sábado, 4 de junio de 2011

Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón. Una Conversación Necesaria 1/2


ML Paula Durán Hurtado[1]
Artículo publicado en Revista Encuentros Nº2
Revista Latinoamérica de Psicología Analítica
El artículo es una descripción general de los conceptos Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas, de Jung y Platón, respectivamente, que luego se comparan en el contexto de las teorías -Psicológica y Filosófica- que planteara cada uno de sus autores. Basándose en textos originales de los pensadores involucrados, se busca establecer algunas semejanzas y diferencias entre ambos conceptos. Una contextualización más amplia permitiría mejor dimensionar lo que esta comparación significa e implica para la teoría psicológica junguiana.[2] Dichos parámetros se encuentran en el texto original desde el cual se ha extraído lo central de este capítulo.[3]

 Palabras claves. Inconsciente Colectivo, Mundo de las Ideas; oscuridad, iluminación.
Artículo publicado en Revista Encuentro Nº2, Grupo Desarrollo CGJung Chile, diciembre 2010.
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I.               Introducción

 Jung, pionero de la psicología profunda, junto a Freud y Adler, pensó que el estudio del alma era fundamental, ya que el futuro de la humanidad dependía de la psique y de la posibilidad de conocer su forma y fondo (Jung, 2001). Siendo discípulo de Freud, quien fuera el descubridor del inconsciente personal, develó un espacio psíquico, que estaba más allá de esa zona individual, al que denominó Inconsciente Colectivo. Este descubrimiento es un gran aporte a la Psicología Analítica.

Platón, filósofo griego del siglo V a.C, es un hito singular en la historia del pensamiento occidental; culmina a los presocráticos superándolos a todos. Su aspiración a la unidad le llevó a desarrollar un concepto que le valió el reconocimiento de la Filosofía. Postuló la existencia de dos mundos: uno sensible y otro inteligible. El primero, propio del cuerpo y de la materia; el segundo, propio del Alma. El Mundo de las Ideas, mundo del alma, habría sido recorrido por ella antes de encarnar. Se trata de un espacio, poblado por entidades absolutas, universales, independientes y eternas.

Analistas Junguianos y comentaristas de su psicología comparan –y asimilan, muchas veces- el término Inconsciente Colectivo Junguiano, con el que Platón describió para el Mundo de las Ideas, sin que parezca haber un acuerdo definitivo (Durán, 2010, 6). Esos antecedentes ameritan un análisis más exhaustivo de los términos, a fin de definir si estas comparaciones son o no acertadas y por qué.
El que se trate de conceptos nacidos en diferentes disciplinas, que buscaron responder a fenómenos distintos, desde desiguales paradigmas, cuyos orígenes están distanciados en miles de años, hace que el ejercicio intelectual adquiera características especiales. Muchas veces será necesario interpretar el sentido de un término, a fin de llevarlo desde el significado que tiene en una disciplina hacia el que podría adquirir en una segunda; otras veces, la perspectiva que pueda entregar un determinado concepto en una disciplina podrá no encontrase suficientemente desarrollada en la otra, pero hacerse necesaria y posible de precisarse, a la luz de la nueva teoría.

La exploración teórica estuvo basada en textos originales de los pensadores involucrados y se abordó haciendo una introducción a sus biografías y explicando brevemente sus teorías y conceptos específicos. La comparación entre Mundo de las Ideas e Inconsciente Colectivo debió acotarse, por lo que se hizo en base a tres preguntas: ¿qué son?, ¿qué sentido tienen? y ¿cómo se accede a ellos? A través de la respuesta que se da a estas interrogantes podrá distinguirse la importancia que cada uno de estos espacios adquiere para el hombre y su vida.
II.             Factores Bibliográficos y de Influencia Intelectual de ambos pensadores
II.A.         Factores bibliográficos y de influencias de Platón

Platón es un filósofo griego nacido en Atenas el año 429 aC, dos años más tarde de haberse iniciado la guerra del Peloponeso. Recibió una esmerada educación en matemáticas, música y poesía. La filosofía le fue enseñada por Cratilo, seguidor de Heráclito; pero, fue conociendo a Sócrates, quien fuera su maestro y amigo, lo que decidió su vocación. Platón fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles; fue también un ateniense típico, nos dice Míguez (Platón, 1992, 62), editor de su Obra Completa: “maleable en sus deseos, conversador y amante de la vida pública, ansioso de paradigmas válidos y universales, tanto en la política como en la ciencia y en el amor”
La Grecia en la que nació Platón luchaba con dos elementos antagónicos: el apolíneo –principio de medida, optimismo y serenidad- y el dionisíaco o lado oscuro del alma griega –pesimismo, inhumanidad y crueldad-; todo lo cual se plasmaba en la obra de Esquilo, Sófocles y Eurípides (Nietzsche, 1973, 69). Según Nietzsche (1973, 69) los griegos de la época, conocieron y experimentaron las angustias y los horrores de la existencia y para poder vivir debieron evocar el protector y deslumbrante sueño olímpico[4] Habría sido, la tendencia apolínea de ese pueblo la que exigiera la transformación de las fuerzas instintivas hacia la perfección; y habría sido el horror, el estimulador de la razón griega y el gestor de la filosofía primera, el móvil inicial de todo saber, una teogonía, que más tarde daría origen a la metafísica[5] (Platón, 1992, 13).

Platón fue el primero en usar la palabra teología y el creador de la idea (Jaeger, 1952, 10); su terminología vinculó lo teológico y lo filosófico, hasta entonces, una sola y misma cosa; él, quien sentó las bases para levantar a los dioses a un nivel de verdad, entregando pautas y criterios que evitaran los errores tradicionales –transmitido también por los poetas[6]-. Su teología fue un acercamiento profundo y racional a Dios, para llevar al alma a la intimidad consigo misma, porque, dice en Teeteto, “pensar no es otra cosa que una especie de discurso que desarrolla el alma en sí misma acerca de las cosas que examina” (Platón, 1991, 926).

La Grecia de este tiempo, su cultura y su pueblo, ocupan un lugar privilegiado en la historia de occidente; en algunos casos, representan la cumbre más alta alcanzada por el hombre (Fraile, 1971, 119). Es entonces cuando se formulan las nociones fundamentales de la filosofía y el desarrollo del pensamiento –monismo y pluralismo, materialismo y espiritualismo, idealismo y realismo, racionalismo y empirismo, dogmatismo y probabilismo, hedonismo y utilitarismo, criticismo y escepticismo- y, es a los griegos antiguos, a quienes se debe la distinción de las partes fundamentales de la ciencia, sus problemáticas y sus métodos (Fraile, 1971, 120)

Platón es un hito singular en la historia del pensamiento, su teoría corona y supera a los presocráticos. Para comprenderla, habría que remontarse no sólo a su obra, sino a las muchas derivaciones que proyectó su pensamiento en teología, metafísica, ciencia y política[7]. El espíritu que lo anima busca la unidad, la definición de una realidad estable, duradera y necesaria, que esté por sobre la movilidad, la contingencia y la impermanencia del mundo físico (Fraile, 1971, 295). Interesado por lo que trasciende a la materia, lo enseña a través del mito, la alegoría, la poesía, la adivinación y la fábula.

La vida de Platón está dirigida a lo absoluto y a lo trascendente. Busca dar respuesta a problemas tan cruciales como el ser, la ciencia[8], la verdad[9] y el sentido de la vida, destacando, por sobre todo ello, la moral (Fraile, 1971, 296). Su filosofía es ontológica –ser y saber- y moral –obrar en concordancia con ese ser y saber, en la vida pública- (Fraile, 1971, 297). La realidad absoluta a la que aspira queda plasmada en su teoría de las Ideas, con la cual cree responder a esos tres problemas que él considera básicos (Fraile, 1971, 302). La filosofía[10] es para él el resultado de una necesidad que compete tan sólo al espíritu del hombre; su meta, la sabiduría (Platón, 1991, 71). En La República, nos dice que “el hombre más feliz es el mejor y el mas justo”, lo que ocurre en aquel hombre real y soberano de sí mismo” (Platón, 1991, 818)

Tiene una gran capacidad para el pensamiento metafísico y cree, como Sócrates, que lo mejor que el hombre puede hacer en la vida es buscar incesantemente la virtud a través de conocimiento de sí mismo y de los demás (Platón, 1991, 71). Esta búsqueda deberá ser a través de la mayéutica. En Cartas, lo expresará diciendo:
… sólo después de haberse acercado por  mucho tiempo a estos problemas [los filosóficos; la virtud y el vicio] y después de haber vivido y discutido en común, su verdadero significado se enciende de improviso en el alma, como la luz[11] nace de una chispa y crece después por sí sola (Platón, 1991, 1583)

II.B.         Factores bibliográficos y de influencias de Jung

Jung es un psiquiatra suizo nacido en Kesswil el año 1875. Su infancia fue solitaria y caracterizada por la dificultad para comprender la vivencia de fe de su padre, un pastor protestante (Bachino, s/a) que respondía, a sus preguntas infantiles, con un “no debes pensar, sino creer” (De Castro, 2006, 20). Tal vez esto influyó en sus creencias e intereses, porque “parte importante de su vida estará dedicada a hacer inteligible las religiones y la fe cristiana, en la cual reconoce la única forma institucional educativa… [de los pueblos]… de occidente” (De Castro, 2006, 21).

Estudió medicina y una vez titulado trabajó por nueve años como asistente de Bleuler, período en el cual dedicó dos, a hacer una estadía en psicopatología, tutoriada por el doctor Pierre Janet (Bachino, s/a). En este período “descubrió que en nuestra psique existían núcleos emocionalmente cargados, que podían ser completamente inconscientes, parcialmente concientes e inconscientes; …[…]… núcleos que se acrecentarían autónomamente mediante representaciones anexas a él. Los llamó complejos psíquicos”  (De Castro, 2006, 25).

