viernes, 5 de septiembre de 2014

Iniciación femenina I y II




G. de Montenay, Emblèmes, ou devises chrestiennes, Lyon 1671

SOBRE LA INICIACIÓN FEMENINA (1/2)
Mª Victoria Espín
I
La individualidad, por sí misma, niega lo universal y a la vez lo manifiesta. No es la individualidad quien conoce lo Universal, lo que esta más allá de ella misma, sino que es el Misterio que se deja conocer a ella para reincorporarla a sí mismo, al Sí mismo. No es el hombre, en tanto que ser individual, quien conoce, el Conocimiento se manifiesta a su través, se desvela. Como símbolo, el hombre, vela y revela aquello que simboliza. No son las facultades individuales las que permiten al hombre conocer; es a través de estas que conoce cuando se someten a un orden y "dejan de ser" ellas mismas para ser canales de Aquello que las trasciende y en lo cual tienen su razón de ser.
Como ser individual, el hombre, no es sino un conglomerado de elementos perecederos y finitos; que nace y muere según su ciclo de existencia, de acuerdo a la ley de los ciclos por la cual todo nace y muere pasando de un estado a otro de ser.
Ordenar, ponerse a la orden, es lo que el hombre puede hacer. "El hombre puede, desde su existencia terrestre, liberarse del imperio del Demiurgo o del Mundo hylico, y esta liberación se opera por la Gnosis, es decir por el Conocimiento integral".1
Podríamos decir que el hombre se hace a sí mismo. Adán es el primer formador (Adán protoplasta). Él, que permanecía en la Unidad del Padre, se reveló y actualizó su naturaleza humana, transmitiendo a sus descendientes esta separación del Sí Mismo. La caída supone un desmembramiento, una fragmentación de la Unidad; recordemos la muerte de Osiris a manos de Seth-Tifón, su hermano, su desmembramiento, y cómo Isis juntó sus miembros para darles nueva vida. Isis es la Sabiduría "cuyo corazón sólo puede abrir la llave del Conocimiento, al que llegaremos a través de la mirada interna que propicia el trabajo iniciático".2  
Esta herencia de que hablamos, genética podría decirse, se ve incrementada por sus descendientes y así, en progresión geométrica, haciéndose cada vez más patente la dualidad, la multiplicidad, el hombre ha ido alejándose de la Edad de Oro hasta llegar a la Edad de Hierro en la que se encuentra en la actualidad. Una vez separado, escindido, el hombre debe, si quiere volver a ser, hacer el camino de vuelta; para ello deberá restablecer la unidad en sí mismo.  
A medida que se ha ido produciendo el alejamiento de la Edad de Oro, el Modelo, la Guía, la Doctrina, la Tradición que es el hilo de Ariadna para volver al origen, se ha ido ocultando cada vez más hasta llegar a lo profundo de la caverna, el corazón de la tierra, análogo al corazón del hombre, sede de la Inteligencia. Aún así las cosas el hombre puede volver a su Patria de Origen que es celeste.  
El fuego está en el interior de la tierra, también en su interior los materiales combustibles, en el hombre el fuego arde en su corazón, ese es su centro y altar, su tabernáculo, y para que pueda arder hace falta una purificación previa. Purificación del cuerpo (tierra) purificación del alma (agua y aire). El hombre ha de morir primero, ha de renunciar a los frutos de este mundo para que arda su fuego interno, para que la chispa divina pueda inflamar su corazón. 
 
II
Aparece, para algunos, como increíble, incomprensible, cuando no como una traición a Jesús, el hecho de que en esta época, en Occidente, quien conserva y transmite la Iniciación enlazando con la cadena de la Tradición Unánime en su "versión occidental", no sea la Iglesia católica. ¿Cuáles fueron los motivos por los que el catolicismo en Occidente pasó a una exteriorización cada vez mayor hasta quedar convertido en algo puramente religioso, exotérico? Intentar responder esa pregunta puede ser trabajo vano, y desde luego una pérdida de tiempo cuando la cuestión se plantea como una tozudez en defender aquella Institución que quiere identificarse con la Iglesia de Cristo, cuando evidentemente no se manifiesta como tal.  
El por qué no se ha conservado ese vínculo en la Iglesia y sí en la Masonería por ejemplo, dejando al margen explicaciones cíclicas, históricas, que seguro las hay, más bien hay que verlo como uno de esos misteriosos designios de la Providencia, lo que no disminuye en nada la responsabilidad que pueda caberles a los representantes de dicha iglesia.   
 
III
"La iniciación es la transmisión de una influencia espiritual". Es un segundo nacimiento, un nacimiento a otra realidad "más elevada" en la jerarquía del Conocimiento. Es también la posibilidad del peregrinaje hacia el Centro. El paso a las aguas inferiores, el acceso a la esfera de la luna, madre de este nuevo ser: el hombre nuevo, que ha nacido al plano de Yetsirah o mundo de la Formación. En este plano el ser va tomando consciencia de su alma, recipiente de múltiples reflejos, muchas veces distorsionados, de las sefiroth de construcción que están por encima de Yesod, esfera de la luna. Si el cuerpo humano es un depósito concreto de posibilidades, el alma, al nivel que estamos considerando, lo es también de grado aún mayor.  
Este cuerpo sutil, el alma inferior, participa por reflejo de la luz de las otras sefiroth y, es un cuerpo "sofisticado", denso, por la creencia del hombre de que él es eso; tomar consciencia de que la luna, si bien ilumina, recibe su luz del sol, es tomar consciencia de que por encima de Yetsirah está Beriyah, plano o mundo cuya entrada está en Tifereth, esfera del sol.  
La luna, antorcha de la noche, es una luz tenue si la comparamos con el sol, pero si bien puede verse como una carencia, algo inferior, también puede hacerse otra lectura: la luna que anuncia, señala, refleja, manifiesta en la oscuridad de la noche la existencia de la luz. Ella está ahí diciendo: llega hasta mí y conocerás a Aquél que me ilumina, llega hasta mí y te pariré de nuevo para que con ese nuevo cuerpo puedas ascender.  
Símbolo de entrega y humildad, dándose recibe la luz que a su vez refleja; sus cuatro fases que se suceden hasta completar un ciclo: creciente, llena, menguante y nueva, le indican al iniciado los estados de ánimo que atravesará; que no olvide en sus momentos de euforia o depresión que son períodos pasajeros, fases lunares.  
En principio el hombre, como la noche, está sumido en tinieblas. La iniciación es un nacimiento a la luz, el caos es fecundado por la chispa divina generándose un nuevo orden.  
Esta transmisión espiritual que es la Iniciación puede ser efectuada por un Maestro, Chamán, Gurú, eslabón de una cadena iniciática y por tanto cualificado para transmitir dicha iniciación, o también, por un grupo que trabajando en Nombre del Principio que sustenta la Organización Iniciática a la que pertenecen, realiza un Rito de iniciación conforme a la enseñanza de la Tradición, aunque ellos no sean, o no todos, conscientes de la función que desempeñan; mejor dicho aunque en ellos permanezca en estado virtual la iniciación que recibieron en su día.  
