El fenómeno de la vida
Francisco Varela
Cuatro pautas para el futuro de las ciencias cognitivas
Escribí este texto para la conferencia inaugural de la II Media
Bienal en Hannover. Para poder dirigirme a un público tan diverso y sin bases
necesariamente científicas, escogí un todo de reflexión sobre el futuro, propio
de una bienal. El resultado es también una reflexión sobre la transición entre
pasado y presente, sobre el futuro del conocimiento, lo que constituye un buen
preludio a los temas más arduos de esta última Sección, dedicada a la
conciencia.
Trabajo con el cerebro, estudiando la neurociencia y las raíces
biológicas del conocimiento, de modo que, cuando recibí la invitación para esta
conferencia, me pregunté: ¿Qué sería lo más útil para esta discusión? ¿Cuáles
son los conceptos que podrían llevarse de esta conferencia y que, sin ser
ustedes científicos, pudiesen servirles para su propia labor? En definitiva, lo
que me gustaría hacer en la siguiente media hora es un recorrido de lo que
considero los principios-guía, los puntos-clave de la evolución de este ámbito
de la ciencia consagrado al estudio del cerebro y de la cognición –hacia dónde
va: cuáles son nuestros principales logros y cuáles son las cosas que todavía
nos quedan por hacer. No voy a justificar todo esto, porque obviamente no hay
tiempo para ello, sino que simplemente se los voy a lanzar como un listado de
puntos-clave. Representan cuatro pautas, puntos-clave para el futuro del
conocimiento. Este es el ejercicio que hoy me propongo. ¿Qué es la ciencia
cognitiva para ustedes? Les voy a presentar los puntos-clave en forma de lemas,
o para ser más preciso, esquemas, fundamentales, fruto de unos cincuenta años
de investigación, ya los que considero resultados establecidos. Después de
muchos años de trabajo en los laboratorios de ciencia cognitiva, se podría
decir que les estoy presentando mensajes envasados. Estas no son
interpretaciones muy personales, sino un intento por extraer aquellos mensajes
fundamentales que pueden ser seriamente defendidos. Estoy tratando de hacer una
lectura congruente con los resultados empíricos.
El punto clave de
la encarnación
El primer punto es lo que denomino el punto clave de la
encarnación. Esto en contraste con la perspectiva imperante hoy en día basada
en la metáfora computacional, en que la mente es considerada como el software,
y el cerebro y el cuerpo como el hardware. Lo que aquí denomino mente es
cualquier fenómeno relacionado con la mentalidad, con la cognición, y en último
término con la experiencia. Uno de los más importantes avances en la ciencia en
los últimos años es la convicción de que no podemos tener nada que se asemeje a
una mente o a una capacidad mental sin que esté totalmente encarnada o inscrita
corporalmente, envuelta en el mundo. Surge como una evidencia inmediata,
inextricablemente ligada a un cuerpo que es activo, que se mueve y que
interactúa con el mundo.
Puede que esto les parezca obvio, pero en el mundo de la
investigación han prevalecido otras ideas, especialmente la metáfora computacional
a la que antes me referí. Es necesario romper con esa tradición ya que hay toda
una serie de argumentos para afirmar que la mente no es un programa, un
software, una manipulación de símbolos basada en determinadas reglas. Para
resumir brevemente, aquí va mi primer lema: la mente no está en la cabeza.
Esta idea surge como consecuencia del redescubrimiento de la importancia del
estar encarnado.
Ahora bien, ¿por qué es esto así? Responde a una lógica muy
precisa: una vez que hayan comprendido que para que exista una mente tiene que
haber manipulación e interacción activa con el mundo, entonces tenemos un
fenómeno incorporado y activo, y cualquier cosa que denominemos un objeto, una
cosa en el mundo, las sillas y mesas, las personas y las caras y todo lo demás,
depende totalmente de esta constante manipulación sensorimotriz. No podemos
captar al objeto como si simplemente estuviera “ahí afuera” en forma
independiente. El objeto surge como fruto de nuestra actividad, por lo tanto,
tanto el objeto como la persona están co-emergiendo, co-surgiendo.
