sábado, 21 de abril de 2012

Aurora Consurgens II


ML von Franz
AURORA CONSURGENS
Como ustedes recordarán, les leí brevemente el texto de la llamada primera parábola, que comienza de forma muy diferente de los cinco primeros capítulos. Éstos se ocupaban de la aparición de una personificación femenina de la Sabiduría de Dios, que se le aparecía al autor de forma avasalladora. Por las diferentes formas en que la describía, dedujimos que al principio santo Tomás se sintió muy abrumado y después se identificó con la imagen y sufrió una ligera inflación, diciendo que ahora les hablaría de ella a las gentes y cosas así. Después la inflación se convirtió en una especie de desdén por los no iniciados, por aquellos que no saben y que no han entendido, y luego salió de la inflación para caer en un estado plano prosaico. Entonces describió la misma experiencia pero de manera bastante prosaica, lo que es típico de las personas que vuelven a la superficie después de haberse visto arrastradas a sumergirse en el inconsciente; hay una especie de desilusión de todo el asunto, que compensa la inflación. Esto se hace mucho más obvio después de un intervalo psicótico interrumpido con Largactil o electro shock, o con algún tipo de medicación física.
En la parábola que les leí la última vez, el propio autor entra en el cuadro. Antes, había escrito en el estilo de una regocijada y pomposa anunciación de la verdad, típica de la identificación con los contenidos del inconsciente, lo que explica que se lo use en la literatura religiosa primitiva, en cierto tipo de poesía y en este documento. Ahora veamos el efecto que aquello tuvo sobre el autor. 
Desde lejos vi una gran nube que sombreaba la tierra entera de negrura; había absorbido la tierra que cubría mi alma, las aguas habían entrado en mi alma, que se había corrompido por obra del aspecto del más bajo de los infiernos y la sombra de la muerte porque la inundación me había anegado. Entonces los etíopes se inclinarán ante mí y mis enemigos me lamerán el polvo. Nada está sano en mi cuerpo, y por el aspecto de mis pecados mis huesos se asustan. He gritado toda la noche hasta estar cansado; mi garganta está ronca. Quién es el hombre que vive entendiendo, y quién salvará mi alma de la mano de los infiernos. Cuando dice que vio una gran nube negra, uno siente que debe de ser el autor que desde arriba ve la nube negra que ha cubierto la tierra. Pero más adelante esa persona, que pregunta quién es el hombre que puede salvarla, es la Sabiduría de Dios. Una de las cosas más interesantes en este texto es que el «yo», como se ve por el contexto, en una línea es el autor y dos líneas después la Sabiduría de Dios. Es decir que hay una auténtica confusión y vemos cómo el autor se ha identificado con la Sabiduría de Dios y ha caído en el inconsciente. Primero ve cómo se cierne sobre la tierra la nube negra que lo cubre todo. La nube negra es un conocido símbolo alquímico del estado al que se llama nigredo, la negrura que con mucha frecuencia es lo primero que sucede en el opus; si se lo destila, el material se evapora y durante un rato no se ve nada más que una especie de confusión o nube, que el alquimista comparaba con la tierra cuando la cubre una nube negra. En el lenguaje de la antigüedad, la nube también tenía un doble significado, ya que a veces se la comparaba con la confusión o con la inconsciencia. Hay muchos textos herméticos tardíos donde se dice que a la luz de Dios no se la puede encontrar antes de haber salido de la nube negra de la inconsciencia que cubre a las gentes y que es la connotación negativa con que frecuentemente tropezamos en el lenguaje religioso. En el lenguaje cristiano, a la nube la produce el diablo que está en el norte, y cuyas narices exhalan constantes nubes de confusión y de inconsciencia que se dispersan por el mundo. Pero a la nube se la encuentra también en primitivos textos medievales con una connotación positiva, es decir, como el aspecto desconocido y desconcertante de la Divinidad. Probablemente algunos de ustedes conozcan The Cloud of Unknowing [La nube del desconocer], un texto místico medieval que describe el hecho de que cuanto más se aproxima el alma del místico a la Divinidad, tanto más a oscuras y más confuso se siente éste. Los textos como éste dicen, efectivamente, que Dios vive en la nube del desconocer, y que es necesario que uno se despoje de cualquier idea, de cualquier concepción intelectual, antes de poder aproximarse a aquella luz que está rodeada por la oscuridad de una total confusión. Aquí la nube tiene el mismo doble significado: describe un estado de confusión total, de infelicidad completa, que al mismo tiempo es el comienzo de la obra alquímica.
El aspecto del más profundo de los infiernos y —como se dice poco después— el aspecto de sus propios pecados han asustado al autor, y tras ello se hace mención de los etíopes. Esto se refiere al Salmo 72, 9, que habla de victorias sobre los enemigos y de que los etíopes se inclinan ante los israelitas. Pero aquí lo etíope tiene, por supuesto, un significado clásico, que aparece también muy tempranamente en la alquimia griega, y representa la nigredo.
Recordarán ustedes que en uno de los textos griegos ya apareció antes la tierra etíope. Etiopía era el país cuyo pueblo cargaba con la proyección colectiva de una total piedad y fervor religioso por una parte, y por la otra, a los etíopes se los consideraba paganos inconscientes. Aquí en la alquimia, Etiopía es con frecuencia el símbolo de la nigredo, y es obvio lo que eso significaría en lenguaje psicológico, ya que no es muy diferente de la forma en que los negros siguen apareciendo aún hoy en el material inconsciente de los blancos, es decir, como el hombre primitivo y natural en su ambigua totalidad. El hombre natural que hay en nosotros es el hombre auténtico, pero es también el que no se ajusta a las pautas convencionales, y el que en parte está muy movido por sus instintos. Los etíopes aparecen en esta nigredo, y después está la cuestión: «¿Quién es el ser humano de entendimiento que me salvará de la mano de los infiernos?», y ese mismo ser ahogado, de quien uno se imaginó primero que era el autor, pero que después resulta ser la Sabiduría de Dios, dice: «A quien me ilumine le daré la vida eterna, él recibirá del leño de la vida que está en el Paraíso y compartirá mi trono en mi reino», y por ese estilo. Después viene el pasaje que les leí la última vez: «El que no se burle de mí y no me haga daño y no profane mi lecho», tras lo cual viene la declaración de amor. Es el propio Cristo, en cuanto Cristo es Dios, quien promete compartir Su Reino, de modo que debemos llegar a la conclusión de que la persona que habla —y los adjetivos que aquí se refieren al «yo» son siempre femeninos— es la Sabiduría de Dios, en absoluta identidad con Dios y con Cristo, que habla desde la oscuridad de la nigredo y pide socorro, clamando por un ser humano que salve su alma de los infiernos. Esto nos demuestra el tremendo giro que se ha producido, porque de pronto es la Sabiduría de Dios quien pide auxilio desde las profundidades de la tierra, y quien necesita que un ser humano la saque de la oscuridad. Primero se aparecía como un factor abrumador y divino que venía desde arriba, y ahora clama desde abajo como un ser femenino desvalido que necesita la comprensión del alma humana.  
Este es uno de los pasajes más sorprendentes y ejemplifica lo que Jung describió también en Psicología y alquimia como uno de los grandes temas mitológicos del pensamiento alquímico, es decir, la idea de que el alma divina, o la Sabiduría de Dios, o el anima mundi —una especie de figura femenina— se desprende del hombre original, del Adán original, cae en la materia y entonces debe ser rescatada. Quizá recuerden ustedes que Jung explica que esto representa lo que sucede cuando algo se proyecta, es decir que está la idea arquetípica del hombre divino, o de la Divinidad femenina, y ese arquetipo es proyectado en la materia, lo que de hecho significa que la imagen cae en la materia. Esta clase de mitos amplifican lo que los alquimistas no sabían conscientemente o sabían sólo en parte: que en realidad estaban en busca del inconsciente, o de la imagen de la Divinidad femenina, o de la experiencia del hombre divino en la materia. Eso era lo que buscaban, como intenté explicarlo con el texto alquímico griego. Eso correspondería a un hombre moderno que conoce a una mujer, se siente muy atraído hacia ella y entonces sueña que una imagen de la diosa la penetra. La imagen de la Divinidad antes la llevaba él dentro, y ahora ha entrado en esa mujer. Así es como el inconsciente trabaja con una proyección; no es nada que hagamos, ni siquiera algo de lo que nos demos cuenta, sino que simplemente nos sucede, y con frecuencia sueños así demuestran que ha habido una proyección. Aquí la imaginería alquímica dice que eso ha sucedido y que el alquimista está, inconscientemente, buscando una figura así. 
