sábado, 21 de abril de 2012

La alquimia árabe I

ML von Franz


LA ALQUIMIA ÁRABE
Ahora vamos a analizar el dibujo de las dos tabletas porque contiene bastante más que el texto que ya les he leído. En una parte de la tableta hay un pájaro alado y un pájaro sin alas. El pájaro alado está arriba y el otro abajo; el texto dice que el último impide que el pájaro con alas levante el vuelo. Cada uno le come la cola al otro, de modo que aquí hay una variante de la serpiente Ouroboros que se come su propia cola. Por encima delos pájaros, aunque esto no se menciona en la descripción, están la luna y el sol, y debajo está la esfera ala cual el texto da después diferentes nombres: se la llama la luna y también la tierra y el mundo inferior, el mundo de abajo. Por consiguiente, en cierto sentido la luna es doble: arriba es la novia, o el opuesto del sol, pero es también algo mezclado con el mundo de abajo, al que se llama la tierra. Entonces, hay una luna que es idéntica a la tierra y una que es la pareja del sol. En la segunda tableta hay dos soles; uno emite dos rayos sobre el mundo inferior, y el otro sólo uno. Ambos irradian hacia el mundo inferior, donde otra vez está la luna llena, a la que en un pasaje posterior del texto se describe diciendo que es blanca y está rodeada por una esfera negra; mirándola desde afuera uno no vería más que la negrura, pero el interior es blanco y tiene una sustancia lunar blanca. En esta imagen el sol está duplicado y en la otra la luna está duplicada, y cada uno es la pareja del otro. En ambas imágenes hay una interconexión entrelos mundos inferior y superior, y en medio de ambos está la pelea entre los pájaros. El sol irradia sobre el mundo inferior. A la esfera de abajo, que es negra por fuera y blanca por dentro, se la vuelve a llamar el mundo inferior —el mundus inferior —, que aquí quiere decir este cosmos que hay debajo del firmamento, oque se eleva hasta las esferas de los planetas más lejanos. En la antigüedad y en la época medieval, se creía que debajo estaban la luna y el mundo corruptible, y arriba las estrellas y el mundo eterno.
Pregunta: ¿Por qué un sol tiene un solo rayo y el otro dos?
M. L. von Franz: ¡Es así, simplemente! De hecho, en las tabletas no se muestran los rayos; un viejo alquimista que en su momento fue dueño del libro ha dibujado con tinta dos rayos a ambos lados, pero de acuerdo con el texto uno de los soles no envía más que un rayo hacia abajo. Allí se dice que uno de los soles irradia con justicia y el otro sin ella, y ésa es la diferencia entre los dos. Aunque el texto no lo dice, yo supongo que el sol con los dos rayos es el que irradia con justicia, porque está equilibrado, tiene los dos lados. Sol cum justitia y non cum justitia, como dice la torpísima traducción latina. Pero ambos soles irradian con sus rayos el mundo inferior y lo penetran.
Ahora tenemos que intentar —y digo intentar  porque muchas partes del texto exceden mi comprensión— entender psicológicamente el texto. Tenemos que empezar por referirnos al propio Sénior y leer las amplificaciones que da a lo largo de todo el libro. Sénior dice de los dos pájaros que son también el sol y la luna, que el ave sin alas es el azufre rojo y su alma exaltada es el pájaro alado; dice que los pájaros son hermano y hermana, y de la cosa inferior dice que es la base de los dos pájaros, tal como la tierra es la base dela luna, o el mundo inferior. Vamos a considerar unas pocas amplificaciones. El azufre es una de las materias básicas más importantes en el proceso alquímico. En Mysterium Coniunctionis Jung escribió un capítulo entero sobre el tema; en él se puede ver que el azufre es una sustancia activa, una sustancia corrosiva, y peligrosa a causa de su mal olor. Como ustedes saben, en el folclore el diablo siempre huele a azufre, y cuando se va o cuando lo exorcizan siempre deja tras de sí un aire sulfuroso. El azufre también produce todos los colores, es el amante de la figura alquímica de la novia y así en ese estilo, y es un ladrón que interfiere con la pareja amorosa. Así pues, se podría interpretar al azufre como el verse impulsado, como un estado de ser impulsado. No sería exacto hablar del impulso mismo; es más bien el estado o cualidad de verse arrastrado o abrumado. Si se lo considera desde cierto ángulo religioso, eso naturalmente seria el diablo; es el sexo, por ejemplo, pero enel sentido de ser arrebatado por lo sexual, o sería lo sexual en su forma abrumadora, es decir, como algo que uno no tiene bajo su control. El azufre es la parte activa de la psique, la parte que tiene un objetivo definido. En una dimensión psicológica; uno está atento para descubrir dónde la libido se está encaminando hacia su objetivo. Quizá no sea nada sexual, sino otra clase de ser llevado o arrebatado; podría ser la ambición y el impulso de poder, o alguna otra cosa. Por consiguiente, tiene el doble aspecto de proporcionar el ímpetu original —la materia masculina, como se la llama aquí— y es al mismo tiempo positivo y negativo. Cualquiera que se auto examine, si es sincero, generalmente se enfrenta primero con esa parte de la psique que se encuentra en un estado así. El color rojo se refiere al fuego, a la cualidad emocional. El pájaro sin alas es el azufre rojo; es el pájaro de abajo, y también se hace referencia a él como la hembra, de modo que tenemos una paradoja porque, aún siendo arrastrado o llevado, se lo considera como la cualidad masculina activa, pero proyectada sobre el pájaro de abajo es la hembra. De modo que las características femenino masculino son muy vagas; en alquimia los términos se usan de maneras muy diferentes. Se podría decir que el pájaro sin alas, el azufre rojo, es un factor subyacente en la vida psíquica, y es siempre lo que hay que desenterrar primero, porque es Ia prima materia.
Para llegar al fondo del problema de alguien es necesario empezar por encontrar la estructura o hechura de esos impulsos. Todos los llevamos dentro y hasta que los educamos y los enfrentamos, tenemos un rincón oculto donde ellos llevan una vida autónoma. Tienen que ver con el inconsciente, y, como ustedes saben, a Freud le impresionó tanto este aspecto que cuando descubrió el «azufre rojo» creyó que aquello era todo, que se trataba de eso. En cierto sentido tenía razón. A él le impresionó la naturaleza impulsiva del inconsciente, su aspecto sexual, tal como a Adler le impresionó el aspecto ambicioso o de poder, de modo que dieron con la prima materia del azufre rojo y desde ese ángulo intentaron explicar el papel del inconsciente. Del pájaro alado se dice que es el alma exaltada del otro, en el sentido de que una vez que uno tiene la prima materia, que yo interpretaría aquí como los impulsos instintivos básicos de la personalidad, a eso hay que cocinarlo, y cuando se lo cocina despide vapor que «vuela» por sobre la materia; eso sería lo que los alquimistas llaman el alma de la materia. Recordarán ustedes que ya lo encontramos antes, como la esposa de vapor, en el otro texto. Esta sustancia volátil, que escomo un vapor o un vaho —la «sustancia fugitiva que vuela», tal como se la llama, lo que explica por qué el pájaro tiene alas—, desea elevarse durante el proceso de cocción. Expresado en nuestro lenguaje, ¿cuál sería el aspecto psicológico correspondiente? Supongamos queel pájaro sin alas fuera el hecho básico de la personalidad humana, con el aspecto específico de los impulsos básicos más fuertes. ¿Cómo cocinamos los impulsos?
