viernes, 15 de agosto de 2014

Agarttha. El centro invisible



AGARTTHA. El centro invisible. 
Mircea A. Tamas. Rose-Cross Books. Toronto 2002. 98 pp.
Mircea Tamas continúa en Agarttha, The Invisible Center la búsqueda emprendida en The Everlasting Sacred Kernel, por lo que no es casual que este nuevo volumen arranque con una cita del Principito, el libro al que el autor rumano dedica el capítulo final de su anterior obra. Advertidos en The Everlasting Sacred Kernel los ecos del 'núcleo de inmortalidad' en la literatura de Occidente de todos los tiempos, Tamas se lanza en Agarttha, The Invisible Center al encuentro del Centro en la tradición a la que está adscrito por razones de geografía y época. Dicho recorrido lo realiza, una vez más, de la mano de René Guénon, a quien Tamas reconoce como "el 'servidor' que ha presentado y ha transmitido, principalmente en el mundo occidental, la unidad fundamental de todas las formas tradicionales, ofreciendo una síntesis metafísica de varias doctrinas ortodoxas y teniendo a la Verdad como núcleo sagrado, una Verdad que puede ser encontrada en todas las tradiciones particulares. René Guénon era y es el 'servidor del Único'. Su nombre islámico, Abdel Wahed Yahia, da testimonio de ello" (p. 15).
El prefacio de Agarttha, The Invisible Center es una lúcida síntesis de la vida y la obra de Guénon con la que Tamas rinde homenaje al guía intelectual de su obra. En dicho prefacio, el autor rumano escribe acerca del propósito de su libro lo siguiente: "No es el lugar ni nuestra labor emitir juicios relativos al orden individual, pero hemos de mencionar que tras la muerte de Guénon, varios de sus 'colaboradores' trabajaron muy activamente con el fin de reducir la obra de Guénon al nivel profano. Marco Pallis, por ejemplo, a quien Guénon animó y ayudó en sus estudios tradicionales, escribió un curioso artículo contra Le Roi du Monde de Guénon; Pallis intentó demostrar que Agartha y el Rey del Mundo sólo eran frutos de la imaginación de Guénon, que nadie había oído en la India o en el Tibet acerca de Agartha y del Rey del Mundo. Nuestro estudio tiene que ver con este tema. Hay una extraordinaria incomprensión acerca del simbolismo del Rey del Mundo, acerca de lo que Guénon transmitió realmente en su libro fundamental Le Roi du Monde. Marco Pallis es uno de los ejemplos de esta incomprensión, y nuestro trabajo intentará descifrar el profundo simbolismo de Agartha y de su Rey en base al legado tradicional que René Guénon transmitió mediante sus escritos" (p. 13).
El capítulo primero del libro de Tamas contiene una rica glosa de símbolos fundamentales del Centro en la tradición rumana, heredera de la antigua tradición dacia y entroncada como ésta en la Tradición Unánime. Entre estos símbolos destaca Leuke, la 'isla blanca' que Pausanias sitúa en la desembocadura del Danubio donde Aquiles, tras alcanzar la inmortalidad, desposó a Helena de Troya. Leuke es, en palabras de Tamas, "una imagen de la Thule hiperbórea de Apolo que simboliza al Centro único. La Isla Blanca en medio del Mar Negro es un cuadro perfecto que ilustra la manifestación (blanco) emergiendo de la no-manifestación (negro), pero también el centro espiritual puro y luminoso como la 'tierra de inmortalidad' rodeada por las pasiones mundanas y la agitación efímera" (p. 17). El Monasterio Blanco del que hablan distintas leyendas, canciones y cuentos del folklore rumano es otro símbolo del Centro sagrado análogo a Leuke. Dice Tamas: "El Monasterio Blanco es equivalente a Agartha, y es inviolable e inaccesible; hoy nadie puede encontrarlo. Por dentro, el Monasterio Blanco está pintado de oro, oro que simboliza la luz del Sol espiritual; por fuera, está cubierto de musgo" (p. 17). El regente del Monasterio Blanco es el Emperador Negro, que ostenta a la vez la autoridad espiritual y el poder temporal. Por otra parte, "el Castillo Negro donde el viento no sopla" al que debe acceder el héroe de distintos cuentos rumanos para liberar a una doncella "simboliza, como el Monasterio Blanco, el Centro supremo", "subraya el aspecto interior e invisible del Centro, y está relacionado con el simbolismo de la Virgen Negra" (p. 18). Tamas añade: "En una antigua balada, la doncella está escondida 'en un profundo valle, en soledad, bajo bloques de piedra, donde el viento no sopla y nadie puede verla'. Obviamente, la morada escondida de la doncella es el Castillo Negro, 'donde el viento no sopla', y la balada especifica que los bloques de piedra están cerca de un río negro. La balada indica claramente que la doncella se esconde bajo bloques pétreos en un valle profundo, lo que indica un centro subterráneo" (p. 18), como el Agartha hindú, el abismo de la tradición china y la caverna de Zalmoxis, el dios dacio. "El valle es, pues, un centro secreto y silencioso, pues el silencio y el encubrimiento son, juntamente con el vacío, la inmutabilidad y la oscuridad, aspectos de la no-manifestación, e implícitamente, del Centro supremo que se esconde en la Noche absoluta y superluminosa" (p. 21).
Tamas concluye la vasta exposición de elementos tradicionales del capítulo primero de su libro advirtiendo que "la importante densidad de dichos vestigios hizo jugar a las regiones rumanas un extraño papel en la historia ocultista de los últimos dos siglos" (p. 26), y dedica los siguientes tres acápites a revisar distintas labores tenebrosas realizadas por la antitradición y la contratradición con los Cárpatos y Transilvania como telón de fondo, historias de vampiros incluídas. Tras este particular descenso a los infiernos, el autor prosigue el estudio de los símbolos del Centro a la luz del sol y escribe con maestría: "¿Es Asgartha [Agartha] algo real? Respondamos a ello con otra pregunta: ¿es el Paraíso algo real? Al igual que el Principio representa la última y absoluta realidad y todas las cosas extraen su realidad del Principio, del mismo modo el Centro supremo, visto como un Monasterio Blanco o un Castillo Negro escondido en la Noche superluminosa, tiene una realidad absoluta y suprema. Su proyección en el mundo como centro espiritual primordial del actual grado de existencia (nuestro mundo) es más real que el propio mundo, y no es necesariamente visible o debe tener una localización corpórea. Los centros secundarios, que reciben su realidad del centro primordial, también pueden ser más o menos accesibles. Por otro lado, los centros sustitutos, que han tenido distintos nombres a lo largo de las épocas y han desempeñado el papel de 'coberturas exteriores' para el centro espiritual, tienen una realidad inmediata y por ello son visibles. Y dado que los hechos geográficos e históricos tienen, como todos los demás elementos corporales, una realidad inmediata y un valor simbólico, tales centros poseen la cualidad de simbolizar el centro espiritual supremo sin borrar su propia realidad. No podemos esperar encontrar el Reino de los Cielos o Asgard aquí, en la tierra. En el caso de una realización espiritual, un centro es un estadio espiritual y representa consecuentemente un estado que el iniciado alcanza y asimila. El Asgard de la tradición nórdica, el Shambala tibetano y el Monasterio Blanco rumano, con independencia de los nombres, ilustran el uno-y-único Centro, al igual que las diversas tradiciones secundarias reflejan la Tradición primordial única. Es por ello por lo que encontraremos descripciones y elementos similares que no han sido 'prestados' uno del otro, sino que tienen una fuente suprema común" (pp. 66-67). Y agrega: "Agartha, tal como René Guénon lo definió, es una realidad. El individuo profano no puede alcanzarlo, pero ello no lo hace menos real" (p. 67).
Los capítulos sexto y séptimo son los que Tamas dedica específicamente al estudio de El Rey del Mundo. Entre las circunstancias que condujeron a René Guénon a escribir esta obra, el autor rumano destaca la publicación de Bestias, Hombres y Dioses de Ferdinand Ossendowski en 1922, y una década antes, de la Misión en la India de Saint-Yves d'Alveydre, libros que aportan datos tradicionales acerca de Agartha y su regente entremezclados con elementos ajenos a la tradición. "El libro de viajes de Ossendowski", escribe Tamas, "brindó a Guénon una buena oportunidad para publicar, en 1927, su libro-joya Le Roi du Monde intentando poner orden en este mito acerca del centro subterráneo Agartha y su Rey del Mundo distorsionado y mistificado durante demasiado tiempo" (p. 75). Más adelante añade: "¿Qué representó Agartha para Guénon? René Guénon afirmó enérgicamente que conocía el mito de un reino subterráneo en Asia 'a partir de fuentes absolutamente diferentes' a las de Saint-Yves y Ossendowski. Él sólo citó a Ossendowski y a d'Alveydre para tener un punto de partida de sus desarrollos metafísicos y simbólicos. Del mismo modo que empleó el Budismo sólo como una aplicación particular para ilustrar la doctrina de los ciclos cósmicos y la revuelta de la casta guerrera, al igual que Dante usó detalles históricos para exponer su viaje iniciático, Guénon utilizó Agartha para enseñar sobre el simbolismo del centro y el significado del Rey del Mundo" (p. 87).
Mircea Tamas concluye su libro con unas palabras a las que nos adherimos plenamente y que demuestran la recta comprensión doctrinal del autor de Agarttha, The Invisible Center: "Parece extraño que muchos de los que reclaman comprender y seguir las enseñanzas de Guénon sobre la metafísica, la realización espiritual y los estados múltiples del ser hayan recibido con suspicacia y desconfianza Le Roi du Monde tomándolo como un simple cuento, o sea, como una fantasía. Es un cuento, pero no en el sentido ordinario de la palabra. Como Agartha, Le Roi du Monde es un cuento sagrado perteneciente al dominio suprahumano. Si algunos han dudado de la realidad de Agartha, ello sólo ha sucedido porque no han sabido como sobrepasar los límites de su individualidad y del mundo profano. Agartha no pertenece a la geografía profana y no puede ser hallado por un turista o por los paparazzi. Como el Reino de los Cielos, Agartha debe ser encontrado primeramente en nuestro corazón, y sólo entonces aparecerá como recompensa de nuestra realización espiritual. El centro más profundo de nuestro corazón se revelará como idéntico al centro subterráneo únicamente si se completa un viaje iniciático y una realización espiritual; sólo entonces podremos penetrar en el palacio invisible del Rey del Mundo. Esto es lo que René Guénon nos ha transmitido. Del mismo modo que un ser humano (considerado como un individuo) puede simbolizar al Hombre Universal, los distintos centros pueden simbolizar al Centro supremo; pero el Centro supremo no puede ser alcanzado más que en el momento en que el individuo traspasa su condición limitada y realiza el estado de Hombre Universal" (p. 98). M. G.