¿Es indispensable haber recibido la Iniciación para que se dé la posibilidad de ese viaje de regreso al Origen? Citaremos a Guénon: "no estamos en la época Primordial en la que todos los hombres poseían normal y espontáneamente un estado actualmente vinculado a un alto grado de iniciación", y más adelante: "estamos en el Kali-yuga, es decir en un tiempo donde el conocimiento ha devenido oculto y donde sólo algunos pueden aún alcanzarlo, con tal de que se coloquen en las condiciones requeridas para obtenerlo; una de esas condiciones es la iniciación."3 La Iniciación vincula al iniciado con la Tradición Unánime y Primordial a través de la cadena iniciática con la que él ha ligado; bien podría decirse que recibe con ella una tabla de salvación, una barca para navegar en las turbias aguas del psiquismo.  
Respecto a lo que más arriba señalábamos como vías posibles de recibir la Iniciación hay que añadir una tercera que es la de "aquellos seres excepcionales que se han iniciado –por distintas razones– de manera individual, sin gurú visible y son llamados los solitarios".4 Este punto que estamos considerando es particularmente importante en este momento cíclico y, si bien hay un peligro en tratarlo porque hay quien se imagina poderse iniciar a sí mismo, con mucha facilidad, y que por lo tanto no tiene necesidad de vincularse a una cadena iniciática sino de nombre como ha sido el vergonzoso caso schuonesco y su impostura de mezcolanza religiosa varia; también es verdad que en ausencia de la posibilidad de recibir la iniciación por la vía "normal", tienen que saber aquellos que se sienten llamados que, a pesar de todo, ello puede ser. Empieza a ser posible en el momento que uno se da por aludido cuando lee un texto sagrado, cuando toma consciencia de que le están hablando a él y responde a esa palabra.  
"En los tiempos que corren no hay un espacio ideal –o a veces concreto–, donde las iniciaciones puedan ocurrir. Tampoco hay un tiempo específicamente señalado, pues el tiempo tiene la virtud de regenerarse perpetuamente; siempre es ahora para trabajar, y desde luego hay una estrecha relación entre la Simbólica, y la realización espiritual, expresada por lo que se ha dado en llamar la vía simbólica, uno de cuyos medios, la oración del corazón, u oración concentrada, es una reiteración circular y constante de la invocación. Esperar el tiempo y lugar oportuno para la iniciación puede ser una causa de alejamiento definitivo".5   
 
IV
Se invita al iniciado a hacer suyo ese nuevo estado que posibilita la iniciación; ese nuevo estado es un espacio interno que le permite contemplar el mundo con otra luz, con la cual siendo el mismo aparece completamente distinto. El aprendiz irá aprehendiendo que no existe la casualidad, sino la causalidad, que el tiempo no es uniforme como tampoco el espacio, sino que hay un tiempo sagrado y una geografía sagrada, una historia sagrada y arquetípica tanto para una civilización como para un individuo. Aprenderá que forma parte de una danza misteriosa en la que absolutamente todo está incluido, que tiene un Destino al que regresar, que no es, sino su Principio, su Origen.  
Qué decir del papel que juegan las circunstancias externas en un proceso que es interno. Podríamos decir que ninguna si vemos como separado uno y otro, pero, por el contrario, no hay tal separación y el aprendiz puede ver fuera como reflejado aquello que está ocurriendo en su interior. Esto nos lleva a la distinción de profano y sagrado. Si bien es verdad que al principio, sobre todo, conviene distinguir entre estas dos modalidades, asimismo es verdad que, también desde el principio, hay que intentar tener una visión sacra, queremos decir verlo todo como sagrado. Esta aparente contradicción se debe al hecho de que, si bien todo está incluido, como decimos, hay grados y conviene poner el acento en lo alto y respetar la jerarquía. ¿Y qué será el mal, si nos movemos en el plano de la dualidad, para aquél que pretende realizar el viaje de vuelta?: será todo aquello que lo aleja de su meta, que lo aparta de su camino, que le entretiene; eso es lo que deberá aprender a distinguir el aprendiz; apostando siempre por lo que es y evitando lo que para él es, cuando menos, una pérdida de tiempo; muchas cosas aparecen como inofensivas y en realidad son cualquier cosa menos eso.  
Para que el iniciado haga efectiva la iniciación, con la consiguiente transmutación de su ser y el paso a un nuevo estado, es necesario que sin reservas ni limitaciones abandone aquel mundo al que antes pertenecía: el mundo profano que le mantiene esclavizado, y esas cadenas que lo aprisionan irán siendo cada vez más ligeras en la medida que se vuelque en el trabajo de pulir la piedra bruta que es él mismo.  
El pulido de la piedra se realiza en dos fases: la primera es la observación de si mismo que le permitirá al aprendiz ir viendo aquello que son meras adherencias, añadidos a su naturaleza virginal; en una segunda fase, aunque en realidad es difícil, si no imposible, establecer límites entre ellas, el aprendiz se servirá del cincel para deshacerse de aquellas adherencias de que hablamos, en realidad la misma paciente observación es la herramienta, es decir el cincel, siempre y cuando haya una recta intención y una voluntad firme en desechar aquello que no es. Si tomamos la simbólica de la caza para ilustrar este proceso, el cazador será el aprendiz, la pieza a cobrar, el mismo aprendiz, el arma la paciencia, la actitud de observación la acción concreta y precisa. Aquel que cobre esta pieza habrá también comenzado a convertir la piedra bruta en piedra cúbica.  
El hombre nuevo que nace con la Iniciación debe re-orientar su vida; de hecho la misma iniciación es una reorientación. Efectivamente es una cuestión de orientación lo que determinará los frutos de su trabajo, entendiendo aquí por eso un acercamiento o alejamiento de su Patria celeste de la cual está exiliado. La orientación marca la dirección y es precisamente esta dirección, señalada al iniciado, la que debe mantener, lo cual conseguirá poniendo la atención siempre en lo Alto con lo cual, las desviaciones más o menos largas, más o menos penosas, serán sólo aparentes y le reconducirán al Camino. Dice el Tao Te King : si lo enfrentas no verás su rostro, si lo sigues no verás su espalda.6  
El proceso por el cual de virtual que era la posibilidad recibida pasa a ser efectiva, es el paso por el laberinto; laberinto de formas y de sonidos; laberinto del alma de uno mismo que personalmente ha construido, levantando muros aquí y allá, abriendo brechas, puentes y ventanas, haciendo que el aire circule por él de modo "ordenado" a sus deseos, creencias, egos.  
Este paso por el laberinto es un recorrido en espiral que realiza el ser, partiendo de un punto de la circunferencia hasta llegar al centro de la misma, siendo ese centro el Origen del estado humano, mejor dicho el punto de integración del mismo, pues si bien la realización del estado humano no presupone un paso por todas las modalidades del mismo, de modo sucesivo, lineal, lo que sería inacabable, sí que dicha realización las contiene a todas, mejor dicho las integra.7 Decimos que es el punto de integración y no el de origen porque el origen propiamente dicho no puede estar en dicho estado, pues queda fuera de los límites del mismo.  
