbala hebraica.
Por otra parte, si uno se remite a lo que hemos dicho y explicado sobre el simbolismo del «Polo», es fácil ver también que la montaña del Paraíso terrestre es idéntica a la «montaña polar», de la que se trata, bajo nombres diversos, en casi todas las tradiciones: ya hemos mencionado el Mêru de los Hindúes y el Alborj de los Persas, así como el Montsalvat de la leyenda occidental del Grial; citaremos también la montaña de Qâf de los árabes[iii], e incluso el Olimpo de los griegos, que, bajo muchos aspectos, tiene la misma significación. Se trata siempre de una región que, como el Paraíso terrestre, ha devenido inaccesible a la humanidad ordinaria, y que está situada fuera del alcance de todos los cataclismos que trastornan al mundo humano al final de algunos períodos cíclicos. Esta región es verdaderamente la «región suprema»; por lo demás, según algunos textos védicos y avésticos, su situación habría sido primitivamente polar, incluso en el sentido literal de esta palabra; y, cualesquiera que pueda ser su localización a través de las diferentes fases de la historia de la humanidad terrestre, permanece siempre polar en el sentido simbólico, puesto que representa esencialmente el eje fijo alrededor del cual se cumple la revolución de todas las cosas.
La montaña figura naturalmente el «Centro del Mundo» antes del Kali-Yuga, es decir, cuando existía en cierto modo abiertamente y no era todavía subterráneo; así pues, corresponde a lo que se podría llamar su situación normal, fuera del período obscuro cuyas condiciones especiales implican una suerte de inversión del orden establecido. Por lo demás, es menester agregar que, a parte de estas consideraciones que se refieren a las leyes cíclicas, los símbolos de la montaña y de la caverna tienen uno y otro su razón de ser, y que hay entre ellos un verdadero complementarismo[iv]; además, la caverna puede ser considerada como situada en el interior de la montaña misma, o inmediatamente debajo de ésta.
Hay también otros símbolos que, en las tradiciones antiguas, representan el «Centro del Mundo»; uno de los más destacables es quizás el del Omphalos, que se encuentra igualmente en casi todos los pueblos[v]. La palabra griega omphalos significa «ombligo», pero designa también, de una manera general, todo lo que es centro, y más especialmente el cubo de una rueda; en sánscrito, la palabra nâbhi tiene igualmente estas diferentes acepciones, y, en las lenguas célticas y germánicas, hay igualmente derivados de la misma raíz, que se encuentran bajo las formas nab y nav[vi]. Por otra parte, en galo, la palabra nav o naf, que es evidentemente idéntica a estas últimas, tiene el sentido de «jefe» y se aplica incluso a Dios; así pues, es la idea del Principio central la que se expresa aquí[vii]. Por lo demás, el sentido de «cubo» tiene, a este respecto, una importancia muy particular, porque la rueda es por todas partes un símbolo del Mundo realizando su rotación alrededor de un punto fijo, símbolo que debe ser aproximado por tanto al de swastika; pero, en éste, la circunferencia que representa la manifestación no está trazada, de suerte que es el centro mismo el que es designado directamente: el swastika no es una figura del Mundo, sino más bien de la acción del Principio respecto del Mundo.
El símbolo del Omphalos podía estar colocado en un lugar que fuera simplemente el centro de una región determinada, centro espiritual, por lo demás, más bien que centro geográfico, aunque los dos hayan podido coincidir en algunos casos; pero, si ello era así, es porque este punto era verdaderamente, para el pueblo que habitaba la región considerada, la imagen visible del «Centro del Mundo», de igual modo que la tradición propia de ese pueblo no era mas que una adaptación de la tradición primordial bajo la forma que convenía mejor a su mentalidad y a sus condiciones de existencia. Se conocer sobre todo, de ordinario, el Omphalos del tempo de Delfos; este templo era realmente el centro espiritual de la Grecia antigua[viii], y sin insistir sobre todas las razones que podrían justificar esta aserción, solo haremos destacar que era allí donde se juntaba, dos veces al año, el consejo de los Anfictiones, compuesto por los representantes de todos los pueblos helénicos, y que formaba por lo demás el único lazo efectivo entre aquellos pueblos, lazo cuya fuerza residía precisamente en su carácter esencialmente tradicional.
