viernes, 7 de mayo de 2010

Arquetipo de la vida y la Muerte

Introducción
Hablar de la vida y de la muerte es casi lo mismo que hablar de a existencia ya que todo lo que existe está intrínsecamente ligado a un proceso de creación y destrucción. Preguntarnos acerca de la vida y la muerte es entrar en una dimensión profundamente humana; es un tema presente en todas las culturas y las disciplinas, incluyendo la filosofía, ética, religión, sociología y psicología. Cada una de estas disciplinas se ha planteado preguntas en torno a la vida y la muerte: ¿Cómo surgió la vida, cuándo se empieza a morir, cuál es el sentido de la vida y de la muerte? ¿Qué es vivir y qué es morir?
También la psicología ha tratado de comprender el fenómeno, no sólo en su acepción más concreta y literal, sino en su sentido y significado para el hombre, para su psique y su desarrollo. Desde la psicología, la vida y a la muerte han sido entendidas como fuerzas, impulsos, instintos y arquetipos, los cuales, de alguna manera estarán siempre presentes en el desarrollo psíquico y humano.
Este trabajo expone alguna de las principales ideas y aportes de Freud, Jung y Byington como representantes del psicoanálisis, la Psicología Analítica y la Psicología Simbólica respectivamente, en torno al tema de la Vida y de la Muerte. También exponemos nuestra visión e inquietudes, así como las reflexiones surgidas en torno al tema y a lo que significó realizar este trabajo.
Análisis y Comprensión.
Freud y Jung tuvieron visiones radicalmente diferentes respecto del Arquetipo de la Vida y de la Muerte. Para Freud la vida y la muerte eran concebidos como dos instintos polares, antagónicos y dualistas, en constante lucha y tensión, llegando incluso a sostener que el Instinto de vida estaría subordinado al instinto de Muerte, lo que se apreciaría en una fuerza que tiende al retorno al mundo inorgánico. Jung, por el contrario, planteó una relación dialéctica entre estas polaridades, un intercambio creativo de los opuestos, teniendo ambos, iguales derechos a expresarse. Por otra parte Sabina, coincide con Jung al considerar que la paradójica interacción conflictiva y armoniosa de la polaridad Vida-Muerte es central en el proceso de desarrollo psicológico.
Byington integra las posturas de Freud y Jung, sosteniendo que no son antagónicas sino complementarias, pero que ambas posturas son válidas. Señala también que ambos autores explican el fenómeno de la Vida y la Muerte a partir de sus propias formas de funcionamiento arquetipal en la Conciencia, enfatizando el protagonismo de uno u otro polo según la etapa de desarrollo que cada uno de ellos privilegia. Considera que Freud se limitó a la descripción sólo de la primera infancia predominando una conciencia Patriarcal y una visión de vida y muerte antagónicas, mientras que Jung habría centrado sus explicaciones a partir de la observación de los procesos de desarrollo en la Adolescencia y Adultez donde prima la conciencia de Alteridad y una visión del arquetipo como fuerzas colaboradoras.
Byington sostiene que, la posición polarizada sería necesaria para entender la elaboración y formación de la identidad durante la etapa patriarcal de la infancia (Necesidad de orden, estructura, jerarquía, adaptación) mientras que la posición dialéctica es fundamental en la elaboración y formación del ego en la adolescencia y fase madura de la vida (Necesidad de autorrealización e integración, encuentro de los opuestos, conciencia sistémica y no lineal)
A nuestro juicio, el Instinto de Muerte, en la primera infancia, necesita estar alejado, polarizado en una relación de conciencia Patriarcal, donde la vida no sea avasallada o sometida por el impulso de muerte. La muerte, en la infancia, con un Ego aún poco desarrollado, podría contaminar la vida, mientras que la muerte en un Yo maduro en la edad madura, permite recrear la vida y trascender hacia lo nuevo dejando lo viejo.
Byington desarrolló un marco teórico al que denominó Psicología Simbólica para describir la formación y transformación de la polaridad EGO-OTRO en la conciencia y en la Sombra durante toda la vida, a través de vivencias personales percibidas arquetípicamente. (Byington 2001).
De acuerdo a su postura, el psicoanálisis habría omitido el concepto de arquetipo y la ampliación del concepto de símbolo; mientras que la psicología Analítica, no habría considerado la presencia del arquetipo en la Conciencia,, las defensas y la formación e interacción de la polaridad Ego-Otro en la Conciencia y en la Sombra.
