El
Centro Supremo Oculto Durante el «Kali-Yuga»
René
Guenón
El Agarttha, se dice en
efecto, no siempre fue subterráneo, y no lo permanecerá siempre; vendrá un
tiempo donde, según las palabras contadas por M. Ossendowski, «los
pueblos de Agharti saldrán de sus
cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra»[i]. Antes de su desaparición del
mundo visible, este centro llevaba otro nombre, ya que el de Agarttha,
que significa «inaprehensible» o «inaccesible» (y también «inviolable», ya que es la «morada de la Paz», Salem), no le habría convenido entonces;
M. Ossendowski precisa que ha devenido
subterráneo «hace más de seis mil años», y se encuentra que esta fecha
corresponde, con una aproximación muy suficiente, al comienzo del Kali-Yuga o
«edad negra», la «edad de hierro» de los antiguos occidentales, el último
de los cuatro periodos en los cuales se divide el Manvantara[ii]; su reaparición debe coincidir con el fin
del mismo periodo.
Hemos hablado más atrás de las alusiones hechas por todas las
tradiciones a algo que se ha perdido o que se ha ocultado y que se representa
bajo símbolos diversos; esto, cuando se lo toma en su sentido general, el que
concierne a todo el conjunto de la humanidad terrestre, se refiere precisamente
a las condiciones de Kali-Yuga. Así pues, el periodo
actual es un periodo de oscurecimiento y de confusión[iii]; sus
condiciones son tales, que mientras que
persistan, el conocimiento
iniciático debe necesariamente permanecer oculto, de donde el carácter de
los «Misterios» de la antigüedad llamada «histórica» (que ni siquiera se
remonta hasta el comienzo de este periodo) [iv] y de
las organizaciones secretas de todos los pueblos: organizaciones que dan una
iniciación efectiva allí donde subsiste todavía una verdadera doctrina
tradicional, pero que ya no ofrecen más que su sombra cuando el espíritu de esa
doctrina ha cesado de vivificar los símbolos que no son más que su
representación exterior y eso porque por razones diversas, todo lazo consciente con el centro espiritual del mundo ha acabado por
ser roto, lo que es el sentido más particular de la pérdida de la
tradición, el que concierne especialmente a tal o a cual centro secundario, que
haya cesado de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo.
Así pues, como ya lo hemos dicho precedentemente, se debe hablar
de algo que está ocultado más bien que verdaderamente perdido puesto que no está perdido para todos y puesto que
algunos lo poseen todavía integralmente; y, si ello es así, otros tienen
siempre la posibilidad de reencontrarlo, siempre que lo busquen como conviene,
es decir, que su intención sea dirigida de tal suerte que, por las vibraciones
armónicas que despierte según la ley de las «acciones y reacciones concordantes»[v],
pueda ponerles en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo[vi]. Por
lo demás, esta dirección de la intención tiene en todas las formas
tradicionales su representación simbólica; queremos hablar de la orientación
ritual: ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro
espiritual, que, cualquiera que éste sea, es siempre una imagen del verdadero
«Centro del Mundo»[vii].
Pero, a medida que se avanza en el Kali-Yuga,
la unión con este centro, cada vez más cerrado y ocultado, deviene más difícil,
al mismo tiempo que devienen más raros los centros secundarios que le
representan exteriormente[viii], y
no obstante, cuando acaba este periodo, la tradición deberá ser manifestada de
nuevo en su integridad, puesto que el
comienzo de cada Manvantara, al
coincidir con el fin del precedente, implica necesariamente, para la humanidad
terrestre, el retorno al «estado primordial»[ix].
En Europa, todo lazo establecido conscientemente con el centro por
medio de organizaciones regulares está actualmente roto, y ello es así desde
hace ya varios siglos; por otra parte, esta ruptura no se ha cumplido de un
solo golpe, sino en varias fases sucesivas[x]. La
primera de estas fases se remonta al comienzo del siglo XIV; lo que ya hemos
dicho en otra parte de las Órdenes de caballería puede hacer comprender que una
de sus funciones principales era asegurar una comunicación entre Oriente y
Occidente, comunicación cuyo verdadero alcance es posible aprehender si se
precisa que el centro del que hablamos aquí ha sido descrito siempre, al menos
en lo que concierne a los tiempos «históricos», como estando situado en la
parte de Oriente. No obstante, después de la destrucción de la Orden de Temple,
el Rosacrucianismo, o aquello a lo que se debía dar este nombre después,
continuó asegurando el mismo lazo, aunque de una manera más disimulada[xi]. El
Renacimiento y la Reforma marcaron una nueva fase crítica, y finalmente, según
lo que parece indicar Saint-Yves, la ruptura completa habría coincidido con los
tratados de Westfalia que, en 1648, terminaron la guerra de los Treinta Años.