La representación material del Omphalos era generalmente una piedra sagrada, lo que se denomina frecuentemente un «bétulo»; y esta última palabra parece no ser otra cosa que el hebreo Beith-El, «casa de Dios», el mismo nombre que Jacob dio al lugar donde el Señor se había manifestado a él en un sueño: «Y Jacob se despertó de su sueño y dijo: Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Y se asustó y dijo: ¡Cuán temible es este lugar! Es la casa de Dios y la puerta de los Cielos. Y Jacob se levantó de madrugada, y tomando la piedra de la que había hecho su cabecera la erigió como un pilar, y vertió óleo sobre su cima (para consagrarla). Y Jacob dio a este lugar el nombre de Beith-El: pero el primer nombre de esta ciudad era Luz»[ix]. Ya hemos explicado más atrás la significación de esta palabra Luz; por otra parte se dice también que Beith-El, «casa de Dios», devino después Beith-Lehem, «casa del pan», la ciudad donde nació Cristo[x].; la relación simbólica que existe entre la piedra y el pan sería por lo demás muy digna de atención[xi]. Lo que es menester precisar todavía, es que el nombre Beith-El no se aplica solo al lugar, sino también a la piedra misma: «Y esta piedra, que he erigido como un pilar, será la casa de Dios»[xii]. Así pues, es esta piedra la que debe ser propiamente el «habitáculo Divino» (mishkan), según la designación que se daría más tarde al Tabernáculo, es decir, la sede de la Shekinah; todo esto se vincula naturalmente a la cuestión de las «influencias espirituales» (berakoth), y, cuando se habla del «culto de las piedras», que fue común a tantos pueblos antiguos, es menester comprender bien que este culto no se dirigía a las piedras, sino a la Divinidad de la que eran residencia.
La piedra que representa el Omphalos podía tener la forma de un pilar, como la piedra de Jacob; es muy probable que, entre los pueblos célticos, algunos menhires tuvieran esta significación; y los oráculos se daban junto a estas piedras, como en Delfos, lo que se explica fácilmente desde que eran consideradas como la morada de la Divinidad; por lo demás, la «casa de Dios» se identifica naturalmente al «Centro del Mundo». El Omphalos podía ser representado también por una piedra de forma cónica, como la piedra negra de Cybeles, u ovoide; el cono recordaba la montaña sagrada, símbolo del «Polo» o del «Eje del Mundo»; en cuanto a la forma ovoide, se refiere directamente a otro símbolo muy importante, el del «Huevo el Mundo»[xiii]. Es menester agregar también que, si el Omphalos era representado lo más habitualmente por una piedra, también ha podido serlo a veces por un montículo, una suerte de túmulo, que es todavía una imagen de la montaña sagrada; así, en China, en el centro de cada reino o Estado feudal, se elevaba antaño un montículo en forma de pirámide cuadrangular, formado con la tierra de las «cinco regiones»: las cuatro caras correspondía a los cuatro puntos cardinales, y la cima al centro mismo[xiv]. Cosa singular, vamos a encontrar estas «cinco regiones» en Irlanda, donde la piedra en pie del jefe estaba, de una manera semejante, elevada en el centro de cada dominio[xv].
En efecto, es Irlanda el que, entre los países célticos, proporciona el mayor número de datos relativos al Omphalos; antaño estaba dividida en cinco reinos, de los cuales uno llevaba el nombre de Mide, que es la antigua palabra céltica medion, «medio» , idéntico al latín medius[xvi]. Este reino Mide, que había sido formado de porciones sacadas de los territorios de los otros cuatro, había detenido el patrimonio propio del rey supremo de Irlanda, al que otros cuatro, había devenido el patrimonio propio del rey supremo de Irlanda, al que los otros reyes estaban subrodinados[xvii]. En Ushnagh, que representa bastante exactamente el centro del país, estaba erigida una piedra gigantesca llamada «ombligo de la Tierra», y designada también bajo el nombre de «piedra de las porciones», porque marcaba el lugar donde convergían, en el interior del reino de Mide, las líneas separativas de los cuatro reinos primitivos. Allí se tenía anualmente, el primero de mayo, una asamblea general enteramente comparaba a la reunión anual de los Druidas en el «lugar consagrado central» de la Galia, en el país de los Carnutos; y aquí se impone igualmente la aproximación con la asamblea de os Anfictiones en Delfos.
