domingo, 18 de septiembre de 2011

Ideas platónicas y Arquetipos junguianos (Parte 1/2)


¿Habitantes de un Mundo Ideal o de un Inconsciente Colectivo?

Arquetipos son Forma; Ideas son Contenido[1]
ML Paula Durán Hurtado [2]
Artículo publicado en Revista Encuentros Nº3, Fundación Chilena de Psicología Analítica. Agosto 2011

El artículo es análisis descriptivo de los conceptos Arquetipos e Ideas, de Jung y Platón, respectivamente, que luego se comparan en el contexto de sus teorías –Psicología Analítica y Filosofía Platónica-. Las reflexiones se basan esencialmente en textos originales de los pensadores involucrados, buscando establecer semejanzas y diferencias entre ambos conceptos. Una contextualización más amplia podrá consultarse en el texto original desde el cual se ha extraído lo central de este capítulo.
Palabras claves: Arquetipo, Idea
Introducción
Jung, estudioso de la psicología profunda, pensó que el estudio del alma era fundamental, porque el futuro del hombre dependía de la psique (Jung, 2001). Fue discípulo de Freud, descubridor del inconsciente personal; develó un espacio psíquico, que estaba más allá de esa zona individual, al que llamó Inconsciente Colectivo. Dijo que ese espacio estaba poblado por entidades colectivas, entre las que se encontraban los Arquetipos. Este descubrimiento es un gran aporte a la Psicología Analítica.
Platón, filósofo griego del siglo V a.C, es un hito singular en la historia del pensamiento occidental; culmina a los presocráticos y los supera todos. Su aspiración a la unidad le llevó a desarrollar un concepto que le valió el reconocimiento de la Filosofía. Postuló la existencia de dos mundos: uno sensible y otro inteligible. El primero, propio del cuerpo y de la materia; el segundo, propio del Alma. El Mundo de las Ideas, mundo del Alma, es un espacio poblado por entidades absolutas, universales, independientes y eternas, a las que llamó Ideas.
Analistas Junguianos y comentaristas de su psicología[3] comparan –y asimilan, muchas veces- el término Arquetipo, con el que Platón describió como Ideas, sin que parezca haber un acuerdo definitivo, respecto de la identidad o desigualdad de sus significados. Incluso Jung (2002, 73), cuando se refiere al arquetipo de la madre dice “arquetipo no es otra cosa que una expresión que ya existió en la Antigüedad clásica y que es sinónimo de idea en el sentido Platónico”.
Estos antecedentes ameritan un análisis más exhaustivo de los términos Arquetipo e Ideas, a fin de definir si estas comparaciones son o no acertadas y por qué.
El hecho que se trate de conceptos nacidos en diferentes disciplinas, que buscaron responder a fenómenos distintos, desde desiguales paradigmas, hará que el ejercicio intelectual adquiera características especiales. Muchas veces, podrá ser necesario interpretar el sentido de un término, a fin de llevarlo desde el significado que tiene en una disciplina hacia el que podría adquirir en una segunda; una forma de acercarse al conocimiento que implica suspender la aplicación de estructuras cognitivas automatizadas para dar paso a estilos cognitivos menos familiares. Otras veces, la perspectiva que pueda entregar un determinado concepto en una disciplina podrá no encontrase suficientemente desarrollada en la otra, pero hacerse necesaria y posible de precisarse, a la luz de las reflexiones.
El trabajo es una exploración teórica basada en los textos originales de los autores. El artículo debió centrarse en la comparación de conceptos, omitiendo antecedentes que pudieran ser importantes para quien no esté familiarizado con las teorías de uno o de ambos pensadores. El aporte central, está dado por la recopilación de citas en las cuales Platón y Jung hacen referencia a sus conceptos Idea y Arquetipo, las cuales sirven para elaborar una comparación de los conceptos. Este examen se acotó a la respuesta de tres preguntas: qué son los arquetipos e ideas para cada uno de los autores; cuál es el sentido que tienen, dentro de sus respectivos pensamientos; cómo se produce su relación con el hombre y en qué circunstancias. A través de estas reflexiones el lector podrá evaluar si las identificaciones y analogías que se han hecho son o no adecuadas y por qué.
I. Carl Gustav Jung. Conceptos de su Psicología Relacionados con los Arquetipos.
I.A.    Factores Generales en la Psicología de Jung
El psicoanálisis se debe al menos a dos prestigiosos médicos: Freud y Jung. El primero, descubridor del inconsciente personal; el segundo, del Inconsciente Colectivo. Su objetivo, hacer concientes los contenidos inconscientes de la psique (Jung, 2004); un proceso de maduración personal que Jung llamó individuación.
I.A.1)  Estructura de la psique. Jung (2007, 334) distingue dos tipos de contenidos dentro del material psicológico, los concientes y los inconscientes; éstos podrán ser personales o colectivos. Son personales, cuando su universalidad no les está reconocida y, colectivos, en caso contrario. Igualmente podrá suceder con los contenidos inconscientes: serán personales, si alguna vez estuvieron relativamente concientes y su universalidad, no reconocida; y serán impersonales, cuando sean materiales que no puede demostrarse que alguna vez hayan sido concientes ni siquiera relativamente- (Jung, 2007, 335).
Una parte del proceso de individuación se relaciona con el inconsciente personal; es decir, aquella parte de la psique que contiene experiencias que no pueden ser aceptadas por el Yo en su rol de enfrentar al mundo exterior y sus propias necesidades internas (De Castro, 2006). Esos contenidos, a los que se llama complejos, deben su existencia a la experiencia personal de cada individuo y se van conformando de material psíquico reprimido; son una forma necesaria de organización de la personalidad; una forma de reunir los recuerdos y redirigir la conducta (Young – Eisendrath, 1998). Su calidad es ontogenética.
Según dice Jung (2004, 41) una segunda parte del proceso de individuación, se relaciona con el Inconsciente Colectivo; un estrato más profundo que contiene patrones conductuales que nunca han estado en la conciencia personal ni han sido adquiridos por el individuo. Estos contenidos, que Jung (1986, 41) denomina arquetipos, son imágenes generales existentes desde todos los tiempos; descansan en lo común para todos los hombres, son difundidos universalmente. Su calidad es filogenética, heredada y común a la humanidad.
Jung (2007, 200) dirá que los procesos inconscientes contienen los elementos necesarios para la autorregulación de la psique global. A nivel personal, esos elementos –representados por motivos personales- son los responsables del grado de participación conciente individual en el universo objetivo (Jung, 2007, 200). A nivel impersonal, esos contenidos[4] están representados por motivos preinfantiles, restos de vida de los antepasados (Jung, 2007, 87). Y así como las imágenes mnémicas del estrato personal están “llenas” por tratarse de imágenes vividas; los arquetipos del estrato colectivo, por no haber sido vividos por el individuo, están “vacíos” (2007, 89).