Comentario: Se los cocina en el análisis, seguramente.
M. L. von Franz: Sí, pero en la práctica, ¿cómo se hace?
Respuestas: Haciéndolos conscientes. Deprimiéndose.
M. L. von Franz: Bueno, sí, eso sería ir al encuentro de los impulsos. Si uno no los conoce, primero tiene que deprimirse para encontrarlos. Cuando ya los ha encontrado, está tocando fondo y entonces uno está en la prima materia, allí, tocándola. Uno medita sobre ella y practica la imaginación activa, o busca el significado subyacente. Supongamos que alguien está enamorado, pero quela cosa no marcha; como está frustrada, la persona se deprime, diciendo que no es posible aceptar la verdad de que el otro no retribuye su amor; eso sería una tortura continua. Entonces uno diría que muy en lo profundo está el impulso, la dependencia, algo que sucede constantemente en una transferencia. A muchos analizandos les irrita la transferencia por la dependencia que supone, pero con eso no se puede hacer nada, porque son dependientes; se sienten arrastrados, escriben cartas, telefonean veinte veces al día, cosas así. El asunto, como tal, no es agradable ni para el analista ni para el analizando. Con frecuencia los afectados, mostrándose razonables, coinciden en que la situación es extraña, desatinada y molesta para los dos, pero el impulso irrazonable no les hace caso, no se entera de lo que predica la conciencia. Eso lo sabe cualquiera que alguna vez haya estado profundamente enamorado. Tomemos la misma situación en el caso de un impulso de poder. Uno puede estar locamente celoso de un amigo que ha tenido éxito en su carrera, y discute consigo mismo, diciéndose que no debería sentir celos, que no es justo, pero con sus autorreproches no arregla nada; su impulso o ambición de poder, que es la causa de los celos, no se deja afectar ni tocar por sus palabras. El azufre rojo sigue intacto, de manera que para arreglárnoslas con este impulso necesitamos una medicina más fuerte. En vez de discutir con los impulsos que nos arrastran, preferimos cocinarlos y decidimos fantasear sobre ellos y preguntarles qué es lo que quieren. Uno tiene que ser muy objetivo, fantasear sin opiniones y sin condenar lo que la cosa tiene de irrazonable. Se ha de intentar descubrir amigablemente qué es lo que realmente quiere el impulso, es decir, a qué apunta, porque el impulso tiene un objetivo. Eso se puede descubrir mediante la imaginación activa o a través de una fantasía, o experimentando enla realidad, pero siempre con la actitud introvertida de observar con objetividad qué es lo que el impulso necesita o desea conseguir. Eso sería cocinar el azufre rojo. Por lo general, de los impulsos fuertes emana un contenido fantaseado; el impulso contiene un ramillete de material fantaseado. Lo mismo se podría decir que cocinar algo hasta que aparezca su alma significa dejar que del impulso emane el material de la fantasía, permitir que aflore ese material de fantasía relacionado con el impulso. Ése sería el aspecto psicológico, y correspondería al pájaro alado. Pero cuando uno ha hecho eso comienza un tremendo conflicto. Nuestro texto dice queel pájaro sin alas impide que el pájaro alado levante vuelo, en tanto que el pájaro alado quiere elevar al pájaro sin alas, de modo que siguen estando pegados, ligados en una especie de conflicto insoluble, que lo mantiene todo detenido. ¿Cómo aparecería eso en la realidad?
Comentario: Quizá como una tendencia a espiritualizar o concretar.
M. L. von Franz: Sí, exactamente, porque si uno trabaja sobre el material de la fantasía, desarrollándolo, hay tendencia a llegar a la conclusión de que todo es una proyección psicológica. Si estoy enamorada de alguien, puedo decir que es una proyección del animus o del anima, de la madre o del padre, y de esa manera espiritualizar o «psicologizar» la cosa, con el matiz adicional de que es «solamente» algo psicológico, y el error se introduce con esa palabra, «solamente». Como es natural, en el nivel concreto tengo que resignarme y no empezar nada; debo comportarme de manera convencional y adecuada, y todo lo demás tengo que guardármelo adentro porque es la proyección de un factor psicológico, es una fantasía. Es la fantasía queme liga al analista o a la otra persona, y si yo introyecto esa fantasía seré libre. Pero, ¿saben ustedes lo que sucede si uno intenta hacer eso? El diablo, o el azufre rojo, insiste en que de todos modos hay algo de real en aquello, o debería haberlo, porque de otra manera no es más que psicológico, y una relación que sea «solamente» psicológica es algo que yo no quiero. Quiero la cosa real, y eso significa la cosa completamente material —el contacto, por ejemplo— o, si se trata de ambición, un reconocimiento real, una carrera y todas esas cosas. La introyección de una fantasía referente a la ambición se daría de la siguiente manera: alguien en una situación humilde tiene un impulso ambicioso megalomaníaco, desea estar por encima de todos. Si uno intenta descubrir a qué apunta esa persona, por lo general se descubrirá que, lo mismo que en el caso del impulso sexual, la ambición está sometida al objetivo del Sí mismo. Un hombre así podría decir que él quiere alcanzar una posición de autoridad para poder realizar sus ideales y mejorar el mundo; su deseo no se basa en el egoísmo ni en la vanidad. Él quiere realizar algo, y es frecuente que se entienda que por detrás de la ambición hay un ideal muy elevado. Pero a veces, con la ambición, la persona tendrá la sensación oculta de ser muy especial; secretamente siente que su valor debería ser reconocido, y este sentimiento se mezcla con su ambición. El deseo de ser algo especial adviene, realmente, debido a un atisbo o intuición de la individuación; está la vaga idea de ser un individuo único, y sin darse cuenta de esa unicidad no es posible la individuación. Por lo tanto, ese aspecto de la fantasía ambiciosa está perfectamente bien. Pero si uno le dice a alguien de situación humilde que una ambición tal es muy legítima, que es realmente algo interior —el impulso, que se deriva de la vaga intuición de la propia e íntima naturaleza divina, de ser algo y de llegar a ser algo especial, de realizarse como un hijo o hija peculiar de Dios—, pero que eso no se puede exteriorizar en la forma de querer ser uno más que las demás gentes, una persona así se sentirá muy aliviada. Una parte del impulso ambicioso se aquietará, pero entonces el azufre rojo insistirá en el otro aspecto, preguntando si realmente uno tiene que pasarse toda la vida como dactilógrafo en una oficina. ¿Acaso todo está solamente en el nivel interior? ¿Nunca se puede tener nada en la vida exterior?
De esta manera se escinde el fenómeno en una polaridad de opuestos: lo «solamente» psicológico y lo concreto. El diablo es aquel que quiere la cosa concreta. Es el gran realizador, que dice que algo que no tiene existencia en la realidad concreta simplemente no es real, y entonces empieza el conflicto entre la espiritualización del problema y la cosa concreta.
Pregunta: ¿Qué significaría la espiritualización de un problema?
