sábado, 11 de diciembre de 2010

Interpretación Junguiana de los Sueños

Interpretación Junguiana de los Sueños

Análisis del Tema
Para todas las personas, es necesario conocer y comprender los complejos fenómenos del comportamiento humano pues, de esa forma, se comprende el mundo interior. Existe un relativo consenso en que los sueños proveen de material significativo para eso, ya su análisis posibilita un mayor insight y una mejor introversión de lo que está pasando en las diversas áreas de la vida interna. Los sueños aportan claves respecto al inconsciente.
Los sueños son materiales psíquicos reprimidos y también componentes psíquicos que han quedado fuera de nuestra conciencia; además, aquellos que aún no han llegado a nuestra conciencia. Son una manifestación de la actividad reguladora de la psique, en la cual se muestra la cara opuesta de lo que es la actitud conciente cotidiana. Su función es tratar de restablecer el equilibrio psicológico, produciendo material onírico que restablezca el equilibrio; compensa las deficiencias de la personalidad y la visión limitada del ego y advierte de los peligros de la vida presente. Los sueños son una manifestación simbólica que nos da sentido.
Los sueños pueden ser de diversos tipos: compensatorios, anticipatorios, proféticos, traumáticos, extrasensoriales. En la psicología junguiana, su rol compensatorio es el de mayor valor pues regula naturalmente los procesos psicológicos. Ésta puede darse de tres formas: 1) Las imágenes oníricas nos presentan una realidad más aceptable psicológicamente y así permitirnos una actitud más comprensiva y entendible de las circunstancias vividas producto de distorciones temporales en la estructura del ego; 2) Alertarnos respecto del sentido de nuestra vida y facilitarnos retomar nuestro camino, cuando, por ejemplo, la vida real se lleva cómodamente sin atender a las necesidades del self y éste se ve compelido a hablar en el sueño y manifestarse; 3) Para responder a las necesidades de manifestación del ego arquetípico ante alguna situación evidente del ego vigilia, por ejemplo soñar con una muerte romántica para compensar el dolor de una muerte real.
Ahora bien, todas las imágenes y objetos que aparecen en los sueños reflejan la estructura del complejo psicológico en el inconsciente personal que, a su vez, descansa en imágenes arquetípicas de la psique objetiva, sujeto todo aquello a la individuación.
El sueño inicial en el análisis
En las primeras reuniones de terapia, los sueños pueden ofrecer información sobre el diagnóstico y el pronóstico de un paciente. Y aunque la interpretacion de un sueño no sustituye una entrevista clínica, sí pueden ser de ayuda si se integra con más material de evaluación.
El procedimiento de la interpretación debe ser realizado con amplitud de criterio y un conocimiento teórico de los planteamientos conceptuales y de la psicología analítica. Es importante que el analista muestre o amplíe los diferentes significados de los símbolos que se muestran en el sueño sin imponerlos. Además es necesario que el analista haya tenido una buena formación clínica. Así, el adecuado análisis de sueños en psicoterapia no es simplemente usar una técnica, lo más importante es la relacioón terapéutica donde se produce el campo transformativo y ocurre el verdadero cambio que está en un “temenos”.
El trabajo clínico con sueños lleva a ayudar al ego a hacer lo que esté en su posibilidad realizar. Mientras la trasformación subterránea sea a veces observada en las imágenes del sueño, no pueden ser ordenadas por el deseo del paciente ni del analista. La respuesta a este insistente y comprensible llanto del paciente de que le sea dicho qué hacer es hacer lo que pueda, siguiendo lo más cercanamente posible las formas en que el conflicto se presenta a sí mismo, hacer cualquier impacto que se pueda en la situación –y entonces esperar, observar y tener fe. La contención de este proceso es un ingrediente importante en la transformación de la psique.
En la interpretación es importante tener presente que el sueño nunca se ha agotado. En el mejor de los casos uno podrá encontrar una utilidad o significado actual al sueño, pero esto puede ser modificado, ya que la interpretación de sueños posee un diálogo continuo entre el ego y la inconsciencia que se extiende indefinidamente y cuya materia puede referirse al foco y el nivel.
El Acercamiento Junguiano a los Sueños
Hay tres grados de acercamiento a la interpretación junguiana de los sueños:
1) Un claro entendimiento de los detalles exactos de un sueño;
2) El ordenamiento de las asociaciones y ammplificaciones progresivamente en uno o más de tres niveles personal, cultural y arquetipal;
3) Poner las amplificaciones del sueño en el contexto de la vida del soñate e individuación.
Un claro entendimiento sobre los detalles de los sueños recordados es esencial para minimizar peligros del reduccionismo como es el aqueptipal. Dado que todos los complejos están construidos sobre un arquetipo, es posible sobreamplificar un motivo onírico sobre un significado arquetípico, sustituyendo amplificacionaes arquetípicas a la tensión del proceso de individuación en la vida del soñante. La amplificación de las imágenes de un sueño encuentra PRIMERO la asociación personal donde la imagen aparece en la vida del paciente, lo que piensa respecto de esa imagen, lo que sinete respecto de ella, etc. Esto revela la naturaleza del complejo y cómo se ha desarrollado alrededor del centro arquetípico. SEGUNDO, en la asociación cultural o transpersonal, tales como una convención de tráfico que diga “STOP”, el Presidente, etc. Amplificaciones culturales normlamente son conocidas por el soñante, pero pueden no ser mencionadas espontáneamente. TERCERO, nivel arquetípico de la amplificación, es un aporte junguano. En sí mismos, arquetipos no son vistos, siendo sólo tendencias para estructurar experiencias en determinadas maneras. Cualquier imagen estructurada como un aquetipo se vuelve una imagen de ese arquetipo. Las imágenes arquetipales en los sueños sueles no ser reconocidas porque 1) el analista puede ignorar el significado arquetípico de la imagen o situación; 2) como todas las experiencias pueden ser arquetípicas, muchas imágenes pasan a ser lugar común haciéndonos perder la atención sobre ellas.
¿Cómo se manifiestan las imágenes oníricas en personas con patologías como…?
DEPRESIÓN: Es sabido que la psicogénesis de la depresión se relaciona con la rabia que no es suficientemente expresada en la conciencia. Ésta se origina hacia una persona del medio, tanto del presente como del pasado, y en la depresión la rabia se dirige hacia la imagen misma del ego. Esta dinámica, puede ser vista en los sueños. Así, lo que se experimenta en vigilia como depresión puede ser visto en los sueños como una agresión de otra figura hacia el ego onírico.

ANSIEDAD: Puede tomar cualquier forma pero hay tres formas recurrentes:
a) Sueños que no están preparados para la reexaminación.
b) Sueños en que están siendo perseguidos por alguna persona o criatura amenazante
c) Sueños que sugieren daño físico para el ego soñador, por ejemplo, sueños sobre estar cayendo o estar amenazado por eventos naturales (terremotos, maremotos, incendios forestales), sin motivos maliciosos hacia el ego soñador.
Los sueños persecutorios indican ansiedad de una naturaleza más primitiva. Aquí es importante captar qué es lo que persigue el ego onírico. A veces hay cambios muy reveladores en la pesona o cosa que persigue. Al principio puede aparecer amenazante, pero en la medida en que se acerca puede no haber indicación de agresión que justifique el temor sentido por el ego onírico. La transformación de una imagen nírica amenazante es similar a los cuentos de hadas: donde la rana se convierte en príncipe. Esas transformaciones, parecen graficar el “deseo” del inconsciente de hacerse conciente y participar en la vida del ego.

PSICOSIS: Algunos sueños pueden contener imágenes bizarras, por ejemplo, un animal caminando sin su piel. Estas imágenes hay que confrontarlas con la fortaleza real del Ego. La psicosis ocurre cuando la presión del inconciente sobrepasa al ego.
No es fácil hacer un diganóstico de un cuadro orgánico, pero se puede predecir esta condición.

Temas Comunes presentes en los Sueños
No es posible presentar una lista enciclopédica de temas y su significado. Por eso el autor plantea mirar su análisis como un “libro de cocina” pues a vees puede ser engañoso e inapropiado dar una significación única. Es importante saber que todas las imágenes de los sueños son “contextuales”. La misma imagen puede significar elementos diferentes de la misma persona y aún más si el sueño es tenido por otra persona. Por lo mismo, los ejemplos expuestos por el autor son sólo incluidos de modo ilustrativo de casos específicos. En el texto se plantean las presumbles interpretaciones de imágenes oníricas tan comunes como lo son: el incesto, el luto, las casas, los automóviles, el alcohol, las drogas, la muerte y las serpientes. Pero queremos destacar que lo realmente importante de ellas es que, como imágenes, no son estáticas y predecibles para todos los pacientes por igual. Esto es así pues la importancia estaría dada en el contexto, teniendo presente que es en el campo transformativo donde aparece la verdadera (si es que podemos decirle verdadera) significación del sueño. Aquí, no sólo importan el paciente pues ambos, paciente y terapeuta, intervienen. Entendido de otro modo, nos gustaría dejar explicitado como grupo que no es adecuado observar el análisis de los sueños como “un manual para aprender a manejar” sino, más bien, como el libro de cocina que plantea el autor, en donde todo dependerá del contexto, ingredientes, temperatura, gusto, etc.