Jung pensaba que, la razón por la cual los pacientes solicitaban su ayuda profesional era porque sus recursos concientes eran inadecuados; incluso, reflejaban que los intentos de resolución a esos problemas provenían del inconsciente. Esto quedó expresado en una de sus conferencias:
 [Freud] deduce el inconsciente del conciente… Yo lo expresaría al revés: yo diría que lo que primero aparece es evidentemente el inconsciente;… en la primera infancia somos inconscientes, las funciones más importantes de la naturaleza instintiva son inconscientes, y la conciencia es más bien producto del inconsciente (Jung, 1968, 8)
En el trasfondo de su psicología está la idea que “todo inconsciente busca manifestarse, y la personalidad también desea evolucionar de sus condiciones inconscientes y experimentarse a sí misma como una totalidad” (Jung, 1965, 34).  Von Franz (1975, 32) dice que, él pensaba que “los hechos de la naturaleza eran la base de todo conocimiento…. y que la naturaleza no estaba solamente en el exterior, sino también en el interior”.
I.A.2) proceso de Individuación. La individuación es un proceso de diferenciación que tiene por meta el desarrollo de la personalidad individual; lleva al individuo a establecer una relación colectiva más intensa y universal (Jung, 2007, 175). Individuarse, continuará, es una exigencia psicológica absolutamente indispensable, no sólo para que el sujeto exprese su singularidad, sino para que pueda aportar al desarrollo de la sociedad (2007, 336). Se trata de un proceso de autoconocimiento ética y moralmente necesario (Jung, 2007, 155), basado en el supuesto que el hombre es sanable y capaz de individuarse (2007, 128); es decir, de fusionar su personalidad conciente e inconsciente (2002, 163) y alcanzar la totalidad de la psique.
En este proceso, participan los dos estratos psíquicos: el conciente, que nos es conocido, y el inconsciente, que nos es desconocido. Participan, en consecuencia, los centros que conectan al individuo con lo colectivo: el yo, que conecta con lo colectivo conciente y, el si mismo, que conecta con lo colectivo inconsciente. El primero, un complejo; el segundo, un arquetipo.
El alma[5] -psique- para Jung (2004, 141) es un reflejo del mundo y del hombre. Su diversidad es tan amplia, que se la puede mirar y juzgar desde diferentes puntos de vista. Es la imagen que uno se hace del mundo y, el mundo personal, la imagen de la propia alma; porque, cada cual hace su propia imagen del mundo y construye para ese mundo particular un sistema privado. Esto significa que, “la realidad del mundo tiene la dimensión de la conciencia” (Jung, 2004, 344); piensa que “posiblemente hay, en el mundo de la realidad objetiva, tanto desconocimiento como contenidos inconscientes hay en la psique” (2004, 344). “El alma, es la única manifestación directa del mundo...[…]…la condición indispensable para la experiencia… [porque]… lo único directamente experimentable del mundo, son los contenidos de la conciencia…” (Jung, 2004, 141). La forma cómo se organizan esos contenidos del mundo, también, se vincula a las condiciones del entorno personal (Jung, 2004, 154).
Describe la conciencia, como la relación que se da entre un contenido psíquico y el Yo (Jung, 2007, 265) y también, aquella porción de la psique en la que se encuentran los pensamientos, recuerdos y sentimientos (Stein, 2007, 287); “la parte del alma…[…]…limitada a los acontecimientos momentáneos” (Jung, 2004, 154). Su función, es registrar y reconocer el mundo exterior a través de los sentidos e interpretar creativamente el mundo interior para verterlo al exterior[6] (Jung, 2004, 160). Robertson (1998, 184) dirá que todo lo que llega al conciente ha estado antes en el inconsciente, descargado de la energía psíquica suficiente para salir. Contiene todo aquello que es conocido.
La conciencia[7] tiene un punto focal, que es el yo, que porta el autoconocimiento y el sentimiento de identidad personal; “organiza pensamientos, intuiciones, sentimientos y sensaciones” [concientes] (Stevens, 1999, 41). Surge del si mismo en las primeras fases del desarrollo; “percibe significados y evalúa valores” (Stevens, 1999, 42).
La inconsciencia contiene lo desconocido psíquico; todo aquello que se supone que, si llegara a la conciencia, no se diferenciaría en nada de los contenidos psíquicos ya conocidos”; “… […]…lo que se sabe, pero momentáneamente no se piensa;...[…]…lo que en otro tiempo fue conciente, pero se ha olvidado;...[…]…lo que es percibido por los sentidos pero no reparado por la conciencia; ...[…]… lo que se siente, piensa y recuerda, sin saber...[…]…lo que se quiere y se hace sin intención y sin atender…; ...[…]…todo lo futuro que se va preparando dentro de uno y que no llegará a la conciencia hasta más tarde” (Jung, 2004, 186-188).
Algunos contenidos inconscientes se relacionan con la historia personal y otros, con la historia de la humanidad; los últimos, son colectivos (Jung, 2002, 133).
El Inconsciente Colectivo tiene un arquetipo central que se llama si mismo (Jung, 2002, 133), desde el cual  “nacen todas las estructuras psíquicas: la sombra, el yo, la persona, el animus, el anima” (Stevens, 1999, 53). Se trata de una totalidad anímica -y al mismo tiempo un centro que incluye al yo (Jung, 2002, 133)- de orden superior al yo en la que se complementa la psique conciente e inconsciente; una personalidad, que también somos -pero de la que nunca podremos ser enteramente conciente- (Jung, 2007, 200). El sí mismo es el arquetipo de la orientación y el sentido (Stevens, 1999, 53), que se va diferenciando a medida de la individuación (Jung, 2007, 196). Para Jung (1965, 206), es el “hombre interior”, manifestado como sabio y respetable; una imagen de Dios, que posee carácter de resultado y meta conquistada; la meta de la vida (Jung, 2007, 265); un elevado ideal (2007, 250); lo mejor que uno puede hacer (Jung, 2007, 250), convertirse en lo que uno siempre ha sido (Jung, 2002, 39).
I.B.    Factores específicos en la psicología de Jung.