EL BRILLO DEL ICONO
Alicia Wiechers
Editorial Symbolos, órgano de difusión de la Tradición Unánime que inició hace 20 años su Programa Agartha, publica hace 15 la revista que lleva su nombre. Aunque el cumplimiento de estos aniversarios es motivo de un Nº especial, podemos decir que se ha recorrido este camino "celebrando", al actualizar permanentemente el pensamiento Tradicional, no en el sentido histórico de modernizarlo, sino como un rito perenne en el mundo de los arquetipos y de los símbolos. Porque –como dice su director Federico González a quien festejamos especialmente por su septuagésimo aniversario.
La Tradición, es decir el Arquetipo en acción, es idéntica a la actualización permanente del ser –que jamás ha salido de sí– y su reabsorción en el Sí Mismo cuando esa Tradición se acaba y cesa de girar el movimiento de la Rueda. Este instante de detención, análogo al solsticio en el año, y por lo mismo de simultaneidad, es la coyuntura por la cual el tiempo se hace Eternidad, lo cósmico es un soporte de lo supracósmico, y se realizan otros estados del Ser Universal, y donde una vez que este tiempo es absorbido por el espacio, da lugar a un nuevo mundo, a una nueva humanidad, fabricados por un nuevo Demiurgo, por su perpetua readecuación a las leyes de los ciclos. (Federico González, Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon. Muñoz Moya eds., Sevilla 2000, págs. 123-124
Rueda, símbolo del movimiento del devenir cíclico que se posibilita sólo porque su circunferencia está conectada al centro por cada uno de sus rayos o radios, y que se mueve en virtud del vacío central por el que pasa el eje del mundo, es el título del libro de Federico González con el que Editorial Symbolos da inicio a su serie de publicaciones de la Tradición Unánime, "arquetipo en acción" que por "conservar la frescura virginal de los orígenes", ha podido recorrer este ciclo de 20 años "celebrando" y con ello, iluminando con su brillo los corazones de los lectores, al servir de "rayo" o hilo conductor entre el mundo visible de las formas y su Origen. Misma tarea que los "artistas" que en ella colaboran realizan, gracias a la capacidad visionaria de su director quien ha sabido "ver" en cada uno la luz interior que les anima, encendiendo en ellos el fuego de la obra alquímica, Arte por antomasia.
La posibilidad que da el Arte Regia de volver al origen a través de los rayos de la rueda, y acceder al vacío del corazón desde donde irradia la eterna belleza, es lo que hace de la vida una poética, como luz auroral que mueve la rueda del ciclo diurno y motiva a la acción de realizar un arte con minúscula (bellas artes) como "canto de alabanza" desde la tierra que en sus ritmos coincidentes con aquellos del cielo, promueve la armonía, y en esta coincidencia brilla como teofanía. Este brillo que evoca la luz del Verbo Creador, lo invoca también "celebrando". Porque el esplendor que es la iluminación del intelecto, se vuelve alegría, o motivación de la voluntad que devuelve lo recibido recreándolo1. SYMBOLOS es por eso una revista de Arte, Cultura, Gnosis, donde –como dice Fernando Trejos en la introducción a La Rueda– se "encara al arte como algo sagrado, íntimamente vinculado con el amor y con el misterio, como un rito o un símbolo que permite la posibilidad de comunicarse con la verdad interior por mediación de la belleza y de encarnar la idea arquetípica, haciéndonos ver a la vida como una poética relacionada con la búsqueda de esa verdad”.
Cuando uno o varios ciclos llegan a su fin, se da un acontecimiento coincidente: el fin se une con el principio y las cosas son restauradas en su estado primordial, y este es un motivo de "celebración". El artículo de Ananda K. Coomaraswamy que apareció por primera vez en 1917 en la revista Études Traditionelles (París) XLII, y que ha sido publicado en castellano en SYMBOLOS Telemática, llamado "Belleza, Luz y Sonido", devela el sentido de la palabra "celebrar" en sánscrito:
… encontramos con textos tales como Jaiminîya Upanishad Brâhmana III.33, donde (…) la 'Muerte' (el Padre), procediendo desde la despiración a la espiración, deviene el 'Año', el 'Sol' (el Hijo) y se le describe como haciendo su camino 'celebrando' (arcan), lo cual, ciertamente, no excluye la idea del 'brillo', pero en este contexto, según Shankarâcârya, significa 'cantando un canto de alabanza' (arcate, pûjâm kurvate); y a la 'delectación' que se experimentó en este oficio se le llama el 'brillo' (arkatva) del 'brillo' (arkya), con referencia particular al del Fuego Sacrificial, cuyas hipóstasis son los mundos.
Aquí–dice Coomaraswamy– la palabra arcan que en este contexto significa "canto de alabanza" no excluye el sentido de "brillo" ya que "brillar" y "cantar" es el doble significado de la raíz arc.
La idea de "cantar" un canto de alabanza referente al sonido supone un recorrido cíclico y rítmico, algo que se sucede en el tiempo, mientras que la de "brillo" referente a la luz tiene una connotación espacial o simultánea. El tema del tiempo convertido en espacio, y de nuevo en Tiempo; del discurso en luz y en Verbo; o de lo sucesivo en simultáneo, y en Eterno, signa el recorrido del ciclo creativo, ya sea que este ciclo se manifieste en el arte del hombre como algo visible o se revele en él, como es el caso del arte de Dios. Ciclo que para el artista-buscador de la verdad tiene su punto de partida en el Paraíso terrestre y el de llegada en la Jerusalem Celeste, la que por obra del cielo ha de convertirse inmediatamente en un nuevo Paraíso Terrestre como comienzo de otro ciclo. Paradoja representada por el problema geométrico de la cuadratura del círculo,2 que cumple con la analogía inversa de lo sucesivo y lo simultáneo. Pues el sol al mismo tiempo que recorre un ciclo, (círculo), con el brillo de sus rayos o su belleza convoca por "encantamiento"3 y asombro al tiempo cíclico o tiempo sucesivo a concentrarse en la inmovilidad del presente para ser "succionado" por esa misma luz hacia su centro inmóvil, haciéndolo entrar así en otro Tiempo, esta vez el Tiempo vertical y simultáneo de otra Nueva Tierra limítrofe entre el tiempo y la eternidad.
EL NO DONDE
Y de nuevo juntos ahí, 
donde el tiempo se detiene 
y su enmarañado acontecer sonríe 
pidiendo perdón por ser irrevocable
EL ayer se aleja y se lleva con él 
la trama que parecía insondable
EL ahora semeja enorme puerta 
que ya no encierra
 sino al Paraíso perdido de esta tierra.4
EL Agartha (nombre que también toma el Programa de Introducción a la Ciencia Sagrada que inició en 1985 y que la revista SYMBOLOS publica en su número 25-26 del 2003), que por razones cíclicas permanece oculto en el Kali Yuga, tenía –dice Guénon en su libro El Rey del Mundo– el nombre de Paradêsha que significa en sánscrito "comarca suprema", del que los caldeos hicieron Pardés y los occidentales Paraíso y al cual se atribuye forma redonda. Agartha, en tanto que Paraíso oculto, está en la base de todo este ciclo editorial
