ML von Franz
LA ALQUIMIA ÁRABE
Ahora vamos a analizar el dibujo
de las dos tabletas porque contiene bastante más que el texto que ya les
he leído. En una parte de la tableta hay un pájaro alado y un pájaro sin
alas. El pájaro alado está arriba y el otro abajo; el texto dice que el último
impide que el pájaro con alas levante el vuelo. Cada uno le come la cola al otro,
de modo que aquí hay una variante de la serpiente Ouroboros que se come su
propia cola. Por encima delos pájaros, aunque esto no se menciona en la
descripción, están la luna y el sol, y debajo está la esfera ala cual el texto
da después diferentes nombres: se la llama la luna y también la tierra y el
mundo inferior, el mundo de abajo. Por consiguiente, en cierto sentido la luna
es doble: arriba es la novia, o el opuesto del sol, pero es también algo
mezclado con el mundo de abajo, al que se llama la tierra. Entonces, hay una
luna que es idéntica a la tierra y una que es la pareja del sol. En la segunda
tableta hay dos soles; uno emite dos rayos sobre el mundo inferior, y el otro
sólo uno. Ambos irradian hacia el mundo inferior, donde otra vez está la luna
llena, a la que en un pasaje posterior del texto se describe diciendo que es
blanca y está rodeada por una esfera negra; mirándola desde afuera uno no vería
más que la negrura, pero el interior es blanco y tiene una sustancia lunar
blanca. En esta imagen el sol está duplicado y en la otra la luna está
duplicada, y cada uno es la pareja del otro. En ambas imágenes hay una
interconexión entrelos mundos inferior y superior, y en medio de ambos está la
pelea entre los pájaros. El sol irradia sobre el mundo inferior. A la esfera de
abajo, que es negra por fuera y blanca por dentro, se la vuelve a llamar
el mundo inferior —el mundus inferior —, que aquí quiere decir este cosmos
que hay debajo del firmamento, oque se eleva hasta las esferas de los planetas
más lejanos. En la antigüedad y en la época medieval, se creía que debajo
estaban la luna y el mundo corruptible, y arriba las estrellas y el mundo
eterno.
Pregunta: ¿Por qué un sol tiene
un solo rayo y el otro dos?
M. L. von Franz: ¡Es así,
simplemente! De hecho, en las tabletas no se muestran los rayos; un viejo
alquimista que en su momento fue dueño del libro ha dibujado con tinta dos
rayos a ambos lados, pero de acuerdo con el texto uno de los soles no envía más
que un rayo hacia abajo. Allí se dice que uno de los soles irradia con justicia
y el otro sin ella, y ésa es la diferencia entre los dos. Aunque el texto no lo
dice, yo supongo que el sol con los dos rayos es el que irradia con justicia,
porque está equilibrado, tiene los dos lados. Sol cum justitia y non cum
justitia, como dice la torpísima traducción latina. Pero ambos soles irradian
con sus rayos el mundo inferior y lo penetran.
Ahora tenemos que intentar —y
digo intentar porque muchas partes del texto exceden mi comprensión—
entender psicológicamente el texto. Tenemos que empezar por referirnos al
propio Sénior y leer las amplificaciones que da a lo largo de todo el libro. Sénior
dice de los dos pájaros que son también el sol y la luna, que el ave sin alas
es el azufre rojo y su alma exaltada es el pájaro alado; dice que los pájaros
son hermano y hermana, y de la cosa inferior dice que es la base de los
dos pájaros, tal como la tierra es la base dela luna, o el mundo inferior. Vamos
a considerar unas pocas amplificaciones. El azufre es una de las materias
básicas más importantes en el proceso alquímico. En Mysterium Coniunctionis Jung escribió un capítulo entero sobre el
tema; en él se puede ver que el azufre es una sustancia activa, una sustancia
corrosiva, y peligrosa a causa de su mal olor. Como ustedes saben, en el
folclore el diablo siempre huele a azufre, y cuando se va o cuando lo exorcizan
siempre deja tras de sí un aire sulfuroso. El azufre también produce todos los
colores, es el amante de la figura alquímica de la novia y así en ese estilo, y
es un ladrón que interfiere con la pareja amorosa. Así pues, se podría
interpretar al azufre como el verse impulsado, como un estado de ser impulsado.
No sería exacto hablar del impulso mismo; es más bien el estado o cualidad de
verse arrastrado o abrumado. Si se lo considera desde cierto ángulo religioso,
eso naturalmente seria el diablo; es el sexo, por ejemplo, pero enel sentido de
ser arrebatado por lo sexual, o sería lo sexual en su forma abrumadora, es
decir, como algo que uno no tiene bajo su control. El azufre es la parte activa
de la psique, la parte que tiene un objetivo definido. En una dimensión
psicológica; uno está atento para descubrir dónde la libido se está encaminando
hacia su objetivo. Quizá no sea nada sexual, sino otra clase de ser llevado o
arrebatado; podría ser la ambición y el impulso de poder, o alguna otra cosa. Por
consiguiente, tiene el doble aspecto de proporcionar el ímpetu original
—la materia masculina, como se la llama aquí— y es al mismo tiempo positivo y
negativo. Cualquiera que se auto examine, si es sincero, generalmente se
enfrenta primero con esa parte de la psique que se encuentra en un estado así. El
color rojo se refiere al fuego, a la cualidad emocional. El pájaro sin alas es
el azufre rojo; es el pájaro de abajo, y también se hace referencia a él como
la hembra, de modo que tenemos una paradoja porque, aún siendo arrastrado o
llevado, se lo considera como la cualidad masculina activa, pero proyectada
sobre el pájaro de abajo es la hembra. De modo que las características femenino
masculino son muy vagas; en alquimia los términos se usan de maneras muy
diferentes. Se podría decir que el pájaro sin alas, el azufre rojo, es un
factor subyacente en la vida psíquica, y es siempre lo que hay que desenterrar
primero, porque es Ia prima materia.
Para llegar al fondo del problema
de alguien es necesario empezar por encontrar la estructura o hechura de esos
impulsos. Todos los llevamos dentro y hasta que los educamos y los enfrentamos,
tenemos un rincón oculto donde ellos llevan una vida autónoma. Tienen que ver
con el inconsciente, y, como ustedes saben, a Freud le impresionó tanto este
aspecto que cuando descubrió el «azufre rojo» creyó que aquello era todo, que
se trataba de eso. En cierto sentido tenía razón. A él le impresionó la naturaleza
impulsiva del inconsciente, su aspecto sexual, tal como a Adler le impresionó
el aspecto ambicioso o de poder, de modo que dieron con la prima materia del
azufre rojo y desde ese ángulo intentaron explicar el papel del inconsciente. Del
pájaro alado se dice que es el alma exaltada del otro, en el sentido de que una
vez que uno tiene la prima materia, que yo interpretaría aquí como los impulsos
instintivos básicos de la personalidad, a eso hay que cocinarlo, y cuando se lo
cocina despide vapor que «vuela» por sobre la materia; eso sería lo que
los alquimistas llaman el alma de la materia. Recordarán ustedes que ya lo
encontramos antes, como la esposa de vapor, en el otro texto. Esta sustancia
volátil, que escomo un vapor o un vaho —la «sustancia fugitiva que vuela», tal
como se la llama, lo que explica por qué el pájaro tiene alas—, desea elevarse
durante el proceso de cocción. Expresado en nuestro lenguaje, ¿cuál sería el aspecto
psicológico correspondiente? Supongamos queel pájaro sin alas fuera el hecho
básico de la personalidad humana, con el aspecto específico de los
impulsos básicos más fuertes. ¿Cómo cocinamos los impulsos?
Comentario: Se los cocina en el
análisis, seguramente.