Esta llegada al centro de que hablamos, es la llegada al centro de la cruz que realiza aquél que ha tomado su cruz sobre sí hasta el punto mismo en que esa cruz es erguida y convertida en Árbol de Vida.  
La llegada al centro de la cruz es el término de los Pequeños Misterios que coincide con la restauración del estado Edénico, la realización del estado humano, simbolizado por la cruz de dos dimensiones que tiene como centro uno de los puntos del eje vertical que a su vez reúne los centros de los estados múltiples del ser.  
El Hombre Verdadero es la realización de la cruz de que hablamos, que contiene virtualmente al Hombre Trascendente, el Hombre Universal, cuya realización se vincula a los estados supraindividuales y a los Grandes Misterios.  
La realización del estado humano supone, pues, una vuelta al Paraíso. En el centro del mismo nos dice el Génesis que está el Árbol de la Vida, en ese mismo centro brota una fuente de la que salen cuatro ríos en las cuatro direcciones; las aguas de la Vida se extienden pues en las direcciones de los brazos de la cruz horizontal, el Árbol de la Vida podríamos decir que forma la tercera dimensión de la cruz.  
La purificación en estos cuatro ríos está relacionada con la purificación por los elementos simbolizada en el rito de iniciación masónico con los distintos viajes. El ser purificado por los cuatro elementos alcanza la quinta esencia, el éter primordial: fuente, origen de los otros cuatro. Aquél que conoce la Fuente de la Vida, que bebe directamente sus aguas, no volverá a tener sed y será a su vez fuente de vida.  
Hay que saber también que no se puede llegar al centro, no se puede beber el Agua de la Vida si no se va pertrechado adecuadamente. En el camino el peregrino va vistiendo las túnicas de diferentes colores que unidas forman una blanca túnica de luz; va desnudándose de las capas que ocultaban su verdadera naturaleza. Los dones que recibe el peregrino en su viaje serán su ofrenda, no se puede llegar con las manos vacías; también podríamos decir que no se puede llegar, si no es con las manos vacías.8  
Aquel otro cuerpo que nace con la iniciación y crece alimentado con la Enseñanza, con la Tradición, llegará, Dios lo quiera, a entrar en comunión con todos aquellos que, antes que él, y también después, accedieron en alas de la Gracia, por la renuncia de sí mismos, a otros mundos, a otros estados, donde nada significa el tiempo y el espacio, pues estos no son sino dos de las condiciones que definen el estado humano, o que limitan al ser en ese estado.9  
De las cinco condiciones que definen el estado humano: tiempo, espacio, materia, forma y vida, el tiempo queda abolido, mejor dicho empieza a ser abolido, cuando el ser, libre de su condicionamiento, lee en el pasado y también en el futuro su realidad del momento presente, es entonces cuando el hombre constata que nada se pierde, que nada es en vano, que bajo una nueva luz reviven los espacios desiertos y los tiempos muertos, que lo que menos pareció ser, es, lo que sí es.   
 
V
Para recorrer este camino del que hablamos se requiere un cambio de mentalidad y, un vivir según ese cambio, dice el refrán "vive como piensas porque si no acabarás pensando como vives". Eso no quiere decir que tenga que cambiar, necesariamente, sus circunstancias externas sino, que sus actos han de ser ordenados y responder a otros "intereses", que aún moviéndose en lo individual no pierda de vista lo Universal, que una sus potencias a las del Supremo Ordenador y, no campee por su cuenta preocupado por sus intereses particulares, aunque estos sean muy "elevados". Si nos ocupamos de los asuntos de Dios El se ocupará de los nuestros. Conviene recordar aquella cita evangélica "mirad los lirios del campo como crecen, no se fatigan ni hilan, pero Yo os digo que ni Salomón, en toda su Gloria se vistió como uno de ellos."10  
Lo que acabamos de decir está relacionado con la Fe, que junto con la Esperanza y la Caridad forman las llamadas virtudes teologales. Esta virtud (la Fe) es la que ha de caracterizar al aprendiz, así como la Esperanza al compañero y la Caridad al Maestro, recordemos también que la Fe se relaciona con el apóstol Pedro, la Esperanza con Santiago y la Caridad con Juan Evangelista, los tres apóstoles que presenciaron la Transfiguración del Señor. Si tomamos el camino de ascenso a la montaña como símbolo del camino iniciático, hemos de hacer ese ascenso acompañados por esas tres virtudes: FE, ESPERANZA Y CARIDAD.  
Se requiere también el total abandono y confianza del aprendiz en su Guía intelectual, en la Tradición, en su Maestro, si tiene la suerte de tenerlo, que representa para él, el hilo de Ariadna. Esta confianza y obediencia a una guía aparentemente externa a él, posibilitará, por un lado una purificación de su individualidad, y simultáneamente el fortalecimiento y crecimiento de su Maestro interno, hasta el momento en que este tome las riendas (que por otro lado siempre tuvo). Esto coincide con el paso al tercer grado y la posibilidad de acceder a los estados supraindividuales del Ser.  
Hablamos de regeneración, de transmutación del ser, o lo que es lo mismo de un cambio de estado, que no supone el abandono del anterior, sino la liberación del mismo; las verdaderas cadenas que aprisionan al hombre no son externas, siempre circunstanciales, puntuales, sino las interiores, aquellas que él ha generado. Este acercarse a la luz hasta quedar absorbido en ella presupone una pérdida de la sombra, la que según Platón "es el conocimiento por los sentidos y también el conocimiento racional que, aunque más elevado, tiene su fuente en los sentidos".11  
Para completar estas breves notas sobre la Iniciación no está de más, creemos, citar aquellas palabras del Maestro Jesús: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá"12 que como siempre ocurre con aquellas palabras que son Verdad, cuando uno logra traspasar su literalidad, paradójicamente llega a constatar que son literalmente ciertas.




SOBRE LA INICIACIÓN FEMENINA 2/2
Mª Victoria Espín
I

Queremos empezar tratando un tema que ha sido piedra de toque para muchos lectores, hombres y mujeres, de la obra de René Guénon. Poca referencia se hace en ésta a la posibilidad de que la Masonería sea una vía iniciática válida para la mujer; y cuando se refiere a este tema, en principio, pareciera que niega esa posibilidad.
"Sabemos bien que algunos de nuestros contemporáneos han pensado que en el caso en que el ejercicio efectivo de un oficio haya desaparecido, la exclusión de las mujeres de la iniciación correspondiente había perdido por ello mismo su razón de ser; pero eso es un verdadero sinsentido, pues la base de tal iniciación no está por ello cambiada y, como ya lo hemos explicado en otro lugar, este error implica un total desconocimiento del significado y del alcance real de las cualificaciones iniciáticas. Como decíamos entonces, la conexión con el oficio, totalmente independiente de su ejercicio exterior, permanece inscrita necesariamente en la forma misma de esa iniciación y en aquello que la caracteriza y constituye esencialmente como tal, de modo que en ningún caso podría ser válida para quienquiera no fuera apto para ejercer el oficio en cuestión"2
Ante esta cuestión, que aparece como irresoluble, solo podemos decir que tenemos una realidad donde se ha impuesto la masonería mixta; decimos se ha impuesto en el sentido de que se da más allá de lo que muchos hemos pensado al respecto. Muchos de nosotros hemos acabado aceptando este hecho como algo necesario, tan necesario que ha hecho que fuera posible.