Ahora bien, es sorprendente que varios autores hayan afirmado precisamente,
que, poco después de la guerra de los Treinta Años, los verdaderos Rosa-Cruz
abandonaron Europa para retirarse a Asia; y recordaremos, a este propósito, que
los Adeptos rosacrucianos eran en número de doce, como los miembros del círculo más interior del Agarttha, y conformemente a la
constitución común a tantos centros espirituales formados a la imagen de ese
centro supremo.
A partir de esta última época, el depósito del conocimiento
iniciático efectivo ya no es guardado realmente por ninguna organización
occidental; así Swedenborg declaraba que en adelante es entre los Sabios del
Tíbet y de la Tartaria donde sería menester buscar la «Palabra perdida»; y, por
su lado, Anne-Catherine Emmerich tuvo la visión de un lugar misterioso que
llamaba la «Montaña de los Profetas» y que se situaba en las mismas regiones.
Agregaremos que es de las informaciones fragmentarias que Mme Blavatsky pudo
recopilar sobre este tema, sin comprender por lo demás su verdadera
significación, de donde nació en ella la idea de la «Gran Logia Blanca», a la
que podríamos llamar, no ya una imagen, sino simplemente una caricatura o una
parodia imaginaria del Agarttha[xii].
[i] Estas
palabras son aquellas por las cuales se termina una profecía que el «Rey del
Mundo» habría hecho en 1890, cuando apareció en el monasterio de Narabanchil
[ii] El
Manvantara o era de un manu, llamado
también Mahaâ-Yuga, comprende cuanto Yugas o períodos secundarios: Krita-Yuga (o Satya-Yuga), Trêta.Yuga,
Dwâpara-Yuga y Kali-Yuga, que se
identifican respectivamente a la «edad de oro», a la «edad de plata», a la
«edad de bronce» y a la «edad de hierro» de la antigüedad grecolatina. En la sucesión de estos períodos, hay una
suerte de materialización progresiva, que resulta del alejamiento del Principio
que acompaña necesariamente al desarrollo de la manifestación cíclica, en el
mundo corporal, a partir del «estado primordial»
[iii] El
comienzo de esta edad esta representado concretamente, en el simbolismo
bíblico, por la Torre de Babel y la «confusión de las lenguas». Se podría
pensar bastante lógicamente que la caída y el diluvio corresponderían al final
de las dos primeras edades; pero, en realidad, el punto de partida de la
tradición hebraica no coincide con el comienzo del Manvantara. Es menester no olvidar que las leyes cíclicas son
aplicables a grados diferentes, para períodos que no tienen la misma extensión,
y que a veces se solapan los unos a los otros, de ahí las complicaciones que, a
primera vista, pueden parecer inextricables, y que no es efectivamente posible
resolver más que por la consideración del orden de subordinación jerárquica de
los centros tradicionales correspondientes.
[iv] No
parece que se haya destacado nunca como convendría la imposibilidad casi
general en que se encuentran los historiadores para establecer una cronología
cierta para todo lo que es anterior al siglo VI antes de la era Cristiana.
[v] Esta
expresión está tomada a la doctrina taoísta; por otra parte, tomamos aquí la
palabra «intención» en un sentido que es exactamente el del árabe niyah, que se traduce habitualmente así,
y este sentido es por lo demás conforme a la etimología latina (de in-tendere, tender hacia)
[vi] Lo
que acabamos de decir permite interpretar en un sentido muy preciso estas
palabras del Evangelio: «Buscad y encontraréis; pedid y recibiréis; llamad y se
os abrirá». Aquí uno deberá remitirse naturalmente a las indicaciones que ya
hemos dado a propósito de la «intención
recta» y de la «buena voluntad»; y con eso se podrá completar sin esfuerzo
la explicación de esta fórmula: Pax in
terra hominibus bonae voluntatis.
[vii] En
el Islam, esta orientación (qiblah)
es como la materialización, si se puede expresar así, de la intención (niyah). La orientación de las iglesias
cristianas es otro caso particular que se refiere esencialmente a la misma
idea.
[viii] No
se trata, bien entendido, más que de una exterioridad relativa, puesto que
estos centros secundarios están ellos mismos más o menos estrictamente cerrados
desde el comienzo del Kali-Yuga.
[ix] Es
la manifestación de la Jerusalem celeste, que es, en relación al ciclo que
acaba, lo mismo que el Paraíso terrestre en relación al ciclo que comienza, así
como lo hemos explicado en El Esoterismo
de Dante.
[x] De
igual modo, bajo otro punto de vista más extenso, hay para la humanidad grados
en el alejamiento del centro primordial, y es a estos grados a los que
corresponde la distinción de los diferentes Yugas.
[xi] Sobre
este punto todavía, estamos obligados a remitir a nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante, donde hemos dado
todas las indicaciones que permiten justificar esta aserción.
[xii] Aquellos
que comprendan las consideraciones que exponemos aquí verán por eso mismo por
qué nos es imposible tomar en serio las múltiples organizaciones
pseudo-iniciáticas que han visto la luz en el Occidente contemporáneo: no hay
ninguna de ellas que, sometida a un examen algo riguroso, pueda proporcionar la
menor prueba de «regularidad»
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