Voy a presentarles un ejemplo para que vean que no se trata
simplemente de algo metafórico: hace algún tiempo, Held y Hein llevaron a cabo
un experimento clásico con dos gatitos, ciegos al nacer, en dos canastas. Cada
gatito fue colocado dentro de una canasta y cada día era paseados durante
algunas horas dentro de ésta; es decir, ambos gatitos fueron expuestos al mismo
ambiente. A uno de los gatitos se le permitió que mantuviera las patas fuera de
la canasta y que caminara, al otro se lo mantuvo arropado dentro de ésta. Dos
meses después los gatitos fueron puestos en libertad. El gatito al que se le
había permitido caminar se comportó como un gato normal. El otro no reconocía
los objetos, se caía por las escaleras y chocaba contra las sillas.
Prácticamente, se comportaba como si estuviera ciego, aunque sus ojos estaban
intactos. La conclusión que no hay que sacar es que los gatos ven con los pies
¡ La conclusión que hay que sacar es que el espacio surge como producto del
movimiento. Esta es una constatación absolutamente extraordinaria: el espacio,
esta cosa frente a nosotros que parece absolutamente objetiva, el pilar de la
objetividad en física, es totalmente inseparable del hecho que tenemos que
manipularlo a través de una conducta sensorimotriz. Hay un sinnúmero de
ejemplos que no puedo describir aquí que permiten desarrollar este mismo tipo
de argumento. En mi libro De cuerpo Presente hay una descripción detallada de
cómo esta noción se puede aplicar a la percepción y a la calidad del color,
nuevamente una propiedad totalmente co-emergente.
Transformemos este lema “la mente no está en la cabeza” en una
lógica más estructurada: La cognición está enactivamente encarnada. “Enactiva”
es una etiqueta que utilizo aquí en su sentido literal ya que la cognición es
algo que producimos por el acto de manipular, por medio de una manipulación
activa: es el principio fundacional de lo que es es la mente. Como traté de
mostrar anteriormente, esto implica una profunda co-implicación, una
co-determinación entre lo que parece estar afuera y lo que parece estar
adentro. En otras palabras, el mundo ahí afuera y lo que hago por estar en ese
mundo son inseparables. El proceso los vuelve totalmente interdependientes,
como vimos en el ejemplo de los gatitos.
Esta perspectiva de la mente como enactivamente encarnada tiene
dos consecuencias ya que, si la mente no está en la cabeza, ¿dónde diablos
está? Este es precisamente el punto: es en este no-lugar de la co-determinación
entre lo interno y lo externo; luego no podemos decir que está afuera o
adentro. La otra consecuencia que deriva de esto y que ha sido menos
enfatizada, es que la mente es inseparable del organismo como un todo. Tendemos
a creer que la mente está en el cerebro, en la cabeza, pero el hecho es que el
ambiente también incluye al resto del organismo: incluye el hecho de que el cerebro está íntimamente
conectado con todos los músculos con el esqueleto, los intestinos, y el sistema
inmunitario, los flujos hormonales y así sucesivamente. Hace de todo el
conjunto una unidad sumamente apretada. En otras palabras, el organismo como
una red de elementos totalmente co-determinados determina que nuestra mente
sea, literalmente, inseparable, no sólo del ambiente externo, sino también de
aquello que Claude Bernard denominó el mileiu
intérieur, el hecho de que no sólo estamos dotados de un cerebro sino de
todo un cuerpo.
Si ustedes provienen de esa tradición de la filosofía de la mente
según la cual la mente es algo que ocurre dentro de la cabeza, puede que esto
les parezca bastante sorprendente. Por ejemplo, en el pasado, los filósofos se
entretuvieron hablando de cerebros en un recipiente, un cerebro en un cubo de
ensayo provisto de alambritos. Es divertido, la comunidad filosófica anglo-americana
ha pasado muchas horas discutiendo este tipo de cosa, pero cuando vemos el
estado del arte de la investigación, todo el argumento parece extraño porque
con una mente en un tubo de ensayo no puede haber mente. Lo que tendríamos es
una actividad neural completamente incoherente, porque no podría tener la
funcionalidad de lo que realmente hace, el manejo y la interacción constante
con el cuerpo y con el ambiente que le da sentido.