El contexto del sueño.
En la mayoría de los sueños el contexto del mismo no es cuestionable, siendo un tipo de experiencia que despierta a otra. En esta trama, el sueño es recordado, analizado y puesto en el contexto despierto como una compensación de lo inconciente.
Generalmente el sueño en sí mismo plantea la cuestión del marco correcto para su comprensión. Esto ocurre en dos instancias:
1. El sueño dentro de un sueño
Soñar dentro del sueño posee un análisis más complicado y debe ser tratado aún más cuidadosamente que un sueño “normal”, pues éste nos refiere a un cambio más complejo que el usual en la estructura del ego. Para Jung cada vez “que se sueña que se sueña” es que varias organizaciones del ego están pidiendo hacerse concientes. Por eso, lo complicado del soñar, es que el sueño revela sólo la integración de estructuras parciales. En estos sueños aparecen verdades muy raras veces apreciadas. ¿A qué nos lleva esta verdad? Al proceso de individuación; en donde es necesario reestructurar la propia realidad (incluyendo la visión de los otros)
2. Sincronía. Cuando se sueña con cosas que son exactamente iguales en la realidad - Y también cuando los elementos que lo engloban aparecen: tiempo, espacio y sincronía. Es un término que Jung usó para describir la casi simultánea ocurrencia en el tiempo de dos eventos; uno interno y el otro externo, que pareciera que tuvieran el mismo significado. El fenómeno de la sincronía cabe dentro de la misma categoría que la parapsicología estudia a través de la telepatía, clarividencia, psicoquinesia, etc. Aquí es importante destacar algunos tipos de sueño importantes:
Sueños sincrónicos: Con estos sueños debe tenerse un cuidado especial, pues es fácil que estos eventos evoquen en la mente del paciente la idea de que el terapeuta está involucrado en ellos. Teóricamente los sueños sincrónicos pueden ser una evidencia de una conexión cercana entre dos inconscientes. Un sueño sincrónico aparecería de la compensación de un estado limitado del ego conciente. Pero… ¿por qué los sueños premonitorios predicen un evento y no otro? Sincronía es una compensación que se rige no necesariamente por elementos que el ego conciente quisiera. Los sueños sincrónicos pueden ocurrir entre dos personas que estén o no en análisis. Aquí los sueños compensarían una manera demasiado estrecha e ver la realidad. De este modo el tener un sueño sincrónico ayudaría a prestar mayor atención y energía para enfrentar alguna situación (además de cualquier simbolismo que se encontrara oculto) En resumen, la particularidad de estos sueños es que se enfatiza en el por qué el inconsciente quiso que este sueño fuese sincrónico.
Conclusión
Los sueños parecen siempre estar compensando la posición conciente del ego despierto y esto lo hace al servicio de la individuación. A través de los sueños el analista puede acceder de manera más profunda al inconsciente del paciente, y por lo tanto, a través de la relación paciente terapeuta, se puede ayudar al paciente a que logre una mayor integración de su psique.
El trabajo con los sueños nos muestra los dinamismos de la psique, permite comprender los complejos del paciente, su sombra, sus motivos arquetípicos, en fin, llegar a entender cuál es la problemática actual de esa persona y en qué etapa de su proceso de individuación se encuentra. Las imágenes oníricas, le permiten al paciente y al terapeuta entender los mensajes que le envía el self al ego en vigilia del paciente; todo en un campo transformativo donde se desenvuelve la relación terapéutica.
Los sueños pueden ser diferentes según la patología del soñante, es así que las personas depresivas tienen ciertos tipos de sueños que los distinguen de las personas que tienen ansiedad. Sería interesante saber si se sueña distinto de acuerdo al tipo psicológico del paciente, ¿los soñantes que tienen una función predominante pensamiento soñarán de diferente forma de aquellos que tienen una función de pensamiento? La lógica tiende a indicar que sí, pero quién sabe con los sueños, donde la lógica no funciona, ya que la lógica proviene del propio Self.
Y finalmente, la idea de que el trabajo con sueños no posee un procedimiento estático y rígido, sino que va de la mano con el contexto en donde se inserta el sueño, por tanto debe de trabajarse el sueño de modo particular pues ningún sueño puede compararse con otro de un paciente diferente.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El Ser en la Infancia. La Emergencia del Self

El Ser en la Infancia. La Emergencia del Self

ML Paula Durán Hurtado


Introducción
El tema que se desarrolla es la emergencia del self; es decir la forma cómo el sí mismo va surgiendo en la persona humana. El self es un arquetipo esencial que se activa al nacer y que se impregna de características personales, las que producen trastornos en el individuo si se encuentran en discrepancia con los intereses arquetípicos. (Jacoby, 2005)
Los diferentes estadios del proceso de individuación parecen encontrar y reencontrar al ser en la infancia y a la infancia en el ser. Siendo un arquetipo que contiene en sí el potencial para desarrollarse hasta alcanzar la totalidad, busca poder actualizar sus capacidades, con independencia de la edad cronológica que tenga la persona real. El hombre vuelve a ser niño y el niño muchas veces representa las posibilidades de realización de aspiraciones que un adulto no ha podido realizar en su propia vida. La emergencia del Self nos refiere al arquetipo del niño.