Él observó que había contenidos inconscientes que se presentaban con mucha frecuencia en sus pacientes; contenidos que también había notado, aunque proyectados en un objeto conciente, en los sueños y mitologías de todos los pueblos y religiones (Jung, 2007, 336). A partir de este descubrimiento, constató que la psique era subjetiva y personal en parte; pero, mayormente, objetiva y común (Jung, 2004, 292). Encontró “patrones conductuales que nunca habían estado en la conciencia personal y nunca habían sido adquiridos [ni desarrollados] por el individuo” (Jung, 2004, 41); eran aspectos que el hombre compartía con su especie[8]. Denominó como arquetipos a la fuente de las fuerzas anímicas impulsoras y formas o categorías que regulaban esas fuerzas (2004, 160), a los que se remontan las ideas y representaciones más poderosas de la humanidad.
I.B.1.) Los arquetipos son los contenidos de lo Inconsciente Colectivo. Se trata de un concepto que va evolucionando en Jung junto con su teoría, por lo que se hace recomendable indicar que las diferentes descripciones que Jung hizo del concepto, no son contradictorias, sino más bien complementarias ya que, a medida que va profundizando en su significado, también va enriqueciendo y ampliando su alcance y contenido. En los textos, el término adquiere los siguientes significados, características y acepciones[9]:
I.B.1.1) Los arquetipos son las formas en que se manifiestan los instintos. Dice Junq (2004, 206) que “los arquetipos se comportan como instintos cuando intervienen en la configuración de los contenidos concientes regulándolos, modificándolos y motivándolos”. También dice que todo emana de lo inconsciente, por lo que este estrato psíquico no sólo es un apriori gigantesco, sino también, fuente de los instintos y de todo lo creativo (Jung, 2004, 159). Los arquetipos contienen la experiencia humana desde la eternidad, constituyéndose en sistemas vivos de reacción y disposición que, por medios invisibles y por tanto más eficaces, determinan la vida individual (2004, 159). El hombre tiene a priori tipos de instintos que constituyen causa y modelo de sus actividades, por lo que instinto y modo arcaico coinciden en la noción biológica de patrón de conducta (2004, 202).
Jung (2004, 202) dice que, la dinámica del arquetipo se manifiesta principalmente en su determinación de forma inconsciente del comportamiento del ser humano por medio de instintos que operan como patrones de conducta -representando así un caso psíquico especializado del pattern of behaviour. El individuo se ve constreñido en su accionar, sensación, que se acompaña de un fuerte componente emocional (Jung, 2004, 202)
I.B.1.2) “La aparición de los arquetipos tiene un marcado carácter numinoso que no puede sino calificarse como espiritual”; entregan un sentido verdadero y profundo a la vivencia humana; y cuando se presentan en la vida individual, el alma se conmueve (Jung, 2004, 206).
 El arquetipo se empeña de tal forma en lograr su objetivo y con tal pasión y coherencia implacable, que consigue que el sujeto sucumba a su hechizo del que, pese a poner una desesperada resistencia, no puede desprenderse. Hasta que finalmente, ya… [tampoco]… quiere desprenderse de él, porque esa vivencia le ha deparado una plenitud de sentido hasta entonces inimaginable (Jung, 2004, 207).
I.B.1.3) El arquetipo es un espíritu rector del intelecto. El arquetipo viene a ser la presencia del espíritu, el soplo divino en la vida humana, la herencia más hermosa que va dejando el hombre en su historia evolutiva al hombre del mañana, porque “el arquetipo representa el verdadero elemento del espíritu, un espíritu que no es idéntico al intelecto…[…]…, sino que mas bien constituye un espíritu rector[10]…” (Jung, 2004, 207). “El arquetipo es y no es espíritu”, dirá Jung (2004, 207), y lo que acabe resultando depende casi siempre del nivel de conciencia, de quien lo percibe. Podrá presentarse en la encrucijada –apareciendo como sincronía-, cuando debe tomarse una decisión vital (Jung, 2007, 117). “Se presenta en la psique individual como constelación que orienta la libido, por su numinosidad…[…]…es la autorrepresentación del instinto y se manifiesta como símbolo y mito en un proceso de psiquificación” (Jung, 2004, XVII).
I.B.1.4) El arquetipo tiene propiedades paradojales. “Una particularidad esencial de las figuras psíquicas, es el hecho de que sean dobles y oscilen entre un significado positivo y negativo; son paradójicos, como sucede con el espíritu” (Jung, 2002, 38). Dirá, que “el arquetipo y el instinto constituyen los mayores opuestos que se pueda imaginar[11]…” (2004, 207) Al respecto, nos dice:
Los opuestos son propiedades extremas de un estado, en virtud de las cuales éste puede ser percibido como real al formar un potencial. El opuesto espíritu/instinto[12] representa sólo una de las formulaciones más generales, con ventaja de reducir a un común denominador el  mayor número posible de los procesos psíquicos mas importantes y más complicados.…[…]…. Desde este punto de vista los procesos psíquicos aparecen como compensaciones energéticas entre el espíritu y el instinto” (Jung, 2004, 208).
I.B.1.5) El arquetipo es de naturaleza pura y no falsificada (Jung, 2004, 211)… y es la naturaleza, la que hace que el hombre –sin pensarlo- diga palabras y realice acciones de cuyo sentido es inconsciente. Probablemente, dice “se trate de restos de una Edad de Oro en la que unos iniciados[13] enseñaron su sabiduría a los pueblos… […] …después se habrían olvidado y quedarían ahora sólo imitaciones mecánicas…” (2004, 211). Si así fuera, continúa, “no cabría duda de que existen arquetipos preconscientes que nunca han sido concientes y que sólo pueden ser [conocidos] a través de sus repercusiones en los contenidos concientes” (2004, 211). Ejemplifica con las funciones psíquicas -hoy concientes- que pudieron haber estado alguna vez inconscientes, produciendo entonces los mismos efectos que hoy; más, en su actuar inconscientes, haber quedado anónimas (2004, 211).
I.B.1.6) El arquetipo llama a la individuación, a la ética personal. Para efectos del proceso de individuación –nos dice Jung (2004, 210)- “la confrontación con el arquetipo o con el instinto supone un problema ético…[…]… cuya urgencia percibe quien debe decidirse a favor de la integración de su personalidad[14].
En este sentido, el arquetipo tiene un valor sentimental, porque determina el modo y el desarrollo de la creación con una aparente presciencia o mediante la posesión a priori del fin, circunscrito por el proceso de centrado” (Jung, 2004, 210).
El “arquetipo, visto como imagen del instinto, es psicológicamente un objetivo espiritual hacia el que se siente impulsada la naturaleza del hombre …[…]… el premio que obtiene el héroe por su lucha con el dragón” (Jung, 2004, 214); es decir, se presenta como la actualización de la potencialidad intrínseca contenida en el instinto.
