LA PROMESA DE HEFESTO
en relacion a la Función Inferior
en relacion a la Función Inferior
M.L. Paula Durán Hurtado[1]
Publicada en Revista Encuentros N°4- diciembre 2012.
Revista Latinoamericana de Psicologia Analítica. ISSN: 0718-9133
Resumen
Enmarcado en los estudios de C.G.Jung, quien definió una tipología de la personalidad, que consiste básicamente en que las personas tendríamos 4 funciones psíquicas –sensación, sentimiento, pensamiento e intuición- y una de 2 actitudes –extrovertida e introvertida- para relacionarse con la realidad, el Trabajo quiere rendir honores a este dios mitológico, a quien habré de nombrar como el Señor de la Función Inferior[2]. El documento se ha llamado la Promesa de Hefesto, aludiendo justamente a las bondades que augura el rescatar estas capacidades psíquicas de la inconsciencia -en la cual se encuentran mientras se desarrolla el proceso evolutivo del ego- y desde el cual podrían salir espléndidamente durante la segunda mitad de la vida -con el proceso de individuación-, a fin de que la persona humana alcance su totalidad.
1.
Introducción
El verdadero valor de un ser humano
se encuentra en el grado de liberación
de sí mismo que ha logrado.
(Albert
Einstein)
En mi segundo seminario –que fue el tercero de la serie- cometí un
lapsus del que reparé varios meses más tarde: Prometeo –dije- había sido
liberado no por Heracles sino por Hefesto. Se trata de un traspié -como todos-
que retrata una parte de mi, no sólo porque cometo errores, sino porque
Heracles representa la fuerza, una energía que ha terminado por cansarme.
Hefesto, por el contrario, es un olímpico defectuoso, un artesano que trabaja
con aquellos elementos que me evocan las luces de noche: el metal y el fuego.
Estos elementos, que relaciono con los nibelungos[1]
-hombres maltrechos que no salen del fondo de la tierra-, son trabajados por
ellos en la oscuridad del planeta.
Tanto los nibelungos, como Hefesto, se relacionan con quienes en rigor son
parientes de la luna y el sol. La palabra metal, según Alleau, tiene raíces en “mé”
o “més”, el nombre más antiguo dado a la luna (Chevalier, 1991). El fuego, por
otra parte, no puede sino evocarnos al sol, por su luz y su calor; pero también
por su potencial de destrucción y pasión.
En este trabajo quisiera rendir honores a este dios, a quien habré de
nombrar como el Señor de la Función Inferior. El documento se ha llamado la
Promesa de Hefesto, aludiendo justamente a las bondades que augura el rescatar
estas capacidades psíquicas de la inconsciencia -en la cual se encuentran
mientras se desarrolla el proceso evolutivo del ego- y desde el cual podrían
salir espléndidamente durante la segunda mitad de la vida -con el proceso de
individuación-, a fin de que la persona humana alcance su totalidad.
El informe se inicia
buscando algunos acuerdos respecto a lo que se entienda por personalidad. Luego
se describe someramente cada tipo psicológico, indicando lo que cada uno –para
poder desarrollarse- opta por dejar fuera de la conciencia. A partir de esas
comparaciones, se podrá extrapolar lo que cada función significa a la totalidad
y a la sombra. En la segunda parte del trabajo se busca establecer algunas
semejanzas entre Hefesto y la Cuarta Función. Se recurre para ello a su doble
calidad de Dios y maestro; a los elementos con que trabaja, el metal y el
fuego; a sus talleres volcánicos donde está con los cíclopes; a las leyendas
Homéricas; a su cojera. Esa reflexión entregará algunos antecedentes que
permitirán evaluar la conveniencia de rescatar esas posibilidades existenciales
de la indiferenciación o bien consentir explícitamente en hacernos inválidos de
ellas.
2.
Desarrollo
En el proceso de individuación, que no es
otra cosa que llegar a ser lo que se es, será importante saber qué realmente es
aquello que uno debe ser, porque los individuos nos identificamos con nuestra
personalidad y no con nuestra esencia. Para poder alcanzar ese conocimiento
sustancial debemos permitir que éste se manifieste, lo que podremos lograr si
concedemos que un porcentaje de la energía que utilizamos para ello, deje de
utilizarse. En rigor, no hay nada que “hacer” para “ser”.
¿Quiénes somos realmente? Quien haya tenido
una experiencia espiritual podrá recordar qué y cómo se sintió en aquel
momento. Es probable que los conceptos que surjan de evocar ese recuerdo sean:
paz, contención, felicidad, plenitud, integridad, confianza, luz, expansión,
amor… estados de gracia. Ese es el estado natural del ser humano, el mismo que
tiene un niño recién nacido. Sin embargo, el ambiente, los estados de ánimo,
los ruidos, los gritos, los mensajes inconscientes y todo aquello con lo que
nos conectamos, hacen que el ser verdadero reaccione, se tense, se contraiga,
se reprima, se asuste y se proteja. Esa protección es lo que posteriormente
llamaremos ego –hecho de dolores, penas, desconfianzas, inseguridades-.
El que se haya formado esta capa defensora del alma refleja que hemos perdido
la confianza básica con la cual llegamos al mundo; poco a poco nos vamos
convenciendo que somos aquello que hemos hecho de nosotros. La
personalidad es una forma de adecuación social del ego; es también la
estrategia de sobre vivencia elegida por cada uno de nosotros. La
personalidad total no sólo incluye al ego –su parte conciente-, sino
también a la máscara que nos ponemos para obtener aceptación social –la
persona- (Downing,1994)
La personalidad es un patrón de conductas que
hemos seleccionado –más inconsciente que concientemente- para poder
desarrollar el ciclo vital. En la
medida en que nos sentimos identificados con esta forma de “hacer” vamos
limitando nuestras capacidades de “ser”, vamos restringiendo nuestra capacidad
esencial. Esa represión de nuestra propia totalidad produce una
ruptura, entre “la parte” y “el todo”; la escisión representa nuestro dolor de
ser o –lo que es lo mismo- nuestro dolor de no poder ser. Es en ese
espacio donde se encuentra la respuesta a la falta de sentido, a la depresión,
al sentimiento de vacío, porque la opción por una parte de nosotros mismos, nos
hace estar cautivos, nos restringe la libertad. La libertad dice relación con
las opciones y éstas, con las posibilidades de acción; por lo tanto, a mayor
libertad, menores patrones conductuales. El hombre libre no es predecible;
cuando las conductas son predecibles es porque responden a un patrón; y el patrón,
domina.
Conocer cuál es nuestra estrategia de
sobrevivencia nos permite saber qué estamos rechazando de nosotros mismos,
porque todo aquello que privilegia nuestro tipo psicológico demuestra la “parte”
por la que estamos optando y nos refleja, por omisión, aquellas otras
posibilidades de ser de las que nos estamos marginando. El proceso de
individuación busca iluminar la totalidad de nuestro ser, ya sea trayendo a la
luz aquellos contenidos que se encuentran en la oscuridad o iluminando espacios
sombríos. El faro de la vida personal es el desarrollo integral de nuestra alma;
el camino de la vida es la ruta del ser para terminar de existirlo, un ser que
podrá sentirse desentrañado hasta completar su proceso; recorrido que está
enmarcado por la oscuridad y la iluminación, por la inconsciencia y la conciencia, los polos del ser y el
no-ser.
La pregunta fundamental es si nos atrevemos a
ser quienes somos, si nos aceptamos. ¿Estamos realmente dispuestos a vencer
nuestros miedos, complejos, resistencias, escisiones? ¿Estamos dispuestos a no
resistir, a no promover, a no temer? ¿Estamos realmente dispuestos a lograr
nuestro objetivo de individuación? ¿Queremos trascendernos a nosotros mismos?
Porque, nadie que desee realmente cambiar el mundo podrá mantenerse en él y
llegaremos a ser sólo lo que podamos pensar de nosotros mismos, lo que podamos
aspirar. ¿Seremos capaces de ser… nosotros mismos?[2]
2.A. Tipología
de la Personalidad según C.G.Jung
La mayor felicidad
es conocer la fuente de la infelicidad
(Dostoievski)
Antecedentes generales. Jung sugiere que son 8 formas las de
relacionarse con el entorno; a cada una de ellas le corresponde un tipo de personalidad.