En la religión judía, como ustedes saben, este proceso se ha iniciado ya, porque, aunque desde el comienzo no hubo una deidad femenina, la expresión hebrea que designa el caos primordial es: «Tohu wabohu», que en realidad es una alusión a Tiamat, la divinidad femenina babilónica. Se podría decir que en la tradición judía la gran diosa madre no aparece personificada en la Biblia, sino que sólo existe en forma oculta en estas pocas alusiones. Lo femenino reapareció en la fantasía gnóstica tardía de la Sabiduría de Dios, pero en la Biblia sólo aparece un aspecto divino sublime de esta deidad femenina, y el aspecto femenino de la Divinidad no está adecuadamente representado en la tradición judeocristiana. Hay unas pocas alusiones oscuras a una sombría masa madre caótica y subterránea, que es idéntica a la materia, y a una figura femenina sublime que es la Sabiduría de Dios, pero incluso ella fue eliminada del cristianismo, porque a Dios se lo declaró idéntico al Espíritu Santo o al alma de Cristo, y de la materia se suponía que estaba regida por el diablo. Esta pronunciada carencia de una personificación femenina del inconsciente ha sido compensada, por consiguiente, por el materialismo radical que poco a poco se ha ido apoderando de la tradición cristiana. Se podría decir que prácticamente ninguna religión se inició con un acento espiritual tan unilateral y tan elevado para ir a terminar —si se piensa en el comunismo como la forma final de la teología cristiana— en un aspecto materialista tan absolutamente unilateral. La oscilación de un extremo al otro es uno de los fenómenos más sorprendentes que conocemos en la historia de la religión; se debe al hecho de que desde el comienzo hubo una falta de conciencia, una actitud desequilibrada hacia el problema de la deidad femenina y por consiguiente de la materia, porque la Divinidad femenina en todas las religiones se proyecta siempre en la materia y está ligada con el concepto de materia. 
Ayer, sin ir más lejos, tuve en las manos —esto es una especie de digresión, pero es muy interesante— un libro de Hans Marti, Urbild und Verfassung, que se podría traducir como Arquetipo y constitución. Marti demuestra que desde que el hombre concibió por primera vez la constitución de un estado democrático —a él le preocupa en especial la constitución suiza— se ha producido un cambio secreto desde el concepto patriarcal del Estado —el Estado jurídico, el Estado como concepto jurídico, una especie de espíritu paterno— a lo que él llama el Estado de Bienestar. La democracia suiza en sus comienzos, digamos hasta los últimos cincuenta años [recuérdese que estas conferencias son del año 1959], estuvo administrada principalmente por un Club formado por hombres —ustedes saben que en Suiza las mujeres todavía no pueden votar [el derecho de voto se les concedió en 1971]— y la base de la Constitución era cierto número de leyes, cuyo principal objeto era garantizar la libertad del individuo, la libertad religiosa, el libre acceso a la propiedad y otras propuestas semejantes. En este esquema se infiltró poco a poco, como lo demuestra bellamente Marti, otra idea, la del Estado de Bienestar, un arquetipo materno en que el Estado tiene que ocuparse de la salud de la gente, de su bienestar material, las pensiones a la vejez y asuntos de ese tipo. Marti señala con claridad que esto es un cambio, que el Estado ya no es el padre, sino que se ha convertido enl a madre, y en su condición de tal, se interesa por el bienestar físico de sus hijos. El autor demuestra cómo, de acuerdo con la ley suiza, el Estado tiene ahora el derecho de imponer ciertas reglamentaciones a la posesión de tierras, con el fin de proteger las zonas agrícolas, por ejemplo. Hace algunos años, el Estado asumió el control del os derechos sobre las aguas —el agua es un símbolo femenino— a fin de proteger al pueblo, porque, al volverse el agua tan contaminada e insalubre, el Estado ha ido adquiriendo el derecho de promulgar leyes dirigidas a combatir las epidemias. Si hay, por ejemplo, alguna clase de plaga, o un brote de rabia, el Estado puede promulgar reglamentaciones que antes no existían. Antes la humanidad no estaba tan interesada por el bienestar físico y material del pueblo. Si se morían de peste, o mordidos por los perros rabiosos, eso era una parte no muy importante de la vida; el énfasis se ponía en la libertad espiritual, en tanto que se descuidaba bastante el bienestar físico. Durante los últimos cincuenta o sesenta años, el bienestar físico se ha convertido gradualmente en una preocupación estatal importante, y con ello ha llegado por etapas a ser cada vez más portador de la proyección de la madre, y menos dela imagen del padre. Lentamente y sin advertirlo, nos estamos deslizando hacia una situación matriarcal. Marti muestra cómo es que están en juego ciertos factores emocionales, cómo la gente concibe al Estado de una manera vagamente arquetípica y, a partir de ese punto de vista, vota por ciertas leyes. Pero lo que parece ser evidente, es decir, que el Estado debería cuidar de sus hijos, en realidad es la proyección de la imagen de la madre, y eso no es evidente. El autor termina su libro de manera muy inteligente, diciendo que deberíamos tomar conciencia de qué es lo que estamos proyectando sobre el Estado e iniciar una verdadera Auseinandersetzung o confrontación, y no cambiar nuestras leyes por la mera proyección de una imagen materna. Este libro describe un pequeño aspecto de un lento giro que en gran escala se ha producido en toda la civilización cristiana, y que podríamos considerar como un retorno secreto y no demasiado visible al matriarcado y al materialismo. Esta enantiodromia tiene que ver con el hecho de que la religión judeocristiana no se enfrentó en forma verdaderamente consciente con el arquetipo de la madre, sino que hasta cierto punto excluyó la cuestión. Es bien sabido, además, que cuando el papa Pío XII declaró [1950] el dogma de la assumptio Maria su objetivo consciente era herir al materialismo comunista elevando a objeto de culto en la Iglesia católica, por así decirlo, a un símbolo de la materia, con el fin de deshinchar las velas de la nave comunista. Hay implícito algo mucho más profundo, pero ésa fue su idea consciente, es decir, que la única manera de combatir el aspecto materialista sería elevar a una posición superior el símbolo de la Divinidad femenina, y con él la materia. Puesto que lo que se eleva al Cielo es el cuerpo de la Virgen María, el acento está puesto en el aspecto material físico. Aquí tenemos la imagen de la Divinidad completamente caída en la materia, desde donde reclama socorro. Si lo tomamos como el drama personal de nuestro autor, ¿qué significaría esto?
Respuesta: Que el anima se había perdido en el mundo material, porque él no tenía relación con ella.