Esta división de Irlanda en cuatro reinos, más la región central que era la residencia del jefe supremo, se vincula a tradiciones extremadamente antiguas. En efecto, por esta razón, Irlanda fue llamada la n anual de los Druidas en el «lugar consagrado central»enteramente comparabla a la reuni el nombre de Mide, que es la antigua pa«isla de los cuatro Señores»[xviii], pero esta denominación, lo mismo que la de «isla verde» (Erin), se aplicaba anteriormente a otra tierra mucho más septentrional, hoy día desconocida, quizás desaparecida, Ogygia o antes Thulé, que fue uno de los principales centros espirituales, si no incluso el centro supremo de un cierto periodo. El recuerdo de esta «isla de los cuatro Señores» se encuentra hasta en la tradición china, lo que parece no haber sido precisado nunca; he aquí un texto taoísta que da fe de ello: «El emperador Yao se esforzó mucho, y se imaginó haber reinado idealmente bien. Después de que hubo visitado a los cuatro Señores, en la lejan isla de Kou-chee (habitada por «hombres verdaderos», tchennjen, es decir, hombres reintegrados al «estado primordial»), reconoció que lo había estropeado todo. El ideal, es la indiferencia (o más bien el desapego, en la actividad «no actuante» del sobre-hombre[xix]. que deja girar la rueda cósmica»[xx]. Por otra parte, los «cuatro Señores» se identifican a los cuatro Mahârâjas o «grandes reyes» que, según las tradiciones de la India y del Tíbet, presiden en los cuatro puntos cardinales[xxi]; corresponden al mismo tiempo a los elementos: el Señor supremo, el quinto, que reside en el centro, sobre la montaña sagrada, representa entonces el Éther (Akâsha), la «quintaesencia» de los hermetistas, el elemento primordial del que proceden los otros cuatro[xxii]; y tradiciones análogas se encuentran también en la América central. d﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ parte, los da cactividad «»iferencia (o mejan isla de Kou el centro supremo de un cierto periodo. El recuerdo de estad﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ parte, los da cactividad «»iferencia (o mejan isla de Kou el centro supremo de un cierto periodo. El recuerdo de esta


[i]       Recordaremos aquí la alusión que ya hemos hecho en otra parte a la relación que existe entre el Agni védico y el símbolo del Cordero (El Esoterismo de Dante, ed. Francesa de 1957, pp. 69-70; El Hombre y su devenir según el Vêdanta, ed. Francesa, p. 43); el carnero representa en la India el vehículo de Agni. Por otra parte, M. Ossendowski indica en varias ocasiones que el culto de Râma existe también en Mongolia; así pues, en eso hay otra cosa que Budismo, contrariamente a lo que pretenden la mayoría de los orientalistas. Por otra parte, se nos ha comunicado, sobre los recuerdos del «Ciclo de Ram» que subsistirían todavía actualmente en Camboya, reseñas que nos han parecido tan extraordinarias que hemos preferido no hacer constancia de ellas; no mencionaremos pues este hecho sino como memoria.
[ii]      Señalamos también las representaciones del Cordero sobre el Libro sellado con siete sellos de que se habla en el Apocalipsis; el Lamaísmo tibetano posee igualmente siete sellos misteriosos, y no pensamos que esta aproximación sea puramente accidental.
[iii]      Se dice de Qâf que no se puede alcanzar «ni por tierra ni por mar», y, entre sus otras designaciones, tiene la de «Montaña de los Santos», lo que hay que aproximar a la «Montaña de los Profetas» de Anne-Catherine Emmerich.
[iv]     Este complementarismo es el de los dos triángulos dispuestos en sentido inverso uno de otro, que forman el «sello de Salomón»; es comparable también al de la lanza y de la copa, que ya hemos tratado más atrás y a muchos otros símbolos comparables a éstos.
[v]      W.H. Roscher, en una obra titulada Omphalos, aparecida en 1913, ha reunido una cantidad considerable de documentos que establecen estrecho para los pueblos más diversos; pero ha cometido el error de pretender que este símbolo está ligado a la idea que se hacían estos pueblos de la forma de la tierra, porque se imagina que se trata de la creencia en un centro de la superficie de la tierra, en el sentido más groseramente literal; esta opinión implica un desconocimiento completo de la significación profunda del simbolismo. Utilizaremos en lo que sigue un cierto número de reseñas contenidas en un estudio de M.J.Loth sobre El Omphalos chez les Celtes, aparecido en la Revue del Études anciennes (julio.septiembre de 1915)
[vi]     En alemán, nabe, cubo, y nabel, ombligo; de igual modo, en inglés, nave y navel, donde esta última palabra tiene también el sentido general de centro o de medio. El griego omphalos y el latín umbilicus provienen por lo demás de una simple modificación de la misma raíz.