Los
factores considerados para configurar su tipología son básicamente dos: las
actitudes y las funciones psíquicas. Jung distingue dos
actitudes: una introvertida, en que la disposición de la libido se
dirige hacia el interior, absteniéndose de participar en el ambiente y
desplegando sus estructuras defensivas para protegerse de la invasión externa; otra
extrovertida, en que la energía de la libido busca hacerse parte del
entorno, influirlo y dejarse influir. Igualmente, distingue cuatro
funciones: pensamiento, sentimiento, intuición y sensación. Estas
funciones producen dos polaridades. Una racional –aprecia y hace juicio-:
pensamiento –distingue verdad del error- y sentimiento –distingue
lo atractivo de lo no atractivo-; otra irracional –observación sin
juicio-: intuición –percepción interior- y sensación –percepción
exterior-. Ninguna de las cuatro tiene conexión con otra ni puede convertirse
en la otra. La sensación y la intuición, en cuanto irracionales, se harán
equivalentes a las conductas que presentan los recién nacidos y los hombres
primitivos. La intuición es la que contacta con las imágenes primordiales, tras
las impresiones sensibles. El pensamiento y el sentimiento surgen como
funciones racionales. Las cuatro funciones son necesarias para el
desarrollo equilibrado de la personalidad y equivale a tener los cuatro
elementos –agua, tierra, aire y fuego- en la Carta Natal[3].
(Hamaker-Zondag, 1978)
Las personas
están en disposición de ejercer las cuatro funciones, las cuales facilitan la
orientación del aquí y del ahora. Cada una de ellas contiene elementos y
características propias, que no comparte con las otras. Jung dice que todos los
individuos tienen estas funciones; sin embargo, se ajusta a la realidad sobre
la base de una sola de esas funciones. En el desarrollo de esa única función,
la constitución del individuo juega un papel importante, aunque no siempre
decisivo. Influye la familia, los juicios que el niño va percibiendo respecto
de su desempeño, las valorizaciones culturales. Esta “selección” de función es
relativamente inconsciente, aunque no su desarrollo, que también es más rápido
y enérgico.
Quisiera
retomar por un momento lo mencionado respecto de la disposición planetaria y la
forma cómo ello nos afecta, ya que el elemento que se encuentre en “el medio
cielo” podrá alcanzar un desarrollo total, convirtiéndose en la base de la visión
global de la vida y el modelo general de conducta del sujeto. Por otra parte,
el elemento “contrario” –determinación muy inexacta, dado que los elementos
no se excluyen como sí lo hacen las funciones psicológicas con su polo
reprimido- estará subdesarrollado en lo referido a percepción general de la
vida y estará continuamente distrayendo a la función superior. Hacer este
alcance me permite ejemplificar de forma muy gráfica: a una persona cuya función
superior es la intuición –fuego- le será muy difícil contactarse con las
bondades que puede ofrecerle su función inferior –tierra-….; el fuego
tiene una volatilidad, expansión, alcance y rapidez, que no puede obtener de la
tierra. Y las ventajas de la tierra no son sino obstáculos al fuego, tanto así,
que echando tierra al fuego, éste se extingue. La misma incompatibilidad podrá
observarse del aire y el agua[4].
Neuman
(1960) concluyó que el inconsciente es el punto de partida para el desarrollo.
La conciencia se desarrolla paulatinamente, como resultado de todos los tipos
de experiencia. Originalmente es informe, pero poco a poco va estableciendo una
forma personal. La totalidad de la personalidad, por otra parte, está
oculta en el inconsciente y las cuatro funciones están representadas en ella.
(Hamaker-Zondag, 1978). Una de ellas va ocupando un lugar más protagónico
hasta hacerse superior, es decir la función utilizada por el ego para organizar
el campo de conciencia y decide de antemano su actitud específica ante el
contenido de la experiencia. La segunda función, que también es
utilizada con frecuencia, también está conciente; una tercera función podrá ser
utilizada algunas veces; pero la cuarta función, opuesta a la superior,
queda radicada en el inconsciente y fuera de nuestra voluntad; es decir, se es
inválido de ella –en algunos casos, sólo por un tiempo-.
El resultado de la combinación de estos factores –cuatro
funciones y dos actitudes psíquicas- son cuatro personalidades de tipo
extrovertido, en las que en cada una de ellas predominará como función
superior una de las cuatro funciones psíquicas, quedando su polaridad como
función inferior y las otras dos, como funciones auxiliares. Esto implica que
habrá un pensamiento extrovertido conciente cuya función inferior será el
sentimiento inconsciente introvertido con dos funciones auxiliares que serán la
sensación y la intuición, ocupando una de ambas un rol más destacado que la
otra; un sentimiento extrovertido conciente, cuya función inferior será el
pensamiento introvertido inconsciente y así sucesivamente con las cuatro
funciones. El segundo resultado que arroja la combinación de factores
considerados para la formulación de la tipología son cuatro personalidades de tipo
introvertido, predominando en cada una de ellas una función que se
llamará superior, que dejará a su polaridad como función inferior. De la misma
forma que hicimos antes, diremos que en este grupo de personalidades podrá
distinguirse una intuición introvertida conciente ocupada como función
superior, que dejará como función inferior a una sensación extrovertida
inconsciente; habrá también un pensamiento introvertido conciente como función
superior que se apareará con un sentimiento extrovertido inconsciente como
función inferior, quedando la intuición y la sensación como funciones
auxiliares, una de ambas con mayor grado de conciencia que la otra; el mismo
procedimiento se aplica con las otras dos funciones. En síntesis, ocho
tipos de personalidades.
2.A.i) Una primera mirada a la Función Inferior. Von Franz
(1995) dice que la psique tiene un modelo de estructura cuádriple y trasciende
las funciones concientes. La combinación de sus funciones y el nivel de
conciencia en que pueda encontrarse cada una de ellas -en cada individuo- harán
una gran diferencia en la forma cómo ese individuo se relaciona y se comporta
en el mundo. En el curso del desarrollo del ego van surgiendo, primero una,
luego otra función, dándole una estructura particular a la psique de cada
persona, condicionada al nivel de desarrollo que el individuo haga de cada una
de esas funciones. Podría ser, en consecuencia, que sólo una de las funciones
se encuentre conciente en una determinada persona; o bien tres funciones concientes
y sólo una inconsciente. En cada caso habrá ventajas y desventajas. Lo “mejor”
que puede presentarse es alcanzar la mitad de la vida desarrollando y haciendo
conciente la última y cuarta función, con lo cual se actualiza el potencial de
la estructura psíquica.
La cuarta
función, llamada también función inferior, por estar en el inconsciente, es la
que contacta al individuo con las raíces de la humanidad, retiene la llave de
la totalidad, contacta con el colectivo. Por estar indiferenciada, está también
subdesarrollada y su comportamiento es inadaptado. La conciencia hace muchos
intentos por canalizar y organizar todas las acciones y reacciones de la función
inferior, tanto que puede cambiarse la expresión de esa función para que esté
de acuerdo con “el tema” de la superior.
La forma cómo
aparecen las funciones psíquicas en la estructura de personalidad es de evolución
creciente; sin embargo, la manifestación de la cuarta función, implica el
desmoronamiento de la estructura completa. La función inferior sólo puede subir
trayendo consigo a todo el inconsciente colectivo; la alternativa opuesta es
que se mantenga indiferenciada y poco a poco vaya jalando hacia abajo las
características que originalmente estaban en la conciencia. La forma de
permitirle surgir es haciendo descender la función superior hacia el
inconsciente, con lo cual se hundirán también las funciones auxiliares,
permitiendo de este modo el surgimiento de una nueva vida psíquica (Von Franz,
1971). La actitud personal, en ese tránsito acuoso de funciones psíquicas,
devendrá de un modo completamente inusual, inédito, desconocido y mágico.
Podrá manifestarse como un utilizar todas las funciones al mismo tiempo; podrán
también surgir indistintamente una y otra función complementando la actitud; podrá
surgir una forma de relacionarse completamente nueva que no pueda ser adscrita
a una u a otra función. En lo personal asocio el estado con uno de
vaga contemplación, candidez o ingenuidad, desnudo de cualquier
defensa, de cualquier juicio, de cualquier atadura; podrá ser comparado con un
volantín que sigue las corrientes de la brisa, sin estar siendo guiado por hilo
alguno, sin estar afectado por vientos ni mareas, lisa y llanamente siendo en
la presencia; situación por lo demás bastante desconcertante, tanto para quien
la vive como para con quienes se relaciona, ya que las nuevas formas de
manifestarse el ser, están siempre sorprendiendo con su originalidad, a veces
destemplada de la tradición.
