sábado, 4 de junio de 2011

Inconsciente Colectivo de Jung y Mundo de las Ideas de Platón. Una Conversación Necesaria 1/2


ML Paula Durán Hurtado[1]
Artículo publicado en Revista Encuentros Nº2
Revista Latinoamérica de Psicología Analítica
El artículo es una descripción general de los conceptos Inconsciente Colectivo y Mundo de las Ideas, de Jung y Platón, respectivamente, que luego se comparan en el contexto de las teorías -Psicológica y Filosófica- que planteara cada uno de sus autores. Basándose en textos originales de los pensadores involucrados, se busca establecer algunas semejanzas y diferencias entre ambos conceptos. Una contextualización más amplia permitiría mejor dimensionar lo que esta comparación significa e implica para la teoría psicológica junguiana.[2] Dichos parámetros se encuentran en el texto original desde el cual se ha extraído lo central de este capítulo.[3]

 Palabras claves. Inconsciente Colectivo, Mundo de las Ideas; oscuridad, iluminación.
Artículo publicado en Revista Encuentro Nº2, Grupo Desarrollo CGJung Chile, diciembre 2010.
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I.               Introducción

 Jung, pionero de la psicología profunda, junto a Freud y Adler, pensó que el estudio del alma era fundamental, ya que el futuro de la humanidad dependía de la psique y de la posibilidad de conocer su forma y fondo (Jung, 2001). Siendo discípulo de Freud, quien fuera el descubridor del inconsciente personal, develó un espacio psíquico, que estaba más allá de esa zona individual, al que denominó Inconsciente Colectivo. Este descubrimiento es un gran aporte a la Psicología Analítica.

Platón, filósofo griego del siglo V a.C, es un hito singular en la historia del pensamiento occidental; culmina a los presocráticos superándolos a todos. Su aspiración a la unidad le llevó a desarrollar un concepto que le valió el reconocimiento de la Filosofía. Postuló la existencia de dos mundos: uno sensible y otro inteligible. El primero, propio del cuerpo y de la materia; el segundo, propio del Alma. El Mundo de las Ideas, mundo del alma, habría sido recorrido por ella antes de encarnar. Se trata de un espacio, poblado por entidades absolutas, universales, independientes y eternas.

Analistas Junguianos y comentaristas de su psicología comparan –y asimilan, muchas veces- el término Inconsciente Colectivo Junguiano, con el que Platón describió para el Mundo de las Ideas, sin que parezca haber un acuerdo definitivo (Durán, 2010, 6). Esos antecedentes ameritan un análisis más exhaustivo de los términos, a fin de definir si estas comparaciones son o no acertadas y por qué.
El que se trate de conceptos nacidos en diferentes disciplinas, que buscaron responder a fenómenos distintos, desde desiguales paradigmas, cuyos orígenes están distanciados en miles de años, hace que el ejercicio intelectual adquiera características especiales. Muchas veces será necesario interpretar el sentido de un término, a fin de llevarlo desde el significado que tiene en una disciplina hacia el que podría adquirir en una segunda; otras veces, la perspectiva que pueda entregar un determinado concepto en una disciplina podrá no encontrase suficientemente desarrollada en la otra, pero hacerse necesaria y posible de precisarse, a la luz de la nueva teoría.

La exploración teórica estuvo basada en textos originales de los pensadores involucrados y se abordó haciendo una introducción a sus biografías y explicando brevemente sus teorías y conceptos específicos. La comparación entre Mundo de las Ideas e Inconsciente Colectivo debió acotarse, por lo que se hizo en base a tres preguntas: ¿qué son?, ¿qué sentido tienen? y ¿cómo se accede a ellos? A través de la respuesta que se da a estas interrogantes podrá distinguirse la importancia que cada uno de estos espacios adquiere para el hombre y su vida.
II.             Factores Bibliográficos y de Influencia Intelectual de ambos pensadores
II.A.         Factores bibliográficos y de influencias de Platón