M. L. von Franz: La palabra usada fue espiritualización, pero yo creo que probablemente se referían a «psicologizar», esto es, a reducir un impulso a un hecho interior, exclusivamente psíquico. Pero en realidades la misma cosa. Supongamos que un monje se masturba y en su fantasía está siempre con una hermosa mujer, pero siente que un comportamiento así no corresponde conlos votos que ha tomado ni con sus ideas morales, y acude a la consulta de ustedes. Le dirán que se fije enla fantasía que tiene de la mujer en esas ocasiones. Es prácticamente seguro que hará —en especial si es introvertido, y por lo general sólo los introvertidos se hacen monjes, aunque hay excepciones— una hermosa fantasía del anima, que contendrá todo el material de la Virgen María, de la Sophia [sabiduría] de Dios y otras figuras semejantes. Entonces se le puede señalar que aunque la fantasía comience en un nivel inferior  —después de todo, Cristo nació en un establo—, en realidad es la fantasía de una unión con la sabiduría divina, y como tal debe ser aceptada. Esto podría resolver todo el problema, al punto de que el hombre ni siquiera sintiera ya el impulso de masturbarse; se da cuenta de que el factor psicológico interior, que aparecía primero de una manera bastante repugnante, es su anima, y se dispone a relacionarse con ella. Ésa sería una espiritualización del factor, sería producir el pájaro alado. Pero, como dice Goethe, «Uns bleibt ein Erdenrest, zu tragen peinlich», es decir que nos queda siempre un resto de tierra, incómodo de arrastrar. Aún después del proceso de espiritualización más completo hay siempre algo que se resiste y que quiere la tierra, y un monje así, diez años después de estar «curado»,quizá siga preguntándose si, en su fantasía, no habría existido también el deseo de una mujer real. Esa idea lo acosa de cuando en cuando, y si todavía sigue atrapado en el concepto medieval pensará que es el diablo, algo que él tiene que rechazar absolutamente.
Pregunta: ¿Por qué no ha de ser válido eso también para la gente del siglo XX?
M. L. von Franz: Si usted quiere que lo sea, es un problema para usted; si quiere, puede seguir diciendo que es el diablo.
Pregunta: Pero, ¿no tenemos todos que vivir con ese sedimento dentro?
M. L. Von Franz: No, por cierto que no; ésa es una cuestión individual que tiene que ver con el destino de cada persona y está abierta a una decisión consciente. Es el conflicto fundamental. Hay personas que no tienen paz y para quienes es simplemente deshonesto cortar la cosa de raíz y decir que es el diablo; sienten que es una falsedad absoluta, en tanto que otras lo sienten como una decisión heroica, la única correcta, ala cual se proponen adherirse durante toda su vida. Unos encuentran la paz mental de una manera, y otros de otras, pero eso es algo que ningún analista puede imponer al analizando; tiene que ser una decisión individual a la que cada persona llegue por sí misma. No hay recetas. Por una parte, amputar eso sería pura cobardía, y por la otra sería debilidad aceptarlo. Pero ése es el gran conflicto insoluble.
Comentario: También depende de las palabras que usemos para describir nuestros sentimientos íntimos.
M. L. Von Franz: Sí, y del tipo de fantasía que tengamos, y ése es el problema individual que nadie puede resolverle a otro, pero hay un tipo general del mismo problema del cual es posible hablar, y que el alquimista trata de ejemplificar de esta manera. Hay el azufre rojo y el alma exaltada y, como dice el alquimista, es el problema insoluble pues uno de los pájaros tira hacia abajo, y el otro intenta elevarse. En cierta manera, esta imagen dice que el problema es eterno; circula en sí mismo, y su totalidad de opuestos es la totalidad de la cosa. Uno es el mundo inferior, que naturalmente se relaciona con el azufre rojo, y el otro es el mundo superior. Arriba están el sol y la luna, y pronto interpretaremos la carta de amor del sol a la luna, que aparece en el ámbito psíquico o espiritual y no en la realidad concreta. Por lo tanto se puede decir que la parte superior vuelve a caer en dos opuestos, a saber, el sol y la luna, porque ambos caracterizan a la parte superior, en tanto que la tierra y la luna forman otro par de opuestos enla parte inferior. La luna vuelve a estar dividida en la luna celeste y la luna terrestre, dicho sea con palabras de Sénior. El texto es ambivalente, en un pasaje habla de la luna y en otro de la tierra y la base de los dos pájaros. Está, pues, la oposición entre los mundos inferior y superior, y dentro del mundo superior hay oposición entre el sol y la luna, y después están los dos aspectos de la luna. Es bastante complicado, pero lamentablemente los procesos psicológicos son así. Si uno ha llegado a la etapa en que es posible extraer el alma de uno de sus impulsos más fuertes, y se encuentra desgarrado entre los opuestos de lo espiritual y lo concreto, o lo«solamente» psicológico, entonces sigue avanzando enla parte superior introduciendo el conflicto en el material de la fantasía y haciendo imaginación activa entorno de su impulso. Al poner por escrito la fantasía, uno está hablando con la figura interior.
Comentario: No todos entendemos qué es la imaginación activa.
M. L. von Franz: Lamentablemente la psicología junguiana es tan enmarañada que cada experiencia analítica se vincula con todas las demás. Dicho en pocas palabras, la imaginación activa consiste en hacer una fantasía referente a un impulso cuando uno se enfrenta con él. Ahora no puedo entrar en la cuestión de cómo fantasear, pero hay algunos aspectos técnicos que se han de observar porque son importantes. Supongamos que usted está enamorado de una hermosa mujer y, como no puede tenerla, se pone a fantasear o a soñar con ella. Entonces puede continuar su sueño encontrándose y hablando con ella en su imaginación. Mediante este procedimiento se le aclara a uno el significado de muchas cosas. Entiende por qué se enamoró de esa desconocida, y que gran parte del asunto le pertenece; es parte de su pauta y tiene significado para uno, y entonces, porque ahora ya lo entiende, puede ser que deje de lado la fantasía. Pero generalmente aparece el problema que mencioné antes, y uno se pregunta si quizá no debería telefonear a la mujer de carne y hueso. Después de todo, ¡ella originó toda la fantasía! Uno puede decir que no es más que curiosidad, pero la gente es curiosa: ¿por qué fue esa mujer en particular? Lo que así habla es el azufre rojo. Pero ahora ya tienes la opción entre dos cosas, ya sea telefonear a la mujer y precipitarte en el mundo de abajo, o telefonearle en imaginación activa y decirle que ella es tu anima, que te has dado cuenta de eso, ya sabes que ella está dentro de ti, pero algo todavía sigue fastidiándote y te gustaría tener un encuentro con ella en forma concreta. ¿Qué tiene que decir ella al respecto? Y entonces dejas que el anima imaginada se enfrente con el problema concreto. Eso sería mantener la escisión en el aspecto espiritual, planteando también el problema concreto, porque incorporar el conflicto a tu imaginación activa significa espiritualizarlo más aún. Si el azufre rojo gana, y tú te vas a telefonear en la vida real y llamas a la mujer, entonces caes en el mundo de abajo, en el mundus inferior, la tierra corruptible, que es la realidad, la realidad concreta, y naturalmente todo el drama comienza allí.
Comentario: Lo que usted le pide a su imaginación que haga es. . .
M. L. von Franz: ¡Usted no pide nada! Siempre hay dos posibilidades.
Pregunta: ¿Uno debe hallar en su imaginación lo que le dirá esa persona?