2.A.ii) Asomándonos a los tipos. Cada tipo de personalidad opta por
desarrollar algunas características que resultan ser útiles al individuo para
su desempeño social y que le proveen de un perfil para relacionarse con su
entorno. Estos perfiles, de acuerdo a la tipología Junguiana son ocho. Habiéndose
hecho su equivalencia a la tipología del Eneagrama[5]
(Frager, 1999), podré apoyarme ocasionalmente en este conocimiento[6]
(Riso, 1993).
Pensamiento Extrovertido –personalidad tipo UNO del Eneagrama-.
Quien tiene esta función superior eleva la realidad objetiva, o una fórmula
intelectual objetivamente orientada, al principio gobernante no sólo para sí
mismo sino para todo su ambiente.
Mediante esta fórmula se mide el bien y el mal, y se determina la
belleza y la fealdad. Los juicios en estos términos son “correctos” o “incorrectos”,
convirtiéndose en ley individual y colectiva, que rige indiscriminadamente en
diferentes momentos. Quienes no acatan son tildados como individuos equivocados
que se resisten a una ley universal, irracional, inmoral y sin conciencia
(Jung, 2000). Son poco tolerantes, muy exigentes –consigo mismo y los demás-
sumisos a una ley divina de justicia y de verdad, a obligaciones y deberes.
Dependiendo la integración de la personalidad el individuo podrá ser un
reformador social, un purificador de conciencias; o bien, un controlador
inflexible, agobiado de tareas que exige que las cosas se hagan a su ritmo –bastante
obsesivo- (Riso, 1993).
El tesoro
que esconde esta personalidad es el sentimiento
introvertido –personalidad tipo SEIS del Eneagrama- que, ausente en
este tipo, por encontrarse en el inconsciente, le ha restringido su sentido estético,
el buen gusto y el cultivo de la amistad. El nacimiento paulatino de esta función
suavizará /eliminará la rigidez propia del pensamiento extrovertido y modificará
sus valores estrictamente morales hacia una actitud de mayor aceptación del
otro, lealtad mística hacia las personas y la familia, necesidad de expresarse
a través de la religión. La actitud externa de la persona se vuelve
aparentemente más cercana, aunque igualmente mantiene una distancia interior
algo inalcanzable por el discurso intelectual (Jung, 2000).
Las
personalidades UNO y SEIS en el Eneagrama son diferentes: el UNO está orientado
a la verdad, como valor intrínseco de la vida. Esto lo hace ser exigente,
moralista –pero no socialmente, sino interiormente-, pulcro; orientado al
“deber ser” en lo “correcto” como valor. El SEIS está orientado a la norma, a
la legalidad, a la tradición. También será exigente, pero en relación al “deber
ser” de lo que dice la autoridad, hacia “lo correcto” en relación a lo que dice
quien ostenta un cargo superior. El SEIS es apegado a lo escrito. El UNO es de
valores, de experiencia, de lo personal –ética-; el SEIS es de
principios, de obediencia, de lo colectivo –moral-. El UNO opta por la
verdad interna; el SEIS, por la externa. (Riso, 2000)
Sentimiento Extrovertido –personalidad
DOS del eneagrama-. La función creativa cuando se vuelca hacia acciones
sociales, filantrópicas u otras análogas. Esa acción saludable se pierde en
cuanto el objeto adquiere una influencia exagerada, volviéndose el sentir
indigno de crédito; o bien, cuando la ayuda termina siendo impuesta. El sentir
extravertido ejecuta todas sus tareas bajo la guía de sus sentimientos;
responde a los estándares adecuados, es auténtico y no es parte de ningún
montaje (Jung, 2000). Dependerá del grado de integración de la personalidad el
que las necesidades que quiere satisfacer el Sentimiento Extrovertido sean auténticas
y no motivadas por la necesidad de ser necesitado, que da luces respecto de una
personalidad más descentrada (Riso, 1993)..
La función
inferior será ocupada por el pensamiento
introvertido –personalidad CINCO del eneagrama-, reprimiéndose los
pensamientos sanos, facilitando la disociación de la identidad que queda
diluida en estados sentimentales individuales y contradictorios (Jung, 2000).
Aportará interioridad y contundencia a esta personalidad, de modo que los
hechos objetivos sólo sean evidencia para la formulación de ideas propias que
permitan configurar su mundo interno. Privilegiará la profundidad por sobre la
amplitud.
Las
personalidad DOS y CINCO son radicalmente diferentes. El DOS está orientado a
las personas y al servicio; evita tener necesidades propias y las detecta fácilmente
en los otros, hacia donde se dirige para satisfacerlas; volcado al exterior y
vacío de sí. Es una personalidad servicial, pudiendo llegar hasta la manipulación
y la intromisión. La personalidad CINCO está orientada a las ideas y teorías;
es más bien un inepto social. Evita sentirse vacío –de conocimientos, de
cosas- por lo que su energía no es de entrega, sino por el contrario, de
guardarse para si; volcado al interior y vacío de mundo externo real. La
personalidad DOS es generosa y personal; la CINCO, egoísta y objetiva. (Riso,
2000)
La Sensación Extrovertida –personalidad
SIETE del eneagrama-. El individuo se orienta a lo fáctico. Las funciones
juzgadoras están sometidas al hecho concreto de la sensación y tienen por tanto
las propiedades de las funciones menos diferenciadas: una cierta negatividad,
con rasgos infantiles. La intuición
es la más reprimida (Jung, 2000). Sensorial extravertido es realista y objetivo
como ninguno. En su vida acumula experiencias reales tenidas con el objeto
concreto; su intención mira al goce específico; le interesa sentir
constantemente el objeto. Es a menudo cortés y agradable. En la relación
exterior es de una credulidad inesperada. La existencia de un conflicto psíquico
le parece anormal (Jung, 2000).
La
función inferior está representada por la intuición
introvertida –personalidad CUATRO del eneagrama-. Las intuiciones
reprimidas se hacen valer en forma de proyecciones sobre el objeto. Si el
objeto es sexual, las fantasías de celos desempeñan un gran papel y asimismo lo
desempeñan los estados de angustia (Jung, 2000).
Las
personalidades SIETE y CUATRO tienen en el eneagrama orientaciones muy disímiles.
El SIETE es una personalidad extraordinariamente gozadora de todo lo que la
vida ofrece; evita el dolor y privilegia el idealismo, por sobre todas las
cosas. Su máxima podrá ser “más es mejor”; cantidad por sobre calidad y extensión
por sobre profundidad. Los CUATRO, por el contrario, son de una sensibilidad
exagerada, centrados en sí mismos, en su dolor; evitan ser comunes y corrientes,
pasando por ello a ser “extraños” las más de las veces; para ellos “el pasado
siempre fue mejor”. Son personalidades nostálgicas, difíciles de comprender y
de entablar amistad, al contrario de los SIETE, más superficiales y leves.
La personalidad SIETE vive de los planes; la CUATRO, del pasado. (Riso, 2000)
La Intuición Extrovertida –personalidad
OCHO del eneagrama-. En este caso,
la intuición se vuelve completamente hacia los objetos externos; se representa
por una “espera” y es también un proceso creativo, que introduce en el objeto
tanto como saca de él. La adaptación psíquica, en esta tipología, se basa casi
exclusivamente en intuiciones (Jung, 2000). El pensar, el sentir y la sensación,
están bastante reprimidos.
La
función más inconsciente es la sensación
introvertida –personalidad NUEVE del eneagrama- que, de paso,
obstaculiza a la intuición, porque al ser opuesta, se fija en la superficie del
objeto, importunando la visión limpia de la intuición. Para esta intuición, las
situaciones concretas de la vida se van transformando en verdaderas prisiones
que le impiden ampliar su visión, por lo que se ve impelido a romper los
puentes hechos por la sensación que son también los muros y cadenas de su
conocimiento. El intuitivo tiene sus propios principios. No dará valor al
bienestar de su entorno, ni a sus hábitos y costumbres. El objeto cobrará
venganza, a la falta de observación objetiva, a través de fobias y sensaciones
corporales absurdas (Jung, 2000).
A
diferencia de las combinaciones anteriores, las personalidades OCHO y NUEVE del
eneagrama, no son tan diferentes o al menos no opuestas. El “problema” de ambas
es el mismo: energía de la agresividad, la rabia como emoción que no dominan, y
las “relaciones” que establecen con el entorno. El OCHO, evita la debilidad, y
manifiesta amplia y avasalladoramente la energía de su centro –ad ire-
sobre relacionándose con su entorno; el NUEVE, evita el conflicto, no parece
disponer de esa energía y tampoco parece relacionarse con su entorno. Al NUEVE,
las cosas le suceden, se ve involucrado en los sucesos; sus dificultades se
originan por lo que omite más que por lo que hace; la personalidad OCHO hace
que sucedan cosas al resto de las personas. (Riso, 2000)
El Pensamiento Introvertido –CINCO-.