[vii]     Agni, en el Rig-Vêda, es llamado «ombligo de la Tierra», lo que se vincula también a la misma idea; el swastika, como ya lo hemos dicho, es frecuentemente un símbolo de Agni.
[viii]    Había en Grecia otros centros espirituales, pero reservados más particularmente a la iniciación a los Misterios, como Eleusis y Samotracia, mientras que Delfos tenía un papel social que concernía directamente a todo el conjunto de la colectividad helénica.
[ix]     Génesis, XXVIII, 16-19
[x]      Por lo demás, se observará la similitud fonética de Beith-Lehem con la forma Beith-Elohim, que figura también en el texto del Génesis.
[xi]     «Y el tentador, acercándose, dijo a Jesús: Si tú eres el Hijo de Dios, ordena que estas piedras devengan panes” (San Mateo, IV, 3; San Lucas, IV, 3). Estas palabras tienen un sentido misterioso, en relación con lo que indicamos aquí: Cristo debía cumplir una semejante transformación, pero espiritualmente, y no  materialmente como le pedía el tentador; ahora bien, el orden espiritual es análogo al orden material, pero en sentido inverso, y la marca del demonio es tomar todas las cosas al revés. Es Cristo mismo quien, como manifestación del Verbo, es «el pan vivo descendido del Cielo», de donde la respuesta: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boda de Dios»; y, agregaremos también que es esto por lo que los oráculos han cesado. A propósito de este pan que se identifica a la «carne»del Verbo manifestado, puede ser interesante señalar también que la palabra árabe lahm» que es la misma que el hebreo lehem, tiene precisamente la significación de «carne» en lugar de la de «pan».
[xii]     Génesis, XXVIII, 22
[xiii]    A veces, y en particular sobre algunos omphaloi griegos, la piedra esta rodeada por una serpiente; se ve también esta serpiente enrollada en la base o en la cima de los mojones caldeos, que deben ser considerados como verdaderos «bétulos». Por lo demás, el símbolo de la piedra, como el del árbol (otra figura del «Eje del Mundo»), está, de una manera general, en estrecha conexión con el de la serpiente y es lo mismo para el huevo, concretamente en los Celtas y los Egipcios. Un ejemplo destacable de figuración del Omphalos es el «bétulo» de Kermanria, cuya forma general es la de un cono irregular, redondeado en la cima, y del que una de cuyas caras lleva el signo de swastika. M.J.Leoth, en el estudio que hemos citado más atrás, ha dado fotografías de este «bétulo», así como de algunas otras piedras del mismo género.
[xiv]    El número 5 tiene, en la tradición china, una importancia simbólica muy particular.
[xv]    Brehon Laws, citadas por J.Loth   
[xvi]    Se observará que la China es designada también bajo el nombre de «Imperio del Medio»
[xvii]   La capital del reino de Mide era Tara; ahora bien, en sánscrito, el término Târâ significa «estrella» y designa más particularmente a la estrella polar.
[xviii]   El nombre de San Patricio, que no se conocer de ordinario más que bajo su forma latinizada, era originalmente Corhraige, que significa «el servidor de los cuatro»
[xix]    Puesto que el «hombre verdadero» está colocado en el centro, ya no participa en el movimiento de las cosas, sino que, en realidad, dirige este movimiento por su sola presencia, porque en él se refleja al «Actividad del Cielo»
[xx]    Tchoang-Tseu, cap. I; traducción del P.L.Wieger, p. 213. SE dice que el emperador Yao reinó en el año 2356 antes de Cristo.
[xxi]    Se podría hacer también aquí una aproximación con los cuatro Awtâd del esoterismo islámico.
[xxii]   En las figuras cruciales, tales como el swastika, este elemento primordial está representado igualmente por el punto central, que es el Polo; los otros cuatro elementos, así como los cuatro puntos cardinales, corresponden a los cuatro brazo de la cruz, que simbolizan por otra parte el cuaternario en todas sus aplicaciones.

sábado, 4 de octubre de 2014

El centro supremo oculto



El Centro Supremo Oculto Durante el «Kali-Yuga»
René Guenón
El Agarttha, se dice en efecto, no siempre fue subterráneo, y no lo permanecerá siempre; vendrá un tiempo donde, según las palabras contadas por M. Ossendowski, «los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra»[i]. Antes de su desaparición del mundo visible, este centro llevaba otro nombre, ya que el de Agarttha, que significa «inaprehensible» o «inaccesible» (y también «inviolable», ya que es la «morada de la Paz», Salem), no le habría convenido entonces; M. Ossendowski precisa que ha devenido subterráneo «hace más de seis mil años», y se encuentra que esta fecha corresponde, con una aproximación muy suficiente, al comienzo del Kali-Yuga o «edad negra», la «edad de hierro» de los antiguos occidentales, el último de los cuatro periodos en los cuales se divide el Manvantara[ii]; su reaparición debe coincidir con el fin del mismo periodo.