M. L. von Franz: Sí, si uno sigue el camino ascendente, entonces eleva su conflicto concreto preguntando a la mujer interior qué debe hacer con su deseo de algo más concreto, y entonces tiene que escuchar lo que ella tenga que decirle sobre su conflicto, y eso es algo muy difícil de hacer. Muchas personas no pueden hacerlo porque no pueden escuchar lo que dice la figura interior; en vez de escuchar realmente, se limitan a imaginarse ello salgo. Esto requiere mucha práctica, pero de esa manera se puede trasponer el conflicto y seguir analizándolo en otro nivel, y eso sería enfrentarlo desde adentro. Entonces la fantasía se convierte en un conflicto y, enel intento de aclararlo, uno combate con la figura interior en un nivel psicológico. Tomemos el monje que se masturba, y les ruego que disculpen lo burdo del ejemplo, pero también hay que dar cabida al mundo inferior. Supongamos que el hombre viene a verme y me dice que todo eso de la Sophia y el anima interior está muy bien, pero me cuenta que de cuando en cuando el diablo se le insinúa diciéndole que de todas maneras le sigue faltando algo en el nivel real, y me pregunta qué puede hacer al respecto. ¡Yo le respondería que debe preguntárselo a la Sophia interior!
Comentario: Al conocimiento interior.
M. L. von Franz: No, Sophia es mucho más que eso.  Sophia es el conocimiento de Dios. Lo mismo se le podría decir que le pregunte a Dios. Yo no puedo resolver el problema del analizando; él debe hablar con la imagen de la Divinidad que hay dentro de él, decir que algo sigue preocupándole y preguntar qué puede hacer al respecto. Y después debe escuchar, tras lo cual pueden suceder un montón de cosas; una de las más frecuentes es que se dé cuenta de que Dios tiene dos manos, y de que fue Él mismo quien originó el conflicto. El caso es imaginario, pero supongamos que el monje ha tomado conciencia de la Sophia interior, y sabe que es la sabiduría de Dios en una forma que él encuentra dentro de su propia alma. Más tarde el azufre rojo lo mueve a decir que no se trata de eso, o que eso no es todo, que todavía debe tener también la experiencia real. A lo cual yo sólo puedo decir que debería preguntárselo a su figura interior, preguntarle a la Sophia que hay dentro de él. No digo que siempre sea así, pero con frecuencia la figura interior responde con paradojas. Dice que en cierto modo es verdad que debe acceder a la realidad, que es cierto que se está perdiendo algo, y al mismo tiempo dice que todo es psicológico. La respuesta es algo así, y el pobre hombre dirá que él ya no puede más, porque ésa no es una respuesta clara, es paradójica. Si es capaz de entenderlo, se dará cuenta de que ése es el doble juego del Uno, de que el conflicto es necesario y buscado, y no se lo debe resolver racionalmente. La única forma en que puede manifestarse el Sí mismo es mediante el conflicto: encontrar el propio conflicto insoluble y eterno es encontrarse con Dios, lo cual sería el fin del ego con toda su verborrea. Ése es el momento de la entrega, el momento en que Job dice que se cubrirá la boca con la mano y no discutirá acerca de Dios. Es la conciencia la que crea la escisión y dice: «Una cosa o la otra». He visto con bastante frecuencia en esos casos que la Sophia —o alguna otra figura divina, o el anciano sabio— responde: si uno lo considera con ánimo negativo, en forma evasiva, y si lo ve positivamente, en forma de paradoja. Entonces la paradoja del factor psicológico, o de la realidad psíquica, afecta a la calidad de la conciencia, que siempre quiere plantear disyuntivas y hablar de ellas, y cuando aparece el Sí mismo, ahí se acaba el hablar. Entonces el conflicto ya no está en la cabeza. Es el momento en que el conflicto trasciende la discusión verbal y se convierte en una vivencia intuitiva de la Unidad detrás de la dualidad. Uno está entre la mano derecha y la izquierda; algo es secretamente uno, y sin embargo quiere que lo desgarren, quiere sufrir, hasta que sucede algo que es muy difícil de captar y entonces se produce un cambio a otro nivel. Si uno se deja desgarrar en el conflicto, entonces repentinamente uno cambia, cambia desde las raíces más profundas de su ser, y toda la cosa tiene otro aspecto. Es como si uno torturase tanto a un animal que éste se elevara de un salto a un nivel superior de realización, y eso puede suceder en formas muy diferentes. Se puede decir que es un aspecto del símbolo de la cruz, que uno tiene que ser totalmente crucificado y decir, como dijo Cristo en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Y entonces sucede algo que supera el conflicto, lo deja atrás.
Comentario: Si el monje va a mantener sus votos, tiene que dejar de masturbarse.
M. L. von Franz: Mi hipótesis es que hace tiempo que ya lo ha hecho, desde que tuvo su fantasía, pero el diablo es mucho más listo y le dice, bueno, que ahora está curado y todo está bien, y así en ese tono, pero aun así, ¿no tendría que abandonar el monasterio para tener una experiencia «auténtica»? ¿Acaso no ha evolucionado lo suficiente como para hacer incluso eso? Por ejemplo, en la Edad Media se decía: «Ubi spiritus, ibilibertas».  Esto es de san Pablo, que dice: «Donde está el espíritu del Señor hay libertad», II Corintios 3, 17. Entonces el diablo le podría preguntar si, ahora que ha resuelto su conflicto, no es libre de vivir.
Comentario: Bueno, yo creo que sí.
M. L. von Franz: Ésa es su opinión, pero para la situación de él no viene al caso. El tiene que esperar hasta que Dios le diga qué hacer; no es usted quien tiene que decirle lo que está bien. «Sí, está bien, creo que tienes que seguir adelante», le diría usted, con su espontaneidad de extravertido, pero yo no le diría eso, le diría que debe preguntárselo a Dios.
Pregunta: Supongamos que el monje tiene una intuición muy débil, y tiene que buscar su respuesta en alguna otra parte. ¿De dónde le vendría?
M. L. von Franz: Depende de a qué se refiera usted al decir eso. Si se refiere a que así es como suele suceder, tiene razón, pero si lo que quiere decir es que debe ser así, se equivoca.
Comentario: Usted dijo antes que la respuesta sobrevendría en forma intuitiva, pero no todo el mundo es capaz de obtenerla intuitivamente.
M. L. von Franz: Ahora usted trae a colación el problema de los tipos, y eso es una cosa diferente. En términos generales, el introvertido necesita una experiencia concreta, una experiencia externa, para sentir que él está completo y que las cosas son totales, pero el extravertido no. Y eso significa que si el monje es un introvertido debe tener cierta experiencia, en general.
Pregunta: ¿Experiencia sexual? ¿Con eso se refiere usted a lo que Freud entendía por sexo?
M. L. von Franz: Me refiero muy simple y concretamente a contacto con un ser terrestre y humano, una mujer.
Pregunta: ¿Se refiere al contacto sexual?
M. L. von Franz: Sí, concretamente, pero digo que en general eso sucede, y no que deba suceder. No sucede en todos los casos, sólo se puede decir que es una tendencia estadística promedio. Pero lo que es importante para él es su conexión con Dios, no la mujer, de modo que si Dios le envía esa experiencia él tiene que tomarla, y si Dios no se la envía, no.
Comentario: En lo que yo insisto, y hablo como teólogo, es en que las leyes naturales de Dios se relacionan con él y con su relación con una mujer también en función del sexo, y puedo decir dogmáticamente que un teólogo o sacerdote de la Iglesia, si sale como sacerdote cristiano y tiene una relación con una mujer fuera de sus votos, eso estará mal.
M. L. von Franz: Sí, porque usted puede saber lo que Dios quiere en cada caso, pero nosotros no. Nosotros primero intentamos siempre preguntárselo a Él desde adentro.
Comentario: Bueno, yo sé que Él tiene leyes naturales que afectan a los seres humanos.