Orientado por el contenido subjetivo, representado por un sentimiento también
subjetivo. Crea teorías y problemas, que ejemplifica con los hechos objetivos;
desarrolla y expone la idea subjetiva, la imagen simbólica inicial que se
encuentra en su interior, a la que aspira convertir en idea luminosa pero nunca
a su reconstrucción fáctica. Una vez que el hecho ratifica su teoría, la tarea
queda resuelta y se abandona (Jung, 2000). El pensador introvertido quiere
profundizar no amplificar. Es realmente inhábil en lo mundano y práctico. Su
juicio parece frío, arbitrario y desconsiderado; y aunque sea amable y cortés,
existe la intención de desarmar al adversario, por lo que el otro se siente
desvalorizado.
Mientras
más inconsciente es su función inferior, sentimiento
extrovertido –DOS-, más susceptible y emotivo, más distanciado y
envenenado de subjetividad. Cuando esta función se hace conciente, surge la
sensibilidad y los sentimientos, manifestándose lo mágico y lo femenino en sus
relaciones interpersonales que comienzan a presentarse en su vida. Esta función
activada permite la cercanía con los otros. (Jung, 1993)
Las
personalidades CINCO y DOS en el eneagrama, se orientan hacia focos de interés
diferentes. El CINCO es intelectual, académico, focalizado a lo subjetivo; su
debilidad es el egoísmo y su falta de entrega. El DOS, esencialmente generoso,
vive casi exclusivamente para y por los demás, es de personalidad sociable y
afectiva, descuida sus contenidos internos; son cálidos y contenedores. (Riso,
2000)
El Sentimiento Introvertido
–SEIS- aspira una intensidad a la que los objetos no responden. Los
hombres se vuelven silenciosos; las mujeres, sensibles. No es fácil
comprenderlos. Pueden volverse egocéntricos y entonces se les encuentra antipáticos.
Se vuelven aparentemente místicos y extáticos. Se da más en mujeres:
silenciosas, incomprensibles, infantiles y melancólicas. Sus verdaderos motivos
parecen ocultos. Aparentan tranquilidad, adaptabilidad y armonía; sin embargo,
si el impacto con el otro es muy fuerte, habrá de todas formas un sentimiento
interno de distancia e indiferencia; estos son intensivos más que extensivos.
La miseria y el dolor se queda pegado en su interior, volviéndose su expresión
algo misteriosa, pudiendo canalizarse a través de la religión (Jung, 2000)
Su
función inferior se manifiesta en un pensar
extrovertido primitivo –UNO-. El juicio racional se basa tanto en los
datos subjetivos como objetivos; pero quien es introvertido actúa por factores
subjetivos. Así como la persona extrovertida comparte el sentido universal a
costa de sí misma, el introvertido es proclive a juicios externos y malos
entendidos. Esto lo hace vulnerable al egoísmo. (Jung, 2000)
El
SEIS y el UNO en la tipología del eneagrama se distinguen, según se dijo,
porque el primero basa sus acciones en las reglas impuestas por la autoridad y
el entorno; el UNO, por el contrario, por la autoridad interna –suprema-
y el sentimiento íntimo de convicción valórica. Ambos se inquietan frente al
incumplimiento, sin embargo, en el caso del SEIS, es por obediencia a lo
formal; en el caso del UNO, por hacer camino a la verdad divina. (Riso, 2000)
En
la Sensación Introvertida –NUEVE-
la atención se dirige al componente subjetivo de la percepción, al sujeto que
percibe. El objeto externo es “interpretado” por la disposición inconsciente
que modifica la génesis de la percepción sensorial; la sensación primero se
refiere al sujeto, luego al objeto; el objeto excita al sujeto. El objeto no
penetra en el sujeto, sino que el sujeto percibe subjetivamente. La percepción
subjetiva es muy diferente de la percepción objetiva. Por una parte, no da la
impresión de ser un producto de la conciencia, porque responde a la realidad
existente; pero sí se reconocen en ella elementos de orden psíquico superior,
que no son de la conciencia sino del colectivo. La sensación introvertida capta
los trasfondos del mundo psíquico, no su superficie; siente que lo definitivo
de ese objeto no es su realidad, sino su sentido; es el objeto filtrado a través
de una conciencia que descubre un sentido oculto. La impresión sensorial se
desarrolla hacia la profundidad de los presentimientos, a diferencia de la
sensación extravertida que se queda en la fotografía del objeto (Jung, 2000) El
sensorial introvertido se guía por sus propios acontecimientos. No es posible
observar desde fuera si será o no impresionado por un determinado hecho u
objeto. Este tipo puede llamar la atención por su tranquilidad y dominio de sí,
pero las cosas le estimulan más allá de lo sospechable y si su capacidad y
voluntad de expresión fuesen proporcionales a la intensidad de su sensación,
nos encontraríamos frente a un artista extremadamente productivo. (Jung, 1993)
La
inconsciencia se caracteriza por la represión de la intuición, extravertida y arcaica, -OCHO- por lo cual se vuelve
perceptiva ante los hechos ambiguos y oscuros de la realidad. El objeto aquí
pierde total significado; pero si no está demasiado alejado de la conciencia,
aporta con su credulidad y fantasía. (Jung, 2000)
El
OCHO y el NUEVE, como personalidades en el eneagrama, decíamos, son menos
opuestas que los otros pares tipológicos en lo que se refiere a función
superior e inferior. Activar la energía OCHO para el tipo NUEVE, sin embargo,
es volverse al revés, ya que implica comenzar a utilizar una energía que no
estaba disponible en su tipología anterior. (Riso, 1993)
La
intuición introvertida –CUATRO-
se dirige a los objetos internos, lo inconsciente. Los objetos internos tienen
tanta existencia como lo externos, sólo que en los primeros, es psíquica y en los
segundos, física. Las imágenes provienen del inconsciente colectivo. Esta
intuición percibe todos los
procesos del trasfondo de la conciencia con la misma precisión con que la
sensación extravertida percibe los objetos externos, pero como excluye a la sensación,
sus conocimientos no son concluyentes. Sus imágenes, por tanto, aparecen
escindidas del sujeto y con existencia propia. Va moviéndose de imagen en
imagen sin contactarse con ningún fenómeno, sin que ese mundo de imágenes sea
nunca un problema moral para él; es una cosa estética, una percepción, una “sensación”.
El intuitivo introvertido es creador, vidente, enigmático y místico, cuando su
desarrollo es destacado; cuando es normal, al fantasioso y artista, pudiendo
llegar a ser un extravagante como Dali. (Jung, 2000)
Su
inconsciente se distingue por la represión que hace de la sensación del objeto.
Por lo que su personalidad inconsciente es sensorial
extrovertida –SIETE- arcaica, desmesurada e impulsiva. Este característica
llevada al extremo forma la neurosis obsesiva y las hipocondrías.
Los CUATRO
son personalidades retraídas, no así los SIETE, que son agresivos y
participantes activos de la sociedad, de la fiesta y del goce. Un individuo que
ha tenido como función superior la intuición introvertida y que activa la
sensación extrovertida, podrá comenzar a gozar de la vida y de los placeres
mundanos como nunca lo hizo antes. (Riso, 1993)
2.B. Hefesto,
el Señor de la Función Inferior
La libertad interior
no la guían nuestros esfuerzos;
viene de ver lo que es
verdadero.
(Buda)
* Consideración Previa: Los opuestos no
son tal sino polos de lo mismo. Al plantearse una oposición entre
sentimiento /pensamiento y sensación /intuición recuerdo la reflexión de
Hillman (1980) cuando dice que sólo elementos que tienen algo en común pueden
ser comparados y posteriormente clasificados como opuestos. Queriendo decir con
ello que los opuestos están unidos, porque forman parte de una misma línea.