M. L. Von Franz: Sí, debemos sacar la conclusión de que este autor no tenía relación con el principio femenino antes. Es del todo obvio por el texto que es hombre de iglesia, y me imagino que tenía un complejo materno negativo y por esa razón, o por alguna otra, no tenía relación con el principio femenino, lo que significa ni con su propio aspecto femenino ni con las mujeres. En un caso así se produciría un influjo abrumador de la Divinidad femenina. Hay un paralelo sorprendente con el famoso místico Jakob Boehme, que como ustedes saben era muy pobre, un zapatero, y en alguna medida un caso fronterizo, pero que tenía las más tremendas experiencias religiosas y era capaz de expresarlas en sus difíciles escritos. Este hombre era un intuitivo introvertido del tipo profético. Su matrimonio fue muy desdichado, una relación en la que no había más que odio y desprecio recíprocos, cosa comprensible por ambas partes, ya que su esposa, que era una mujer práctica, pensaba que mejor haría él en remendar zapatos y ganar dinero que en escribir libros sobre el Espíritu Santo, mientras ella y sus seis hijos no tenían nada que comer. Por eso le montaba constantemente escenas, diciéndole que debería ocuparse de dar de comer a sus hijos en vez de escribir libros sobre la Divinidad. Él, por otra parte, sentía —bien naturalmente— que ella era una mujer mundana y una carga para él, alguien que obstaculizaba su creatividad espiritual. Era una de esas tragedias clásicas. Boehme rechazó completamente lo femenino —me refiero a que no tenía hacia ello más que una actitud negativa— hasta las últimas fases de su vida. Poco antes de su muerte, se vio súbitamente abrumado por completo por la imagen dela Sabiduría de Dios, la sophia, esa misma imagen, y dejó un texto en el que ensalzaba a esa figura en los términos del más enamorado éxtasis; a tal punto que es incluso bastante desagradable, porque en su canción de amor a la Sabiduría de Dios resuena una fortísima nota sexual y se percibe todo el fango que antes había sido rechazado y que emerge a la superficie con esta gran experiencia. Supongo que nuestro autor se encuentra en un estado similar; que no había tenido relación alguna con el principio femenino y ahora se ve anonadado por él, en su forma más abrumadora. Ésa sería una compensación típica del escarnio y el desprecio que hasta entonces debe de haber sentido por lo femenino. En casos así, el inconsciente irrumpe con un énfasis tan tremendo que ya no es posible seguir evitándolo. Lo que para la conciencia es llegar a la comprensión de una imagen arquetípica, para ésta es, en cambio, una gran caída. Imagínense al yo con su campo de asociaciones, como una araña en su tela. Cuando la imagen arquetípica se aproxima al campo de la conciencia, eso es para el yo un estado de gran iluminación, de júbilo y otros sentimientos positivos como vimos en los cinco primeros capítulos de nuestro texto, pero para el pobre arquetipo es precisamente lo opuesto, porque se despeña en algo muy pequeño y muy inadecuado. Por consiguiente, visto desde un lado, el episodio es una gran realización, un logro, y desde el otro, una caída muy grave. Muchos mitos de la creación describen la creación del mundo como la Divinidad que se cae del Cielo, como lo ejemplifica también típicamente un sueño de Gérard de Nerval, un poeta francés cuyo libro Aurelia describe el comienzo de su propia psicosis. Uno de los sueños más aterradores que tuvo durante esa época fue que iba al patio trasero de un típico hotel de París, lleno de viejos recipientes de basura donde los gatos se reunían a comer. Esos patios sombríos se encuentran por todas partes en París. En un patio así, en el fondo de su hotel, De Nerval vio con horror a un ángel de Dios, una tremenda e imponente figura arquetípica, con las alas multicolores, que se había caído en el patio y estaba atascado en aquel restringido espacio. De lo que el poeta se dio cuenta súbitamente con horror fue de que si el ángel quería liberarse, si hacía un mínimo movimiento, todo el edificio se derrumbaría, lo que para él significaría el comienzo de su esquizofrenia, que en efecto se inició poco después. Su concepción de la vida era demasiado estrecha en comparación con su genio. De Nerval tenía un gran genio inconsciente, tal como lo ponía de manifiesto el ángel, y su concepto de la vida era exactamente el del racionalista francés típico de París y de sus sórdidos patios. Su mentalidad consciente no se adecuaba, pues, a su auténtica hechura humana ni a su propio destino íntimo. Es muy frecuente que la razón de la esquizofreniano sea tanto la invasión del inconsciente, sino que eso le sucede a alguien que es demasiado estrecho, ya sea mental o emocionalmente, para esa experiencia. Para la gente que no tiene una mentalidad amplia ni tampoco la generosidad y el corazón que se necesitan para abrirse a lo que venga, la invasión es demoledora. La vida de Gérard de Nerval es un ejemplo muy claro: se enamoró de una muchacha y fue presa de los sentimientos más emocionales y románticos, pero en vez de aceptarlos se rebeló contra ellos, diciéndose: «C'est une femme ordinaire de notre siécle» —es una mujer vulgar de nuestra época— y huyó de ella. Después se sintió sumamente culpable, pero ella no lo perdonó. Su conciencia culpable provenía del hecho deque el poeta estaba huyendo de sus propios sentimientos. Durante esa época fue cuando soñó con el ángel, mostrando que su idea estrecha, racional y atrasada de la vida y del amor no estaba a la altura de su experiencia, por lo cual al fin terminó colgándose. Sólo menciono este sueño como ejemplo del hecho de que lo que desde el nivel consciente se ve como una realización del arquetipo, para el arquetipo es un precipitarse en la materia. Es lo mismo que sucede en la enseñanza teológica con la kenosis de Cristo, que se refiere a la cita bíblica en que Cristo se desprende de su plenitud para bajar como servidor a encarnarse en un hombre. Sobre esto han edificado los teólogos la teoría de que Cristo era idéntico a Dios Padre y al Espíritu Santo, que vivía en plenitud y expansión en el Cielo y que fue un tremendo autosacrificio vaciarse y reducirse a la dimensión humana para encarnarse. Aquello, desde Su lado, era una humillación y un menoscabo de su condición. Como arquetipo, sería la Divinidad, el logos, que ingresaba en la miserable vida humana, pero para la humanidad fue una revelación de la luz de Dios. No es el único caso. Toda vez que un arquetipo sea próxima a la realización humana, ello significa una gran disminución para el arquetipo, lo que explica las visiones y sueños catastróficos de la caída de un ser divino sobre la tierra. Como se puede ver muy claramente por el caso de Gérard de Nerval, en ocasiones así el entendimiento es el factor esencial. Si él hubiera entendido qué era lo que se le aproximaba cuando tuvo aquellos sentimientos tremendos y aquellas fantasías con la joven que amaba, no habría perdido la cabeza, pero le pareció que todo eran locuras y estupideces que había que reprimir, y el resultado fue la catástrofe. En nuestro texto, la caída Sabiduría de Dios clama por un ser humano de entendimiento que la rescate. Pregunta dónde está el ser humano que vive y está dispuesto a entenderla, y promete la vida eterna a esa persona: a aquel a quien ella ama y en cuyo abrazo todo su cuerpo se funde, todo eso. Así se entrega a una apasionada declaración de amor al desconocido que la entienda y que la rescate de la materia. Después hay un viraje de lo más sorprendente, puesto que dice: «Él, en cuyo abrazo todo mi cuerpo se funde, de quien seré el padre y que será mi hijo».
Esto está tomado de Hebreos 1, 5, como ustedes probablemente saben, y es lo que Dios dijo a Cristo. Cuando se lee el texto es fácil pasar por alto estas alusiones extrañas, pero aquí la Sabiduría dice claramente que ella misma es Dios Padre y que quienquiera que la salve es el hijo del propio Dios. Esta oración es la clave de todo lo que sigue en el texto. La Sabiduría de Dios es simplemente una experiencia del Propio Dios, pero en Su forma femenina, y el amado prometido de esta apariencia femenina de Dios es el autor que reemplaza a Cristo y llega a ser como Cristo. El propio Cristo predijo que mediante la difusión del Espíritu Santo muchos harían obras mayores que Él, apuntando a la idea de la semejanza a Cristo de cada individuo. Cristo no fue el único caso de la encarnación de Dios, pero por mediación del Espíritu Santo esto continuaría y se difundiría entre muchos, y cada individuo, en cierta medida, se convertiría en Cristo y sería por consiguiente deificado. Eso lo predijo en la Biblia el propio Cristo, pero en la interpretación teológica no se le ha hecho caso porque es un enunciado poco feliz y no quiere decir, ni más ni menos, sino que cada individuo humano podría, potencialmente, vivir el mismo destino de Cristo y ser idéntico a la Divinidad. La teología medieval no hizo caso de este aspecto ni lo sacó a la luz; se puso mucho cuidado en no hablar de él porque no es otra cosa que el proceso de individuación. Significa que seguir a Cristo no es seguir reglas externas, no es una imitación de lo de afuera, sino que es asumir cada uno en su propia forma la total experiencia de Cristo: pasar uno mismo por el mismo proceso, en su totalidad. Como eso era demasiado difícil, o la gente no estaba a la altura de semejante tarea, no se le hizo caso, y por eso reaparece aquí como una presión inconsciente en la forma de Dios, que, en cuanto mujer, escoge como su prometido a un ser humano, a un humano que la entienda. Como dice el texto, ésta es la relación de Dios Padre con Dios Hijo. Ella dice entonces que si puede encontrar un novio así se le aparecerá en su gloria y se manifestará en toda su belleza, y en este contexto se cita la aparición de Dios al final de los días, como en el Apocalipsis. También se compara ella misma con una paloma, reluciente como plata. El texto termina, bastante lisa y llanamente, con las palabras: «y todo esto es que simplemente uno tiene que lavar la sustancia nueve veces hasta que tenga la apariencia de perlas, y eso es el blanqueamiento». Aquí hay un retorno súbito al lenguaje puramente químico, que dice que en la práctica toda la experiencia indica que uno tiene que lavar las estrellas, como dice el texto, hasta que estén blancas como perlas. Quiero comentar brevemente la parte que sigue: Quien tenga oídos para oír, oirá lo que el espíritu de la ciencia dice a los hijos de la doctrina sobre las siete estrellas por cuya mediación se cumple la obra divina. Sénior dice en su libro en el capítulo sobre el sol y la luna: «Cuando hayas distribuido esos siete con las siete estrellas y se los hayas atribuido a las siete estrellas y después los hayas purificado nueve veces hasta que parezcan perlas, eso es el blanqueamiento». Las siete estrellas fueron mencionadas antes en nuestro texto; son las siete estrellas que la Divinidad sostiene en Sus manos cuando Se aparece en el Apocalipsis y en esa época se referían naturalmente a los siete planetas. A los siete planetas se les atribuyen los siete metales, y es costumbre en alquimia que los siete metales —estaño, cobre, plomo, hierro, etcétera— sean atribuidos a los siete planetas, pero son más que eso; son, por así decirlo, la misma cosa que los siete planetas. El hierro es lo mismo que Marte y el cobre lo mismo que Venus; en el cielo, por consiguiente, uno puede llamar hierro al terrenal Marte y cobre a la Venus terrenal, y así sucesivamente. En aquellos tiempos ésa era una manera común de hablar de los metales así que las siete estrellas son realmente los siete metales, que hay en la tierra, y estas estrellas terrenas, a su vez, tienen que ser destiladas y purificadas nueve veces, momento en el cual se vuelven completamente blancas, que es el proceso de la albedo.