M. L. von Franz: Para nosotros la experiencia de Dios es mayor y más desconocida, y por eso Lo consultamos cada vez. No tenemos la idea de que Dios ya haya dicho Su última palabra. Ése es el gran contraste entre la psicología y la teología. Pensamos en Dios como una realidad que puede hablar en nuestra psique. Nunca se sabe lo que Dios puede pedirle a un individuo, y por eso cada análisis es una aventura, porque uno nunca sabe qué es lo que va a pedirle Dios a esa persona.
Pregunta: ¿Hay límites para eso?
M. L. von Franz: No, no los hay; no se le pueden poner límites a Dios. Nuestra actitud es mucho más humilde que la de los teólogos. Simplemente, decimos que debemos esperar, a ver qué tiene que decir Dios sobre la situación en cada caso. No hacemos supuestos referentes a lo que Él va a hacer, de modo que cada vida humana se convierte en una especial aventura espiritual y religiosa, y en un peculiar encuentro con Dios. Dios puede establecer Sus propias limitaciones.
Comentario: Pero lo que importa es que todavía no lo ha hecho.
M. L. von Franz: Quizá no lo haya hecho en su vida, pero ¡espere a que Dios le dé una orden! Usted tiene razón al hablar como lo hace mientras Dios no le haga pensar de otra manera, y tiene derecho a decir que El no ha interferido con sus teorías, de modo que eso está muy bien para usted, pero no para otros. Hay otras personas con cuyas teorías conscientes Dios ha interferido, y muy fuertemente, y entonces han tenido que readaptarse a una realidad nueva.
Comentario: La actitud que yo sugiero está en el nivel de la experiencia, de una experiencia válida.
M. L. von Franz: Si es una experiencia válida —es decir, si es auténtica para una persona— ya no hay más que discutir. Esa persona está de acuerdo y en paz concierto modo de comportamiento que para ella está codificado por Dios, de modo que está en paz con Dios, que es el objetivo supremo de la vida humana. Entonces no hay problema.
Comentario: Piense en el profeta Oseas. Dios le dijo que se casara con una prostituta.
M. L. von Franz: Dos mil años más tarde, después de haber sido canonizado como profeta y puesto que está en las Sagradas Escrituras, no podemos dudar deque fue Dios, y todo está bien. Es el comportamiento paradójico de Dios. Pero si eso le sucediera hoy a usted, y usted fuera a decirle a un colega que Dios le había ordenado que se casara con una prostituta, ¿qué le contestaría su colega? Probablemente le pregunte si está seguro de que es Dios, porque pensará que Dios no le puede dar semejante orden, y por lo tanto no puede ser Dios. ¿Cómo demostraría usted que era Dios?
Comentario: Yo querría estar seguro de que su motivo era auténtico y saber quién era la mujer, cosas así.
M. L. Von Franz: Le pregunté por usted, pero no importa. Entonces, con el juicio razonable de su yo,¿usted decidiría si era Dios o no?
Respuesta: No sería mi juicio, sino el Suyo. Lo único que yo podría hacer sería ayudar al hombre a elaborar la decisión.
M. L. von Franz: Entonces, usted lo lleva todo al nivel del razonamiento consciente.
Comentario: No sólo del razonamiento consciente, sino que implicaría al sentimiento y la intuición y todo.
M. L. von Franz:  Ése es el camino humano, racional y consciente. El verdadero misterio de Dios está fuera de eso.
Comentario: Yo no me propongo tomar la decisión de Dios por El; es Dios quien tiene que decidir.
M. L. von Franz:  Pero entonces usted Lo seduce para que Él tome Su propia decisión en vez de relacionarse usted con Dios.
Comentario: Creo que en alguna medida Dios se relaciona por intermedio de mí, y de todos.
M. L. von Franz: Eso es inflación. ¿Por qué no ha de relacionarse el hombre directamente con Dios?
Comentario: Porque no puede; humanamente, tampoco yo puedo. No puedo mantener una conversación con Dios dentro de mí. Eso es humanamente imposible.
M. L. von Franz: ¿De veras?
Comentario: Sí, tengo que tener algún contacto humano mediante el cual relacionarme con Dios.
M. L. von Franz: Hay personas que no pueden arriesgarse a la soledad de la experiencia. Tienen que estar siempre en el rebaño y tener contacto humano, como lo llama usted.
Comentario: Yo no negaría la eficacia de la plegaria cuando yo y Dios colaboramos, pero eso no nos implica solamente a mí y a Dios, sino también a las personas con quienes vivo, mi familia y otras, en relación con Dios, el Espíritu Santo.
M. L. von Franz: Ahí menciona usted lo principal, pero el Espíritu Santo alienta donde quiere. Usted, el teólogo, se identifica con una posición consciente y la toma como absoluta. Desde ese punto de vista, puede hablar de cualquier cosa, pero no se da cuenta de su identificación inconsciente. Si cuestiona usted durante el tiempo suficiente su punto de vista consciente, estoy segura de que un día el Espíritu Santo vendrá a susurrarle algo al respecto. Para nosotros, nunca existe más que el individuo y su vivencia o experiencia de Dios, y todo lo demás es secundario. En terapia no somos nosotros quienes conectamos al individuo con Dios, y eso sería incluso una presunción megalomaníaca del psicoterapeuta… aunque muchos presumen de hacerlo, y en esa medida han vuelto a convertirse en teólogos furtivos. Si usted está con un analizando, la única forma en que quizá pueda ayudarlo es diciendo: «No lo sé, pero vamos a preguntárselo a Dios». Así uno impide que el analizando saque conclusiones conscientes precipitadas o seduzca al analista, convenciéndolo de que él  las saque, y por consiguiente toda experiencia religiosa se convierte en un acontecimiento especial y único. En cada experiencia se vive a Dios o se experimenta en una forma peculiar y específica, y eso incluye hasta el azufre rojo, lo que quiere decir que si usted plantea ante Dios la cuestión del azufre rojo, Él le dará Su propia respuesta en cada caso.
Comentario: Yo creo que Dios ya ha dado Su propia respuesta en cada caso.
M. L. von Franz: Ahí es donde diferimos. Usted piensa que Dios ha publicado las reglas generales a que Él mismo se ajusta, y nosotros creemos que es un espíritu viviente que aparece en la psique humana y que siempre puede crear algo nuevo.
Comentario: Dentro del marco referencial de lo que ya ha publicado.