"Lo posible habita cerca de lo necesario” dice Pitágoras en sus Versos de oro y así, más allá de nosotros, de la misma Masonería, nos atreveríamos a decir, no podemos ver esto, la incorporación de la mujer a la Masonería, primero en logias femeninas y ahora mixtas, sino como algo Providencial. No podemos negar la evidencia y esta es que actualmente hombres y mujeres están trabajando en las logias masónicas, hombro con hombro, haciendo efectiva la iniciación recibida3.
Sabemos que una iniciación que tenga en cuenta todos los aspectos del ser es preferible, por eso es que ha habido iniciaciones sapienciales, guerreras y artesanas. También iniciaciones masculinas y femeninas. Lamentablemente, en este momento, de todas esas posibilidades queda en Occidente una Orden iniciática, artesana y masculina en su origen.
Continuamos leyendo a Guénon:
"De todos modos podría tal vez entreverse una solución considerando lo siguiente: los oficios pertenecientes al Compañerismo tuvieron siempre, habida cuenta de sus afinidades más particulares, la facultad de afiliar tales o cuales oficios, y conferir a éstos una iniciación de la que antes carecían, iniciación que es regular por el hecho mismo de ser una adaptación de una iniciación preexistente: ¿no habría algún oficio que sea susceptible de efectuar tal transmisión con relación a determinados oficios femeninos? El asunto no parece enteramente imposible, y quizá no carece de antecedentes en el pasado. Sin embargo no hay que ocultar que habría grandes dificultades respecto de la necesaria adaptación, que evidentemente es mucho más delicada que si se tratara de oficios masculinos: ¿dónde podrían encontrarse hoy hombres suficientemente competentes como para lograr tal adaptación con un espíritu rigurosamente tradicional y guardándose de introducir la menor fantasía que arriesgaría comprometer la validez de la iniciación trasmitida? De cualquier manera, no podemos obviamente hacer otra cosa que formular una sugerencia, ya que no nos toca a nosotros ir más lejos en este sentido; pero oímos tan frecuentemente deplorar la inexistencia de una iniciación femenina occidental que nos ha parecido que valía la pena indicar al menos lo que, en este orden, nos parecía constituir la única posibilidad actualmente subsistente"4.
Se habla de un oficio, y del conocimiento y desarrollo de éste como soporte de la realización intelectual-espiritual y, pensamos nosotros, ¿qué impide que sea el de escritor (que puede ser ejercido a la vez por hombres y mujeres), siguiendo a Hermes5, escriba divino, el que nos brinde este soporte? y si esto es así ¿dónde mejor que en la Masonería? No sería dicho oficio –o labor– el único, también ello puede efectuarse pintando, diseñando, educando, difundiendo, estudiando arte y arquitectura, filosofía, letras, física, matemáticas, medicina, y cualquiera otra profesión –o cualquier otro elemento de ella– que estudie las Artes y Ciencias Liberales; siendo innumerables los que pueden ser ejecutados tanto por hombres como por mujeres. Es decir, no apoyándose sólo en las labores de aguja, sino ejerciendo las actividades profesionales de dichas disciplinas. Imitar a las Musas. Y ante todo el pensar, antes que el escribir; con las menores programaciones posibles.
La construcción en que se vuelca todo masón es interna; en otro tiempo, simultáneamente, se construían templos que no eran sino el reflejo en el plano horizontal y a la vez el soporte de la labor interna, vertical, que llevaban a cabo aquellos masones de la Edad Media. En un momento dado la Masonería deja de ser operativa, en ese sentido, y pasa a ser llamada especulativa; se quiere decir con esto que la construcción es interna solamente, lo que no es sino la adecuación de la Orden a un cambio de necesidades; mejor dicho, la adaptación de la misma para seguir cumpliendo su función, vehiculando una transmisión espiritual emanada del Principio que conoce con el nombre de Gran Arquitecto del Universo. Poco importa que construyamos o no templos y sí, que continúe cada masón la construcción de su castillo interno, lo que hace posible la pervivencia de la Orden y la continuidad de la cadena iniciática que desde tiempo inmemorial ha llegado hasta nuestros días; uniendo a iniciados de todos los lugares y tiempos eslabón tras eslabón.
La escritura, en el sentido que la estamos considerando, es decir como sagrada, en definitiva no es sino la manifestación de la Palabra, la acción del Verbo que tomando al hombre como vehículo se expresa para que éste comprenda y acceda, gracias al conocimiento de la Cosmogonía6 y la encarnación de la misma, a la Ontología y la Metafísica.
Se le enseña al masón a conocer las letras, a deletrear, a leer y finalmente a redactar lo que va comprendiendo de los Misterios de la Orden, de sus Símbolos, Mitos y Ritos. En realidad se trata de llegar a ser Arquitecto, de encarnar el Principio, de que verdaderamente Hiram renazca en cada iniciado. De llegar a conocer el modelo al punto de poder redactar los planos del mismo. El maestro ha de conocer a la perfección la plancha de trazar. Bien podríamos decir que es labor fundamental para él la formulación por su propia mano (vehículo de la Inteligencia) de la Cosmogonía. El trazado del círculo es el primer trabajo que realiza el maestro masón.
El lenguaje con el que la Masonería expresa el modelo cosmogónico no es otro que el de los símbolos, incluido el rito que es el símbolo en acción y el mito, que no es sino un símbolo transmitido oralmente. En definitiva la lengua de Oc. Las siete artes liberales en conjunto nos auxilian en el estudio, meditación y comprensión de ese código simbólico. De ellas la Gramática, Lógica y Retórica tratan directamente de la letra, de la palabra, su articulación y pronunciación. La Aritmética de los números y sus cualidades. El sonido, el Verbo creador, "actúa" con "número, peso y medida", la medida podemos conocerla a través de la Música; el peso gracias a la Geometría, a la que podemos ver como la plasmación, la floración del número; en este sentido el triángulo sería el peso del tres, el cuadrado el del cuatro, etc. y ese peso no es distinto del número, es este, a otro nivel. En cuanto a la Astronomía conjuga la Aritmética, la Música y la Geometría.
En resumen estas ciencias, estas artes, nos enseñan a conocer el lenguaje con el que está escrito el Libro de la Creación, el mismo con el que el hombre ha escrito los libros sagrados, herencia a sus descendientes de la Tradición que, como hilo de Ariadna, nos permite salir del laberinto.
La Logia está delimitada en la horizontal por el cuaternario, como lo está todo cosmos; extendiéndose de Norte a Sur y de Este a Oeste. En ese pequeño mundo que también se extiende del Zenit al Nadir se halla incluido absolutamente todo; es un modelo simbólico capaz de llevarnos por su comprensión a la del Cosmos y a la de nosotros mismos. La cosmogonía masónica está constituida, como decimos, por símbolos, mitos y ritos. Muchos de esos símbolos no son específicos de la masonería sino que son Universales. Para comenzar toda la Bóveda celeste.