A los 31 años conoció a Freud, con quien evolucionó personal y profesionalmente (De Castro, 2006, 25). Sin embargo, por discrepancias en el plano científico, se rompen los lazos establecidos. Freud concentraba sus esfuerzos analizando las dificultades que ofrecía el inconsciente personal; Jung, aunque reconocía la importancia de este espacio psíquico, valoraba lo que descubría (De Castro, 2006, 25). El alejamiento definitivo de su maestro fue el año 1913. Durante este tiempo fue comprendiendo “que las imágenes inconscientes eran poderosas y que, muchas veces, podían recogerse las emociones que envolvían a fin de traducirlas en imágenes, lo que hacía mas tolerable el proceso que se estaba viviendo” (Robertson, 1998, 178). Jung descubría que los procesos psíquicos no sólo debían ser intelectualmente comprensibles, sino emocionalmente sostenibles. La vivencia le hizo posible acceder a contenidos de su psique que le eran desconocidos. Esto se irá volcando a su conciente paulatinamente, durante el curso de los próximos cuarenta años e irán develando de modo cada vez más completo la forma de uno de los conceptos más relevantes de su teoría, el Inconsciente Colectivo (De Castro, 2006, 26)

Los intereses de Jung abarcaban muchos ámbitos del saber. Le cautivaba el ser humano y todo lo que estuviese relacionado con su vida interna. Se sentía atraído por la filosofía, antropología, religión, arqueología y muchas expresiones de la cultura milenaria –mitos, ritos, ceremonias, creencias y costumbres de los pueblos primitivos-; pero también, se interesaba por la ciencia y por hacer ciencia; por buscar fórmulas que le permitieran demostrar empírica y científicamente lo que iba descubriendo (De Castro, 2006, 14). Fue un hombre de gran cultura. A los 17 años leía a los dramaturgos de la Grecia clásica –Esquilo, Sófocles, Homero-, a los presocráticos -Heráclito y Parménides-, a Platón. Tuvo acceso al pensamiento de Schopenhauer, al de los racionalistas -Descartes, Spinoza, Leibniz- al de empiristas como Locke, Berkeley y Hume. Kant lo habría influido decisivamente con su teoría idealista y espiritual (De Castro, 2006, 24). Conoció la obra de Bachofen –historiador y filósofo- con la que fundamentó la existencia del simbolismo matriarcal en la evolución de la humanidad; la obra de Burckhardt –historiador del arte-; de Bergson y Hartmann –metafísicos intuitivos-; de Levy-Bruhl –sociólogo- (De Castro, 2006, 24). Todos ellos influyeron de alguna forma en sus reflexiones y aportaron a su visión y entendimiento de los mundos interno y/o externo.

Intercambió conocimientos con personas como Hesse y Wilhelm. Participó activamente en las conferencias de Eranos en Ascona. En esas ocasiones tuvo oportunidad de conocer y compartir con Mircea Eliade, Hayao Kawai, Herbert Read, Heinrich Zimmer, Henri Corbin, Gershom Scholem, Adolf Portmann, Joseph Campbell, Karl Kérenyi, entre otros (Bachino, s/a). Algunos de sus discípulos y colaboradores, fueron Marie Louise von Franz, M.Esther Harding, Aniella Jaffé, Gerhard Adler, Michael Fordham, Jolande Jacobi, Erick Neumann y C.A. Meier, quienes han contribuido al desarrollo y expansión de la psicología analítica por todo el mundo. (Bachino, s/a).

En su madurez sostuvo correspondencia con Pauli, físico cuántico, con quien revisaba la validez de su concepto de unus mundus a la base de la psiquis, comparándolo con el fundamento subyacente en la materia, que develaba la física cuántica, cuya consistencia podría indicar que la energía física y la energía psíquica podían ser entendidas como aspectos de lo mismo (Von Franz, 1982, 212)

“Toda su carrera fue un intento por desarrollar modelos cada vez mejores con los que expresar lo inexpresable” (Robertson, 1998, 171). Algunos de esos modelos fueron la división tripartita de la psique en conciencia, inconsciencia personal e inconsciencia colectiva; los arquetipos de desarrollo –como los denomina Robertson (1998, 172)-; y, el modelo alquímico.
III.            Carl Gustav Jung. Conceptos de su Psicología relacionados con el Inconsciente Colectivo
III.A.       Factores generales en la psicología de Jung
El psicoanálisis se debe al menos a dos prestigiosos médicos: Freud y Jung. El primero, descubridor del inconsciente personal; el segundo, del Inconsciente Colectivo. Su objetivo, hacer concientes los contenidos inconscientes de la psique (Jung, 2004); un proceso de maduración personal que Jung llamó individuación.
a)   Estructura de la psique. Jung (2007, 334) distingue dos tipos de contenidos dentro del material psicológico, los concientes y los inconscientes; éstos podrán ser personales o colectivos. Son personales, cuando su universalidad no les está reconocida y, colectivos, en caso contrario. Igualmente podrá suceder con los contenidos inconscientes: serán personales, si alguna vez estuvieron relativamente concientes y su universalidad, no reconocida; y serán impersonales, cuando sean materiales que no puede demostrarse que alguna vez hayan sido concientes ni siquiera relativamente- (Jung, 2007, 335).
Una parte del proceso de individuación se relaciona con el inconsciente personal; es decir, aquella parte de la psique que contiene experiencias que no pueden ser aceptadas por el Yo en su rol de enfrentar al mundo exterior y sus propias necesidades internas (De Castro, 2006). Esos contenidos, a los que se llama complejos, deben su existencia a la experiencia personal de cada individuo y se van conformando de material psíquico reprimido; son una forma necesaria de organización de la personalidad; una forma de reunir los recuerdos y redirigir la conducta (Young – Eisendrath, 1998). Su calidad es ontogenética.
Según dice Jung (2004, 41) una segunda parte del proceso de individuación, se relaciona con el Inconsciente Colectivo; un estrato más profundo que contiene patrones conductuales que nunca han estado en la conciencia personal y nunca han sido adquiridos por el individuo. Estos contenidos, que Jung (1986, 41) denomina arquetipos, son imágenes generales existentes desde todos los tiempos; descansan en lo común para todos los hombres y son difundidos universalmente. Su calidad es filogenética, heredada y común a la humanidad.
Jung (2007, 200) dirá que los procesos inconscientes contienen los elementos necesarios para la autorregulación de la psique global. A nivel personal, esos elementos –representados por motivos personales- son los responsables del grado de participación conciente individual en el universo objetivo (Jung, 2007, 200). Pensaba que, la razón por la cual los pacientes solicitaban su ayuda profesional era porque sus recursos concientes eran inadecuados; incluso, reflejaban que los intentos de resolución a esos problemas provenían del inconsciente. Esto quedó expresado en una de sus conferencias:
 [Freud] deduce el inconsciente del conciente… Yo lo expresaría al revés: yo diría que lo que primero aparece es evidentemente el inconsciente;… en la primera infancia somos inconscientes, las funciones más importantes de la naturaleza instintiva son inconscientes, y la conciencia es más bien producto del inconsciente (Jung, 1968, 8)
En el trasfondo de su psicología está la idea que “todo inconsciente busca manifestarse, y la personalidad también desea evolucionar de sus condiciones inconscientes y experimentarse a sí misma como una totalidad” (Jung, 1965, 34).  Von Franz (1975, 32) dice que, él pensaba que “los hechos de la naturaleza eran la base de todo conocimiento…. y que la naturaleza no estaba solamente en el exterior, sino también en el interior”.
b) proceso de Individuación. La individuación es un proceso de diferenciación que tiene por meta el desarrollo de la personalidad individual; un proceso que no aísla al individuo de la sociedad, sino por el contrario, lo lleva a establecer una relación colectiva más intensa y universal (Jung, 2007, 175). Individuarse, continuará, es una exigencia psicológica absolutamente indispensable, no sólo para que el individuo exprese su singularidad, sino para que pueda aportar al desarrollo de la sociedad (2007, 336). Se trata de un proceso de autoconocimiento ética y moralmente necesario (Jung, 2007, 155), basado en el supuesto que el hombre es sanable y capaz de individuarse (2007, 128); es decir, de fusionar su personalidad conciente e inconsciente (2002, 163) y alcanzar la totalidad de la psique.
En este proceso, participan los dos estratos psíquicos: el conciente, que nos es conocido, y el inconsciente, que nos es desconocido. Participan, en consecuencia, los centros que conectan al individuo con lo colectivo: el yo, que conecta con lo colectivo conciente y, el si mismo, que conecta con lo colectivo inconsciente. El primero, un complejo; el segundo, un arquetipo.
El alma[12] -psique- para Jung (2004, 141) es un reflejo del mundo y del hombre. Su diversidad es tan amplia, que se la puede mirar y juzgar desde diferentes puntos de vista. Es la imagen que uno se hace del mundo y, el mundo personal, la imagen de la propia alma; porque, cada cual hace su propia imagen del mundo y construye para ese mundo particular un sistema privado. Esto significa que, “la realidad del mundo tiene la dimensión de la conciencia” (Jung, 2004, 344); piensa que “posiblemente hay, en el mundo de la realidad objetiva, tanto desconocimiento como contenidos inconscientes hay en la psique” (2004, 344). “El alma, es la única manifestación directa del mundo...[…]…la condición indispensable para la experiencia… [porque]… lo único directamente experimentable del mundo, son los contenidos de la conciencia…” (Jung, 2004, 141). La forma cómo se organizan esos contenidos del mundo, también, se vincula a las condiciones del entorno personal (Jung, 2004, 154).
Describe la conciencia, como la relación que se da entre un contenido psíquico y el Yo (Jung, 2007, 265) y también, aquella porción de la psique en la que se encuentran los pensamientos, recuerdos y sentimientos (Stein, 2007, 287); “la parte del alma…[…]…limitada a los acontecimientos momentáneos” (Jung, 2004, 154). Su función, es registrar y reconocer el mundo exterior a través de los sentidos e interpretar creativamente el mundo interior para verterlo al exterior[13] (Jung, 2004, 160). Robertson (1998, 184) dirá que todo lo que llega al conciente ha estado antes en el inconsciente, descargado de la energía psíquica suficiente para salir. Contiene todo aquello que es conocido.
La conciencia[14] tiene un punto focal, que es el yo, que porta el autoconocimiento y el sentimiento de identidad personal; “organiza pensamientos, intuiciones, sentimientos y sensaciones” [concientes] (Stevens, 1994, 41). Surge del si mismo en las primeras fases del desarrollo; “percibe significados y evalúa valores” (Stevens, 1994, 42).
La inconsciencia contiene lo desconocido psíquico; todo aquello que se supone que, si llegara a la conciencia, no se diferenciaría en nada de los contenidos psíquicos ya conocidos”; “… […]…lo que se sabe, pero momentáneamente no se piensa;...[…]…lo que en otro tiempo fue conciente, pero se ha olvidado;...[…]…lo que es percibido por los sentidos pero no reparado por la conciencia; ...[…]… lo que se siente, piensa y recuerda, sin saber...[…]…lo que se quiere y se hace sin intención y sin atender…; ...[…]…todo lo futuro que se va preparando dentro de uno y que no llegará a la conciencia hasta más tarde” (Jung, 2004, 186-188).
Algunos contenidos inconscientes se relacionan con la historia personal y otros, con la historia de la humanidad; los últimos, son colectivos (Jung, 2002, 133).
El Inconsciente Colectivo tiene un arquetipo central que se llama si mismo (Jung, 2002, 133), desde el cual  “nacen todas las estructuras psíquicas: la sombra, el yo, la persona, el animus, el anima” (Stevens, 1999, 53). Se trata de una totalidad anímica -y al mismo tiempo un centro que incluye al yo (Jung, 2002, 133)- de orden superior al yo en la que se complementa la psique conciente e inconsciente; una personalidad, que también somos -pero de la que nunca podremos ser enteramente conciente- (Jung, 2007, 200). El sí mismo es el arquetipo de la orientación y el sentido (Stevens, 1999, 53), que se va diferenciando a medida de la individuación (Jung, 2007, 196). Para Jung (1965, 206), es el “hombre interior”, manifestado como sabio y respetable; una imagen de Dios, que posee carácter de resultado y meta conquistada; la meta de la vida (Jung, 2007, 265); un elevado ideal (2007, 250); lo mejor que uno puede hacer (Jung, 2007, 250), convertirse en lo que uno siempre ha sido (Jung, 2002, 39). 
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Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón. Una Conversación Necesaria. 2/2