M. L. von Franz: Para un teólogo, Dios está limitado a Sus propios libros, y es incapaz de seguir publicando. Ahí es donde discrepamos. Pero volvamos a nuestro texto. Si llevan ustedes el conflicto al ámbito del desapego psicológico interior, el problema de los opuestos se aclara: la Unidad se hace visible en el campo psicológico, y uno cae en la cuenta de que su conflicto se da entre dos aspectos de la psique. Pero sigue habiendo un factor insatisfactorio, porque hemos cortado la luna en dos. El elemento femenino sigue estando dividido, sigue habiendo una escisión entre lo que llamaríamos el inconsciente, o el anima, y lo que se podría llamar el mundo concreto. Ésta sigue siendo una cuestión abierta, lo que significaría que en análisis uno se da cuenta del conflicto, pero todavía no puede vincularlo del todo con la vida exterior concreta. Tan pronto como se trata de problemas en la vida exterior y concreta, sigue habiendo incertidumbre. Sénior no da consejo alguno sobre cómo proseguir a partir de allí, pero sugiere otra posibilidad. Nunca se ha de olvidar la división en dos, los dos aspectos del mismo problema. El lo plantea de esta manera porque sólo se lo puede describir atacándolo desde ambos lados, y ahora intenta abordarlo por el otro. En una imagen el sol con sus dos rayos ataca al mundo inferior, como lo hace el sol con un solo rayo, sin justicia. El mundo inferior es una dualidad secreta: es una esfera negra por fuera, con una luna blanca y brillante por dentro. En general el sol representa un principio masculino de la conciencia colectiva, el factor psicológico desconocido que crea la conciencia colectiva. Vemos que allí donde los seres humanos se congregan, allí se crea un fenómeno de conciencia colectiva. Por ejemplo, las palabras de un lenguaje tienen para cada individuo un significado similar promedio, y gracias a este medio del lenguaje se imparten e intercambian muchos conocimientos y se forma una reserva de la conciencia colectiva. Es muy difícil decir qué es la conciencia propia de un individuo, y cuánto hay en ella de colectivo. En los comienzos de la niñez se ven chispas de reacciones conscientes individuales, por ejemplo en las maravillosas expresiones de los niños y en las preguntas que hacen. En todo ello el niño hace un esfuerzo hacia la conciencia individual. También están las preguntas encantadoramente torpes: «Abuela, ¿tú cuándo te vas a morir?», y cosas semejantes, porque entonces el niño habla en forma muy ingenua y muy individual. Pero cuando va a la escuela se produce la confrontación conla conciencia convencional; las escuelas tienen que ser así, y si uno habla del león o del oso, y les dice a los niños que escriban una pequeña composición sobre estos animales, habrá un máximo de tres en una clase que digan algo individual. Cuando era maestra yo solía desafiar a los niños, pidiéndoles que escribieran lo que pensaban y no lo que yo les había dicho, y entonces vi que los niños tienen una dificultad tremenda, porque la función de la escuela y la tendencia evolutiva de esos años apuntan ambas a formar la conciencia colectiva. La asimilación de la conciencia colectiva es, de hecho, la función de la escuela y, por ende, la originalidad de la conciencia individual generalmente se desvanece y al llegar a los veinte la gente es un saco de conocimiento colectivo. Si uno les pide su opinión sobre lo que sea, se limitan a repetir lo que dicen sus padres o sus amigos, o lo que han leído en el periódico, y uno tiene una dificultad enorme para volver a conseguir de ellos una reacción consciente, personal y única. Entonces, podemos decir que el sol es esa luz interior dentro de la cual todos nadamos, es la luz de todos nuestros días. Creemos que somos conscientes, pero no es verdad; somos conscientes en el ámbito de lo colectivo y ni siquiera sabemos lo pequeña que es nuestra conciencia individual. Es necesario buscar mucho para encontrar aunque no sea más que fragmentos de conciencia que sean personales. Si uno analiza a un individuo, el sol siempre está brillando; eso es la conciencia colectiva en la que está encerrada la conciencia individual, y el conflicto se da entonces ya sea contra el inconsciente o contra la realidad. Cuando la gente tiene un conflicto, o bien están peleándose con la realidad exterior —afuera las cosas están mal, y ellos quieren corregirlas—, o están en dificultades con su inconsciente. Algo de adentro o algo de afuera está en oposición. Con toda razón se dice queel enemigo con quien se ve confrontada la conciencia es secretamente doble, porque la gente viene a analizarse diciendo que tiene un conflicto exterior, pero uno descubre que es interior, o bien sucede todo lo contrario.
Si hay dos soles, entonces hay dos principios de conciencia colectiva. En una sociedad, eso significaría dos formas de relación con Dios, por ejemplo el catolicismo y el protestantismo; una de ellas vive a la luz de un sol, y la otra a la luz del otro. Para un grupo, algunas verdades son completamente evidentes; jamás se las discute, porque a este grupo le parecen tan claras comoel sol, y lo mismo vale para el otro grupo en relación con sus propias verdades. Entonces hay ya una diferenciación, una escisión o algo en oposición, interior al ámbito de la conciencia colectiva. Eso se referiría en general a algún tipo consciente de conflicto colectivo: dos «ismos» o dos actitudes colectivas chocan, pero ambas son colectivas, porque el conflicto es común a muchos en la misma forma. En el texto de Sénior las actitudes en conflicto están caracterizadas como un sol que dirige dos rayos hacia su opuesto —la cosa oscura— y un sol que dirige un rayo, y se dice que el de un rayo es el sol sin justicia. ¿Qué principio de la conciencia colectiva no tiene justicia hacia el mundo de abajo, en tanto que el otro sol tiene justicia? ¿Qué querría decir eso? Está claro que hay dos posibilidades de conciencia, a saber, una rígida y otra que tiene una actitud paradójica y por consiguiente hace justicia al factor paradójico del inconsciente. Esta última sería lo que se podría llamar un sistema conscientemente abierto, una Weltanscbauung  abierta que está siempre dispuesta a aceptar a su opuesto, o a encontrar el opuesto y aceptar sus contradicciones. Si uno tiene una actitud consciente que está dispuesta a aceptar el opuesto, a aceptar el conflicto y la contradicción, entonces se puede conectar con el inconsciente. Eso es lo que intentamos lograr. Tratamos de producir una actitud consciente con la cual la persona pueda mantener abierta la puerta hacia el inconsciente, lo que significa que uno nunca debe estar demasiado seguro de sí mismo ni de que lo que uno dice sea la única posibilidad; nunca debe estar demasiado seguro de una decisión. Siempre se ha de tener un ojo y un oído abiertos para lo opuesto, para la otra cosa. Esto no significa debilidad, ni incapacidad de defenderse. Significa actuar de acuerdo con la propia convicción consciente, pero teniendo siempre la humildad de mantener la puerta abierta a riesgo de que a uno le demuestren su error. Ésa sería la actitud de una conciencia en un contacto viviente con el otro lado, el lado oscuro. El sol injusto es aquella actitud de la conciencia que sabe exactamente qué es cada cosa, una actitud rígida que obstruye el contacto con el inconsciente, en tanto que el sol de dos rayos tiene un efecto moldeador y formativo sobre el inconsciente; este último sería el que tiene justicia, yel primero el que no la tiene. Creo que es muy significativo. Si pensamos en este hombre, Sénior, que vivió su vida entre los chiítas y los sunnitas, me imagino, aunque no sea más que conjetura, que en su material los dos soles representarían aquello. En todo caso, la conciencia tiende siempre a ser unilateral y a estar segura de sí misma, y eso va en desmedro del misterio de la vida. Pero la conciencia puede tener la doble actitud, y entonces ilumina el misterio de la vida, en vez de dañarlo. La actitud humilde que mantiene siempre la puerta abierta es la aceptación necesaria del hecho de que uno puede equivocarse, en lo moral o en lo científico, o de que uno puede saber hasta cierto punto, pero sin estar seguro, y que incluso la mayor de las certidumbres puede no ser más que negativa, o sólo algo verosímil de acuerdo con lo cual actúo. Lo que se requiere es una actitud consciente conectada con la actitud religiosa, prestar siempre humilde y cuidadosa consideración al factor desconocido, o sea, decir: «Creo que esto es lo que corresponde hacer», y seguir atento a un signo que nos advierta que no lo hemos tenido todo en cuenta. La conciencia es esencial para el inconsciente, porque sin ella el inconsciente no puede vivir. Pero la conciencia no es más que un buen canal de comunicación a través del cual el inconsciente puede fluir si tiene una actitud doble, paradójica. Entonces el inconsciente puede manifestarse, y se puede evitar el endurecimiento de la actitud consciente en contra del inconsciente, que significa una escisión en la personalidad. . . y en la civilización. Aquí hay, en el objeto, una dualidad secreta. En forma muy aproximada podemos decir que este oscuro mundo de abajo es el inconsciente, porque es lo desconocido; es aquello que no puedo penetrar mentalmente para decir que ya sé lo que es. El «inconsciente» es un concepto que se refiere simplemente a aquello que no es claro para la conciencia. Eso incluye todo un conglomerado de cosas. Hay dos aspectos, dos incógnitas finales, de las cuales se ocuparía especialmente un alquimista, y a las que me referí en la introducción. Todavía nos vemos frente a dos misterios no resueltos que, de una manera extraña, son interdependientes aunque todavía no sepamos cómo. Son la psique y la materia. La ciencia de la física, en última instancia, postula la materia como algo inconsciente, es decir, algo de lo cual podemos llegar a tener conciencia. Por definición, el inconsciente es la misma cosa: algo psicológico de lo cual no podemos llegar a tener conciencia, y jamás sabemos de qué manera se combinan nuestras descripciones del inconsciente con la materia, lo cual genera todo el conflicto entre lo interno ylo externo. En último análisis, es la conciencia la que crea el conflicto entre lo interno y lo externo, al proyectar uno de los términos como materialmente real y el otro como psicológicamente real, porque no conocemos la diferencia entre la realidad material y la psique. De hecho, si lo consideramos de un modo imparcial, nos encontramos con algo desconocido que a veces se aparece como materia y a veces como psique, y la forma en que los dos se relacionan no la conocemos todavía. Los alquimistas no lo sabían y nosotros tampoco. Es un misterio de la vida que al parecer se manifiesta tanto psicológica como materialmente. Si lo describimos desde afuera con un enfoque estadístico extravertido, se nos aparece como materia, y si lo abordamos desde adentro se nos aparece como lo que nos complacemos en llamar conciencia.