"Al conocer el cosmos, es decir al conocer los Números (númenes) o Ideas que lo conforman, su síntesis ontológica, el hombre se eleva por su intermedio al conocimiento de la Deidad que lo produce y que ha incluido la posibilidad de trascenderlo a través del vacío central de la rueda. Los números, vehículos de la unidad de la que se generan, y letras a su vez, están en el corazón de toda forma tradicional sirviendo en ella de concordia vertical y horizontal, constituyendo un simbolismo fundamental que posibilita el entendimiento de esas 'lenguas' entre sí."7
II
"Puesto que el Demiurgo ha creado el mundo entero no con las manos, sino por la palabra, concíbele pues como siempre presente y existente y habiendo hecho todo y siendo Uno Solo, y como habiendo formado, por su propia voluntad, a los seres. Porque verdaderamente es este su cuerpo, que no se puede tocar, ni ver, ni medir, que no posee dimensión alguna, que no se parece a ningún otro cuerpo. Ya que no es ni fuego, ni agua, ni aire, ni aliento, pero todas las cosas provienen de él. Ahora bien, como es bueno, no ha querido dedicarse esta ofrenda sólo a sí mismo ni adornar la tierra sólo para él, sino que ha enviado aquí abajo, como ornamento de este cuerpo divino, al hombre, viviente mortal, ornamento del viviente inmortal. Y, si el mundo ha triunfado sobre los vivientes por la eternidad de la vida, el hombre ha triunfado a su vez sobre el mundo por la razón y por la Inteligencia. El hombre, en efecto, ha llegado a ser el contemplador de la obra de Dios, y ha quedado maravillado y ha aprendido a conocer al Creador."8.
Conociendo el Cosmos uno se conoce a sí mismo pues sabemos que el microcosmos es imagen del macrocosmos y por tanto de constitución análoga. En el macrocosmos los principios de los cuales toda la manifestación deriva son: Purusha y Prakriti, Esencia y Substancia, simbolizados por el rayo luminoso y el plano de reflexión; que en el hombre se relacionan con el espíritu y el alma. En términos alquímicos serían: el Azufre y el Mercurio.
El Azufre, cuyo carácter activo hace que se le asimile a un principio ígneo, es esencialmente un principio de actividad interior, que se considera irradia a partir del centro mismo del ser. En el hombre, o por semejanza con éste, tal fuerza interna suele identificarse en cierta forma con el poder de la voluntad; (…) El azufre por su 'interioridad', sin que pueda ser asimilado al Cielo mismo, pertenece al menos, evidentemente, a la categoría de las influencias celestiales; (…) En cuanto al Mercurio, su pasividad, correlativamente a la actividad del Azufre, le hace ser mirado como principio húmedo (…) Yin (…) el Mercurio no se sitúa en la esfera corporal, sino en la esfera sutil o 'anímica': en razón de su exterioridad, se puede considerar que representa el 'ambiente' (…) constituido por el conjunto de las corrientes de la doble fuerza cósmica".9
Análogo es el nacimiento de un mundo al de un ser. En el nacimiento físico de cada uno, ese mundo, ese microcosmos, se inicia con la unión de un hombre y una mujer, un espermatozoide y un óvulo que pueden relacionarse, a su nivel, con la primera dualidad: Esencia y Substancia. Esos dos se unen y son el germen de un ser humano, germen que crecerá alimentado por los cuatro elementos y conformado por ellos. Las ciencias tradicionales relacionan los huesos con la tierra, el agua con los líquidos, el aire con el aire y el fuego con parte del sistema circulatorio de la sangre y el sistema nervioso.
“Los Elementos se hallan por doquier, y en todas las cosas de maneras diferentes; primeramente en todas las cosas que contiene este mundo inferior, pero [en él] son impuros y groseros; en las cosas celestes son más puros y netos, y vivos en lo que está por encima de los cielos, perfectos, bienaventurados y acabados de todas maneras. Los elementos son, pues, en el arquetipo, las ideas de todo lo que se produce; en las inteligencias, las potencias; en los cielos, las virtudes; y en todo lo que existe aquí abajo, las formas groseras e imperfectas".10
Los cuatro elementos, constitutivos del ser, surgidos de una "fuente única": el Éter, son la base y fundamento de la creación y se manifiestan de modo dual: la tierra es fría y seca, el agua fría y húmeda, el aire caliente y húmedo y el fuego caliente y seco. El Éter escapa a esta dualidad, reside en el corazón, centro del microcosmos, en la cámara más interna y oculta del mismo y simboliza la presencia del Espíritu en él. Por otro lado, el fuego y el aire son activos, Yang, y el agua y la tierra pasivos, Yin.
Todos los cuaternarios, como por ejemplo los cuatro puntos cardinales, las cuatro edades del hombre, los cuatro yugas, los cuatro cuadrantes del modelo de ciudad tradicional, etc. son la expresión de la unidad en el plano creacional, es la cruz horizontal cuyos radios surgiendo de un centro común impulsan la circunferencia y ponen en marcha la rueda de la creación.
"La idea arquetípica que divide los ciclos temporales –cósmicos, naturales, humanos, etc.– según la ley cuaternaria y que se representa con el signo de la cruz inscrita en el círculo, constituye un claro ejemplo de lo que es una verdad universal reconocida unánimemente en todas las culturas arcaicas tradicionales"11.
El cuatro corresponde en el Árbol de la Vida de la Cábala a la Sefirah Hesed, situada en Beriyah, plano de la Creación, mundo de los Arquetipos, y representa la unidad en ese plano. 4+3+2+1 = 10 = 1+0 = 1.
El aire juega un papel determinante en el momento del alumbramiento, en el que el niño llena por primera vez sus pulmones y llora; ese llanto es una respuesta a la penetración del macrocosmos, con el que directamente (hasta ese momento lo hacía indirectamente a través de su madre) se comunica; comunicación por medio de la respiración, de la que por cierto depende su vida, y que no cesará hasta su muerte. Con esa primera inspiración, recibe la influencia de los Regentes, de los siete planetas, personificación en el firmamento de las deidades", que como hadas madrinas, o malas brujas, asisten a su nacimiento imprimiéndole su sello.
“Pero el Noûs Dios, siendo andrógino, existiendo como vida y luz, procreó con su palabra un segundo Noûs demiurgo que, siendo dios del fuego y del aliento vital, modeló Regentes, siete en número, que envuelven en sus círculos al mundo sensible; y su gobierno es llamado destino"12.
La Sefirah número siete, Netsah, representa la unidad en el plano de Yetsirah, mundo de las Formaciones. 7+6+5+4+3+2+1= 28 = 2+8 = 10 = 1+0 = 1.
El iniciado, en su viaje va liberándose de estas influencias en la medida que se le hace necesario; conforme las va conociendo puede dejar de estar condicionado por ellas. En este sentido el conocimiento de la carta natal puede ser de gran utilidad, pues es como una radiografía del momento del nacimiento, donde queda reflejada la posición de los planetas y las relaciones entre ellos; las cuales señalan una serie de influencias que serán determinantes en la medida que no las conozcamos y nos abandonemos a su influjo.
