El
Camino del Caballero y de la Dama de sus Pensamientos
Los seres polares
Boris Mouravieff
Aquel que
alcance la triple victoria sobre la muerte física, astral y mental será
recibido en el seno del Amor Absoluto que es sin comienzo y, en consecuencia,
sin fin. El Pleroma de la tradición Ortodoxa.
Ese Amor
Absoluto es accesible al alma humana incluso aquí abajo. De todas formas, ni el
hombre ni la mujer pueden alcanzarlo separadamente. No es accesible más que a una
pareja y a condición de una reintegración consciente y total del uno y del otro
en un solo Ser por una síntesis del Yo y del Tú reales, poseyendo la
fuerza de romper la corteza de sus respectivas Personalidades. Prácticamente eso
no puede ocurrir más que cuando las dos Personalidades ya se encuentran
avanzadas, ricas de la experiencia que han adquirido separadamente en la vida
exterior.
La muerte
es una de las manifestaciones del Principio de Equilibrio reaccionando
automáticamente a la acción perturbadora del amor carnal en el mundo creado.
Este, aunque imperfecto, da nacimiento a la vida. El amor humano es imperfecto
porque es instintivo e impulsivo. En tanto que el hombre se deje ir
mecánicamente en sus impulsos, su amor no servirá más que a los objetivos
cósmicos del conjunto. El retirará de allí, como elemento de equilibrio y como
recompensa, el placer que el amor le da; pero, tal cual es, no servirá de nada
a su evolución espiritual. Y, sin embargo, el amor es el medio más seguro y más
potente para completar esa evolución, Esto es así porque el Amor es el
único elemento objetivo de nuestra vida. El permanece verdadero en toda la
multiplicidad de sus aspectos y en toda la variedad de sus manifestaciones.
En efecto,
el Amor puede servir al hombre en su evolución. Para esto, debe aplicar a ese
amor esfuerzos conscientes y no dejarse conducir por impulsos. Así neutralizará
en sí mismo la acción perturbadora del Amor, lo que prevendrá – y hará inútil –
la intervención del Principio de Equilibrio con su acción mortificante. En este
caso el aporte de la potencia que da el Amor no será gastada inmediatamente
para servir a los objetivos generales sino que permanecerá en posesión del
hombre. Podrá entonces ser utilizada para acelerar el crecimiento de su
Personalidad y hacer progresar ésta hacia el segundo Nacimiento, primer
resultado tangible de las prácticas esotéricas.
Tal es la
teoría del trabajo monástico que se aplica esencialmente al Centro Instintivo
del cual se busca dominar los impulsos sexuales por medio de ejercicios. Sin
entrar en el examen de las ventajas e inconvenientes de ese método, es
necesario decir que en la nueva Era el trabajo esotérico sale de las criptas y
de los monasterios. En lo sucesivo, debe proseguir en la vida, en el mismo
campo de la sociedad humana. Ciertamente, la tarea es más difícil porque no
hay, como en un monasterio, la protección de un lugar para ampararse de la
mayor parte de las influencias A. En desquite, la vida ofrece medios más
eficaces y conduce a resultados menos frágiles. La práctica esotérica en la
vida permite algo más que un simple dominio del Centro Instintivo para cultivar
mejor las manifestaciones de amor por los Centros Emocional e Intelectual, y
hacer surgir así el espíritu creador en sus diferentes formas. Esta cultura de
un orden superior tendrá por meta centrar los esfuerzos creadores hacia el
desarrollo integral de la Personalidad, el segundo Nacimiento, la
cristalización de un segundo cuerpo y su conjunción con el Yo Real para
alcanzar la formación de una Individualidad.
Si este
trabajo se hace de a dos, hombre y mujer, puede desarrollarse con una potencia
extraordinaria y dar rápidos resultados. A condición que, desde el punto de
vista esotérico, estos dos seres sintonicen integralmente. Que sean una pareja
perfecta, es decir, que su conjunto refleje – bajo la reserva de las
particularidades de sus tipos humanos – la relación entre el Yo y el Tú absolutos
anteriores a la Creación del Universo. Este es el caso de los seres que
se llaman en la ciencia esotérica: Seres Polares.
