El matrimonio de Tobías y la sexualidad: un estudio
psicológico[1]
Cristián Barría Iroumé[2]
RESUMEN
El libro de Tobías del Antiguo Testamento es un relato novelado
que trata de la vida familiar, la muerte y la sexualidad. Hay un caso de
matrimonio vinculado a la muerte: una joven desespera después de haber perdido
sucesivamente siete maridos en la noche de bodas. Dios se apiada y la ayudará a
través de un ángel. Un joven, Tobías, con su virtud la salvará del maleficio.
Este relato ha tenido un profundo impacto en la concepción de la sexualidad y
del matrimonio cristiano en la historia, asociándosele con una actitud de
moderación sexual inicial (las noches de Tobías). Se analiza el relato
utilizando conceptos antropológicos y psicoanalíticos: los ritos de paso; la
curación milagrosa; el temor de la iniciación sexual y la noción de víctima
expiatoria según R. Girard. Es el relato de un pueblo antiguo que elabora
religiosamente sus temores ante la muerte y el sexo. Se encuentran en el texto
elementos de transición desde una concepción mítica y mágica arcaica hasta una
concepción más evolucionada de religiosidad. Se contrasta su visión moralizante
del sexo con la visión más libre y optimista del Cantar.
ABSTRACT
The book of Tobit from the Old Testament is a novelized narrative
that treats of family life, death and sexuality. There is a case of matrimony
linked to death: a young woman becomes desperate after having lost successively
seven husbands on their wedding nights. God has pity on her, and helps her
through an angel. A young man, Tobit, will virtuously save her from the curse.
This story has had a profound impact on the concept of sexuality and of
Christian marriage in history, associating itself with an attitude of initial
sexual moderation (Tobit's nights). This narrative is analyzed in this article
by utilizing anthropological and psychoanalytical concepts: the rites of
passage; the miraculous healing; the fear of sexual initiation and the notion
of the expiatory victim according to R. Girard. It is the story of an ancient
people that elaborates religiously its fears before death and sex. Elements of
transition from a mythical and archaic magical concept to a more evolved
concept of religiosity are found in the text. Its moralizing vision of sex is
contrasted with the freer and more optimistic vision of the Song of Songs.
El libro de Tobías es un texto de gran interés psicológico, pues
desarrolla el tema del vínculo hombre-mujer como también la misteriosa relación
de la sexualidad con la muerte. Apoyándonos en estudios teológicos, lo
estudiamos utilizando conceptos psicoanalíticos y antropológicos. Este libro
parece ocupar en las Escrituras un lugar discutido, no obstante su encanto
literario. Fue admitido en el canon católico tardíamente, estando excluido del
canon judío y de los textos de la Iglesia reformada. Es inseguro su texto[3]. Su
género es especial: "Si el Libro de Tobías tiene, ante todo, un fin
didáctico, nada tiene de extraño que sea un escrito ficticio, una especie de
relato novelado..."[4]. La
versión más influyente ha sido la traducida por Jerónimo, quien realizó la
tarea solo por encargo, pues no lo juzgaba un texto canónico. Lo hizo muy
rápido, en un solo día, a partir de un texto arameo, con la ayuda de un
traductor que primero lo vertía al griego, dictándolo luego él, en latín, a un
copista[5].
SÍNTESIS DEL
LIBRO DE TOBÍAS
Tobit es un hombre piadoso, generoso, que sepulta cuerpos de
judíos abandonados por enemigos de Israel, labor en la que arriesga su vida. Al
ser sorprendido, debe huir. Por intercesión de un sobrino, alto funcionarios
del gobierno adversario, es perdonado. Está pobre, ha quedado ciego por haberle
caído estiércol de pájaros en los ojos. Incomprendido por su mujer, desea la
muerte. Al mismo tiempo, en una región lejana, un pariente, Ragüel, también
tiene problemas. Su única hija, Sara, está desesperada: se ha casado siete
veces pero los esposos mueren en la noche de bodas por culpa de un demonio.
Dios escucha las plegarias de estas dos familias, decidiendo aliviarlas por
medio de un mensajero, Rafael. Tobit, sintiendo cercana su muerte, envía a su
hijo Tobías a cobrar un dinero en depósito. Parte con la mitad del recibo, como
prueba. Viaja acompañado del que cree un familiar (el ángel). Durante el viaje,
yendo Tobías a un río a lavarse, esta a punto de que un pez le hiera, pero se
retira a tiempo. Rafael le indica que lo capture, dé muerte y guarde tres
vísceras, las que servirán como remedios, usando el resto de comida. Rafael
siembra en Tobías la idea de casarse con Sara, para cumplir el precepto de
tomar por esposa a una mujer de su clan: "La muchacha es prudente,
valerosa y muy bella y su padre la ama...", "Cuando Tobías oyó las
razones de Rafael y que era hermana suya, del linaje de su padre, se enamoró de
tal modo que se le apegó el corazón a ella"(6, 12.19). (Se citará la
Biblia de Jerusalén, a menos que se señale). Tobías sin embargo teme morir,
pues ha escuchado de la suerte de los esposos; Rafael le promete su ayuda y lo
instruye.
Al llegar donde Ragüel, Tobías pide a Sara por esposa, quien se la
concede, acordándose el enlace. Ragüel los agasaja. Se prepara una habitación y
un lecho para la pareja, con ánimo algo fúnebre. Al entrar en la cámara
nupcial, Tobías sigue las instrucciones del ángel y pone el hígado y el corazón
del pez en el fuego de los perfumes. Con el humo, el demonio huye, siendo
capturado lejos y encadenado. Los esposos oran juntos, pidiendo protección a
Dios. Mientras tanto, en el patio, el padre hacía cavar una fosa, por si el
novio moría, para ocultar el hecho. Finalmente, una criada se asoma con luz, y
los ve dormidos y vivos. Se tapa la fosa. Al día siguiente hay fiesta y
banquetes. Ragüel regala a Tobías la mitad de sus bienes. Rafael es enviado a
cobrar el dinero adeudado y lo trae. Al fin Tobías vuelve a casa, su madre
lloraba por la tardanza, creyéndolo muerto. Al verlo aparecer, ahora puede
morir, pues lo ha visto. Tobías cura los ojos de su padre, untándolos con la
hiel del pez y soplando[6].
Felices, quieren pagarle a Rafael: el ángel se les revela.
Von Rad ve en el libro de Tobías "manifestaciones de una
ingenua religiosidad"[7]. Hay
pasajes didácticos evidentes: valores como la limosna, el respeto al precepto
de dar sepultura a los muertos y la importancia de la familia. En un segundo
nivel de lectura, encontramos una riqueza simbólica sutil, encerrada en sucesos
y contenidos, que no se dejan captar tan fácilmente, lo que sugiere varios
niveles de comprensión y quizá más de una pluma en su composición. El centro
del relato es el viaje de Tobías para cumplir el encargo paterno, corriendo
serios peligros, dándoselo por muerto ante la tardanza, volviendo felizmente
casado, airoso de duras pruebas y con riquezas recibidas por sus aciertos y
obediencia a Dios. El libro desarrolla consideraciones sobre el matrimonio que
serán el foco de nuestro análisis.
PRUEBAS
INICIALES: LA MUERTE Y EL PEZ
Sorprende la fuerte presencia de la muerte. Se da una curiosa
simetría entre los futuros consuegros, a este respecto: ambos son, en cierto
modo, enterradores. Tobit sepultaba cuerpos de judíos, víctimas del poder
enemigo. Ragüel entierra a los hombres que mueren al casarse con su hija. El
episodio matrimonial viene a continuación de un relato centrado en el deber de
dar entierro a los muertos. Esta secuencia no puede ser casual, sino que debe
resultar de una necesidad interna del asunto, expresándose luego en la
composición literaria. Al tema de los muertos, le sigue el tema del matrimonio.
A la muerte le sigue la vida (la formación de una familia), aunque una vida
amenazada. A los ojos modernos esto puede extrañar, parecer forzado o meramente
literario. Sin embargo, en la antigüedad la sexualidad conectaba más
espontáneamente que ahora con el misterio de la vida y la muerte. Para los
pueblos arcaicos, la fecundidad -y la protección de la pareja- era una
necesidad de sobrevivencia. El promedio de edad era muy bajo. El parto y el nacimiento,
lógicas consecuencias de la vida sexual, muchas veces acarreaba muertes de
madres y/o hijos. Por lo demás, universalmente, la pasión sexual
enigmáticamente es capaz de desencadenar la violencia entre las personas,
tantas veces.
¿Será forzado sugerir que el drama principal (sexual) está
insinuado figuradamente, en forma preliminar, en el episodio del lavado de pies
en el río? "Bajó el muchacho al río a lavarse los pies, cuando salió del
agua un gran pez que quería devorar el pie del muchacho. Este gritó pero el
ángel le dijo "¡agarra el pez y tenlo bien sujeto!" El muchacho se
apoderó del pez y lo arrastró a tierra. El ángel añadió "abre el
pez..." (6, 3-4). Es raro ser mordido por un pez en un río. ¿O ese pez
estará emparentado con algún legendario monstruo acuático?[8]. Un
órgano -el pie- está en riesgo de ser absorbido por otro cuerpo y destruido. El
ángel lo protege. Tobías se salva a tiempo, captura al animal y lo transforma
en cosas útiles: alimento y remedios. La lucha cuerpo a cuerpo con el pez puede
ser considerada, desde un punto de vista psicológico, como una figuración
fabulosa de otro abrazo corporal, el sexual, próximo en el tiempo. Se
escenifica aquí, como en un mal sueño, el temor masculino al cuerpo y los
genitales femeninos, vistas como potencialmente agresivas. El contacto sexual,
en que es preciso que un órgano penetre en un cuerpo ajeno, puede ser
fantaseada por el hombre como una situación de peligro: de ser comido o
devorado, ser enterrado, ser absorbido. La idea de la transformación de la
amante en monstruo es del imaginario universal. L.A. Schokel cita un verso de
la Patrística: "La esposa se ha vuelto fiera y ha devorado al esposo".[9] Leemos
en el psicoanalista Fenichel: "La experiencia analítica demuestra que el
miedo de ser comido encubre a menudo una angustia de castración oculta y más
profunda. Esto no debe tomarse como una objeción al carácter arcaico de este
miedo... Sin embargo, la incorporación destruye objetivamente el objeto. Este
hecho confiere a todos los fines de incorporación un carácter "ambivalente"[10].