“Si el lugar geográfico y el tiempo histórico en que nacemos nos condicionan, lo hace aún en mayor medida la fuerza y la energía sutil y desconocida de las estrellas. Investigar sobre ellas y sobre lo que significa el Zodíaco, y su relación con nuestra personalidad, formas y acontecimientos diarios, sin caer en la superstición o la simpleza, es una manera de conocer las fuerzas anímicas que nos rigen, aprovechar su contenido y librarnos de sus influencias negativas".13
Es el movimiento lo que está en el origen de la manifestación formal sutil, que a su vez es origen de la manifestación grosera. La quietud, la no acción, es pues imprescindible, si es que podemos decirlo así, para salir del plano de la manifestación. Es un gesto de vuelta; mejor dicho: una retirada del gesto. El Principio del movimiento, el Noûs Demiurgo, se expresa en siete regentes con movimientos distintos que expresan las leyes del mismo en siete ritmos, siete notas. Conocer estas notas, el número que les corresponde, su medida o duración, su geometría o recorrido, es acercarnos al conocimiento de las leyes del cielo.
En la tierra las energías de los planetas son expresadas por los metales.
“La astrología y la alquimia (...) se refieren respectivamente al conocimiento del cielo y de la tierra, constituyendo ambas el saber de la cosmogonía completa, la ciencia de los ciclos y la ciencia de las transmutaciones: la 'arquitectura' experimentada en forma directa."14
III
Cada una de estas siete potencias tiene una cara luminosa y una cara oscura, una de ellas puede ser llamada virtud la otra vicio, ambas tienen la misma raíz. Estas energías, simbolizadas por la generosidad, la templanza, la paciencia, la humildad, la castidad, la caridad y la diligencia, son otras tantas túnicas, por decirlo de algún modo, que el iniciado viste en su viaje de retorno. La generosidad libera al hombre de la forma, la templanza lo equilibra, la paciencia le salva, la humildad disuelve los egos, la castidad le hace engendrar, la caridad le hace crecer, la diligencia entorpece los manejos del Adversario. Las túnicas de color están en correspondencia a las investiduras que recibe el iniciado en los sucesivos cielos planetarios por los que va ascendiendo. Nada tienen que ver las virtudes mencionadas con rollos morales o religiosos y, sí, con una actitud, con una disposición interna. Junto a las virtudes también están los vicios, así como las primeras son un auxilio en el peregrinaje, los segundos llevan al hombre al cansancio, a la rutina y al sueño. En definitiva lo atan a su individualidad. En el viaje de vuelta, de restauración de la Unidad, el hombre se enfrentará en un momento dado a esa cara oscura de las estrellas. Potencias negativas que hoy están más presentes que nunca.
Al ser humano, en su estado caído, le parece que le falta tiempo, eso, en el momento cíclico en que estamos, es casi una tortura para muchos, traducido en dos patologías características de nuestros días: la ansiedad y el estrés.
El deseo, la avidez; la necesidad ilusoria de cosas materiales hasta un grado nunca visto reina por doquier, y es estimulada por la publicidad continuamente.
Igualmente la tendencia al poder, a imponerse a los demás, como una necesidad, llegando a todo tipo de maldades, grandes y pequeñas, que enturbian las relaciones humanas y sacan la parte animal del hombre, al punto de comportarse peor que las bestias.
Este hombre, orgulloso de sí, desprecia la humildad y la considera menos.
Se confunde la Belleza con la estética cuando se habla de Belleza, de arte, rara vez se la sobrepasa y peor que eso: el hombre se identifica con su cuerpo, lo trata como objeto de consumo, lo tortura imponiéndole, en nombre de la moda y de hábitos y dietas contra toda lógica y necesidad, una disciplina que lo acerca más y más a la máquina y le aleja de las Musas, de su inspiración; en resumidas cuentas de la alegría.
Que diremos de la envidia, que se ha convertido en endémica en este mundo donde todos creen tener derecho a todo y ser iguales aunque haya que bajarle el piso al vecino para conseguirlo
Queremos mencionar aquí también otro enemigo en el Camino: la tristeza; ésta es la pesantez del alma y así como la gravedad de la tierra atrae los cuerpos hacia sí, la tristeza atrae al alma hacia la tierra impidiéndole ascender. La depresión, hoy día, afecta hasta a los niños.
***
En el Apocalipsis son siete las iglesias a las que se señala sus actos favorables y contrarios. Esas siete reúnen la Iglesia que es la Novia, es decir la Jerusalén celeste.
A los de la primera se les dice:
“el que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias: al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios".
A la segunda:
"el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda”:
A la tercera:
“al vencedor le daré maná –escondido–, y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe".
A la cuarta:
“al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones, las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla. Yo también lo he recibido de mi Padre y le daré el Lucero del alba".
A la quinta:
“el vencedor será revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del libro de la vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus Ángeles".
A la sexta:
“al vencedor le pondré de columna en el santuario de mi Dios, y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi nombre nuevo".
A la séptima:
“Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono"15.
IV
El viaje de retorno comienza cuando uno se da cuenta de que el mundo en el que vive no es su hogar y conoce, repara, que verdaderamente ha sido expulsado del Paraíso y que le corresponde a él volver a ese "lugar", es decir efectivizar un estado que está a su alcance si en verdad así lo quiere.
Como el Mago de la carta número uno del Tarot, ha de trabajar con los tres principios y los cuatro elementos, ayudado de las herramientas que le son dadas, para realizar la Obra; gracias a lo cual podrá recuperar sus prerrogativas asumiendo la función de mediador entre Cielo y Tierra. En realidad sólo tiene que estar dispuesto, a la orden. Entregando su individualidad, sería mejor decir liberándose de ella, recibe todo lo necesario. Está dicho pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Esto requiere un reconocimiento de que uno no sabe, de que no tiene, de que no es, de que está en un estado de necesidad del que, él solo, no puede salir. Y será por su llamada, su petición de auxilio hacia lo alto, que la Gracia divina le rescatará de su indigencia, siendo recibido en el Templo, en un espacio y tiempo sagrados donde la regeneración de su psique es posible.
Por hacer su voluntad se separa del Principio, la salida del Edén es, para él, la ruptura de la Unidad. En el Génesis bíblico Adán y Eva son expulsados del Paraíso por comer (mejor dicho por desobedecer y comer el fruto prohibido) del Árbol de la ciencia del bien y del mal, es decir de la dualidad; ellos, que hasta entonces permanecían en la unidad del Padre, son arrojados a la dualidad de su razón, al mundo roto que amanece en el momento en que toman conciencia de su individualidad. Se avergüenzan de estar desnudos ante Dios y se esconden de El. ¿Por qué se ven desnudos? porque les falta la túnica de luz que han perdido al transgredir el orden establecido. Ese gesto ha de ser borrado mediante la entrega, sin reservas, de esa voluntad individual y egoísta, a la Voluntad; lo cual le permite al iniciado acceder de nuevo al estado central y ocupar su lugar en la creación.