Pregunta: ¿No hay también una dualidad entre objeto y sujeto?
M. L. von Franz: Sí, exactamente. Afuera está la nigredo, y ése sería el aspecto destructivo del inconsciente tal como lo experimentamos muy a menudo, por lo menos al comienzo, en nuestros primeros contactos. Todos nuestros sueños son críticos al principio; el inconsciente está lleno de impulsos y de factores de disociación, factores destructivos, y después, si profundizamos y penetramos más, vemos algo muy claro y lleno de sentido. La iluminación puede provenir de ese lugar oscuro; es decir, si dirigimos sobre él el rayo de la conciencia, si lo calentamos con nuestra atención consciente, entonces de ello sale algo blanco, y eso sería la luna, la iluminación que proviene del inconsciente. En ocasiones uno tiene un sueño desagradable que le repugna cuando se despierta; es indecente u obsceno, tremendamente tonto o estúpido, y es irritante. ¡Uno quería un maravilloso sueño arquetípico, y he aquí lo que viene! Pero entonces yo digo: «A ver, un minuto, vamos a investigarlo, a descubrir qué significa», y por lo general son precisamente esos sueños los que más nos iluminan, si somos capaces de llegar al significado. El significado no era conocido, pero tenía un contenido dinámico que lo enriquece a uno mucho. Son precisamente ésos los sueños más valiosos; tienen una cascara inabordable y repugnante de negrura que de prime, pero dentro está la luz del inconsciente. Con frecuencia, es en los motivos deprimentes del sueño donde se puede encontrar la luz, y naturalmente se la hallará también en los impulsos oscuros, que están llenos de significado si uno es capaz de investigarlos con amor, con una actitud que acepte la paradoja. Parece que, llegado a esa etapa, Sénior tuviera un conflicto consciente entre dos actitudes hacia el inconsciente; sería un conflicto vital, pero da la impresión de que todo estuviera bien en lo que se refiere alos puntos de vista conscientes. Quizá la vida mis manos presente el conflicto, por un lado en la esfera de la luna, y por otro en la esfera del sol; uno es un conflicto consciente, el otro inconsciente. Por lo general están entretejidos, tienen algo en común y no son sino dos aspectos de la misma cosa, es decir, de la dualidad paradójica fundamental de todos los fenómenos psicológicos. Lo que no se dice en la imagen pero está contenido en el texto, si leen ustedes el libro, es que la totalidad de la cosa describe la piedra filosofal, la obra alquímica. Se dice que lo uno es la primera etapa de la obra alquímica, y con el añadido de lo segundo se hace la piedra filosofal, porque el conflicto vital se ha vuelto consciente. Esta es la etapa final del opus.
Cuando ya nos hemos relacionado con el inconsciente, aparece el problema, cada vez más sutil, de cómo mantener bien la relación en vez de volver a caer en nuestra unilateralidad. Hasta personas que han hecho un largo análisis junguiano tienden a codificar su proceso de individuación. Aunque hayan tenido experiencias tremendas y reacciones vitalizadoras, ni no hacen más que quedarse con eso y codificar lo que han experimentado —por ejemplo, si dicen que sólo predican a los demás sus propias experiencias—, entonces no evolucionan. A eso se debe que todo fenómeno consciente se desgaste. Por eso, el conflicto es eterno y debe ser corroborado; la unilateralidad de la conciencia deber ser continuamente confrontada con la paradoja. Esto significa que cada vez que una verdad ha sido vivenciada como tal, y se ha mantenido un tiempo viva en nuestra psique, hay que hacer un giro de ciento ochenta grados, porque esa verdad ya no es válida. Como dice Jung, cualquier verdad psicológica no es más que una verdad a medias, ¡y ésa tampoco es más que una verdad a medias! El propio analista tiene que mantenerse siempre
al ritmo de su propio inconsciente, tiene que estar conscientemente dispuesto a tirar por la borda todo lo que se logró hasta ahora, y esto correspondería a una doble actitud constante. Por lo tanto, quizás el sol con los dos rayos esté mejor adaptado para influir sobre el inconsciente, y también para asimilarlo, en virtud de una actitud abierta, como si hubiera una segunda conciencia por detrás de la conciencia. . . , como si uno tuviera la conciencia en su modo de operación ordinario en el primer  plano de la mente, mientras que en el fondo hay algo que se da cuenta de que eso no es más que una parte dela vida. Así pues, hay una conciencia móvil, una «conciencia por detrás de la conciencia» que se limita a observar y sabe que, por el momento, la cosa es así. Jung lo describe, en un nivel emocional, como estar precisamente en lo más tormentoso del conflicto, y al mismo tiempo fuera de él, observándolo con serenidad. Volvamos ahora a la carta de amor del sol a la luna creciente, donde el sol dice: «En grande y definitiva debilidad, te daré desde mi belleza la luz mediante la cual alcanza uno la perfección». Desde un punto de vista puramente astronómico, el sol tiene luz, en tanto que la luna se limita a recibirla de él; esto es, el sol da luz a la luna, y para esto hay una base bien natural. El sol, en su forma radiante, emanante, intenta impartir parte de su luz a la luna para que ésta pueda alcanzar la perfección. Tenemos que darnos cuenta de qué era lo que significaban para las gentes de entonces el sol y la luna. El sol en general es una imagen de la Divinidad; más adelante, en el texto se dice incluso que el sol es la divinidad espiritual, y que ésta en su belleza emana bondad, quizá sin sombra. Es hermoso e imparte su luz a la imperfecta luna. Ahora bien, la luna es femenina, es un receptáculo para los muertos, es responsable de todos los fenómenos en que algo crece y decrece en la tierra: del crecimiento de las plantas y de su marchitamiento, de la menstruación de las mujeres, del flujo y reflujo delas mareas, del devenir y el morir, y rige, por consiguiente, al mundo corruptible. Brevemente expresado, eso sería lo que aquellas gentes pensarían de la luna, de modo que ésta es el fenómeno de la vida terrestre en sus paradójicas mareas, en su irracionalidad que todavía parece tener un significado secreto. Para un hombre, la luna representaría un aspecto de la personificación femenina de su inconsciente, en tanto que para la mujer sería la personificación de su base en la vida vegetativa, de su vida instintiva. El sol dice entonces que por su mediación se llega a cualquier altura, que uno se eleva a cualquier altura; es decir, que el sol es aquello que eleva. En la antigüedad y en otras épocas a la gente le intrigaba el hecho deque el sol hiciera subir el agua calentándola, de manera que se formaban nubes, y que cuando el sol desaparecía viniera la lluvia, de modo que con frecuencia se hablaba del sol como del principio de elevación espiritual. Es, por consiguiente, lo que hace perfectas las cosas, las exalta hasta las alturas y las vuelve visibles. Entonces dice la luna al sol: «Tú me necesitas tal como el gallo necesita a la gallina, y yo necesito constantemente tu efecto sobre mí, porque tu ética es perfecta, tú, el padre de todos los planetas, tú eres la alta luz, el gran Señor». El sol ha indicado en alguna medida su calidad superior al decir a la luna, de manera muy digna, que le dará la luz desde su belleza. De modo que la luna se inclina a señalar que el sol necesita de ella tanto como el gallo necesita a la gallina, que sin ella no es nada, que aunque ella sea la receptora, la cosa imperfecta que recibe la luz, sin embargo el sol la necesita también, porque ¿de qué serviría un sol que no pudiera derramar su luz sobre otra cosa? Su luz desaparecería en el espacio, porque la luz necesita un objeto material donde pueda hacerse visible por reflexión.