El Camino
Para aquel
que se compromete en la búsqueda del Camino, esta búsqueda constituye un
objetivo permanente. El hombre puede entonces, sin salir de lo relativo,
precisar útilmente sus nociones de lo positivo y lo negativo: todo
lo que lo guía hacia el objetivo propuesto, lo ayuda a alcanzarlo o contribuye
a que lo alcance, es para él un Bien; todo lo que lo desvía, lo
retarda, lo detiene, lo arrastra hacia atrás y, en general, le crea obstáculos
materiales o psicológicos sobre el camino que lo conduce hacia la meta buscada,
es para él un Mal.
A medida
que se profundiza en la progresión sobre el Camino esotérico, se intensifican
las impresiones interiores, tomando a veces proporciones desmesuradas. Mientras
que antes los choques internos eran superados sin gran pena, ahora pueden hacer
caer al buscador en verdaderas crisis de conciencia.
A veces,
no teniendo la fuerza de carácter necesaria para hacer frente a esta lucha
interior entre la afirmación y la negación, lucha que acapara todo su ser y lo
sumen en dudas terribles, abandona el Trabajo. En realidad, esta
lucha es para él de primera necesidad. Es ella la que provoca una
tensión interior que crece hasta parecer físicamente insoportable. Pero es en
este momento que las fricciones entre las diversas partes de la Personalidad llegan
a ser bastante intensos como para hacer brotar la llama que alumbra el corazón.
El rol de
la mujer, si el trabajo es seguido por una pareja – y si la pareja es polar –
será tan importante como el del hombre. Inspiradora, ella sostendrá al hombre durante
sus crisis de descorazonamiento, inevitables en esta clase de trabajo que –
hecho correctamente – sigue siempre la Ley de Siete. Y la mujer aportará
también los choques complementarios necesarios en los momentos en que el
trabajo sufra detenciones en su progresión, a pesar de los esfuerzos del
hombre. Se puede decir que tal colaboración constituye un serio índice positivo
de la polaridad de dos seres.
Es
necesario agregar que el problema de la polaridad real de las parejas tiene una
importancia crucial. Los dos seres – hombre y mujer –
supuestamente polares, no podrán tener la certidumbre absoluta de su polaridad
más que a posterior cuando hayan alcanzado el nivel del Hombre 4 , en el umbral
del nivel 5. Es porque, aunque siendo polares en su esencia, cada uno
de ellos arrastra un pasado que recubre su Yo real con una corteza distinta.
Los seres a prior polares deben tener en cuenta este hecho. Es sólo en la
medida en que ellos se despojan de esa corteza que resplandecerán
progresivamente los trazos de ese Yo, aportándoles en cada descubrimiento el
flujo de una felicidad inefable. Su amor conocerá así una amplitud siempre
creciente. Y ellos se amarán más cada día, hoy más que ayer y bien menos que
mañana. Este es el camino del Triunfo.
En este
verdadero Romance, la actitud de la Dama contribuye en mucho, si no
enteramente, a la victoria del Caballero. Su refinada intuición artística comprenderá lo
que quiere decir amar: amar con todas las fibras de su ser hasta la
identificación integral en un impulso glorioso hacia la misma meta.
Encuentro con el Ser Polar
El hombre
solo es incompleto. Pero allí donde él es débil, el ser polar es
fuerte. En conjunto forman un ser integral: su unión provoca la fusión
de sus Personalidades y una cristalización más rápida de su segundo cuerpo,
completo y unido en un segundo Nacimiento común.