M. L. von Franz: Sí, pero en la
práctica, ¿cómo se hace?
Respuestas: Haciéndolos
conscientes. Deprimiéndose.
M. L. von Franz: Bueno, sí, eso
sería ir al encuentro de los impulsos. Si uno no los conoce, primero tiene que
deprimirse para encontrarlos. Cuando ya los ha encontrado, está tocando fondo y
entonces uno está en la prima materia, allí, tocándola. Uno medita sobre ella y
practica la imaginación activa, o busca el significado subyacente. Supongamos
que alguien está enamorado, pero quela cosa no marcha; como está frustrada, la
persona se deprime, diciendo que no es posible aceptar la verdad de que el otro
no retribuye su amor; eso sería una tortura continua. Entonces uno diría que
muy en lo profundo está el impulso, la dependencia, algo que sucede constantemente
en una transferencia. A muchos analizandos les irrita la transferencia por la
dependencia que supone, pero con eso no se puede hacer nada, porque son dependientes;
se sienten arrastrados, escriben cartas, telefonean veinte veces al día, cosas
así. El asunto, como tal, no es agradable ni para el analista ni para el analizando.
Con frecuencia los afectados, mostrándose razonables, coinciden en que la
situación es extraña, desatinada y molesta para los dos, pero el impulso irrazonable
no les hace caso, no se entera de lo que predica la conciencia. Eso lo
sabe cualquiera que alguna vez haya estado profundamente enamorado. Tomemos la
misma situación en el caso de un impulso de poder. Uno puede estar locamente
celoso de un amigo que ha tenido éxito en su carrera, y discute consigo mismo,
diciéndose que no debería sentir celos, que no es justo, pero con sus
autorreproches no arregla nada; su impulso o ambición de poder, que es la causa
de los celos, no se deja afectar ni tocar por sus palabras. El azufre rojo
sigue intacto, de manera que para arreglárnoslas con este impulso
necesitamos una medicina más fuerte. En vez de discutir con los impulsos que
nos arrastran, preferimos cocinarlos y decidimos fantasear sobre ellos y
preguntarles qué es lo que quieren. Uno tiene que ser muy objetivo, fantasear
sin opiniones y sin condenar lo que la cosa tiene de irrazonable. Se ha de
intentar descubrir amigablemente qué es lo que realmente quiere el impulso, es
decir, a qué apunta, porque el impulso tiene un objetivo. Eso se puede
descubrir mediante la imaginación activa o a través de una fantasía, o
experimentando enla realidad, pero siempre con la actitud introvertida de observar
con objetividad qué es lo que el impulso necesita o desea conseguir. Eso sería
cocinar el azufre rojo. Por lo general, de los impulsos fuertes emana un contenido
fantaseado; el impulso contiene un ramillete de material fantaseado. Lo mismo
se podría decir que cocinar algo hasta que aparezca su alma significa
dejar que del impulso emane el material de la fantasía, permitir que
aflore ese material de fantasía relacionado con el impulso. Ése sería el
aspecto psicológico, y correspondería al pájaro alado. Pero cuando uno ha hecho
eso comienza un tremendo conflicto. Nuestro texto dice queel pájaro sin alas
impide que el pájaro alado levante vuelo, en tanto que el pájaro alado quiere
elevar al pájaro sin alas, de modo que siguen estando pegados, ligados en una
especie de conflicto insoluble, que lo mantiene todo detenido. ¿Cómo aparecería
eso en la realidad?
Comentario: Quizá como una
tendencia a espiritualizar o concretar.
M. L. von Franz: Sí, exactamente,
porque si uno trabaja sobre el material de la fantasía, desarrollándolo, hay
tendencia a llegar a la conclusión de que todo es una proyección psicológica. Si
estoy enamorada de alguien, puedo decir que es una proyección del animus o del anima,
de la madre o del padre, y de esa manera espiritualizar o «psicologizar» la
cosa, con el matiz adicional de que es «solamente» algo psicológico, y el error
se introduce con esa palabra, «solamente». Como es natural, en el nivel
concreto tengo que resignarme y no empezar nada; debo comportarme de manera
convencional y adecuada, y todo lo demás tengo que guardármelo adentro porque
es la proyección de un factor psicológico, es una fantasía. Es la fantasía
queme liga al analista o a la otra persona, y si yo introyecto esa fantasía
seré libre. Pero, ¿saben ustedes lo que sucede si uno intenta hacer eso? El
diablo, o el azufre rojo, insiste en que de todos modos hay algo de real en
aquello, o debería haberlo, porque de otra manera no es más que psicológico, y
una relación que sea «solamente» psicológica es algo que yo no quiero. Quiero
la cosa real, y eso significa la cosa completamente material —el contacto, por
ejemplo— o, si se trata de ambición, un reconocimiento real, una carrera y
todas esas cosas. La introyección de una fantasía referente a la ambición se
daría de la siguiente manera: alguien en una situación humilde tiene un impulso
ambicioso megalomaníaco, desea estar por encima de todos. Si uno intenta
descubrir a qué apunta esa persona, por lo general se descubrirá que, lo mismo
que en el caso del impulso sexual, la ambición está sometida al objetivo del Sí
mismo. Un hombre así podría decir que él quiere alcanzar una posición de
autoridad para poder realizar sus ideales y mejorar el mundo; su deseo no se
basa en el egoísmo ni en la vanidad. Él quiere realizar algo, y es frecuente
que se entienda que por detrás de la ambición hay un ideal muy elevado. Pero a
veces, con la ambición, la persona tendrá la sensación oculta de ser muy
especial; secretamente siente que su valor debería ser reconocido, y este
sentimiento se mezcla con su ambición. El deseo de ser algo especial adviene,
realmente, debido a un atisbo o intuición de la individuación; está la vaga
idea de ser un individuo único, y sin darse cuenta de esa unicidad no es
posible la individuación. Por lo tanto, ese aspecto de la fantasía ambiciosa
está perfectamente bien. Pero si uno le dice a alguien de situación
humilde que una ambición tal es muy legítima, que es realmente algo interior
—el impulso, que se deriva de la vaga intuición de la propia e íntima
naturaleza divina, de ser algo y de llegar a ser algo especial, de realizarse
como un hijo o hija peculiar de Dios—, pero que eso no se puede exteriorizar en
la forma de querer ser uno más que las demás gentes, una persona así se sentirá
muy aliviada. Una parte del impulso ambicioso se aquietará, pero entonces el
azufre rojo insistirá en el otro aspecto, preguntando si realmente uno tiene
que pasarse toda la vida como dactilógrafo en una oficina. ¿Acaso todo está solamente
en el nivel interior? ¿Nunca se puede tener nada en la vida exterior?
De esta manera se escinde el
fenómeno en una polaridad de opuestos: lo «solamente» psicológico y lo concreto.
El diablo es aquel que quiere la cosa concreta. Es el gran realizador, que dice
que algo que no tiene existencia en la realidad concreta simplemente no es real,
y entonces empieza el conflicto entre la espiritualización del problema y la
cosa concreta.
Pregunta: ¿Qué significaría la
espiritualización de un problema?
M. L. von Franz: La palabra usada
fue espiritualización, pero yo creo que probablemente se referían a «psicologizar»,
esto es, a reducir un impulso a un hecho interior, exclusivamente psíquico. Pero
en realidades la misma cosa. Supongamos que un monje se masturba y en su fantasía
está siempre con una hermosa mujer, pero siente que un comportamiento así no
corresponde conlos votos que ha tomado ni con sus ideas morales, y acude a la
consulta de ustedes. Le dirán que se fije enla fantasía que tiene de la mujer
en esas ocasiones. Es prácticamente seguro que hará —en especial si es
introvertido, y por lo general sólo los introvertidos se hacen monjes, aunque
hay excepciones— una hermosa fantasía del anima, que contendrá todo el material
de la Virgen María, de la Sophia [sabiduría] de Dios y otras figuras semejantes.