Byington, en consecuencia, intenta establecer la manera en que el Ego interactúa con los arquetipos a través de los símbolos. Para el autor los arquetipos que son la base de la psique colectiva incluyen características concientes e inconcientes de los símbolos. Esta Psicología describe las funciones psíquicas como funciones estructurantes y los símbolos como símbolos estructurantes, ambos coordinados por los arquetipos para formar la identidad del Ego y del Otro en la conciencia a través del proceso de elaboración simbólica. (Byington 2002)
La Psicología Simbólica plantea que sea percibido o no por la conciencia, la Psique es siempre simbólica y todos los símbolos son en última instancia, símbolos del Self. Para Byington toda actividad psíquica está centrada en el Proceso de Elaboración Simbólica que ocurre en la interacción de las tres instancias del eje simbólico del Self (conciencia – sombra, símbolos y funciones estructurantes y los arquetipos).
Nos parece entonces que el proceso de destrucción y construcción, regresión y progresión, amor y odio son funciones psíquicas estructurantes, indispensables para avanzar en el desarrollo. Estas funciones como expresiones del Arquetipo Vida-Muerte, podrán manifestarse en la vida y en los desafíos de adaptación e individuación, creativa o defensivamente dando paso al crecimiento o a la fijación y detención.
Dentro del proceso de elaboración simbólica Byington describe 4 arquetipos regentes (Matriarcal, Patriarcal, Alteridad, Totalidad ) que estarían presentes durante toda la vida y que estarían coordinados por el arquetipo central como principio unificador. A juicio nuestro el arquetipo central contendría algunos arquetipos auxiliares que permitirían que el desarrollo vaya siguiendo un curso progresivo. Es aquí donde el Arquetipo de Vida y Muerte, junto con el arquetipo del Héroe cobran un rol primordial en el desafío de avanzar, crecer, arriesgar y finalmente completarnos.
Elaboración Simbólica en nuestro Proceso de Aprendizaje
Para entender mejor los conceptos presentados en el texto, nos centramos en la experiencia que estábamos teniendo mientras intentábamos escribir la relatoría.
Descubrimos que en el proceso de construir esta relatoría, comenzó a ocurrir exactamente lo que Byington describe, es decir, un proceso de elaboración simbólica de la experiencia, donde el arquetipo de la vida y de la muerte comenzó a activarse y hacerse presente, en un comienzo en la sombra circunstancial, y luego en la conciencia personal y colectiva.
La Teoría Simbólica y el proceso de elaboración simbólica eran para nosotras, francamente indigeribles: una nueva experiencia, con nuevas distinciones, nuevos símbolos, un sistema estructurante nuevo (seminarios, exposiciones, trabajo grupal), una experiencia de aprendizaje regida por el arquetipo de la alteridad vs. el arquetipo patriarcal, socialmente instaurado en nuestra cultura y en nuestra conciencia. El impulso de vida y muerte se hacía evidentemente presente en nosotras, por una parte en el deseo de avanzar, en la curiosidad, en el interés, en la dedicación, en la intención de crear y buscar algo motivante para nuestra presentación. Al mismo tiempo, el arquetipo de la muerte se manifestaba defensiva y metamorfósicamente, primero con la sensación de caos, algo de desinterés, nuestra incapacidad para entender, sensación de falta de inteligencia, desgano, cansancio, sueño y deseos de abandonar. Sin embargo, al cabo de un rato de conversación dialéctica (con-versar es cambiar juntos), de traer desde la sombra a nuestra conciencia lo que nos estaba pasando, la angustia empezó a ceder. El arquetipo activado se nos hizo conciente, permitiéndonos ver lo que nos estaba ocurriendo con esta nueva experiencia de aprendizaje que exigía renovarnos para facilitar un proceso de crecimiento creativo y fructífero. Morir a la arrogancia de saberlo todo, morir al estilo tradicional y patriarcal de aprendizaje, muerte a nuestros antiguos paradigmas o modelos teóricos desde los cuales operábamos. Apareció entonces el arquetipo del Héroe y el sacrificio, como función estructurante que acompaña a la función trascendente en cada elaboración simbólica porque “el sacrificio siempre incluye la pérdida de lo ya vivido, propiciado por la Muerte y la ganancia de lo que se vivirá a continuación, ofertado por la Vida “. (Byington 2002). En algún lugar de nosotras, nuestro Ego estaba conciente de que valía la pena el tiempo destinado a este trabajo y que, sin duda, al término de este viaje doloroso, lograríamos no sólo realizar un mejor trabajo en nuestras prácticas terapéuticas sino ser mejores personas, más integradas y con mayor tolerancia a la frustración. Concluimos que no era posible tener vida nueva sin contactarnos de alguna manera con un proceso de muerte.