La liturgia invisible
La palabra celebrar se usa no solamente para festejar un aniversario donde uno o varios ciclos coincidentes unen su fin con su principio, en una unión analógica y armónica de un paso de cuerda o de hélice, entendida como la distancia vertical constante que separa las extremidades de un ciclo evolutivo (muerte), sino que se dice también de la "celebración de un rito", indicando con ello que durante todo el recorrido de la acción ritual, realizada en el presente mediante una muerte continua, la luz transluce a través de los símbolos y los gestos, ya que iluminados por esta luz del sol o el Verbo se convierten en gestos arquetípicos, liturgia invisible y sagrada descrita en el Avesta de la tradición irania como sucediendo en la Tierra de Visiones Hurqalya y que en la Cábala hebrea corresponde al plano de Beriah o mundo de la creación o manifestación informal. Análogo al mundo "real" del mito de la caverna de Platón, cuya puerta de entrada es el Paraíso Terrestre (oculto en la caverna del corazón como Agartha) y la de salida la Jerusalem Celeste.
La superficie de la rueda de la vida gira una y otra vez; y así vemos pasar las etapas del día, los años, los seres que amamos y por los que fuimos amados, y todo aquello que ha de morir, lo sujeto a causa y efecto, a principio y fin. (Federico González, La Rueda, una imagen simbólica del Cosmos. Symbolos 1986, pág. 152
Lo que hace posible que ese ciclo se regenere y se transfigure es el "medio", el centro por el que pasa el eje del mundo, la muerte que deviene el hijo, el sol, que es el Cristo, a la vez el alfa y el omega de un ciclo dado. Esta idea del tres que son uno, se puede entender mediante el modelo del Arbol de la Vida Sefirótico5 que se dice fue la sabiduría revelada a Moisés en el Sinaí. Si ensamblamos los cuatro planos o mundos manifestados (ver diagrama), se forma una escalera o "escala" (que también tiene un sentido musical de cuatro octavas que ensambladas alinean en el eje central las diez sefiroth, permitiendo un ascenso ordenado) semejante a la que vio Jacob en su sueño visionario y donde Kether, corona, fuente o principio, Tifereth, belleza, esplendor o medio y Malkhuth, el reino, la tierra o el fin, se ensamblan intercambiándose dependiendo desde qué orden o mundo se contemplen. Tal es el caso que vamos a destacar durante este texto, el de la esfera de Tifereth en Beriah sitio del Mesías, Profeta, Guía o Mediador (Artista), Belleza de la creación; y que en esta posición es a la vez la corona o fuente, Kether, del mundo de las formaciones, Yetsirah, y reino o cuerpo de Dios, Malkhuth del mundo de los atributos divinos, de Atsiluth. Misma situación que se da en este último plano, donde la corona Kether de Beriah, fuente de las creaciones (el Verbo), coincide con el esplendor de la Belleza divina, Tifereth de Atsiluth, o corazón de Dios, como dice Coomaraswamy: "… ya que el brillo del Sol Supernal in principio y la pronunciación creativa de la 'Palabra' primordial, por la que todas las cosas son al mismo tiempo reveladas y evocadas, son uno y el mismo 'acontecimiento' coincidente". ("Belleza, luz y sonido”)
Pero tanto la Belleza como el amor serían inaccesibles sin el conocimiento (Daath en hebreo), porque "La inteligencia brilla con lo que la refleja"6 y el conocimiento es su dote.
Debes saber que el primer ser creado por Dios fue una esencia de luz, cuyo nombre es Inteligencia (Nous, Aql). La tradición dice así: "El primer ser que Dios creó fue la Inteligencia". Y el Altísimo le dio como dote a esta esencia tres características: conocimiento de Dios, de sí mismo, del hecho que antes no era y que en seguida empezó a ser. De aquella característica que se refiere al conocimiento de Dios, procede la Belleza, que en persa se dice Niku'i. Del conocimiento de sí mismo, procede el Amor, que en persa es Mihr. Del conocimiento del no-ser anterior propio, procede la Nostalgia, que en persa es Anduh. Y estos tres seres, surgidos del mismo, son hermanos. Belleza –el mayor de ellos– tuvo visiones de sí mismo como el Bien Supremo, y desde entonces se contempla eternamente; en Ella nace la alegría, y ella sonrió. De la sonrisa de la Belleza procedieron los Ángeles del rango más alto. El Amor –cercano a la Belleza– no hacía otra cosa que hacer que aspirara a serle devoto servidor. Pero cuando vio la sonrisa, fue como sometido por la locura y ya no regresó en sí. ¡Qué no hubiera dado por irse, escapar! Pero la Nostalgia, el más joven de los hermanos, se aferró a él. Y de este abrazo tomaron para nacer el Cielo y la Tierra. (Sohravardi, L'árcángelo purpúreo. Cap. IX II: "Vademecum dei Fedeli d' amore". "La tríade Belleza, Amore, Nostalgia". Coliseum Editore, Milán 1990, pág. 150. Traducción de Carlos Gayou).
Arcángeles y ángeles son las inteligencias, espíritus o almas, dotadas de conocimiento que pueblan el mundo de los arquetipos en la Tierra Celeste.7 Y Adán por ser la imagen de este conocimiento que tiene Dios de Sí mismo es el más comprensible de los Arquetipos. Y aunque existe desde el principio, como Hombre Universal, se manifiesta en cuatro planos, (ver diagrama) "pues tanto el ser como el símbolo, se expresan primero como principios, y sucesivamente a tres niveles en el discurso de la manifestación." (Federico González, La Rueda, obra citada, pág. 29). Es en el sexto día de la creación, cuando Dios dijo: "hagamos al hombre a nuestra imagen", que un segundo Adán aparece en el Paraíso como perfección del mundo de la creación. Y cuando con un soplo, o hálito de vida, le infunde un alma espiritual estamos en presencia del tercer Adán. Siendo el cuarto nuestro cuerpo material. El despertar de la conciencia comienza en la corona de este cuerpo material con la primera incursión al Mundo de las creaciones o plano de Beriah, o aspecto del alma ligada al espíritu. El Paraíso es la primera experiencia psico-espiritual que el hombre puede tener del mundo invisible en el camino de vuelta hacia el origen. El Paraíso Terrenal, es el hogar del alma, la casa del hijo pródigo, que para el hombre común tiene el aspecto de un cuento de hadas.
Con la experiencia del Paraíso o despertar del "alma viviente", (en hebreo Neshamah), "Yahvéh… insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente" (Gen 2:7) se tiene el primer contacto con un grado del Yo superior, Tifereth de Yetsirah, Cuerpo de la creación, Belleza de la formación y Fuente de la Acción.8 Es la primera experiencia de ser un individuo, es decir de ser todo y nada a la vez, que queda en la memoria como una impronta indeleble y que constituye la llave de entrada al mundo de los arquetipos. Jacob ejemplifica este estado y su sueño visionario sucede en este mundo habitado por inteligencias angélicas que ascienden y descienden por una escala.