En resumen, ese es el primer punto de la mente encarnada, la
co-determinación de lo interno y lo externo, y no hay que olvidar que esto se
refiere tanto al ambiente externo como al propio cuerpo.
El punto clave de la emergencia
El segundo lema es: la mente ni existe ni no existe. Es
lo que denomino el punto-clave de la emergencia. Esta es una noción difícil,
porque la noción de emergencia es fundamental y por lo general ha sido
incomprendida. Utilizo el término emergencia en un sentido más bien técnico.
Cuando más observamos el funcionamiento del cerebro, o más bien el funcionamiento
del proceso de cognición, cada vez hay más evidencia de que estamos tratando
con componentes muy individuales, neuronas o grupos de neuronas, o poblaciones
de neuronas. El trabajo del neurocientífico es investigar estas células y
tratar de comprender su funcionamiento, la impresionante riqueza del cerebro y
la extraordinaria complejidad de millones de intrincadas conexiones. Podemos
referirnos a estos elementos locales en interacción como las reglas locales e
interacciones locales no son como el traspaso de información en un computador
–el envío de mensajes de un lado para otro en forma sintáctica o programática. Estas interacciones ocurren en
un tiempo real en forma muy rápida, dinámica y simultánea.
Lo que se desprende de lo anterior es algo que todavía no termina
de asombrarme, y es que a partir de este elemento local surge un proceso
global, un estado global o nivel global, que ni es independiente de estas
interacciones locales ni reducible a ellas. Se trata de la emergencia de un
nivel global que surge a partir de las reglas locales; y que tiene un status
ontológico diferente, porque trae consigo la creación de un individuo, o de una
unidad cognitiva. Entonces, cuando ven a un animal en movimiento, o me ven a mi
dirigiéndoles la palabra, me comporto como una unidad coherente, no como una
mera yuxtaposición de movimiento, voz, mirada, y postura. Soy una unidad
integrada, más o menos armónica a la que denomino “mi mismo” o “mi mente” y
ustedes interactúan conmigo a ese nivel: “Hola Francisco”. Esa interacción está
ocurriendo a nivel de la individualidad, que es lo global, lo emergente. Sin
embargo, sabemos que lo global es al mismo tiempo causa y consecuencia de las
acciones locales que ocurren todo el tiempo en mi cuerpo.
Ahora bien, no tengo acceso a la frecuencia de descarga de mi
neurona 223 en la corteza visual, porque esto sería como ir en contra de la ley
según la cual lo global es ontológicamente distinto a lo local. La noción de
emergencia, un principio general que ha impregnado todas las ciencia y no solo a la neurociencia durante los
últimos veinte años, revela la fundamental importancia de concebir un nuevo
modo o tipo de existencia, una nueva forma de caracterizar lo que es una cosa.
Es un modo de existencia del cual no puede decirse que no existe (“Francisco no
existe”). Yo cuento para algo, ustedes están leyendo lo que escribí. Al mismo
tiempo, ¿cuál es la naturaleza de mi existencia? No asumimos que hay algo
sustancial o una cualidad especial que está alojada en alguna parte de mi cerebro
–que hace que Francisco sea Francisco. En realidad, este yo cognitivo es fruto
de sus acoplamientos dinámicos, los que incluyen a todos y cada uno de los
componentes locales, pero al mismo tiempo, no puede reducirse a ninguna
interacción en particular. Por lo tanto, es como decir que está y no está ahí.