Desarrollo
Horus, Zeus, Hermes, Heracles, Moisés, Jesús, son algunos ejemplos de niños que juegan un rol esencial en mitos, leyendas y cuentos de hadas. En cada caso, se trata de seres nacidos en circunstancias extraordinarias con destinos especiales y fielmente cumplidos. Muchas veces podrá tratarse de niños que han sido abandonados, que debieron valerse por sí mismos y que han sido salvados milagrosamente de situaciones peligrosas. El arquetipo del niño despierta emociones y fantasías; se trata de un niño maravilloso, divino, originado, nacido y crecido en circunstancias excepcionales, que requiere ser asociado a un niño concreto a fin de darle sentido y significado a su existencia en la psique adulta (Jung, 1940, 273).
Los arquetipos van conformándose según el nivel de conciencia alcanzado, por lo que son también el patrimonio del conocimiento y la evolución de la humanidad, constituyéndose así en los portadores de la salvación. En el arquetipo -como figura variable de los Dioses- va siendo representado el precursor de una nueva generación (Jung “La estructura del alma”, OC 8,7, 3317 y ss); el motivo del niño representa el aspecto preconciente de la infancia del alma colectiva. (Jung, 2002, 149)
En el arquetipo del Dios-niño se ve representado lo más grande en lo más pequeño. Son los elfos, enanos, homúnculos, nacidos, niño desnudo y animales en estadios de desarrollo anteriores al hombre –cocodrilos, dragones, serpientes-. En el proceso de individuación las imágenes lo representan al centro de un mándala, saliendo de un huevo de oro, como una doncella o un joven adolescente de origen exótico, bajo una corona de estrellas; en cualquier caso se trata de un bien deseado y difícil de conseguir, una piedra preciosa, la cuaternidad, la flor, el cáliz; todas imágenes ilimitadamente intercambiables. Los rituales, el rito, la religión, el repetir, son formas de mantener los vínculos con esas condiciones originarias sean de sí mismo o de la humanidad, ya que la conciencia –a través de su centro de conciencia, el ego- está siempre atraída al desarraigo y a la enajenación; su forma de compensar es re-ligando con su pasado, con su infancia. La amplitud de conciencia arriesga la enajenación; pero la represión del estado infantil del alma se apoderará –como contenido inconsciente- de las metas concientes, interfiriendo de alguna forma en su realización.
El niño –como símbolo- es futuro en potencia, anticipación de desarrollos, que existen a-priori. El niño prepara una futura transformación de la personalidad. En el proceso de individuación anticipa la figura que resulta de la síntesis de los elementos concientes e inconscientes de la personalidad. Es un símbolo que une los opuestos, un mediador, un salvador, un hacedor de la totalidad. La totalidad que trasciende la conciencia es denominada por Jung como el sí mismo. La meta del proceso de individuación es la síntesis del sí mismo, su entelequia.
El mismo símbolo del niño puede presentarse como una divinidad infantil o como héroe juvenil. En ambos casos hablamos de un nacimiento maravilloso, psíquico y no empírico, mágico, extraordinario. Sin embargo, en el primero, estamos frente a un ser no humanizado aún, aunque divino, personifica el inconsciente colectivo no integrado a la naturaleza humana. El héroe, por el contrario, es una síntesis de lo inconsciente y conciente; anticipa una individuación potencial cercana a la totalidad. La autorrealización es heroica ya que debe pasar múltiples pruebas para poder llegar a buen fin; el riesgo de perder la singularidad está presente simbólicamente en la presencia de dragones y serpientes que amenazan la identidad; la adquisición de conciencia implica distanciarse de las simbolizaciones de vertebrados inferiores.
El motivo “más pequeño que pequeño pero más grande que grande” (Jung, 2002, 154) es la paradoja del símbolo del niño, que puede superar las pruebas más grandes y sucumbir en lo más pequeño. Ej.: el talón de Aquiles; el pelo de Sansón. “Hágase la Luz” fue lo dicho por Dios al abrir el universo a la conciencia y ésa es la mayor hazaña esperada del héroe, el triunfo sobre las tinieblas. Se espera que el niño venza sobre la oscuridad y que el alma primitiva no pierda lo que ya ha ganado, su alma.
No sólo su nacimiento milagroso lo distingue, también su temprano abandono. Hablamos simbólicamente de un ser que viene de la inconsciencia a la conciencia; pero en la conciencia, aún no se le reconoce -es un tercero que no tiene espacio en la lucha de los opuestos-… por eso se le abandona. Lo “recogen” los instintos que reconocen en él su carga de futuro y potencialidad renovadora y salvadora. La conciencia, como el útero, se ha liberado de una situación que ya la conflictuaba, separándose simbólica y temporalmente de quien también representa su posibilidad de renacer, el niño que ha dado a luz.
El conflicto que presenta el símbolo del niño es propio del estadio evolutivo actual, ya que sólo con conciencia puede haber polaridad. Este niño, por ende, es portador de cultura –y uno de los elementos que la representa es el fuego- iluminador, acrecentador de conciencia y vencedor del estado anterior –la inconsciencia- (Jung, 2002, 157). En este sentido “se trata de una conciencia superior, más evolucionada y acompañada, en consecuencia, de soledad. Porque la soledad expresa la oposición entre el portador o el símbolo de un grado de conciencia mas elevado y el mundo que le rodea”. (Jung, 2002, 157)
Este niño tiene una fortaleza superior engendrada desde la inconsciencia, el fundamento de la naturaleza humana, una naturaleza viva. Personaliza poderes vitales que están más allá de la conciencia unilateral; personifica una totalidad que incluye las profundidades de la naturaleza. Representa el impulso inevitable del ser: el que lleva a desarrollarse a sí mismo, porque no-puede-hacer-otra-cosa. (Jung, 2002, 158)
El símbolo también se caracteriza por su hermafroditismo, la aspiración a lograr la unidad del sí mismo, en la cual no hay conflicto entre opuestos y se consagra el matrimonio divino entre la inconsciencia –femenina si es del hombre y masculina si es de la mujer- y la conciencia –masculina si es hombre y femenina si es mujer- (Jung, 2002, 163)
El simbolismo del niño es como un ser inicial y un ser final, simboliza la naturaleza pre y post conciente del hombre, una totalidad. Interpretamos esta imagen inicial como el niño humano proveniente de la inconsciencia que una vez que desarrollado el ego –como centro de conciencia- debe des-identificarse de él para permitir que el sí mismo se exprese; el sí mismo en su máxima expresión y desarrollo va a constituirse en el niño divino. La ingenuidad del niño es la misma del iluminado; la diferencia entre uno y otro es el camino de la conciencia que el segundo ya realizó.
Lichtenberg define el sí mismo como un sentido de unidad que permanece estable a pesar de los distintos cambios de estados emocionales que acompañan la experiencia humana; un centro independiente para iniciar, organizar e integrar experiencia y motivación. La maduración y desarrollo de esta capacidad integradora y organizadora es lo que más interesa a los investigadores de la infancia. Stern distingue 4 etapas: el sentido del sí mismo emergente, nuclear, subjetivo y verbal. (Jacoby, 2005)
El sí mismo emergente se expresa hasta los dos meses, experimentándose los eventos y percepciones como entidades propias. Se trata de diferentes experiencias vividas que, eventualmente comienzan a organizarse de manera creciente con estructuras más comprensivas. Opera como matriz experiencial de la cual surgirán las ideas, formas percibidas, actos identificables y sentimientos verbalizables que actúan también como fuente del despertar afectivo inicial. Un niño experimentaría aquí el prototipo más temprano de un proceso creativo, el cual le permite la generación del sentido del sí mismo inicial
El sí mismo nuclear va desde el segundo al séptimo mes, permitiendo que el niño experimente sus intenciones y motivaciones como propias, reconociendo sus límites corporales y su sentido de coherencia. El niño tendrá la experiencia de estar juntos, en la presencia de otro, sin que haya experiencia de fusión simbiótica. Experimenta cambios en sus estados internos propios, que vienen a través de los otros –del cuidador, por ejemplo; el baño, el cambio de pañales, otros- También se ve una dependencia entre el cuidador y el sentido del si mismo del niño, conectando sus necesidades de seguridad. Esto se manifiesta a través de diferentes conductas vinculantes, como la mirada mutua, ser tomado en brazos. El sentido del si mismo del niño cambia junto con la actividad del cuidador, manteniendo sí sus límites.
El sí mismo subjetivo va desde el séptimo al decimoquinto mes de vida, desarrollándose la capacidad de relación interpersonal, descubriendo que puede compartir la experiencia subjetiva con alguien más, es decir hay una necesidad de experiencia común. Aquí se distinguen tres estados internos: compartiendo la dirección de la propia atención –hasta los nueve meses-; compartiendo intenciones –el niño atribuye un estado mental interno en otro, que conlleva la comprensión de las intenciones del niño y la capacidad para satisfacer esas intenciones-; la necesidad de compartir estados afectivos –el más significativo de los estadios para el desarrollo emocional posterior, con referencia social- que implica el tener una segunda apreciación que le ayude a resolver la incertidumbre que se le presente frente a realizar o no un determinado acto riesgoso para él. Jung dirá que los niños, al principio, son parte o están fusionados con la psicología de sus padres, al extremo que cualquier trastorno a esta edad, es en realidad de sus padres.
Entre el quince y el dieciochoavo mes, el niño inicia un nuevo estado en la organización del sentido del self y su relación con el otro, el cual coincide con la adquisición del lenguaje y tomarse a sí mismo como el objeto de la propia reflexión. El niño se fascina con su reflejo en el espejo y con su reconocimiento; es un claro indicador del desarrollo de la capacidad para el juego simbólico y el aprendizaje del lenguaje. A través del lenguaje serán practicados temas tales como el vínculo, separación, intimidad, con otro significativo a un nivel previamente no posible. El lenguaje es una espada de doble filo: enriquece y limita el campo de la experiencia, algunas podrás expresarse mientras otras deben experimentarse. Nuevamente constatamos que la entrada a la cultura tiene el costo de perder la integridad de la experiencia original, con lo cual se entra en crisis de autocomprensión, pasando el self a ser un misterio, porque la armonía alcanzada se ha roto, perdiéndose también la experiencia de totalidad.
Estos cuatro estadios de desarrollo pueden desarrollarse en forma sucesiva, pero los estados más altos no reemplazan a los anteriores, por lo que, en definitiva, hay cuatro formas de ser en el mundo. Cada una de las experiencias del infante con el Self regulador del otro comprende un episodio específico vivido que permanecerá en su memoria. Los diferentes patrones humanos de interacción –reales o reproducidos- dan como resultado representaciones iniciales y expectativas, muy importantes para nuestras actitudes. Stern llamó a estos elementos emocionales RIGs -representaciones de interacciones que han sido generalizadas-, los cuales cambian y se actualizan gradualmente con la experiencia presente… por lo que “mientras más experiencia pasada haya tendrá menor impacto cualquier episodio” Jung ha llamado arquetipo a esta fuerza organizadora creativa con capacidad para formar una representación fuera de las innumerables experiencias distintas.
El sí mismo tendría, según Stern, cuatro componentes de sentido: como entidad, es decir, la experiencia de sentirse autor de las propias acciones y tener voluntad o control sobre el comportamiento auto-generado; de coherencia del sí mismo, o tener la experiencia de ser un todo, en el sentido de ser una entidad psíquica con fronteras y un lugar de acción integrada, ya sea cuando se está en movimiento o inmóvil; de afectividad, es decir, haber experienciado las cualidades internas de los afectos los que están conectados a virtualmente toda experiencia con uno mismo; de historia, lo que se refiere a mantener la experiencia de continuidad con el propio pasado, la sensación de que uno sigue siendo de alguna manera, esencialmente el mismo individuo, incluso después de muchos cambios.
Jacoby (1999) se refiere al si mismo del terapeuta como el si mismo regulador; regulador de cualquiera de estas cuatro partes que pudieran estar viéndose afectadas en Self del paciente, producto de alguna herida infantil. Jacoby dice que “la psicoterapia analítica tiene el potencial de ser efectiva, siempre y cuando la representación mental del paciente en conjunto a sus cualidades emocionales estén muy abiertas a ser influenciadas por el entorno”. (Jacoby 1999, 5) Igualmente, las funciones de ayuda de auto regulación del analista deben operar en un marco simbólico; el analista siempre es un instrumento que canaliza la posible conexión del paciente consigo mismo. Cuando esta relación no puede establecerse simbólicamente porque hay, por ejemplo, un daño en los primeros dos componentes el autor ha actuado literalmente el símbolo (Jacoby, 1999, 6). Winnicott define al sí mismo regulador como “encuadre analítico”, metodología que utiliza también cuando el sí mismo del paciente se encuentra tempranamente herido. (Jacoby, 1999, 7) El surgimiento del sentido -del “hacer”- está dado desde el “ser” y sólo entonces hablamos de Self verdadero. Por esto también es muy importante que el analista esté abierto a representar los papeles que la necesidad y el inconsciente del paciente le está demandando. Lichtenberg llama a esta función instrumental del analista como “vestirse” de la necesidad del paciente.
Schiller, en su ideal educativo, detectó la importancia que reviste el desarrollo de una personalidad completa, ya que es en la infancia cuando están todas las potencialidades individuales que podrán ser activadas. Educar es desarrollar la personalidad; sin embargo, no es posible que la actividad esté en manos de quien no tiene su personalidad desarrollada, ya que, al igual que sucede en la terapia, no podrá llevarse a otro a donde uno aún no ha llegado. Jung entiende por personalidad “un conjunto espiritual determinado, coherente y dotado de fuerzas”; el ideal a ser totalizado por cualquier adulto. (Jung, 1940, 150)
Ese ideal -meta del proceso de individuación- es inconmensurable y se va realizando /haciendo en la medida en que uno va “siendo”, siempre y cuando el “hacer” esté dirigido por el “ser”, lo que es inusual. “Ser lo que se es”-o realizar la personalidad- significa diferenciarse del colectivo, separarse del grupo para seguir conciente y libremente un camino de soledad: la fidelidad confiada, leal y constante a la propia ley, al sí mismo, a Dios. Que alguien pueda realizarse con independencia de la humanidad sólo puede esperarse de un espíritu divino; la personalidad que sobresale es también sobrenatural. (Jung, 1940, 156)
La capacidad para optar por el camino eremita es también un destino que impele a ese hombre a salirse del grupo; un destino que obra en él como un daimon, que no puede sino cumplir; una voz que no puede sino escuchar y de la que no puede ser desviado, aún a costa de su propia conveniencia. Será el portador del fuego que pueda encender otras almas del colectivo. Esa personalidad es la que está a la altura de las modificaciones del tiempo y es, sin saberlo ni quererlo, su dirigente. (Jung, 1940, 161) La vida de Cristo es un ejemplo de lo que se dice y representa el prototipo psicológico de la única vida sensata.