Platón es un filósofo griego nacido en Atenas el año 429 aC, dos años más tarde de haberse iniciado la guerra del Peloponeso. Recibió una esmerada educación en matemáticas, música y poesía. La filosofía le fue enseñada por Cratilo, seguidor de Heráclito; pero, fue conociendo a Sócrates, quien fuera su maestro y amigo, lo que decidió su vocación. Platón fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles; fue también un ateniense típico, nos dice Míguez (Platón, 1992, 62), editor de su Obra Completa: “maleable en sus deseos, conversador y amante de la vida pública, ansioso de paradigmas válidos y universales, tanto en la política como en la ciencia y en el amor”
La Grecia en la que nació Platón luchaba con dos elementos antagónicos: el apolíneo –principio de medida, optimismo y serenidad- y el dionisíaco o lado oscuro del alma griega –pesimismo, inhumanidad y crueldad-; todo lo cual se plasmaba en la obra de Esquilo, Sófocles y Eurípides (Nietzsche, 1973, 69). Según Nietzsche (1973, 69) los griegos de la época, conocieron y experimentaron las angustias y los horrores de la existencia y para poder vivir debieron evocar el protector y deslumbrante sueño olímpico[4] Habría sido, la tendencia apolínea de ese pueblo la que exigiera la transformación de las fuerzas instintivas hacia la perfección; y habría sido el horror, el estimulador de la razón griega y el gestor de la filosofía primera, el móvil inicial de todo saber, una teogonía, que más tarde daría origen a la metafísica[5] (Platón, 1992, 13).

Platón fue el primero en usar la palabra teología y el creador de la idea (Jaeger, 1952, 10); su terminología vinculó lo teológico y lo filosófico, hasta entonces, una sola y misma cosa; él, quien sentó las bases para levantar a los dioses a un nivel de verdad, entregando pautas y criterios que evitaran los errores tradicionales –transmitido también por los poetas[6]-. Su teología fue un acercamiento profundo y racional a Dios, para llevar al alma a la intimidad consigo misma, porque, dice en Teeteto, “pensar no es otra cosa que una especie de discurso que desarrolla el alma en sí misma acerca de las cosas que examina” (Platón, 1991, 926).

La Grecia de este tiempo, su cultura y su pueblo, ocupan un lugar privilegiado en la historia de occidente; en algunos casos, representan la cumbre más alta alcanzada por el hombre (Fraile, 1971, 119). Es entonces cuando se formulan las nociones fundamentales de la filosofía y el desarrollo del pensamiento –monismo y pluralismo, materialismo y espiritualismo, idealismo y realismo, racionalismo y empirismo, dogmatismo y probabilismo, hedonismo y utilitarismo, criticismo y escepticismo- y, es a los griegos antiguos, a quienes se debe la distinción de las partes fundamentales de la ciencia, sus problemáticas y sus métodos (Fraile, 1971, 120)

Platón es un hito singular en la historia del pensamiento, su teoría corona y supera a los presocráticos. Para comprenderla, habría que remontarse no sólo a su obra, sino a las muchas derivaciones que proyectó su pensamiento en teología, metafísica, ciencia y política[7]. El espíritu que lo anima busca la unidad, la definición de una realidad estable, duradera y necesaria, que esté por sobre la movilidad, la contingencia y la impermanencia del mundo físico (Fraile, 1971, 295). Interesado por lo que trasciende a la materia, lo enseña a través del mito, la alegoría, la poesía, la adivinación y la fábula.

La vida de Platón está dirigida a lo absoluto y a lo trascendente. Busca dar respuesta a problemas tan cruciales como el ser, la ciencia[8], la verdad[9] y el sentido de la vida, destacando, por sobre todo ello, la moral (Fraile, 1971, 296). Su filosofía es ontológica –ser y saber- y moral –obrar en concordancia con ese ser y saber, en la vida pública- (Fraile, 1971, 297). La realidad absoluta a la que aspira queda plasmada en su teoría de las Ideas, con la cual cree responder a esos tres problemas que él considera básicos (Fraile, 1971, 302). La filosofía[10] es para él el resultado de una necesidad que compete tan sólo al espíritu del hombre; su meta, la sabiduría (Platón, 1991, 71). En La República, nos dice que “el hombre más feliz es el mejor y el mas justo”, lo que ocurre en aquel hombre real y soberano de sí mismo” (Platón, 1991, 818)

Tiene una gran capacidad para el pensamiento metafísico y cree, como Sócrates, que lo mejor que el hombre puede hacer en la vida es buscar incesantemente la virtud a través de conocimiento de sí mismo y de los demás (Platón, 1991, 71). Esta búsqueda deberá ser a través de la mayéutica. En Cartas, lo expresará diciendo:
… sólo después de haberse acercado por  mucho tiempo a estos problemas [los filosóficos; la virtud y el vicio] y después de haber vivido y discutido en común, su verdadero significado se enciende de improviso en el alma, como la luz[11] nace de una chispa y crece después por sí sola (Platón, 1991, 1583)

II.B.         Factores bibliográficos y de influencias de Jung

Jung es un psiquiatra suizo nacido en Kesswil el año 1875. Su infancia fue solitaria y caracterizada por la dificultad para comprender la vivencia de fe de su padre, un pastor protestante (Bachino, s/a) que respondía, a sus preguntas infantiles, con un “no debes pensar, sino creer” (De Castro, 2006, 20). Tal vez esto influyó en sus creencias e intereses, porque “parte importante de su vida estará dedicada a hacer inteligible las religiones y la fe cristiana, en la cual reconoce la única forma institucional educativa… [de los pueblos]… de occidente” (De Castro, 2006, 21).