Es como cuando decimos “Inglaterra”. En un sentido Inglaterra
existe, tiene vínculos comerciales, tratados de paz, y hace todo tipo de cosas
como nación. Al mismo tiempo, ¿dónde está? Inglaterra está en la pauta de
interacciones de la gente que vive ahí. Luego, ni existe ni tampoco no existe,
esto es, sólo existe como patrón en flujo. Claramente, tiene un modo de
existencia que no es del tipo que hemos heredado de la teología o la física,
concebida como sustancialidad o materialidad, una cualidad que podemos ubicar o
localizar de alguna u otra forma. Sin embargo, las entidades emergentes son la
base de entidades complejas típicas de los ámbitos de la vida y de la mente,
sumamente efectivas como modo de acción y de presencia en el mundo.
Por lo tanto, la cognición no sólo está enactivamente encarnada,
sino que también es enactivamente emergente, en ese sentido técnico que traté
de esbozar. Puede que algunas personas se refieran a este fenómeno bajo diferentes
nombres: autoorganización complejidad o dinámica no lineal. El principio de
base ese el mismo: el tránsito de lo local a lo global. Es una codeterminación
entre elementos neurales y un sujeto cognitivo global. El sujeto cognitivo
global pertenece a ese nivel emergente ya ese modo de existencia.
Ahora bien, el principio de la emergencia normalmente se
interpreta en forma más bien reduccionista. Lo que quiero decir es que muchas
personas aceptan que el yo es una propiedad emergente que surge de una base
neural/corporal. Sin embargo, la afirmación inversa generalmente se pasa por
alto. Esto es importante ya que, si los componentes y circuitos neurales
funcionan como agentes locales, capaces de dar origen a un yo en forma
emergente, de ello se deriva que este nivel global, el yo, tiene acciones
eficaces directas sobre los componentes locales. Es una calle de dos
direcciones: los componentes locales dan origen a esta mente emergente, pero
viceversa, la mente emergente constriñe afecta directamente a los componentes
locales.
Desde este punto de vista, el enigma de los fenómenos
psicosomáticos es un falso problema. ¿Por qué habría de sorprendernos que un
estado global correspondiente a un estado cognitivo a una actitud o a un estado
mental- puedan tener un efecto directo en principios locales muy diminutos? Y
si creen que ésta no es más que una aspiración, permítanme un ejemplo. Hemos
estado trabajando con pacientes epilépticos a los que se les implantan
electrodos en el cerebro unos días antes de ser operados. De este modo, tenemos
acceso a señales eléctricas muy precisas del cerebro de un humano en estado de
vigilia, y también podemos estudiar el momento que precede a la crisis, así
como también predecir su ocurrencia con algunos minutos de anticipación. Este
es un buen ejemplo de cómo las propiedades locales (las corrientes locales)
conducen a un estado global (la crisis). Pero también comprobamos lo contrario:
cuando un paciente está activamente concentrado en una actividad cognitiva
(como reconocer una forma visual) se detectan cambios en la dinámica
epiléptica. Esto significa que el efecto de un estado global tiene efectos
sobre la actividad eléctrica local en forma muy precisa. Hablemos entonces
sobre la integración mente cuerpo. Por alguna extraña razón, tenemos esta
tradición occidental, esta percepción de que la materia puede ser el soporte de
lamente, pero que la mente pueda tener un efecto directo sobre la materia.
Bueno, esta es una noción demostrablemente equivocada, y esto es lo que el
concepto e emergencia nos permite apreciar, si lo entendemos correctamente como
una calle de dos dirección y no tan sólo de una dirección.
Por lo tanto, la cognición es enactivamente emergente y es la
co-determinación entre elementos locales y el sujeto cognitivo globla. Hay dos
corolarios que se desprenden de este punto clave. En primer lugar, si juntamos
el primer punto clave y el segundo, es decir, los conceptos de encarnación y de
emergencia, la mente es fundamentalmente asunto de imaginación y de fantasía.
En otras palabras, es la actividad interna de estas propiedades emergentes,
junto con el hecho de que hay un acoplamiento continuo, lo que constituye el
aspecto central de lo que es la mente. La mente no es la representación de un
determinado estado de cosas; la mente es la producción constante de esta
realidad coherente que constituye un mundo, un modo coherente de organizar las
transiciones locales-globales.