Las leyes
kármicas permiten que los seres polares se encuentren obligatoriamente en la
vida, en ciertos casos más de una vez. Sólo los lazos heterogéneos realizados
en esta vida por cada uno de ellos como consecuencia de movimientos libres, así
como las consecuencias kármicas de una o varias existencias anteriores, hacen
que el hombre y la mujer den la espalda al único ser con el cual pueden formar
un Microcosmos.
Si no
hubiesen taras kármicas, todo ocurriría de maravilla: dos jóvenes seres se
encontrarían en un ambiente familiar y social de lo más favorable y su unión
representaría un verdadero cuento de hadas. Pero la realidad no es así.
Obedeciendo al Principio de Imperfección y enmudecidos por la Ley General, los
dos seres predestinados cometen errores. Hundidos en la mentira, generalmente
no saben apreciar el don que les es dado, y ni siquiera se reconocen.
Si esto es
correcto, se plantea una pregunta angustiosa: existen medios por los cuales
detectar nuestro ser polar? Una vez encontrado, no reconocerlo o dejarlo
pasar es el peor error que podemos cometer, porque entonces permaneceremos
anclados en nuestra vida ficticia sin luz. Acaso no podemos, e incluso
no debemos sacrificar todo en favor de una unión que es la única oportunidad de
nuestra vida: la promesa de un retorno al paraíso perdido?
Cuidémonos,
sin embargo, de la última trampa tendida en el momento en que la felicidad
inefable nos parece sonreír. Acabamos de decir: todo debe ser sacrificado; no hemos dicho: todo debe
ser destruído. Si después de haberse reconocido,
los dos seres polares triunfan de esta última prueba, a menudo la más penosa,
la nueva vida se abrirá ante ellos, porque ellos son llamados a no ser más que
Uno sobre la tierra y en los cielos.
Veamos
cómo no seguir de largo después de haber encontrado nuestro álter ego, prenda
de felicidad y salvación. Existe toda una serie de indicios subjetivos y
objetivos que facilitan el reconocimiento del ser polar. Porque la
polarización se manifiesta en todos los planos a la vez: sexual, psíquico,
intelectual, espiritual.
El hombre
empieza a sentir el deseo y luego la necesidad de unirse a su ser polar como
consecuencia de la formación en él del Centro Magnético, y luego en función de su
crecimiento. Para poder reconocer a su ser polar, el hombre debe poner en juego
toda la fuerza de atención de que es capaz sobre todos los planos accesibles a
su consciencia. El encuentro se produce siempre en circunstancias inesperadas y
bajo una forma que no se asemeja en nada a todo lo que se pudiera imaginar.
La regla
impuesta es clara: para reconocer a su ser polar, el hombre debe conocerse a sí mismo.
Esto es manifiestamente lógico: para reconocer su álter ego, el hombre debe
reconocer en consecuencia su propio ego. Es verdad que el Yo del cuerpo y el Yo
de la Personalidad aspiran a encontrar en otro ser una respuesta perfecta. Sin
embargo, es sólo identificándose con el Yo real que el hombre inmanta la unión
con su ser polar.
Es con el
corazón lleno de fe, agudizando en él todas sus facultades más finas de
atención intuitiva, su sentido de análisis crítico llevado hasta su punto más
alto, que el hombre partirá a la búsqueda del ser sin el cual él no es
verdaderamente él.
Como el trovador de otros tiempos, renovando la práctica del amor cortés es que
podrá reencontrar a la Dama de sus Pensamientos.
Pero
cuando los seres polares se encuentran, después de algunos signos perceptibles
de inmediato, esos humanos todavía imperfectos, deformados por las taras
kármicas, pueden adquirir la convicción objetiva de su polaridad?
He aquí
algunos criterios indispensables para que un reconocimiento mutuo pueda ser
considerado como teniendo un valor objetivo. Desde el primer encuentro en
presencia del ser polar, el Yo de la Personalidad y el Yo del cuerpo vibran de
una manera que no se asemeja en nada a lo que se haya sentido anteriormente. La
razón es que esos Yoes se encuentran en presencia de su primer amor que
continúa a través de los siglos. Sin tener consciencia clara de ello, los seres
polares se reconocen y ese conocimiento tan antiguo como ellos mismos, se
expresa por la voz de su subconsciente. Esto crea desde el instante del reencuentro
una atmósfera de confianza y de sinceridad absolutas.