Conocemos episodios en la Biblia, en que "el pie"
aparece asociado simbólicamente a un suceso de orden sexual y vinculado a lo
jurídico. La ley del Levirato obliga a que al enviudar una mujer sin haber
tenido hijos, sea desposada por el familiar más cercano del muerto,
habitualmente el hermano. Si ese hombre no cumple su obligación de casarse con
la viuda, se prescribe un rito de castigo: la mujer lo debe escupir y luego
sacarle una sandalia y pronunciar ciertas palabras acusatorias, todo frente los
ancianos de la aldea. En adelante, la casa de ese hombre será llamada
"casa del descalzado". (Dt, 25, 5-10) Vemos como en el levirato, el
pie y la sandalia adquieren así un significado jurídico y ¿sutilmente sexual?
Si se hubieran casado, como era debido, el pie (elemento masculino) y la
sandalia (elemento femenino) seguirían unidos. El rechazo al enlace prescrito
es castigado por la separación ritual de dos "partes" que normalmente
van juntas y también por el apelativo humillante. En todo tiempo en la
imaginación popular dos partes que encajan y "calzan", son asociadas
espontáneamente a "macho y hembra", olvidándose habitualmente su
connotación sexual inicial, la que resultaría algo incomoda[11]. Schökel
hace un interesante análisis teológico del significado esponsal de la sandalia
en la Biblia. Al parecer no se pregunta el motivo por el cual el calzado parece
prestarse a este añadido simbólico (¿por obvio?). Nosotros lo vemos en su
función: ser llenada por el pie (elemento fálico)[12]. Por
otra parte, sobre el simbolismo de los pies, en otra situación bíblica, el rey
David, después que ha dejado encinta en forma adúltera a Betsabé, intenta
encubrir su falta empujando al marido legítimo, Urías, a unirse a su mujer. Lo
hace traer de la guerra y lo envía a su casa: "Baja a tu casa y lava tus
pies" (2 Sam 11, 9). Urías rechaza romper la ley de continencia propia del
soldado movilizado pero David insiste y lo tienta; Urías lo enfrenta: "los
siervos de mi señor acampan en el suelo ¿y voy a entrar yo en mi casa para
comer, beber y acostarme con mi mujer?" (11, 11). Creemos ver indicios de
un simbolismo íntimo del pie (como sucede hoy entre nosotros con otras partes
del cuerpo, como en el "pedir la mano").
EL MATRIMONIO
COMO RITO DE INICIACIÓN Y DE PASO
La agresión que lleva a la muerte sucesiva de los novios aparece
personificada y desplazada a un espíritu malo, presuntamente enamorado de Sara
y celoso de los maridos. Es una figura sobrenatural y en cierto modo
"masculina" (pues ama a una mujer). El demonio actúa como un amante
feroz y al mismo tiempo, débil. Su forma de relacionarse con la mujer es solo
indirecta y negativa: le impide el contacto masculino real. Psicológicamente
puede describirse su situación como de "impotencia": no la toca, no
la puede poseer, no obstante amarla. (¿Acaso se esboza aquí una separación, si
bien incompleta, entre el plano de los seres superiores y el de los seres
humanos?). Los novios serían, desde un punto de vista psicológico, sus
"rivales". Sabemos que el número siete significa totalidad. Enviudar
de siete maridos es enviudar de "todo" marido: es el fracaso completo
en el desposarse. De ahí la desesperanza de Sara: teme quedar sola y sin hijos.
Tobías, si bien ocupará cronológicamente el lugar octavo, será en cierto modo
"el primero": él inaugura una oportunidad inédita para Sara. Como si
la vieja masculinidad hubiera fracasado, es el turno de una "nueva"
masculinidad, representada por Tobías[13].
El "fuego" del amor está completamente ausente (¿está
desplazado hacia el fuego del sahumerio?). Destacan, en cambio, la virtud de lo
razonable y el respeto con el clan. "No es el eros el que caracteriza el
amor de Tobías por Sara, sino que desde el principio este amor viene confirmado
y convalidado por el ethos, es decir la voluntad y la elección de los
valores"[14].
Ahora bien, el matrimonio, en forma análoga a otros actos sociales en momentos
fuertes de la vida, como el nacimiento y la llegada a la adolescencia, es un
rito de paso. El paso a una forma de vida distinta es percibido universalmente
como fuente de ansiedad y peligros, que en este relato están llevados al
máximo. Esos momentos de la vida son pasos felices y a la vez tremendos y todas
las culturas los rodean de variadas precauciones y rituales. El relato del
matrimonio de Tobías puede ser visto como una versión de un rito de pasaje. En
este caso parece pagarse el precio de una deserotización. Los novios se
levantan y oran: "Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con
recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra
ancianidad" (8, 7). Aquí, la continencia en el sexo y su transformación en
plegaria, permitiría proteger de los peligros del inicio de la vida sexual
regular en una pareja. Fenichel describe el sentido de estos ritos: "Los
ritos de iniciación de los pueblos primitivos (y otros menos primitivos)
combinan siempre una experiencia atemorizante con una autorización solemnemente
otorgada. El significado es el siguiente: "Ahora podéis disfrutar del
privilegio de ser adulto y de participar en nuestra sociedad, pero no olvidéis
que solo podrán hacer esto mientras prestéis obediencia a nuestras leyes; y los
dolores que os infligimos deberán haceros recordar que os haremos objeto de
dolores mucho mayores en caso de desobediencia"[15].
Solo una técnica milagrosa, junto a una guía espiritual aportada
por alguien externo al drama familiar, logrará salvar al pretendiente y a la
novia, en el trance final. Ahora bien, en este relato el encuentro con la mujer
puede ser visto como un desafío masculino, una prueba de iniciación para la
vida adulta, impuesto por la cultura. Rafael guía a Tobías a hacerse un hombre
adulto y a sobrevivir en el intento. Tobías sin su guardián sería como un niño
indefenso. Las mujeres en el relato aparecen más bien pasivas. La madre de
Tobías llora, teme su muerte. Sara es víctima, piensa en la fuga de la muerte.
Solo mujeres subordinadas son activas: la esclava culpa a la mujer y se atreve
a nombrar el placer sexual, agresivamente. Una sirvienta se animará a mirar la
escena nupcial con una luz. En vez de luz funeraria, será "maternal":
duermen como niños. Si bien el tema central es el matrimonio, el relato, al
hablar de la pareja, es extremadamente sobrio, lo que resulta contrastante con
la riqueza de detalles en otros respectos. Lo sensual es aludido solo
negativamente, por la boca de una figura desvalorizada: una esclava insulta a
Sara, culpándola de su desgracia: "¡eres tú la que mata a tus maridos! Ya
has tenido siete y ni uno siquiera has disfrutado" (3, 8). Los hombres mueren
sucesivamente al acercarse a la mujer. Por su parte, Sara, al quedar aislada
del hombre, desea a su vez, morir. Tanto el hombre como la mujer, al fracasar
la unión, quedan como destinados a la muerte. Ese día Sara planea morir,
significativamente, en la habitación de su padre. Al ser insultada "se
echó a llorar y subió a la habitación de su padre con intención de
ahorcarse" (3, 10). Ella es una novia fatal[16]. Se
presenta una polaridad trágica femenino/masculina. Pero habrá esperanza
Desde un punto de vista psicológico, puede verse en este texto una
escenificación del temor masculino a la femineidad. Unión anhelada y al mismo
tiempo misteriosa, que encierra en último término un temor a la muerte. La
agresión queda aquí desplazada hacia un agente externo, lo que permite que la
mujer quede como excusada. Tobías dice: "ya ha sido dada a siete maridos y
que todos han muerto la noche de bodas; que cuando entraban en ella,
morían" (6, 14). En el escenario de la alcoba, se enfrentan dos
"rivales masculinos": el novio y el demonio. Es urgente romper la
barrera maléfica que se opone al contacto nupcial hombre-mujer, es necesario
triunfar contra las fuerzas que quieren mantenerlos separados y ofrecidos a la
muerte.
M. Eliade describe los rasgos típicos de los ritos de iniciación.
Seleccionamos algunos pertinentes para el Libro de Tobías: "el neófito
imita un comportamiento sobrehumano, divino" (Tobías más que imitar,
obedece); "el hombre religioso se quiere otro de cómo se encuentra que es
en el nivel "natural" (según las palabras del ángel de la Vulgata, no
ser como los sin Dios). "En otras partes se cree que el neófito se lo
traga un monstruo: en el vientre del monstruo reina la noche" (hay un pez
devorador; una fosa oscura quiere "tragarlo"; las tinieblas están
aquí desplazadas al padre: ceguera). "En ciertos pueblos se entierra a los
candidatos o se les acuesta en tumbas recién cavadas" (la tumba en el
patio). "Estos sufrimientos corresponden a la situación del que ha sido
devorado por el demon-fiera, despedazado en la garganta del monstruo iniciático
y digerido en su vientre" (siete ya perecieron). "El iniciado no es
solo un "recién nacido" o un "resucitado": es un hombre que
sabe" (Tobías vuelve del borde de la muerte y realiza proezas)[17].
Basta mirar en sucesión los títulos del libro bíblico, para ver los jalones de
una odisea: El Deportado, El Ciego, El Compañero, El Pez, La Tumba, La
Curación, Rafael (El Mensajero), Sión. Los temas míticos tradicionales,
elaborados literariamente, se revelan aquí. Tobías, el "iniciado", ha
dejado atrás lo "viejo" y nace a lo nuevo; es un adulto; tiene
conocimiento y saber (tiene fe; conoce mujer; sana al padre) y será capaz de
cuidar su familia y su casa.