Mientras el buscador asciende por la escala mediante la reiteración del acto ritual, el contacto se vuelve más estable. La luz, por sí misma ordenadora, purifica el alma de sus apegos pasionales, haciendo de su corazón el foco consciente del alma y el espíritu; entonces la conciencia Arcángel Gabriel (Yesod de Beriah y Daath de Yetsirah) se vuelve el fundamento permanente del mundo arquetipal. "En este estado –dice Zev ben S. Halevi– las revelaciones abundan en la forma de extraños viajes a través de palacios de los cielos,… y la percepción de maravillosos seres, lugares y cosas"9. Es el caso de las revelaciones de San Juan, el viaje nocturno de Mahoma guiado por el Arcángel Gabriel, de la Divina Comedia de Dante, o del Viaje que emprenden los pájaros del libro de Attar en busca del ave Simorgh.
El desarrollo del alma va tejiendo un cuerpo invisible de luz del que el buscador se viste para recibir el bautismo de fuego en Tifereth de Beriah que en cualquier gran tradición tiene un enorme significado. Es el sitio de la individualidad humana transfigurada, la Naturaleza Perfecta del Hermetismo, que el Hinduismo llama Atman. La Presencia de Dios en la Tierra (en hebreo Shekinah) el cuerpo de Dios (Malkhuth de Atsiluth), la Belleza de la creación tras la cual yace el No Ser, y la fuente del mundo de la formación. Este cuerpo de luz es Adán hecho a imagen de Dios, el Icono de Dios.
El sitio ocupado por el Arcángel Gabriel, ángel Espíritu Santo, Yesod de Beriah o imagen de la creación es un sitio crucial ya que él es el anunciador de la venida del Mesías; ángel de la conciencia y la "concepción" que corresponde al bautismo de agua, y que da el conocimiento de las formas y de la psique humana. Gabriel conduce al alma en su ascenso por los cielos inspirándola en la comprensión de los símbolos. En cada peldaño el descorrer de cada velo supone una purificación. Una última es todavía necesaria (bautismo de fuego) para llegar a la perfección de la creación (Naturaleza Perfecta) o segundo Adán hecho a imagen de Dios; realización que se da cuando se alcanza la esfera de Tifereth en Beriah que está bajo la influencia del Arcángel Miguel cuyo nombre significa "Igual a Dios”.
El Paraíso Terrestre se convierte en Jerusalem Celeste al final de cada ciclo. Este no es un lugar sino un estado de transparencia a la luz, porque en este punto, donde se han unido los tres mundos y las seis direcciones que el número siete simboliza, no hay un afuera y un adentro. El hombre comienza a ver las cosas tal y como son en Dios, "se convierte en sus ojos, sus oídos…" y contempla a la vez que comprende las leyes que gobiernan el universo o su Diseño.
Cuerpo Espiritual y Tierra Celeste
En el mundo islámico, esta idea de cuerpo espiritual y tierra celeste es recogida por Suhrawardi (1153-1191) de la teología antigua de Zoroastro, Hermes Trimegisto y Platón, e integrada al Islam Shiíta
Suhrawardi, maestro de la Teosofía Oriental, Shaik al-Izraq, revive en el siglo XII la teosofía de la antigua Persia con el motivo de Xavarna, la luz de gloria, y mediante la angeología mazdeísta, interpreta las ideas platónicas.
En en el centro de la teosofía de Suhrawardi se halla el mismo concepto de un cuerpo espiritual que es desarrollado mediante la oración y la meditación. En ese cuerpo, el adepto puede explorar un mundo interno de suprema variedad y maravilla. Suhrawardi lo llama Hurqalya. Su traductor e intérprete francés, Henry Corbin, utiliza el término "Mundus Imaginalis" (el Mundo Imaginal), urgiendo a sus lectores a no confundirlo con el mundo imaginario de la fantasía y la ficción. Hurqalya es un mundo real, sólo que no tiene un substrato material. (Joscelyn Godwin, "Anales del Colegio Invisible. II: Zoroastro". SYMBOLOS 11-12, pág. 81)
El Avesta, libro litúrgico, y el Bundahishn, libro cosmogónico de los persas,
… narraban historias de Zoroastro que sólo tienen sentido situadas en Hurqalya:10 relatos de sus encuentros con seres celestes, su ascenso a cumbres inaccesibles, y la otorgación de su Xvarnah o cuerpo radiante. (ibid.)
La cristalización de un cuerpo radiante de belleza es propio de los profetas, y mesías, como Moisés, Zoroastro, Hermes, Buda, Jesús, Mahoma. Dice A. K. Coomaraswamy: "la experiencia directa del Brahman se ha comparado a la visión cegadora del relámpago, y se ha contrastado con la formación de los conceptos mentales y con la reminiscencia, y esto corresponde al 'percibe repentinamente' de Platón" (artículo citado). Cuando Moisés sube al monte Sinaí, (montaña polar) está por un breve momento en el mundo de las emanaciones o atributos divinos, Atsiluth, donde Dios le deja ver su espalda, "porque ningún hombre mortal puede ver el rostro de Dios y vivir" (Exodo XXXIII, 20-23). "Cuando Moisés bajó de la montaña la gente estaba asustada por el brillo de su cara". El libro sagrado es considerado el cuerpo de Dios ya que se trata de una imagen impresa por la experiencia directa de la luz.
Cuando Adán fue creado "a imagen de Dios", su cuerpo era un cuerpo de gloria, sin distinción de género, anterior a la creación de Eva. Dice la tradición que su aspecto femenino era Sophia. En la tradición irania, la realización del cuerpo de luz Arquetipo del hombre está asociada con figuras femeninas, y como el Arquetipo del hombre es el pináculo de la creación y "toda creación es femenina respecto de su creador", este cuerpo de la deidad toma el aspecto de Sophia. Al Arquetipo celeste del hombre, en la Tradición Mazdeísta se le da el nombre de Daena Fravarti (Sophia, paredro del Adán celeste). Daena es hija del ángel de la tierra Spenta Armaiti, pensamiento perfecto, meditación imaginal o meditación silente, hija del dios de la Luz Ormuz o Ahura Mazda. La tierra es un arcángel madre del Yo celestial Daena, porque la meditación silente da nacimiento al Yo celeste. Daena corresponde a la Naturaleza Perfecta del Hermetismo. Las demás hijas del Arcángel de la tierra llamadas Fravartis representan otros ángeles femeninos o etapas del alma en su viaje de encuentro con su "doble" espiritual Daena Sophia o Luz del conocimiento que tiene como flor emblemática a la rosa. Así, Ardvi Sura es el ángel de las aguas celestiales de las que emerge el Monte Victorial, la montaña del paraíso idéntica a la montaña polar Alborj (Monsalvat de la leyenda del Grial); Chisti es espejo y mediadora de Daena que ve el significado de las palabras y gestos simbólicos; Ashi Vanuhi es Fuego Victorial asimilable a la Nike griega; Arsthat la radiación perdurable o transfiguración, y Zamyat la Gloria Terrestre. Estas ángeles o fravartis, han hecho un pacto para ayudar a que la tierra sea transfigurada. En la cosmogonía Irania, heredada por el Islam shiíta, todo el proceso de iniciación se refiere a esta transformación del mundo sensible en Teofanía que revela su arquetipo celeste, que es lo mismo que decir: la transformación de la Naturaleza en Arte. Porque todo arte, ya sea el de Dios o el del hombre pretende esta transfiguración. Por eso el hombre realizado investido de un cuerpo de luz es el icono por excelencia.