Estudió medicina y una vez titulado trabajó por nueve años como asistente de Bleuler, período en el cual dedicó dos, a hacer una estadía en psicopatología, tutoriada por el doctor Pierre Janet (Bachino, s/a). En este período “descubrió que en nuestra psique existían núcleos emocionalmente cargados, que podían ser completamente inconscientes, parcialmente concientes e inconscientes; …[…]… núcleos que se acrecentarían autónomamente mediante representaciones anexas a él. Los llamó complejos psíquicos”  (De Castro, 2006, 25).

A los 31 años conoció a Freud, con quien evolucionó personal y profesionalmente (De Castro, 2006, 25). Sin embargo, por discrepancias en el plano científico, se rompen los lazos establecidos. Freud concentraba sus esfuerzos analizando las dificultades que ofrecía el inconsciente personal; Jung, aunque reconocía la importancia de este espacio psíquico, valoraba lo que descubría (De Castro, 2006, 25). El alejamiento definitivo de su maestro fue el año 1913. Durante este tiempo fue comprendiendo “que las imágenes inconscientes eran poderosas y que, muchas veces, podían recogerse las emociones que envolvían a fin de traducirlas en imágenes, lo que hacía mas tolerable el proceso que se estaba viviendo” (Robertson, 1998, 178). Jung descubría que los procesos psíquicos no sólo debían ser intelectualmente comprensibles, sino emocionalmente sostenibles. La vivencia le hizo posible acceder a contenidos de su psique que le eran desconocidos. Esto se irá volcando a su conciente paulatinamente, durante el curso de los próximos cuarenta años e irán develando de modo cada vez más completo la forma de uno de los conceptos más relevantes de su teoría, el Inconsciente Colectivo (De Castro, 2006, 26)

Los intereses de Jung abarcaban muchos ámbitos del saber. Le cautivaba el ser humano y todo lo que estuviese relacionado con su vida interna. Se sentía atraído por la filosofía, antropología, religión, arqueología y muchas expresiones de la cultura milenaria –mitos, ritos, ceremonias, creencias y costumbres de los pueblos primitivos-; pero también, se interesaba por la ciencia y por hacer ciencia; por buscar fórmulas que le permitieran demostrar empírica y científicamente lo que iba descubriendo (De Castro, 2006, 14). Fue un hombre de gran cultura. A los 17 años leía a los dramaturgos de la Grecia clásica –Esquilo, Sófocles, Homero-, a los presocráticos -Heráclito y Parménides-, a Platón. Tuvo acceso al pensamiento de Schopenhauer, al de los racionalistas -Descartes, Spinoza, Leibniz- al de empiristas como Locke, Berkeley y Hume. Kant lo habría influido decisivamente con su teoría idealista y espiritual (De Castro, 2006, 24). Conoció la obra de Bachofen –historiador y filósofo- con la que fundamentó la existencia del simbolismo matriarcal en la evolución de la humanidad; la obra de Burckhardt –historiador del arte-; de Bergson y Hartmann –metafísicos intuitivos-; de Levy-Bruhl –sociólogo- (De Castro, 2006, 24). Todos ellos influyeron de alguna forma en sus reflexiones y aportaron a su visión y entendimiento de los mundos interno y/o externo.

Intercambió conocimientos con personas como Hesse y Wilhelm. Participó activamente en las conferencias de Eranos en Ascona. En esas ocasiones tuvo oportunidad de conocer y compartir con Mircea Eliade, Hayao Kawai, Herbert Read, Heinrich Zimmer, Henri Corbin, Gershom Scholem, Adolf Portmann, Joseph Campbell, Karl Kérenyi, entre otros (Bachino, s/a). Algunos de sus discípulos y colaboradores, fueron Marie Louise von Franz, M.Esther Harding, Aniella Jaffé, Gerhard Adler, Michael Fordham, Jolande Jacobi, Erick Neumann y C.A. Meier, quienes han contribuido al desarrollo y expansión de la psicología analítica por todo el mundo. (Bachino, s/a).