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III.B.       Factores específicos en la psicología de Jung.
Él observó que había contenidos inconscientes que se presentaban con mucha frecuencia en sus pacientes; contenidos que también había notado, aunque proyectados en un objeto conciente, en los sueños y mitologías de todos los pueblos y religiones (Jung, 2007, 336). A partir de este descubrimiento, constató que la psique era subjetiva y personal en parte; pero, mayormente, objetiva y común (Jung, 2004, 292). Encontró “patrones conductuales que nunca habían estado en la conciencia personal y nunca habían sido adquiridos [ni desarrollados] por el individuo” (Jung, 2004, 41); eran aspectos que el hombre compartía con su especie[15]. Denominó como arquetipos a la fuente de las fuerzas anímicas impulsoras y formas o categorías que regulaban esas fuerzas (Jung, 2004, 160), a los que se remontan las ideas y representaciones más poderosas de la humanidad.
a)   El Inconsciente Colectivo es la denominación que dio el psiquiatra al espacio psíquico que descubrió. Se refirió a él de las siguientes formas:
a.1)         El estrato desconocido y profundo (Jung, 2004, 292) de la psique colectiva, la imago objetiva inconsciente (Jung, 2007, 336), idéntica en todos los individuos. Una estructura psicofísica trascendente al individuo y a las coordenadas del tiempo y del espacio (Jung, 2004, xxi), en la que se encuentran todos los contenidos que, además, participan de un saber universal y trascienden a la vida y al conocimiento personal. “Una estructura en la que se hallan todos los aspectos de la naturaleza humana –luz y oscuridad, bello y feo, dios y demonio, profundo y absurdo” (Jung, 2004, 264). “La gran masa hereditaria espiritual de la evolución de la humanidad, que renace en cada estructura cerebral individual” (Jung, 2004, 160), que se manifiesta en los hombres, con independencia de raza y cultura (Jung, 2004, 291).
a.2)         Un espacio psíquico compuesto de tres tipos de contenidos[16]  “…[1]… percepciones, ideas y sentimientos subliminales…[…]…que no han sido reprimidos por incompatibilidades personales, sino que siempre han sido subliminales …[…]… por ser poco estimulados o estar investidos de poca libido;… [2]…restos subliminales de funciones arcaicas que existen a priori y que podrán volver a entrar en funcionamiento en cualquier momento que se produzca cierto estancamiento de la libido… […] … residuos [que] poseen naturaleza formal y dinámica (impulsos)[17]; …[3] … combinaciones subliminales en forma simbólica que todavía no son  susceptibles de ser concientes” (Jung, 2007, 336)
          El contenido del Inconsciente Colectivo consta siempre de una amalgama de los tres puntos nombrados, por lo que la expresión puede ser leída tanto en un sentido como en otro (Jung, 2007, 336)
Más adelante dirá que, “los contenidos más importantes, parecen ser los segundos, las imágenes primitivas, las ideas e impulsos vitales colectivos e inconscientes…[…]…(la vida y el pensamiento míticos)”, los arquetipos, motivos o imágenes mitológicas  (Jung, 2007, 337)
a.3)         La parte desconocida del alma en el que están registradas las huellas de las vivencias psíquicas. Se refiere a que, dado que la psique no conserva los procesos reales de las vivencias, sino una fantasía de los procesos físicos[18] (Jung, 2004, 155), los contenidos del Inconsciente Colectivo, son vestigios de vida pasada y la mitología entera podría ser una especie de proyección del Inconsciente Colectivo. Dice que “…la imagen mítica [penetra] a la psique, a través de un proceso físico, con esa desfiguración fantástica que queda ahí retenida, de forma que lo inconsciente sigue reproduciendo …[…]… hoy imágenes similares” (Jung, 2004, 154). Esta misma forma de proceder la tiene la psique con las condiciones del entorno (graba una impresión del suceso) y dado que “las situaciones peligrosas provocan fantasías afectivas y se repiten de una manera típica, hacen surgir los mismos arquetipos” (Jung, 2004, 157); es decir, las mismas posibilidades heredadas de la imaginación humana (Jung, 2007, 76)
IV.  Platón. Conceptos de su Filosofía relacionados con el Mundo de las Ideas.
IV.A.       Factores generales en la Filosofía de Platón
En filosofía, lo más importante es la búsqueda de la verdad y, en Platón, esa verdad se encuentra en el interior del hombre, en su alma, que es de naturaleza divina. El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, circulaba por los cielos, llegando cada cierto tiempo a los confines del Universo, desde donde podía contemplar las Ideas. El cuerpo es su vehículo, con el que mantiene una perfecta armonía y equilibrio.
Platón elabora su pensamiento en torno a un eje compuesto de tres elementos: el ser, el saber y el obrar. Se trata de “saber” respecto del “ser” para saber “obrar”. En su filosofía estas tres áreas van desarrollándose casi paralelamente, dependiendo una de la otra y afectándose también mutuamente.

a)   Respecto del Ser.  En Platón, el Ser es una entidad con realidad ontológica. Vive en un mundo propio que es el Mundo del Ser (Platón, 1991, 617), el Mundo de las Ideas. En Fedón, el diálogo en el cual Platón interactúa respecto de lo que es el alma, afirma que hay dos mundos, uno visible y uno invisible; a cada uno de estos dos mundos pertenecen distintas clases de seres, con caracteres opuestos (Platón, 1991, 626). Las entidades del mundo invisible son eternas, divinas, inmutables, inteligibles, simples, uniformes, indisolubles e inopinables (Platón, 1991, 629); son la verdadera causa de todas las cosas (Platón, 1991, 641). Las esencias pertenecen al Mundo del Ser y tienen toda cuanta realidad es posible tener (Platón, 1991, 625); es decir, contienen todo el Ser. Lo que se define como “el ser” o “lo existente” son las esencias mismas (Platón, 1991, 635). En Platón, “ser”, “existir” y “esencia”, son equivalentes. Si el alma conoce esas realidades –dirá en ese mismo diálogo- entonces, conoce verdaderamente el ser (Platón, 1991, 617). Su filosofía no hace referencia a un sólo ser, sino a una gran cantidad de seres, que se encuentran jerarquizados y viven en el Mundo de las Ideas-. Al grado supremo del Ser se corresponde el grado supremo de las Ideas, el Bien.