Entonces se le puede señalar que aunque la fantasía comience en un nivel
inferior —después de todo, Cristo nació en un establo—, en realidad
es la fantasía de una unión con la sabiduría divina, y como tal debe ser
aceptada. Esto podría resolver todo el problema, al punto de que el hombre ni
siquiera sintiera ya el impulso de masturbarse; se da cuenta de que el factor
psicológico interior, que aparecía primero de una manera bastante
repugnante, es su anima, y se dispone a relacionarse con ella. Ésa sería una
espiritualización del factor, sería producir el pájaro alado. Pero, como dice
Goethe, «Uns bleibt ein Erdenrest, zu
tragen peinlich», es decir que nos queda siempre un resto de tierra,
incómodo de arrastrar. Aún después del proceso de espiritualización más
completo hay siempre algo que se resiste y que quiere la tierra, y un monje
así, diez años después de estar «curado»,quizá siga preguntándose si, en su
fantasía, no habría existido también el deseo de una mujer real. Esa idea lo acosa
de cuando en cuando, y si todavía sigue atrapado en el concepto medieval
pensará que es el diablo, algo que él tiene que rechazar absolutamente.
Pregunta: ¿Por qué no ha de ser
válido eso también para la gente del siglo XX?
M. L. von Franz: Si usted quiere
que lo sea, es un problema para usted; si quiere, puede seguir diciendo que
es el diablo.
Pregunta: Pero, ¿no tenemos todos
que vivir con ese sedimento dentro?
M. L. Von Franz: No, por cierto
que no; ésa es una cuestión individual que tiene que ver con el destino de cada
persona y está abierta a una decisión consciente. Es el conflicto fundamental. Hay
personas que no tienen paz y para quienes es simplemente deshonesto cortar la
cosa de raíz y decir que es el diablo; sienten que es una falsedad absoluta, en
tanto que otras lo sienten como una decisión heroica, la única correcta, ala
cual se proponen adherirse durante toda su vida. Unos encuentran la paz mental
de una manera, y otros de otras, pero eso es algo que ningún analista puede imponer
al analizando; tiene que ser una decisión individual a la que cada persona
llegue por sí misma. No hay recetas. Por una parte, amputar eso sería pura
cobardía, y por la otra sería debilidad aceptarlo. Pero ése es el gran
conflicto insoluble.
Comentario: También depende de
las palabras que usemos para describir nuestros sentimientos íntimos.
M. L. Von Franz: Sí, y del tipo
de fantasía que tengamos, y ése es el problema individual que nadie puede resolverle
a otro, pero hay un tipo general del mismo problema del cual es posible
hablar, y que el alquimista trata de ejemplificar de esta manera. Hay el azufre
rojo y el alma exaltada y, como dice el alquimista, es el problema
insoluble pues uno de los pájaros tira hacia abajo, y el otro intenta elevarse.
En cierta manera, esta imagen dice que el problema es eterno; circula en sí
mismo, y su totalidad de opuestos es la totalidad de la cosa. Uno es el mundo inferior,
que naturalmente se relaciona con el azufre rojo, y el otro es el mundo
superior. Arriba están el sol y la luna, y pronto interpretaremos la carta de amor
del sol a la luna, que aparece en el ámbito psíquico o espiritual y no en la
realidad concreta. Por lo tanto se puede decir que la parte superior vuelve a caer
en dos opuestos, a saber, el sol y la luna, porque ambos caracterizan a la
parte superior, en tanto que la tierra y la luna forman otro par de opuestos
enla parte inferior. La luna vuelve a estar dividida en la luna celeste y la
luna terrestre, dicho sea con palabras de Sénior. El texto es ambivalente, en
un pasaje habla de la luna y en otro de la tierra y la base de los
dos pájaros. Está, pues, la oposición entre los mundos inferior y
superior, y dentro del mundo superior hay oposición entre el sol y la luna, y
después están los dos aspectos de la luna. Es bastante complicado, pero
lamentablemente los procesos psicológicos son así. Si uno ha llegado a la etapa
en que es posible extraer el alma de uno de sus impulsos más fuertes, y se
encuentra desgarrado entre los opuestos de lo espiritual y lo concreto, o
lo«solamente» psicológico, entonces sigue avanzando enla parte superior
introduciendo el conflicto en el material de la fantasía y haciendo imaginación
activa entorno de su impulso. Al poner por escrito la fantasía, uno está
hablando con la figura interior.
Comentario: No todos entendemos
qué es la imaginación activa.
M. L. von Franz: Lamentablemente
la psicología junguiana es tan enmarañada que cada experiencia analítica
se vincula con todas las demás. Dicho en pocas palabras, la imaginación
activa consiste en hacer una fantasía referente a un impulso cuando uno se
enfrenta con él. Ahora no puedo entrar en la cuestión de cómo fantasear, pero
hay algunos aspectos técnicos que se han de observar porque son importantes. Supongamos
que usted está enamorado de una hermosa mujer y, como no puede tenerla, se pone
a fantasear o a soñar con ella. Entonces puede continuar su sueño encontrándose
y hablando con ella en su imaginación. Mediante este procedimiento se le aclara
a uno el significado de muchas cosas. Entiende por qué se enamoró de esa
desconocida, y que gran parte del asunto le pertenece; es parte de su pauta y
tiene significado para uno, y entonces, porque ahora ya lo
entiende, puede ser que deje de lado la fantasía. Pero generalmente
aparece el problema que mencioné antes, y uno se pregunta si quizá no debería
telefonear a la mujer de carne y hueso. Después de todo, ¡ella originó toda la fantasía!
Uno puede decir que no es más que curiosidad, pero la gente es curiosa: ¿por
qué fue esa mujer en particular? Lo que así habla es el azufre rojo. Pero
ahora ya tienes la opción entre dos cosas, ya sea telefonear a la mujer y
precipitarte en el mundo de abajo, o telefonearle en imaginación activa y
decirle que ella es tu anima, que te has dado cuenta de eso, ya sabes que ella está
dentro de ti, pero algo todavía sigue fastidiándote y te gustaría tener un
encuentro con ella en forma concreta. ¿Qué tiene que decir ella al respecto? Y
entonces dejas que el anima imaginada se enfrente con el problema concreto. Eso
sería mantener la escisión en el aspecto espiritual, planteando también el
problema concreto, porque incorporar el conflicto a tu imaginación activa
significa espiritualizarlo más aún. Si el azufre rojo gana, y tú te vas a
telefonear en la vida real y llamas a la mujer, entonces caes en el mundo de
abajo, en el mundus inferior, la tierra corruptible, que es la realidad, la
realidad concreta, y naturalmente todo el drama comienza allí.
Comentario: Lo que usted le pide
a su imaginación que haga es. . .
M. L. von Franz: ¡Usted no pide nada!
Siempre hay dos posibilidades.
Pregunta: ¿Uno debe hallar en su
imaginación lo que le dirá esa persona?
M. L. von Franz: Sí, si uno sigue
el camino ascendente, entonces eleva su conflicto concreto preguntando a la
mujer interior qué debe hacer con su deseo de algo más concreto, y entonces
tiene que escuchar lo que ella tenga que decirle sobre su conflicto, y eso es algo
muy difícil de hacer. Muchas personas no pueden hacerlo porque no pueden
escuchar lo que dice la figura interior; en vez de escuchar realmente, se
limitan a imaginarse ello salgo. Esto requiere mucha práctica, pero de esa
manera se puede trasponer el conflicto y seguir analizándolo en otro nivel, y
eso sería enfrentarlo desde adentro. Entonces la fantasía se convierte en un
conflicto y, enel intento de aclararlo, uno combate con la figura interior en
un nivel psicológico. Tomemos el monje que se masturba, y les ruego que
disculpen lo burdo del ejemplo, pero también hay que dar cabida al mundo
inferior. Supongamos que el hombre viene a verme y me dice que todo eso de la
Sophia y el anima interior está muy bien, pero me cuenta que de cuando en
cuando el diablo se le insinúa diciéndole que de todas maneras le sigue
faltando algo en el nivel real, y me pregunta qué puede hacer al respecto. ¡Yo
le respondería que debe preguntárselo a la Sophia interior!