Allí se
encuentra una piedra de toque: los seres polares no se mienten.
Ellos no tienen necesidad de mentirse porque interiormente no son más que un
sólo ser, del trasfondo del cual el Yo real lanza su llamado y da su
asentimiento. Esta sinceridad absoluta, espontánea, constituirá de ahí en
adelante la base de sus relaciones. Y esto dará a esos dos seres un sentimiento
de otra manera inconcebible, de una libertad en la unidad, que pone fin
a la impresión de servidumbre en la que vivimos habitualmente. Vagas
reminiscencias de experiencias anteriores comienzan rápidamente a aflorar a sus
consciencias de vigilia.
El lector
comprenderá ahora el sentido más profundo de la prohibición de mentirse a sí
mismo: quien se miente, mentirá también a su álter ego. Eso será el fin del milagro.
El lado maravilloso del encuentro desaparecerá detrás de un telón trivial de
mentiras que rápidamente tomará el aspecto de un muro infranqueable. Más acá de
este muro, la relación con el ser polar no se distinguirá en nada de aquellas
que un hombre pueda tener con otras mujeres: esposas, amantes y aventuras. Una
vez más la experiencia habrá fracasado.
Si están
abiertos a la verdad, si su encuentro hace vibrar en ellos en armonía, cuerdas
hasta ahora silenciosas, el camino está entonces trazado a los seres polares
para recrear con sus esfuerzos conscientes el Microcosmos antes disociado y
roto. La
Escalera será franqueada como un solo peldaño, y rápidamente se verán colocados
delante del segundo Umbral.
Exigencias del Camino
Al
comprometerse en el Cuarto Camino, el discípulo tiene como tarea esforzarse en
todas las circunstancias de su vida interior por actuar como si su Centro
Magnético ya estuviera formado y pasablemente desarrollado.
Al
empeñarse en este Camino – obligatoriamente de a dos – el Caballero y la Dama
de sus Pensamientos sostienen el esfuerzo por actuar en todas las
circunstancias de su vida interior y exterior como si ya estuvieran unidos en
su consciencia del Yo real, indivisible aunque bipolar, UNO para sus dos
Personalidades y sus dos cuerpos.
Esta tarea
es, de distinta forma, más difícil y ardua que la que corresponde al Hombre
astuto, porque desde el comienzo exige un gran esfuerzo consciente – en
principio permanente – de maestría de los dos participantes. Aquí se exige un
rigor sin tropiezos del pensamiento, un tratamiento metódico de las emociones
negativas, así como el cultivo de las emociones positivas orientadas – como los
esfuerzos mentales – hacia un objetivo esotérico bien determinado, elegido
sinceramente e idéntico para los dos. No es sólo que deben satisfacer la
exigencia más válida que nunca para cada uno de ellos de no mentirse a sí
mismos, sino que tampoco deben mentirse el uno al otro, ni en palabras ni en
pensamientos, y esto desde el día de la decisión tomada en común de emprender
juntos este Camino.
En
compensación, si satisfacen las condiciones generales de conducta y trabajo,
así como las indicaciones particulares que les hayan sido dadas, el hecho mismo
de marchar juntos esforzándose a cada paso por actuar con el espíritu de un Yo
bipolar, facilitará en gran medida su tarea.
La
sinceridad absoluta que se les exige debe constituir una base sólida para sus
relaciones en todos sus aspectos: en consecuencia, toda falta a esta condición
esencial se traducirá inmediatamente en una caída parcial, provisoria, y que
incluso podrá transformarse en definitiva en caso de reincidencias. En estos
casos los culpables serán arrojados de este lado del primer Umbral. Entonces
todo tendrá que volver a empezar.