I.B.1.7) El arquetipo es trascendente. Jung (2004, 214) explica que “el arquetipo como un factor psicoide[15] –trascendente- (que, por decir así, pertenece a la parte invisible del espectro psíquico) no está capacitado para acceder a la conciencia”. Este arquetipo no debe confundirse con las representaciones arquetípicas –fenoménicas- que entrega el inconsciente –y que pueden hacerse concientes a través de los mitologemas- (Jung, 2004, 215); ”…el arquetipo es una forma básica en sí misma irrepresentable –inconsciente y desconocida-[16]” (2004, 214)
La explicación del aspecto psicoide del arquetipo probablemente surgiera en Jung cuando ya había establecido comunicaciones con el físico Pauli, porque dice que:
la psicología sólo puede insinuar una relación de la psique con la materia, pero sin declarar lo más mínimo acerca de su naturaleza…[sin embargo]… existe alguna probabilidad de que materia y psique sean dos aspectos diferentes de una misma cosa….”[17](Jung, 2004, 216).
Luego, agrega que, de ser así, la naturaleza psicoide de los arquetipos, sería el puente entre la psique y la materia (Jung, 2004, 217)
I.B.1.8) Hay tantos arquetipos como situaciones típicas de vida (Jung, 2004, 7). Jung no estableció la existencia de un número determinado de arquetipos al interior del Inconsciente Colectivo. Dice que “…una repetición interminable graba esas experiencias en nuestra constitución psíquica, no en forma de imágenes llenas de contenido, sino al principio casi únicamente como formas sin contenido, que representan una posibilidad de cierto tipo de percepción y de acción” [18] (2004, 7)
I.B.1.9) Algunos arquetipos se presentan más frecuentemente. Jung (2002, 174) observó que había imágenes que se presentaban con mayor frecuencia e intensidad sobre su Yo y sobre la identidad de pacientes. Estos eran la Sombra, el Anima –para el hombre-, el Animus –para la mujer- y el Sí mismo. Denominó como motivos a aquellos tipos de situaciones y figuras que se repiten con un sentido análogo. Ejemplificó al viejo, al niño, a la madre, como figuras humanas; algunos motivos, el nacimiento/muerte, unión/separación; algunas relaciones, madre/hijo, suegra/nuera, alumno/maestro (Jung, 2002, 170).
I.B.10) “El arquetipo tiende un puente entre la conciencia del presente, que corre peligro de desarraigo, y la totalidad natural, inconsciente-instintiva, de los tiempos primitivos” (Jung, 2002, 162). Más adelante, dirá que:
 el progreso y la evolución son ideales innegables; pero pierden su sentido si el hombre llega al nuevo estado sólo como fragmento de sí mismo…[…]… y una conciencia disociada de sus fundamentos…[…]… recae fácilmente en una situación peor de la que esa innovación quería eliminar….” (Jung, 2002, 162)
Su predicado, respecto de lo particular, se aplica también respecto de lo universal o colectivo, ya que dice que:
todo lo que ha superado y dejado atrás el progreso va hundiéndose más y más en lo inconsciente, de lo que a la postre vuelve a surgir en estado primitivo de identificación con la masa (Jung, 2002, 163).
La autonomía es una propiedad bastante general de lo inconsciente; una tendencia que “se hace evidente sobre todo en los estados afectivos…[…]…cuando el yo queda substituido por lo inconsciente” (Jung, 2002, 260). La autonomía del inconsciente, dirá, empieza ahí donde surgen emociones (Jung 2002, 260).
I.B.1.11) El arquetipo describe cómo vive el alma el hecho físico. Jung reconocía que el inconsciente no estaba disponible para la conciencia y que sólo podía observársele a través de sus productos secundarios, las proyecciones (Robertson, 1998, 173). Decía, que los arquetipos aparecen “en el individuo como manifestaciones involuntarias de procesos inconscientes…[y que]…lo que habla desde su inconsciente no es el mundo tal como lo conocemos, sino el mundo desconocido de la psique” (Jung, 2002, 141), que reproduce parcialmente el mundo empírico y lo configura, conforme al condicionamiento psíquico. Esto indica, que el arquetipo no resulta de hechos físicos; describe cómo vive el alma el hecho físico (Jung, 2002, 142)
I.B.1.12) La representación arquetípica básica es el símbolo. El plano de las imágenes en el que el arquetipo se torna visible para la conciencia es el símbolo, en el cual se manifiesta la actividad de lo inconsciente susceptible de tornarse conciente. Por lo que el pensamiento simbólico -vivir en la imagen y de la imagen- y el estudio de los símbolos se vuelve indispensable para quien desee comprender los fenómenos inconscientes[19] (Jung, 2002, 23).
I.B.1.13) Los arquetipos surgen por el empobrecimiento de los símbolos. Dice Jung (2002, 23) que “el simbolismo sufrió tal empobrecimiento, que los dioses debieron ser redescubiertos como factores psíquicos, como arquetipos de lo inconsciente”; lo cual habría vuelto necesario el nacimiento de la psicología y la búsqueda de formas de relacionarse con el inconsciente. “Nuestro inconsciente esconde agua viva –espíritu convertido en naturaleza- un espíritu por cuya causa está agitado lo inconsciente”, por lo que ocuparnos de él es para nosotros una cuestión vital. Se trata de ser o no ser espiritualmente (Jung, 2002, 23)
II.  Platón. Conceptos de su Filosofía relacionados con el Mundo de las Ideas.
II.A.   Factores generales en la Filosofía de Platón
En filosofía, lo más importante es la búsqueda de la verdad y, en Platón, esa verdad se encuentra en el interior del hombre, en su alma, que es de naturaleza divina. El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, circulaba por los cielos, llegando cada cierto tiempo a los confines del Universo, desde donde podía contemplar las Ideas. El cuerpo es su vehículo, con el que mantiene una perfecta armonía y equilibrio.
Platón elabora su pensamiento en torno a un eje compuesto de tres elementos: el ser, el saber y el obrar. Se trata de “saber” respecto del “ser” para saber “obrar”. En su filosofía estas tres áreas van desarrollándose casi paralelamente, dependiendo una de la otra y afectándose también mutuamente. 