Hemos hablado más atrás de las alusiones hechas por todas las tradiciones a algo que se ha perdido o que se ha ocultado y que se representa bajo símbolos diversos; esto, cuando se lo toma en su sentido general, el que concierne a todo el conjunto de la humanidad terrestre, se refiere precisamente a las condiciones de Kali-Yuga. Así pues, el periodo actual es un periodo de oscurecimiento y de confusión[iii]; sus condiciones son tales, que mientras que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente permanecer oculto, de donde el carácter de los «Misterios» de la antigüedad llamada «histórica» (que ni siquiera se remonta hasta el comienzo de este periodo) [iv] y de las organizaciones secretas de todos los pueblos: organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde subsiste todavía una verdadera doctrina tradicional, pero que ya no ofrecen más que su sombra cuando el espíritu de esa doctrina ha cesado de vivificar los símbolos que no son más que su representación exterior y eso porque por razones diversas, todo lazo consciente con el centro espiritual del mundo ha acabado por ser roto, lo que es el sentido más particular de la pérdida de la tradición, el que concierne especialmente a tal o a cual centro secundario, que haya cesado de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo.
Así pues, como ya lo hemos dicho precedentemente, se debe hablar de algo que está ocultado más bien que verdaderamente perdido puesto que no está perdido para todos y puesto que algunos lo poseen todavía integralmente; y, si ello es así, otros tienen siempre la posibilidad de reencontrarlo, siempre que lo busquen como conviene, es decir, que su intención sea dirigida de tal suerte que, por las vibraciones armónicas que despierte según la ley de las «acciones y reacciones concordantes»[v], pueda ponerles en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo[vi]. Por lo demás, esta dirección de la intención tiene en todas las formas tradicionales su representación simbólica; queremos hablar de la orientación ritual: ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que, cualquiera que éste sea, es siempre una imagen del verdadero «Centro del Mundo»[vii]. Pero, a medida que se avanza en el Kali-Yuga, la unión con este centro, cada vez más cerrado y ocultado, deviene más difícil, al mismo tiempo que devienen más raros los centros secundarios que le representan exteriormente[viii], y no obstante, cuando acaba este periodo, la tradición deberá ser manifestada de nuevo en su integridad, puesto que el comienzo de cada Manvantara, al coincidir con el fin del precedente, implica necesariamente, para la humanidad terrestre, el retorno al «estado primordial»[ix].
En Europa, todo lazo establecido conscientemente con el centro por medio de organizaciones regulares está actualmente roto, y ello es así desde hace ya varios siglos; por otra parte, esta ruptura no se ha cumplido de un solo golpe, sino en varias fases sucesivas[x]. La primera de estas fases se remonta al comienzo del siglo XIV; lo que ya hemos dicho en otra parte de las Órdenes de caballería puede hacer comprender que una de sus funciones principales era asegurar una comunicación entre Oriente y Occidente, comunicación cuyo verdadero alcance es posible aprehender si se precisa que el centro del que hablamos aquí ha sido descrito siempre, al menos en lo que concierne a los tiempos «históricos», como estando situado en la parte de Oriente. No obstante, después de la destrucción de la Orden de Temple, el Rosacrucianismo, o aquello a lo que se debía dar este nombre después, continuó asegurando el mismo lazo, aunque de una manera más disimulada[xi]. El Renacimiento y la Reforma marcaron una nueva fase crítica, y finalmente, según lo que parece indicar Saint-Yves, la ruptura completa habría coincidido con los tratados de Westfalia que, en 1648, terminaron la guerra de los Treinta Años. Ahora bien, es sorprendente que varios autores hayan afirmado precisamente, que, poco después de la guerra de los Treinta Años, los verdaderos Rosa-Cruz abandonaron Europa para retirarse a Asia; y recordaremos, a este propósito, que los Adeptos rosacrucianos eran en número de doce, como los miembros del círculo más interior del Agarttha, y conformemente a la constitución común a tantos centros espirituales formados a la imagen de ese centro supremo.