Comentario: Al conocimiento
interior.
M. L. von Franz: No, Sophia es
mucho más que eso. Sophia
es el conocimiento de Dios. Lo mismo se le podría decir que le pregunte
a Dios. Yo no puedo resolver el problema del analizando; él debe hablar con la imagen
de la Divinidad que hay dentro de él, decir que algo sigue preocupándole y
preguntar qué puede hacer al respecto. Y después debe escuchar, tras lo
cual pueden suceder un montón de cosas; una de las más frecuentes es que
se dé cuenta de que Dios tiene dos manos, y de que fue Él mismo quien originó
el conflicto. El caso es imaginario, pero supongamos que el monje ha tomado
conciencia de la Sophia interior, y sabe que es la sabiduría de Dios en
una forma que él encuentra dentro de su propia alma. Más tarde el azufre rojo
lo mueve a decir que no se trata de eso, o que eso no es todo, que todavía debe
tener también la experiencia real. A lo cual yo sólo puedo decir que debería
preguntárselo a su figura interior, preguntarle a la Sophia que hay dentro
de él. No digo que siempre sea así, pero con frecuencia la figura interior
responde con paradojas. Dice que en cierto modo es verdad que debe acceder
a la realidad, que es cierto que se está perdiendo algo, y al mismo tiempo dice
que todo es psicológico. La respuesta es algo así, y el pobre hombre dirá que él
ya no puede más, porque ésa no es una respuesta clara, es paradójica. Si es
capaz de entenderlo, se dará cuenta de que ése es el doble juego del Uno, de
que el conflicto es necesario y buscado, y no se lo debe resolver racionalmente.
La
única forma en que puede manifestarse el Sí mismo es mediante el conflicto:
encontrar el propio conflicto insoluble y eterno es encontrarse con Dios,
lo cual sería el fin del ego con toda su verborrea. Ése es el momento de la entrega,
el momento en que Job dice que se cubrirá la boca con la mano y no discutirá
acerca de Dios. Es la conciencia la que crea la escisión y dice: «Una cosa o la
otra». He visto con bastante frecuencia en esos casos que la Sophia —o alguna
otra figura divina, o el anciano sabio— responde: si uno lo considera con ánimo
negativo, en forma evasiva, y si lo ve positivamente, en forma de paradoja. Entonces
la paradoja del factor psicológico, o de la realidad psíquica, afecta a la
calidad de la conciencia, que siempre quiere plantear disyuntivas y hablar de
ellas, y cuando aparece el Sí mismo, ahí se acaba el hablar. Entonces el
conflicto ya no está en la cabeza. Es el momento en que el conflicto trasciende
la discusión verbal y se convierte en una vivencia intuitiva de la Unidad
detrás de la dualidad. Uno está entre la mano derecha y la izquierda; algo es
secretamente uno, y sin embargo quiere que lo desgarren, quiere sufrir, hasta
que sucede algo que es muy difícil de captar y entonces se produce un cambio a
otro nivel. Si uno se deja desgarrar en el conflicto, entonces repentinamente uno
cambia, cambia desde las raíces más profundas de su ser, y toda la cosa
tiene otro aspecto. Es como si uno torturase tanto a un animal que éste se
elevara de un salto a un nivel superior de realización, y eso puede suceder en
formas muy diferentes. Se puede decir que es un aspecto del símbolo de la cruz,
que uno tiene que ser totalmente crucificado y decir, como dijo Cristo en la
cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Y entonces sucede algo
que supera el conflicto, lo deja atrás.
Comentario: Si el monje va a
mantener sus votos, tiene que dejar de masturbarse.
M. L. von Franz: Mi hipótesis es
que hace tiempo que ya lo ha hecho, desde que tuvo su fantasía, pero el diablo
es mucho más listo y le dice, bueno, que ahora está curado y todo está bien, y
así en ese tono, pero aun así, ¿no tendría que abandonar el monasterio para
tener una experiencia «auténtica»? ¿Acaso no ha evolucionado lo suficiente como
para hacer incluso eso? Por ejemplo, en la Edad Media se decía: «Ubi spiritus, ibilibertas». Esto es de san Pablo, que dice:
«Donde está el espíritu del Señor hay libertad», II Corintios 3, 17. Entonces
el diablo le podría preguntar si, ahora que ha resuelto su conflicto, no es
libre de vivir.
Comentario: Bueno, yo creo que sí.
M. L. von Franz: Ésa es su
opinión, pero para la situación de él no viene al caso. El tiene que esperar
hasta que Dios le diga qué hacer; no es usted quien tiene que decirle lo que
está bien. «Sí, está bien, creo que tienes que seguir adelante», le diría
usted, con su espontaneidad de extravertido, pero yo no le diría eso, le diría
que debe preguntárselo a Dios.
Pregunta: Supongamos que el monje
tiene una intuición muy débil, y tiene que buscar su respuesta en alguna otra
parte. ¿De dónde le vendría?
M. L. von Franz: Depende de a qué
se refiera usted al decir eso. Si se refiere a que así es como suele suceder,
tiene razón, pero si lo que quiere decir es que debe ser así, se equivoca.
Comentario: Usted dijo antes que
la respuesta sobrevendría en forma intuitiva, pero no todo el mundo es capaz de
obtenerla intuitivamente.
M. L. von Franz: Ahora usted trae
a colación el problema de los tipos, y eso es una cosa diferente. En términos
generales, el introvertido necesita una experiencia concreta, una experiencia
externa, para sentir que él está completo y que las cosas son
totales, pero el extravertido no. Y eso significa que si el monje es un
introvertido debe tener cierta experiencia, en general.
Pregunta: ¿Experiencia sexual?
¿Con eso se refiere usted a lo que Freud entendía por sexo?
M. L. von Franz: Me refiero muy
simple y concretamente a contacto con un ser terrestre y humano, una mujer.
Pregunta: ¿Se refiere al contacto
sexual?
M. L. von Franz: Sí,
concretamente, pero digo que en general eso sucede, y no que deba suceder. No
sucede en todos los casos, sólo se puede decir que es una tendencia estadística
promedio. Pero lo que es importante para él es su conexión con Dios, no la
mujer, de modo que si Dios le envía esa experiencia él tiene que tomarla, y si
Dios no se la envía, no.
Comentario: En lo que yo insisto,
y hablo como teólogo, es en que las leyes naturales de Dios se relacionan con
él y con su relación con una mujer también en función del sexo, y puedo decir
dogmáticamente que un teólogo o sacerdote de la Iglesia, si sale como sacerdote
cristiano y tiene una relación con una mujer fuera de sus votos, eso
estará mal.
M. L. von Franz: Sí, porque usted
puede saber lo que Dios quiere en cada caso, pero nosotros no. Nosotros primero
intentamos siempre preguntárselo a Él desde adentro.
Comentario: Bueno, yo sé que Él
tiene leyes naturales que afectan a los seres humanos.