II.A.1) Respecto del Ser.  En Platón, el Ser es una entidad con realidad ontológica. Vive en un mundo propio que es el Mundo del Ser (Platón, 1991, 617), el Mundo de las Ideas. En Fedón, el diálogo en el cual Platón interactúa respecto de lo que es el alma, afirma que hay dos mundos, uno visible y uno invisible; a cada uno de estos dos mundos pertenecen distintas clases de seres, con caracteres opuestos (Platón, 1991, 626). Las entidades del mundo invisible son eternas, divinas, inmutables, inteligibles, simples, uniformes, indisolubles e inopinables (Platón, 1991, 629); son la verdadera causa de todas las cosas (Platón, 1991, 641). Las esencias pertenecen al Mundo del Ser y tienen toda cuanta realidad es posible tener (Platón, 1991, 625); es decir, contienen todo el Ser. Lo que se define como “el ser” o “lo existente” son las esencias mismas (Platón, 1991, 635). En Platón, “ser”, “existir” y “esencia”, son equivalentes. Si el alma conoce esas realidades –dirá en ese mismo diálogo- entonces, conoce verdaderamente el ser (Platón, 1991, 617). Su filosofía no hace referencia a un sólo ser, sino a una gran cantidad de seres, que se encuentran jerarquizados y viven en el Mundo de las Ideas-. Al grado supremo del Ser se corresponde el grado supremo de las Ideas, el Bien.
A diferencia del Mundo Ideal, existe otra realidad que es el Mundo visible, mudable; un Mundo que pertenece, no a la verdad sino, a la opinión (Platón, 1991, 640). En él, el hombre se encuentra como en tinieblas (Platón, 1991, 640). Todo cuanto tiene de “ser” este Mundo Sensible, lo recibe por participación de las realidades del mundo superior (Platón, 1991, 641), a las cuales es semejante (Platón, 1991, 623).  En Fedro, dirá que el mundo material es un mundo cósmico, en movimiento y en continuo hacerse; es el Mundo del “Hacer Ser” (Platón, 1991, 865). En el mismo diálogo, dirá que la relación entre el Mundo de las Ideas y el Mundo Sensible se expresa en términos de imitación. Las cosas del mundo físico son semejantes, imágenes, imitaciones de las realidades verdaderas del mundo superior (Platón, 1991, 866-867).
II.A.2) Respecto del Saber. Así como plantea la existencia de dos Mundos, uno subordinado al otro, plantea también dos tipos de conocimientos, uno sobre verdades eternas y otro sobre apariencias. El primero, conduce al saber; el otro, a la opinión. Sobre el primero se ocupará la Dialéctica; sobre el segundo, la Retórica. La ciencia –tal como la entenderíamos hoy- podría hacerse respecto de los seres del mundo físico -percibidos por los sentidos-, caracterizados por su relatividad, contingencia, materialidad y mutabilidad; pero, según dice en Filebo, los objetos sensibles dan origen a un saber inestable, a “un saber que se aplica a lo que está llegando y nunca llega a ser”; es decir, se trata de una ciencia de grado inferior que conduce a un saber también inferior (Platón, 1991, 1257). Hay otra ciencia, dice en La República, cuyo conocimiento es más apetecible al alma, una ciencia cuyo objeto de estudio es el ser y que alcanza el último límite de lo inteligible -el Ser puro de las Ideas-: la Dialéctica, una ciencia que aspira a la verdad[20] (Platón, 1991, 789). Habría aún otros conocimientos –dice en Fedón y Filebo- a los cuales no podría accederse tampoco por esta vía, porque sus objetos de estudio, están en un mundo inteligible, inmanente e ideal (Platón, 1991, 1256).
Para Platón, el más alto grado del saber está constituido por el conocimiento del ser, de la realidad verdadera y perpetuamente idéntica por naturaleza. Este ser, objeto del conocimiento superior, no corresponde a una realidad terrenal, sino a seres abstractos, inmateriales, inmutables, permanentes, necesarios y fijos, que conducen a un conocimiento igualmente trascendente. Su filosofía es ontológica.
El conocimiento sólo puede hacerse sobre “el ser”. Sobre el “no ser”, no puede haberlo, ya que nada puede decirse acerca de lo que no existe. El objeto del conocimiento es el SER, que puede ser de dos tipos, el que “ya es” y el que está “camino a ser”. A su vez, el conocimiento podrá adquirirse respecto de lo concreto o de lo abstracto. Al grado supremo del Ser -las Ideas- le corresponde el grado supremo del conocimiento –la Dialéctica-. Todas las ciencias y artes se subordinan a ésta, propia de los filósofos.
En términos Platónicos, sólo se hablará de entendimiento y sabiduría si el conocimiento se aplica al verdadero ser[21], así lo dice en La República (Platón, 1991, 1258). Y sólo podrá darse verdadera ciencia, según dice en Filebo, acerca de las realidades puras y sin mezcla -las esencias-, siempre firmes e idénticas (1991, 790).
II.A.3) Respecto del Obrar. Según nos dice en la República, la Dialéctica es la actividad más noble; con ella, la inteligencia se remonta hasta los últimos límites de lo inteligible y alcanza la cumbre más alta a que puede aspirar el conocimiento humano en esta vida. A través de ella, la inteligencia puede ir ascendiendo de lo múltiple y mundano a lo uno y celestial, de lo contingente a lo necesario, de lo particular a lo general, de lo móvil a lo inmutable, de las imágenes a la verdad, de lo aparente a la realidad (Platón, 1991, 782; 789; 791). Este “ascenso” no sólo se hace desde el punto de vista lógico, sino también desde el punto de vista ontológico[22].
Platón piensa que, además del conocimiento, el amor[23] y la virtud son medios que -siguen ese mismo proceso ascensional y- constituyen otro camino para trascender la relatividad de lo sensible y llegar a lo absoluto (Fraile, 1971, 317). Su filosofía adquiere un profundo sentido moral, con la cual va orientando el sentido práctico de la vida humana, cuyo fin es el mismo que el de la de la virtud.
Él no aspira sólo al conocimiento racional, sino volver a ese estado en que el alma se encontraba libre del cuerpo, llegar a la contemplación del mundo superior -estado en el cual concibe la felicidad[24] suprema del hombre-. Piensa que eso no es posible en el Mundo Sensible, por lo que, la mayor felicidad será recordar lo contemplado antes: despertar al alma, con la reminiscencia[25], y librarla del indefinido ciclo de transmigraciones. Lo expresa en Fedón del siguiente modo:
Es preciso liberar el alma, desprendiéndola de las adherencias materiales que la ligan al cuerpo y a las entidades ficticias del mundo físico, las cuales le impiden elevarse a la contemplación de las verdaderas realidades del mundo superior (Platón, 1991, 626).