Por lo tanto la luna, con toda su femenina humildad y sumisión, señala la absoluta igualdad de su derecho ala existencia: el sol necesita el recipiente vacío donde pueda derramarse su luz, necesita la oscuridad donde pueda resplandecer la luz, necesita la materia donde pueda hacerse visible el espíritu. La luna usa un símil muy vulgar y ordinario —como el gallo necesita a la gallina— que es una alusión al hecho de que entre los dos principios hay también una atracción puramente instintiva e incluso sexual. La luna dice que necesita incesantemente el efecto del sol sobre ella, porque el sol es perfecto, es el padre de toda luz.
 Perfectus moribus, las palabras latinas se refieren principalmente a la perfección ética, que es algo que la luna no tiene. En la mitología de la luna, la luna es perversa, porque no es digna de fiar. Los alquimistas citaban con frecuencia un salmo que dice que en la oscuridad de la luna nueva los perversos disparaban sus flechas contralos justos, lo que significa que la luna nueva protege a los ladrones y los malos cuando éstos atacan a las gentes honradas. Así la luna tiene toda la ponzoña maligna y la informalidad típicas del anima en su condición original y también de los seres femeninos en general, no sólo de lo femenino en el hombre, porque en lo femenino se da esa astucia gatuna y sospechosa, y esa ética incierta a la que se podría llamar la ambigüedad de la naturaleza. La luna dice que ella es la luna creciente, húmeda y fría, y que el sol es cálido y seco, y cuando están emparejados en un estado de equilibrio, ella es como una mujer que se abre a su marido. Aquí está el conflicto entre el principio de la conciencia y la naturaleza, es decir lo inconsciente, lo desconocido. El conflicto entre lo masculino y lo femenino se amplifica en una cuaternidad porque ambos contienen dos cualidades: la luna contiene las cualidades de la humedad y el frío, y el sol las de la sequedad y el calor. Eso alude a las enseñanzas de la antigüedad tardía y del medievo, para las cuales hay cuatro elementos —agua, aire, fuego y tierra— y cuatro cualidades básicas: calor, sequedad, humedad y frío. Durante toda la Edad Media se consideró básico este principio y las categorías en las que se podía observar la materia básica, los cuatro elementos y las cuatro cualidades. Es, ciertamente, un bello mandala, porque el fuego es caliente y seco, y el aire es húmedo y frío. Hay muchas variaciones diferentes para la disposición de los elementos y las cualidades. Esto no era así en función de la realidad material, ni siquiera para las gentes de la época, que se daban cuenta de que era una simplificación de los fenómenos materiales que no coincidía conla realidad. Tan pronto como se lo piensa más en profundidad, la cosa no cuadra, como sucede con todos los esquemas arquetípicos del orden cuando se los proyecta, y hasta los primeros alquimistas decían que no había que pensar que aquello se dijera en forma concreta, que no era más que una manera de ordenar nuestras ideas. Es lo que dice Zósimo, por ejemplo, lo que significa que uno ve claramente una imagen de la totalidad a través de las cuatro cualidades proyectadas sobre la materia; incluso en aquellos días era simplemente una red simbólica que la mente humana proyectaba sobre la materia para introducir en ella algún orden. Podemos comparar esto con el uso moderno de conceptos tales como los de partícula, energía, continuo espacio tiempo, y fenómenos electromagnéticos. Los físicos saben que estos conceptos están vagamente entretejidos, y que no son tan simples y claros como nosotros creemos, sino que han sido creados sólo como medios de expresión. Las cuatro cualidades aparecen ahora y completan la dualidad del sol y de la luna. Es lo mismo que cuando dos personas se encuentran: hay cuatro, él y su anima, ella y su animus.
En una discusión analítica siempre hay cuatro elementos, dos en el nivel consciente y dos en el inconsciente. Toda aserción consciente configura ya su opuesto, es decir, la negación. Si digo que una planta es una planta y un perro es un animal, eso parece bastante simple, pero es una contraposición de dos cosas y contiene algo más, porque si digo que un árbol es un árbol, expreso el hecho de que no es un mineral ni ninguna otra cosa que un árbol. Todo lo que digo lleva ya en sí la sombra de lo que está excluido. Por lo tanto, cada vez que la conciencia produce algo, aunque sean dos palabras, siempre hay cuatro, porque el inconsciente también está siempre allí; está en juego algo desconocido, y eso también se ha de tener en cuenta. Tomemos las posiciones opuestas de la física y la psicología. Al ver lo que hacen los físicos, la psicología descubre que el físico está lleno de proyecciones inconscientes, eso se ve de inmediato. Pero cuando es el físico quien nos mira, como es natural ve desde un aspecto físico lo que descubrimos psicológicamente y dice que no tenemos conciencia de ese aspecto, y que a eso se debe que nuestra conciencia no esté lo suficientemente evolucionada como para ser capaces de mantener la atención puesta en una contradicción, algo muy difícil de conseguir, y que, sin embargo, deberíamos hacer. Toda polaridad contiene su opuesto, pero esto se hace más obvio cuando dos seres humanos discuten, como en el análisis. Entonces hay siempre cuatro, porque también está presente el inconsciente de cada uno. Tan pronto como se presta verdadera atención al problema de la relación, ese mismo hecho lo complica porque siempre están en cada uno de los dos las dos cualidades. Supongamos que en forma proyectada esto se refiere a ese problema. El sol y la luna dicen que si se emparejan de manera equilibrada, entonces es como un hombre y una mujer que están completamente el uno por el otro. De modo que está el problema de la coniunctio con todos sus aspectos, donde hay dos factores conocidos y dos incógnitas. Pero cuando todos ellos se relacionan, se alcanza un estado de equilibrio y perfección

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