En la cámara nupcial los esposos se juegan la vida. La muerte roza
a los novios, sublimada en el remedio: los órganos vitales de una presa arden
en el fuego, lo que evoca un sacrificio, si bien estilizado. El humo aleja el
peligro y salva[18]. En
nuestra opinión, se ha tendido llamativamente a ignorar o pasar demasiado
rápidamente sobre esta parte del texto: el recurso mágico o milagroso. Tal vez
a la sensibilidad moderna solo le hace pleno sentido el recurso espiritual de
la oración, hoy vivo. En cambio la magia de un pueblo sencillo de hace más de
dos milenios, ha perdido vigencia para nosotros y parece haberse vuelto
invisible, tal vez por su difícil interpretación. Sin embargo, el respeto al
texto exige considerarla, desafiándonos a descifrar su posible sentido, sin
apartar esa parte incómoda del texto, esa "mitad". ¿Qué puede decirnos
hoy una conducta mágica de antaño? Esa cultura es tan respetable como la
nuestra. Ese sahumerio ¿qué le diría a un hombre de esa época? Tal vez el
sentido de esa conducta en esa época, pueda iluminarnos hoy, aunque ya nos diga
poco la técnica mágica misma. Leemos en Von Rad: "en Israel la medicina
fue desligándose poco a poco de los vínculos que la unían al ámbito de lo
sagrado". Era preciso "renunciar a unas creencias ancestrales que
atribuían un poder especial a la fuerzas demoníacas"; en su opinión, el
Libro de Tobías es una excepción en esta tendencia evolutiva. "Su primer
relato de una curación muestra claramente los estrechos vínculos que aún
existían, en época tan posterior, entre la medicina y el exorcismo"[19]. El
fuego tiene un sentido de purificación ritual. Además del gesto clásico del
lavado Ricoeur nombra otros movimientos de limpieza semejantes: "signos
parciales, sucedáneos y abreviados, como quemar, alejar, expulsar, lanzar,
escupir, cubrir, enterrar. Cada uno de estos gestos delimita un espacio ceremonial".
El hombre arcaico adivina una contaminación misteriosa en la sexualidad, que
debe ser alejada[20].
ANGELES Y
DEMONIOS
El impulso sexual parece ser una fuerza poderosa y potencialmente
mortal. Tobías tendrá éxito ayudado por Dios, a través de un mensajero, donde
otros hombres fallaron. Una parte de la tarea es del hombre; la otra, es
aportada por la guía sobrenatural. Los personajes humanos aparecen necesitados
y débiles, frente a la iniciativa y creatividad del personaje sobrenatural,
Rafael, quien aparece como el verdadero eje y conductor de la trama. Asmodeo,
espíritu hipersexualizado, violento, celoso aunque débil ante una humana, es
finalmente derrotado por la guía de un Rafael, espíritu desexualizado, generoso
y protector. Los hombres piadosos y dóciles, como Tobit y su hijo, son
bendecidos. Este texto puede ser considerado como una forma cultural de enfocar
y tratar el sexo y el matrimonio.
La interpretación dominante del rol del demonio en el Tobías, lo
ve subordinado al plan superior de Dios[21].
Sara estaría destinada a casarse con un miembro del clan, y este sería Tobías.
Los novios muertos habrían sido, entonces, hombres que no cumplían cabalmente
las reglas matrimoniales[22].
("Asmodeo", nombre persa: "el que hace perecer"). El
demonio contribuyó a la postre con el plan divino, al conservar a Sara
disponible para Tobías. Sin embargo, en esta interpretación ¿cómo se explica
que solo los novios hayan muerto? Desde nuestra óptica moral moderna, habría
probablemente culpa también en el padre, por concertar matrimonios no conformes
a la costumbre. Un indicio indirecto de una posible responsabilidad del padre
podría insinuarse en el plan de ocultamiento del cuerpo del que se prevé como
difunto novio, actuación más propia de un cómplice que de una víctima. Ahora
bien, sabemos que en el Antiguo Testamento se va interiorizando gradualmente la
noción de una culpa personal, en un aprendizaje que madura finalmente en el
Nuevo Testamento. En los comienzos arcaicos había faltas que se concebían como
objetivas, al transgredirse una ley incluso inadvertidamente, vale decir sin
intención de hacer el mal, pero igual eran merecedoras de castigo, para esa
moral antigua. Eran las etapas iniciales del desarrollo de una conciencia
religiosa. Para aquella época, parecía ser secundaria una hipotética falla
moral del padre, pues otra cosa será la importante en esta historia.
Ocurre que los novios morían en el lecho ("al entrar en
ella"). Esta tragedia nos evoca la muerte "por contacto" con un
objeto prohibido, tan común en pueblos originarios. En casos semejantes, los
antropólogos usan el concepto de "tabú". En culturas arcaicas, se ha
considerado que ciertos objetos o personas (jefes, sacerdotes, objetos
sagrados) estarían revestidos de una espacie de energía vinculada precisamente
a lo sagrado. De este modo, el transgresor sería castigado, notablemente, por
unas fuerza liberadas en el mismo acto prohibido, por así decir, sin necesidad
de un castigo ulterior. La falta por sí misma provocaría un daño al imprudente,
como si despertara un espectro vengador. Podríamos considerar a Sara, entonces,
como una mujer mortal (y por tanto "tabú") para los hombres
exteriores al clan o transgresores, según se va descubriendo en el relato[23].
Solo un miembro permitido podrá acercársele sin riesgos.
La historia de un demonio enamorado de una joven evoca un episodio
bíblico anterior, del Génesis, en el cual unos seres sobrenaturales se
relacionaron con mujeres. De dicho episodio leemos en J. Luis Segundo:
"Para el Yahvista, la historia de Noé... comienza con la narración de un
pecado mítico: las relaciones sexuales que tienen seres divinos con mujeres
humanas (6, 15)". Este pecado habría sido una "profanación",
pues como escribe Von Rad, "derribaba el muro que separaba al hombre de
seres divinos". Para el pensamiento religioso de esa etapa histórica,
"el hecho de que una persona o cosa traspasara la barrera que separa lo profano
de lo sagrado tiene un efecto fatal, cuasi físico. Algo así como entrar en
contacto con una corriente eléctrica de alto voltaje... El resultado es tan
ciego a la moralidad del acto como en el caso de la electricidad".
Enseguida, Segundo ilustra esta antigua concepción mítica de la transgresión,
con el dramático suceso de la muerte de Uzzá en la Biblia: "al llegar a la
era de Nakon, extendió Uzzá la mano hacia el arca de Dios y la sujetó, porque
los bueyes amenazaban volcarla... Allí mismo lo hirió Dios por este
atrevimiento y murió allí" (Sam 6, 6-9)[24].
Para la religiosidad arcaica, lo sagrado (tanto bueno como malo) poseía un
poder temible. Lo sagrado debe ser tratado con el respeto debido. Un gesto
familiar y profano, sin el cuidado ritual necesario puede resultar fatal. En el
caso de Sara, vemos la intervención de fuerzas superiores, percibidas como
malas, que dañaban a los hombres que la desposaban sin cumplir las reglas. La
figura de Sara aparece, en la práctica, investida de una cualidad sagrada, arcaica,
que la tiene como cautiva[25]. J.
L. Segundo nos advierte no cuestionar apresuradamente esta concepción mítica
del pecado como tabú, presente en los episodios arcaicos de la Biblia. El la
considera una etapa necesaria, si bien transitoria, en el progreso de una
pedagogía religiosa. "Es cierto que la primera etapa es casi totalmente
exterior, pero esto es la ley inevitable de toda educación del hombre: penetrar
poco a poco en su interior a través de lo sensible"[26].
Más tarde, en el Nuevo Testamento, se observa una concepción del
demonio más íntimamente vinculada a las personas. Este solía habitar en las
personas y su presencia se asociaba muchas veces a la enfermedad. La curación
milagrosa lo expulsaba y traía la curación: "le fue presentado un endemoniado
mudo y ciego. Y le curó, de suerte que el mudo hablaba y veía" (Mt 12,
22). Volviendo al Tobías y ensayando otra interpretación, ¿no podría verse a
Sara como poseída?, ¿sería muy forzado pensar que una mujer endemoniada pueda
dañar a sus maridos? Es, no obstante, lo que afirmaba la esclava. Sin embargo,
sería desafortunado mostrar una novia poseída en una historia edificante. La
historia es más atractiva con una Sara víctima y un demonio que solo habita en
la alcoba, o tal resultaba la concepción más apropiada a la época. La posible
peligrosidad femenina queda solo discretamente insinuada en el miedo de Tobías
y en el clima del relato. En una ficción, las resonancias despertadas pueden
ser tan importantes como el material explícito.
¿De dónde esta antigua y porfiada insistencia en acudir a una
explicación sobrenatural para el mal, culpando al demonio (o bien, a un castigo
divino)? Esta parece ser, de modo general, la experiencia subjetiva del mal, de
suyo enigmática, de tal modo que el hombre suele experimentar el mal como
viniendo "desde fuera" de él mismo. Ricoeur: "cuando la tragedia
nos muestra al héroe cegado por un poder demoniaco, nos descubre a través de la
acción... la cara endemoniada de la experiencia humana del mal, haciendo palpable...
la situación del hombre malo, el cual jamás puede ser malo más que en segundo
término, es decir "después" y a remolque del "Adversario"[27].
Esta necesidad de personificar el mal es universal, pues el hombre no se vive
como la fuente del mal, sino como el continuador de una maldad inicial de
"otro". Continúa: "el tema del Maligno no pasa de ser nunca más
que una figura límite con el que se designa ese mal que yo no hago más que
continuar en el mismo acto con que lo comienzo y lo introduzco en el mundo: esa
constante preexistencia del mal es el aspecto "ajeno" de ese mal, del
que, sin embargo soy yo responsable... no sabemos quién es Satanás, ni qué es,
ni siquiera si es alguien"[28].
Esta misteriosa presencia del mal vivida por el hombre como "ya allí"
incluso antes de la acción humana, alimenta el resurgimiento perpetuo de la
idea de una fuente personal del mal, ajena y como anterior al hombre[29]. Al
hacer el mal, el hombre siente que "cede" ante "algo".
Lamentablemente, por demasiados siglos, los demonios obsesionaron
la mente del hombre religioso. Particularmente en la Edad Media, en que los
demonios populares de una época arcaica seguían demasiado vivos y la teología
atormentaba la sexualidad cristiana citando al Tobías[30]. En
el pensamiento moderno, las dimensiones morales permanecen, pero han sido ya
interiorizadas. Los demonios quizá más simples de la vida arcaica, parecen no
haberse disipado completamente de la realidad siempre enigmática del sexo, pero
han cambiado de forma. El demonio visto como real ayer, hoy se ha transformado
en imagen simbólica. En palabras de Ricoeur: "La cultura del placer es
interpelada por la ternura y puede siempre volverse contra ella: es la
serpiente que la ternura nutre en su seno... el demonismo del Eros es la doble
posibilidad del erotismo y de la ternura"[31].
Consideramos que una explicación psicológica o antropológica no se
opone ni excluye a la religiosa, pues se trata de planos diferentes. Por el
contrario, el avance en la comprensión en uno puede iluminar los otros, fecundándose
una comprensión más integral del punto estudiado, respetándose la dimensión
religiosa, que para el creyente, vive siempre en lo humano, otorgándole un
sentido trascendente.