Y continúa:
purificarse es separar lo más posible el alma del cuerpo, acostumbrar al alma a dejar esa envoltura, para concentrarse en sí misma, a solas consigo;…[…]…¿no se razona mejor cuando no la perturban ni el oído ni la vista ni el dolor ni el placer, sino que encerrándose en sí misma….[…] tiende a lo que es en sí? (Platón, 1991, 618)
II.A.4) Del camino a la Verdad. En el Libro Séptimo de La República, Platón (1991, 778-795) expone, a través de la alegoría de la caverna, cómo se hace el camino al alma. La caverna representa el mundo físico visible e intermedio entre el ser y el  no-ser; una cavidad que consta de cuatro espacios[26] a ser transitados –por el conocimiento, el amor y la virtud-, para des-encubrir –del cuerpo o la materia- el conocimiento –que tiene el alma-; proceso que él llama reminiscencia. El conocimiento va surgiendo poco a poco de la iluminación exterior -el Bien- porque la liberación –de la ignorancia- no se sigue del mero desprenderse de las ligaduras –opiniones y creencias- y del caminar fuera de las sombras –conjeturas-, tampoco del desenfreno –la pasión-, sino del dominar lo verdadero –las ideas-, lo cual sólo puede hacerse en la madurez, cuando se han superado todas las pruebas –que duran 15 años-, porque:
a los cincuenta años, quienes hayan superado todos los obstáculos y descollado extraordinariamente tanto en la ciencia como en la práctica, habrá que inclinarlos a que dirijan la mirada de su alma al ser que proporciona la luz a todos, pues así, viendo el bien mismo, se servirán de él como modelo (Platón, 1991, 794).
El alma Platónica es un “ser” que, antes de encarnar en un cuerpo, contempló las Ideas. El Mito del Carro descrito en Fedro, dice que el alma va en su carro alado, gobernado por un cochero –la razón-, y tirado por dos caballos: uno blanco, bueno y noble –los afectos-; otro negro e indómito –los apetitos-; este último la hace caer de su estado feliz y ser castigada a encarnarse en un cuerpo material (Platón, 1991, 864). El alma tendría así tres funciones, según nos dice en Timeo: racional –con la cual el hombre se pone en comunicación con el Mundo Ideal-, irascible –fuente de pasiones nobles y generosas- y concupiscible –de ella provienen los apetitos groseros- (Platón, 1991, 1141-1142; 1161). En Fedro dirá que esta doble composición del alma –racional e irracional- es lo que hace difícil su conducción (Platón, 1991, 864)
El alma Platónica es inmaterial, invisible, intangible; imperceptible a los sentidos pero visible a la inteligencia (Platón, 1991, 865); inmortal[27], según dice en Fedro, argumentando que todo lo que se mueve a sí mismo –sin necesidad de ser movido por otro- es inmortal, y en eso consiste la esencia del alma (1991, 864); porque el alma es el principio del movimiento, un principio que no ha tenido ni principio ni fin (1991, 864). Las almas, que son la fuente y el origen del movimiento, existen bajo el Mundo de las Ideas y dentro del mundo cósmico (Platón, 1991, 1122). En Timeo, nos dice que las hay de varias clases (1991, 1123).
El alma para Platón no es la tabula rasa de Aristóteles, por lo que aprender –dirá en Menón- no es adquirir nuevos conocimientos, sino tan sólo recordar lo que el alma ya conoció en su existencia anterior (Platón, 1991, 446). Eso es lo que hace la Dialéctica -el arte de despertar en el alma el recuerdo de la ciencia poseída con anterioridad a su unión con el cuerpo- y también las impresiones que los sentidos reciben de los objetos del mundo corpóreo, los cuales son copias o imitaciones de las realidades del mundo superior invisible[28] (Platón, 1991, 439-441). En el mismo Diálogo dirá que:
el alma, inmortal y diversas veces renacida, al haber contemplado todas las cosas, tanto en la tierra como en el Hades, no puede menos que haberlo aprendido todo. No es sorprendente que de la virtud y de todo lo demás tenga recuerdos… […]… Nada impide que un solo recuerdo, que los hombres llaman saber, le haga encontrar de nuevo todos los demás… […]… la investigación y el saber no son … sino reminiscencias (Platón, 1991, 446)
Para Platón la reminiscencia es la prueba fundamental de la inmortalidad del alma y de la existencia de las Ideas, así lo expresa en Fedro y en Fedón, cuando dice a Cebes que si aprender no es sino recordar, es necesario haber aprendido en un tiempo anterior lo que se recuerda hoy, lo cual sería imposible, si no fuera porque nuestra alma existió en alguna parte antes de llegar a nosotros (Platón, 1991, 621). Tanto el alma como las Ideas existen a priori, porque ¿si no, cómo pudo conocerlas el alma?
Lo propio de las almas, dirá en Fedro, es permanecer en contacto con las realidades superiores –a través del pensamiento, con el cual se pone en relación con las realidades inteligibles, las ideas- y no preocuparse de las necesidades vulgares de la vida (Platón, 1991, 872). El filósofo, continúa, se aparta de los objetos a que tiende el interés de los hombres y se adhiere a lo divino; en realidad están poseídos del dios[29];
sólo ellos tienen alas en su pensamiento y esto les hace despreciar las cosas de aquí abajo y mirar hacia arriba, a la manera de los pájaros (Platón, 1991, 866).
El alma impulsada por la fuerza del dios-amor, y mediante la reminiscencia[30] despertada por la Dialéctica [que distingue y separa las Ideas entre sí, según dice en Sofista (Platón, 1991, 1037)], tiende a recuperar sus alas y retornar a su estado celeste, cuando en una vida anterior contemplaba el Mundo de las Ideas (Platón, 1991, 870).
El concepto de alma, en cuanto a su origen, su naturaleza, su simplicidad, el motivo de su unión con el cuerpo y su inmortalidad, tiene una evolución notable en Platón, nos dice Fraile (1972, 371) apoyándose en los diálogos Fedón, República, Fedro y Timeo; incluso, Platón dice en Alcibíades (1991, 257) que el hombre es su alma. La causa de su encarnación parece ser un pecado, aunque no dice cuál podría haber sido esa falta, continúa Fraile (1972, 371) y no volvería a su estado de entelequia –porque pertenece al mundo celeste y no al terrestre- sino hasta haber expiado esas culpas, dice en La Republica (Platón, 1991, 764)
El número de almas no aumenta ni disminuye, según dice  en La República:
no creo que haya duda para ti respecto de la existencia inalterable de las mismas almas. Su número no podrá disminuir por la sencilla razón de que ninguna perece, y tampoco podrá aumentar, porque si algo más se añadiese a los seres inmortales, está claro que procedería de lo que es mortal, con lo que todo terminaría siendo inmortal  (Platón, 1991, 837)
II.B.   Factores específicos en la Filosofía de Platón.
Con la teoría de las ideas Platón busca dar respuesta a los grandes problemas del ser, de la ciencia y la verdad, salvando la multiplicidad real de las cosas y la realidad del movimiento; pero, buscando a la vez el fundamento del ser, de la verdad y de la ciencia en objetos fijos, estables y absolutos por encima de la impermanencia y la contingencia de las cosas del mundo que perciban los sentidos (Fraile, 1971, 324); aunque también es una forma de orientar el sentido práctico de la vida humana.