Conclusiones
La neurosis constituye una protección contra la actividad objetiva interior del alma; o la tentativa –pagada a alto precio- de sustraerse de la voz interior y, por tanto, a la vocación, al destino. (Jung, 1940, 166) El sentido de la vida se ha perdido cuando no se convierte uno en su propia personalidad; pero como esa pregunta no es común, el sentido de la vida personal queda sin ser respondido, facilitando al hombre caminar por el sendero indiferenciado de la humanidad. El verdadero origen de todo sufrimiento está en no ser quien se es; pero ser quien se es, conlleva caminar por un sendero doloroso y solitario. Hegel dice que “el camino no es el objetivo, pero sin recorrerlo no se llega a su destino”; ésa es la contradicción que hace al hombre evadirse de su ley interna; ése es el carácter luciférico de esa voz interior. (Jung, 1940, 169) Quien no se arriesga a perder su propia vida, tampoco podrá ganarla. La personalidad es Tao, un camino no descubierto y vital: la perfección, integridad y el destino cumplido.

_________________________________
Referencias Bibliográficas

1. JACOBY, M. (1999). Cap.I. “The Child in The Imagination of The Adult. En Jacoby, M. (PP. 3-12) Junguian Psychoterapy and Contemporary Infant Research. Routledge. London and New York. Traducción pp 1-7
2. JUNG, G.C. (1940/2002). Acerca de la Psicología del Arquetipo del Niño. En Jung CG. Los Arquetipos e inconsciente colectivo (pp. 139-168). Obra copleta. Volumen 9/1. Editorial Trotta SA Madrid.
3. JACOBY, M. (1999). “The Self and the Organizational forms of the sense of Self” En Jacoby, M. (Cap 8, pp 38-42) Junguian Psychoterapy and contemporary infant. Research. Routledge. London and New York. Traducción pp 1-10
4. JACOBY, M. (1999). “The Core Self in the Psychoterapy field.” En Jacoby, M. (Cap 19, pp 139-148) Junguian Psychoterapy and contemporay Infant. Research. Routledge. London and New York. Traducción pp 1-8
5. JUNG, G.C. (1940). Sobre la Formación de la Personalidad. En Jung CG. (pp. 147-170). Realidad del Alma. Editorial Losada. Argentina.
Tema: Psicoterapia de la Infancia y Adolescencia:
Una Aproximación al Ser, Actuar y re-mediar desde la perspectiva de la Psicología Analítica

sábado, 9 de octubre de 2010

Convergencias entre Física y Psicologia en la Construcción de un Nuevo Paradigma

Convergencias entre Física y Psicologia en la Construcción de un Nuevo Paradigma


ML Paula Durán H. y María Paz Soublette


1. Introducción

El presente y el pasado
tal vez se hallan presenes en el futuro
y el futuro, contenido en el pasado
(Eliot, Cuatro Cuartetos)


En los últimos treinta años se han hecho importantes descubrimientos en la física moderna -y otras disciplinas científicas afines- que plantean una nueva visión del universo y de la naturaleza del hombre. Los avances científicos están demostrando que la supuesta linealidad de los sucesos del mundo físico no son tal y que los conceptos de los que se ha valido la conciencia para aprehender la realidad –tiempo, espacio, materia- fueron definidos en términos de teorías que han quedado obsoletas y que han dejado de explicar los nuevos hallazgos del conocimiento.


La tradicional polaridad de los conceptos espíritu – materia está siendo definitivamente disuelta y ambos estados del ser están reposicionándose como extremos de un mismo fenómeno o expresiones de un sustrato primordial a-priori que los sostiene y desde el cual despliegan su existencia y sentido. Esta visión, que sugiere un fundamento ontológico anterior, la tuvo Jung en uno de sus conceptos finales, el de Unus Mundus que, tal como se está comprendiendo hoy en día, nos lleva a pensar que la energía física y la energía psíquica pudieran ser entendidas como dos aspectos de lo mismo.


Esta nueva comprensión de la realidad trae consigo la promesa de reconciliación de contrarios, con consecuencias extraordinariamente positivas para el desarrollo evolutivo del hombre como ser humano conciente: el reencuentro de opuestos es parte de las acciones que deben ser emprendidas para dejar definitivamente en el pasado el dominio del arquetipo patriarcal y facilitar a la humanidad el tránsito hacia la alteridad. Nada puede ser más indicativo que despejar esa dicotomía en el ámbito científico que es, justamente, del que da cuenta la era racional.


Hemos analizado algunas de las convergencias entre Física y Psicología para la construcción de un nuevo paradigma, basadas en la proposición hecha por Von Franz, quien plantea tres aspectos fundamentales en relación a los paralelismos de los modelos de pensamiento: El primero de ellos es “el concepto de complementariedad, tal como lo aplica la física cuántica a la relación partícula-onda y la psicología profunda a la existente entre los contenidos de la conciencia y los del inconsciente”; una segunda correlación se refiere a la necesidad de crear “un modelo de pensamiento que intenta comprender todos los procesos como energéticos, así como el descubrimiento de una cierta relatividad de tiempo y espacio, tanto en el ámbito de las partículas elementales, como en los estratos más profundos del inconsciente”; una tercera concurrencia es que en ninguno de ambos sectores pueden ser excluidas las condiciones del observador. (Von Franz, 1982, 212)


Una vez hecha la exposición se da término al Informe con algunas conclusiones.


Desarrollo
Von Franz dice que “el mundo atómico microfísico muestra rasgos cuya semejanza con la esencia de la realidad psíquica llama la atención…” y que “… quizá resulte posible algún día reconstruir los procesos psíquicos en otro medio aparte de ellos mismos: en el mundo de las partículas elementales” (Von Franz, 1982, 212).


Para poder pronunciarnos al respecto, debimos incluir un breve estado de la Física.


En los últimos años la física ha ido modificando su objeto de estudio, desde el cosmos, hacia el macrocosmos y el microcosmos: en lo muy pequeño se ha centrado en lo subatómico y en lo muy grande, en la astrofísica. Los descubrimientos hechos en lo microcósmico, indican que los átomos –elementos fundamentales, en la física newtoniana- están compuestos por partículas de menor tamaño -protones, neutrones y electrones- y estas partículas demostraron comportarse, unas veces como corpúsculos y otras, como ondas; es lo que se ha llamado, paradoja onda-partícula (Grof, 2002, 20). Las partículas subatómicas son patrones dinámicos que tienen un aspecto espacial y un aspecto temporal. Su aspecto espacial las hace aparecer como objetos con una cierta masa; su aspecto temporal, como procesos que contienen la energía equivalente (Capra, 2000). Estos patrones dinámicos son los que forman las estructuras nucleares, atómicas y moleculares, que constituyen la materia y le dan su aspecto sólido macroscópico, aspecto estable que induce a creer que está formada por sustancia material. En lo macro, esta idea es útil; en lo micro, no tiene sentido, porque lo que se observa a nivel atómico no es materia sino modelos dinámicos cambiantes, danza de energía (Capra, 2000).


Con la nueva teoría, la partícula -como patrón de probabilidades dentro de una infinita telaraña cósmica- (Capra, 2000, 263), lo que se entendía por “materia” –en lo subatómico- hoy es una “tendencia a existir”, que los nuevos físicos llaman “vacío dinámico”, porque el microuniverso no se compone por elementos sólidos y discretos sino por una red de relaciones. En términos físicos, hoy en día no podría decirse que el objeto ocupa un espacio ni que, entre objeto y objeto, existe un espacio; más bien, el universo es un campo continuo de densidad variable (Capra, 2000, 263).


La teoría actual dice que la materia es intercambiable con la energía, y la conciencia –que no se limita a las actividades desarrolladas en el interior del cráneo- forma parte del mismo tejido del universo. El universo de la física moderna es más parecido a un gran pensamiento, un sistema complejo de fenómenos vibratorios (Grof, 2002, 21).


2.a) Paralelismos en los modelos de pensamiento de la Física y la Psicología


2.a.i) El concepto de complementariedad.


Bohr –físico cuántico- descubrió que “las ondas y las partículas son dos descripciones complementarias de la misma realidad, siendo cada una de ellas sólo parcialmente correcta y teniendo una gama limitada de aplicación. La descripción completa de la realidad atómica requiere de las dos representaciones” (Capra, 2000, 207). Ej.: La luz: unas veces se comporta como onda y otras, como partícula.


Las polaridades surgen de la ley del todo, no se oponen una a la otra sino que ofrecen un relato complementario del desplegamiento de los fenómenos (Peat, 1987). También la causalidad y la sincronía serían percepciones dobles de la misma realidad fundamental, como igualmente lo serían lo conciente e inconsciente (Peat, 1987). En el primer caso, la causalidad daría cuenta de relaciones horizontales y funcionales –en las que las categorías de tiempo y espacio juegan un papel indispensable-; la sincronía, por el contrario, de relaciones analógicas, verticales y trascendentales –donde lo que ahora importa es la capacidad de materialización del arquetipo-. En el segundo caso, la conciencia e inconsciencia, como formas de expresión de la psique, en la que la primera ordena el caos que al parecer tendría la segunda; albergando, probablemente en ese mismo orden y caos, las funciones de sensación, intuición, pensamiento y sentimiento- que, necesariamente deberán ser integradas al completar el proceso de individuación.