A diferencia del Mundo Ideal, existe otra realidad que es el Mundo visible, mudable; un Mundo que pertenece, no a la verdad sino, a la opinión (Platón, 1991, 640). En él, el hombre se encuentra como en tinieblas (Platón, 1991, 640). Todo cuanto tiene de “ser” este Mundo Sensible, lo recibe por participación de las realidades del mundo superior (Platón, 1991, 641), a las cuales es semejante (Platón, 1991, 623).  En Fedro, dirá que el mundo material es un mundo cósmico, en movimiento y en continuo hacerse; es el Mundo del “Hacer Ser” (Platón, 1991, 865). Dirá, que la relación entre el Mundo de las Ideas y el Mundo Sensible se expresa en términos de imitación. Las cosas del mundo físico son semejantes, imágenes, imitaciones de las realidades verdaderas del mundo superior (Platón, 1991, 866-867).

b)   Respecto del Saber. Así como plantea la existencia de dos Mundos, uno subordinado al otro, plantea también dos tipos de conocimientos, uno sobre verdades eternas y otro sobre apariencias. El primero, conduce al saber; el otro, a la opinión. Sobre el primero se ocupará la Dialéctica; sobre el segundo, la Retórica. La ciencia –tal como la entenderíamos hoy- podría hacerse respecto de los seres del mundo físico -percibidos por los sentidos-, caracterizados por su relatividad, contingencia, materialidad y mutabilidad; pero, según dice en Filebo, los objetos sensibles dan origen a un saber inestable, a “un saber que se aplica a lo que está llegando y nunca llega a ser”; es decir, se trata de una ciencia de grado inferior que conduce a un saber también inferior (Platón, 1991, 1257). Hay otra ciencia, dice en La República, cuyo conocimiento es más apetecible al alma, una ciencia cuyo objeto de estudio es el ser y que alcanza el último límite de lo inteligible -el Ser puro de las Ideas-: la Dialéctica, una ciencia que aspira a la verdad[19] (Platón, 1991, 789). Habría aún otros conocimientos –dice en Fedón y Filebo- a los cuales no podría accederse tampoco por esta vía, porque sus objetos de estudio, están en un mundo inteligible, inmanente e ideal (Platón, 1991, 1256). 

Para Platón, el más alto grado del saber está constituido por el conocimiento del ser, de la realidad verdadera y perpetuamente idéntica por naturaleza. Este ser, objeto del conocimiento superior, no corresponde a una realidad terrenal, sino a seres abstractos, inmateriales, inmutables, permanentes, necesarios y fijos, que conducen a un conocimiento igualmente trascendente. Su filosofía es ontológica.
El conocimiento sólo puede hacerse sobre “el ser”. Sobre el “no ser”, no puede haberlo, ya que nada puede decirse acerca de lo que no existe. El objeto del conocimiento es el SER, que puede ser de dos tipos, el que “ya es” y el que está “camino a ser”. A su vez, el conocimiento podrá adquirirse respecto de lo concreto o de lo abstracto. Al grado supremo del Ser -las Ideas- le corresponde el grado supremo del conocimiento –la Dialéctica-. Todas las ciencias y artes se subordinan a ésta, propia de los filósofos.
En términos Platónicos, sólo se hablará de entendimiento y sabiduría si el conocimiento se aplica al verdadero ser[20], así lo dice en La República (Platón, 1991, 1258). Y sólo podrá darse verdadera ciencia, según dice en Filebo, acerca de las realidades puras y sin mezcla -las esencias-, siempre firmes e idénticas (1991, 790).
c)   Respecto del Obrar. Según nos dice en la República, la Dialéctica es la actividad más noble; con ella, la inteligencia se remonta hasta los últimos límites de lo inteligible y alcanza la cumbre más alta a que puede aspirar el conocimiento humano en esta vida. A través de ella, la inteligencia puede ir ascendiendo de lo múltiple y mundano a lo uno y celestial, de lo contingente a lo necesario, de lo particular a lo general, de lo móvil a lo inmutable, de las imágenes a la verdad, de lo aparente a la realidad (Platón, 1991, 782; 789; 791). Este “ascenso” se hace desde el punto de vista lógico y también desde el punto de vista ontológico[21].
Platón piensa que, además del conocimiento, el amor[22] y la virtud son medios que -siguen ese mismo proceso ascensional y- constituyen otro camino para trascender la relatividad de lo sensible y llegar a lo absoluto (Fraile, 1971, 317). Su filosofía adquiere un profundo sentido moral, con la cual va orientando el sentido práctico de la vida humana, cuyo fin es el mismo que el de la de la virtud.
Él no aspira sólo al conocimiento racional, sino volver a ese estado en que el alma se encontraba libre del cuerpo, llegar a la contemplación del mundo superior -estado en el cual concibe la felicidad[23] suprema del hombre-. Piensa que eso no es posible en el Mundo Sensible, por lo que, la mayor felicidad será recordar lo contemplado antes: despertar al alma, con la reminiscencia[24], y librarla del indefinido ciclo de transmigraciones. Lo expresa en Fedón del siguiente modo:
Es preciso liberar el alma, desprendiéndola de las adherencias materiales que la ligan al cuerpo y a las entidades ficticias del mundo físico, las cuales le impiden elevarse a la contemplación de las verdaderas realidades del mundo superior (Platón, 1991, 626).
Y continúa:
purificarse es separar lo más posible el alma del cuerpo, acostumbrar al alma a dejar esa envoltura, para concentrarse en sí misma, a solas consigo;…[…]…¿no se razona mejor cuando no la perturban ni el oído ni la vista ni el dolor ni el placer, sino que encerrándose en sí misma….[…] tiende a lo que es en sí? (Platón, 1991, 618)
d)   Del camino a la Verdad. En el Libro Séptimo de La República, Platón (1991, 778-795) expone, a través de la alegoría de la caverna, cómo se hace el camino al alma. La caverna representa el mundo físico visible e intermedio entre el ser y el  no-ser; una cavidad que consta de cuatro espacios[25] a ser transitados –por el conocimiento, el amor y la virtud-, para des-encubrir –del cuerpo o la materia- el conocimiento –que tiene el alma-; proceso que él llama reminiscencia. El conocimiento va surgiendo poco a poco de la iluminación exterior -el Bien- porque la liberación –de la ignorancia- no se sigue del mero desprenderse de las ligaduras –opiniones y creencias- y del caminar fuera de las sombras –conjeturas-, tampoco del desenfreno –la pasión-, sino del dominar lo verdadero –las ideas-, lo cual sólo puede hacerse en la madurez, cuando se han superado todas las pruebas –que duran 15 años-, porque:
        a los cincuenta años, quienes hayan superado todos los obstáculos y descollado extraordinariamente tanto en la ciencia como en la práctica, habrá que inclinarlos a que dirijan la mirada de su alma al ser que proporciona la luz a todos, pues así, viendo el bien mismo, se servirán de él como modelo (Platón, 1991, 794).
El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, contempló las Ideas. El Mito del Carro descrito en Fedro, dice que el alma va en su carro alado, gobernado por un cochero –la razón-, y tirado por dos caballos: uno blanco, bueno y noble –los afectos-; otro negro e indómito –los apetitos-; este último la hace caer de su estado feliz y ser castigada a encarnarse en un cuerpo material (Platón, 1991, 864). El alma tendría así tres funciones, según nos dice en Timeo: racional –con la cual el hombre se pone en comunicación con el Mundo Ideal-, irascible –fuente de pasiones nobles y generosas- y concupiscible –de ella provienen los apetitos groseros- (Platón, 1991, 1141-1142; 1161). En Fedro dirá que esta doble composición del alma –racional e irracional- es lo que hace al hombre tan difícil su conducción (Platón, 1991, 864)