M. L. von Franz: Para nosotros la
experiencia de Dios es mayor y más desconocida, y por eso Lo consultamos cada
vez. No tenemos la idea de que Dios ya haya dicho Su última palabra. Ése es el
gran contraste entre la psicología y la teología. Pensamos en Dios como una
realidad que puede hablar en nuestra psique. Nunca se sabe lo que Dios puede
pedirle a un individuo, y por eso cada análisis es una aventura, porque uno
nunca sabe qué es lo que va a pedirle Dios a esa persona.
Pregunta: ¿Hay límites para eso?
M. L. von Franz: No, no los hay;
no se le pueden poner límites a Dios. Nuestra actitud es mucho más humilde
que la de los teólogos. Simplemente, decimos que debemos esperar, a ver qué
tiene que decir Dios sobre la situación en cada caso. No hacemos supuestos referentes
a lo que Él va a hacer, de modo que cada vida humana se convierte en una
especial aventura espiritual y religiosa, y en un peculiar encuentro con Dios. Dios
puede establecer Sus propias limitaciones.
Comentario: Pero lo que importa
es que todavía no lo ha hecho.
M. L. von Franz: Quizá no lo haya
hecho en su vida, pero ¡espere a que Dios le dé una orden! Usted tiene razón
al hablar como lo hace mientras Dios no le haga pensar de otra manera, y
tiene derecho a decir que El no ha interferido con sus teorías, de modo que eso
está muy bien para usted, pero no para otros. Hay otras personas con cuyas
teorías conscientes Dios ha interferido, y muy fuertemente, y entonces han
tenido que readaptarse a una realidad nueva.
Comentario: La actitud que yo
sugiero está en el nivel de la experiencia, de una experiencia válida.
M. L. von Franz: Si es una
experiencia válida —es decir, si es auténtica para una persona— ya no hay más que
discutir. Esa persona está de acuerdo y en paz concierto modo de comportamiento
que para ella está codificado por Dios, de modo que está en paz con Dios, que
es el objetivo supremo de la vida humana. Entonces no hay problema.
Comentario: Piense en el profeta
Oseas. Dios le dijo que se casara con una prostituta.
M. L. von Franz: Dos mil años más
tarde, después de haber sido canonizado como profeta y puesto que está en las
Sagradas Escrituras, no podemos dudar deque fue Dios, y todo está bien. Es el
comportamiento paradójico de Dios. Pero si eso le sucediera hoy a usted, y
usted fuera a decirle a un colega que Dios le había ordenado que se casara con
una prostituta, ¿qué le contestaría su colega? Probablemente le pregunte si está
seguro de que es Dios, porque pensará que Dios no le puede dar semejante orden,
y por lo tanto no puede ser Dios. ¿Cómo demostraría usted que era Dios?
Comentario: Yo querría estar
seguro de que su motivo era auténtico y saber quién era la mujer, cosas así.
M. L. Von Franz: Le pregunté
por usted, pero no importa. Entonces, con el juicio razonable de su
yo,¿usted decidiría si era Dios o no?
Respuesta: No sería mi juicio,
sino el Suyo. Lo único que yo podría hacer sería ayudar al hombre a elaborar la
decisión.
M. L. von Franz: Entonces, usted
lo lleva todo al nivel del razonamiento consciente.
Comentario: No sólo del razonamiento
consciente, sino que implicaría al sentimiento y la intuición y todo.
M. L. von Franz: Ése es el camino humano, racional y
consciente. El verdadero misterio de Dios está fuera de eso.
Comentario: Yo no me propongo
tomar la decisión de Dios por El; es Dios quien tiene que decidir.
M. L. von Franz: Pero entonces usted Lo seduce para
que Él tome Su propia decisión en vez de relacionarse usted con Dios.
Comentario: Creo que en alguna
medida Dios se relaciona por intermedio de mí, y de todos.
M. L. von Franz: Eso es inflación.
¿Por qué no ha de relacionarse el hombre directamente con Dios?
Comentario: Porque no puede;
humanamente, tampoco yo puedo. No puedo mantener una conversación con Dios
dentro de mí. Eso es humanamente imposible.
M. L. von Franz: ¿De veras?
Comentario: Sí, tengo que tener
algún contacto humano mediante el cual relacionarme con Dios.
M. L. von Franz: Hay personas que
no pueden arriesgarse a la soledad de la experiencia. Tienen que estar siempre
en el rebaño y tener contacto humano, como lo llama usted.
Comentario: Yo no negaría la
eficacia de la plegaria cuando yo y Dios colaboramos, pero eso no nos implica
solamente a mí y a Dios, sino también a las personas con quienes vivo, mi
familia y otras, en relación con Dios, el Espíritu Santo.
M. L. von Franz: Ahí menciona
usted lo principal, pero el Espíritu Santo alienta donde quiere. Usted, el
teólogo, se identifica con una posición consciente y la toma como absoluta. Desde
ese punto de vista, puede hablar de cualquier cosa, pero no se da cuenta de su identificación
inconsciente. Si cuestiona usted durante el tiempo suficiente su punto de vista
consciente, estoy segura de que un día el Espíritu Santo vendrá a susurrarle
algo al respecto. Para nosotros, nunca existe más que el individuo y su
vivencia o experiencia de Dios, y todo lo demás es secundario. En terapia no
somos nosotros quienes conectamos al individuo con Dios, y eso sería incluso
una presunción megalomaníaca del psicoterapeuta… aunque muchos presumen de
hacerlo, y en esa medida han vuelto a convertirse en teólogos furtivos. Si
usted está con un analizando, la única forma en que quizá pueda ayudarlo es
diciendo: «No lo sé, pero vamos a preguntárselo a Dios». Así uno impide que el
analizando saque conclusiones conscientes precipitadas o seduzca al analista,
convenciéndolo de que él las saque, y por consiguiente toda
experiencia religiosa se convierte en un acontecimiento especial y único. En
cada experiencia se vive a Dios o se experimenta en una forma peculiar y
específica, y eso incluye hasta el azufre rojo, lo que quiere decir que si
usted plantea ante Dios la cuestión del azufre rojo, Él le dará Su propia
respuesta en cada caso.
Comentario: Yo creo que Dios ya
ha dado Su propia respuesta en cada caso.
M. L. von Franz: Ahí es donde
diferimos. Usted piensa que Dios ha publicado las reglas generales a que Él
mismo se ajusta, y nosotros creemos que es un espíritu viviente que aparece en
la psique humana y que siempre puede crear algo nuevo.
Comentario: Dentro del marco referencial
de lo que ya ha publicado.