Así, el concepto de complementariedad en las ciencias abre la posibilidad de conservar una experiencia objetiva de la naturaleza y un sentido del significado e interconexión de las cosas sin necesidad de rechazar el planteamiento científico, como también, combinar lo subjetivo y lo objetivo y construir un puente entre la mente y la materia (Peat, 1987).


2.a.ii) Todos los procesos son energéticos….


La teoría del campo cuántico nos ha conducido a lo que se pensaba antes de Einstein: Que el espacio está lleno y es un inmenso campo de energía, siendo la materia una pequeña ola sobre ese mar. Esto implicaría que el universo entero es una minúscula onda sobre un fondo de vacuidad –que también es plenitud-. De forma que, por lejos que vayamos -en términos de nuestros conocimientos-, siempre estaremos en la superficie sin poder comprender la totalidad de todo lo que pueda existir. Ej.: teoría del holograma de Bohm; dentro de cada elemento de materia y espacio-tiempo estaría plegado el universo entero (Peat, 1987, 82).


Al respecto, los planteamientos Jungueanos nos muestran que la energía psíquica es una forma más de una energía de la naturaleza que permanentemente avanza en una evolución coordinada con el todo de la existencia, anulando el modelo heredado de Freud de la energía psíquica como explicable a partir de un modelo mecanicista. Es decir, la energía psíquica, disponible a la conciencia en cada ser humano, no es más que una pequeña “gota de aquella ola sobre el mar” de la que habla la física. Von Franz señala que ambas energías podrían ser “dos aspectos de lo mismo, apareciendo el mundo de la materia como una imagen especular del mundo del espíritu o de la psique, y viceversa” (Von Franz, 1982, 212).


y…. el tiempo y el espacio son relativos


Nuevamente se nos presenta la idea de la relatividad del espacio y el tiempo, en tanto que la física moderna ha confirmado que los conceptos que utilizamos para describir la naturaleza son creaciones de la mente y que no corresponden a la realidad (Capra, 2000), porque resultan del movimiento –una energía-, es decir, son relativos. Ej.: la vida de una partícula depende de su velocidad -a mayor velocidad, mayor tiempo de vida-.


Desde el punto de vista de la psique, el tiempo interno también es relativo y profundamente distinto al que se ve en el reloj. Una parte de la mente puede estar envuelta en una especie de conciencia intemporal mientras otros aspectos siguen un hilo de pensamiento lineal. Nuestro mundo interior no cumple con los criterios en los que se basa la causalidad -cadena lineal y horizontal de hechos en los que unos son efectos de otros; verdad estadística; concepto que surge de una mezcla de costumbres, creencias y sentido común-, sus espacios son diferentes-: los sucesos no son claramente distinguibles ni independientes; no hay un flujo claro de influencia de un suceso al siguiente; el espacio no parece ser necesario al no haber un antes y un después; el tiempo no es lineal y sin ambiguedad (Peat, 1987, 50). Al investigar la causalidad hasta sus últimos límites, se ha descubierto que todo causa todo lo demás y que cada suceso surge de una red infinita de relaciones causales. (Peat, 1987, 59)


El poder profético de las ecuaciones matemáticas han dominado la ciencia durante generaciones, de forma que hoy es difícil ver dónde hay lugar en el universo para la libertad, la novedad y la creatividad. (Peat, 1987) La causalidad no parece ser apropiada para explicar hechos como “el orden implicado de Bohm” o “los campos formativos de Shedrake”. Los sucesos de la mente requieren ser descritos de una forma más general que lo que ofrece la causalidad, como transformaciones y desplegamientos. (Peat, 1987, 54)


Los sucesos sincronísticos son a-causales y ejemplo de estos fenómenos ajenos a las categorías de tiempo y espacio, en los cuales ambos quedan relativizados, pudiendo incluso invertirse su orden lógico. La sincronicidad exige la presencia y combinación de varios sucesos: a) la vinculación a-causal de un acontecimiento interior y exterior; b) la simultaneidad relativa en que ambos hechos se dan; c) el sentido significativo que dicha simultaneidad tiene para el individuo, quien vive internamente el suceso de la misma forma como se le presenta en el exterior (Von Franz, 1982). En la sincronicidad presenciamos una materialización del arquetipo, por lo que podría pensarse que el psiquismo y el mundo material podrían no ser entidades separadas sino estar íntimamente ligadas.


En definitiva, algunos elementos de la física subatómica y psicología profunda sólo pueden definirse en función de sus conexiones; conexiones de naturaleza estadística, son probabilidades y no certezas.


2.a.iii) No puede excluirse las condiciones subjetivas del observador del modelo explicativo del fenómeno objetivo.


La ciencia busca dar respuesta a las preguntas fundamentales del hombre, básicamente acerca de su identidad y sentido. La Astrofísica se pregunta por la naturaleza del universo, nuestra posición en él, su propósito. La Física Cuántica, de qué está hecho el universo, cómo se creó su materia y comenzó la vida, los átomos, el movimiento. La Psicología, intenta desentrañar el sentido del individuo, su posición como ser individual y social que desarrolla y comparte un proceso vital. En ambos casos, las respuestas científicas, serán teóricas, abstractas, objetivas y, en consecuencia, distanciadas de la experiencia inmediata. (Peat, 1987)


La realidad experimentada por el individuo –a través de la música, la literatura, el arte, la mística- parece estar escindida de la realidad explicada, demostrada y validada por la ciencia –a través de los experimentos, laboratorios, investigaciones-. Por una parte, está la vida impactando a los sentidos y la conciencia; y por otra, esa misma conciencia, siendo explicada como un conjunto de reacciones electroquímicas complejas; o esa misma vida, comprobándose como producto del azar de procesos moleculares (Peat, 1987). Pareciera erigirse un vacío entre el sujeto y el objeto, en el cual el rol del hombre en el universo es poco evidente. La ciencia explica lo que la experiencia no contacta y la experiencia vive lo que a la ciencia pareciera no interesarle. (Peat, 1987).


El universo se afecta al ser observado, de la misma forma que los individuos. La situación experimental influye en las conductas presentadas por los seres que se estudian. Wheeler resumió diciendo que la experiencia científica no se constituye por observador y observado, sino por participantes en un universo de participación (Peat, 1987).


Conclusiones


En el análisis de las convergencias entre Física moderna y Psicología profunda, comienzan a desbaratarse muchas de las concepciones o comprensiones de la realidad que tenemos los seres humanos respecto del universo en el que nos situamos, nos pone en un escenario en que es evidente que tales convicciones tenían que ver con construcciones necesarias de la conciencia para desenvolver su vida en el universo y, por lo tanto, se hace evidente que no pueden excluirse las condiciones subjetivas del observador de las explicaciones que se da de la existencia, del universo y de lo que comúnmente llamamos “realidad”.


Cuando se avanza un poco más en estas reflexiones, puede percibirse que el encuentro entre dos ciencias, en principio tan disímiles, plantean la posibilidad de que TODO sea UNO y materia sea idéntica al espíritu, salvo por su “densidad”. El Unus Mundus, intuido ya por Jung, podría estar siendo una realidad ad portas para la ciencia.


Por otra parte, si los fundamentos en los que está basada la Psicología -como ciencia de la Psique- y la Física -como ciencia del universo- son uno y el mismo, ambas disciplinas podrían ser también polos de una misma instancia; dos manifestación de la misma realidad. El misterio de la conjunctio –la integración de los opuestos- podría comenzar a ser realidad y significar la unión del Eros y Logos, de la Ciencia y la Religión.


El arquetipo –habitante del inconsciente colectivo- podría materializarse para siempre y constelarse fuera de la psique, para darnos cuenta en un eterno presente de esa ordenación a priori de la naturaleza e invitarnos a participar en forma activa del orden universal, que Jung llamó “saber absoluto” -un factor formal de sentido- (Von Franz, 1982).


La promesa… de un mismo mundo, que el Físico observa como “material”, porque lo mira desde el exterior y que el Psicólogo observa como “psíquico”, porque lo mira por introspección; pero que, en sí mismo, no sería lo uno ni lo otro, sino enteramente trascendente…. el misterio del ser y de la vida… DIOS ¡!


__________________________________________________
Tema corresponde a Psiconeurociencia: Causalidad y Sincronidad
Referencias Bibliográficas


1. CAPRA, F. (2000) El Tao de la Física. Málaga: Sirio


2. CAPRA, F., BOHM, D, DAVIES, P, LOVELOCK, J., SHELDRAKE, R., otros. (2000) El Espíritu de la Ciencia. Barcelona: Kairós.


3. CAZENAVE, M. (1983). Sincronicidad física y biológica, en H.Revés, Cazenave, et al. La Sincronicidad. ¿Existe un orden a-causal?, Barcelona: Gedisa, 29-62


4. GROF, S. (1999) El Juego Cósmico: Exploraciones en las fronteras de la conciencia humana. Barcelona: Kairós.


5. GROF, S. (2002) La Mente Holotrópica: Los Niveles de la conciencia humana. Barcelona: Kairós.


6. GROF, S., HARMAN, W., FONTANA, D., BARING, A., FENWICK, P., Otros (2003) Más Allá del Cerebro: La expansión de la conciencia. Barcelona: Kairós.