VERSIONES
DIFERENTES DEL SEXO, ¿ACEPTACIÓN O CONDENA?
La versión de la Biblia de Jerusalén, excluye ciertos fragmentos
de la Vulgata, si bien consignándolos al pie de página. En la versión de La
Biblia de Jerusalén percibimos una actitud prudente con el sexo, de moderación
y, aparentemente, de continencia inicial. No encontramos en esa versión una
condena de la actividad sexual misma. El ángel aconseja a Tobías orar
"antes" de la intimidad ("cuando vayas a entrar en ella
levántate primero..."). Esta prioridad en el tiempo parece no excluir la
posibilidad del sexo después, aunque no se lo consigne expresamente[32].
Cabría entonces aceptar que los novios pueden haber tenido sexo ya el primer
día[33]. En
la oración de Tobías se cita el Génesis, texto que sabemos afirma la bondad y
dignidad de la fuerza de atracción de los sexos, incluyendo la dimensión
física. Se incluye en la plegaria una condena de la lujuria ("tomo... no
por deseo impuro sino con recta intención"), pronunciada en el contexto de
un ruego ante el peligro de muerte, al entrar en contacto con las fuerzas
misteriosas del sexo. Encontramos entonces, en esta versión revisada, un
reconocimiento de la dignidad de la unión del hombre con la mujer junto a una
actitud de apertura de los novios al plan divino, antes que a las necesidades o
deseos inmediatos y egoístas. Es decir, moderación y fe religiosa en una
versión que podemos considerar tolerante, desde un punto de vista psicológico.
Ahora bien, muy diferente es la versión de la Vulgata, de
Jerónimo, duramente condenatoria del sexo. Ella predominó por siglos en la
lectura católica, teniendo amplio eco en la cultura occidental y en especial,
medieval. En esta versión, el ángel dice a Tobías: "te mostraré contra
quienes puede prevalecer el demonio. Son aquellos que abrazan el matrimonio de
tal modo que excluyen a Dios de sí y de su mente y se entregan a su pasión como
el caballo y el mulo: que carecen de entendimiento: sobre estos tiene potestad
el demonio". Luego continúa: "cuando tú la tomes por mujer y entras
en el aposento, no te acerques a ella en tres días..." pasado la tercera
noche recibirás a la doncella en el temor del Señor, guiado más del deseo de
tener hijos que de la pasión" (6, 6-22, citas de La Vulgata a pie de
página B. de J:). Este es el origen de "las tres noches de Tobías"
vigentes hasta hace poco tiempo para muchos católicos. Aquí se liga el mal al
deseo sexual apasionado, descrito semejante a lo animal[34].
Esta suspensión del sexo una noche (o tres) se hizo famosa en la Edad Media,
como recomendación a los novios, para formarlos en la moderación y la castidad,
por así decir desde el comienzo. También se señala la prole como el motivo
bueno para el sexo, lo que por siglos ha primado en la cristiandad. Se ha visto
estos fragmentos como posibles añadidos de Jerónimo que podrían expresar sus propias
tendencias ascéticas[35]. ¿Cuántos
años necesitaremos para superar textos que han moldeado tanto nuestra
sensibilidad?
Schillebeeckx, en su estudio del matrimonio, reconoce que en
varias versiones de la historia faltan las noches de Tobías. Este autor, al
aceptar las versiones que las incluyen, reconoce su importancia en la vida de
la iglesia. "Aun hoy día existen parejas que se dominan por un motivo
religioso". Este inicio lento de la vida sexual lo vincula a la necesidad
humana de facilitar el cambio de etapa de vida, lo que concuerda con el rol de
rito de iniciación antropológico que sugeríamos. En la institución de "las
noches de Tobías" Schillebeeckx ve "una nota de respeto mutuo: no
ciertamente por puritanismo, sino por un cuidado profundo de no herir el pudor
femenino y el temor del comienzo, el marido conduce poco a poco -esta
progresión puede durar días, a veces más tiempo aun- a su mujer hacia la unión
conyugal propiamente dicha, como si temiera que esta primera noche de bodas
engendrara un desacuerdo futuro, un fracaso en la vida conyugal quedando en la
mujer un rencor no expresado contra un marido demasiado apresurado, indelicado
y quizá egoísta. En este sentido `las noches de Tobías' podrían ser un signo
saludable para nuestro tiempo"[36].
Schillebeeckx ve la posibilidad de un aprendizaje cariñoso de la sexualidad en
las "noches de Tobías", en una lectura comprensiva. En su lectura,
busca proteger a la mujer de una posible iniciación brusca y traumática. Sin
embargo, en la versión atribuida a Jerónimo, subsisten las expresiones duras y
una visión pesimista y desconfiada del sexo, percibiéndolo
"contaminado" de animalidad (¿del texto original o de Jerónimo?). Es
evidente que esta visión ha culpabilizado y dañado psicológicamente a las
personas.
Más modernamente, Freud recuerda el ancestral "temor
fundamental a la mujer. Este temor se basa quizá en que la mujer es muy
diferente del hombre, mostrándose siempre incomprensible, enigmática, singular,
y por todo ello, enemiga. El hombre teme ser debilitado por la mujer,
contagiarse de su feminidad y mostrarse luego incapaz de hazañas viriles"[37].
Freud señala el temor a la difusión de la identidad, a la pérdida de las
diferencias, al "contagio" femenino que pueda invadir lo masculino.
En su ensayo, Freud estudia la iniciación sexual de la mujer, y las grandes
precauciones adoptadas por diversas culturas arcaicas con el fin de evitar un
posible resentimiento femenino que pudiera despertar en ese momento. Se busca
así prevenir un posible daño futuro que pudiera afectar al marido. Menciona también
"las noches de Tobías", citando autores que sugieren que la
continencia inicial podría representar una especie de cesión simbólica del
primer acceso a la mujer en beneficio de la autoridad sagrada. En culturas
primitivas y paganas se solía encargar del desfloramiento femenino a diferentes
personajes poderosos (un extranjero, un anciano, un jefe), con el objeto de
librar al marido de los peligros envueltos en el inicio de la enigmática vida
sexual[38]. En
las culturas arcaicas, se buscaba entonces proteger al hombre más que a la
mujer, pues ella era vista como una fuente de peligro.
Por otra parte, la prescripción arcaica de postergar "tres
días" la vida sexual, llamativamente nos recuerda una prescripción
semejante que se da modernamente, en un contexto médico o psicológico, si bien
no del todo diferente. Hoy día, en ciertas terapias sexuales, se indica a los
esposos consultantes, en el caso de ciertos diagnósticos, una temporal
suspensión de las relaciones sexuales[39]. Los
angustiados esposos llegan temerosos del contacto sexual, debido a la
disfunción por la cual acuden. Ellos acogen con sorpresa inicial esta
indicación, la que muy pronto los tranquiliza y, con la guía de la terapia, el
período de abstinencia les permite explorar otras formas de comunicación física
que enriquezcan su relación, previamente a conseguir la intimidad sexual
completa, meta a la cual se les permitirá llegar solo más adelante, una vez
alcanzados los objetivos preliminares. Es decir, hoy día, para ayudar a tener
una mejor vida sexual a parejas que sufren en su vida íntima, se les suspenden
las relaciones por algún tiempo. En este tratamiento desde luego se valoriza el
sexo, y se trata solo de una tarea temporal, un elemento dentro de otros en la
terapia. Ahora bien, si pudiéramos decirlo, el matrimonio de Tobías, ¿se habría
tratado de un caso "normal" o más bien uno de sufrimiento conyugal y
de "enfermedad"? La comprensión religiosa tradicional parece haberse
centrado, tal vez demasiado apresuradamente, en el "final feliz" del
Tobías, pasando rápidamente por los componentes violentos de este relato, quizá
vistos como residuos algo abstrusos o folclóricos[40].
¿TOBÍAS VERSUS
EL CANTAR?
El relato de Tobías (tanto en la versión moderada como en la
versión condenatoria del sexo de la Vulgata) parece estar en las antípodas de
un texto como El Cantar de los Cantares, en el cual se exalta el amor humano y
la sensualidad, hasta límites de un lirismo sublime: "La obra, que quizá
está vinculada a una fiesta de bodas no trata tanto del amor conyugal como
sobre la belleza física y el amor sensual de dos jóvenes"[41]. La
historia de Tobías tiene un final feliz, al precio de una moderación sexual
inicial. La vida de una pareja que comienza con buenos auspicios, en la
apacible vida posterior crecerá probablemente en el afecto y el amor, pudiendo
surgir en el futuro también el amor sexual. "Puesto que el casamiento se
determinaba no raramente por el padre, el amor aparece con frecuencia solo
después de la boda", leemos en Wolff[42].
Pero propiamente el amor no está contado en la historia de Tobías, la que se
limita al vencimiento de los obstáculos iniciales. Que este texto
"calla" la dimensión sensual del sexo y del matrimonio surge en el
contexto más amplio de los demás relatos en la Biblia. En otros textos, se afirma
con énfasis que el amor humano y conyugal, incluyendo su dimensión sensual, es
bueno y querido por Dios, siendo el Cantar el más audaz, pero no el único. Cada
texto o autor sagrado parecen hacer foco sobre unos aspectos de la experiencia
humana y religiosa, quedando desatendidos otros. En cierto sentido, la
enseñanza del libro de Tobías es limitar el rol de la pasión amorosa[43]. En
cambio, la del Cantar, sería la de desplegarla maravillosamente. Cada texto
aporta ciertas pinceladas a la gran composición de la Escritura.
Lo propio de los libros sapienciales a los que pertenece el Tobías
es la moderación, según Schillebeeckx: "En el conjunto del Antiguo
Testamento el Cantar destaca a causa de su estructura literaria y de su
concepción del amor sensual... Por el contrario, el humanismo de la literatura
sapiencial no hablará sino con reservas sobre la belleza corporal. Lo hará
siempre moralizando..." Continúa: "el cantar describe las delicias
del amor humano y la fresca alegría que lo rodea... El Cantar constituye un
contrapeso saludable a todas las otras corrientes del Antiguo Testamento que
consideran el matrimonio casi exclusivamente, como el medio de perpetuar el
clan y el pueblo"[44]. Los
mensajes de Tobías y el Cantar pueden ser vistos como enseñanzas complementarias,
que se equilibran mutuamente. Los episodios bíblicos constituyen una pedagogía
divina, que va registrando las experiencias y elaboraciones de un pueblo
religioso que va madurando gradualmente[45]. Los
relatos son jalones de un crecimiento en humanidad y fe, que deben verse en su
integridad, como una secuencia con historia. Considerados aisladamente, son
como estaciones de una peregrinación. En este sentido, el matrimonio de Tobías
puede mirarse al interior del conjunto más vasto de relatos concernientes al
tema de la relación hombre-mujer. Cada relato da riqueza al conjunto. El
Cantar, como lo expresa su nombre, es un canto; el Tobías, en cambio, es una
curación. Ambos serían notas del matrimonio, según la Biblia, lo que parece una
profunda verdad psicológica.