M. L. von Franz: Para un teólogo,
Dios está limitado a Sus propios libros, y es incapaz de seguir publicando. Ahí
es donde discrepamos. Pero volvamos a nuestro texto. Si llevan ustedes el conflicto
al ámbito del desapego psicológico interior, el problema de los opuestos se
aclara: la Unidad se hace visible en el campo psicológico, y uno cae en la
cuenta de que su conflicto se da entre dos aspectos de la psique. Pero sigue
habiendo un factor insatisfactorio, porque hemos cortado la luna en dos. El
elemento femenino sigue estando dividido, sigue habiendo una escisión entre lo
que llamaríamos el inconsciente, o el anima, y lo que se podría llamar el mundo
concreto. Ésta sigue siendo una cuestión abierta, lo que significaría que en
análisis uno se da cuenta del conflicto, pero todavía no puede vincularlo
del todo con la vida exterior concreta. Tan pronto como se trata de problemas
en la vida exterior y concreta, sigue habiendo incertidumbre. Sénior no da
consejo alguno sobre cómo proseguir a partir de allí, pero sugiere otra
posibilidad. Nunca se ha de olvidar la división en dos, los dos aspectos del mismo
problema. El lo plantea de esta manera porque sólo se lo puede describir
atacándolo desde ambos lados, y ahora intenta abordarlo por el otro. En una imagen
el sol con sus dos rayos ataca al mundo inferior, como lo hace el sol con un
solo rayo, sin justicia. El mundo inferior es una dualidad secreta: es una
esfera negra por fuera, con una luna blanca y brillante por dentro. En
general el sol representa un principio masculino de la conciencia colectiva,
el factor psicológico desconocido que crea la conciencia colectiva. Vemos que allí
donde los seres humanos se congregan, allí se crea un fenómeno de conciencia
colectiva. Por ejemplo, las palabras de un lenguaje tienen para cada
individuo un significado similar promedio, y gracias a este medio del lenguaje
se imparten e intercambian muchos conocimientos y se forma una reserva de la
conciencia colectiva. Es muy difícil decir qué es la conciencia propia de un
individuo, y cuánto hay en ella de colectivo. En los comienzos de la niñez se
ven chispas de reacciones conscientes individuales, por ejemplo en las
maravillosas expresiones de los niños y en las preguntas que hacen. En todo ello
el niño hace un esfuerzo hacia la conciencia individual. También están las
preguntas encantadoramente torpes: «Abuela, ¿tú cuándo te vas a morir?», y
cosas semejantes, porque entonces el niño habla en forma muy ingenua y muy
individual. Pero cuando va a la escuela se produce la confrontación conla
conciencia convencional; las escuelas tienen que ser así, y si uno habla
del león o del oso, y les dice a los niños que escriban una pequeña composición
sobre estos animales, habrá un máximo de tres en una clase que digan algo
individual. Cuando era maestra yo solía desafiar a los niños, pidiéndoles
que escribieran lo que pensaban y no lo que yo les había dicho, y entonces vi
que los niños tienen una dificultad tremenda, porque la función de la escuela y
la tendencia evolutiva de esos años apuntan ambas a formar la conciencia
colectiva. La asimilación de la conciencia colectiva es, de hecho, la función
de la escuela y, por ende, la originalidad de la conciencia individual
generalmente se desvanece y al llegar a los veinte la gente es un saco de
conocimiento colectivo. Si uno les pide su opinión sobre lo que sea, se limitan
a repetir lo que dicen sus padres o sus amigos, o lo que han leído en el
periódico, y uno tiene una dificultad enorme para volver a conseguir de ellos
una reacción consciente, personal y única. Entonces, podemos decir que el sol
es esa luz interior dentro de la cual todos nadamos, es la luz de todos nuestros
días. Creemos que somos conscientes, pero no es verdad; somos conscientes en el
ámbito de lo colectivo y ni siquiera sabemos lo pequeña que es nuestra
conciencia individual. Es necesario buscar mucho para encontrar aunque no
sea más que fragmentos de conciencia que sean personales. Si uno analiza a un
individuo, el sol siempre está brillando; eso es la conciencia colectiva
en la que está encerrada la conciencia individual, y el conflicto se da entonces
ya sea contra el inconsciente o contra la realidad. Cuando la gente tiene un
conflicto, o bien están peleándose con la realidad exterior —afuera las
cosas están mal, y ellos quieren corregirlas—, o están en dificultades con su
inconsciente. Algo de adentro o algo de afuera está en oposición. Con toda
razón se dice queel enemigo con quien se ve confrontada la conciencia es secretamente
doble, porque la gente viene a analizarse diciendo que tiene un conflicto
exterior, pero uno descubre que es interior, o bien sucede todo lo contrario.
Si hay dos soles, entonces hay
dos principios de conciencia colectiva. En una sociedad, eso significaría dos
formas de relación con Dios, por ejemplo el catolicismo y el protestantismo;
una de ellas vive a la luz de un sol, y la otra a la luz del otro. Para un
grupo, algunas verdades son completamente evidentes; jamás se las discute,
porque a este grupo le parecen tan claras comoel sol, y lo mismo vale para el
otro grupo en relación con sus propias verdades. Entonces hay ya una
diferenciación, una escisión o algo en oposición, interior al ámbito de la
conciencia colectiva. Eso se referiría en general a algún tipo consciente de
conflicto colectivo: dos «ismos» o dos actitudes colectivas chocan, pero ambas
son colectivas, porque el conflicto es común a muchos en la misma forma. En el
texto de Sénior las actitudes en conflicto están caracterizadas como un sol que
dirige dos rayos hacia su opuesto —la cosa oscura— y un sol que dirige un rayo,
y se dice que el de un rayo es el sol sin justicia. ¿Qué principio de la
conciencia colectiva no tiene justicia hacia el mundo de abajo, en tanto
que el otro sol tiene justicia? ¿Qué querría decir eso? Está claro que hay dos
posibilidades de conciencia, a saber, una rígida y otra que tiene una actitud
paradójica y por consiguiente hace justicia al factor paradójico del
inconsciente. Esta última sería lo que se podría llamar un sistema
conscientemente abierto, una Weltanscbauung
abierta que está siempre dispuesta a aceptar a su opuesto, o a encontrar el
opuesto y aceptar sus contradicciones. Si uno tiene una actitud consciente que
está dispuesta a aceptar el opuesto, a aceptar el conflicto y la
contradicción, entonces se puede conectar con el inconsciente. Eso es lo que
intentamos lograr. Tratamos de producir una actitud consciente con la cual la
persona pueda mantener abierta la puerta hacia el inconsciente, lo que
significa que uno nunca debe estar demasiado seguro de sí mismo ni de que lo que
uno dice sea la única posibilidad; nunca debe estar demasiado seguro de
una decisión. Siempre se ha de tener un ojo y un oído abiertos para lo
opuesto, para la otra cosa. Esto no significa debilidad, ni incapacidad de
defenderse. Significa actuar de acuerdo con la propia convicción
consciente, pero teniendo siempre la humildad de mantener la puerta abierta a
riesgo de que a uno le demuestren su error. Ésa sería la actitud de una
conciencia en un contacto viviente con el otro lado, el lado oscuro. El sol
injusto es aquella actitud de la conciencia que sabe exactamente qué es cada
cosa, una actitud rígida que obstruye el contacto con el inconsciente, en tanto
que el sol de dos rayos tiene un efecto moldeador y formativo sobre el inconsciente;
este último sería el que tiene justicia, yel primero el que no la tiene. Creo
que es muy significativo. Si pensamos en este hombre, Sénior, que vivió su vida
entre los chiítas y los sunnitas, me imagino, aunque no sea más que conjetura,
que en su material los dos soles representarían aquello. En todo caso, la
conciencia tiende siempre a ser unilateral y a estar segura de sí misma, y
eso va en desmedro del misterio de la vida. Pero la conciencia puede tener
la doble actitud, y entonces ilumina el misterio de la vida, en vez de dañarlo.