Platón vio que la existencia de seres múltiples, contingentes, mudables y relativos, postula necesariamente la de una realidad fija, estable y absoluta. En Parménides puede observarse cómo él cree hallar la solución del problema atribuyendo a esos conceptos, no sólo el valor mental, lógico, abstracto, basado en la realidad, sino también, valor ontológico, considerándolos como entidades reales, subsistentes, situadas en un mundo superior al físico que perciben los sentidos (Platón, 1991, 957-990). De esta manera, la realidad quedará dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo superior, invisible, eterno e inmutable de las Ideas subsistentes, y por otra, el universo físico, visible, material, sujeto al cambio y a la mutación. Estos mundos se contraponen –no como abstracto y concreto- sino como perfecto e imperfecto en el orden ontológico. El Mundo Ideal es el reino de lo concreto y lo definido, de la realidad fija y estable; el mundo físico es el de lo indefinido, la génesis y la mutación. La idea de Hombre, es un ser particular y más real que los individuos que de ella participan (Platón, 1991, 961)
III.B.1) Las Ideas. La palabra Platónica “ideas” viene del griego “eidos” que significa “especie”; el plural, es “eide”. Se refiere al aspecto o figura que ofrece algo al verlo. “La idea es lo que se ve de una cosa cuando se contempla cierto aspecto de ella”, dice la Enciclopedia Libre Universal:
Eidos es la noción de "aspecto" (species) que ofrece una realidad cuando se la ve en lo que la constituye como tal realidad. El eidos es el tipo de realidad a que pertenece, o que es, una cosa dada. Ese tipo de realidad es "visible", o conceptualmente aprehensible mediante alguna operación intelectual. Es pues, un aspecto esencial de la realidad” (http://enciclopedia.us.es/)
La acepción que le dio Platón a “idea” alude a las “formas específicas que se refieren a las cosas singulares sensibles, tales como "belleza", "justicia", línea recta", "círculo"... Tales ideas "son", mas no existen (como tal, en el sentido de realidad material; no es posible “verlas”); son independientes y separadas con respecto a las cosas sensibles individuales: estas sí existen -las cosas- y de ellas participan. Por ejemplo, la justicia, se encuentra separada de los actos justos. Las cosas del Mundo Sensible, son además de captables sensorialmente, individuales. Las ideas, son formas, que se caracterizan por ser puras, eternas, y universales. Las cosas del Mundo Sensible, son imitaciones o copias de esas ideas o arquetipos”. Siguiendo a Fraile (1972, 347), diremos que al igual que el término arquetipo de Jung, el concepto de Idea habría evolucionado en Platón; además, se le han dado múltiples interpretaciones, lo cual se hace más difícil rescatar su concepción original. Aristóteles, su discípulo, las interpretó como entidades ontológicas, reales subsistentes, distintas y separadas de las cosas sensibles; así nos lo platea en su Metafísica. Plotino y neo-Platónicos las consideran existentes en la Inteligencia –nous- procedente del Uno. San Agustín, las entiende como arquetipos ejemplares de las cosas existentes en la mente divina. Hegel, en sentido idealista. Hartmann le niega todo sentido ontológico y las considera –como Kant- como formas a priori de la mente. Otros[31], les dan un sentido dinámico de fuerzas o causas eficientes. Igualmente, Lutoslawksi, en su libro “El origen y desarrollo de la Lógica Platónica”, dice que el concepto habría evolucionado desde “formas inmanentes en seres sensibles, a formas trascendentes; luego modelo de las cosas y, finalmente, conceptos inherentes en la mente humana, correspondientes a los arquetipos existentes en el pensamiento divino” (Fraile, 1972, 348). También hay quien –Rodier, citado por Fraile (1972, 348)- indica que esto no sería efectivo y que el término nunca sufrió modificación alguna en Platón. Al respecto, rescatamos lo siguiente:
II.B.1.1) En El Banquete, dice que las ideas son realidades permanentes, inmutables y siempre idénticas, ontológicamente contenidas en este Mundo Invisible (Platón, 1991, 595); fuente del Ser y de la esencia de las cosas –complementará en Fedón- (Platón, 1991, 645). 
II.B.1.2) Las ideas son realidades suprasensibles, y su contemplación directa es imposible mientras el alma se mantenga unida al cuerpo material; pero, al hombre le es posible accederlas por: reminiscencia, es decir, la acción de despertar el conocimiento que el alma poseía antes de encarnar, fruto de su contemplación del Mundo Superior de las Ideas, según nos dice Menón (Platón, 1991, 450); y por purificación que -dice en Fedón- es el acto de desprender las adherencias materiales del alma que la ligan al mundo corpóreo y le impiden liberarse de él (Platón, 1991, 638).
II.B.1.3) En Fedro, volverá sobre esta idea diciendo que el Ser no es uno, sino múltiple y está representado principalmente por las Ideas, que son entidades estables, simplísimas, sin color ni figura, intangibles y puramente inteligibles. Son ser realísimo, causa y fuente del ser de todas las cosas (Platón, 1991, 865).
II.B.1.4) En El Sofista, dirá que las Ideas son muchas y distintas. Todas participan del Ser, pero no se identifican con el Ser…. […]… en cada una de las Ideas hay mucho ser e infinita cantidad de no-ser. Cada una de ellas tiene su propia naturaleza individual: teniendo identidad e inmutabilidad, tienen vida, pensamiento y movimiento (Platón, 1991, pgs.1029 y 1033-1035)
II.B.1.5) Las ideas son entidades reales, subsistentes, perfectísimas, puras, inmateriales, eternas e inmutables, inmóviles, invisibles a los ojos del cuerpo y solamente perceptibles por la inteligencia, dirá en La República (Platón, 1991, 784-790). No son simples conceptos abstractos, sino entidades reales. En Timeo, dirá que son las razones objetivas y los modelos de todas las cosas, el fundamento de toda verdad y de la certeza absoluta (Platón, 1991, 1146).