El tema del espejo como herramienta de conocimiento abunda en la literatura irano-islámica. El proceso de conocimiento pasa de la percepción del mundo como un "otro que yo", (velo) a la conciencia del mundo como un espejo del mundo interior; Chisti espejo de Daena ve el significado de las palabras y gestos, que permite el conocimiento de sí mismo y conduce al conocimiento del Señor Personal porque "el que se conoce a sí mismo"… se convierte él mismo en espejo de Dios y …"conoce a su Señor". Spenta Armaiti (ángel de la tierra) es el espejo de la sabiduría que refleja su propia transfiguración.
En el sufismo shiíta, frente a la prohibición hecha a Moisés: "A Dios, nadie le ha visto jamás", el Profeta exclama: "He visto a mi Señor en la más bella de sus formas" (célebre hadîth de la visión que cumple con el sello de la profecía). El deseo de la Visión de la Visión ('iyan-e'iyan) rehusada a Moisés, es el leitmotiv de toda la vida espiritual de Ruzbehan, autor del Jasmin (citado en n. 11), llamado entre los sufís el "Príncipe de los Fieles de Amor”.
Los Fieles de Amor
Aquellos para los que el amor humano por un ser de Belleza ha sido la premisa del amor divino, los Khawâss al mahabba, son los que se llaman Fieles de Amor del siglo de Dante. Una forma de amor que no tiene evidentemente un fin social (formar una familia) sino que es un medio para purificar el alma de todos los instintos posesivos del alma pasional (nafs ammâra, nefesh en hebreo) o amor vulgar, para llegar a la contemplación de la Belleza divina.11 Un tema análogo al de las dos Venus que menciona Ficino en su libro sobre el Amor.
Una de las dos Venus es celeste, la otra, vulgar y que la celeste ha nacido solo del cielo, sin la intervención de ninguna madre, y que la vulgar ha nacido de Júpiter y de Dion…. Porque la primera es llevada por amor natural a considerar la Belleza de Dios, la segunda es llevada también por su amor, a crear la divina belleza en los cuerpos mundanos. La primera abraza en sí misma el esplendor divino; después lo trasfunde a la segunda Venus. Esta segunda a su vez trasfunde en la materia del mundo los destellos del resplandor que ha recibido, por la presencia de estos destellos, todos los cuerpos del mundo, según su capacidad resultan bellos. (Marsilio Ficino, Sobre el amor, Comentarios al Banquete de Platón. Universidad Nacional Autónoma de México, México 1994. Cap. VII, págs. 41, 42)
Lo visible debe ser percibido como un velo y transformado en un espejo" mediante su pulimento. Y se sale victorioso de la prueba del velo cuando el velo se vuelve espejo teofánico, y esto es llegar a la Visión de la Visión, donde el ojo por el que el hombre ve a Dios es el mismo por el que Dios ve en el hombre: " … cuando la creatura se borra, o mejor dicho se hace transparente, ya no es Dios quien es contemplado por la creatura, en y por la mirada de ésta. Es Dios mismo quien se mira a Sí Mismo." (Henry Corbin, En Islam iranien III: Les Fideles d'amour. Shî'isme et soufisme. Editions Gallimard 1972, cap. III, pág. 34). Tal y como vemos nuestra imagen reflejada en el vacío de la pupila del otro. La misma idea es expresada por Eckhart en su célebre frase: "La mirada por la cual yo conozco a Dios, es la misma mirada por la cual Dios me conoce", de modo que las criaturas que han alcanzado la visión son los ojos por los que Dios ve al mundo. Teofanía es cuando la divinidad entra en la creatura como la imagen entra en un espejo, por efecto del rayo "porta imagen" de Eckhart. Teniendo entendido que la sustancia (madre) de esta imagen no está en el espejo sino en el rayo que la proyecta.
Todo lo que se necesita recalcar aquí es que la luz del Sol Supernal, la "Única Luz" (jyotis ekam, I.93.4), la "Luz de las luces" (jyotishâm jyotis, Rig Veda I.113.1 y Brihadâranyaka Upanishad IV.4.16), es una luz omniforme y porta-imagen (jyotir asi vishvarûpam, Vâjasaneyi Samhitâjyotishâ V.35; sarûpenâ, Rig Veda X.55.3) que cuando brilla "libera a todas las formas bellas" (vishva rûpâni prati muñcate, Rig Veda V.81.2). (Ananda K. Coomaraswamy, artículo citado).
Para los Fieles de Amor, no se llega a la conciencia teofánica desviándose de lo visible y lo sensible sino tomando conciencia de ello como un velo y transformándolo en un espejo de conciencia.
Es mediante esta visión de belleza que la luz convoca a la creatura a regresar a ella. Esto es diferente a la idea corriente de encarnación, pues no depende del espejo que el espíritu subsista, pero sí es necesario que ese espejo de la creación (el símbolo) exista para que la imagen se revele en esta coincidencia por vía del hombre encarnado que es el caso del artista creador. En este sentido, "los actos de creación son miradas o contemplaciones divinas (hazarât)". Los actos creativos son actos de Visión. La visión es nuestro propio ser. El guía, es quien ha "visto" tu luz interior, y ha despertado tu Belleza.
El monoteísmo abstracto (que es la degeneración del punto de vista trascendente de Dios), sólo se sobrepasa –dice Corbin– con la experiencia vivida de la teofanía, que no es una encarnación sino una percepción de la doble naturaleza del ser manifestado, que simultáneamente vela y revela lo invisible. Donde se instituye una relación de las dos bellezas: belleza increada y belleza sensible. De ahí que toda teofanía sea símbolo.
Liturgia Visible
El visionario que contempla en sí mismo la Naturaleza transfigurada la proyecta en la materia por irradiación, al tiempo que con sus gestos teje las formas ya proyectadas, ejecutando espontáneamente los movimientos rítmicos en los que se expresa el modelo o Arquetipo. Este modelo es más bien una acción, un "modo de ser", que una imagen terminada, de manera que un músico puede escuchar en un relámpago toda una sinfonía o toda su obra completa. Los modelos del artista tradicional o creador de íconos, aunque sean modelos de la Naturaleza como es el caso de la pintura china, son modelos ideales vistos en la Tierra de Visiones donde cada acción es un acto ritual y certero, porque es propio de los arquetipos el ser acciones puras en las que el verbo es a su vez sujeto y atributo. El que realiza la acción, la acción y su resultado son una misma cosa. Intención y propósito son uno solo. Cada acción es una "celebración" del ser, o un "canto de alabanza" inserto en una liturgia celeste. En este mundo imaginal o intermedio, en su Malakut, las formas son siempre simbólicas, es decir absolutamente coincidentes con sus significados.