Hay otros símbolos en el libro de Tobías. En todas las culturas la
tierra simboliza el cuerpo femenino. La tierra acoge al muerto en su seno, como
una madre; acoge también la semilla que da origen a una planta. El hombre ve en
el cuerpo femenino a una tierra misteriosa y fecunda. Y así como rotura la
tierra, desea penetrarla, pero puede temer que al entrar en ella, sea devorado
como por un monstruo (o por la oscuridad de una fosa). Al interior de la casa,
el novio se acerca a la mujer, mientras afuera, al mismo tiempo, se excava un
lecho mortuorio en la tierra. El novio ¿entrará en el cuerpo femenino o en la
tierra definitiva? La analogía entre tierra y cuerpo femenino (nacimiento y
muerte) aparece en Job: "desnudo salí del vientre materno y desnudo
volveré a él" (1, 21). Otro verso de la Patrística muestra la analogía
entre muerte y acto sexual (con sus significados de muerte, nacimiento y
resurrección): "La razón por la que entró en el sepulcro es la que lo
movió a entrar en la alcoba nupcial"[46].
Se observa un juego con el concepto del todo y las partes; de las
mitades y la unidad completa, tema entretejido en el relato, a veces explícita,
a veces implícitamente. El hijo porta la mitad del recibo; la otra, debería
tenerla quien retuvo el depósito. Las mitades deben unirse para alcanzarse el
éxito. El hijo debe reunir las dos porciones de la riqueza de Tobit (la tierra
y el depósito). El padre de Sara le regala al yerno la mitad de sus bienes (la
otra, la recibirá a la muerte de los suegros). Los novios al unirse, reúnen las
"mitades" hombre y mujer. Los abuelos son "completados" por
los nietos. Al volver Tobías a casa, "completa" a su padre: le
devuelve la "parte perdida": la visión. ¿Cómo podrán pagarle a Rafael,
a quien le deben todo? Quieren darle la mitad de sus bienes. Hombre y mujer
logran unirse en este matrimonio con tantas vicisitudes, pudiendo el relato
verse como una guía sobre la correcta unión de las mitades que se pertenecen.
Debe respetarse la "mitad" aportada por el hombre (la conducta dócil)
y la de Dios (la guía) (ver cuadro 2). Podemos por nuestra parte, ir más allá
en este juego de partes incompletas y atrevernos a pensar que el autor quizá
"calló" una porción de la verdad respecto al matrimonio, y proclamó
abiertamente la otra. ¿Qué ha sido silenciado, desde nuestro punto de vista? La
sensualidad y el deseo, que han quedado como sumergidos, como decíamos. El
inicio del matrimonio, es concebido, en este relato, como correspondiendo a
"la parte" sin deseo de esta institución, al menos al comienzo.
PARTES A
COMPLETARSE (cuadro 2)
(MITADES A UNIRSE)
Tierra de Tobit Depósito de
dinero
Hombre Mujer
Padres Hijos
Abuelos Nietos
Familia de Tobit Familia de Ragüel
(cadáver) (fosa)
Por siglos en la historia de occidente, el matrimonio ha quedado
asociado a los valores de lo santo, sinónimo de lo razonable, moderado y apto
sobre todo para la llegada y crianza de los hijos, considerado hasta hace muy
poco el fin primario del matrimonio. En el exterior, extramuros, habría
subsistido una sexualidad del placer, más próxima a la irregularidad, el pecado
y la muerte, tanto en el imaginario de las versiones más restrictivas del Libro
de Tobías, como en la historia posterior de occidente. En muchas formas y por
siglos, una trágica disociación (separación del amor tierno, por un lado y del
erotismo, por otro) parecen haber escrito "el texto" del matrimonio
occidental y su "sombra" irregular, si hemos de creer a Freud[47]. No
es este el lugar para un análisis más detallado de la historia de la
sexualidad, solo queremos mostrar que algunos de estos temas que nos han
obsesionado por siglos aparecen insinuados ya en este antiquísimo texto.
EVOLUCIÓN
DESDE LA TÉCNICA EMPÍRICA (MÁGICA) HASTA LA PALABRA
El pez va a morder a Tobías y es salvado. ¿Cómo? El joven "gritó
pero el ángel le dijo..." Ante la emoción desbordada del miedo que expone
al peligro, se le ofrece una palabra. Diríamos desde la psicología, la palabra
fue una suerte de "terapia": por ella el muchacho puede crecer, dando
pasos a la autonomía. De la peligrosa inmovilidad, puede pasar a la acción
eficaz: "el muchacho se apoderó del pez y lo arrastró a tierra". Lo
sacó del medio fluido y misterioso y lo dejó en terreno seguro. Su éxito tal
vez preludia el éxito en la próxima liza: la conquista de la mujer. El libro es
un testimonio conmovedor de una etapa de desarrollo humano aún insuficiente: el
adulto más seguro en esta historia es un ser sobrehumano: el ángel. Los hombres
aprenden a salvarse gracias a la docilidad a su palabra. El hombre propiamente aquí
no "crea", no es aún completamente autónomo ni original, y en algún
sentido sigue siendo psicológicamente un niño.
Vemos un texto "bisagra", de transición, que encabalga
dos concepciones. Sobrepone la técnica milagrosa arcaica, por un lado y el rito
propiamente religioso, por otro. La cultura antigua de todos los pueblos
confiaba básicamente en la magia. Esta concepción arcaica va siendo
progresivamente abandonada en la evolución histórica. En Israel, será
reemplazada por una visión religiosa más madura, en que la divinidad ya no se
percibirá asociada a poderes mágicos, antiguamente adheridos a la mitología,
sino que se transforma en la percepción de un Dios personal. Dios se hace
gradualmente un Otro, un guía cariñoso como un padre, con el cual hay una
relación de alianza, y con el cual el hombre se comunica en un diálogo
personal, a veces íntimo como lo es la oración. Pero en los comienzos, según
leemos en Von Rad "el antiguo culto israelita lleva la impronta de una
concepción mágica o mejor dicho `dinamística' del mundo". "La magia
en su origen no era una actitud contemplativa sino más bien una técnica, un
arte de ejercer un influjo efectivo en el mundo... El hombre primitivo lucha
con el mundo por su conservación; cree poseer los medios aptos para amaestrar
las fuerzas ocultas que funestamente rodean su existencia. En este sentido la
magia es el primer peldaño de la tecnología". Esta antigua concepción será
gradualmente superada, según Von Rad: "No nos equivocamos ciertamente si
atribuimos a la naturaleza peculiar de la religión yahvista los límites que
puso Israel a la magia. La intensidad con que Yahvé se manifestaba en todo
lugar con una voluntad personal, era sencillamente irreconciliable con el
automatismo impersonal de las fuerzas mágicas"[48]. La
superación de la magia, entonces, deja paso a una concepción personalizada de
la relación del hombre con Dios.
En nuestra opinión, este relato está a medio camino en la
maduración de las formas religiosas. Aún contiene un ingrediente de técnica
maravillosa (el humo) que nos resulta oscura hoy. Pero incluye una experiencia
de oración, que comunica con la divinidad y tiene una eficacia salvadora.
Podríamos decir que Tobías y Sara son salvados "dos veces", o mejor,
de dos maneras. Primero, se salvan por un procedimiento empírico arcaico. Y
enseguida, se salvan por una actitud dialógica y moral: están disponibles para
lo que perciben es la voluntad de Dios, en oración, actitud de todos los
tiempos. Esta oración que salva a los novios viene a ser una palabra con fuerza,
una anticipación de la palabra que más adelante constituirá la liturgia[49].
Aun otro nivel de lectura. En la Biblia se denomina
"conocerse" al contacto carnal. "La intimidad del acto conyugal
es expresada en hebreo por una locución particular: "conocer la
mujer"...conocer encierra la idea de una frecuentación repetida: se trata
de un conocimiento personal, de una experiencia"[50] Tobit
pobre y ciego, quiere morirse. El ciego no ve; puede decirse en cierto modo que
"no conoce". Su hijo le traerá curación al volverse adulto. El hijo,
"la luz de los ojos", ha vuelto. El "conocimiento" del
hijo, salvará al padre. El "ver" es una facultad afín a la vida, al
conocer y a la sexualidad lograda. En el relato, esos valores se oponen a los
correspondientes negativos: la ceguera es afín a la muerte, a la ausencia de
contacto, a la falta de conocimiento, a la desobediencia a Dios[51]. En
el relato se despliegan: la lealtad familiar y a Dios, el ver, el sobrepasar
los obstáculos, el curar, la oración como renuncia al egoísmo, la vida y la
capacidad de dar vida. (Ver cuadro 1).
POLARIDADES
(cuadro 1)
VIDA MUERTE
Unión hombre-mujer regular Unión hombre-mujer irregular
Palabra – oración Emoción desbordada. Instinto animal
Autodominio, esfuerzo Placer inmediato, egoísmo
"Conocer", relación carnal Ausencia de contacto sexual
Luz, visión Obscuridad,
ceguera
Dios, ángel Demonio
Fuego sacrificial Maleficio
Aparecen otras simetrías simbólicas en el Tobías, en el ámbito de
las significaciones sensibles. La ceguera de Tobit fue causada por estiércol de
pájaro, substancia que viene del aire y de lo alto. Será curada por una materia
que viene del agua y de lo bajo: la hiel de pez. Sería un caso de curación por
lo contrario. A su vez, la presencia del demonio, que viene de lo bajo (pues ha
"caído" antes), es curada por los restos de una bestia también de lo
bajo y, convertidos en humo, que sube. La incineración de trozos de un pequeño
animal curan de "La Bestia"; restos muertos convertidos en minúsculas
partículas disueltas en el aire, curan de la muerte. Esto último sería un caso
de curación por lo semejante, en mínimas cantidades: magia homeopática. La
seducción femenina, universalmente simbolizada en el perfume, está ausente. El
olor de las entrañas en el fuego, por el contrario, lo reemplaza: nauseabundo
pero protector. Nueva oposición: en vez del perfume seductor que atrae y
"pierde", hay un olor que repele y "salva"[52]. El
humo actuaría aquí al modo de un "purgante" del ambiente exterior.