7. HEISENBERG, SCHÖDINGER, EINSTEIN, JEANS, PLANCK, PAULI, EDDINGTON. (2006) Cuestiones Cuánticas. Barcelona: Kairós.


8. JUNG, CG (1952) Sincronicidad como principio de conexiones acausales, en OC, 8:18, Madrid: Editorial Trotta 415-507 (2004) Cap. A, B, C y D


9. JUNG, CG (1951) Sobre Sincronicidad, en OC, 8:19, Madrid: Editorial Trotta 509-520 (2004)


10. PEAT, DF (1987). El Físico y el Psicólogo, en Sincronicidad, Barcelona: Kairós, Cap1: 9-45


11. PEAT, DF (1987). El Universo Mecánico, en Sincronicidad, Barcelona: Kairós, Cap2: 46-72


12. PEAT, DF (1987). El Universo Vivo, en Sincronicidad, Barcelona: Kairós, Cap3: 73-101


13. PEAT, DF (1987). Patrones de la mente y de la materia, en Sincronicidad, Barcelona: Kairós, Cap4: 102-132


14. PRIBRAM, K. (1993). Funcionamiento del cerebro, en H.Revés, Cazenave, et al. En La Sincronicidad. ¿Existe un orden a-causal?, Barcelona: Gedisa, 101-107


15. VON FRANZ, ML., (1993) Algunas reflexiones sobre sincronicidad, en H.Revés, Cazenave, et al. En La Sincronicidad. ¿Existe un orden a-causal?, Barcelona: Gedisa, 145-162


16. VON FRANZ, ML., (1982) Apertura al Unus Mundus, en CG Jung, Su mito en nuestro tiempo. México: FCE. Cap. XII: 211-225



miércoles, 8 de septiembre de 2010

Trastorno de Ansiedad

Trastorno de Ansiedad

I. Introducción
El presente trabajo recorre la sintomatología y etiología de diferentes Trastornos de Ansiedad, con el fin de facilitar su diagnóstico e indicar pronóstico y tratamiento. Estos trastornos emocionales se clasifican como normales o patológicos, según sea la frecuencia, persistencia e intensidad de sus síntomas; en algunos casos, el grado de invalidez que provoca en quien lo padece, es un criterio para abordarlo clínicamente.
El artículo nos propone que estas conductas son arquetípicas. Como tal, se encuentran representadas en mitos y han sido experimentadas por personajes mitológicos, por lo que contextualizarlas de esta forma podrá favorecer la comprensión del cuadro psicológico.
La aproximación que ofrece la psicología clínica analítica a la enfermedad, posiciona la relación médico paciente en un espacio de colaboración mutua plena de amabilidad y afecto, en la cual se busca “conectar” la escisión producida en algún momento del proceso evolutivo del eje ego/self que está obstaculizando el normal desarrollo e individuación de la conciencia personal.

II. Desarrollo
La ansiedad es una emoción y una respuesta de nuestro organismo al estrés; se dice que es normal cuando es adecuada al estímulo y, patológica, según su frecuencia, intensidad y duración. Las diferencias individuales de sensibilidad ante las amenazas y las estrategias de enfrentamiento constituyen elementos predisponentes para el trastorno de ansiedad.
Los trastornos ansiosos son estados emocionales repetitivos o persistentes, en los cuales la ansiedad patológica juega un papel fundamental. El síndrome es un conjunto de síntomas que tienden a coexistir y a comportarse de manera coherente durante un tiempo, independientemente de su causa. La sintomatología puede presentarse física o psíquicamente. La somática puede ser de diversos tipos: autónoma (palpitaciones, vaso-constricción, sudor, náusea), muscular (dolor, temblor), cenestésica (parestesia, escalofríos) o respiratoria (sofocación, dificultad respiratoria); la psíquica, con sentimientos de temor o amenaza, irritabilidad, inseguridad, falta de concentración, sensación de extrañeza, etc.
Los principales trastornos ansiosos son: a) Trastorno de Pánico (TP); b) Trastorno de Ansiedad Generalizada (TGA); c) Trastornos Fóbicos (TF): agorafobia, fobia social (FS) y fobias específicas (FE); e) Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT); f) Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y g) Trastorno Mixto Ansioso y Depresivo.
El Trastorno de Pánico (TP) es un síndrome caracterizado por la presencia recurrente de ataques de pánico (AP), que son crisis espontáneas y súbitas de malestar y sensación de peligro o muerte, con múltiples síntomas de hiperactividad autónoma –palpitaciones, taquicardia, temblores, asfixia, dolor toráxico, náuseas, otros-; entre los síntomas psíquicos del AP están el miedo intenso –a perder el control, morir, enloquecer- el deseo de escapar y la despersonalización; comienza súbita, inesperada y rápidamente, alcanzando su máxima expresión alrededor de 10 minutos después; y prolongándose entre 20 a 40 minutos. Su diagnóstico requiere la presencia de al menos 4 de los síntomas descritos. Se presenta 2 a 3 veces más en mujeres, siendo más común entre la pubertad y los 35 años.
Respecto al Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), su característica básica es la ansiedad persistente durante al menos 6 meses. Sus síntomas son de 2 tipos: expectativas y preocupación aprensiva y síntomas físicos. Inquietud, tensión muscular y emocional, dificultades de concentración, insomnio, irritabilidad, fatiga. Tensión motora e hiper-vigilancia son los criterios que mejor la distinguen de otros cuadros de ansiedad.
Los Trastornos fóbicos (TF), son miedos persistentes e irracionales hacia un objeto, actividad o situación específica, cuyo resultado es la evitación irresistible a ese estímulo. La persona reconoce que su miedo es irracional y desmedido respecto del peligro que eso representa realmente. Se diagnostica sólo cuando dicho miedo causa sufrimiento al individuo. Se distinguen: las agorafobias de las fobias, las que a su vez pueden ser sociales o específicas.
Las fobias sociales (FS), están caracterizadas por el miedo persistente de ser humillado o quedar atrapado en situaciones y vulnerable a un ataque por parte de otros. Temen y evitan situaciones de interacción o en las que tengan que demostrar algo frente a otros. Temen que se descubra su ansiedad y ser ridiculizados por ello. Estas situaciones van restringiendo su campo de acción, las que van evitando progresivamente, con lo cual se les produce ansiedad y sintomatología física -rubor-.
Las Fobias específicas (FE) se caracterizan por el miedo a objetos, situaciones o actividades específicas, las cuales se esquivan. Se caracterizan por presentar ansiedad anticipatoria, un temor central y una conducta de evitación con la que el paciente minimiza la ansiedad. El miedo no es provocado por el objeto en sí, sino por las consecuencias que la persona cree que se producirán al tomar contacto con el objeto fóbico, por ejemplo en la fobia a las serpientes hay un miedo a ser mordido.
La Agorafobia se caracteriza por múltiples y variados temores y conductas de evitación centradas en un miedo a abandonar su hogar, a quedarse solo y a estar lejos de su casa.
Trastorno Estrés Postraumático (TEPT), asociado a la ansiedad y también a la depresión, por lo que no es unánime su clasificación como trastorno de ansiedad. Se distingue por la necesidad de ser precedido por un factor de estrés o trauma. El TEA –trastorno estrés agudo- es muy semejante en su sintomatología, pero no le precede un hecho desencadenante y dura 1 mes. Algunas veces éste se transforma en un TEPT. Su sintomatología y respuesta al estrés conlleva miedo intenso, impotencia, horror. El evento traumático se revive, pesadillas, imágenes del evento, sufrimiento psicológico, sentimiento de vulnerabilidad existencial, evita persistentemente estímulos asociados, insomnio, irritabilidad, desconcentración; puede surgir culpa de sobrevivir, vergüenza, ataques de pánico, desamparo y rabia. La psicodinámica simbólico-arquetípica y asociaciones mitológicas. La ansiedad en su manifestación mórbida presenta factores biológicos –genéticos y somáticos-, psicológicos, sociales y ambientales; éstos, se conjugan de distintas formas y en diferentes intensidades, dando características particulares a nuestra personalidad. El pánico y la ansiedad extrema son reacciones características de las especies animales superiores, inherentes a la condición humana, por lo que son arquetípicas. Los trastornos de ansiedad, son funciones autorreguladoras del sistema psíquico. Son tentativas, a veces drásticas de restaurar un equilibrio por medio de funciones autorreguladoras del sistema psíquico. La psicopatología es entendida como un esfuerzo del Self para que se desarrolle el ser, para que se expresen los símbolos que están fijados en la sombra. El Self trata que se expresen los símbolos ya sea a través del camino creativo o del defensivo. Es importante tener en cuenta que el síntoma es solamente un reflejo de lo que le esta pasando al espíritu y representa simbólicamente el problema que debe resolverse. Cuando los símbolos no pueden ser integrados a través de la conciencia estos se expresan a través de síntomas. En rigor, nosotros pensamos que el problema es espiritual y es la conciencia que debe ser ampliada. La materia es solo su reflejo, es la que puede expresar el síntoma.
Dado que los trastornos de ansiedad son manifestaciones arquetípicas, una manifestación simbólico-arquetípica bastante ilustrativa de este comportamiento es la que ofrece la mitología griega a través de su mito de Pan, quien da origen al nombre del Trastorno de Pánico. PAN representa a la naturaleza, él es mitad animal –instintivo- y mitad humano –espiritual-; él asusta, horroriza de modo incontrolable. PAN crece persiguiendo Ninfas –las que representan el aspecto femenino de la naturaleza-, sembrando horror –despertando el aspecto animal y libidinoso-. Pan como no tiene mayor grado de conciencia vive gustoso su sexualidad, pero cuando invade a la Ninfas, quienes no tienen el suficiente Ego para recibir a Pan, éstas se horrorizan. Pan logra transformarse en Eros gracias a Psique, por lo que para que el ego de la ninfa pueda conectarse con Pan debe primero estar más fortalecido a través de un proceso de psiquización. Las particularidades de PAN dan luces respecto del perfil de las personas que sufren trastorno de ansiedad, ya que suelen ser personas que tienen dificultad para aceptar su sexualidad, de vivirla como Eros más que como una amenaza. Suelen ser personas miedosas e impotentes, con temor a ser violentados, por lo que es común que traten de refugiarse en figuras maternas protectores, con las que suelen mantener una relación ambivalente de protección – nutrición y por otro lado de opresión y castración. Por otra parte, PAN es el único dios mortal que tiene una herida precoz, como es el abandono materno. La psicogénesis del trastorno de pánico es tan inconsciente como precoz la herida que deja en PAN el abandono de su madre. A menudo las personas con trastorno de pánico relatan situaciones de abandono, separación e aislamiento. El miedo siempre está presente en ellas, ya que les ha sido transmitida la idea de un mundo peligroso y amenazador, por lo que necesitan sobreprotección y les está dificultado el normal desarrollo de su proceso de individuación. El arquetipo de la madre afecta la estructuración de la conciencia precoz, de la relación con el otro, situación necesaria para que se produzca la psiquización, la estructuración de la conciencia. La psicología analítica considera que estos síntomas fóbico-ansiosos, tienen motivos para presentarse y éstos se refieren a la completud del individuo que los padece; es decir, se relacionan con su proceso de individuación, como su búsqueda para retornar al si mismo. Nuestra Psique es simbólica y, por lo tanto, cualquier manifestación psíquica debe tener un sentido para aquella persona que la padece. Nuestra tarea como analistas es propiciar una vivencia simbólica (plena) de aquel síntoma para que los contenidos inconscientes pasen a ser vividos por la conciencia. Esto traerá mayor auto-conocimiento, eliminación de las fijaciones y limitaciones que distorsionan su comportamiento.
En nuestro inconsciente nos solemos encontrar con defensas, restricciones, aspectos fijados y sombríos de nuestra personalidad, pero también aspectos que hay que potenciar. De esta forma la psique es vista como un sistema de autorregulación en que se considera que el síntoma también tiene un sentido de buscar un equilibrio o una resolución a comportamientos polarizados.
Respecto a los tratamientos el uso combinado de la farmacología con la psicoterapia es lo que ha dado mejores resultados. En los Trastornos de Pánico, en las Fobias Sociales y en el Trastorno por Estrés Post Traumático se han usado medicamentos que inhiben selectivamente la recaptación de serotonina (benzodiazepinas) y las psicoterapias más efectivas han sido las técnicas cognitivo conductuales (técnicas de exposición, reestructuración cognitiva, entrenamiento respiratorio y de relajamiento). En los Trastornos de Ansiedad Generalizada las benzodiazepinas suelen ser dados para los síntomas físicos y los antidepresivos cuando hay predominio de síntomas más emocionales; el abordaje cognitivo parece ser más eficaz que el tratamiento analítico (técnicas de exposición, reestructuración cognitiva, entrenamiento respiratorio y de relajamiento). En las Fobias Específicas el uso de medicamentos no ha sido beneficioso y nuevamente las terapias conductuales han sido de mucha utilidad. Psicoterapéuticamente en e el Trastorno por Estrés Post Traumático psicoterapia es necesario impedir que, por ejemplo, las vivencias de secuestros se queden fijadas en la sombra, ya que hay que activar el arquetipo del héroe, promocionando así la resiliencia en estas personas.