En la literatura alquímica se suele decir que el gran esfuerzo y penuria continúa desde la nigredo a la albedo; se dice que ésa es la parte difícil y que después todo se vuelve más fácil. La nigredo, que es la negrura, la terrible depresión y el estado de disolución, tiene que ser compensada por el duro trabajo del alquimista, y ese duro trabajo consiste, entre otras cosas, en un lavar constante; por lo tanto en el texto se menciona incluso el trabajo de las lavanderas, o la destilación constante, que se hace también con el objeto de la purificación, porque el metal se evapora y después se precipita en otro recipiente, retirando así las sustancias más pesadas. La analogía psicológica se establece evidentemente con la primera parte difícil de un análisis donde hay que lavar a Venus, el problema del amor, lo mismo que a Marte, el problema de la agresión, y así siguiendo. Por lo general, todos los diferentes impulsos instintivos y su trasfondo arquetípico aparecen primero en una forma perturbada en la tierra, es decir en la forma de una proyección: la persona ama u odia a alguien, o tiene un jefe que la deprime y no sabe cómo defenderse. Si la proyección estuviera en el exterior significaría que Marte ha caído en la materia: el principio de agresión y todo lo que éste abarca se aparece en fulano o zutano, o Venus ha caído en los altibajos de una relación amorosa y de sus dificultades sexuales, y naturalmente el analizando cuando viene por primera vez les dice a ustedes que es eso, porque para él la cosa está totalmente afuera. Primero hay que sacarla de la materia, así que el analista le dice que deberían dejar fuera del asunto a la señorita tal y cual y mirar qué es lo que está pasando en el analizando. Ésa es la prima materia que hay que estar lavando y destilando constantemente, y de ahí que la primera actividad del opus sea destilar, lavar y purificar, una y otra vez. Aquí dice nueve veces, otros dicen quince veces, y algunos dicen diez años. En realidad es un proceso muy largo y a veces significa ensayar interminablemente el mismo problema en sus diferentes aspectos. Por eso también en los textos alquímicos se alude siempre al hecho de que esta parte se puede alargar durante mucho tiempo y se caracteriza por interminables repeticiones. . . , de la misma manera que, desdichadamente, una y otra vez volvemos a caer en complejos que no han sido resueltos y que hay que volver a mirar una y otra vez. Pero mediante este duro trabajo la materia se blanquea. La blancura sugiere purificación, no estar ya contaminado por la materia, lo que aludiría a lo que técnicamente, y tan a la ligera, llamamos retirar nuestras proyecciones. Y no es una cosa fácil de hacer; es algo muy complicado y difícil, porque no es como si uno entendiera lo que estaba proyectando y entonces ya no siguiera haciéndolo. Se necesita un largo proceso de evolución y de realización interior para retirar una proyección. Cuando se la ha retirado, el factor emocional perturbador se desvanece. Tan pronto como se ha retirado realmente una proyección, se establece una especie de paz; uno se tranquiliza y puede contemplar la cosa desde un ángulo objetivo. Se puede considerar el problema o factor específico de una manera objetiva y tranquila, y quizás hacer con él un trabajo de imaginación activa sin estar constantemente dominado por las emociones o sin volver a caer en la maraña emocional. Eso corresponde a la albedo.
Es, en cierto sentido, la primera etapa de un llegar a estar más tranquilo y más desapegado, con un desapego más objetivo y más filosófico. Uno tiene un punto de vista au dessus de la mélée; puede estar de pie en la cima de la montaña, observando la tormenta que hay por debajo, y que por supuesto todavía sigue, pero que uno puede mirar sin temor, o sin sentirse amenazado por ella. Entonces, lo que el alquimista simbolizaba con la idea del blanqueamiento era que el material sobre el cual habían estado trabajando había alcanzado ahora una forma de pureza y de unidad, y que ahora podían iniciar el trabajo sintético. Después que los metales han sido extraídos por fusión de los minerales, es menester  purificarlos, lo que sería el trabajo analítico, y entonces puede empezar la síntesis química; un paralelo exacto de lo que sucede en análisis primero con el aspecto analítico y después con el sintético. La albedo se caracteriza por algo maravilloso porque, como dicen los alquimistas, a partir de ahora uno tiene que cuidar simplemente el fuego, mantenerlo vivo, pero la parte difícil del trabajo está hecha. Sólo que, como verán ustedes, el proceso de pasar de la nigredo a la albedo se repite muchas veces. Aquí se lo describe siete veces. La parábola siguiente vuelve a empezar con la nigredo, y de nuevo describe la totalidad del proceso hasta que vuelve otra vez a la albedo; es la misma cosa vista desde un ángulo diferente, que es exactamente lo que experimentamos. ¿Cuántas veces, en análisis, se ha salido uno un poco del problema, sintiéndose realmente en paz y en alguna medida en unidad consigo mismo, de modo que parece que lo peor hubiera pasado? Pero tres semanas después todo vuelve a empezar como si no se hubiera hecho absolutamente nada. Se requieren muchas repeticiones antes de que la experiencia se consolide, hasta que al fin la obra se mantiene.
Pregunta: ¿Cuándo empezaron los alquimistas a tener dudas sobre la proyección?
M. L. von Franz: Yo diría que nuestro autor todavía no tiene ninguna duda. La duda apareció por primera vez a finales del siglo XV o comienzos del XVI Esa, naturalmente, no es una manera muy exacta de formularlo, porque hay alquimistas medievales incluso después del siglo XVI, pero algunos tenían dudas desde antes. Se podría decir que, en general, la duda se inició hacia la época del Renacimiento, tras lo cual el simbolismo alquímico se convirtió en una alegoría, no ya en una auténtica experiencia simbólica, y de los viejos textos se habla alegóricamente.