El clima general del relato evoca las cuentos de ogros que raptan
jovencitas y las matan o encierran en sótanos siniestros. Solo que aquí la
joven Sara, bella y casadera, contra su voluntad ocupa el lugar del foco que
atrae nuevas víctimas. Sara aparece inocente en una primera lectura, no así su padre,
quien aparece dispuesto a ocultar el cuerpo de la víctima. El padre, preocupado
del "que dirán", avergonzado, pretende ocultar el próximo cadáver del
novio, exponiéndose a aparecer como encubridor del mal, e impotente para
liberar a su hija: "si ha muerto, le enterraremos sin que nadie se
entere" (8, 12). La vergüenza, en el Antiguo Testamento suele ser
indicador de alguna forma de transgresión, de una culpa asociada a la
sexualidad. En una interpretación psicoanalítica que sabemos anacrónica, el rol
activo del padre en un acto de encubrimiento, de signo agresivo, deja entrever
un posible resentimiento paterno, ¿propio de una ancestral rivalidad masculina
por la hija? Un padre puede guardar secretamente animosidad en contra de los
hombres que se disputan el derecho de disfrutar los favores de la hija,
despertando sus celos. Por otra parte, una hija que fracasa con sus sucesivos
pretendientes, queda detenida en una etapa psicológicamente inmadura, no ha
alcanzado a ser cabalmente "mujer" (no ha "conocido"
hombre). Esa hija, de algún modo, continúa en su fantasía
"perteneciendo" al padre y por tanto sigue siendo niña y quizá lo
culpa de retenerla. El movimiento anímico en la hija, contrario al sentimiento
paterno posesivo subterráneo que hipotetizamos, puede adivinarse en el acto, de
claro contenido agresivo de la hija contra el padre, de planear el suicidio
precisamente en la habitación de este. Esta conducta de castigo al padre
sugiere una tensión previa en esa relación[53].
VIOLENCIA Y
CHIVO EXPIATORIO
René Girard ha estudiado la relación de la violencia con la
religión. Según él, una de las funciones que universalmente cumpliría la
religión es la de dominar la violencia que tiende a surgir inevitablemente
entre los hombres. Señala que en toda creencia y ritual religioso subyace la
noción de sacrificio arcaico. A su vez, en todo sacrificio se podría descubrir
la presencia de una forma específica y fundadora, que sería la del chivo
expiatorio (denominada también víctima propiciatoria). En todo grupo humano se
acumularían gradualmente tensiones agresivas y desintegradoras, las que al
alcanzar una cierta intensidad pueden llevar al caos. O, esta tensión, al
llegar al umbral crítico, suele desencadenar el mecanismo catártico de la
violencia sacrificial, habitualmente dirigida contra una o unas pocas víctimas.
Así, los ritos tendrían como función el desviar la violencia social acumulada,
concentrándola en un objetivo que resulte inofensivo, salvando así al conjunto
de la comunidad. El ritual restablecería la unidad social perdida. Las víctimas
suelen poseer ciertos rasgos que las hacen "elegibles". Estas son
expulsadas o muertas, acontecimiento conmovedor que engendraría el nuevo
ordenamiento social, al sentir todos los miembros del grupo que el mal y la violencia
han sido por fin expulsadas "fuera"[54].
Este sería un mecanismo, en el fondo, ilusorio (aunque ignorado) y al mismo
tiempo, por la unanimidad social lograda, eficaz por algún tiempo.
Ahora bien, sabemos que la sexualidad en toda sociedad introduce
un principio de desorden y violencia. Para la comprensión del libro de Tobías
resultan iluminadores los conceptos de Girard. Se entiende mejor, desde esa
perspectiva, la presencia, en el primer episodio, de los muertos sin enterrar:
estos representarían un primer desorden agresivo, el caos, la muerte sin
reglas. El sexo será una segunda fuerza elemental amenazante. La vida social
debe dominar el desorden doblemente. Debe dominar la violencia pura: enterrar a
los muertos. Debe dominar la sexualidad a través de un determinado medio:
confinarla al interior del matrimonio legítimo. Ambas son
"encierros", cerrojos y límites a la violencia. Ambas se muestran en
esta historia, tareas culturales paralelas. Para alcanzar la vida adulta -el
matrimonio de Sara y Tobías- fueron necesarios ciertos sacrificios. Las
entrañas incineradas son indicios de sacrificio animal. La postergación de la
actividad sexual sería como un moderado ayuno: el propio Tobías debe aceptar
ser en cierto modo víctima, si bien levemente. El sexo útil a la sociedad, el
buen sexo es aquel que sabe esperar. Para salvarlo fue necesario limitarlo.
Girard dice que el mecanismo victimario, característicamente, siempre justifica
la violencia ejercida, principalmente culpabilizando a la víctima sacrificada.
Pues solo al "limpiarse" de la culpa y la violencia, imputadas como
reales, el grupo puede aliviarse[55]. En
el Tobías, se descubre que los maridos muertos eran extraños al clan o impuros
(según las versiones restrictivas). Estos son algunas de las típicas
"señales victimarias" descritas por Girard, escogidas universalmente,
entre otras, para culpar unas víctimas y justificar la violencia ordenadora
(extranjero, impuro, impío).
¿Cuál sería el efecto del mecanismo expiatorio en esta narración?
La violencia resulta desviada hacia miembros marginales, que quedan solo
vagamente descritos. Son extraños al clan, no tenían "derecho" a la
novia, casi no se les describe como si no interesaran, tienen pocos rasgos
personales, parecen no tener familia. Cumplen una función casi abstracta y
mecánica: solo sirven para que se les adhiera la violencia sobre sí, liberando
al resto del cuerpo social. Mueren por atreverse a buscar un sexo desordenado,
prohibido. Su muerte resulta una ejecución útil al plan divino. La misma
personificación del mal deja de ser terrorífica: es recuperado como verdugo del
orden social. La violencia que atacó a algunos hombres se vuelve finalmente
contra el propio origen del mal, autoanulándose. El animal violentamente muerto
(el pez) expulsa a "La Violencia". El pretendiente correcto nada ha
de temer. Los sacrificios parecen haberse consumado con éxito y el campo ha
quedado limpio. Parecen haberse iluminado zonas oscuras del relato. Las
excesivas muertes cobran más sentido. Esas muertes son la amplificación fabulosa
y caleidoscópica que contrapesa la pequeña mortificación del novio, que debe
retener su impulsividad sexual. El sexo libre en demasía sería peligroso y
malo, como lo sería una bestia suelta. Los momentos de paso son riesgosos: el
sexo y la violencia tienen como un poder de contagio y diseminación. Girard:
"el individuo en instancia de paso es asimilado a la víctima de una
epidemia o al criminal que amenaza con esparcir la violencia a su
alrededor". (El concepto moderno de epidemia ha prolongado hasta la actualidad,
justificado racionalmente, el concepto mítico de impureza). En el Tobías hay
precisamente una suerte de epidemia de violencia, vinculada al cambio de estado
sexual. Pero finalmente, el sexo contenido y encauzado en la institución
matrimonial, podrá transcurrir pacífica y discretamente, gracias a los límites
impuestos y aceptados.
Ocurre que una cultura sencilla, que suponemos angustiada al
percibir la extraña cercanía de la sexualidad con la violencia, parece buscar
en esta historia una solución ordenadora y de compromiso. La vida primitiva
tenía mayor conciencia que nosotros del enorme costo social y humano del orden.
Por eso la historia tiene esa truculencia violenta, que tal vez hoy nos parece
un agregado fantasioso, quizá arbitrario y superfluo para nuestros ojos. Pero
no, el progreso es cruel. Los relatos antiguos, así como también las tragedias
griegas, nos recuerdan que la maduración humana se realiza a través de
tremendas pruebas. En la narración, se muestra al final que la amenazante violencia
sexual era en realidad limitada y acotada solo a paganos e impuros. Esto
permite que la sexualidad y la institución familiar quede bien reglada y
segura, pues en el transcurso de la aventura, parece haberse disipado el poder
demoníaco que al comienzo provocaba tantos sufrimientos. El hombre religioso
puede entonces conservar la seguridad si respeta el espíritu del relato. En
adelante y, al parecer quizá por algún tiempo, "las noches de Tobías"
les debían recordar a los hombres el sacrificio inicial que era preciso
renovar, cada vez, para mantener la paz. Este relato, aunque violento, buscaba
dar tranquilidad social y emocional. También los cuentos infantiles antiguos
tradicionales son con frecuencia feroces y crueles, y los contamos para hacer
dormir a los niños. Tanto la infancia individual como la historia colectiva
están llenas de fuerzas que nos aterran y los relatos, profanos o sagrados, nos
ofrecen un consuelo y una guía.
PAREJAS
PARADIGMÁTICAS DE LA BIBLIA
En suma, el matrimonio de Tobías escenifica la alianza matrimonial
de dos familias atribuladas. Vemos en él los rasgos clásicos de los ritos de
iniciación míticos. Se expone una pedagogía ingenua y moralizante que subraya
los valores familiares y el respeto a Dios, al clan y sus normas. La pareja se
salva tanto por un exorcismo milagroso como por su fe. La historia es célebre
sobre todo por sus versiones condenatorias del erotismo, versiones revisadas
después por la exégesis moderna. El relato tiene dos partes: la tragedia del
comienzo y la unión final lograda. Vista en su conjunto es una historia cruda y
áspera. Contiene lo que podríamos llamar una metamorfosis: el matrimonio final
es como la bella mariposa. La tragedia inicial es la horrible oruga. La
catequesis ha solido centrarse en el buen final, el cual, desconectado de su
duro antecedente, parece quedar como flotando en la abstracción y la fábula. La
unión misma de Sara y Tobías está escasamente descrita en lo personal. Tiene
algo de abstracto y de simplicidad ideal, apareciendo quizá poco apropiada para
identificarse con ella, a los ojos de los esposos modernos. Los esposos de hoy,
aunque llamados a ser como ellos, es probable que se identifiquen más bien con
otras parejas tipo, tal vez menos edificantes. Quizá Adán y Eva aparezcan con
más fuerza, vida y un tono de realismo como para conmover y suscitar mayor
identificación emocional. Los esposos de hoy tal vez pueden sentirse más
cercanos a Adán y Eva con sus rasgos tan humanos, aún mostrados en la Biblia en
forma tan despojada y esencial: la alegría del encuentro; la atracción hasta
ser uno; la vulnerabilidad hasta la posible caída; la experiencia de soledad y
división incluso en presencia del otro; el anhelo de estabilidad en las
penurias del camino; el calor de la compañía y de los hijos[56]. Estas
son algunas figuras de la Escritura que, en palabras de Ricoeur, dan que
pensar.