En su madurez sostuvo correspondencia con Pauli, físico cuántico, con quien revisaba la validez de su concepto de unus mundus a la base de la psiquis, comparándolo con el fundamento subyacente en la materia, que develaba la física cuántica, cuya consistencia podría indicar que la energía física y la energía psíquica podían ser entendidas como aspectos de lo mismo (Von Franz, 1982, 212)

“Toda su carrera fue un intento por desarrollar modelos cada vez mejores con los que expresar lo inexpresable” (Robertson, 1998, 171). Algunos de esos modelos fueron la división tripartita de la psique en conciencia, inconsciencia personal e inconsciencia colectiva; los arquetipos de desarrollo –como los denomina Robertson (1998, 172)-; y, el modelo alquímico.
III.            Carl Gustav Jung. Conceptos de su Psicología relacionados con el Inconsciente Colectivo
III.A.       Factores generales en la psicología de Jung
El psicoanálisis se debe al menos a dos prestigiosos médicos: Freud y Jung. El primero, descubridor del inconsciente personal; el segundo, del Inconsciente Colectivo. Su objetivo, hacer concientes los contenidos inconscientes de la psique (Jung, 2004); un proceso de maduración personal que Jung llamó individuación.
a)   Estructura de la psique. Jung (2007, 334) distingue dos tipos de contenidos dentro del material psicológico, los concientes y los inconscientes; éstos podrán ser personales o colectivos. Son personales, cuando su universalidad no les está reconocida y, colectivos, en caso contrario. Igualmente podrá suceder con los contenidos inconscientes: serán personales, si alguna vez estuvieron relativamente concientes y su universalidad, no reconocida; y serán impersonales, cuando sean materiales que no puede demostrarse que alguna vez hayan sido concientes ni siquiera relativamente- (Jung, 2007, 335).
Una parte del proceso de individuación se relaciona con el inconsciente personal; es decir, aquella parte de la psique que contiene experiencias que no pueden ser aceptadas por el Yo en su rol de enfrentar al mundo exterior y sus propias necesidades internas (De Castro, 2006). Esos contenidos, a los que se llama complejos, deben su existencia a la experiencia personal de cada individuo y se van conformando de material psíquico reprimido; son una forma necesaria de organización de la personalidad; una forma de reunir los recuerdos y redirigir la conducta (Young – Eisendrath, 1998). Su calidad es ontogenética.
Según dice Jung (2004, 41) una segunda parte del proceso de individuación, se relaciona con el Inconsciente Colectivo; un estrato más profundo que contiene patrones conductuales que nunca han estado en la conciencia personal y nunca han sido adquiridos por el individuo. Estos contenidos, que Jung (1986, 41) denomina arquetipos, son imágenes generales existentes desde todos los tiempos; descansan en lo común para todos los hombres y son difundidos universalmente. Su calidad es filogenética, heredada y común a la humanidad.
Jung (2007, 200) dirá que los procesos inconscientes contienen los elementos necesarios para la autorregulación de la psique global. A nivel personal, esos elementos –representados por motivos personales- son los responsables del grado de participación conciente individual en el universo objetivo (Jung, 2007, 200). Pensaba que, la razón por la cual los pacientes solicitaban su ayuda profesional era porque sus recursos concientes eran inadecuados; incluso, reflejaban que los intentos de resolución a esos problemas provenían del inconsciente. Esto quedó expresado en una de sus conferencias:
 [Freud] deduce el inconsciente del conciente… Yo lo expresaría al revés: yo diría que lo que primero aparece es evidentemente el inconsciente;… en la primera infancia somos inconscientes, las funciones más importantes de la naturaleza instintiva son inconscientes, y la conciencia es más bien producto del inconsciente (Jung, 1968, 8)
En el trasfondo de su psicología está la idea que “todo inconsciente busca manifestarse, y la personalidad también desea evolucionar de sus condiciones inconscientes y experimentarse a sí misma como una totalidad” (Jung, 1965, 34).  Von Franz (1975, 32) dice que, él pensaba que “los hechos de la naturaleza eran la base de todo conocimiento…. y que la naturaleza no estaba solamente en el exterior, sino también en el interior”.