Basilius Valentinus, por ejemplo, y Michael Maier, y más adelante los rosacruces y la evolución de los francmasones son otros tantos ejemplos. Los francmasones siguen usando el simbolismo, lo mismo que los rosacruces, pero para ellos es una alegoría. Explican de una manera totalmente racional qué significa cada cosa; otros continuaron por líneas químicas, pero sin seguir hablando de cosas tales como la novia y el novio, a lo que tildaban de lenguaje florido. Otros seguían usando lenguaje simbólico, pero sin referencia a la química. Allí se podría decir que había una proyección, porque ahora se había incorporado el elemento de duda. En realidad ya no creían que la cosa se hubiera de encontrar en la materia, o lo creían sólo a medias, o lo fingían ante sí mismos, pero no era una actitud limpia, y por eso se produjo lo que tanto descrédito ha causado a la alquimia, es decir el estilo desagradablemente jactancioso y a medias religioso del hacedor de oro. En este texto hay una inflación, pero no hay charlatanismo, mientras que en los escritos de Basilius Valentinus hay un estilo arrogante del hacedor de oro. Pero Gerhard Dorn, de fines del siglo XVI, seguía siendo un alquimista auténtico. Yo diría que fue por entonces cuando se planteó la primera duda. Aquí está todavía lo que desde el punto de vista de ellos llamaríamos una identidad arcaica: la Sabiduría de Dios realmente estaba en la materia, y esa creencia real se producía por mediación de la identidad arcaica. La segunda parábola se refiere a la inundación y la muerte causadas por la mujer y que ella vuelve a hacer desaparecer. Cuando la multitud del mar se haya vuelto hacia mí y sus torrentes me hayan anegado el rostro, y cuando mis flecha se hayan embriagado de sangre y mis celdas estén perfumadas de vino maravilloso, cuando mis graneros se hallen repletos de trigo, y cuando el novio con las diez vírgenes prudentes haya entrado en mi cámara nupcial, y cuando mi cuerpo haya sido impregnado por el toque de mi prometido, y después que Herodes haya matado a todos los niños de Belén, y Raquel haya llorado a todos sus hijos, y cuandola luz haya salido de la oscuridad, y cuando el sol de justicia haya aparecido en el Cielo, entonces se habrá cumplido el tiempo, entonces Dios enviará a Su hijo, tal como lo ha dicho, a quien Él hizo heredero del universo y por mediación de quien creó el mundo y a quien en una ocasión dijo: «Tú eres mi hijo, este día te he engendrado», a quien los tres reyes trajeron dones preciosos. Ese día que el Señor ha creado seremos felices porque hoy Dios se ha compadecido de mi tristeza, el Dios que reina en Israel. Hoy la muerte traída por la mujer ha sido desterrada por ella, y los cerrojos de los infiernos se han abierto. La muerte ya no gobernará y las puertas del infierno no se le opondrán porque el décimo dracma que se había perdido ha sido encontrado, y la centésima oveja ha sido traída a casa desde el desierto, y el número de nuestros hermanos entre los ángeles caídos ha sido completamente restablecido. Hoy, hijo mío, debes ser feliz porque no habrá más llanto ni dolor, porque las cosas primeras han pasado. Al que tenga oídos para oír dejadle oír lo que el espíritu de la doctrina dice a los hijos de la sabiduría sobre la mujer que introdujo la muerte y después la ahuyentó, a lo que los filósofos aluden de la siguiente manera: «Llévate su alma y devuélvesela porque la corrupción de una cosa es la generación de la otra», lo que significa llevarse la humedad que corrompe e incrementarla mediante la humedad natural, y eso será su perfección y su vida. De nuevo, al comienzo hay una catástrofe que se describe como un diluvio, y parte de ella es la matanza de los niños en Belén. Pero como ustedes ven, aunque todo vuelve a empezar con la nigredo, y por lo tanto con un desastre, el relato se detiene más en los aspectos positivos. Está la descripción de una unión amorosa, del novio que entra en la cámara nupcial y de la preñez de la figura femenina, y después una larga alusión, bastante convencional, al nacimiento de Cristo a quien los tres Magos aportan sus dones, y por fin el triunfo de que con ese nacimiento haya sido vencida la muerte. Entonces se puede decir que aunque el proceso se repita ya hay un aspecto más leve, que no se mencionó hasta entonces, es decir, que la catástrofe sucedió en el momento de un nacimiento, que precisamente cuandola nigredo estaba en lo peor, en el inconsciente, tuvo lugar un nacimiento secreto. Dentro de la catástrofe, en medio de la depresión y de la confusión, nacía el nuevo símbolo del Sí mismo. Nacía en el inconsciente, de modo que el autor no se ha dado cuenta todavía de lo sucedido, y sólo vagamente comprende que aunque él haya caído en esa depresión terrible, y la figura del anima se haya precipitado a la tierra, algo ha nacido. Como saben ustedes por los comentarios del doctor Jung sobre el niño divino, cuando nace un héroe —y el nacimiento de Cristo no es la excepción— hay siempre un estallido de las potencias destructivas. Por eso, si en una persona hay una tendencia suicida, ésta siempre será más fuerte en el momento que podríamos llamar la crisis de curación. En una depresión profunda o en una confusión completamente esquizoide, sólo rara y excepcionalmente es grande el peligro de suicidio, por más que exista en ciertas circunstancias. Pero si un caso así llega casi a su término, si está en el umbral de la curación, digamos, entonces existe a menudo un peligro agudo de suicidio. Entonces deben usted es vigilar día y noche el caso, como bien se sabe en los asilos. Naturalmente, esto no es más que un ejemplo extremo de algo que también es válido en un nivel menos dramático en el trabajo analítico, y que es lo que yo llamo el ataque final del diablo. El diablo ve que está perdiendo la partida y lanza un último ataque desesperado. Es lo mismo que cuando en su combate con un animus destructivo la mujer comienza lentamente a defenderse y a pelear con él, pero la batalla todavía no está ganada porque él sigue merodeando a la vuelta de la esquina; el diablo no ha sido del todo expulsado y quizás aún pone un poco más de fuego en la cosa y entonces lanza un ataque final, que suele ser tan malo que parece como si hubiera que empezar todo de nuevo porque las cosas están tan mal como al principio: todo se ha perdido y el diablo sigue tan furioso como en cualquier otro momento. Por lo general, éste es un signo muy bueno, porque significa simplemente que ahora el infierno está perdiendo su poder y por lo tanto hay un último ataque, el diablo agota sus últimas municiones. Despedirse de una actitud neurótica es algo muy triste, y nadie ha salido nunca de ella sin sentirse triste, porque lamentablemente una neurosis es un estado con el que uno se . encariña, y le duele separarse de ella. Por eso cuando se llega a la etapa final, en que de una vez por todas es necesario decir adiós a cierto infantilismo o a una opinión del animus y cosas semejantes, siempre hay alguna forma de crisis. Es lo que la mitología ilustra con el hecho de que cuando nace el niño salvador, todos los poderes de la oscuridad atacan con más fuerza que nunca, y en nuestro propio mito cristiano lo vemos enla forma de la matanza de los inocentes en Belén. Como es lógico, el niño divino siempre se salva; es la última irrupción de las tinieblas en contra de algo ya tan poderoso que, aun siendo recién nacido, ya no se lo puede suprimir. Aquí el autor lo ejemplifica diciendo que es la luz nacida en la oscuridad. Recordarán ustedes que al final de la carta de amor, la de Sénior, del sol a la luna, se decía también que la luz nacía en la total oscuridad, cuando Dios enviaba a Su hijo, y después venía lo que podríamos llamar la adopción de Cristo por Dios. Cuando san Juan Bautista bautizó a Cristo, los cielos se abrieron y descendió la paloma y la voz de Dios dijo: «Éste es mi hijo amado en quien me he complacido». En ese momento se hizo manifiesto que Cristo era el hijo de Dios. Aquí Dios es femenino, está representado por la Sabiduría de Dios, y el hijo es el autor. Entonces es una repetición de la vida de Cristo, pero es el autor quien ha sido aceptado como el hijo por la Sabiduría de Dios, lo que significa que la figura arquetípica que irrumpió lo adoptó como hijo. Él se convierte en hijo de la Sabiduría de Dios, y después sintetiza la experiencia diciendo que ésta es la muerte que la mujer atrajo y quela mujer ha expulsado. En la alegoría oficial de la Iglesia la mujer que trajo la muerte al mundo fue Eva, mediante la manzana del Paraíso, y la Virgen María ahuyentó la muerte cuando dio nacimiento a Cristo. De modo que en la tradición patriarcal hay dos mujeres: Eva, que trajo la muerte a este mundo, y la Virgen María, que la ahuyentó. Nuestro texto es excepcional para el siglo XIII en cuanto alguien se animó a decir que la mujer que trajo la muerte al mundo y la mujer que la expulsó de él eran una y la misma. No hay más que una mujer: Eva y María son una. Está tan confuso en el texto que a menos que uno lo medite, podría no advertir o no darse cuenta de lo que el autor está diciendo, pero eso es típico de este autor. Dice las cosas más pasmosas y chocantes, pero en un lenguaje bíblico tan hermoso que uno se pregunta adonde apunta en realidad, y después se da cuenta de las cosas terribles que está diciendo, desde un punto de vista medieval. Creo que eso se deriva del hecho de que hablaba inconscientemente; estaba abrumado por la imagen del inconsciente y proclamaba su verdad compensatoria sin darse cuenta cabal de la enormidad de lo que estaba diciendo. Se limitaba a sentir su propia