NOTAS:
[1] Teología y Vida, Vol. XLV (2004), 675 - 697
[2] Médico psiquiatra, terapeuta familiar,
docente Psicología Comunitaria Universidad de Chile, miembro ILAS.
[3] "El
texto original del Libro de Tobías es desconocido. Poseemos distintas versiones
de él" E. Schillebeeckx, El Matrimonio, Sacramento de Salvación, Ed.
Sígueme, Salamanca 1968, p. 77.
[4] Cazelles H. Introducción Crítica al A. Testamento, Herder, Barcelona, 1981, p.
755.
[5] Roberts A. Introducción a la Biblia, Herder, Barcelona, 1965 pp. 673-674).
[6] "La curación de la ceguera de Tobit
mediante la aplicación de la hiel de un pez tiene todas las características de
un tratamiento medicinal sin el menor rastro de curación milagrosa. La
descripción muestra un acusado interés por los detalles... El uso de hiel de
pescado para las afecciones oculares está ampliamente documentado en las culturas
de la antigüedad". Von Rad G. Sabiduría en Israel, Ed. Cristiandad,
Madrid, p. 173.
[7] Op. cit., p. 129.
[8] G. Frazer reseña un cuento malayo de un pez mágico: el alma de una mujer fue
transferida a un pez dorado. Lo que sucedía al pez, lo vivía a su vez la mujer.
La Rama Dorada , F.C. Económica, México 1998, p. 759.
[9] Teodoreto, Patrologea Graeca, Paris, 81,
580, citado en L. A. Schökel, Símbolos
Matrimoniales en la Biblia, V. Divino, Navarra, 1997, p. 245.
[10] Fenichel O. Teoría Psicoanalítica de las Neurosis, Paidós, B. Aires 1962, p.
84. La idea mítica de la mujer caníbal y
devoradora de sus maridos presente en el Tobías en Benetti Santos, Sexualidad y Erotismo en la Biblia, San
Pablo, B. Aires 1994, p. 120. Un caso clínico actual de fantasías sexuales
canibalísticas en una mujer incapaz de tener sexo con su marido se encuentra en
Dolto F. Sexualidad Femenina, Paidós,
Barcelona 1994, p. 164.
[11] V.g. en la construcción actual, las tablas
de piso de madera tienen muescas alternativamente salientes o excavadas que
permiten ensamblarlas unas a otras con máxima firmeza: se le llama
"machihembrado". Puede ser curiosidad que en Chile, al hombre que
tiene solo hijas mujeres se le dice, en son de burla, que ha tenido
"chancletas".
[12] Es notable su descripción de la sandalia
como signo jurídico de precedencia, señalando al hombre con derecho a ser
esposo y ejercerlo ritualmente sobre la mujer. En caso de viudez, la sandalia
masculina se carga de sentido: puede ser "sacada" ritualmente; puede
circular y ser entregada para marcar legitimidad (o transgresión). Schökel L.
Alonso op. cit. pp. 109-130. Esa curiosa función de la sandalia como símbolo
matrimonial en Israel, nos evoca un objeto moderno que aparece actualmente
investido de una función semejante: el anillo de bodas. Hoy, un hombre con
intenciones de engañar a su mujer, se "saca" el anillo: quiere ser (o
aparecer) como no casado. En el antiguo Israel, el hombre que incumple su deber
de levirato, es descalzado.
[13] A. Schökel hace notar una curiosidad
lingüística: "novios" en español, viene de novus, nuevo. Op. cit. p.
97. Esta viudez excesiva, siete veces, es evidentemente simbólica. Sin embargo
la realidad puede aproximársele: conocemos una mujer que se atrevió a casar con
un hombre ya dos veces viudo, viviendo ambos largamente. Este esposo llegó
tener a su mujer y a tres suegras vivas, al mismo tiempo.
[14] Juan Pablo II, Matrimonio, Amor y Fecundidad, Palabra, Madrid, 1998 pp. 187-188.
[15] Fenichel O. Op. cit. p. 624.
[16] En la Biblia, otra mujer mortal para el
amante pero por propio designio, es Judit. Se ofrece como mujer para salvar a
la ciudad, decapitando finalmente al general agresor: "os juro que mi
rostro sedujo a Holofernes para su ruina" (Judit 13, 16) L. Alonso Schökel
comenta: "El tajo es como la venganza femenina: como la total castración
del seductor frente al intento de violación". Op. cit. p. 250.
[17] Eliade M. Lo Sagrado y lo Profano, Guadarrama, Barcelona 1957, pp. 157-158.
[18] Aunque esbozados, se encuentran en el relato
los elementos del sacrificio animal: muerte violenta; uso del fuego;
destrucción ritual; significado purificador del humo. G. Frazer enumera
diversos sacrificios animales arcaicos: en Formosa se quemaban partes de una
cerda para alejar el demonio de la enfermedad (p. 610). En Indostán se enviaban
pollitos en la dirección del humo, para alejar la peste (637); en Arabia se
sacrificaba un camello, ante la peste (p. 610). Los indios mexicanos
sacrificaban corazones de animales para dar vigor al sol (p. 108). Op. cit.
Esta curación del Tobías es claramente mágica, si bien algunos comentaristas lo
suavizan: "Las fumigaciones que expelen a Asmodeo provienen de una
medicina apenas liberada de recetas mágica." A. Robert, op. cit. p. 676.
[19] Op. cit. pp. 172-173.
[20] Ricoeur P. Finitud y Culpabilidad, Taurus, Madrid, 1982 p. 199. Ahora bien, sobre el estudio del milagro
leemos en Rahner: "El representante de las ciencias naturales como tal no
tiene necesidad de ostentar esa disposición para lo milagroso.
Metodológicamente posee el derecho a explicarlo todo, es decir, de quererlo
entender todo como consecuencia de una ley natural y por ello está asimismo en
su derecho cuando deja de lado lo que él no puede explicar positivamente".
Sin embargo: "él no puede ser solamente científico naturalista, sino que
en la realización de su existencia... y como actor moral, nunca puede decidirse
solo según leyes de las ciencias exactas". Curso Fundamental sobre la Fe,
Herder, Barcelona, 1979 p. 310.
[21] "Asmodeo es solo el instrumento de la
justicia divina". Roberts A., op. cit. p. 676.
[22] "El exterminador solo tiene poder
contra los transgresores de la ley. Sara, como hija heredera, estaba reservada
a un hombre de la parentela y Dios castiga con la muerte a los que violan las
leyes del matrimonio". Roberts A. op. cit. p. 676.
[23] Sobre la persistencia en la modernidad de
los tabúes sexuales, ver Romo W. Amor y
Sexualidad. Elementos para una moral cristiana de la sexualidad. Teología y
Vida, 1977, IV trimestre, Nº 4, p. 300. Del tabú como forma arcaica de
moralidad leemos en Noemi, Juan: "El nivel de la mancha es el más básico y
primigenio. En él, el hombre asocia su sufrimiento con una venganza... Hay algo
en mí que desencadena una venganza y el ser castigado. El tabú permite
clarificar esta primera articulación del mal como mancha. El tabú tiene como
fin el separar lo sacro de lo profano... Lo sacro contagia lo profano y aquel
se manifiesta de manera terrible". El
Mundo, Creación y Promesa de Dios, San Pablo, Santiago, 1996, p. 541.
[24] Segundo J. L. El Dogma que Libera, Sal Terrae, Santander, pp. 106-107.
[25] Por curiosa coincidencia de nombres, en la
Biblia, otra Sara es objeto de un poderoso tabú sexual: la esposa de Abraham.
Habiendo sido presentada como su hermana, es objeto del deseo del Faraón, sin
mala intención: "vieron los egipcios que la mujer era muy hermosa.
Viéndola los oficiales de Faraón, los cuales se la ponderaron y la mujer fue
llevada al palacio de Faraón... pero Yahvé hirió a Faraón y a su casa con
grandes plagas por lo de Sara, la mujer de Abraham". (Gen, 14, 14-17)
Citado por Burton J., El Diablo,
Percepción del Mal de la Antigüedad al Cristianismo Primitivo, Laertes,
Barcelona, pp. 181-182.
[26] Segundo J.L. "Etapas Pre-cristianas de la fe" Cursos de
Complementación Cristiana, apuntes, p. 29.
[27] Ricoeur, op. cit. p. 459.
[28] Ricoeur, op. cit. 409.
[29] En el Nuevo Testamento J.L. Segundo ve una
superación de los tabúes sagrados y también una superación de la noción del mal
exterior personificado en un demonio. El mal, entonces, estaría en el interior
del hombre. Cita la carta de Santiago: "Ninguno, cuando se vea tentado,
diga: es Dios quien me tienta; por que Dios... no tienta a nadie, sino que cada
uno es tentado por su propia concupiscencia que lo arrastra y seduce. Después
la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una
vez consumado, engendra la muerte" (Sant 1, 13-15). Añade Segundo:
"El demonio que produce la muerte es la secuencia: "concupiscencia
propia, pecado, muerte". Teología
Abierta, Tomo II, Ed. Cristiandad, Madrid, 1983, p. 419.
[30] Buenaventura dice: "Porque el acto
sexual se ha corrompido (mediante el pecado original) y es maloliente en cierta
medida, y porque los hombres son casi siempre demasiado lascivos en él, por eso
el demonio tiene tanto permiso sobre él. Se puede demostrar esto con un ejemplo
y con la autoridad de la Escritura, pues se dice que un demonio llamado Asmodeo
mató a siete maridos en la cama, pero no mientras comían" (In IV Sent. d.
34 a. 2 q. 2) citado por Ranke-Heinemann, U. Eunucos por el Reino de los
Cielos, Trotta, Madrid, 1994, p. 206.
[31] Ricoeur Paul, La merveille, l´errance, l´enigme, Esprit, noviembre 1960, 11, p.