Dicho de otra manera, así como la percepción es imaginaria, la
imaginación se basa en la percepción. Hay experimentos que demuestran que cualquier
cosa que se le proporcione a un organismo (enactivamente encarnado) como
excusa para una interacción sensorimotriz sirve para que el organismo
inmediatamente construya un mundo que está formado, totalmente conformado.
Esto representa un gigantesco paso conceptual, desde la idea que existen
propiedades del mundo que hay que aprender para formarse una imagen adecuada de
la realidad, hasta la noción de que prácticamente cualquier cosa nos sirve de
excusa para inventar la realidad. Nuestro mundo es imaginación y fantasía y es
por esto que es de fundamental importancia que los niños desarrollen el suyo.
El segundo corolario de este principio es que ya que la mente se
base en la emergencia de lo local a lo global, no hay nada en la mente que
podamos separar en elementos discretos y diferentes. En otras palabras,
fenomenológicamente, nuestras mentes no presentan una división clara entre la
memoria por un lado y el afecto o la visión por otro. Como consecuencia, uno de
los descubrimientos más impactantes de los últimos años es que el afecto o la
emoción está en el origen de lo que hacemos todos los días en nuestro manejo e
interacción con el mundo. Que la razón o el razonamiento vendría a ser como la
cereza de la torta. La razón es lo que surge en el último estadio de la
emergencia minuto a minuto de la mente. Fundamentalmente, la mente es algo que
emerge de la tonalidad afectiva que está anclada en el cuerpo. Todo el proceso
ocurre más o menos una fracción de segundo, una y otra vez. En el proceso del
surgimiento momentáneo de un estado mental, los estadios tempranos están
enraizados en las superficies sensorimotrices próximas a la espina dorsal en el
cerebro medio, luego se dirigen hacia arriba a lo que denominamos el sistema
límbico, en la corteza superior. De este modo, esta tonalidad emocional se va
transformando en categorías y elementos distintos y cadenas de razonamiento,
que son las clásicas descripciones de la mente en términos de unidades. Pero la
razón y las categorías son literalmente los picos de la montaña que están
asentados en el afecto particularmente en el afecto y la emoción. En efecto la
emoción es ya intrínsecamente cognitiva. Una vez que hayan cambiado de
perspectiva, y dejen de considerar que la razón es el principio central de
lamente, entonces podrán ver la emergencia del momento de la mente a medida que
ocurre. Se origina en este caldo, el organismo total en situación y entonces da
origen a este movimiento ascendente, que se va extendiendo gradualmente como
los picos de la montaña.
Es por esto que la experiencia fenomenológica es tan difícil de
articular en un pie de página, ya que una parte tan considerable de su base es
pre-reflexiva, afectiva, no conceptual, pre-noética. Es difícil ponerla en
palabras, justamente porque precede a la palabra.
Cuando digo que precede a la palabra no quiero decir que está más
allá de las palabras. Al contrario, es porque está tan enraizada que todavía no
se ha transformado en aquellos elementos de la razón que tendemos a considerar
como la expresión más elevada de la mente. Por lo tanto, para resumir ambos
corolarios, en primer lugar, afirmo: La vida es como un sueño; en segundo
lugar, para citar a Pascal: “El corazón tiene sus razones que la razón
desconoce”.
El punto clave de la
intersubjetividad
Con el siguiente punto clave nos adentramos en una región que
todavía nos resulta bastante desconocida. El lema es: Esta mente es esa mente.
Las ciencias cognitivas y del cerebro siempre han considerado que la mente esta
alojada en el cerebro y, por lo tanto, que la mente del otro es impenetrable y
opaca. Se considera que cualquier violación de esta separación espacial nos
remite a algún tipo de energía psíquica que es necesario evitar. Pues bien, las
últimas investigaciones en ciencia cognitiva nos muestran claramente que la
individualidad y la intersubjetividad no se oponen, sino que son necesariamente
complementarias. Nuevamente, no deja de asombrarme que algunos filósofos de la
mente hayan gastado litros de tinta para tratar de probar que tenemos una
conciencia y que no estamos rodeados de zombies. ¡Es francamente grotesco! El
tema ha sido planteado al revés: la presencia y la realidad del Otro es algo
tan íntimamente cercano que la pregunta pertinente es: ¿cómo pudimos haber
llegado a la noción de que somos tan distintos y estamos tan separados?