experiencia, que una imagen de una mujer que él consideraba la Sabiduría de Dios lo había matado y después lo había devuelto a la vida, y por eso la describe como la mujer que introdujo la muerte y que después restauró la vida. Y lo amplifica en lenguaje puramente químico o alquímico al decir: «Llévate su alma y devuelve su alma. Llévate la humedad destructiva y nútrela con la humedad natural y eso será la perfección». La extractio animae, la extracción del alma, significa en lenguaje químico una destilación. Si se evapora una sustancia química, toma una forma de vapor; eso es su alma, y si se la vuelve a precipitar o a coagular, entonces regresa al cuerpo. El símil es obvio. También interviene el símil de la humedad, porque mediante el fuego la humedad corruptible tiene que ser destilada, y entonces se vierte la humedad vivificante. El proceso ha sido descrito en otros textos alquímicos, por ejemplo diciendo que hay que reducirlo todo a cenizas, la sustancia más seca que existe. Si alguna vez han echado ustedes agua sobre cenizas ya sabrán cuánta puede absorber, de modo que dicen que todo tiene que ser reducido a cenizas para asegurarse de que hasta la última partícula de humedad destructiva ha abandonado la sustancia; entonces se ha de verter sobre ellas agua pura, para devolverlas a la forma sólida. Verter agua sobre las cenizas pulverizadas sería estar nutriéndolas con agua de vida. Eso corresponde a nuestro trabajo analítico, porque de hecho es lo que hacemos cuando expulsamos la humedad corruptible, que en lenguaje práctico significa todos los tipos diferentes de inconsciencia, todos los puntos de ceguera e inconsciencia que obstaculizan la existencia. Ni siquiera sabemos de cuántas maneras están obstruyéndonos la plenitud de la vida nuestros supuestos o sentimientos inconscientes. Eso es algo más obvio para la otra persona que para el individuo afectado, pero si encuentra de pronto uno de esos puntos inconscientes en otra persona, esta última dirá: «Pero yo pensaba… », porque hay algo que se acaba de suponer o dar por sentado. Por ejemplo, hay muchas personas que viven muy por debajo de su nivel espiritual porque suponen que no son nadie, y están tan seguras de ello que nunca se les ocurre siquiera cuestionarlo. Les parece tan evidente que ni se les ocurriría hablar de eso con el analista, porque no creen que haya nada de que hablar. Pero entonces, un día un sueño descubre lo que piensan, y se quedan totalmente pasmadas, porque habían creído que en verdad no eran nadie. Ésa sería la humedad corruptible, un punto de inconsciencia que se ha infiltrado en el sistema; en el caso de las mujeres, en la forma de opiniones del animus, o impulsos de la sombra, o lo que fuere. Es a tal punto evidente que a uno ni siquiera se le ocurre sacarlo, y descubrir cosas así es tarea del análisis de los sueños. Es todo un impacto darse cuenta de que uno ha pensado siempre algo sobre lo cual podría pensar de diferente manera. Éste es uno de los miles de ejemplos posibles de lo que significa la conciencia corruptible. El sentimiento inconsciente —o el pensamiento, en cierta medida— es una humedad corruptible que no advertimos, y el objetivo del opus es expulsar todo aquello, cociéndolo. Los sueños señalan el hecho, y al interpretar e integrar lo que dicen nos liberamos lentamente de esa humedad corruptible. Pero si seguimos durante demasiado tiempo, si sobre analizamos, nos perdemos cierto momento muy decisivo en el proceso, que sólo debe ser continuado durante cierto tiempo, porque si se lo continúa demasiado la gente pierde espontaneidad. Es probable que ustedes hayan conocido alguna de esas personas sobre analizadas que han perdido toda clase de espontaneidad en la vida. Antes de que lo hayan saludado siquiera, le dicen a uno que saben que le proyectarán su anima, o le salen contando que odian a fulano y que están seguras de que es una proyección dela sombra. Pero, ¿por qué no ha de disgustarle alguien a uno? Sobre analizar, continuar demasiado tiempo el proceso, crea una segunda neurosis, que es una enfermedad muy general y muy difícil de curar. Naturalmente, es también una especie de inconsciencia. Por ende, podríamos llamarla la segunda fase, el retorno al agua de vida, el retorno a la espontaneidad, el retorno a una manera de vivir inmediata, natural y espontánea sin olvidarse de lo que uno ha aprendido. Salir del agua y sentarse al sol y después tener que volver a zambullirse en el agua es algo muy peligroso. Se puede hacer volviendo simplemente a caer en el estado anterior, pero eso no tiene ningún mérito. Uno debe regresar, pero manteniendo la segunda forma de conciencia analítica, manteniendo la conciencia de la sombra y del anima y todo eso. De modo que la segunda fase es la espontaneidad consciente en la cual la participación de la conciencia no se ha perdido, y eso es algo muy difícil, porque es más fácil seguir sobre analizando, o volver a deslizarse en el estado anterior de inconsciencia.
Pregunta: Si la gente se sobre analiza, ¿la culpa no es del analista? Quiero decir, ¿no les da demasiadas ínterpretaciones sin dejar que el analizando haga su propio proceso?
M. L. von Franz: Yo no lo diría así. Creo que eso podría contribuir a un estado tan desafortunado, pero en general, según mi experiencia, no es ésa la única razón. Conozco analistas que son completamente pasivos y se especializan en no interferir, y sin embargo pueden producir analizandos sobreanalizados, ¡porque eso lo hacen ellos mismos! Porque lo que era positivo en un principio, es decir, la necesidad de descubrir lo que está pasando y de reflexionar sobre ello y de darse cuenta, se experimenta como algo muy liberador. Los analizandos han salido de un problema gracias a la reflexión, y naturalmente, como al comienzo aquello tuvo esa cualidad liberadora, siguen con lo mismo y se equivocan de momento. Yo incluso creo que es necesario que cada caso llegue a tener un período de sobre análisis, que ésa es una fase necesaria del trabajo, una etapa a la que hay que llegar para que después pueda tener lugar ese retorno a la conciencia, es decir, el darse cuenta de que hay que volver a la espontaneidad, y volver a ella constantemente, porque de otra manea uno vuelve inconscientemente. El alquimista Gerhard Dorn dice que el anima está atrapada en el cuerpo de un hombre y él tiene que hacer un esfuerzo mental para liberarla, pero entonces el cuerpo está muerto. Esa es la forma en que él lo describe. Dice que sería como si un monje se retirase del mundo a meditar y mediante el ascetismo sacara su anima del cuerpo; de ese modo dice, si siguiera en lo mismo simplemente estaría muerto. Si uno rechaza el cuerpo no puede vivir, así que hay que recuperar el cuerpo. Imagínense la mente, el alma y el cuerpo como entidades; para el cristiano la mente es un poco superior, representa las buenas intenciones, un programa de vida positivo y cosas semejantes. Una persona así podría rescatar su anima mediante un período de ascetismo. Dorn lo compara con el monje que medita en lugar de vivir. Lo que sucede es que la mente tira del anima hacia arriba, y abajo el cuerpo se queda muerto. El cuerpo no tiene nada más que decir porque la proyección ha sido completamente retirada y eso representaría un estado de introversión mental completa, la unio mentalis entre la mente y el anima. Dorn dice que él no quiere detenerse allí, porque ¿qué le va a pasar al pobre cuerpo? Dice que ahora se aproxima un peligro terrible porque el cuerpo también debe ser redimido, pero si lamente y el alma se van sólo un poquito hacia el cuerpo, se caen a plomo dentro de él; es como un imán que atrae el hierro, y entonces todo el trabajo está mal. Por consiguiente a esto hay que aproximarse con prudencia, y Dorn lo hace mediante un acto químico de la imaginación: en vez de volver al cuerpo en un abrir y cerrar de ojos, al cuerpo también hay que elevarlo a un nivel superior, y entonces los dos están unidos, pero no en el estado anterior. Eso correspondería a decir que uno se va a olvidar de la proyección y de la sombra y de todo eso para vivir y nada más. Por eso pienso que el estado de sobre analizado es necesario; es una etapa que hay que alcanzar para que esta unio corporis se realice de la manera debida, y no de acuerdo con la antigua pauta. En una forma indirecta, el analista permite que haya un error, pero en ciertas circunstancias uno tiene que permitir que así sea para hacer el retorno como es debido Creo que el error que puede cometer un analista es no saber que es necesario el retorno, y entonces, cuando los sueños anuncian la necesidad del cambio, pasarla por alto Recuerdo el sueño de un analizando que se había sobre analizado y que soñó que estaba cerca del agua, donde había un hombre pescando. En el agua veía un hermoso pez dorado, y le decía al pescador que lo sacara, pero el otro, un hombre muy natural y simple, le decía que no, ¡que era el soñante quien tenía que saltar al agua a unirse con el pez! He aquí un hermoso ejemplo que ilustra que ahora ha llegado el momento del retorno; el inconsciente no podría haber hablado con más claridad. Saltar al agua a unirse con el pez en vez de pescarlo sería completamente contra natura, pero el proceso no podría haber estado mejor ilustrado. Ése era alguien que había tenido ocho años de análisis, empezando con un analista freudiano, y ahora debía nadar con el pez. Creo que esto tiene que ver con hacer desaparecer la humedad corruptible y devolver la humedad natural, lo que significaría reincorporarse al fluir de la vida. La parábola siguiente dice: El que rompe los cerrojos de mis puertas y se