El término griego symbolon se refería a dos mitades de algo que se juntaban, que coincidían, y conformaban un signo de reconocimiento; (Federico González, Simbolismo y Arte. Symbolos, Barcelona 1998, pág. 18).
El término ícono (del griego eikon, imagen, semejanza, del indoeuropeo eikon, semejanza) se aplica en los casos en que la imagen es el resultado de esta coincidencia analógica, es decir un símbolo que revela a los sentidos un orden que sería invisible para ellos sin esta mediación. El artista es el canal de esta mediación y –como dice Corbinel conocimiento de sí mismo es como una exégesis del símbolo porque la exégesis lleva a la transmutación de lo que está escrito, de modo que "Lo que está escrito se eleva a la incandescencia, y el significado oculto brilla a través de la cubierta que se vuelve transparente", "como esos mosaicos bizantinos cuyo oro ilumina el espacio que acompasa, o como los íconos o paisajes de alguna escuela Persa, donde el fondo rojo dorado, transfigura los colores o como el Paraíso de Yima in medio mundi, y también la Tierra de Hurkalya, …" (Henry Corbin, Spiritual Body and Celestial Earth. Bollingen Series BXCI-2, Princeton, New Jersey 1977, pág. 21).
Encarar el arte como algo sagrado quiere decir verlo como vehículo simbólico de unión del cielo con la tierra. "Todo Arte Tradicional es simbólico ya que el Arte Tradicional pretende 'ensamblar' o lograr la coincidencia entre lo de arriba, Cosmogonía Arquetípica y lo de 'abajo', soporte material." (Federico González, obra citada).
Porque es simbólica, la obra de arte busca ser un intermediario entre el mundo de las ideas o Arquetipos y el mundo sensible y revela al espectador un mundo invisible "despertando en él una serie de 'reminiscencias' respecto a multitud de imágenes que no recordaba, pero que formaban parte de su bagaje cultural y personal" (Federico González, Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon, cap. VI, pág. 101).
El tejedor, promoviendo analogías o cruzando la trama (sruti), audición o revelación, con la urdimbre (smrti), que tiene el sentido de lo "recordado" o de la autoridad tradicional, realiza su arte; "… el único artista verdadero (musavvir) es Dios." (Ananda K. Coomaraswamy, The Transformation of Nature in Art. Dover, New York 1956, pág. 21).
El rito artístico; comienza por el principio y termina con el principio. Este es la luz del Verbo Creador y también la receptividad de la Sofía que es su paredro femenino. Por ello se comienza por la creación de un espacio que representa la receptividad de la creación respecto de su creador, y con un acto de atención porque "en el artista oficiante del rito, la luz del Verbo está presente en la atención". Los cánones Tradicionales corresponden a las leyes que gobiernan el arte, e inspirados y dirigidos por Arquetipos y ángeles, son cánones de proporción o la "gramática" del arte, que lejos de limitar la labor creativa le otorgan las herramientas para acceder a ellos. Un ejemplo es el sonido inaudible de las esferas celestes revelado a Pitágoras y expresado en la imagen Hermética del monocordio universal de Fludd como una sola cuerda que se tensa entre la corona y los pies de Adán, el alpha y el omega, y que suena con diferentes tonos según las proporciones en que se divida la cuerda presionada,
… monocordio –imagen del monocordio universal– que se constituye en un modelo permanente de la Teoría musical posterior, capaz de sintonizar (sinfonizar) con la armonía de las esferas y su música celeste, ya que los distintos sonidos y sus proporciones son expresiones de la manifestación cósmica a la que reflejan. … estas proporciones establecen también las normas de la arquitectura y las artes visuales, el plano de la ciudad, el metro poético… (Federico González, Simbolismo y Arte, cap. VII, pág. 105).
El ejercicio del arte llega a su perfección cuando a través de la sintonía rítmica de la tierra y la consonancia analógica del cielo, el observador se eleva por la escala de los armónicos hasta convertirse en lo observado; es entonces que puede fluir libremente con su tema ya que será el tema el que se exprese a través de él, y ya no habrá un sujeto que realice la obra ni que se la apropie.
Recordemos que el Verbo es a la vez sonido y luz. La Música, (de las musas) y la Geometría (medida de la tierra), artes sonora y visual de la medida y la proporción, se ubican por ello en el Arbol de la Vida Cabalístico en el mundo de las Creaciones Arquetípicas, y asociadas a las energías de Gueburah y Guedulá (Hesed) respectivamente, "llamadas también los dos brazos de Dios"… son "las dos lámparas que adornan el Trono Real; de este segundo gran equilibrio nace Tifereth (Belleza)".12 De modo que la práctica de estas artes de la medida y la proporción edifican un cuerpo de luz y sonido.
Sonido y luz se expresan en el arte Tántrico hindú como Mantra y Yantra respectivamente, (de la unión de Mantra y Yantra, surge Tantra) ambos soportes de encantación y contemplación del arte sagrado que busca unir lo masculino y lo femenino, como principios ambivalentes y no solamente como se lo conoce ahora, desde una perspectiva puramente sexual.
Las ambivalencias de arc y chand se ilustran además en los siguientes pasajes: Rig Veda I.92.3 y 6, "Las Auroras están cantando (arcanti) como mujeres ocupadas en sus tareas", y "la Aurora brilla en su belleza con una sonrisa encantadora" (shriye chando na smayate vibhâtî); V.52.12, "alabando con himnos" (chando-stubhah); y VII.7.3.6 "brillante de gloria como el Sol" (chando na sûro arcishâ). En Atharva Veda VIII.9. 12 a las Auroras se les describe como chando-pakshe, lo cual puede traducirse por "teniendo alas métricas" o por "moviéndose con alas de deseo". Los valores de chandas son de particular interés en relación con la idea de la "integración de sí mismo en el modo de los metros, o 'encantaciones'" (chando-mayam… âtmânâm samskurate, Aitareya Brâhmana VI.27), lo cual equivale a decir la edificación de un "cuerpo" espiritual de sonido rítmico, o de luz, o de beatitud, puesto que chando-maya, podría sustituirse aquí por mantra-maya, jyotir-maya, o ânanda-maya, a saber, "encantatorio", "luminoso", o "beatífico". (A. K. Coomaraswamy, artículo citado).
“La voz es el instrumento por excelencia, y el fraseo y la palabra los gestos audibles que articulan cualquier lenguaje." (Federico González, obra citada, pág. 107). En la poesía, que es el arte de la tierra (arte es hacer, poiesis), se conjugan la voz y el canto que –dice Federico González– dan "… la posibilidad de reproducir una y otra vez el discurso creacional que surge de la audición interior de sí mismo" (ibid., pág. 108).
CANTO DEL AGUA
Entono cantos suaves cuando tu aliento toca mi piel
que se despierta en torrente 