Antes señalé que la investigación moderna en ciencia cognitiva nos
ha proporcionado amplia evidencia de que todos los fenómenos cognitivos son
también emocional-afectivos. Esto es, en forma natural, ha llegado a considerar
que el fundamento de la génesis de la mente es un fenómeno afectivo-empático.
Esto ha quedado particularmente claro en estudios con primates superiores y
niños pequeños.
Así en un estudio reciente, Proyinelli y Preuss concluyen que el
resultado clave de muchas décadas de investigación con primates superiores no
es la controversia lenguaje/no lenguaje. Más bien, es que los primates
superiores tienen una capacidad sumamente desarrollada para interpretar la
mente del otro. Se trata de un tipo especial de inteligencia relacionada con la
habilidad para reconocer estados mentales como los deseos, intenciones y
creencias a partir de la presencia corporal del otro: rostro, postura y sonido.
Estudios conductuales realizados con niños y chimpancés revelan impactantes
similitudes en el desarrollo de ambos en relación con este punto, si bien es
probable que los humanos hayan desarrollado refinamientos posteriores. En su
trabajo pionero con bebés, D.Stern ya había observado que incluso en eventos
perceptuales, las fronteras entre el yo y el otro no están claramente
delimitadas, y que el ser un yo y constituir un tu son efectos concomitantes.
La asombrosa capacidad del bebé para una respuesta empática surge pocas horas
después del nacimiento. Un último ejemplo se relaciona con lo que todo el mundo
sabe, que los niños necesitan amor y cuidado cuando son pequeños. Hace algún
tiempo se publicó un estudio sobre los efectos del amor y el cuidado en la
estructura de los elementos locales de los bebés. Asombrosamente, se pudo
demostrar que el contacto físico y los cuidados amorosos eran un determinante
directo no sólo a nivel de las propiedades cerebrales (es decir,
transformaciones a nivel de sinapsis y de neurotransmisores), sino también a
nivel de la expresión genética. En otras palabras, estos niños son modificados
en su misma constitución corporal por acciones que ocurren a nivel emocional
entre seres humanos. También podríamos citar otros ejemplos, como aquellos
estudios sobre la temprana infancia y el interés de los bebés por los rostros
humanos. O la neurofisiología reciente que vincula la percepción de la propia
imagen corporal a la percepción del cuerpo del otro como en un espejo. El punto
básico es siempre el mismo, es decir, que la cognición es generativamente
enactiva, una codeterminación Yo-Otro.
Por supuesto, existe un vínculo directo entre el afecto y la
empatía que aquí quisiera explorar un poco más. El afecto es una dinámica
pre-reflexiva de autoconstitución del self, un autoafecto en sentido literal.
El afecto es primordial, en el sentido de que soy afectado o conmovido antes de
que surja un “Yo” que conoce. Mientras escribo en este preciso momento, estoy
en una actitud de disposición, movido por la anticipación de escribir y plasmar
mis ideas en palabras. Mientras escribo estas palabras, esta disposición se
tiñe de una carga emocional que revela cierto grado de frustración por no
encontrar la palabra adecuada. Pero esa tonalidad emocional surge sobre el
trasfondo de un estado anímico exaltado de un día productivo dedicado a
concluir este texto.
Más explícitamente, quisiera distinguir tres niveles en el afecto.
El primer nivel está constituido por las emociones:
el estar consciente de una tonalidad emocional que es constitutiva del presente
vivo. El segundo nivel es el afecto,
una disposición propia de una secuencia coherente de acciones encarnadas mas
largas. Finalmente, el estado anímico,
el nivel de la narración descriptiva a lo largo de una gran extensión de tiempo
(varios días o semanas).