El primer
interrogante a dilucidar es saber si los dos seres polares pueden pertenecer a
dos tipos humanos diferentes. Por ejemplo, un hombre intelectual puede tener
como ser polar a una mujer de tipo instintivo o emocional? Ello está absolutamente excluido.
El Yo real que es UNO para la pareja comporta una bipolaridad ideal.
Así mismo, la polaridad de dos Personalidades de seres polares, reflejo
desdoblado de la del Yo real, es también ella necesariamente ideal. Es decir,
que es total entre los centros psíquicos respectivos. Esto va incluso más
lejos: los cuerpos físicos de dos seres polares son también rigurosamente
polares.
La segunda
cuestión que se plantea al Caballero empeñado en la búsqueda de su Dama elegida
es saber cómo podría reconocerla después de haberla encontrado. Cómo no tomar por ella a una
persona extraña? Cómo también no pasarla por alto? Para los justos, incluso ni
se plantea el problema porque en cualquier circunstancia ellos ven con
exactitud. Para los corazones corrompidos – y en distintas proporciones, es el caso
general – la cuestión no es tan simple de resolver.
La tara
kármica provoca una deformación de la Personalidad, la que, por este hecho, ya
no representa un reflejo ideal del Yo real. Esta deformación duplicada por las
que producen las taras adquiridas en esta vida – por ejemplo, la deformación
profesional de la psiquis – recubren la Personalidad con una especie de
corteza. De manera que, a menos de un ya serio entrenamiento a causa del
trabajo esotérico, el hombre ve todo a través de esta corteza que deforma la
imagen exacta de los seres y las cosas.
Agreguemos
que la tara kármica de dos seres polares no es ni puede ser jamás idéntica, En
efecto, cada Personalidad en la autonomía de su vida produce un karma
particular. De ello resulta, entre otras consecuencias, que dos seres polares
pueden no nacer en la misma época, como normalmente debería producirse, sino
con una diferencia en el tiempo que en ciertos casos puede ser considerable.
Todos estos obstáculos explican por qué es raro que los seres polares se
reconozcan espontáneamente en el momento de su encuentro.
Esta
confusión en los hechos justifica también la noble tradición medieval según la
cual el
Caballero y la Dama elegida, antes de unirse para siempre, aceptaban buenamente
pasar por pruebas, generalmente duras. Pero antes de hablar de las
pruebas – que siempre están en vigor – es necesario que los dos seres
enamorados con el Amor vivificante lleguen a una sincera y casi absoluta
convicción de su polaridad.
Como hemos
dicho, la deformación kármica de la Personalidad se presenta siempre como una
corteza en la superficie. Detrás de la corteza, la psiquis queda igual a sí
misma: más o menos desarrollada, más o menos equilibrada. El ejercicio de
constatación proseguido metódicamente permite al hombre hacer en sí mismo las
separación entre los elementos de la corteza adquirida, por consecuencia, de
naturaleza heterogénea, y distinguirá entonces con facilidad, al observarse
introspectivamente, el tipo humano al que pertenece. Esto es importante. Pero
todavía no es suficiente como para que pueda hacerse una imagen precisa de la
Dama de sus pensamientos. Para ello le es necesario aún hacer considerables
esfuerzos conscientes,
El hombre
no puede verse en tanto se identifique con el conjunto: Personaldad-corteza.
Porque entonces se identifica – en el plano de la consciencia de vigilia,
entendámoslo bien – con lo que no es él mismo, hablando con propiedad. Al
eliminar la corteza por medio del ejercicio, llega a una identificación con su
Personalidad desnuda, y adquiere así una posibilidad de proceder a una
introspección de segundo grado. Esta le permitirá distinguir en sí mismo la imagen
de su ser polar ideal que vive en él, y lo acompaña noche y día aquí abajo
desde el nacimiento a la muerte. Así como en su ser polar la imagen
ideal de él mismo vive toda la duración de su vida y en todas las
circunstancias.