El alma Platónica es inmaterial, invisible, intangible; imperceptible a los sentidos pero visible a la inteligencia (Platón, 1991, 865); inmortal[26], según dice en Fedro, argumentando que todo lo que se mueve a sí mismo –sin necesidad de ser movido por otro- es inmortal, y en eso consiste la esencia del alma (1991, 864); porque el alma es el principio del movimiento, un principio que no ha tenido ni principio ni fin (1991, 864). Las almas, que son la fuente y el origen del movimiento, existen bajo el Mundo de las Ideas y dentro del mundo cósmico (Platón, 1991, 1122).
El alma para Platón no es la tabula rasa de Aristóteles, por lo que aprender –dirá en Menón- no es adquirir nuevos conocimientos, sino tan sólo recordar lo que el alma ya conoció en su existencia anterior (Platón, 1991, 446). Eso es lo que hace la Dialéctica -el arte de despertar en el alma el recuerdo de la ciencia poseída con anterioridad a su unión con el cuerpo- y también las impresiones que los sentidos reciben de los objetos del mundo corpóreo, los cuales son copias o imitaciones de las realidades del mundo superior invisible[27] (Platón, 1991, 439-441). En el mismo Diálogo dirá que:
el alma, inmortal y diversas veces renacida, al haber contemplado todas las cosas, tanto en la tierra como en el Hades, no puede menos que haberlo aprendido todo. No es sorprendente que de la virtud y de todo lo demás tenga recuerdos… […]… Nada impide que un solo recuerdo, que los hombres llaman saber, le haga encontrar de nuevo todos los demás… […]… la investigación y el saber no son … sino reminiscencias (Platón, 1991, 446)
Para Platón la reminiscencia es la prueba fundamental de la inmortalidad del alma y de la existencia de las Ideas, así lo expresa en Fedro y en Fedón, cuando dice a Cebes que si aprender no es sino recordar, es necesario haber aprendido en un tiempo anterior lo que se recuerda hoy, lo cual sería imposible, si no fuera porque nuestra alma existió en alguna parte antes de llegar a nosotros (Platón, 1991, 621). Tanto el alma como las Ideas existen a priori.
Lo propio de las almas, dirá en Fedro, es permanecer en contacto con las realidades superiores –a través del pensamiento, con el cual se pone en relación con las realidades inteligibles, las ideas- y no preocuparse de las necesidades vulgares de la vida (Platón, 1991, 872). El filósofo, continúa, se aparta de los objetos a que tiende el interés de los hombres y se adhiere a lo divino; en realidad están poseídos del dios[28]; sólo ellos tienen alas en su pensamiento y esto les hace despreciar las cosas de aquí abajo y mirar hacia arriba, a la manera de los pájaros (Platón, 1991, 866).
El alma impulsada por la fuerza del dios-amor, y mediante la reminiscencia[29] despertada por la Dialéctica [que distingue y separa las Ideas entre sí, según dice en Sofista (Platón, 1991, 1037)], tiende a recuperar sus alas y retornar a su estado celeste, cuando en una vida anterior contemplaba el Mundo de las Ideas (Platón, 1991, 870).
El concepto de alma, en cuanto a su origen, su naturaleza, su simplicidad, el motivo de su unión con el cuerpo y su inmortalidad, tiene una evolución notable en Platón, nos dice Fraile (1972, 371) apoyándose en los diálogos Fedón, República, Fedro y Timeo; incluso, Platón dice en Alcibíades (1991, 257) que el hombre es su alma. La causa de su encarnación parece ser una escisión, aunque no dice cuál podría haber sido esa falta, continúa Fraile (1972, 371) y no volvería a su estado de entelequia –porque pertenece al mundo celeste y no al terrestre- sino hasta haber expiado esas culpas, nos dice en La Republica (Platón, 1991, 764)
El número de almas no aumenta ni disminuye, según dice  en La República:
no creo que haya duda para ti respecto de la existencia inalterable de las mismas almas. Su número no podrá disminuir por la sencilla razón de que ninguna perece, y tampoco podrá aumentar, porque si algo más se añadiese a los seres inmortales, está claro que procedería de lo que es mortal, con lo que todo terminaría siendo inmortal  (Platón, 1991, 837)
IV.B.       Factores específicos en la Filosofía de Platón.
Con la teoría de las ideas Platón busca dar respuesta a los grandes problemas del ser, de la ciencia y la verdad, salvando la multiplicidad real de las cosas y la realidad del movimiento; pero, buscando a la vez el fundamento del ser, de la verdad y de la ciencia en objetos fijos, estables y absolutos por encima de la impermanencia y la contingencia de las cosas del mundo que perciban los sentidos (Fraile, 1971, 324); aunque también es una forma de orientar el sentido práctico de la vida humana.
Platón vio que la existencia de seres múltiples, contingentes, mudables y relativos, postula necesariamente la de una realidad fija, estable y absoluta. En Parménides puede observarse cómo él cree hallar la solución del problema atribuyendo a esos conceptos, no sólo el valor mental, lógico, abstracto, basado en la realidad, sino también, valor ontológico, considerándolos como entidades reales, subsistentes, situadas en un mundo superior al físico que perciben los sentidos (Platón, 1991, 957-990). De esta manera, la realidad quedará dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo superior, invisible, eterno e inmutable de las Ideas subsistentes, y por otra, el universo físico, visible, material, sujeto al cambio y a la mutación. Estos mundos se contraponen –no como abstracto y concreto- sino como perfecto e imperfecto en el orden ontológico. El Mundo Ideal es el reino de lo concreto y lo definido, de la realidad fija y estable; el mundo físico es el de lo indefinido, la génesis y la mutación. La idea de Hombre, es un ser particular y más real que los individuos que de ella participan (Platón, 1991, 961)
a)   El Mundo de las Ideas. Platón no hace demasiadas alusiones al Mundo de las Ideas como un mundo en sí, sino más bien se refiere a él para referirse a las Ideas. En tal sentido, no son muchas las expresiones que puedan distinguir alguna posible definición para esa instancia. No obstante, en sus obras se ha podido recopilar lo siguiente:
a.1)         Es el mundo superior, eterno, supraceleste. En él están las Ideas, que son seres inteligibles, inmóviles, incorruptos. Es un Mundo que existe como tal y es percibido experimentalmente por la reminiscencia; puede evocarse, sugerirse y recordarse a través de la razón, el sentimiento, los mitos, las fábulas, el ascetismo, la poesía (Fraile, 1971, 319) 

a.2)         El mundo inteligible es un mundo paralelo al sensible. Se trata de un mundo diferente que, al igual que el sensible[30], tiene su rey, el Bien, que produce la verdad y permite al ojo del alma ver las Ideas; pero además, da la esencia y la existencia a todas las cosas, como dice en La República, aunque él queda fuera y por encima de toda esencia (Platón, 1991, 776). 

a.3)         En Fedro, dice que la relación entre el Mundo de las Ideas y el de las cosas se realiza en términos de imitación. Las cosas son semejantes, imágenes, imitaciones de las realidades verdaderas del mundo superior (Platón, 1991, 866). La forma cómo se relacionan ambos mundos no fue enteramente solucionada por Platón, aunque, entre ellas, lo harían por presencia, sostén, adhesión, comunicación e inherencia.