Esto me hace pensar que las llamadas funciones racionales son sólo extremos de
un mismo universo que, cuando se comprenden como el todo que son, puede observárseles
a cada uno en su polaridad. El sentimiento es una forma de apreciar y el
aprecio distingue entre lo grato e ingrato; esa distinción es posible por el
ejercicio racional: el pensamiento. Podrá “entenderse” un sentimiento
en su dimensión cuando se lo conoce íntegramente; su cabal conciencia, implica
hacerle simbiosis con el pensamiento. Husserl dice que pensar respecto de algo
es posible porque se comprende aquello de lo que se piensa, porque hay un lazo
interior que existe entre eso que se piensa y quien lo piensa (Merleau-Ponty,
1969); un lazo que sólo puede mantenerse en virtud del sentimiento y que sólo
puede activarse, en razón de su agrado. También la sensación está,
necesariamente, a la base de la intuición; a partir de ella pueden
inferirse potencialidades del objeto y a partir de ese objeto, puede
reconstruirse su historia. La percepción implicada en la sensación y en
la intuición está, por decirlo de alguna forma, contenida en el objeto, desde
el cual se obtiene una sensación y cuando esta sensación se proyecta al pasado
o al futuro, se tiene del objeto una intuición.
Husserl dice que a partir del presente es
posible reactivar el pasado y todo el futuro pensable. Podremos decir nuestra
impresión del objeto de conocimiento, motiva nuestras funciones psíquicas, las
cuales van transformándose –para mejor comprensión del objeto- hasta
alcanzar su aprehensión completa y hacernos plenamente concientes de él (Merleau-Ponty,
1969).
Una de las analogías con el dios Hefesto
es posible de ser hecha desde esta perspectiva, ya que el trabajo que él hace
con los metales indica que los metales contienen en sí una
potencialidad, la cual es posible de ser activada y con la
cual dicha materia bruta se convierte en objeto de arte. Esa
proyección, a partir del metal bruto es perfectamente posible de ser elaborada “mentalmente”,
como también será posible “retroceder”, vale decir, encontrarse
con una joya y traspasar sus etapas de elaboración hasta encontrarse con el
metal incrustado en la roca. Este proceso es claramente equivalente al que debe
realizarse para obtener la intuición. Una persona efectivamente
perceptiva podrá encontrarse con otra y “saber” que su ”línea” de vida está alimentada
de determinados sucesos; esa condición es parte de la profundización de la
sensación, de la misma forma que el proceso inverso es parte de la profundización
de la intuición. Hefesto tiene este talento para poder ver y poder convertir; él tiene esta
capacidad de unir el pasado con el futuro, él puede ver el diamante en el carbón
y -como todo artista- unir los opuestos.
* Segunda consideración previa: El
arquetipo del inválido. Guggenbühl en su libro “El Alma Vaciada” hace referencia al
arquetipo del inválido, indicando que uno de los pocos griegos mitológicos
vulnerables es Hefesto, el dios Cojo. En la mitología alemana se encuentra a
Thor, dios guerrero, herido con una piedra de molino, que lleva para siempre
incrustada y adolorida en su frente; Baldur, es invencible salvo por el muérdago
parasitario. Otras mitologías dice, cuentan también con algún dios anatómicamente
grotesco. (Downing, 1994)
Guggenbühl dice que el complejo del inválido
existe y también su arquetipo. Comenta que con alguna frecuencia se ha
encontrado en su consulta con personas que sólo podían enamorarse de inválidos,
entendiendo como tal aquella invalidez que no conduce a la muerte ni a la
salud, simplemente es un estado crónico de estar “descompuesto.
El arquetipo del inválido puede ser fructífero para quien lo vive, porque
cultiva la modestia, promueve la paciencia, desinfla al ego y refrena la obsesión
por actuar; a través de esa carencia puede desarrollarse la espiritualidad. El
arquetipo del inválido nos recuerda nuestra necesidad de dependencia, presiona
a la relación. El conocimiento de nuestra invalidez, de nuestra deficiencia y
debilidad, nos ayuda a darnos cuenta que los límites de nuestra autonomía están
en algo o en alguien.
Se puede ser lisiado de la materia, entendiendo
por ello la carencia o malformación de algún órgano físico; pero también
se puede ser lisiado del espíritu, vale decir, de alguna condición de
la personalidad. En ambos casos no dispondremos de la capacidad que esa facultad otorga
o que ese miembro produce. Esa deficiencia se representará con una ausencia,
con un espacio; un vacío que no necesariamente deberá ser conciente, en virtud
de que al no haberse dispuesto de sus beneficios, el aporte que pudo haber
brindado y la función que le correspondía desempeñar no pudieron ser valorados;
vacío
que podrá tal vez ser “rellenado” mediante algún órgano o facultad que
emule aquella función. El objeto que reemplaza es lo que llamamos
una muleta. En carencias del espíritu, las muletas podrán ser
representadas por personas; por ejemplo “una persona lisiada respecto de los
sentimientos, dependerá de aquellos con una vida emocional saludable.”
Guggenbühl dice que entender al arquetipo del
inválido implica también comprender que algunas características de un paciente,
podrán no curarse; pero otras, sí. Ello significa que el terapeuta debiera
intentar curar aquello de lo cual sí puede curarse su paciente. Indica que la
terapia analítica no consiste en corregir defectos, a fin de que todo el mundo
sea feliz y perfecto, sino en ayudar al conocimiento de sí mismo para llegar a
ser lo que se es. El proceso de individuación puede, perfectamente, incluir la invalidez.
En tal sentido, si las funciones psíquicas son cuatro y siempre hay una en la
inconsciencia, nuestro ideal de terapia podría ser que las cuatro funciones se
hagan concientes; sin embargo, ello no siempre puede ser así. El
arquetipo del inválido indica que en algunas oportunidades una o dos funciones
lisa y llanamente no están como potencial en el paciente; se es inválido de
ella…. Y tal vez aquello sucedió después de haber ocurrido un accidente…
porque no siempre podrá pensarse que esa carencia fue una malformación de
nacimiento, aunque posiblemente esa alternativa esté dentro de las factibles.
Muchas veces es la misma invalidez la que permite -por efecto de la
polaridad-, que la persona tome conciencia de su incompletud y se realice como tal,
en lo que ella es realmente. El vivir y reaccionar a las propias deficiencias
es una situación típicamente humana y en tal sentido, arquetipal.
2.B.i) Hefesto,
dios y maestro. Shinoda (2002) lo define como el Dios de la forja: artesano,
inventor y solitario. Stassinopoulos (1983) dice que “el don creativo de
Hefesto está firmemente enraizado en la tierra, y en lo que produce hay magia y
magnificencia. En su taller es supremo, no tiene rival; al igual que el hombre
moderno que se identifica con su trabajo.” Stein (1990) dice que es “el
rechazado de la tierra, gracias a cuyo trabajo y sudor ha evolucionado la
civilización; con conciencia de clase y bullendo en resentimientos y rencores
pirómanos; siempre creativo y origen de la mayoría de los genios del mundo;
incansable, volcánicamente explosivo y dispuesto a tomar las armas contra los
amos tiránicos, aunque no sean amantes de la guerra y el conflicto; simple como
el propio fuego e igualmente enérgico.”
Hijo de Zeus y Hera, cojo y mal querido por
sus padres, se casa con Afrodita, quien lo traiciona con su hermano y con
otros; amado por Caris, la gracia por excelencia, y por muchas mujeres bellas y
encantadoras. (Chevalier 1991)
Dios herrero que da forma a las armas de héroes
y dioses, que moldea centelleantes escudos, que crea joyas y broches para las
diosas y mortales, que inventa cerraduras secretas, trípodes y autómatas.
(Chevalier 1991) Señor de los metales. Sus combates son librados con llamas,
metales en fusión o barras incandescentes. Los dioses confían en que puede
fabricarlo todo. (Chevalier 1991)
Cojo de ambos pies, doble mal que revela su
doble debilidad espiritual: hace sus obras sin dar importancia al cómo otros
las usen; su arte le da influencia sobre quienes los tienen y poder en esos
territorios que no le pertenecen. Su arte de metal le permite captar bellezas
vivas; su magia técnica, transformar las desgracias físicas en éxitos de amor.
Da vida a lo inanimado e inmoviliza el movimiento en ligámenes ineluctables.
Hefesto no cesa de buscar compensación: su cultivo del saber hacer lo hace
descuidar su saber ser. (Chevalier 1991)
Divino que asegura la victoria del fuego sobre
el agua, pero no la armonía de los elementos. Es él el elemento igneo en el
estallido de su fuerza irresistible; su paso cojo se considera símbolo de su
naturaleza celeste y terrenal; su imagen trepida como la llama del fuego. Tiene
el honor de transmutar en ardor vital todo cuanto es llama en el universo. El
sentido supremo de su símbolo es sin duda el de demiurgo amoral transformado en
apóstol inspirado.(Chevalier 1991)
2.B.ii) Hefesto,
Artesano del metal y del Fuego. Decíamos que la palabra metal se relaciona
con la raíz mé o més, el nombre más antiguo dado a la luna. Los planetas tienen
correspondencia en los metales; la luna es la plata (Chevalier, 1991). La luna –astro
nocturno y privado de luz propia- representa la inconsciencia, simboliza la dependencia,
lo femenino, la periodicidad, la renovación, la transformación y el crecimiento
(Chevalier, 1991). La luna es la luz de las tinieblas, pasiva y receptiva como
el yin; es el agua del fuego solar, el frío del calor, el invierno del verano
(Chevalier, 1991). La luna simboliza la imaginación, el sueño, lo
influenciable, lo desconocido (Nichols, 2002).