II.B.1.6) El número de Ideas debería ser igual al de especies de cosas existentes en el Mundo Sensible y a cada cosa debería corresponder una Idea determinada, dice en Parménides (Platón, 1991, 962). Sin embargo, las ideas serían incognoscibles para los hombres del Mundo Sensible (Platón, 1991, 963) e incomunicables, ya que “todo el que admita que a cada cosa corresponde una esencia en sí debe admitir que ninguna de esas esencia existe en nosotros” (Platón, 1991, 976). Ejemplifica diciendo que “puede conocerse algo pequeño, pero no la pequeñez”. En este mismo diálogo, se resiste a admitir que haya ideas de objetos tan groseros como “pelo”, “suciedad” y otras, no obstante, extiende el número de Ideas a toda clase de cosas, de forma que a cada cosa distinta corresponde una idea determinada (1991, 962). Otras Ideas son: Uno y Múltiple, Movimiento y Quietud, Semejanza y Desemejanza, Generación y Corrupción, Ser y No-Ser (Platón, 1991, 958). En Teeteto, habla de los “comunes” y agrega Bien y Mal, Identidad y Diversidad, Par e Impar, Belleza y Fealdad; indicando que el alma se aplica sólo y directamente al estudio de los seres (Platón, 1991, 923). En Timeo añade las Ideas de Sustancia eterna y las Figuras Geométricas elementales (Platón, 1991, 1135-1145). Filebo, distingue la Mónada y la Díada, la Relación, el Dónde, Cómo, Cuándo, Ser, Acción y Pasión (Platón, 1991, 1222-1239-1251).
II.B.1.7) En Fedón, aumenta el número de Ideas y precisa más sus caracteres. Aparece la Justicia, Santidad[32], Grande y Pequeña, Igual y Desigual, Díada y algunos números (Platón, 1991, 642); aparece ya algún tipo de orden jerárquico, destacándose la idea del Bien y luego la Justicia y la Belleza (Platón, 1991, 641). Del Bien[33] y la Belleza[34], como ideas subsistentes, se refiere en Cratilo (Platón, 1991, 430). Sin embargo, no determinó con precisión el número de entidades que componen su Mundo Ideal.
II.B.1.8) Platón también asigna a cada Idea un contenido: se trata de la Idea de belleza o de igualdad y así sucesivamente. Hay un contenido primario y fundamental de la Idea Platónica (Vial, 2009, 21). Platón dice que la Idea apunta a lo real; a la realidad e todas las cosas; a lo que cada una realmente es; a eso llama ousía.
II.B.1.9) El Bien –como idea- se consolida en Fedón; pero, ya en La República dice que es la idea de las ideas, la causa, el fin y la razón última del ser, de la verdad y la fuente del conocimiento de todas las cosas (Platón, 1991, 776). Es el más excelente de todos los seres (Platón, 1991, 789), la cumbre del ser y de la inteligibilidad, el término último de todo proceso intelectivo (Platón, 1991, 780); la parte más brillante del ser (Platón, 1991, 780). Lo más feliz de cuanto existe (Platón, 1991, 785). No tiene esencia, pues está más allá de la esencia (Platón, 1991, 776). Es el objeto más sublime de conocimiento… asociado a la Justicia y demás virtudes. Es el sol del Mundo de las Ideas, que está presente en todos los inteligibles, pero que los trasciende a todos, permaneciendo distinto y separado de ellos. Lo que proporciona la verdad a los objetos del conocimiento y la facultad de conocer al cognoscente es la Idea de Bien, a la cual se debe concebir como objeto de conocimiento y la verdad (1991, 776)
II.B.1.10) En El Banquete, dice que lo bello en sí es la Idea (Platón, 1991, 580). En ese diálogo, se refiere al Amor, diciendo “…la posesión perpetua del Bien y el deseo de inmortalidad se enlazan necesariamente, por lo que el objeto del amor es también la Inmortalidad…[…]… para llegar a lo Bello mismo el camino es la iniciación…”, pues las cosas superiores del amor son un misterio: 1ero el amor al cuerpo bello; 2ndo el amor a la belleza de otras almas; 3ero amor a los conocimientos (se desprende del ser humano concreto); 4to amor a lo bello en si, la Idea (1991, 588). 
II.B.1.11) En Timeo, dice que el Demiurgo –causa eficiente- es quien enlaza los mundos opuestos, porque en él existe el orden[35] del Mundo; pero, lo piensa, porque contempla las Ideas (Platón, 1991, 1121). Así, las ideas son inteligibles, pero no inteligentes; inmóviles y trascendentes, pero no personales y agentes directas del mundo natural. Demiurgo e Ideas son inseparables y necesarios; pero distintos: ni las ideas son pensamientos del Demiurgo ni el Demiurgo se identifica con las Ideas concebidas como inteligencias; existe lo Inteligible y existe la Inteligencia Divina, las Ideas y Dios. Es la Bondad del Demiurgo lo que hace que esa Idea de Mundo que él tiene, pase desde ser mera posibilidad a ser realidad, con lo cual la Idea –que era perfecta- al hacerse realidad en la existencia y contingencia, se imperfecciona[36]. Es Dios en su infinita Bondad quien hace realidad la Idea.
II.B.1.12) En Fedón, dirá que las ideas son eternas, divinas, inteligibles, simples, uniformes, indisolubles, inopinables (Platón, 1991, 642); la verdadera causa de todas las demás cosas; es el mundo del ser purísimo (1991, 616) las esencias que a él pertenecen tienen toda la realidad que es posible tener (1991, 625); son lo que son; son las esencias mismas que definimos como existentes (1991, 625); conociendo esas realidades, el alma conoce verdaderamente el ser (1991, 617)
II.B.1.13) En Timeo, dirá que las entidades eternas que integran el Mundo Ideal, subsistentes, perfectísimas, hermosísimas, sirven de prototipo para la obra del Demiurgo, el cual modela los seres del Mundo Sensible a imagen y semejanza de las Ideas (Platón, 1991, 1134). En La República, habla de la existencia de dos seres, uno eterno que no ha nacido ni ha sido engendrado y otro, que siempre nace, cambia y  muere y nunca permanece ni llega a existir perfectamente (1991, 775).
En Timeo, dirá que el primero es percibido por la intelección y el raciocinio; el segundo, por la opinión unida a la sensación no razonada (Platón, 1991, 1133). Las ideas no están en ningún lugar, porque el lugar en sentido Platónico, implica limitación y no-ser. Tampoco están en la mente divina, porque en él, las Ideas son superiores al Demiurgo y a los dioses; entidades que pertenecen a un orden inferior (Fraile, 1972, 348)
II.B.1.14) En El Fedón, dice que el alma aprehende las ideas en el acto en el que sabe de sí (Platón, 1991, 616).  Este acto, es el ejercicio del logos, por el cual el “alma busca estar a solas en ella misma” y encontrarse “al máximo en sí misma” (Platón, 1991, 616). Este es el proceso de “adquisición de la sabiduría –filosofía-, en el que “el alma discierne las Ideas que son en sí -justo en el ser que el alma es en sí- mediante el discurso de la filosofía” (Vial, 2009, 21). 
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