a.4)         En el mundo visible, dice en Fedón, todo es mudable y en él se anda como en tinieblas; todo cuanto tiene de ser lo recibe por participación de las realidades del mundo superior, a las cuales es semejante (Platón, 1991, 622).
a.5)         En Fedón, formula varios argumentos para demostrar la existencia del mundo suprasensible. El principal es el hecho de la reminiscencia. Dice, que lo grande y lo pequeño son ideas subsistentes, distintas y no contrarias (Platón, 1991, 618).
V.             Comparación entre Conceptos: Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas
V.A) El Alma Platónica y la Psique Junguiana.
Para iniciar una posible comparación entre Mundo de las Ideas e Inconsciente Colectivo, Ideas y Arquetipos, es necesario abordar la descripción de un concepto importantísimo, cuya acepción en las teorías de uno y otro pensador es diferente. El concepto de Alma en Platón, tiene un significado y una estructura diferente al que adquiere en la psicología analítica Junguiana, motivo por el cual se hace necesario hacer las mínimas distinciones, a fin de posibilitar la tarea que se desea iniciar.
1)             La Estructura del Alma, según los pensamientos de Jung y Platón
De acuerdo al modelo presentado por Stevens (1994, 39), Jung distingue -en la psique- dos espacios, uno conciente y otro inconsciente; ambos tienen un punto focal que, en el conciente es el yo y en el inconsciente, es el sí mismo. En el inconsciente también distingue dos espacios, uno personal y otro colectivo. El inconsciente personal está conformado por unidades funcionales llamadas complejos; el Inconsciente Colectivo, por unidades funcionales llamadas arquetipos.
Platón no denomina en estos términos su concepción del alma; sin embargo, en la Alegoría del Carro Alado, distingue sus partes y funciones. Platón reconoce en el alma una parte racional; la representa con un cochero y distingue en ella una función del conocimiento. También, reconoce una parte irrascible; la representa con un caballo blanco, noble y obediente; en quien destaca la fuerza y el honor. Un tercer elemento, es la parte concupiscible del alma; la representa con un caballo negro, caprichoso y desobediente; en quien asigna características de pasión y deseo.
 Si acordamos llamar “estructura del alma” lo que nos propone Platón en el Mito del Carro, podremos observar que existen algunas diferencias entre lo que uno y otro pensador quiso significar con ese concepto. Jung distinguirá dos grandes espacios: uno conciente y otro inconsciente; Platón, distinguirá dos tipos de elementos: uno racional –el cochero- y otro irracional –los caballos-. Para efectos de este Trabajo, interesa particularmente destacar que, en Jung, el Inconsciente Colectivo es parte de la estructura de la psique, no así en Platón, para quien el Mundo Ideal se encuentra en un espacio ontológico diferente del alma.
Esta diferencia es importante, ya que afectará los conceptos que interesa comparar. El alma Platónica es la Idea en si, que gira alrededor del Mundo Ideal –antes de encarnar- y que “cae” al Mundo Sensible, producto del desequilibrio de sus partes: la razón no ha podido conducir armónicamente a la parte irracional del alma.
V.B) Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas.
a)              Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas de Platón. ¿Qué es?
Este Trabajo estimó las comparaciones en base a tres preguntas: qué es, cuál es su función, cómo se accede a cada uno de estos espacios. Se aborda la primera:
1) El Inconsciente Colectivo es una de las instancias de las que se compone el alma /psique; las otras, son el inconsciente personal y la conciencia-.
El Mundo de las Ideas no es una parte del alma; el Mundo de las Ideas es el Mundo del Ser; un Mundo que el alma habría tenido oportunidad de conocer.
Una diferencia inicial es que el Inconsciente Colectivo es una parte de la estructura de la psique Junguiana, no así el Mundo de las Ideas de Platón, que no es una parte del Alma –en el sentido Platónico- sino, más bien, el mundo desde el cual proviene el alma y al cual pertenece.
Esta distinción afecta no sólo respecto de que el Mundo Ideal Platónico es otro que el Inconsciente Colectivo Junguiano, sino en que estos espacios –ontológico y psicológico, respectivamente- establecen una relación diferente con el Alma. En un caso, es parte de ella –Inconsciente Colectivo-; en otro, el espacio al que el Alma anhela volver y contemplar, porque es el espacio al cual su ser pertenece.
2) El Inconsciente Colectivo se considera un espacio psíquico -en el cual habitan los arquetipos-
El Mundo de las Ideas se considera un espacio ontológico del cual participan las ideas, como la planta participa de la luz.
Tanto el Inconsciente Colectivo como el Mundo Ideal, representan los espacios en los cuales habitan Arquetipos Junguianos e Ideas Platónicas.
3) El Inconsciente Colectivo es un espacio psíquico formado por “restos de una edad de oro” –según dijo Jung-; o bien, de todo aquello que la humanidad ha conocido y “olvidado” (Jung, 2007, 133)
El Mundo Ideal es autosubsistente y separado, anterior incluso al Demiurgo, nos dice Platón (1991, 1121). Sus contenidos habrían sido conocidos por el alma y luego olvidados.
Uno de los contenidos que Jung estaría dispuesto a asignarle al Inconsciente Colectivo es lo que él denominó como “restos de una edad de oro” (Jung, 2007, 133). Indica que, de haber sido estos contenidos parte de la conciencia, lo habrían sido de conciencias más ampliadas que las actuales; que luego, estos contenidos, se habrían perdido en el tiempo, para aparecer nuevamente, esta vez en el inconsciente.
Esta idea de Jung, de ser así, implicaría que el Inconsciente Colectivo pudiera ser semejante al Mundo Ideal, dado que ambos espacios habrían sido conocidos por el alma y ambos habrían sido después olvidados. Sin embargo, en los dos casos, esos contenidos podrían ser re-conocidos por el alma, en determinadas circunstancias.
De aceptarse esta hipótesis Junguiana, surge también una diferencia entre ambos espacios, en el sentido que el Inconsciente Colectivo, de una u otra forma, debería su existencia al hombre, a diferencia del Mundo Ideal que es anterior, según dice Platón, incluso al Demiurgo.
4) El Inconsciente Colectivo no existe, ya  que en términos psicológicos, la existencia se corresponde a la conciencia.
El Mundo Ideal existe, ya que en términos Platónicos existe lo que tiene “ser”; es decir, la existencia se relaciona con la realidad ontológica.
Al analizar el significado de “existencia” que maneja una y otra ciencia –psicología Junguiana y filosofía Platónica- deberemos decir que el Inconsciente Colectivo no existe para el sujeto, en virtud de que la existencia en psicología se corresponde a la conciencia; es decir, mientras estos contenidos se mantengan desconocidos para el sujeto, serán también inexistentes para él. En la filosofía Platónica el interés está centrado en la esencia; la filosofía Platónica es ontológica, por tanto dirá que existe todo aquello que contiene SER. En este sentido, El Mundo Ideal, al contrario del Inconsciente Colectivo, contiene todo el ser que le es posible tener, por lo que contiene también toda la existencia.
En psicología, el significado de existencia per se no tiene sentido; la existencia en psicología está en relación con un sujeto que conoce. Si el cognoscente no es conciente de aquello, el objeto no es conocido y por tanto, carece de existencia para ese sujeto. La existencia en psicología está asociada a la conciencia. Este no es el caso de la filosofía Platónica, para la cual la existencia es per se, por esencia. A diferencia de la psicología, en filosofía la existencia “es”, independientemente de la toma de conciencia que de ella tenga un determinado sujeto. La Idea –el ser- existe y está ahí inmutable y perfecto, pudiendo ser conocida –o mejor dicho, re-conocida- por el alma concupiscente, es decir, aquélla gobernada por la razón y el estudio de lo trascendente. La esencia, desde el momento que es calificada como perfecta, no puede sino existir, porque ¿cómo puede ser perfecto algo que no existe? En la filosofía de Platón, la existencia es una propiedad del SER, por lo cual no depende de un sujeto que la haga o no conciente; las realidades esenciales, existen per se.
El que conceptos, aparentemente iguales, tengan significados diferentes, en una y otra disciplina, hace que sea necesario volver sobre esta explicación. Lo siguiente es sólo un proceso reflexivo que hará más comprensible lo dicho:
a)           Desde el punto de vista de la psicología, el Inconsciente Colectivo no existe, porque sus contenidos son desconocidos para el sujeto. Desde ese mismo punto de vista, el Mundo Ideal de Platón, bajo estas mismas condiciones y en estos mismos términos, tampoco existiría. El individuo no conoce psicológicamente los contenidos del Inconsciente Colectivo como, tampoco conoce psicológicamente los contenidos del Mundo Ideal. En el primer caso, no los conoce y, si lo hiciera, esos contenidos dejarían de ser inconscientes. En el segundo caso, no los conoce, porque los contenidos del Mundo Ideal no son aprehensibles más que en estado sublime.
b)           El mismo ejercicio intelectual, hecho en forma análoga, bajo la mirada de la filosofía Platónica, arroja un resultado diferente. En efecto, si situáramos los dos espacios –Mundo Ideal e Inconsciente Colectivo- bajo el lente de la filosofía Platónica, habría que decir que ambos espacios sí existen, en virtud de que su “ser” puede probarse, ya sea por sus efectos o por medio de argumentos ontológicos y razonamientos probatorios de tipo apriorísticos. En ambos casos es posible definir cuál es la esencia y calidad de dichos contenidos.
En consecuencia, en el marco de sus respectivas disciplinas, y haciendo uso del lenguaje propio de sus teorías, en lo que va de la reflexión, el Inconsciente Colectivo “no existe” y el Mundo Ideal “sí existe”.
5) Expresado en términos de luminosidad y oscuridad, podrá decirse que la inexistencia del Inconsciente Colectivo, lo haría ser oscuro.
Expresado en términos de luminosidad y oscuridad, podrá decirse que –el ser- el Mundo Ideal es luminoso, tanto como lo indica el Mito de la Caverna.
El Inconsciente Colectivo, mientras carezca de existencia psicológica, podrá ser representado también psicológicamente como oscuro, negro, sombrío, reflejando la ausencia de luz, color o figura; es lo propio de los contenidos inconscientes (Jung, 1997). Por lo tanto, no parece arbitrario, decir que la inconsciencia es oscura.
En la misma línea de pensamiento, el Mito de la Caverna de Platón, se refiere al Mundo Ideal como luminoso, ya que se trata del quinto espacio, al que se accede una vez fuera de la caverna; un espacio en el cual pueden apreciarse las cosas como son, porque están iluminadas con la luz del Sol, según dice en la República (Platón, 1991, 780); un espacio en el cual está el conocimiento y la verdad. Platón, en esta alegoría está utilizando palabras simbólicas para expresar la conciencia –prácticamente divina- a la cual puede acceder el Alma, una vez despojada de las apariencias a las que someten los sentidos. Esa conciencia la expresa en términos de luminosidad.
El Inconsciente Colectivo, así establecido, es semejante al estado de oscuridad del primer estadio Platónico, donde el conocimiento está vedado al alma; la Alegoría de la Caverna situaría este estado de inconsciencia en los hombres encadenados –al error y a la opinión- de espaldas –negados al conocimiento- al fondo de la caverna –en la mayor ignorancia y oscuridad-. 
Sabemos, sin embargo, que, en términos psicológicos el Mundo Ideal Platónico es equivalente a la Totalidad Junguiana; es decir, a la Conciencia. Por lo tanto, el Inconsciente Colectivo -aunque en sí mismo tendría que ser oscuro por su inexistencia- contiene potencialmente, la Totalidad y accederlo –en esa dirección y no a la inversa- es señal de equilibrio psíquico.