La actitud humilde que mantiene siempre la puerta abierta es la aceptación
necesaria del hecho de que uno puede equivocarse, en lo moral o en lo
científico, o de que uno puede saber hasta cierto punto, pero sin estar seguro,
y que incluso la mayor de las certidumbres puede no ser más que negativa, o
sólo algo verosímil de acuerdo con lo cual actúo. Lo que se requiere es una
actitud consciente conectada con la actitud religiosa, prestar siempre humilde
y cuidadosa consideración al factor desconocido, o sea, decir: «Creo que esto
es lo que corresponde hacer», y seguir atento a un signo que nos advierta que
no lo hemos tenido todo en cuenta. La conciencia es esencial para el
inconsciente, porque sin ella el inconsciente no puede vivir. Pero la
conciencia no es más que un buen canal de comunicación a través del cual el
inconsciente puede fluir si tiene una actitud doble, paradójica. Entonces el
inconsciente puede manifestarse, y se puede evitar el endurecimiento de la
actitud consciente en contra del inconsciente, que significa una escisión en la
personalidad. . . y en la civilización. Aquí hay, en el objeto, una dualidad
secreta. En forma muy aproximada podemos decir que este oscuro mundo de abajo
es el inconsciente, porque es lo desconocido; es aquello que no puedo penetrar
mentalmente para decir que ya sé lo que es. El «inconsciente» es un concepto
que se refiere simplemente a aquello que no es claro para la conciencia. Eso
incluye todo un conglomerado de cosas. Hay dos aspectos, dos incógnitas
finales, de las cuales se ocuparía especialmente un alquimista, y a las que me
referí en la introducción. Todavía nos vemos frente a dos misterios no resueltos
que, de una manera extraña, son interdependientes aunque todavía no sepamos
cómo. Son la psique y la materia. La ciencia de la física, en última instancia,
postula la materia como algo inconsciente, es decir, algo de lo cual podemos
llegar a tener conciencia. Por definición, el inconsciente es la misma cosa: algo
psicológico de lo cual no podemos llegar a tener conciencia, y jamás
sabemos de qué manera se combinan nuestras descripciones del inconsciente con
la materia, lo cual genera todo el conflicto entre lo interno ylo externo. En
último análisis, es la conciencia la que crea el conflicto entre lo interno y
lo externo, al proyectar uno de los términos como materialmente real y el
otro como psicológicamente real, porque no conocemos la diferencia entre la
realidad material y la psique. De hecho, si lo consideramos de un modo
imparcial, nos encontramos con algo desconocido que a veces se aparece como
materia y a veces como psique, y la forma en que los dos se relacionan no la
conocemos todavía. Los alquimistas no lo sabían y nosotros tampoco. Es un misterio
de la vida que al parecer se manifiesta tanto psicológica como
materialmente. Si lo describimos desde afuera con un enfoque estadístico
extravertido, se nos aparece como materia, y si lo abordamos desde adentro se
nos aparece como lo que nos complacemos en llamar conciencia.
Pregunta: ¿No hay también una
dualidad entre objeto y sujeto?
M. L. von Franz: Sí, exactamente.
Afuera está la nigredo, y ése sería el aspecto destructivo del inconsciente tal
como lo experimentamos muy a menudo, por lo menos al comienzo, en nuestros
primeros contactos. Todos nuestros sueños son críticos al principio; el
inconsciente está lleno de impulsos y de factores de disociación, factores
destructivos, y después, si profundizamos y penetramos más, vemos algo muy
claro y lleno de sentido. La iluminación puede provenir de ese
lugar oscuro; es decir, si dirigimos sobre él el rayo de la conciencia, si
lo calentamos con nuestra atención consciente, entonces de ello sale algo
blanco, y eso sería la luna, la iluminación que proviene del inconsciente. En
ocasiones uno tiene un sueño desagradable que le repugna cuando se despierta;
es indecente u obsceno, tremendamente tonto o estúpido, y es irritante. ¡Uno quería
un maravilloso sueño arquetípico, y he aquí lo que viene! Pero entonces yo
digo: «A ver, un minuto, vamos a investigarlo, a descubrir qué significa», y
por lo general son precisamente esos sueños los que más nos iluminan, si
somos capaces de llegar al significado. El significado no era conocido, pero
tenía un contenido dinámico que lo enriquece a uno mucho. Son precisamente ésos
los sueños más valiosos; tienen una cascara inabordable y repugnante de negrura
que de prime, pero dentro está la luz del inconsciente. Con frecuencia, es
en los motivos deprimentes del sueño donde se puede encontrar la luz, y
naturalmente se la hallará también en los impulsos oscuros, que están llenos de
significado si uno es capaz de investigarlos con amor, con una actitud que
acepte la paradoja. Parece que, llegado a esa etapa, Sénior tuviera un conflicto
consciente entre dos actitudes hacia el inconsciente; sería un conflicto vital,
pero da la impresión de que todo estuviera bien en lo que se refiere alos
puntos de vista conscientes. Quizá la vida mis manos presente el conflicto, por
un lado en la esfera de la luna, y por otro en la esfera del sol; uno es un conflicto
consciente, el otro inconsciente. Por lo general están entretejidos, tienen
algo en común y no son sino dos aspectos de la misma cosa, es decir, de la
dualidad paradójica fundamental de todos los fenómenos psicológicos. Lo que no
se dice en la imagen pero está contenido en el texto, si leen ustedes el libro,
es que la totalidad de la cosa describe la piedra filosofal, la obra alquímica.
Se dice que lo uno es la primera etapa de la obra alquímica, y con el añadido
de lo segundo se hace la piedra filosofal, porque el conflicto vital se ha vuelto
consciente. Esta es la etapa final del opus.
Cuando ya nos hemos relacionado
con el inconsciente, aparece el problema, cada vez más sutil, de cómo mantener
bien la relación en vez de volver a caer en nuestra unilateralidad. Hasta
personas que han hecho un largo análisis junguiano tienden a codificar su
proceso de individuación. Aunque hayan tenido experiencias tremendas y
reacciones vitalizadoras, ni no hacen más que quedarse con eso y codificar lo
que han experimentado —por ejemplo, si dicen que sólo predican a los demás sus
propias experiencias—, entonces no evolucionan. A eso se debe que todo fenómeno
consciente se desgaste. Por eso, el conflicto es eterno y debe ser corroborado;
la unilateralidad de la conciencia deber ser continuamente confrontada con la
paradoja. Esto significa que cada vez que una verdad ha sido vivenciada como tal,
y se ha mantenido un tiempo viva en nuestra psique, hay que hacer un giro de
ciento ochenta grados, porque esa verdad ya no es válida. Como dice Jung, cualquier
verdad psicológica no es más que una verdad a medias, ¡y ésa tampoco es más que
una verdad a medias! El propio analista tiene que mantenerse siempre
al ritmo de su propio
inconsciente, tiene que estar conscientemente dispuesto a tirar por la
borda todo lo que se logró hasta ahora, y esto correspondería a una doble
actitud constante. Por lo tanto, quizás el sol con los dos rayos esté mejor
adaptado para influir sobre el inconsciente, y también para asimilarlo, en
virtud de una actitud abierta, como si hubiera una segunda conciencia
por detrás de la conciencia. . . , como si uno tuviera la conciencia en su
modo de operación ordinario en el primer plano de la mente, mientras
que en el fondo hay algo que se da cuenta de que eso no es más que una parte
dela vida. Así pues, hay una conciencia móvil, una «conciencia por detrás de la
conciencia» que se limita a observar y sabe que, por el momento, la cosa es así.