El principio creador da lugar a la manifestación entera sin salir de sí mismo. El formador por su acción produce un mundo al que marca con su sello, la parte de él que pone en su obra, saliendo de sí mismo en su gesto impulsado por un deseo separador.
El viaje iniciático, es en espiral y supone atravesar esferas de luz y de oscuridad. En este conocimiento tanto su aprendizaje como su enseñanza es circular y con la repetición, reiteración siempre nueva, es que “la materia se convierte en propiedad del que la aprende".
Esta espiral va alternativamente de la columna de la Gracia a la del Rigor del Árbol de la Vida, cruzando, al hacerlo, la del Equilibrio. Lo que está simbolizado por el eje central y las dos serpientes del caduceo.
El Árbol de la Vida podemos relacionarlo con el símbolo del Yin Yang. Las Sefiroth dos, cuatro y siete corresponderán a la parte Yin del símbolo chino en cuyo caso la Sefirah siete será el punto blanco en el negro. Las tres, cinco y ocho corresponderán a la parte Yang, siendo el ocho el punto negro de la misma. La columna central del Árbol constituida por las Sefiroth uno, seis, nueve y diez, y que reúne a las otras dos, será el Tao que las abarca “y que en sí no es ni el uno ni el otro, ya que por el contrario ellos –el Yin y el Yang– no son sino atributos de su ser indiferenciado"16.
Hemos querido mencionar esta relación, aunque sólo sea de pasada, de los números siete y ocho con los puntos blanco y negro del símbolo chino por indicar una de esas aparentes rupturas de orden –par, par, impar, en un caso; o impar, impar, par en el otro– que son precisamente la confirmación del mismo y los puntos clave para llegar a su comprensión.
Regresar a la Luz presupone un recorrido por todo el velo de oscuridad que la individualidad ha ido desplegando a lo largo de su "existencia". Quien verdaderamente busca la luz, tarde o temprano se verá sumergido en la oscuridad, torturado por la ausencia de aquélla, sometido a un vaivén de corrientes alternas que acabarán por fundirlo. Esta fusión, o esta unión, será preludio de la Luz.
V
El hombre debe tender, ante todo y constantemente, a realizar la unidad en él mismo, en todo lo que le constituye, según todas las modalidades de su manifestación humana: unidad del pensamiento, unidad de la acción, y también, aquello que quizás es lo más difícil, unidad entre el pensamiento y la acción. Por otra parte es importante señalar que, en lo que concierne a la acción, lo que vale esencialmente es la intención, ya que es lo único que depende por completo del hombre mismo, sin que sea afectada o modificada por las contingencias exteriores como lo son siempre los resultados de la acción.
René Guénon17
En principio uno es llamado luego va constatando que ni siquiera es; ese uno que creyó ser algo, en realidad no es. Ese uno, que creyó ser, entregándose fue disuelto y fusionado, mejor dicho tomó consciencia de ambas partes, la universal y la individual.
Las túnicas de que hablábamos antes como investiduras recibidas en los cielos planetarios, son representativas de un color: verde para la Tierra, blanco para la luna, plateado para mercurio, mensajero de los dioses que se mueve en los planos intermediarios guiándonos desde el primer cielo, el blanco de la Luna, al séptimo, el negro de Saturno; amarillo para Venus, naranja para el Sol, rojo para Marte y azul para Júpiter.
Uno recorre los cielos a la vez que los infiernos, hay continuos descensos y ascensos, muertes y renacimientos; es, volviendo al tema que tocamos anteriormente de las dos serpientes del caduceo, el movimiento de las corrientes Idâ (femenina, lunar, descendente) y Pingalâ (masculina, solar, ascendente) enroscadas en el eje central de Sushumnâ donde se entrecruzan seis veces. En realidad el descenso es también un ascenso, uno no hace sino ascender es decir acercarse al Principio. Se viven como descensos los ascensos por Idâ y como ascensos el recorrido por Pingalâ. Es un movimiento de ascenso simultáneamente por dos vías, una oscura y otra luminosa, aun cuando uno sienta que está en una u otra alternativamente.
Asciende de la tierra a la esfera de la luna por un sendero de luz y oscuridad. En el momento que llega, la luz se impone, es la esfera de Yesod; ahí la luz le permite ver la oscuridad recorrida o mejor el camino recorrido hasta llegar allí. Tramo del mismo que corresponde a la visión del plano horizontal en su realidad ilusoria frente a la de lo vertical.
Es con la luna con que se encuentra el iniciado pues comienza su camino cruzando precisamente esa esfera. Puerta de acceso es para el hombre la luna; paradójicamente, hoy, que el hombre ha puesto el pie en su superficie, es cuando sus posibilidades de llegar a ella –en el verdadero sentido– son menores pues se ve incapacitado, cada vez más, para un conocimiento otro, único que verdaderamente puede conducirle a esta luminaria y más allá.
Malkhuth, única Sefirah que pertenece al plano de Asiyah es central; podría verse esto como que se da ahí una armonía, una conjugación de las dos corrientes cósmicas: positiva y negativa. En realidad, en este plano, ellas se encuentran en estado caótico. Con la iniciación el hombre es penetrado por las dos corrientes cósmicas. Dice el I Ching: “Primero hay que separar para luego juntar", y es trabajo del iniciado conjugarlas hasta conseguir que la oposición dé paso a la complementariedad y a la unión.
En el momento que el viaje continúa en ascenso por el Árbol de la Vida, el ser es nuevamente sumido en la luz y la oscuridad del tramo de camino que tiene ante sí; le esperan nuevas muertes y nuevos nacimientos, el recorrido del laberinto de su alma, que llevará a cabo sin riesgo si su intención es recta y toma como guía a la Tradición, a sus mensajeros, a Hermes psicopompo y guía de las almas en el Inframundo y por tanto del iniciado que, como sabemos, hace un camino análogo al viaje post mortem.
En Tifereth, sol de mediodía, el hombre recupera sus prerrogativas celestes; accede a la esfera que separa, y une, el mundo formal del informal. De ahí en más las vestiduras que toma son informales; le queda por vestir y reunir el rojo y el azul, los principios masculino y femenino que las Sefiroth cinco y cuatro, simbolizan. El cruce del plano de Beriyah es la conciliación de los opuestos, o lo que es lo mismo, la unión de los complementarios; el conocimiento de los principios masculino y femenino y la armonización de los mismos, su integración. Una vez conseguida esa unión, el Andrógino, posibilidad virtual en Tifereth, se realiza. La dualidad ha de quedar borrada para que sea posible el ascenso por la cúpula y la salida por su sumidad.
Prakriti, la substancia y Purusha, la esencia, potencia pura y acto puro, son los dos principios de cuya interrelación emerge el cosmos entero, los diez mil seres de la tradición extremo-oriental. Más allá de la distinción Cielo-Tierra, yin-yang, masculino-femenino, positivo-negativo, macho-hembra o cualquier otro par de complementarios, está la Unidad de la cual ambos derivan o mejor dicho surgen.