III. Conclusiones
Cada uno de nosotros es protagonista de su propia historia y en muchas de sus partes está presente alguna dimensión mítica. Es perfectamente válido requerir ayuda para transitar por aquellos caminos diseñados en la inconsciencia, para mejor conocer los personajes estereotipados que participan en nuestra evolución. La enfermedad, el sufrimiento y los dolores psíquicos son también caminos de individuación; caminos trazados con palabras del espíritu que busca de este modo ser escuchado por el ego. La enfermedad se presenta en la materia, pero ella solo refleja la necesidad del espíritu; la materia muestra el síntoma y a través de él podremos “ver” lo que debe ser solucionado. El síntoma ocupa el espacio que ha dejado la escisión del espíritu; el síntoma llama la atención del enfermo y presiona al cambio de conducta. La sanación debe hacerse por redención, incorporando lo que falta en su conciencia, conectando al protagonista con el dolor expresado por ese self. La enfermedad es uno de muchos caminos y representa una oportunidad para conquistar la polaridad para hacer que se produzca la tensión entre los opuestos. La direccionalidad y carácter concreto de los contenidos de la conciencia son propiedades muy tardíamente adquiridas en la historia de la filogénesis, de las que, por ejemplo, el hombre primitivo actual carece en gran medida. Asimismo, están muy quebrantadas en el neurótico, que se diferencia de una persona normal en que su umbral de conciencia es más desplazable o, dicho en otros términos, su pared divisoria entre consciente e inconsciente es más permeable.
Por esta razón, no sólo es comprensible, sino también imprescindible, que el proceso psíquico sea en cada caso el más firme y determinado posible, pues así lo exigen las necesidades de la vida. La ventaja de estas propiedades va, sin embargo, unida a un gran inconveniente: el hecho de estar dirigidas implica la inhibición o la exclusión de todos aquellos elementos psíquicos que, aparente o realmente, sean incompatibles, es decir, que puedan desviar de su sentido la dirección previamente trazada y encausar el proceso hacia un objetivo no deseado.
Pero si a consecuencia de una excesiva unilateralidad aumenta la tensión de los opuestos, la contra-tendencia irrumpe en la conciencia, y lo hace, por lo general, precisamente en el momento en que más importancia tendría la puesta en práctica del proceso dirigido. La fluctuación de los argumentos y afectos es lo que constituye la función trascendente de los opuestos. La confrontación de las posiciones supone una tensión cargada de energía que engendra algo vivo, una tercera cosa, que no nace como lago muerto, sino que es un movimiento progresivo que emana de la suspensión de los opuestos. La función trascendente se revela como un atributo de los opuestos que se han aproximado entre sí. Mientras se mantienen alejados — naturalmente, con el fin de evitar el conflicto —, no funcionan y están en punto muerto.
Ante estas reflexiones nos cuestionamos si ¿Es posible considerar el Trastorno de Ansiedad como una falla en la Tensión Psíquica de la Función Trascendente? ¿Podemos pensar la Ansiedad como una característica del Hombre contemporáneo tendiente a manifestar la tensión de los opuestos a través de la manifestación ansiosa?
____________________
Sintesis artículo Libro “Psicopatología Psicodinámica Simbólico-Arquetípica”
Tema: “Psicopatología Simbólica Arquetípica III”