y arrasando muchedumbres ilusorias
deja solo caracolas …
Sensaciones espirales donde te escucho de nuevo. 

Siguiendo rastros, surcando túneles 

llegas a mis húmedos cabellos.
Yo, que dormida en un lecho de recuerdos, 

siento penetrar tu savia
que mi árbol agita, 

me levanto de mi sueño
y te respondo.
Laberinto, cuyos rayos cargados de rocío
evocan a la Fuente, 

recorres confundido. 

Y no sabes dónde estoy
porque dentro de mí te hallas.
Una voz te llama desde el fondo del vacío 

al brotar bulle en sonidos
teje imágenes
y se hace palabra. 

Sigue su canto que te desteje 

para llevarte a su morada oculta 

que es silencio.
Espacio cuya dulzura y exuberancia 

no conoce límites, 

cámara sagrada donde recluida 

tejo tu túnica de luz.
Soy vapores
que por tu calor ascienden
soy el hueco
donde habitan aves transparentes
y el viento que las sustenta 

es el soplo de tu aliento.
A veces, mi danza te da terror
el eco de tu voz te paraliza. 

Y he de estallar en tormenta
desatando la pasión que te conduzca
donde aquel canto que no cesa… 

que es mil nombres y que es tu Nombre.
Adán, ¡Vive! 

SE mi mente 
SE mi alma 
SE mi cuerpo 

Yo seré tu Conciencia.
Traspasa mi cuerpo y hazlo transparente. 

Séllame con el beso de tu boca y hazme Tú. 

Hagamos que el mundo gire de nuevo
concibiendo un niño de luz 

hijo del viento y de la noche.
Niño de oro que surcas los dos mundos… 

dime niño: qué tiempo recorres? 

siempre tan silente…siempre presente. 

Acaso es tu correr perenne? 

Es acaso el tiempo del gran mar?
Jugar en tu mano quiero
cuando se abre 
y deja escapar el dolor
para abrir mis ojos, 

verte grande
y saber que Yo Soy.13
Tiempo es medida, ritmo pero también intervalos que permiten la armonía. El ritmo una alternancia de sonidos y silencios, los intervalos proporciones de los tonos musicales. La medida como el tiempo, limita y a la vez revela el espacio que ella contiene.14
Existen dos tipos de memoria, la que recuerda los sonidos y la que recuerda los intervalos, o relaciones armónicas o contenidos simbólicos. Recordar el contenido es re-vivir la experiencia, liberarla de los límites del pasado y del futuro para recordarla in illo tempore o en un tiempo mítico que no es sino el Presente eterno, dimensión vertical de la memoria de la que es símbolo el árbol del olivo en el verso de la Luz donde la lámpara "Es alimentada por un olivo bendito que no es de oriente ni de occidente" (Corán 24:35, Sura La Luz).
Se recuerda sólo en el equilibrio del presente, en el espacio entre dos puntos o mundos, en el intervalo entre dos vidas.
El recuerdo semeja una inmensa extensión, similar a una llanura donde galopa flotando una yegua. Su jinete se desliza por el viento gracias a un obediente acompasamiento con el ritmo de su galope.15
CANTO DE LA TIERRA
I
Silenciosa… casi caduca, 

soy de esas hembras que ya no existen, 

servidora del amor,
espejo del amanecer.
Llevo en mí el germen de la vida nueva, 

soy el hueco oscuro e invernal 

donde habitan aves transparentes.
En mis entrañas llevo, 

la savia que penetra los corazones. 

Soy devoradora incesante de estructuras, 

arrasadora de muchedumbres.
Templo para quienes osen optar por el amor; 

para quien recorra el laberinto
y hunda la espada en su propio pecho; 

para quien reconozca que la vida
reposa en la muerte y la necesidad.
Soledad interminable para el cobarde, 

muralla infranqueable para el orgulloso, 

luz para quien llora en anhelos de entrega.
Mis formas cambian sin cesar, 

refulgentes relaciones de luces transparentes. 

Soy espejo del Infinito.
Soy la hembra siempre anhelada, 

el cuerpo de la deidad, 

el sonido hecho carne, 

la Virgen Negra temida y alabada.
Iniciadora del hombre,
recluida en una cámara sagrada tejo su túnica de luz. 

Quien penetre en mí encontrará la vida. 

Soy la Madre Tierra.
II
Hembra deseosa, 

inflamada por la luz, 

convierto en calor cuanto rayo llega del sol. 

Soy la vida, esperando ser vivida.
Soy la casa, 
el hogar y la hoguera. 

El espacio, fuente de espejismos, 

donde habita el reflejo de la llama siempre viva.
Soy el arco y la puerta; 

el espacio entre dos mundos; 

las cenizas de la pasión 

y la posibilidad de resurrección.
De mis manos brotan aves, 

de mis pechos miel, 

selvas arbóreas son mis cabellos. 

Sustento son mis pies, raíces firmes.
Entono cantos cuando el viento toca mi piel,
fuente de contacto. 