Finalmente , el aprendizaje estaba ocurriendo de la misma forma que lo indicaba Byington en su artículo: una primera lectura, a la que obedecíamos sin cuestionar –presencia del Arquetipo Patriarcal, en que la relación Ego-otro tenían características polarizadas y jerárquicas-; lectura que finalizó con ideas desconectadas, parciales, no siempre consistentes entre sí –presencia del Arquetipo Matriarcal en la que la posición Ego-otro es insular-; intercambio de ideas, en las cuales fuimos decantando algunos conceptos –presencia del Arquetipo de Alteridad, donde el Otro es dialéctico y democrático-; la sensación de haber “comprendido” y entonces “cerrar” este primer proceso de acercamiento al modelo de Byington con la elaboración de este documento –Arquetipo de Totalidad, en la que Ego-otro tienen posición contemplativa.
Así como hemos ejemplificado con nuestra experiencia, en el centro de esta constelación arquetipal, el Arquetipo Central estuvo siempre presente como el gran impulsador, coordinador y articulador de los distintos arquetipos que se activaron a lo largo de nuestra experiencia. Junto con Arquetipo de la Vida y de la Muerte, como expresiones de su polaridad.
La función estructurante del Arquetipo de la Vida y de la Muerte puede ser creativa o defensiva, positiva o negativa, según se integre o no en la Conciencia, se fije o no en la Sombra, durante el proceso de desarrollo simbólico. La vivencia creativa, propicia el desarrollo, la diferenciación y el enriquecimiento psíquico; la vivencia defensiva, por el contrario, propicia la fijación, el estancamiento, el apego exagerado, la simbiosis defensiva, la indiferenciación y el empobrecimiento.
Movilizaciones Internas.
Confrontar el tema de la muerte es indispensable para una verdadera transformación. Deben morir simbólicamente las estructuras anquilosadas que impiden el crecimiento interior. El cambio sólo es posible abandonando lo que se tiene; deben liberarse los espacios para dar cabida a los nuevos contenidos.
Personas que han tenido alguna experiencia cercana a la muerte, vuelven a la vida comentando que han pasado por un túnel, al final del cual han visto una luz deslumbrante, a la cual no han alcanzado a llegar. Otros podrán indicarlo como una puerta tras la cual hay seres de luz que tienden sus manos en señal de bienvenida. Estas experiencias siempre señalan la idea de “tránsito” entre un lugar y otro, entre la vida terrenal y la vida eterna. La muerte como tránsito hacia un lugar mejor. La muerte como un puente entre dos vidas. La muerte como el proceso que demarca el cambio de un cuerpo a otro; el cuerpo viejo que se “sacrifica” por el cuerpo nuevo (evocando el cambio de piel de la serpiente) para que el verdadero ser continúe su camino de crecimiento/evolución/desarrollo. La muerte como el necesario abandono de un estado para dar paso a una nueva forma (evocando la muerte de la oruga para dar paso al nacimiento de la mariposa). La muerte del niño para dar paso al joven; la muerte del joven para dar paso al adulto, la muerte del adulto para dar paso al anciano. La evolución y el cambio necesariamente han fundado sus vidas en las vidas ya no vivas. La cadena evolutiva del hombre da cuenta de estas muertes y eslabones perdidos.

2 comentarios:

  1. José aristimuño8 de mayo de 2013, 4:23

    La muerte no es un instinto es una profecía auto cumplida, donde cada uno de nosotros piensa que puede retrasarla, cada vez que nos enfermamos y nos salvamos, son los nudos de Laquesis una de las Moiras, al final siempre estará Atropos que con su tijera cortara el hilo en el momento no esperado.
    José Maria Aristimuño P

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  2. Hola José !!!! no sé si ya había visto tu comentario; pero, vuelvo a reparar en él hoy y.... ¡¡¡ gracias !!! es muy cierto lo que dices... y no somos nosotros quienes gobernamos el mundo. Un saludo cordial !!!

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