A partir de esta última época, el depósito del conocimiento iniciático efectivo ya no es guardado realmente por ninguna organización occidental; así Swedenborg declaraba que en adelante es entre los Sabios del Tíbet y de la Tartaria donde sería menester buscar la «Palabra perdida»; y, por su lado, Anne-Catherine Emmerich tuvo la visión de un lugar misterioso que llamaba la «Montaña de los Profetas» y que se situaba en las mismas regiones. Agregaremos que es de las informaciones fragmentarias que Mme Blavatsky pudo recopilar sobre este tema, sin comprender por lo demás su verdadera significación, de donde nació en ella la idea de la «Gran Logia Blanca», a la que podríamos llamar, no ya una imagen, sino simplemente una caricatura o una parodia imaginaria del Agarttha[xii].


[i]       Estas palabras son aquellas por las cuales se termina una profecía que el «Rey del Mundo» habría hecho en 1890, cuando apareció en el monasterio de Narabanchil
[ii]      El Manvantara o era de un manu, llamado también Mahaâ-Yuga, comprende cuanto Yugas o períodos secundarios: Krita-Yuga (o Satya-Yuga), Trêta.Yuga, Dwâpara-Yuga y Kali-Yuga, que se identifican respectivamente a la «edad de oro», a la «edad de plata», a la «edad de bronce» y a la «edad de hierro» de la antigüedad grecolatina. En la sucesión de estos períodos, hay una suerte de materialización progresiva, que resulta del alejamiento del Principio que acompaña necesariamente al desarrollo de la manifestación cíclica, en el mundo corporal, a partir del «estado primordial»
[iii]      El comienzo de esta edad esta representado concretamente, en el simbolismo bíblico, por la Torre de Babel y la «confusión de las lenguas». Se podría pensar bastante lógicamente que la caída y el diluvio corresponderían al final de las dos primeras edades; pero, en realidad, el punto de partida de la tradición hebraica no coincide con el comienzo del Manvantara. Es menester no olvidar que las leyes cíclicas son aplicables a grados diferentes, para períodos que no tienen la misma extensión, y que a veces se solapan los unos a los otros, de ahí las complicaciones que, a primera vista, pueden parecer inextricables, y que no es efectivamente posible resolver más que por la consideración del orden de subordinación jerárquica de los centros tradicionales correspondientes.
[iv]     No parece que se haya destacado nunca como convendría la imposibilidad casi general en que se encuentran los historiadores para establecer una cronología cierta para todo lo que es anterior al siglo VI antes de la era Cristiana.
[v]      Esta expresión está tomada a la doctrina taoísta; por otra parte, tomamos aquí la palabra «intención» en un sentido que es exactamente el del árabe niyah, que se traduce habitualmente así, y este sentido es por lo demás conforme a la etimología latina (de in-tendere, tender hacia)
[vi]     Lo que acabamos de decir permite interpretar en un sentido muy preciso estas palabras del Evangelio: «Buscad y encontraréis; pedid y recibiréis; llamad y se os abrirá». Aquí uno deberá remitirse naturalmente a las indicaciones que ya hemos dado a propósito de la «intención recta» y de la «buena voluntad»; y con eso se podrá completar sin esfuerzo la explicación de esta fórmula: Pax in terra hominibus bonae voluntatis.
[vii]     En el Islam, esta orientación (qiblah) es como la materialización, si se puede expresar así, de la intención (niyah). La orientación de las iglesias cristianas es otro caso particular que se refiere esencialmente a la misma idea.
[viii]    No se trata, bien entendido, más que de una exterioridad relativa, puesto que estos centros secundarios están ellos mismos más o menos estrictamente cerrados desde el comienzo del Kali-Yuga.
[ix]     Es la manifestación de la Jerusalem celeste, que es, en relación al ciclo que acaba, lo mismo que el Paraíso terrestre en relación al ciclo que comienza, así como lo hemos explicado en El Esoterismo de Dante.
[x]      De igual modo, bajo otro punto de vista más extenso, hay para la humanidad grados en el alejamiento del centro primordial, y es a estos grados a los que corresponde la distinción de los diferentes Yugas.
[xi]     Sobre este punto todavía, estamos obligados a remitir a nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante, donde hemos dado todas las indicaciones que permiten justificar esta aserción.
[xii]     Aquellos que comprendan las consideraciones que exponemos aquí verán por eso mismo por qué nos es imposible tomar en serio las múltiples organizaciones pseudo-iniciáticas que han visto la luz en el Occidente contemporáneo: no hay ninguna de ellas que, sometida a un examen algo riguroso, pueda proporcionar la menor prueba de «regularidad»