Vellos con sabor a sal crecen bajo mis brazos
que se extienden acogedores en el silencio de la noche.
Solícita servidora del peregrino 

dama del caballero 

lecho de rosas cubiertas de rocío matinal 

azul, para el oro que me fecunde.
Soy entonces 
la novia
revestida de luz, tachonada de zafiros,
la Virgen Celeste.16
El fin último del Arte es regresar a la "celebración" en la sonrisa de la aurora, como un acto de alabanza, porque de la contemplación de la belleza que es el conocimiento que la Inteligencia tiene de Dios, el amor obtiene su gozo que mueve al alma a crear de modo "gratuito" (a cambio de nada, por agradecimiento), como expresión del deleite experimentado en este acto de contemplación.
En De amore II.ii Ficino traza el círculo del amor divino en tres fases: "La primera fase surge de Dios como una especie de faro, la segunda entra en el mundo al cual mueve en éxtasis y la tercera regresa a su hacedor en estado de gozo". Citado por Edgar Wind, Los Misterios Paganos del Renacimiento. Barral Editores 1972.
El libro de La Rueda de Federico González, inicio de las publicaciones de esta editorial, concluye con un himno a la Sabiduría porque la Sabiduría es el último peldaño de la escala al que como hombres podemos acceder.
Se ve claramente aquí que esta hembra es una deidad: una diosa. Y para ser exactos: la Diosa, que va cambiando sus nombres y quitando sus ropajes antes de entregarse definitivamente. Ella es madre y esposa, hermana y novia, hija y concubina, su sexualidad se expande en forma esférica en todas direcciones. La promesa que exhala su fragancia es la misma que nuestra necesidad de copular místicamente con ella. Nos llama con el fuego de su ardiente amor, amor divino, y se nos revela virgen y vacía, oscura, sutil y misteriosa, perfectamente invisible, pero también pura, limpia y clara como el esplendor desnudo de la idea. La tierra, la naturaleza y la vida han heredado estos atributos que reflejan generosamente y nos los ofrecen como medios de realización.
El número anterior que publicó SYMBOLOS 27-28 (2004) que está dedicado a lo femenino, y lleva tapa plateada, sale a la luz después del número de tapa dorada 25-26 (2003) que contiene el Programa Agartha, espejo en la caverna del corazón donde se llega a reflejar la imagen Celeste, cerrando un ciclo de la revista. Junto con La Rueda estas publicaciones expresan tres fases del mismo amor: manifestación, procesión y expresión. Tanto la labor editorial, como el programa Agartha y la publicación de la revista, cumplen así con ciclos que son esas tres fases.17 Tres ciclos puestos en movimiento por su director, que en este número "celebramos" aquellos que hemos sido obsequiados con su luz.
Notas
1    Esplendor como iluminación del intelecto. Ver Edgar Wind, Misterios Paganos del Renacimiento. Barral editores, Barcelona 1972, nota 51 pág. 54.
2    Ver SYMBOLOS 17-18:  "La verdadera resolución de la cuadratura del círculo", de Javier S. Maskin, donde el paso del círculo al cuadrado, o unión de la tierra con el cielo, se hace a través del número 3. (Existe otra solución a través del número 5 publicada en el libro de Robert Lawlor Geometría Sagrada. Crossroad, New York. Cap. VII, pág. 74).
3    Ver A. Coomaraswamy,  "Belleza luz y sonido", nota 5. "Chando na es 'semejante a una sirena', 'ejerciendo una fascinación'. Nuestra palabra 'encantador', combina adecuadamente las nociones de una belleza que es a la vez visible y musical y que ejerce un poder convocativo y activo; la luz de la Aurora es a la vez una belleza y una llamada a la acción, puesto que pone en funcionamiento a todas las cosas (vayunâ krnoti, Rig Veda I.92.6, cf. 59.1 y VII.36.2 para Mitra). El sentido original de 'encanto' implica un 'encantamiento' musical."
4    Alicia Wiechers. Poema inédito. 1983.
5    Ver: Federico González, La Rueda, cap. 5,  2: "El Árbol de la Vida Sefirótico", pág. 123. Y ver  diagrama publicado aquí.
6    Federico González,  Esoterismo Siglo XXI, pág. 103.
7    La palabra arquetipo, del griego archee (principio, base, gobierno), de la que deriva arcángel, (anggelos, mensajero, en hebreo mal¨akh) de la misma familia que ángulo, en árabe arcan, contiene la idea de brillo. Pues es mediante los cuatro arcángeles que el Hijo (expresión de la luz inmanifestada del Padre) se extiende mediante cuatro radios o rayos, hacia los cuatro puntos cardinales, siendo los ángeles a su vez los ángulos que irradian hacia innumerables direcciones. Esta imagen arquetípica, se expresa en la tierra según el cristianismo por la figura de Cristo en el centro (como ángulo de los ángulos) rodeado de los cuatro evangelistas, y en el Islam por el Profeta y los cuatro califas. (Ver René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XLV: "El Arkan". Editorial Eudeba, Buenos Aires, pág. 256).
8    Ya que este centro coincide a su vez con la esfera de Malkhuth (el reino) del plano de las creaciones o plano de Beriah donde tienen lugar todos los acontecimientos visionarios, y con Kether de Asiyah (coronilla de su cuerpo físico).
9    Zev Ben Shimon Halevi, Adam and the Kabbalistic Tree. Samuel Weiser Inc, New York 1979, pág. 315.
10 Tanto el plano de la percepción imaginal Malakût, como el plano del conocimiento inteligible Jabarût, más asimilable al mundo de los arquetipos de Platón, existen ambos en el mundo de Hurqalya, bajo el universo de Lalut o esfera de la Deidad. (N. de la autora).
11 Como dice Rûzbehân –citado por H. Corbin en su libro En Islam Iranien, cap. VI, pág. 118: "Entonces, he aquí que en medio de los llantos de mi angustia secreta, vi de pronto la Venus del cielo de los misterios, convertirse en el arpa de los llantos". Y anota al pie de la misma pág., n. 163: "Es decir que la belleza terrestre por la que él desespera, porque su presencia misma le deja el gusto de la ausencia, se convierte en un arpa de gozo, desde el momento que ella se muestra como una teofanía."
12 Ver: Carlos Ricardo Barnathan, La Cábala, una mística del lenguaje. Barral Editores, Barcelona 1974. p.40
13 Alicia Wiechers. Poema inédito. 1988.
14 Este espacio en música se llama intervalo. Para escuchar la armonía que es una operación analógica, no han de escucharse las notas sino la relación entre estas, es decir el espacio o intervalo que entre dos notas tocadas al unísono producen la reverberación armónica. El intervalo es al no ser lo que el sonido es al ser.
15 Lo receptivo, lo espacial, era comparado en la antigua China con la yegua, que combina la velocidad del caballo y la docilidad de la vaca.
16 Alicia Wiechers. Poema inédito. 1988.
17 Las tres formas de la luz: Lux fuente de la luz o su sustancia, Lumen radiación de la luz, y Esplendor refulgencia de la luz como en un tablero dorado, se expresan en la danza de las Gracias: "Cualquiera de ellas que se tome es la misma que las otras, porque cada una está en las demás y enraizada en el Uno". Edgar Wind, Los Misterios Paganos… , nota 19, pág. 49