b)              Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas. ¿Para qué?
La comparación siguiente ha debido hacerse tomando en consideración varias ideas que encierran los respectivos conceptos:
1) Acceder al Inconsciente Colectivo –en estado de equilibrio emocional- es resultado de haber hecho concientes contenidos inconscientes, lo cual sólo sería posible en Totalidad, la cumbre del desarrollo psicológico Junguiano
2) El Inconsciente Colectivo, dicho así, se constituye en la aspiración del alma.
a) El proceso de individuación Junguiana tiene como meta acceder al centro del Inconsciente Colectivo, el Self, para que desde él se vaya constituyendo el orden y la unidad universal.
b) El Inconsciente Colectivo contiene en sí el tesoro más preciado: el Self Junguiano.
 c) Al accederlo se accede a la Verdad, lo cual es una obligación de tipo ética.
d) El Self señala el camino a seguir al hombre de bien.
Llegar al Mundo Ideal, es acceder al estado de contemplación y felicidad, la máxima aspiración del hombre virtuoso, al cual sólo accede el alma dirigida por la razón que domina a la concupiscencia.
También el Mundo Ideal se constituye en la mayor aspiración del alma.
a) También el hombre Platónico tiene como máxima aspiración de vida acceder a la contemplación del Bien, la idea de mayor valor, en el Mundo Ideal.
b) El Mundo de las Ideas- contiene en sí el tesoro más preciado: el Bien Platónico.
c) Al accederlo se accede a la Verdad, una obligación de tipo ética.
d) El Bien es también el camino a seguir por el hombre virtuoso y sabio.
A continuación se explican las comparaciones recién hechas.
a) De la necesidad de hacer un camino para alcanzar la felicidad. El objetivo del proceso de individuación Junguiano es que el self pueda expresarse en toda su dimensión (Jung, 2007, 196). En la teoría Junguiana, esto puede lograrse una vez se hayan equilibrado las cuatro funciones psíquicas –sensación, sentimiento, pensamiento, intuición-; en ese momento, el individuo estará pleno. La totalidad Junguiana representa la cumbre de un proceso de vida (Jung, 2007, 265); una cumbre a la cual se accede no por la vía de la no equivocación ni de la máxima perfección (Jung, 2002, 39), sino por la vía de la aceptación de quien uno es, con sus errores y aciertos.
Platón, al igual que Jung, cree que hay una forma de acceder a la felicidad, que es contemplar las Ideas. El camino que traza Platón para esto lo describe en el Mito de la Caverna, en el cual explica que, el hombre debe transitar desde la ignorancia y la oscuridad hacia la sabiduría, pasando primero por la imaginación y las creencias (Platón, 1991, 794). Cuatro espacios, describe Platón, deben ser transitados, para acceder a la verdad, que representa con la salida de la Caverna, donde está la luz.
Los términos con los cuales uno y otro pensador expresa su pensamiento, son indiscutiblemente, diferentes. Sin embargo, en ambos se presenta la necesidad de hacer un camino, al término del cual se encontrará la luz, la verdad, la felicidad.
b) Del centro hacia el cual debe dirigirse la conciencia. Ambos pensadores distinguen un centro hacia el cual se dirige la conciencia. En Jung, dicho centro se llama self; en Platón, se llama Bien (Platón, 1991, 617). Esa instancia anhelada se encuentra al interior, del hombre en el caso Junguiano, del alma, en el caso Platónico. De acuerdo a la teoría Junguiana, el self -centro magnético de todo el inconsciente, que busca hacerse presente en la conciencia- podrá expresarse en la medida en que esté alineado al ego, centro de conciencia. En Platón, el alma del hombre busca replegarse sobre si misma en una suerte de reflexión de sí, para estar en contemplación con el Mundo de las Ideas, al cual pertenece y cuya Idea de mayor jerarquía –si se nos permite la expresión- es el Bien (Platón, 1991, 617). Jung pensó que, este camino del self, el hombre lo iniciaba más decididamente a la mitad de la vida. Platón también pensó que este proceso de encuentro con las Ideas se producía en un momento de maduración que estimó a los 50 años (Platón, 1991, 794)
c) Del objetivo que se busca lograr. Los motivos por los cuales uno y otro pensador hicieron esta afirmación fueron diferentes; pero el objetivo que uno y otro buscaban, es semejante. Jung (2007, 126) dice que las imágenes del Inconsciente Colectivo, cuando se presentan a mitad de la vida de un individuo –es decir, en esa segunda parte del proceso de individuación (Jung, 2001, 41)-, pueden ser la fuente en la cual pueda encontrarse un principio de solución para el problema de los opuestos, motivo por el cual habría que poner en ellas una especial atención. También Platón (1991, 794) indica con bastante claridad que los 50 años es la edad en la cual ya se está maduro. Dice que son cuatro los espacios que constituyen el camino a la sabiduría –los que va homologando a la maduración humana-: el 1ero es del niño a quien deberá educarse por medio de juegos y números; el segundo, de quienes han estudiado ciencias -20 años-; el tercero, de quienes ya pueden iniciar el estudio de la dialéctica -30 años- la que podrán profundizar por 15 años; a los 50 años se está maduro para iniciar el camino al alma (Platón, 1991, 793-794).
d) De la obligación ética. El Inconsciente Colectivo es un espacio al cual puede acceder quien haya enfrentado su sombra, dirá Jung, y también quien haya integrado las figuras paterna y materna. Es decir, Jung estima que hay dos arquetipos de individuación que deben ser enfrentados e integrados para acceder a la totalidad. La totalidad es el encuentro con ese centro magnético de organización, llamado self –un tercer arquetipo-, mediante el cual se accede al especio donde el conocimiento es universal; es decir, donde está la verdad. El camino que propone Platón es diferente: el desarrollo de las capacidades físicas, disciplinarias e intelectuales, al cabo de las cuales, algunos podrán continuar por este camino que pueden seguir sólo aquellos que tengan capacidad para doblegarse a sí mismos; el conocimiento que comenzarán a adquirir desde entonces, será realmente el de la sabiduría, porque accederán a los conocimientos transcendentes y verdaderos. Es decir, nuevamente, hay una coincidencia en la meta a la cual llegan los caminos propuestos por Jung y Platón; y ambos estiman que este camino de vida es una obligación de tipo ética, es decir, es lo mejor que puede hacer el hombre para sí mismo. 
El Mundo Ideal de Platón equivale a la totalidad Junguiana, aunque los contenidos de uno y otro sean diferentes -porque las aspiraciones de cada una de esas vidas, también eran diferentes-. Platón, filósofo idealista y Jung, médico y científico, buscan cada uno dentro de su formación y sus esquemas de pensamiento, un mismo objetivo: una razón por la cual vivir que esté más allá de las necesidades inmediatas y que implique trascender la materia para alcanzar el interés del espíritu, la plenitud del alma.
c)              Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas. ¿Cómo se accede?
1) Jung hace referencia a una instancia trascendente. Llamó anamnesis a la facultad que permite acceder a los contenidos inconscientes; el método para alcanzar ese material (Jung, 2002, 176)
Platón también se refiere al Mundo Ideal como una instancia trascendente, a cuyos contenidos puede accederse a los por una de dos vías: la reminiscencia o la purificación (Platón, 1991, 789 y 865).
Jung y Platón se refieren al Inconsciente Colectivo y Mundo Ideal, respectivamente, como instancias trascendentes, porque ninguna de ambas pueden ser objeto de la experiencia, de forma tal que tampoco podrá haber argumentos a favor o en contra de lo que pueda decirse de ellas. Sin embargo, ambos autores indican que, existe una forma de acceder, no al espacio objetivo sino, a sus contenidos. Jung (2006, 88) llama anamnesis al proceso de recopilación de materiales de hechos históricos fiables; proceso que permite la conexión continua de la conciencia con lo inconsciente, que saca a la luz al principio y continuamente las imágenes primigenias (2006, 123), que permite la expresión del inconsciente en la conciencia, a fin de que ésta no pierda sus raíces instintivas. Platón (1991, 626) llama reminiscencia a un proceso que consiste en rescatar los conocimientos que el alma tiene por haberlos conocido al girar en torno a las ideas, antes de encarnar. En ambos casos, el conocimiento verdadero está en el alma: Jung lo ubica en el Inconsciente Colectivo; Platón, en el Mundo de las Ideas, al cual pertenece el alma.
d)             Síntesis: paralelo entre Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas
Paradójicamente, ambas instancias conducen al alma al mismo bien. Así, nos vemos presionados a tender un puente entre ambos términos a fin de morigerar la oposición. Podremos decir entonces que, el Mundo Ideal –equivalente a la conciencia plena- es la meta y el Inconsciente Colectivo, la última parte del camino, que debe recorrer el alma para su realización[31].

Esta situación paradojal, con la cual se va dando término al análisis, se produce porque los conceptos de Alma de uno y otro pensador son diferentes.

En el caso de Platón, tanto el alma como el Mundo al que ella pertenece están “fuera” –del cuerpo humano y del Mundo Sensible-[32]. La misión de ese hombre es entonces “elevarse” –sólo con la parte intelectual del alma- de las situaciones ordinarias y abocarse a la virtud –propia de esa parte de su alma-, lo cual consigue cuando logra dominar las funciones irracionales de su alma –instinto/deseo y fuerza/valentía[33]- y facilita la conducción a su parte racional. El alma Platónica, para acceder a la verdad y realizarse, “debe ir” hacia un lugar; la materia corporal y sus propias funciones, son su instrumento[34]; el intelecto, su vehículo. En el caso de Jung, es el hombre el que debe centrarse -o dirigirse hacia el centro de su alma- para ir integrando todas sus funciones psíquicas –sensación, sentimiento, pensamiento, intuición-, a través de las cuales va aprehendiendo la realidad interna y externa; y, en la medida en que va avanzando en este proceso, su conciencia va ampliándose, hasta que finalmente -el hombre- a través[35] de su alma accede a las verdades universales.

El alma Junguiana “no tiene que ir” hacia ningún lugar para conocer la verdad; es el hombre el que debe volcarse hacia sí mismo para develar de su alma el conocimiento inmemorial. Esto expresado en términos Platónicos, equivaldría a decir que el Inconsciente Colectivo debe “acercarse” o “transparentarse” a la conciencia humana, para constituirse en alma; conducta que sería del todo insostenible que asumiera el Mundo Ideal Platónico.

En Platón, el alma debe “ir” hacia su realización, que está “en otra parte”. En Jung, el alma debe “hacerse una”, integrando sus contenidos inconscientes -sean éstos personales o colectivos-. Con todo, Platón dice que el  hombre es su alma y Jung, que todo es psique. Así, la integración del alma Junguiana termina con cualquier frontera entre el hombre y su universo, entre el mundo interno y externo, para recuperar su Unidad. La realización del alma Platónica, por el contrario, implica el abandono definitivo del mundo aparente para volver al Mundo real al que pertenece. 
La esencia de las almas Platónica y Junguiana son diferentes. El concepto antropológico de uno y otro pensador son disímiles, aunque no necesariamente opuestos. La cosmovisión que sostiene la teoría que plantea uno y otro autor es claramente distinta. Estas diferencias se instalan con la premisa Platónica que establece la existencia de dos mundos separados e incomunicados, en el cual uno existe y el otro es reflejo, uno es verdadero y el otro, aparente.
VI.            Conclusiones

Interesante los matices que van adquiriendo los conceptos cuando se analizan desde otras perspectivas. La motivación inicial de comparar ideas que parecían al oído inepto bastante semejantes, fue siendo desplazada en el propio análisis, al ir develándose sentidos ocultos, secretos, desconocidos y no previstos.

El Inconsciente Colectivo, en el cual habitan los arquetipos, parece ser muy sombrío y claramente ajeno al Mundo Ideal. Incluso, parece posible pensar que desde el punto de vista platónico, el Mundo Sensible sea este mundo de la apariencia, este mundo de la inconsciencia colectiva, en el cual se cree saber lo que no se sabe y se hace ciencia, no de lo que es sino, de lo que está camino a Ser. Tal vez el Mundo Sensible de Platón sea esta imitación del Mundo de las Ideas al cual puede acceder el alma y no el cuerpo.

Cabe sin embargo, preguntarse, ¿a qué se estaría refiriendo el filósofo cuando hablaba del alma encarnada? ¿No sería que el alma, dominada por sus funciones irracionales, llevaba a la infelicidad, propia del mundo de la apariencia? ¿No sería que el dominio de aquellas funciones, conducía a la Caverna? No sería que Platón llamaba a dominar las pasiones, por medio de la razón –la función más noble del alma-, a fin de permitir al hombre acceder al Mundo de las Ideas, que es también el Mundo Ideal, el mundo de la verdad, del conocimiento del Ser, el espacio de la totalidad junguiana?