Jung lo describe, en un nivel emocional, como estar precisamente en lo más
tormentoso del conflicto, y al mismo tiempo fuera de él, observándolo con
serenidad. Volvamos ahora a la carta de amor del sol a la luna creciente, donde
el sol dice: «En grande y definitiva debilidad, te daré desde mi belleza la luz
mediante la cual alcanza uno la perfección». Desde un punto de vista puramente
astronómico, el sol tiene luz, en tanto que la luna se limita a recibirla de
él; esto es, el sol da luz a la luna, y para esto hay una base bien
natural. El sol, en su forma radiante, emanante, intenta impartir parte de su
luz a la luna para que ésta pueda alcanzar la perfección. Tenemos que darnos
cuenta de qué era lo que significaban para las gentes de entonces el sol y la
luna. El sol en general es una imagen de la Divinidad; más adelante, en el
texto se dice incluso que el sol es la divinidad espiritual, y que ésta en su
belleza emana bondad, quizá sin sombra. Es hermoso e imparte su luz a la imperfecta
luna. Ahora bien, la luna es femenina, es un receptáculo para los muertos, es
responsable de todos los fenómenos en que algo crece y decrece en la tierra: del
crecimiento de las plantas y de su marchitamiento, de la menstruación de las
mujeres, del flujo y reflujo delas mareas, del devenir y el morir, y rige, por
consiguiente, al mundo corruptible. Brevemente expresado, eso sería lo que
aquellas gentes pensarían de la luna, de modo que ésta es el fenómeno de la
vida terrestre en sus paradójicas mareas, en su irracionalidad que todavía
parece tener un significado secreto. Para un hombre, la luna representaría un
aspecto de la personificación femenina de su inconsciente, en tanto que para la
mujer sería la personificación de su base en la vida vegetativa, de su vida
instintiva. El sol dice entonces que por su mediación se llega a cualquier
altura, que uno se eleva a cualquier altura; es decir, que el sol es aquello
que eleva. En la antigüedad y en otras épocas a la gente le intrigaba el hecho
deque el sol hiciera subir el agua calentándola, de manera que se formaban
nubes, y que cuando el sol desaparecía viniera la lluvia, de modo que con
frecuencia se hablaba del sol como del principio de elevación espiritual. Es,
por consiguiente, lo que hace perfectas las cosas, las exalta hasta las alturas
y las vuelve visibles. Entonces dice la luna al sol: «Tú me necesitas tal como
el gallo necesita a la gallina, y yo necesito constantemente tu efecto sobre
mí, porque tu ética es perfecta, tú, el padre de todos los planetas, tú eres la
alta luz, el gran Señor». El sol ha indicado en alguna medida su calidad
superior al decir a la luna, de manera muy digna, que le dará la luz desde su
belleza. De modo que la luna se inclina a señalar que el sol necesita de ella tanto
como el gallo necesita a la gallina, que sin ella no es nada, que aunque ella
sea la receptora, la cosa imperfecta que recibe la luz, sin embargo el sol la
necesita también, porque ¿de qué serviría un sol que no pudiera derramar su luz
sobre otra cosa? Su luz desaparecería en el espacio, porque la luz necesita un
objeto material donde pueda hacerse visible por reflexión.
Por lo tanto la luna, con toda su
femenina humildad y sumisión, señala la absoluta igualdad de su derecho ala
existencia: el sol necesita el recipiente vacío donde pueda derramarse su
luz, necesita la oscuridad donde pueda resplandecer la luz, necesita la materia
donde pueda hacerse visible el espíritu. La luna usa un símil muy vulgar y
ordinario —como el gallo necesita a la gallina— que es una alusión al hecho de
que entre los dos principios hay también una atracción puramente
instintiva e incluso sexual. La luna dice que necesita incesantemente el efecto
del sol sobre ella, porque el sol es perfecto, es el padre de toda luz.
Perfectus moribus, las palabras
latinas se refieren principalmente a la perfección ética, que es algo que la
luna no tiene. En la mitología de la luna, la luna es perversa, porque no es
digna de fiar. Los alquimistas citaban con frecuencia un salmo que dice que en
la oscuridad de la luna nueva los perversos disparaban sus flechas contralos
justos, lo que significa que la luna nueva protege a los ladrones y los malos
cuando éstos atacan a las gentes honradas. Así la luna tiene toda la ponzoña
maligna y la informalidad típicas del anima en su condición original y también
de los seres femeninos en general, no sólo de lo femenino en el hombre, porque
en lo femenino se da esa astucia gatuna y sospechosa, y esa ética incierta a la
que se podría llamar la ambigüedad de la naturaleza. La luna dice que ella es
la luna creciente, húmeda y fría, y que el sol es cálido y seco, y cuando están
emparejados en un estado de equilibrio, ella es como una mujer que se abre a su
marido. Aquí está el conflicto entre el principio de la conciencia y la
naturaleza, es decir lo inconsciente, lo desconocido. El conflicto entre lo
masculino y lo femenino se amplifica en una cuaternidad porque ambos contienen
dos cualidades: la luna contiene las cualidades de la humedad y el frío, y el
sol las de la sequedad y el calor. Eso alude a las enseñanzas de la antigüedad tardía
y del medievo, para las cuales hay cuatro elementos —agua, aire, fuego y
tierra— y cuatro cualidades básicas: calor, sequedad, humedad y frío. Durante toda
la Edad Media se consideró básico este principio y las categorías en las que se
podía observar la materia básica, los cuatro elementos y las cuatro
cualidades. Es, ciertamente, un bello mandala, porque el fuego es caliente y
seco, y el aire es húmedo y frío. Hay muchas variaciones diferentes para la disposición
de los elementos y las cualidades. Esto no era así en función de la realidad
material, ni siquiera para las gentes de la época, que se daban cuenta de que
era una simplificación de los fenómenos materiales que no coincidía conla
realidad. Tan pronto como se lo piensa más en profundidad, la cosa no cuadra,
como sucede con todos los esquemas arquetípicos del orden cuando se los
proyecta, y hasta los primeros alquimistas decían que no había que pensar que
aquello se dijera en forma concreta, que no era más que una manera de
ordenar nuestras ideas. Es lo que dice Zósimo, por ejemplo, lo que
significa que uno ve claramente una imagen de la totalidad a través de las
cuatro cualidades proyectadas sobre la materia; incluso en aquellos días era
simplemente una red simbólica que la mente humana proyectaba sobre la materia
para introducir en ella algún orden. Podemos comparar esto con el uso moderno
de conceptos tales como los de partícula, energía, continuo espacio tiempo, y
fenómenos electromagnéticos. Los físicos saben que estos conceptos están
vagamente entretejidos, y que no son tan simples y claros como nosotros
creemos, sino que han sido creados sólo como medios de expresión. Las cuatro
cualidades aparecen ahora y completan la dualidad del sol y de la luna. Es lo
mismo que cuando dos personas se encuentran: hay cuatro, él y su anima, ella y
su animus.
En una discusión analítica
siempre hay cuatro elementos, dos en el nivel consciente y dos en el inconsciente.
Toda aserción consciente configura ya su opuesto, es decir, la negación. Si
digo que una planta es una planta y un perro es un animal, eso parece bastante simple,
pero es una contraposición de dos cosas y contiene algo más, porque si digo que
un árbol es un árbol, expreso el hecho de que no es un mineral ni ninguna otra
cosa que un árbol. Todo lo que digo lleva ya en sí la sombra de lo que está
excluido. Por lo tanto, cada vez que la conciencia produce algo, aunque sean dos
palabras, siempre hay cuatro, porque el inconsciente también está siempre allí;
está en juego algo desconocido, y eso también se ha de tener en cuenta. Tomemos
las posiciones opuestas de la física y la psicología. Al ver lo que hacen
los físicos, la psicología descubre que el físico está lleno de proyecciones
inconscientes, eso se ve de inmediato. Pero cuando es el físico quien nos mira,
como es natural ve desde un aspecto físico lo que descubrimos psicológicamente
y dice que no tenemos conciencia de ese aspecto, y que a eso se debe que
nuestra conciencia no esté lo suficientemente evolucionada como para ser
capaces de mantener la atención puesta en una contradicción, algo muy difícil
de conseguir, y que, sin embargo, deberíamos hacer. Toda polaridad contiene su
opuesto, pero esto se hace más obvio cuando dos seres humanos discuten, como en
el análisis. Entonces hay siempre cuatro, porque también está presente el
inconsciente de cada uno. Tan pronto como se presta verdadera atención al problema
de la relación, ese mismo hecho lo complica porque siempre están en cada
uno de los dos las dos cualidades. Supongamos que en forma proyectada esto se
refiere a ese problema. El sol y la luna dicen que si se emparejan de manera
equilibrada, entonces es como un hombre y una mujer que están completamente el
uno por el otro. De modo que está el problema de la coniunctio con todos
sus aspectos, donde hay dos factores conocidos y dos incógnitas. Pero cuando
todos ellos se relacionan, se alcanza un estado de equilibrio y perfección.
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