Esta cualidad primordial o pre-verbal del afecto la vuelve
inseparable de la presencia de los otros, y es aquí donde quisiera presentar el
último punto de mi argumento. Para comprender por qué esto ocurre así, hay que
centrarse en los correlatos corporales del afecto, los que no solamente
aparecen como conductas externas, sino también como directamente sentidas, como
parte de nuestro cuerpo vivido. Este aspecto de nuestro cuerpo vivido desempeña
un papel decisivo en la forma en que aprehendo al Otro, no como una cosa, sino
como otra subjetividad semejante a la mía, un alter ego. Es a través del cuerpo
del otro que establezco un vínculo con el otro, primero como organismo
semejante al mío, pero también percibido como presencia encarnada, lugar y
medio de un campo experiencial. Esta doble dimensión del cuerpo (orgánico /
vivido; Körper/Leib) es un aspecto esencial de la empatía, el camino real para
acceder a la vida social consciente; más allá de la simple interacción, como
intersubjetividad fundamental.
El punto clave de la circulación
El siguiente punto clave nos lleva directamente a una curva más
cerrada, pero una curva necesaria, ya que también es fruto de la dinámica
interna de la investigación. El lema es: La conciencia es un asunto público.
El antecedente directo de este punto clave es el boom reciente del estudio de
la conciencia humana como dominio legítimo de la ciencia. Pero el término
conciencia es lo suficientemente vago como para justificar algunas aclaraciones
previas.
La intuición que anima este punto clave es la siguiente: la
profundidad inherente a la experiencia directa, vivida, permea las raíces
naturales de la mente. Me gustaría desarrollar esta intuición en dos etapas. En
primer lugar, un análisis científico de la mente apropiado (es decir, en el
contexto de las ciencias cognitivas) conduce a la necesidad de un examen
detallado de la propia experiencia. Segundo, la experiencia examinada y el
análisis científico pueden tener una relación no-dual explícita una
determinación mutua, una circulación que evita tanto los extremos del
neuro-reduccionismo y esa inefabilidad de la conciencia.
Uno de los rasgos que comparten muchas tradiciones espirituales es
la noción de que la experiencia humana no debe ser tomada en su valor nominal, sino
examinada de una u otra forma. En contraste, las ciencias cognitivas
prácticamente sólo se han interesado por las facultades cognitivas en la vida
común, no-examinada. Pero esto está cambiando rápidamente, y no es
sorprendente, ya que las ciencias cognitivas se enfrentan al desafío único de
incluir nuestra propia vida consciente en su ámbito de competencia, y a
fortiori, el propio acto de examinar nuestra vida individual. En otros lugares
he insistido sobre la importancia de una neurociencia experimental de este
tipo, o neurofenomenología. El problema crucial de este programa de
investigación es que si no queremos reducir la experiencia (examinada y no
examinada) a una perspectiva neural, habrá que desarrollar una metodología
apropiada para su examen. Es aquí donde típicamente se produce una interfase
con las tradiciones espirituales. Junto al problema de la metodología surge el
problema complementario de la naturaleza de la relación entre estos datos
científicos externos, provenientes de la ciencia cognitiva, y la primera
persona; esto es, datos fenomenológicos anclados en la experiencia vivida.
¿Cómo s constriñen mutuamente y se co-determinan estos dos ámbitos de la
observación y la descripción? Es justo decir que esta línea de trabajo pone al
descubierto un número de enormes y perturbadores desafíos, razón por la cual
este punto clave es mucho menos consensual que los anteriores.
En relación con la metodología, ya sea fenomenológica o basada en
las tradiciones contemplativas, uno de los mayores desafíos consiste en poner
al descubierto cada uno de estos aspectos de la forma de acceder a fenómenos en
primera persona, en carne y hueso para establecer una pragmática fenomenológica
más allá de un uso vago. El fracaso por transformar la reducción fenomenológica
en un método concreto es, a mi juicio, el tema menos desarrollado de la
Fenomenología. Como resultado, una cantidad apreciable de literatura
fenomenológica ha derivado en un análisis textual y en repeticiones de
descripciones. En occidente, más allá de la fenomenología, están las muy
criticadas escuelas introspeccionistas de los inicios de la psicología del
siglo XX que en este momento están en proceso de revisión.