El Mundo Ideal, visto en este contexto, ya no es un lugar ajeno y sí es un “lugar” al que puede accederse en cuerpo y alma. Cuando Platón dice que el alma puede viajar a este espacio, lo que en realidad indica es que la materia –originalmente comandada por los instintos y las sensaciones- debe ser dominada por el pensamiento, para que el hombre pueda recuperar su estado de alma. El alma, para acceder al espacio, al que en realidad sí pertenece, debe ser guiada por su función racional, el cochero; sólo así, puede equilibrar sus funciones y dirigirse hacia el lugar que desea y no al que es conducida por sus pasiones, su materia, su carne.

El Inconsciente Colectivo de Jung, en este contexto, adquiere características análogas al Mundo Sensible de Platón, así como la Totalidad Junguiana, parece hacer referencia al Mundo Ideal de Platón. En cualquier caso, es perfectamente sensato decir que, mientras el hombre permanezca en la Caverna platónica, su alma seguirá esclava de las sombras; si sale de la oscuridad y va hacia el exterior, accede a la iluminación.

Sólo nos queda recordar lo que también dice Jung, que todo es psique. Y también nos queda no olvidar lo que dice Platón, que el hombre es su alma.

VII.          Bibliografía consultada

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[1] Profesora de Filosofía, Licenciada en Educación, Mg en Educación con mención en Administración, Mg en Psicología Clínica mención Psicología Analítica Junguiana.
[2] El trabajo original incluye antecedentes que justificaron el planteamiento de este problema como uno que atañe a la Psicología junguiana; se incluyeron factores biográficos de Jung y de Platón, a fin de iniciar posibles paralelos a partir de la formación que cada uno de los pensadores tuvo; se analizaron las ideas generales y específicas de ambas teorías, con el propósito de contextualizar los conceptos que se incluirían en ese trabajo. La comparación de conceptos fue hecha en dos secciones: una, relativa a los espacios Mundo Ideal de la filosofía platónica e Inconsciente Colectivo de la psicología junguiana; otra, relativa a sus contenidos, las ideas y los arquetipos.
[3] “Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón. Un Diálogo entre Psicología Analítica y Filosofía”, ML Paula Durán Hurtado. Tesina para optar al grado Mg Psicología Clínica, Facultad de Psicología, Universidad Adolfo Ibáñez.
[4] Miguez, comentador de la obra de Platón, lo expresa de una forma análoga (Platón, 1991, 13)
[5] La Filosofía Primera es la Metafísica y, para Aristóteles, la Metafísica es una ciencia que es patrimonio de Dios; divina entre todas las ciencias” (Platón, 1992, 13) (Libro Primero de Aristóteles)
[6] Se refiere especialmente a los poetas trágicos como Esquilo, Sófocles y Eurípides, cuyos protagonistas no tenían más opción que vivir los destinos deparados para ellos por los dioses.
[7] Esa es una de las virtudes del neoplatonismo, que actualiza constantemente a Platón para todos aquellos que, solidarios a sus principios y su doctrina, nos sentimos unidos a él por un fecundo deseo de auténtica pureza y esperanzada purificación natural (Platón, 1992, 11).
[8] En Timeo, Platón define la ciencia como aquella concepción del alma que el razonamiento no puede trastornar; facultad de concebir una o varias cosas, sin poder ser turbado por el razonamiento; discurso verdadero inmutable para el pensamiento (Platón, 1991, 1134; 1149)
[9] Al igual que Aristóteles, Platón piensa que la verdad es un estado del espíritu que afirma o niega; ciencia de las cosas verdaderas. (Aristóteles, Etica Nicomaquea, 1139b)
[10] En Fedón, Platón dice que la filosofía es el esfuerzo por conocer los seres eternos; estado en el que se contempla lo verdadero y lo que lo constituye como tal (VII, 521c); aplicación del alma unida a la recta razón.
[11] Al hablar de luz  se refiere a la sabiduría y a la inteligencia.
[12]               Para la psicología puede resultar obvio que alma y psique son lo mismo; para la filosofía, no es así. En Platón, el alma es una instancia ontológicamente diferente, proviene de otra realidad y se encuentra, provisoriamente, encarcelada en el cuerpo.
[13]               También es la conciencia la que vuelve concientes las dificultades de ambos mundos (Jung, 2004, 159)
[14] La persona es otro complejo funcional, dirá Jung (1943, 555); la parte de la personalidad que permite al individuo adaptarse a la sociedad (1943, 555); la cara con que el hombre se relaciona con los demás, nacida de la necesidad de ajustarse a las expectativas de los padres, profesores y sociedad; constituida de aquellas características que se consideró mejores (Stevens, 1999, 54). Las otras, quedaron en el inconsciente.
[15] La individualidad descansa en una estructura colectiva –filogenética-.
[16]               Jung dice que si el yo es idéntico a la persona, la individualidad también será un contenido esencial de lo Inconsciente Colectivo (Jung, 2007, 337), porque “los contenidos inconscientes de naturaleza impersonal componen el no-yo psicológico, la imago objetiva” (Jung, 2007, 335). La persona, manifestada con cualidades del objeto, idéntica al yo, estará reprimiendo la individualidad (Jung, 2007, 335) y, por tanto, también la psique conciente colectiva, porque “lo Inconsciente Colectivo representa la psique objetiva y lo inconsciente personal, la psique objetiva” (Jung, 2007, 77)
[17]               Este tipo de material Inconsciente Colectivo sería el que contiene imágenes míticas; el más importante, dice Jung. A lo Inconsciente Colectivo puede accederse a través de la mitología o del análisis del individuo (Jung, 2004, 154).
[18]               A este proceso, Jung le llamó participación mística; significa que, lo que sucede fuera sucede también en su interior, y lo que ocurre en su interior ocurre también fuera- (Jung, 2004, 155).
[19] Lo dice en contraposición a la Retórica, utilizada por los sofistas, que es el arte de persuadir y de la sugestión.
[20]               Platón y Sócrates no son sofistas –que practican el arte de la persuasión- por lo que Platón lo que está haciendo aquí es aclarar la diferencia entre el sofista y el filósofo: el primero se ocupa del no-ser; el segundo se esfuerza por conocer el ser (Platón, 1991, 1032-1033)
[21]               Es interesante hacer notar que este concepto Platónico es análogo al concepto Junguiano del análisis, que permite hacer concientes contenidos inconscientes; es también el camino de la individuación, realización del ser. 
[22] En El Banquete (Platón 1991, 584) dice que el amor es un intermediario entre los dos mundos –ideal y sensible-, entre los dioses y los mortales; un daimon (demonio). La condición de los daimones es servir de enlace y comunicación entre los dioses y los hombres, llenando así el vacío que, en su defecto, habría entre ellos, contribuyendo de este modo a la unidad del todo de la realidad.
[23]               De la alegría, Platón dice que es un placer vinculado a las acciones del sabio. Aristóteles sintetizó lo que Platón entendía por felicidad, en la Etica Nicomaquea (I, 4 y 8) y dice que es, un bien compuesto de todos los bienes; recursos plenamente suficientes  para vivir bien; perfección en la virtud; para un ser vivo, tener lo que le es preciso para bastarse a sí mismo.
[24] La reminiscencia Platónica es análoga a la anamnesis Junguiana.
[25] Los cuatro espacios que va citando Platón constituyen los hitos en el camino a la sabiduría, que también son los estadios de maduración humana. A los cincuenta años podrá dirigir su mirada al alma, con serenidad y humildad. (Platón, 1991, 793-794)
[26] En el mismo párrafo, Platón dice que el alma es “ingénita”; es decir, innata. Sin embargo, en Timeo (Platón, 1991, 1122) –diálogo posterior- dirá que el Alma no es eterna aunque sí inmortal. Esa aseveración indica que el alma no es “ingénita” sino generada: tiene principio aunque no tiene fin.
[27] Los fragmentos dispersos del conocimiento anterior –traídos al presente por la reminiscencia- constituyen las opiniones verdaderas y rectas y la ciencia consiste en ordenarlos, reconstruyendo la visión completa de la realidad tal como el alma la contemplaba en su existencia anterior.
[28] Platón se refiere a Dios como viviente inmortal, que se basta a sí mismo para ser feliz; ser eterno; causa del Bien.
[29] En Teeteto, dice que la reminiscencia se distingue de la memoria[29] en que ésta consiste en la conservación de las sensaciones[29] que quedan impresas en los sentidos, mientras que aquélla es el despertar del conocimiento que el alma poseía antes de venir a este mundo por haber disfrutado de la contemplación del  mundo superior de las Ideas (Platón, 1991, 927)
[30] El rey del Mundo Sensible es el sol, que produce la luz y por medio del cual se distinguen colores y es quien da el ser, vivifica y da crecimiento a las cosas
[31] Es importante establecer que esta conclusión no está evaluando el pensamiento de cada uno de los autores, sino sólo los conceptos. Sería tema de otro análisis relacionar lo que cada uno sindica como el “Bien” del alma.
[32] El hombre adquiere su calidad de tal cuando el alma da vida a la materia. El hombre más virtuoso será también quien tenga el alma más virtuosa, decía Platón.
[33] El Mito del Carro situaba estas funciones en los dos caballos –el negro simbolizaba los apetitos y deseos (residen en el abdomen); el blanco, lo irascible y el valor (reside en el corazón)-; llevaba las riendas, el cochero, la razón (reside en la cabeza). El cuerpo del  hombre está representado por el carro.
[34] En la época Platónica, se valoraba el intelecto y el dominio de los impulsos “irracionales” del alma. El gobierno debía ser ejercido por la sabiduría –propia de la razón-; los guerreros debían ser los “valientes”. La “intuición” se entiende en Platón más bien como la contemplación del alma en el Mundo Ideal.
[35] El término “a través” es inadecuado en relación a la teoría Junguiana; es “adecuado” sólo para graficar la diferencia que se observa.