lleva la luz de su lugar, y el que afloja los grilletes de mi prisión de oscuridad y da trigo y miel a mi alma que está sedienta, y me invita a cenar para que pueda yo descansar en paz, de modo que los siete dones del Espíritu Santo descansen sobre mí, ése habrá tenido piedad de mí. Uno me recogerá de todos los países y vertirá sobre mí agua pura, de manera que esté yo purificado de mi mayor pecado y del demonio del mediodía. Desde las plantas de los pies hasta la cabeza no hay en mí salud. Uno me limpiará también de manchas ocultas \ajenas para que pueda yo olvidar todos mis pecados, pues Dios me ha bautizado con aceite y me ha dado la capacidad de penetración y de licuefacción en el día de mi resurrección cuando sea glorificado por Dios. Porque esta generación viene y va, hasta que venga aquella que debe ser enviada y que me libere del yugo de mi prisión en la que estuvimos durante setenta años cerca de las aguas de Babilonia, llorando y colgando nuestras arpas porque las hijas de Jerusalén eran orgullosas y altivas y flirteaban con sus ojos. Entonces el Señor dejará calvas las cabezas de las hijas de Sión, y la ley vendrá desde Sión y la palabra del Señor desde Jerusalén. Ese día siete mujeres se apoderarán de un hombre y dirán: «Hemos comido nuestro pan y nos hemos cubierto con nuestras propias ropas, ¿por qué no defiendes tú nuestra sangre que se derrama como el agua en Jerusalén?». Y recibirán la respuesta divina: «Esperad todavía un poco hasta que el número de nuestros hermanos sea completo, y el que entonces quedará en Jerusalén será salvado yla inmundicia de las hijas de Sión será lavada por el espíritu de la sabiduría y la penetración. Diez acres de viñedos darán un cubo lleno de vino, y las treinta medidas de trigo, tres bushels».
El que esto entienda será inconmovible en la eternidad. El que tenga oídos oirá lo que el espíritu de la doctrina dice a los hijos de la sabiduría sobre el cautiverio babilónico, que duró setenta años y que los filósofos amplifican con las siguientes palabras: «Múltiples son los aspectos de las setenta prescripciones». Este capítulo no es tan interesante como los otros, de modo que puedo terminarlo brevemente. Está de nuevo la idea de una prisión que se abre por la fuerza, y después se habla de las hijas de Jerusalén que han sido arrogantes y lujuriosas y tienen que ser lavadas y castigadas por el espíritu de la sabiduría y dela penetración. Después está la idea del cautiverio babilónico en que uno tiene que permanecer durante setenta años hasta que sea liberado de él, y después viene una alusión al hecho de que este ser cautivo experimentará una resurrección. «En el día de mi resurrección saldré cuando sea glorificado por Dios», dice. La analogía conlos capítulos anteriores es clara, pero antes era primero la nube oscura la cosa negativa, después el agua y Herodes con la matanza de los inocentes; ahora está el aspecto de estar en una prisión y ser castigado por arrogancia, y que de esa especie de cautiverio, que dura cierto tiempo, también será uno liberado. Probablemente hayan observado ustedes la repetida mención del número siete. Antes teníamos las siete estrellas y ahora están los setenta años del cautiverio babilónico y cosas así. Esto tiene que ver con el hecho de que desde el punto de vista del simbolismo de los números al siete se lo consideraba el número de la evolución, por los siete planetas —los cinco planetas entonces conocidos, más el sol y la luna—, que son los constituyentes de cada totalidad humana representada en el horóscopo. La idea es que hay siete días en la semana y después el ciclo vuelve a empezar; siempre está la idea de que el siete tiene que ver con un proceso de evolución lenta en el tiempo. Y por eso aquí el factor tiempo ocupa el primer plano: es un problema de tener que permanecer en prisión durante cierto tiempo, que se caracteriza por la evolución, después de lo cual se producirá una resurrección. Esto compensa lo que todos sabemos por nuestra propia experiencia del inconsciente, es decir un tremendo sentimiento consciente de impaciencia donde la gente siempre se pregunta por qué no progresa, y si todavía no pueden hacer esto o lo otro. Uno tiene que decirle a veces a la gente que tiene que continuar en su depresión y en sus dificultades mientras aquello dure. La gente pregunta cuánto tiempo le llevará liberarse de sus síntomas o de sus problemas o de lo que sea, y lo único que uno les puede decir es que será cuando se haya producido la evolución; encarado desde el punto de vista de un tiempo sideral, nadie sabe cuánto tiempo tardará eso. Puede ser largo o corto, porque, como dice el doctor Jung, uno no resuelve conflictos: los va dejando atrás. Por consiguiente, salir de un problema significa una evolución, sea ésta larga o corta. El problema aquí, en nuestro texto, es ciertamente un problema que no se puede resolver; sólo puede ser superado mediante una transformación interior del autor. Éste es el significado de la repetición interminable del mismo problema, que está ligado a un número que representa la evolución. Este hombre ha caído en un problema que no puede resolver intelectualmente, yeso es destino. Ha sido golpeado por el hado y sólo puede superar aquello cuando haya recuperado el equilibrio, si todavía hay tiempo…, pero, si santo Tomás fue el autor, entonces murió en mitad del proceso. Los motivos de la muerte y de la resurrección después de la muerte comienzan a aparecer, junto a la idea de la vida eterna. Por ejemplo: «El que esto oiga será inconmovible en la eternidad». Cuando uno resucita, dice la figura, entonces tiene el poder de penetración enel día de la resurrección. «El poder de penetración» es una expresión muy extraña en este texto porque desdela época griega en adelante se dijo que la piedra filosofal tenía la capacidad de penetrar cualquier otro objeto, y eso se vincula con la idea del ritual funerario egipcio y las ideas sobre la vida después de la muerte. En Egipto se pensaba que si alguien no cumplía adecuadamente con el proceso de resurrección, entonces después de la muerte esa persona estaría aprisionada en la cámara mortuoria, mientras que alguien que hubiera pasado por el proceso de convertirse en Osiris y en un ser divino, es decir, que hubiera pasado por todo el ritual de la resurrección, sería capaz, como dicen los textos de los papiros, de aparecer cualquier día con cualquier forma. Eso significaba que los muertos podían abandonar la cámara mortuoria; podían salir dela tumba de la pirámide y pasearse a la luz del día y podían cambiar de forma. Podían aparecer como un cocodrilo y tenderse al sol junto al Nilo, o podían volar tomando la forma de un ibis. Se consideraba que el objetivo supremo de la resurrección era esta capacidad para ser completamente libre de cambiar a cualquier forma y de moverse a través de cualquier cosa de este mundo material, una especie de ser fantasmal que podía atravesar puertas cerradas y manifestarse en cualquier forma que deseara. Éste es el objetivo supremo de la vida después de la muerte, de acuerdo con los papiros de las plegarias egipcias por los muertos, y los alquimistas relacionaron esta idea con su concepto de la piedra filosofal, ese núcleo divino en el hombre que es inmortal y ubicuo, y capaz de penetrar cualquier objeto material. Es una experiencia de algo inmortal que perdura más allá de la muerte física. Ustedes saben que en los informes parapsicológicos también se menciona a veces esto como una cualidad típica del alma de un moribundo. Recuerdo la historia de un hombre a quien sometieron a una operación grave. Se despertó de la anestesia y como se sentía muy bien se levantó y echó a andar por el hospital. Advirtió, sin sorprenderse mucho, que podía atravesar las puertas cerradas, aunque no se lo tomó muy en serio, ni recuperó del todo la conciencia. Siguió caminando hasta salir a la calle y de pronto una voz le dijo: «¡Si quieres volver date prisa, que éste es el último momento!». Presa del pánico, regresó presurosamente al hospital y en ese momento realmente se despertó de la anestesia y oyó que el médico decía:«Por Dios, si estuvo a punto de írsenos». El corazón le había fallado y lo habían hecho reaccionar con un masaje cardíaco, pero subjetivamente él había tenido la vivencia de salir caminando y la experiencia específica de hacerlo a través de las puertas, algo que en forma semi consciente le pareció bastante raro. De modo que ya ven ustedes lo que es el cuerpo sutil en forma parapsicológica, el fantasma de los muertos que ya es capaz de pasar a través de las puertas cerradas. A estos informes hay que tomarlos como vienen, no podemos discutirlos psicológicamente. Podemos creerlos o no; no podemos insistir en cosas así porque son informes de situaciones irrepetibles, pero es probable que de vivencias así haya surgido la idea, generalmente difundida, de que el fantasma de los muertos, el alma sobreviviente, puede atravesar objetos materiales; una creencia que se encuentra en todos los países en donde se cree en fantasmas. A esto se lo consideraba y se lo considera como una prueba del aspecto inmaterial e inmortal de la psique. Si tomamos esto no como una experiencia del proceso de la muerte, sino como la experiencia de un ser viviente, podría ser la influencia del inconsciente sobre el medio circundante; no una influencia intencional, sino que, al estar uno conectado con el Sí mismo, el Sí mismo empieza a tener ciertos efectos sobre otras personas. Tan pronto como uno intenta ejercer una influencia así, ésta suele desaparecer, pero es indudable que puede producirse una influencia no intencional.