Las prácticas de esta experiencia de examen revelan una región claramente determinada de reciprocidad
ontológica. Esta región puede ser caracterizada por la forma en que
entidades específicas surgen como desde adentro (o sea, lo que está dado) y por su clara constitución
inmanente (es decir, lo que está dado en una esfera que es mía). Esta región específica está habitada o revela entidades y
eventos inseparables de la presencia del cuerpo vivido en toda su complejidad.
No necesito decir que la línea de trabajo que acabo de esbozar no puede ser
desarrollada sobre una base abstracta y general, sino que tiene que basarse en
estudios de caso, realizados paso a paso. Como ejemplo, podemos mencionar el
estudio del problema central de la neuro-fenomenología de la experiencia del
tiempo, el siempre presente ahora encarnado o el origen de la imagen del yo.
Así, el estudio de la conciencia en el sentido que aquí examinamos
abre ontologías regionales de objetos materiales o ideales que están
inter-penetrados, transparentes tanto hacia su base material (de otro modo
permanecerían inexorablemente separados) y al ámbito de la experiencia (de otro
modo serían idealidades flotantes desencarnadas).
Claramente la reciprocidad Leib/Korper no estará disponible en
toda su enorme importancia mientras conservemos una actitud de experiencia no
examinada, esto es, una actitud natural. Si queremos avanzar más lejos, habrá
que cultivar la actitud reductiva.
Un punto importante es que la neurofenomenología nos ha internado
por los caminos de la renovación filosófica y metodológica. Si pretendemos que
esta línea de investigación proporcione una respuesta para lo que de otra
manera sería una brecha explicativa insalvable entre la mente cognitiva y la
mente fenomenológica, no podemos ignorar la base constitutiva de la
reciprocidad mutua que hace que lo mental y lo experiencial, lo corporal y lo
neural, se mantengan unidos. Por lo tanto, es evidente que sólo a partir de
esta base renovada que la neurofenomenología puede llegar a ser algo más que
una repetición del pasado, bajo la forma de búsquedas de correspondencia que
atraviesan la línea “de misterio”.
Esta reciprocidad mutua sin residuo constituye la naturaleza misma
de esta región que es propia del körperleib.
Al final, para que esta región ontológica se manifieste en toda su luminosidad,
habrá que enlazar tres elementos para entretejer una urdimbre de continuidad
entre lo material y lo experiencia, lo natural y lo trascendental.
En otras palabras, hemos identificado tres polos en la circulación
mutua que hemos estado examinando:
1.
El
nivel formal ya que la descripción de
los contenidos mentales participa de un modo de idealidad y, por lo tanto,
están efectivamente en terreno común;
2. El
proceso natural (neural, corporal)
considerado en su nivel apropiado, tendiendo un puente entre la emergencia
global y los mecanismos locales, que le dan una relevancia directa tanto al
contenido psicológico ya un examen neurocientífico detallado
3. El
nivel pragmático de examen que
conduce a la transición Leib/Körper ya que sólo este nivel nos permite acceder
a una posición no-dual, que no excluye a la experiencia ni al cuerpo y
proporciona la base relevante o los datos para la 1 y 2.
Entre estos tres polos no hay simplemente una relación estática o
estructural: están en una relación mutuamente generativa en el sentido de que
cada uno requiere del otro para cobrar sentido. Ninguno de ellos se basta a sí
mismo en forma aislada. Creo esta triple urdimbre puede entregarnos los
fundamentos para renovación importante en filosofía y en ciencia,
permitiéndonos acceder a un pensamiento no dual, no declarativo ni pre-definido
por decreto, sino que se halla en el umbral de nuestra propia puerta.
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