La función
inferior,
al igual que el metal y la luna, actúa por reflejo. Las acciones de
la función inferior podrán reflejarse exteriormente –si la persona es
introvertida- o interiormente –si la persona es extrovertida-; pero
siempre será portadora de símbolos –como
la noche[7]-
y su lenguaje siempre será simbólico –como
la luna y los sueños- (Von Franz, 1971)
A diferencia
de la función superior –representada
en este caso por el sol… y el fuego-, ésta se manifiesta lentamente,
permitiendo al inconsciente aproximarse a la luz. Los aspectos dolorosos de la
vida están
relacionados con esta función –como la pena a la oscuridad y a la noche-; también, la
sombra –contenidos psíquicos
de los cuales somos inválidos- y todo aquello que rechazamos en los otros y
en nosotros. Contiene en sí una tremenda carga de energía que puede hacerse
disponible al sujeto y a su vida, si se le permite su desarrollo –la misma energía con que la luna arrastra
las mareas y que atrae los cardúmenes para mejorar la pesca; luna que gobierna
sobre las aguas de lo desconocido-.
La función
inferior, conectada directamente con el inconsciente, es la que trae a la
conciencia esos contenidos indiferenciados –como la reflexión al sueño-, lo que finalmente posibilitará la
interacción entre conciencia e inconsciencia –el sol y la luna- y, en el mejor de los casos, la síntesis
–conjuctio del anima y el animus-. En tal caso, abre nuevas posibilidades,
facilita la renovación y promete un cambio radical a la forma de vivir la vida –la promesa de Hefesto-, aunque su
tránsito a la conciencia no deja de tener dificultades –porque, abandonar lo conocido es un paso al abismo, aunque su consecuencia sea
la amplitud de conciencia-. Estas complicaciones dicen relación con la
indefinición a la que se ve sometida la persona en término de sus juicios y sus
percepciones, que ahora son desperfiladas, cambiantes e inciertas (Von Franz). Tanto
la luna, como la cuarta función, son símbolo de transformación. También
el metal entraña un doble aspecto: quienes lo trabajan –los herreros- han
sido excluidos parcialmente de la comunidad –como
a esta función-, por el peligro de su actividad de orden infernal; y
también, por otra parte, han desempeñado a veces, un papel social capital y sus
gremios han podido servir de soporte a organizaciones iniciáticas –en
Grecia, China y África-. (Chevalier, 1991). La función inferior -como el metal- contiene en sí misma ese
latido ausente y la posibilidad alquímica de cambio radical de vida para quien
se toma el trabajo de hacerla brotar y renacer con todas sus potencialidades
activadas a la luz de la conciencia. Los metales se prestan a sufrir una
transformación cuyo objetivo en alquimia es también sacarles el aliento. La
fusión de los metales es comparable a una muerte -un cambio de estado que también sufrirá la activación de la cuarta
función-, el aliento extraído representa su virtud –su nacimiento- , es decir, el núcleo o
el espíritu del metal.
Los metales
son los elementos planetarios del mundo subterráneo –como la función inconsciente-, los
planetas son los metales del cielo –la función superior-; el simbolismo de unos y otros es paralelo
–unos a la vista y otros, ocultos-;
son polaridades de lo mismo. Los metales simbolizan las energías cósmicas
solidificadas y condensadas con influencias y atribuciones diversas
–que ejercen un poder subterráneo
en la psique, como los elementos de la función inferior-. En cuanto símbolos de
energía, los metales se han asimilado a la libido en la simbólica de Jung
–energía de transformación,
trascendencia y totalidad-. Su carácter subterráneo emparenta a los metales
con los deseos sexuales. Sublimarlos es operar la transmutación de
metal vil en oro puro –igual
promesa puede esperarse de la integración de la cuarta función a la conciencia-.
La vía de la
individuación es comparable a la de las transmutaciones –de ser lo que se es-. La sublimación
o la espiritualización, como la gran obra de los alquimistas, pasa por el fuego,
por la destrucción y por la restauración a un plano superior. Fuego que también será necesario utilizar al
momento de querer activar esa función inconsciente, tratando, no de librarse de
los influjos metálicos y planetarios, sino de integrarlos en una existencia
totalmente equilibrada, a fin de que –en el caso de las funciones
psíquicas- cada una de ellas opere en el
universo que le corresponde gobernar.
2.B.iii) Hefesto
en su Taller con sus obreros: Los Volcanes y los Cíclopes. El volcán
es una montaña de fuego interno. La montaña, elevada y próxima al cielo,
participa del simbolismo de la trascendencia; en cuanto centro de las
hierofanías atmosféricas, participa del simbolismo de la manifestación. Es el
encuentro del cielo y la tierra, la morada de los dioses y el término de la
ascensión humana. (Chevalier, 1991). Residencia de las cualidades superiores
del alma, la función supraconsciente de las fuerzas vitales.
Las
características de la energía encontrada al interior de la montaña, nos recuerda
también el poder de la libido, como la energía psíquica de trascendencia
–representada también por los
cíclopes, que son fuerzas oscuras, instintivas, pasionales-. Integrar
la función inferior a la psique individual es un paso definitivo en el proceso
de individuación -razón y sentido de la vida según Jung-. Esa es la
energía y también la función que hará posible la redención y reparación de la
escisión, iniciada al divorciarse la materia del espíritu, y a lo que debemos
la salida del Paraíso. Esta función, simbolizada hoy en el taller de Hefesto,
es el último tramo en el camino al Cielo y la unión definitiva con el Todo, el
reencuentro con la eternidad[8].
Los talleres de Hefesto simbolizarán los
trabajos que deben ser realizados con esa función interior, para permitir su
expansión y realización.
El fuego
asociado con Hefesto es el fuego subterráneo… una
masa fundida profunda que surge de las entrañas en forma de lava
volcánica. Ese fuego subterráneo… son sentimientos apasionados, sexualidad
intensa y fuego erótico contenido –o
en el inconsciente, si se trata de la cuarta función- hasta que se
manifiesta, ira y rabia que se retiene o se intenta apagar… Lo
que reside bajo la superficie en una persona -especialmente si es muy introvertida- puede entrar repentinamente en
erupción, dice Shinoda (2002) –análogo
a lo que sucede con la función inferior-
Los
cíclopes, como fuerzas no asumidas por el espíritu, podrán desempeñar un papel
destructor en el universo del hombre (Chevalier, 1991). Estas fuerzas primitivas,
regresivas y de naturaleza volcánica, sólo podrán ser vencidas por el dios
solar… es decir, por la conciencia. Por lo tanto, mientras esa función inferior
se mantenga cautiva al interior de esos talleres inconscientes, sólo podrá
causar destrozos. Los cíclopes reúnen dos tradiciones, la de forjador,
servidor de Zeus y de Hefesto, que maneja el rayo para los dioses; y la del
monstruo salvaje de fuerza prodigiosa, escondido en las cavernas. Privados de un ojo, podrán servir a un
señor: o al Dios o al Monstruo cavernario; con ellos, como con la función
inferior, no habrá términos medios.
2.B.iv) Tres
leyendas las de Hefesto: Atenea, Prometeo y Pandora. Abre con un
hacha el cerebro de Zeus, del cual nace Atenea; clava a Prometeo en el Cáucaso;
con lodo hace a Pandora, primera mujer. (Chevalier, 1991). Zeus reina en el espíritu, organiza el mundo exterior e interior;
Dios de la luz, dios de dioses; fuente de la verdad. Atenea, diosa de la fecundidad y de la sabiduría, virgen de los
niños, guerrera, inspiradora de las artes y de los trabajos de la paz; su
nacimiento es el surgimiento de la luz sobre el mundo; ella es la creación
psíquica, la síntesis por reflexión, la inteligencia socializada (Chevalier,
1991). Prometeo representa la
creación evolutiva y el advenimiento de la conciencia; pero su nombre significa
“pensamiento previsor”; el hurto del fuego simboliza el intelecto reducido a
satisfacer deseos y no para exaltar el sentido evolutivo de la vida. Pandora, como mujer, es el precio del
fuego.