La unidad principial exige en efecto que no haya oposiciones irreductibles; pues, si bien es verdad que la oposición entre dos términos existe en las apariencias y posee una realidad relativa en un cierto nivel de existencia, dicha oposición debe desaparecer como tal y resolverse armónicamente, por síntesis o integración, al pasar a un nivel superior. Pretender que ello no es así, sería querer introducir el desequilibrio incluso en el orden principial mismo, mientras que (…) todos los desequilibrios que constituyen los elementos de la manifestación considerados 'distintivamente' concurren necesariamente al equilibrio total, que nada puede afectar ni destruir. El mismo complementarismo, que sigue siendo una dualidad, debe, en cierto estadio, desvanecerse ante la unidad, al equilibrarse y neutralizarse en cierto modo sus dos términos uniéndose hasta fusionarse indisolublemente en la indiferenciación primordial."18
A Binah le corresponde el negro, la virgen negra, el sol de medianoche. Hay que llegar al negro, ser devorado por Saturno. La recuperación del sentido de eternidad se abre en Tifereth y es plenamente efectiva en Daath, punto que corresponde al ojo de Shiva, de ahí en más no queda sino el ascenso a Kether, a la Unidad y la salida a su través que es la llegada al reposo del No-Ser.
Este proceso de unión, que coincide con el viaje iniciático, como decimos, es también el pulido de la piedra, es la Gran guerra santa, la que libra el individuo consigo mismo hasta conseguir que todas las desarmonías, sus egos, sean ordenados para confluir a la armonía total, lo que equivale al cese de la guerra y al restablecimiento de la paz; paz que corresponde a un estado en el cual el ser desde el centro contempla el movimiento sin verse afectado por él. Aquél que cree firmemente que la naturaleza entera, la vida, no es sino un gesto de la Deidad: su escritura, su música, no encuentra nada que añadir ni restar, situado en el centro, dejando de ser, sumará o restará según convenga sin importarle nada ni nadie, ni siquiera él mismo.
La Sabiduría ilumina y guía al hombre en su camino de retorno, en el peregrinaje que pasa por la llegada al Centro, por la conquista del Graal, la vuelta al Paraíso que no es el término del viaje sino una etapa, en la que conviene no detenerse si es que queremos arribar verdaderamente al Uno y aún Más Allá. Nos "acercamos" al No-Ser mediante el Ser, a través del cruce de las puertas que comunican los mundos, cada una de estas puertas precisa, para ser abierta, que se pronuncie la palabra de paso; nada hará que se abra sin el conocimiento de ese Nombre, nada le impedirá cruzarla a aquél que es ese Nombre.
El lema Festina lente ("Haz lentamente lo urgente") representado en el jeroglífico "áncora y delfín”
Hypnerotomachia Poliphili, Venecia 1499


Notas del artículo 1/2
1.      "El Demiurgo". René Guénon. 
2.      El Tarot de los Cabalistas. Federico González. Ed. Kier ( en pág. autor).
3.      Aperçus sur l'Initiation, cap. IV. R. Guénon.
4.      F. González, SYMBOLOS Nº 9-10 (Guatemala 1995, p. 417).
5.      “Cosmogonía Perenne; el simbolismo de la Rueda". F. González. 
6.      Tao Te King, XIV. 
7.      "Cuando esta vibración ha alcanzado un efecto pleno extendiéndose y repercutiendo hasta los confines del ser, éste, que a partir de este momento ha realizado su plenitud total, evidentemente, ya no está obligado a recorrer tal o cual ciclo particular, pues los abarca todos en la perfecta simultaneidad de una comprensión sintética y 'no distintiva'." R. Guénon. El Simbolismo de la Cruz. Ed. Obelisco, Barcelona. 
8.      "Has perdido tu vida, decían mirando mis manos vacías y nadie oía al Dios que cantaba en mi corazón." Louis Cattiaux. El Mensaje Reencontrado. Ed. Sirio, Málaga. 
9.      Dice la canción: si las distancias son largas en la tierra, y nada más, a qué le llaman distancia, eso me habrán de explicar. 
10.   Mateo, 6 (28-29). Biblia de Jerusalén
11.   Cita de R. Guénon en Mélanges cap. VI. 
12.   Mateo, 7 (7-8). Biblia de Jerusalén

Notas del artículo 2/2
1.      La primera parte de este trabajo se encuentra en el Nº 13-14 de SYMBOLOS, dedicado a "Masonería".
2.      René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage tomo II, cap. "Initiation féminine et initiation de métier". Editions Traditionnelles, París 1992.
3.      Ver sobre este tema, Mireia Valls, "La Masonería: una puerta abierta a la iniciación femenina en Occidente". SYMBOLOS Nº 13-14, 1997.
4.      René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. II.
5.      Plutarco dice en su Isis y Osiris: "Hermes es el dios Thot. Era inventor de la escritura y padre de la historia.... Como inventor de la escritura es dueño de las palabras divinas, señor de los escritos divinos; es el dios de las letras, las ciencias y la historia." Isis y Osiris 11, nota 49. Editorial Obelisco, Barcelona 1997
6.      La cosmogonía es una ciencia que ha existido en todos los pueblos arcaicos y tradicionales y se refiere al conocimiento del hombre (cosmos en pequeño) y el universo (hombre grande), hecho que de modo unánime y de manera perenne se ha repetido a lo largo del tiempo (historia) y del espacio (geografía) describiendo una sola y única realidad, la del cosmos, que, por otra parte, es la misma que vivimos y habitamos hoy los contemporáneos, pues es esencialmente inmutable a pesar de las cambiantes formas en que puede expresarse o ser aprehendida, ya que se mantiene perennemente viva." Federico González, Simbolismo y Arte. Ed. Symbolos, Barcelona 1998.
7.      José Manuel Río, "René Guénon, Maestro Hermético". SYMBOLOS Nº 23-24: "René Guénon II", 2002
8.      Hermes Trismegisto, "Discurso de Hermes a Tat: La Crátera, o la Mónada". SYMBOLOS Nº 11-12, 1996
9.      René Guénon, La Gran Tríada, cap. XII. Ed. Obelisco, Barcelona 1986
10.   Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. I. "La magia natural". Ed Kier. Buenos Aires, 1994.
11.   Fernando Trejos, "Notas sobre el número y el cuaternario". SYMBOLOS Nº 21-22: "Fin de Ciclo IV. Estudios sobre Ciclología", 2001
12.   Hermes Trismegisto, Poimandrés I. SYMBOLOS Nº 11-12.
13.   Federico González, El Tarot de los Cabalistas, Vehículo Mágico, cap. I, apartado "Astrología". Ed. Kier, Buenos Aires 1993.
14.   Federico González, La Rueda, Una Imagen Simbólica del Cosmos, cap. 4. Ed. Symbolos, Barcelona 1986.
15.   Apocalipsis, 2, 3.
16.   Federico González, El Tarot de los Cabalistas: cap. IV, apartado "Complementación de opuestos".
17.   René Guénon, Le Symbolisme de la Croix: cap. VIII. Maisnie-Trédaniel, París 1984.
18.   Ibid., cap. VII.