Si uno está conectado interiormente con el Sí mismo, entonces puede penetrar en todas las situaciones vitales.
En la medida en que uno no esté atrapado en ellas, pasa a través de ellas; esto significa que hay un núcleo central e íntimo de la personalidad que se mantiene desapegado, de modo que incluso si le suceden las cosas más horribles, la primera reacción de uno no es un pensamiento ni una reacción física, sino más bien un interés en el significado. Es como si una parte de la conciencia alerta de la personalidad permaneciera constantemente concentrada en el carácter significativo de cada acontecimiento de la vida, de modo que uno nunca esté perdido o atrapado inconscientemente en él. El cautiverio psicológico es un factor emocional. Estar atrapado es simplemente estar atrapado en algo emocional o instintivo. Si uno está atrapado en una proyección, un sentimiento de amor o de odio, no puede salir de él, y por eso la gente siempre dice: «Lo siento muchísimo, pero no puedo evitarlo». Eso es una prisión, porque una prisión es cualquier clase de factor psicológico en que uno se sienta atrapado, mientras que, si uno tiene conciencia del Sí mismo y está constantemente alerta a él, ya no está atrapado en nada; hay una parte íntima de la personalidad que permanece libre y ya no puede estar atrapada. El estado de desvalimiento en que uno está atrapado por sus propios procesos interiores se detiene, lo cual equivale a una tremenda estabilización del núcleo más íntimo de la personalidad; eso es algo comparable con la piedra filosofal, que es simbólicamente lo que se forma con la experiencia interior estable.
Pregunta: ¿Relacionaría usted esto con lo que dijo antes sobre la persona sobre analizada que tenía que arrojarse a la corriente con el pez dorado? Porque esa persona también estaba manteniéndose fuera de la experiencia.
M. L. von Franz: Sí, pero si ahora vuelve a nadar conel pez no pensará que es un pez ni se quedará atrapada en la existencia del pez. Uno regresa a la experiencia, a la experiencia ingenua, pero ya no sigue atrapado en ella. Retornar al agua, para usar la metáfora del sueño, significaría entrar completa y espontáneamente en la experiencia mientras que al mismo tiempo algo se mantiene fuera, como si una segunda parte de la personalidad estuviera observando la experiencia. Si nos valemos de términos orientales, se podría decir que uno sigue viviendo espontáneamente, pero una parte de uno está todo el tiempo pendiente del Tao.  No está atrapado por lo que sucede, pero está orientado hacia el Tao, y si puede desapegarse hasta ese punto de la vida, ha alcanzado la inmortalidad; eso es algo que ni siquiera la muerte puede alterar, porquela muerte se convierte en un hecho aleatorio que no afecta al nucleus de la personalidad, de modo que, al menos subjetivamente, es una vivencia de ser inmortal.
Pregunta: Arrojarse al agua es como arrojarse conscientemente dentro del inconsciente, ¿verdad?
M. L. von Franz: No, no siempre; en ese caso yo diría que significaba arrojarse conscientemente en alguna experiencia, en una experiencia vital. Con un introvertido sería así. En este caso no era saltar dentro del inconsciente —eso ya lo había hecho hace algún tiempo—, sino dentro de la vida, empezar a vivir de nuevo sin estar siempre pensando «Esto es mi anima» y cosas por el estilo.
Comentario: Se referiría al río de la vida.
M. L. von Franz: Sí, a meterse en el río de la vida.
Pregunta: ¿Pero la espontaneidad no es incompatible con la conciencia?
M. L. Von Franz: No, ésa es la paradoja que hay que alcanzar: la espontaneidad consciente. Es ser espontáneo, pero con un ligero retardo. La conciencia se convierte en algo así como una espontaneidad retardada. En términos prácticos, supongamos que está usted en una situación en que se enoja y quiere dejar salir su enojo porque es lo que siente espontáneamente, y nova a dejar de ser espontáneo. Sin embargo, no es lo mismo que montar en cólera, porque entonces la cólera se adueña de usted. Así, más bien usted la tiene en sus manos. Se detiene a considerarla un minuto, a decirle que sí o que no, evaluando el momento, y entonces la deja salir. Entonces se da la paradoja de la espontaneidad consciente. El otro puede acusarlo de que está montando un número, diciéndole que en realidad usted no estaba enojado; pero su enojo era sincero, sólo que la conciencia lo tenía absolutamente en sus manos y de esa manera estaba conscientemente activa. Es una parado ja porque es conscientemente activa y, aun así, espontánea. Eso es lo que yo llamaría espontaneidad consciente, una espontaneidad completa en la que sin embargo uno sabe siempre lo que está haciendo.
Comentario: El agua era transparente en el sueño, de modo que no podía ser el inconsciente.
M. L. von Franz: Así es, en el caso de este hombre el agua no era inconsciencia, significaba la vida. El era un introvertido y se había sobre analizado tanto que ya no vivía y tenía que aprender simplemente a dejarse ir y vivir a pesar de todo lo que sabía. Por ejemplo, en su profesión tenía un jefe terrible, un oficial militar brutal a quien le gustaba gritar a la gente si no le entregaba puntualmente el trabajo. Los trataba como a perros, lo que naturalmente tenía un efecto castrador sobre otros hombres. El sentimiento espontáneo de mi analizando era devolver los golpes, pero eso era una cosa que no podía hacer. Siempre decía que para él su jefe debía ser una figura de la sombra, siempre estaba analizando su agresión. De manera que arrojarse al agua significaba, entre otras cosas, simplemente ser agresivo, pero calcular bien el momento, porque podría haber golpeado a aquel hombre dejándolo inconsciente, ¡pero hacerle eso al jefe no sería una buena idea, porque uno depende de él para ganarse la vida! Había que hacerlo de la manera adecuada, de modo que una vez le respondió a su vez gritando y le dijo que no iba a admitir que lo trataran así, se levantó y se fue de la habitación dando un portazo. El resultado fue que el jefe lo invitó a cenar. Le dijo que era un hombre de verdad y se hizo amigo de él. Ése fue el resultado de haberse arrojado por una vez al agua y vivido, en vez de estar siempre analizando su propia agresión y lo terrible que era su sombra agresiva… Pero tenía que hacerlo conscientemente, porque su reacción espontánea e ingenua habría sido saltarle los dientes a aquel hombre, ¡y eso habría sido quizá demasiado! 
 

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