No por azar,
la diosa de la fecundidad, se encuentra encerrada en el principio activo de la
verdad; el microcosmos divino que guarda en sí a la trabajadora de la Paz. Ese es el simbolismo
encerrado
en el acto de Hefesto al romper el cráneo de Zeus para sacar a Atenea;
acto que puede repetir cada vez que sea necesario y que augura el advenimiento
del equilibrio psíquico, la ecuanimidad y la templanza –el emblema que despierta al descubrirse la
función inferior, desde la cual emana esta diosa, fuente de sabiduría- Su presencia posibilitará la síntesis
psíquica de la conciencia e inconsciencia, al integrar la función ausente.
En este
sector de la inconsciencia, en el que el ego no gobierna, no hay previsión, sino
sorpresa. Nada que emane desde esta
función hacia la conciencia será previsible:
Prometeo –el previsor- ha sido encadenado; todo aquello que surja
desde este espacio indiferenciado será primitivo y demostrará su inmadurez de
cautiverio, de oscuridad. Como dice Jung "la
esencia de la función inferior es la autonomía: es independiente,
ataca, fascina y nos enreda de tal modo que dejamos de ser dueños de nosotros
mismos y ya no podemos distinguir claramente entre nosotros y los demás"
(Jung, 2000)
Pandora, regalo de
los Dioses, es también una elaboración de Hefesto: un regalo para los
hombres; mujer hecha de barro, que simboliza la indiscreción, la espontaneidad…
la misma surgida desde este rincón
psíquico, como precio del fuego, de
la luz de la cual gozan las otras tres funciones. Mujer cuya
curiosidad la llevará a abrir la caja donde se encuentran los contenidos
inconscientes de la psique y desde la cual saldrán inmanejables para contaminar
todo aquello que encuentren a su paso… son contenidos de la cuarta función.
2.B.v) Hefesto,
cojo del espírtu. Elabora su arte y sus obras sin importarle el uso que otros les
puedan dar; carga sus obras de un poder mágico que le confiere influencia sobre
quienes las utilizan y poder sobre esos dominios (Chevalier, 1991). Con sus
obras, capta bellezas vivas; da vida a lo inanimado e inmoviliza el movimiento.
El cultivo de su hacer lo hace descuidar su saber ser.
Si
consideramos a Hefesto como representante mismo de la función que nos ocupa, coja
respecto de las funciones psíquicas, por estar ausente de la
conciencia, estamos frente al único dios trabajador. Esto significará que esta función no estará pasiva, aunque podrá
parecerlo; estará, por el contrario, elaborando elementos de guerra y objetos
de arte, los cuales utilizará, regalará o intercambiará con dioses y
mortales. La función inferior posee la clave para acceder a la totalidad y por
eso detiene el crecimiento, inmoviliza la potencialidad psíquica; esta situación se mantendrá mientras no se
opte por abrir esas puertas de conocimiento, lo cual implica abandonar
posiciones conquistadas. La función inferior, al igual que el trono de oro en el cual quedó atrapada Afrodita, irá
poco a poco captando otras virtudes concientes, porque su fuerza atrae
hacia el fondo y va consumiendo la vida conciente. La inconsciencia de esta función es atrapante y va apropiándose
–a través de sus irrupciones espontáneas- de la vida tranquila y creadora que puedan tener las otras funciones.
Mientras la
función inferior sea inexistente de la conciencia de un individuo, mantendrá su
actividad volcánica al interior de la montaña, impidiendo el acceso a la
totalidad y sus obras se mantendrán indiferenciadas, perdiéndose así
capacidades que pueden abrir nuevos espacios de vida, de creatividad y de
unidad.
La función
inferior es lenta en su hacer y su desarrollo, respecto de la función
primaria; ello no sólo es un problema propio de su característica psicológica
(Von Franz, 1973), sino también producto de la cojera que afecta a Hefesto,
la cual le impide caminar con más rapidez. Por eso, también “la gente detesta empezar a trabajarla; la reacción de la
función superior surge rápida y adecuadamente, mientras muchas personas no
saben dónde está en realidad su función inferior (Von Franz, 1973). Shinoda (2002) dice que la única forma de cultivar
el arquetipo de Hefesto es dedicándole tiempo, apartándose de la compañía de
los demás y quedándose absorto haciendo alguna cosa manual, que se conozca
intuitivamente, que durante este tiempo cambie, se exprese, y se transforme
algo reprimido en nosotros.
Esta dificultad de Hefesto
–como función inferior- fue
producto del arrojo del Paraíso del que fue víctima cuando niño, lo que
equivale a decir que nosotros mismos –su madre Hera
y su padre Zeus- despreciamos esta función y privilegiamos otras, motivo
por el cual ésta no pudo desarrollarse como correspondía, perdiendo sus
capacidades originales de rapidez y eficiencia. Ello no significa, sin embargo,
que –como Hefesto- sus resultados no se distingan, por el contrario, son
obras de arte. Shinoda (2002) dice que “Hefesto sufrió malos tratos de pequeño
cuando fue arrojado desde el Monte Olimpo por su padre o su madre y quedó cojo
para siempre a raíz de ello”.
Hefesto,
de actitud
introvertida, con función sensación y sentimiento (Shinoda, 2002); en
lo negativo, no apropiado socialmente, es bufón y tiene baja autoestima; en lo
positivo, creativo, capaz de ver y crear belleza, manualmente hábil. Características
que parecen coincidir con las más rechazadas en nuestra sociedad contemporánea[9].
2.B.vi) Hefesto
como artista de la Psique. El Dios inventor y solitario, cuya producción tiene magia y
magnificencia (Shinoda, 2000). No tiene rival (Stassinopoulos, 1983). El
rechazado de la tierra, gracias a cuyo trabajo ha evolucionado la civilización.
Origen de la mayoría de los genios del mundo. Dispuesto a tomar las armas
contra los tiránicos. (Stein, 1990)
También la
función inferior es solitaria respecto de las funciones concientes y
creativa, como debe serlo, para ser vista. Es la función, que estando en la
conciencia, devuelve la alegría por la vida, la renueva con sus días y sus
noches. La magia y la grandiosidad de sus obras tiene relación con el
renacimiento, con la liberación de Prometeo, con el rescate de Perséfone, con
el arrojo de Sigfrido.
Una función
cuarta que,
mientras se mantenga rechazada, sólo podrá reconocerse por sus exabruptos; pero
que
al ser integrada, entrega los mejores frutos a la humanidad… origen de la
mayoría de los genios del mundo -¡qué duda cabe si es rescatadora de lo
esencial, de lo propio del ser humano…es la función que devuelve la esperanza del
Paraíso, de la totalidad…!- Hefesto, como la función inferior, será
guerrero de la conciencia y trabajador del mundo subterráneo, porque quiere ser
parte de la identidad... y salir de sus espacios sombríos. ¡¡
como todo contenido psíquico, quiere diferenciarse y ser individuado ¡!
3. Síntesis
La lisiadura de Hefesto ¿no es el signo de
que él ha visto también algún secreto divino, algún aspecto oculto de la
divinidad suprema, por lo cual permanece perpetuamente herido? Lo que ha visto,
¿no es el secreto del fuego, el secreto de los metales, que pueden ser sólidos
o líquidos, puros o aleados y transformarse en armas, como también en rejas, en
joyas, en arte ? Ha debido pagar este conocimiento, arrebatado al cielo, con la
pérdida de su integridad física.… La pérdida de esta integridad –de los
dioses con defectos- es como el precio de su ciencia y de su poder, como un
recuerdo también del castigo que amenaza toda desmesura (Chevalier, 1991).
Sin embargo,
el que Hefesto sea cojo, no lo inhabilita de ser Dios, porque su calidad de ser
está dada por lo que él ES y no por cómo desarrolló su SER –por ontología
y no por ontogenia- (Chevalier, 1991). Él es uno del Olimpo, como la cuarta
función, una de la Totalidad; su función le trasciende, lo mismo que la cuarta
función… ambos están dirigidos hacia la totalidad. Sus características, sin
embargo, no son fáciles de ser adquiridas en la primera mitad de la vida,
porque no se ajustan a lo que nuestra sociedad espera de los individuos -no es
competitivo, lógico, extravertido, no disfruta con los retos ni triunfa en el
mundo- (Shinoda 2002); tampoco lo es la función inconsciente y por lo mismo no
tuvo prioridad en el desarrollo. El viaje interior se asume en la segunda mitad
de la vida y Hefesto está orientado hacia el mundo interior (Shinoda 2002).