viernes, 7 de mayo de 2010

Arquetipo de la vida y la Muerte

Introducción
Hablar de la vida y de la muerte es casi lo mismo que hablar de a existencia ya que todo lo que existe está intrínsecamente ligado a un proceso de creación y destrucción. Preguntarnos acerca de la vida y la muerte es entrar en una dimensión profundamente humana; es un tema presente en todas las culturas y las disciplinas, incluyendo la filosofía, ética, religión, sociología y psicología. Cada una de estas disciplinas se ha planteado preguntas en torno a la vida y la muerte: ¿Cómo surgió la vida, cuándo se empieza a morir, cuál es el sentido de la vida y de la muerte? ¿Qué es vivir y qué es morir?
También la psicología ha tratado de comprender el fenómeno, no sólo en su acepción más concreta y literal, sino en su sentido y significado para el hombre, para su psique y su desarrollo. Desde la psicología, la vida y a la muerte han sido entendidas como fuerzas, impulsos, instintos y arquetipos, los cuales, de alguna manera estarán siempre presentes en el desarrollo psíquico y humano.
Este trabajo expone alguna de las principales ideas y aportes de Freud, Jung y Byington como representantes del psicoanálisis, la Psicología Analítica y la Psicología Simbólica respectivamente, en torno al tema de la Vida y de la Muerte. También exponemos nuestra visión e inquietudes, así como las reflexiones surgidas en torno al tema y a lo que significó realizar este trabajo.
Análisis y Comprensión.
Freud y Jung tuvieron visiones radicalmente diferentes respecto del Arquetipo de la Vida y de la Muerte. Para Freud la vida y la muerte eran concebidos como dos instintos polares, antagónicos y dualistas, en constante lucha y tensión, llegando incluso a sostener que el Instinto de vida estaría subordinado al instinto de Muerte, lo que se apreciaría en una fuerza que tiende al retorno al mundo inorgánico. Jung, por el contrario, planteó una relación dialéctica entre estas polaridades, un intercambio creativo de los opuestos, teniendo ambos, iguales derechos a expresarse. Por otra parte Sabina, coincide con Jung al considerar que la paradójica interacción conflictiva y armoniosa de la polaridad Vida-Muerte es central en el proceso de desarrollo psicológico.
Byington integra las posturas de Freud y Jung, sosteniendo que no son antagónicas sino complementarias, pero que ambas posturas son válidas. Señala también que ambos autores explican el fenómeno de la Vida y la Muerte a partir de sus propias formas de funcionamiento arquetipal en la Conciencia, enfatizando el protagonismo de uno u otro polo según la etapa de desarrollo que cada uno de ellos privilegia. Considera que Freud se limitó a la descripción sólo de la primera infancia predominando una conciencia Patriarcal y una visión de vida y muerte antagónicas, mientras que Jung habría centrado sus explicaciones a partir de la observación de los procesos de desarrollo en la Adolescencia y Adultez donde prima la conciencia de Alteridad y una visión del arquetipo como fuerzas colaboradoras.
Byington sostiene que, la posición polarizada sería necesaria para entender la elaboración y formación de la identidad durante la etapa patriarcal de la infancia (Necesidad de orden, estructura, jerarquía, adaptación) mientras que la posición dialéctica es fundamental en la elaboración y formación del ego en la adolescencia y fase madura de la vida (Necesidad de autorrealización e integración, encuentro de los opuestos, conciencia sistémica y no lineal)
A nuestro juicio, el Instinto de Muerte, en la primera infancia, necesita estar alejado, polarizado en una relación de conciencia Patriarcal, donde la vida no sea avasallada o sometida por el impulso de muerte. La muerte, en la infancia, con un Ego aún poco desarrollado, podría contaminar la vida, mientras que la muerte en un Yo maduro en la edad madura, permite recrear la vida y trascender hacia lo nuevo dejando lo viejo.
Byington desarrolló un marco teórico al que denominó Psicología Simbólica para describir la formación y transformación de la polaridad EGO-OTRO en la conciencia y en la Sombra durante toda la vida, a través de vivencias personales percibidas arquetípicamente. (Byington 2001).
De acuerdo a su postura, el psicoanálisis habría omitido el concepto de arquetipo y la ampliación del concepto de símbolo; mientras que la psicología Analítica, no habría considerado la presencia del arquetipo en la Conciencia,, las defensas y la formación e interacción de la polaridad Ego-Otro en la Conciencia y en la Sombra.
Byington, en consecuencia, intenta establecer la manera en que el Ego interactúa con los arquetipos a través de los símbolos. Para el autor los arquetipos que son la base de la psique colectiva incluyen características concientes e inconcientes de los símbolos. Esta Psicología describe las funciones psíquicas como funciones estructurantes y los símbolos como símbolos estructurantes, ambos coordinados por los arquetipos para formar la identidad del Ego y del Otro en la conciencia a través del proceso de elaboración simbólica. (Byington 2002)
La Psicología Simbólica plantea que sea percibido o no por la conciencia, la Psique es siempre simbólica y todos los símbolos son en última instancia, símbolos del Self. Para Byington toda actividad psíquica está centrada en el Proceso de Elaboración Simbólica que ocurre en la interacción de las tres instancias del eje simbólico del Self (conciencia – sombra, símbolos y funciones estructurantes y los arquetipos).
Nos parece entonces que el proceso de destrucción y construcción, regresión y progresión, amor y odio son funciones psíquicas estructurantes, indispensables para avanzar en el desarrollo. Estas funciones como expresiones del Arquetipo Vida-Muerte, podrán manifestarse en la vida y en los desafíos de adaptación e individuación, creativa o defensivamente dando paso al crecimiento o a la fijación y detención.
Dentro del proceso de elaboración simbólica Byington describe 4 arquetipos regentes (Matriarcal, Patriarcal, Alteridad, Totalidad ) que estarían presentes durante toda la vida y que estarían coordinados por el arquetipo central como principio unificador. A juicio nuestro el arquetipo central contendría algunos arquetipos auxiliares que permitirían que el desarrollo vaya siguiendo un curso progresivo. Es aquí donde el Arquetipo de Vida y Muerte, junto con el arquetipo del Héroe cobran un rol primordial en el desafío de avanzar, crecer, arriesgar y finalmente completarnos.
Elaboración Simbólica en nuestro Proceso de Aprendizaje
Para entender mejor los conceptos presentados en el texto, nos centramos en la experiencia que estábamos teniendo mientras intentábamos escribir la relatoría.
Descubrimos que en el proceso de construir esta relatoría, comenzó a ocurrir exactamente lo que Byington describe, es decir, un proceso de elaboración simbólica de la experiencia, donde el arquetipo de la vida y de la muerte comenzó a activarse y hacerse presente, en un comienzo en la sombra circunstancial, y luego en la conciencia personal y colectiva.
La Teoría Simbólica y el proceso de elaboración simbólica eran para nosotras, francamente indigeribles: una nueva experiencia, con nuevas distinciones, nuevos símbolos, un sistema estructurante nuevo (seminarios, exposiciones, trabajo grupal), una experiencia de aprendizaje regida por el arquetipo de la alteridad vs. el arquetipo patriarcal, socialmente instaurado en nuestra cultura y en nuestra conciencia. El impulso de vida y muerte se hacía evidentemente presente en nosotras, por una parte en el deseo de avanzar, en la curiosidad, en el interés, en la dedicación, en la intención de crear y buscar algo motivante para nuestra presentación. Al mismo tiempo, el arquetipo de la muerte se manifestaba defensiva y metamorfósicamente, primero con la sensación de caos, algo de desinterés, nuestra incapacidad para entender, sensación de falta de inteligencia, desgano, cansancio, sueño y deseos de abandonar. Sin embargo, al cabo de un rato de conversación dialéctica (con-versar es cambiar juntos), de traer desde la sombra a nuestra conciencia lo que nos estaba pasando, la angustia empezó a ceder. El arquetipo activado se nos hizo conciente, permitiéndonos ver lo que nos estaba ocurriendo con esta nueva experiencia de aprendizaje que exigía renovarnos para facilitar un proceso de crecimiento creativo y fructífero. Morir a la arrogancia de saberlo todo, morir al estilo tradicional y patriarcal de aprendizaje, muerte a nuestros antiguos paradigmas o modelos teóricos desde los cuales operábamos. Apareció entonces el arquetipo del Héroe y el sacrificio, como función estructurante que acompaña a la función trascendente en cada elaboración simbólica porque “el sacrificio siempre incluye la pérdida de lo ya vivido, propiciado por la Muerte y la ganancia de lo que se vivirá a continuación, ofertado por la Vida “. (Byington 2002). En algún lugar de nosotras, nuestro Ego estaba conciente de que valía la pena el tiempo destinado a este trabajo y que, sin duda, al término de este viaje doloroso, lograríamos no sólo realizar un mejor trabajo en nuestras prácticas terapéuticas sino ser mejores personas, más integradas y con mayor tolerancia a la frustración. Concluimos que no era posible tener vida nueva sin contactarnos de alguna manera con un proceso de muerte.
Finalmente , el aprendizaje estaba ocurriendo de la misma forma que lo indicaba Byington en su artículo: una primera lectura, a la que obedecíamos sin cuestionar –presencia del Arquetipo Patriarcal, en que la relación Ego-otro tenían características polarizadas y jerárquicas-; lectura que finalizó con ideas desconectadas, parciales, no siempre consistentes entre sí –presencia del Arquetipo Matriarcal en la que la posición Ego-otro es insular-; intercambio de ideas, en las cuales fuimos decantando algunos conceptos –presencia del Arquetipo de Alteridad, donde el Otro es dialéctico y democrático-; la sensación de haber “comprendido” y entonces “cerrar” este primer proceso de acercamiento al modelo de Byington con la elaboración de este documento –Arquetipo de Totalidad, en la que Ego-otro tienen posición contemplativa.
Así como hemos ejemplificado con nuestra experiencia, en el centro de esta constelación arquetipal, el Arquetipo Central estuvo siempre presente como el gran impulsador, coordinador y articulador de los distintos arquetipos que se activaron a lo largo de nuestra experiencia. Junto con Arquetipo de la Vida y de la Muerte, como expresiones de su polaridad.
La función estructurante del Arquetipo de la Vida y de la Muerte puede ser creativa o defensiva, positiva o negativa, según se integre o no en la Conciencia, se fije o no en la Sombra, durante el proceso de desarrollo simbólico. La vivencia creativa, propicia el desarrollo, la diferenciación y el enriquecimiento psíquico; la vivencia defensiva, por el contrario, propicia la fijación, el estancamiento, el apego exagerado, la simbiosis defensiva, la indiferenciación y el empobrecimiento.
Movilizaciones Internas.
Confrontar el tema de la muerte es indispensable para una verdadera transformación. Deben morir simbólicamente las estructuras anquilosadas que impiden el crecimiento interior. El cambio sólo es posible abandonando lo que se tiene; deben liberarse los espacios para dar cabida a los nuevos contenidos.
Personas que han tenido alguna experiencia cercana a la muerte, vuelven a la vida comentando que han pasado por un túnel, al final del cual han visto una luz deslumbrante, a la cual no han alcanzado a llegar. Otros podrán indicarlo como una puerta tras la cual hay seres de luz que tienden sus manos en señal de bienvenida. Estas experiencias siempre señalan la idea de “tránsito” entre un lugar y otro, entre la vida terrenal y la vida eterna. La muerte como tránsito hacia un lugar mejor. La muerte como un puente entre dos vidas. La muerte como el proceso que demarca el cambio de un cuerpo a otro; el cuerpo viejo que se “sacrifica” por el cuerpo nuevo (evocando el cambio de piel de la serpiente) para que el verdadero ser continúe su camino de crecimiento/evolución/desarrollo. La muerte como el necesario abandono de un estado para dar paso a una nueva forma (evocando la muerte de la oruga para dar paso al nacimiento de la mariposa). La muerte del niño para dar paso al joven; la muerte del joven para dar paso al adulto, la muerte del adulto para dar paso al anciano. La evolución y el cambio necesariamente han fundado sus vidas en las vidas ya no vivas. La cadena evolutiva del hombre da cuenta de estas muertes y eslabones perdidos.