b) proceso de Individuación. La individuación es un proceso de diferenciación que tiene por meta el desarrollo de la personalidad individual; un proceso que no aísla al individuo de la sociedad, sino por el contrario, lo lleva a establecer una relación colectiva más intensa y universal (Jung, 2007, 175). Individuarse, continuará, es una exigencia psicológica absolutamente indispensable, no sólo para que el individuo exprese su singularidad, sino para que pueda aportar al desarrollo de la sociedad (2007, 336). Se trata de un proceso de autoconocimiento ética y moralmente necesario (Jung, 2007, 155), basado en el supuesto que el hombre es sanable y capaz de individuarse (2007, 128); es decir, de fusionar su personalidad conciente e inconsciente (2002, 163) y alcanzar la totalidad de la psique.
En este proceso, participan los dos estratos psíquicos: el conciente, que nos es conocido, y el inconsciente, que nos es desconocido. Participan, en consecuencia, los centros que conectan al individuo con lo colectivo: el yo, que conecta con lo colectivo conciente y, el si mismo, que conecta con lo colectivo inconsciente. El primero, un complejo; el segundo, un arquetipo.
El alma[12] -psique- para Jung (2004, 141) es un reflejo del mundo y del hombre. Su diversidad es tan amplia, que se la puede mirar y juzgar desde diferentes puntos de vista. Es la imagen que uno se hace del mundo y, el mundo personal, la imagen de la propia alma; porque, cada cual hace su propia imagen del mundo y construye para ese mundo particular un sistema privado. Esto significa que, “la realidad del mundo tiene la dimensión de la conciencia” (Jung, 2004, 344); piensa que “posiblemente hay, en el mundo de la realidad objetiva, tanto desconocimiento como contenidos inconscientes hay en la psique” (2004, 344). “El alma, es la única manifestación directa del mundo...[…]…la condición indispensable para la experiencia… [porque]… lo único directamente experimentable del mundo, son los contenidos de la conciencia…” (Jung, 2004, 141). La forma cómo se organizan esos contenidos del mundo, también, se vincula a las condiciones del entorno personal (Jung, 2004, 154).
Describe la conciencia, como la relación que se da entre un contenido psíquico y el Yo (Jung, 2007, 265) y también, aquella porción de la psique en la que se encuentran los pensamientos, recuerdos y sentimientos (Stein, 2007, 287); “la parte del alma…[…]…limitada a los acontecimientos momentáneos” (Jung, 2004, 154). Su función, es registrar y reconocer el mundo exterior a través de los sentidos e interpretar creativamente el mundo interior para verterlo al exterior[13] (Jung, 2004, 160). Robertson (1998, 184) dirá que todo lo que llega al conciente ha estado antes en el inconsciente, descargado de la energía psíquica suficiente para salir. Contiene todo aquello que es conocido.
La conciencia[14] tiene un punto focal, que es el yo, que porta el autoconocimiento y el sentimiento de identidad personal; “organiza pensamientos, intuiciones, sentimientos y sensaciones” [concientes] (Stevens, 1994, 41). Surge del si mismo en las primeras fases del desarrollo; “percibe significados y evalúa valores” (Stevens, 1994, 42).
La inconsciencia contiene lo desconocido psíquico; todo aquello que se supone que, si llegara a la conciencia, no se diferenciaría en nada de los contenidos psíquicos ya conocidos”; “… […]…lo que se sabe, pero momentáneamente no se piensa;...[…]…lo que en otro tiempo fue conciente, pero se ha olvidado;...[…]…lo que es percibido por los sentidos pero no reparado por la conciencia; ...[…]… lo que se siente, piensa y recuerda, sin saber...[…]…lo que se quiere y se hace sin intención y sin atender…; ...[…]…todo lo futuro que se va preparando dentro de uno y que no llegará a la conciencia hasta más tarde” (Jung, 2004, 186-188).
Algunos contenidos inconscientes se relacionan con la historia personal y otros, con la historia de la humanidad; los últimos, son colectivos (Jung, 2002, 133).
El Inconsciente Colectivo tiene un arquetipo central que se llama si mismo (Jung, 2002, 133), desde el cual  “nacen todas las estructuras psíquicas: la sombra, el yo, la persona, el animus, el anima” (Stevens, 1999, 53). Se trata de una totalidad anímica -y al mismo tiempo un centro que incluye al yo (Jung, 2002, 133)- de orden superior al yo en la que se complementa la psique conciente e inconsciente; una personalidad, que también somos -pero de la que nunca podremos ser enteramente conciente- (Jung, 2007, 200). El sí mismo es el arquetipo de la orientación y el sentido (Stevens, 1999, 53), que se va diferenciando a medida de la individuación (Jung, 2007, 196). Para Jung (1965, 206), es el “hombre interior”, manifestado como sabio y respetable; una imagen de Dios, que posee carácter de resultado y meta conquistada; la meta de la vida (Jung, 2007, 265); un elevado ideal (2007, 250); lo mejor que uno puede hacer (Jung, 2007, 250), convertirse en lo que uno siempre ha sido (Jung, 2002, 39). 
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