1670.
[32] En el Antiguo Testamento se solía consumar
el matrimonio el primer día, con toda naturalidad: "Isaac introdujo a
Rebeca a la tienda, tomó a Rebeca, que pasó a ser su mujer y el la amó. Así se
consoló por la pérdida de su madre" (Gn, 24, 67). "Jacob dijo a
Laban, dame a mi mujer, que se ha cumplido el plazo y quiero casarme con
ella". Laban juntó a todos los del lugar y dio un banquete. Luego a la
tarde tomó a su hija Lía y la llevó a Jacob y este se unió a ella" (Gn 29,
21-23).
[33] Ranke-Heinemann op. cit. p. 19-20.
[34] Posteriormente, en la antigua demonización
católica de la sexualidad se llegó a tristes extremos, como el señalado por
Ranke-Heinemann, de pedir a los recién casados 30 días de castidad con el fin
de dejar abierta la posibilidad de entrar al convento, por parte de Alberto
Magno, siguiendo en esto a Casiano (In IV sent. d. 27 a. 8) op. cit. p. 166.
[35] Ranke... op. cit. p. 19-20. También Roberts
se pregunta: "¿Se descubrirá algún día ese viejo texto arameo? En ningún
caso permite la Vulgata reconstituirlo; esta demasiado influido por las
antiguas versiones latinas como también por las ideas ascéticas de san
Jerónimo". Roberts A. op. cit. p. 674. Ranke-Heinemann cita expresiones de
Jerónimo que revelan su total aversión al placer sexual: "No niego que
entre las esposas se encuentran mujeres santas, pero lo son solo si han dejado
de ser esposas, si ellas, incluso en la situación de apremio que comporta el
matrimonio, imitan la castidad de las vírgenes" (Contra Helvidio, 21).
Además: "En el matrimonio está permitida la procreación, pero los
sentimientos de placer sensual que se experimentan con las prostitutas son
condenables con la esposa" (Comentario a Eph. III, 5, 25).
Ranke-Heinemann: "El único bien que Jerónimo descubre en el matrimonio y
que se lo cuenta en una carta a Eustaquia, es el de "producir vírgenes; yo
recojo la rosa de entre las espinas, de la tierra el oro, de la concha, la
perla" (Ep. 22, 20). Una mujer, Blaesilla, enviudó a los siete meses de
casarse y guiada por Jerónimo vivió en adelante castamente. "En una carta
de consolación que escribió a Paula un mes después de la muerte de Blaesilla,
Jerónimo resalta laudatoriamente que `la pérdida de su virginidad le causó
mayor dolor que la muerte de su marido'" (Ep. 39, 1) op. cit. p. 61.
[36] op. cit. p. 78.
[37] Aportaciones
a la Psicología de la vida erótica, Ensayos sobre la vida sexual y la
teoría de las neurosis, A. Editorial, Madrid 1972 p. 99.
[38] Op. cit. pp. 104-106.
[39] En el capítulo del tratamiento de la
impotencia masculina, en las tareas sexuales: "Durante los cuatro a siete
primeros días se suele prohibir el coito y la eyaculación. Durante esta etapa
de abstinencia forzosa se les pide a los esposos que se acaricien
alternativamente el uno al otro etc.". En otras disfunciones, también se
da esta indicación. La Nueva Terapia
Sexual, Tomo 2, Helen S. Kaplan, Alianza Editorial, Madrid, 1978, pp.
377-378.
[40] "La manera como el libro plantea aquí
el problema toma en préstamo sus formas de expresión a la demonología popular;
es necesario sobrepasar tal superficie, desconcertante para nosotros, si
queremos captar el sentido profundo... La liberación de Sara se operará
entonces si la aborda un hombre de corazón recto, que no se entregue al demonio
de la lujuria". Grelot P. La Couple Humaine dans l´Ecriture, Ed. Du Cerf,
París, 1964, p. 60.
[41] Schillebeeckx op. cit. p. 51.
[42] Op. cit. p. 228.
[43] Se diría que hoy día aun estamos más cerca
de la posición doctrinal del Tobías (que del Cantar). Leemos en Capponi: En el
trabajo presentado por el Dr. J.P. Jiménez al 3er encuentro de Estudio de
Masculinidades "Y a Dios ¿le gusta que hagamos el amor? Notas
Psicoanalíticas sobre la moral sexual oficial de la Iglesia Católica", señala
que en el Catecismo... publicado en 1992, si bien se reconoce que la sexualidad
no tiene solo un fin procreativo, a continuación se despliega una actitud
defensiva, de censura, desconfianza y temor con un insistente llamado al
control y a la coerción de la sexualidad. El autor dice textualmente:
"Bajo el modelo general de "vocación a la castidad", en el texto
se multiplican expresiones tales como "dominio de sí", "control
de las pasiones", "liberación de la esclavitud", "resistir
las tentaciones", ..."esfuerzo", "tarea", etc., todas
estas propias de una virtud de castidad que se le define como "don de
Dios" (Nº 2338-2345). No hay valoraciones positivas del goce sexual. Las
alusiones al placer aparecen, precisamente, en relación con las ofensas a la
castidad, definido como lujuria y como "moralmente desordenado"
cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de
unión" (Nº 2351). R. Capponi, Desafíos
de la Psicología a la Teología, Teología y Vida (on line) 2002, vol. 43, Nº
1, citado 14 mayo 2004, pp. 21-32.
[44] Schillebeeckx, op. cit. p. 51-53.
[45] Segundo J.L. Etapas... pp. 9-10.
[46] Efren, citado por Schökel, op. cit. p. 252.
[47] W. Romo cita un estudio en Alemania sobre el
inicio de la vida sexual de los hombres a comienzos del siglo XX, en 1912 (en
estudiantes casados). De los que habían tenido relaciones prematrimoniales, la
gran mayoría se iniciaban con prostitutas (2/3) o con mujeres socialmente
desvalorizadas (camareras y criadas, 17%), y muy pocos con sus futuras esposas (4%).
Esta separación entre lo amoroso y lo sensual es evidentemente dañina para una
adecuada vida emocional y sexual posterior. A fines del siglo la situación
habría mejorado: Según Giese-Schmidt, el 50% tuvo su primer coito con su futura
mujer; el 40% con muchachas conocidas y solo el 10% con prostitutas. Para estos
autores..."los estudiantes de 1912 disociaban amor y sexualidad
prematrimonial, mientras que los de 1968 lo integran". W. Romo, "Las Relaciones Prematrimoniales, un
desafío teológico pastoral permanente y renovado". Teología y Vida,
vol. XXXI, 1990 Nº 1, p. 291.
[48] Von Rad G., Teología... T. I p. 61-62
(citando a Mowinckel). El antropólogo Marcel Mauss da un ilustrativo ejemplo de
diferencia entre actitud mágica y religiosa. En la magia se intenta controlar y
como cautivar el poder sobrenatural. En la actitud religiosa, en cambio, se
dialoga con lo sobrenatural: "el indio hace un rito mágico cuando, al
salir de caza, se considera capaz de parar el sol colocando una piedra a una
altura determinada en un árbol, y Josué hacía un acto religioso cuando, para
parar el mismo sol, invocaba al poderoso Yahvé". Lo Sagrado y lo profano, Obras I, Barral, Barcelona 1970, p. 141.
La relación de la magia con la fe bíblica antigua merecería un desarrollo más
largo, que no es posible aquí, por concentrarnos en el análisis del Tobías.
[49] "La oración de Tobías y Sara es, en un
cierto sentido, el más profundo modelo de la liturgia, cuya palabra es palabra
de fuerza... Es la fuerza que libera del mal y que purifica". Juan Pablo
II op. cit. p. 190.
[50] Schillebeeckx op. cit. p. 83.
[51] "Vida significa en el Antiguo
Testamento: tener una relación. Sobre todo, tener una relación con Dios.
Muerte... quiere decir carencia de relación". Jüngel E. Tod, citado por
Wolff, op. cit. p. 147.
[52] Otra escena de seducción bíblica, diferente,
atrayente: "se levantó Judit del suelo... se quitó el sayal que vestía, se
desnudó de sus vestidos de viudez, se bañó, se ungió con perfumes exquisitos,
se compuso la cabellera... y realzó su belleza cuanto pudo, con ánimo de
seducir los ojos de todos los hombres que la viesen" (Jdt, 10, 2-4).
[53] Otra figura suicida de la Biblia, también se
vuelve contra su origen, esta vez su madre. Jeremías en su desesperación
clamaba: "¡Ah, si mi madre hubiera sido mi sepulcro! ¡Si su matriz hubiera
quedado siempre con embarazo! ¿Para qué tuve que salir del seno materno? (20,
17-18), citado por Wolff, op. cit. p. 154.
[54] Condensamos una teoría densa, expuesta en
varios libros y aplicada a muchas situaciones sociales y obras literarias
antiguas: La Violencia y lo Sagrado, Anagrama, Barcelona 1995, y El chivo
expiatorio, Anagrama, Barcelona 1986. José Ignacio González Faus hace una
síntesis crítica desde el punto de vista de un teólogo, en el capítulo 12 de su
libro Fe en Dios y Construcción de la
Historia, Ed. Trotta, Madrid 1999 pp. 229-272.
[55] Este mecanismo social típico de los mitos
antiguos (y modernos) es desenmascarado en especial por la propuesta religiosa
judía y cristiana. Las figuras de Job, José y en especial Cristo muestran que
la "víctima" del sacrificio social suele ser inocente, y que el
cuerpo social es quien debe asumir y controlar su propia violencia, en vez de
seguir desplazándola en figuras perseguidas. Girard R. Veo caer a Satán como un
Relámpago. Anagrama, Barcelona. Mirado así, la violencia del Tobías estaría más
cerca de las raíces míticas arcaicas que del mensaje judío y cristiano más
original.
[56] Notas de la pareja de Adán y Eva en Mulieris
Dignitatem: "es reconocida inmediatamente por el hombre como "carne
de su carne y hueso de mis huesos". "La mujer es otro "yo"
en la humanidad común..."; "la superación de la soledad original en
la que el hombre no encontraba una ayuda que fuese semejante a él";
"la compañera de la vida con que el hombre se puede unir...";
"la igualdad fundamental del hombre y la mujer..." (6); "son
llamados a existir recíprocamente el uno para el otro" (7); "la
exclamación del primer hombre, al ver a la mujer que ha sido creada, es una
exclamación de admiración y encanto, que abarca toda la historia..." (10).
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