Este viaje
del “ser” –a diferencia del primer viaje, del “hacer”- está al servicio
de la trascendencia e implica una inversión y renovación psíquica; es una
regeneración en el orden del espíritu; es una búsqueda de totalidad cuyo
objetivo es llevar la sombra a la iluminación y conciliar los opuestos.
Hacer
conciencia de la Función Inferior implica someter al alma a un intenso calor (
Washburn, 2002) –el trabajo de conocerse a sí mismo-, por medio del cual
se vuelve a lo esencial –reducción del alma a su condición original-, la
que luego podrá comenzar a ser regenerada y transustanciada hasta alcanzar su
perfección espiritual -el propio santo grial-. Este proceso es alquímico, como
lo es el proceso al cual debe ser sometido el metal si queremos verlo
convertido en arte.
Y aunque el
camino analítico diga que debe tenerse en mente que nadie debe jamás pasar
directamente a la función inferior, es claro que en la vida eso sucede (Von
Franz, 1971). Lo “lógico” sería hacer el camino de “espiral” -con el que se
representa el proceso de individuación- y no uno lineal, que podría resultar
muy brusco y desconcertante; sin embargo, como dice Von Franz, ¡ a la vida no
le importa ¡
Son cuatro
funciones psíquicas y el número cuatro juega un papel importante en muchos
significados simbólicos y pareciera ser que se le relaciona también con “lo
divino en la tierra”[10]. Jung lo
considera un arquetipo (Jung, 1982) “… es la condición lógica de todo juicio
general. Cualquiera que trate de formar un juicio de este tipo se dará cuenta
de que ha de tener un aspecto cuádruple. La totalidad ideal es el círculo, pero
su división mínima natural es una división por cuatro.”
La función
inferior, conectada directamente con el inconsciente y el colectivo, tiene las
llaves de la totalidad y de la integración psíquica. Las personas integradas
viven “de dentro a fuera”, siguiendo espontáneamente los impulsos de su
naturaleza interna más profunda ( Washburn, 2002). Son personas de espíritu
expansivo y de naturaleza profunda y genuina, cuyo ego ha sido lo
suficientemente fuerte para haber querido reunirse con sus propios fundamentos.
La
totalidad es un destino heredado que pertenece a la raza humana (
Washburn, 2002) y no es ni más ni menos que ésa la Promesa de Hefesto.
4. Referencias
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Inválido” http://homepage.mac.com/eeskenazi/invalido.html
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13.
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Michael (1988). Teorías de la Personalidad. México
D.F.: McGraw-Hill.
16.
WASHBUM,
Michael (1997) “El ego y el Fundamento Dinámico Editorial Kairós
[1] Profesora de Filosofía, Licenciada en Educación, Magister en Administración Educacional, Magíster en Psicología Clínica Analítica - Mención Ps. Junguiana
[1] “El Oro del Rhin”, primera ópera de la
tetralogía de Wagner. Se refiere a los orígenes según la mitología alemana.
[2] Tema
visto con mayor profundidad en T.Final Nº2
[3] La
Carta Natal refleja la disposición en la que encontraban los planetas al
momento del nacimiento de quien se hace la Carta –que para efectos didácticos
se ubica al centro, quedando entonces posicionado en el centro de su Universo-.
La Carta o mapa del cielo está dividida
en doce Casas que representan 12 aspectos de la vida. Originalmente –hora
sideral- cada Casa es un signo zodiacal; pero al convertirse en hora natal,
estos signos ven afectados sus límites. Cada
signo zodiacal es regido por un Dios olímpico; y esos mismos Dioses son los
planetas que giran elípticamente alrededor del sol en nuestra vía láctea.
De los territorios de cada uno de esos dioses, 6 están en la vida externa o en
el “hacer” y los otros 6 están en el interior del ser humano o en el “ser”; a
su vez aspectados por los mismos dioses que giran en una determinada disposición
alrededor de nuestro propio universo. A
cada uno de esos 12 espacios corresponde también alguno de los cuatro elementos
–tierra, agua, fuego y aire- y, por ende, algunos elementos estarán
dispuestos hacia la conciencia y otros hacia el interior. Cada uno de esos elementos ha sido también homologado, por
Hamaker-Zondag, a las funciones psíquicas,
haciéndose la equivalencia entre agua y sentimientos, aire y pensamiento, fuego
e intuición, tierra y sensación. De tal forma, la cumbre de nuestro “hacer”
en el mundo, llamado Medio Cielo, es atravesada en un
determinado signo y una determinada Casa –representando un aspecto de la
vida en lo público-, quedando reflejada la función
psíquica superior –a través del elemento- que requerirá ser más
desarrollada y, por contraposición, queda también indicada la función que
conectará con el Fondo Cielo, es decir con el inconsciente colectivo.
[4] El
agua empatiza con la tierra, fundiéndose con ella; con el fuego, convirtiéndose
en vapor. El fuego se aviene con el aire, del que se alimenta. La tierra tiene
tolerancia con el aire y mejor, con el agua.
[5] Los primeros conocimientos del Eneagrama
datan de Gurdjieff (1870-1949) quien afirmaba haberlo aprendido de una secreta “escuela
de sabiduría” sufí de Afganistán y lo comparaba con la “piedra filosofal”,
capaz de transformar el plomo en oro. Oscar Ichazo, otro enigmático maestro
espiritual, que creció en Bolivia y Perú, aplicó el sistema a la personalidad.
Uno de sus primeros alumnos fue Claudio Naranjo, psiquiatra chileno, quien en
1970 formó un grupo de estudio –conformado básicamente por
norteamericanos- junto a Ichazo en Arica. En 1980 se editó un primer libro y
desde entonces, el instrumento, se ha difundido ampliamente. La visión antropológica a la base de esta
teoría es la triple energía de la que dispone el hombre: corporal, mental y
afectiva; las cuales, originalmente equilibradas, se destemplan en algún
momento de la primera infancia, surgiendo desde la que queda sobreactivada, una
de tres formas de conducta y estilos de relación -con las ideas, las cosas o
las personas-. Así, los tipos de personalidad podrán ser nueve, manifestándose
tres desde cada uno de los centros energéticos.
[6] El
eneagrama define nueve tipos de personalidad; Jung, distingue ocho formas de
relacionarse. Riso hace la equivalencia
entre los tipos, marginando de la comparación a la personalidad TRES,
indicando que este tipo está presente en cada una de las personalidades
Junguianas, pero en ninguna como el tipo puro. Su comparación, por ende, es uno
a uno.
[7] Se va
intercalando en cursivo los paralelos con material de Hefesto. Lo escrito en
no-cursivo corresponde a citas o referencias bibliográficas.
[8] En
Informe Final Nº4 se comentó que la “división” y
“compartimentación” fue lo que debió suceder con la salida del Paraíso: lo uno,
debió pecar, es decir, escindirse y volverse múltiple. Esa escisión, en el
catolicismo, se llama pecado original y corresponde a la separación que debió
declararse entre la materia y el espíritu. La escisión, por lo tanto, es pecado
y también productora del dolor... ¿si la escisión es productora del dolor, será
que la unidad es responsable de la felicidad?... ¿Será que el dolor es el
cambio; será que la felicidad es la eternidad?
[9] Curiosamente, del número total de alumnos que componen el
curso de Magíster –admisión 2006- 5 mujeres se clasificaron como “sentimiento”,
6 personas –1 mujer- lo hicieron como pensamiento; el resto del curso se
clasificó como “intuitivo”[9].
En el ejemplo del curso,
la función inferior sería “sensación”, la función superior de Hefesto. Es
interesante comprobar que la distribución de este curso es bastante análoga a
la distribución general de psicólogos junguianos, agrupados mayoritariamente
como intuitivos y pensadores. Me sorprende, sin embargo, una “cojera” tan
generalizada, más aún si las investigaciones señalan a los “sensación” como los
más aquejados de depresión.
[10] Los puntos cardinales son cuatro: Norte,
sur, este y oeste; las estaciones son 4: invierno, verano, otoño y primavera:
las fases de la luna son 4: creciente, menguante, naciente y plenilunio. Aristóteles
dice que en la constitución de un individuo sustancial entran 4 causas:
eficiente, final, material y formal. En lo espiritual se encuentran los 4
caminos del budismo, los 4 evangelistas, las 4 castas de la India; los
alquimistas tenían el principio de la cuaternidad, como base para la piedra
filosofal. Los 4 temperamentos: colérico, melancólico, sanguíneo y flemático;
relacionados con los 4 líquidos del cuerpo humano: bilis, linfa, sangre y
flema.
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