El Yo
real, en sí bipolar y UNO para la pareja, está, por así decirlo, vuelto en el
hombre de cara a su lado femenino, y en la mujer hacia su lado masculino. Es de esta manera que el
Caballero lleva en sí la imagen ideal de su Princesa Visión y la Dama
lleva consigo la de su Príncipe Encantado. La imagen crece
en el hombre con su crecimiento. Pero sólo aparece en función de la evolución
de la Personalidad y, en consecuencia, no puede alcanzar toda su amplitud más
que en el límite del desarrollo mismo de la Personalidad. Cual es entonces ese
considerable esfuerzo consciente que debe desplegar el Caballero en el curso de
la introspección del segundo grado para descubrir en sí – maravillado – la
imagen ideal de su Princesa Visión?
Por la
práctica metódica de constataciones introspectivas, el hombre alcanza a
distinguir en él la corteza de su propia Personalidad. En otros términos, con
ello vuelve a encontrar el verdadero Yo de su Personalidad. Por supuesto que no
es su Yo real, pero ya no es más su falso Yo de la Personalidad tal como se
presenta cuando el hombre se identifica con sus pequeños yoes. Cuando esta
preponderancia es muy pronunciada, es fácilmente perceptible. Se dice que el
hombre es falso, disimulado o deformado. Al liberarse del imperio de la
corteza, el hombre vuelve a ser él mismo, por supuesto que en el plano de la
consciencia de vigilia, la del Yo de la Personalidad. Se dice entonces de él
que es un espíritu abierto, Aunque todavía no tengan nada de propiamente
esotérico, estos últimos casos son demasiado raros en la sociedad
contemporánea.
El
ejercicio de constataciones por el cual el hombre alcanza este importante logro
en el camino del Conócete a ti mismo, es un acto de concentración pasiva. Sin
embargo, para alcanzar la visión en sí mismo de su ser polar, el hombre debe
practicar, en esta introspección de segundo grado, una concentración activa.
Desde el
día en que el hombre ha captado la existencia de los seres polares, y al
captarla su corazón se enciende con el deseo ardiente de encontrar el suyo,
debe dedicarse sin tardanza a la tarea. Así el hombre – joven o viejo – de ahí en
adelante debe vivir para ello, cultivando dentro de ese objetivo el doble deseo
de:
a) merecer la felicidad de
reconocer en sí mismo la imagen de su ser polar,
b) merecer la felicidad de reconocerlo desde que se vuelvan a
encontrar.
La máxima
general que debe aplicarse rigurosamente es que para alcanzar la meta propuesta
es necesario pensar en ello sin cesar. Es la concentración activa exigida. Al
contrario de lo que podría creerse, este permanente ejercicio no sólo no
constituye un impedimento a la actividad exterior, sino que aumenta
considerablemente la capacidad de trabajo. No es difícil comprender por qué. Es
porque, desde el primer día de práctica de esta concentración activa
introspectiva, el hombre se vuelve hacia su Yo real, la fuente de su vida y de
sus fuerzas y, paso a paso, día tras día, marcha a su encuentro.
También no
se perderá de vista que a causa de las necesidades del Período de Transición,
la rápida aproximación de la Era del Espíritu Santo y la encarnación acelerada
de las almas ligadas a nuestro planeta, la puerta del que llamaríamos Quinto Camino
se encuentra ampliamente abierta. En virtud de lo cual, tanto los
Caballeros como sus Damas son beneficiados más particularmente con la gracia
divina: unidos para siempre en la Verdad y la Vida, entrarán en el seno del
Señor para ser empleados inmediatamente en un trabajo realizado en Su propio
Nombre.
Porque en
la actualidad, tal como 2.000 años atrás: la cosecha es grande, pero los
obreros pocos.
-------------------------------------
Extractado Gnosis.-
C. S. Ediciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario